17: Despedida

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—¿Quieres algo? —Jack asomó la cara detrás de la puerta de la nevera.

—Una coca cola.

Su plan de esquivar a Jack se había ido al garete a la primera de cambio. Pero es que cuando Lilith entró a la cocina y lo vio no pudo irse. Se quedó apoyada en el marco de la puerta, observando ese culo en pantalón corto, que consideraba injusto que le hubieran tocado a él. No podía haberle tocado a David, el fotógrafo de la empresa de Kendall que llevaba años detrás de ella. No, tenía que resultar que la persona que, con su mera presencia, la hacía olvidarse de pensar, era el maldito Jack Grealish.

—¿Y este cambio? —Jack le tendió la lata.

Lilith esquivó su mirada, agarró la fría bebida teniendo cuidado de no rozar ni la uña del dedo del hombre.

—No soy alcohólica. Puedo pasar un día sin beber cerveza —Porque la última vez, estuve a punto de besarte. Quería hacerlo con toda mi alma y no podía pensar en nada más que en tus labios sobre los míos.

Lilith había decidido atribuir la experiencia en el Karaoke al alcohol. Aunque esa teoría empezaba a desmoronarse demasiado pronto. Nada más verlo había sentido sus piernas ligeras como una pluma. La sonrisa que le había dedicado mientras le daba la coca cola la había hecho desear darle su ropa y que hiciera con ella lo que quisiera. Pero había decidido ignorarlo, como hacía con todo aquello que no cuadraba con lo que creía saber.

Cómo elegía fingir que no veía cada vez que Jack se comportaba como una buena persona con alguien. Como aquel día comprando antigüedades. Como cuando después del derbi le regaló su camiseta a un niño que agitaba un cartel con su nombre. O lo del karaoke. Ella decidía no registrar en su cerebro esas acciones que podrían cambiar la percepción que tenía de él.

Fuera llovía a cántaros. Que mejor forma de despedirse de la ciudad antes de partir a Qatar que con rayos y truenos, que les recordaban a todos quienes eran y de donde venían.

Lilith volvió al salón junto a Kendall y los demás. No se trataba de una fiesta de equipo, como en otras ocasiones. Solo estaban reunidos los ingleses del equipo. Y tampoco sus familias habían venido, las únicas personas que no eran jugadores de futbol eran Lilith y Kendall. Ya que la casa en la que se reunían era la de Kendall, y esta había dicho que necesitaba a su amiga para soportar el exceso de testosterona.

Desde fuera podía parecer una velada tranquila. Amigos compartiendo bebidas, risas y picoteo. Por dentro el sentimiento predominante eran los nervios. En unos días estarían jugando el mundial de fútbol. El primero de la mayoría, probablemente el último de algunos. La oportunidad de conseguir la mayor gloria para un futbolista. Algo que su país no lograba desde el año 66.

Y, sin embargo, Jack era incapaz de centrarse en eso. No mientras las piernas de Lilith descansaban sobre el regazo de su compañero. Se encontraba a sí mismo deseando ocupar su lugar, ser él quien recibiera sus cálidas sonrisas. Que sus dedos acariciasen su pelo, como habían hecho con las nuevas trenzas de Kalvin. Y a la vez reprochándose a sí mismo albergar ese deseo.

Sabía que su decisión en aquel Karaoke había sido la correcta. Pero eso no evitaba que tenerla tan cerca no lo estuviese volviendo loco. Sobre todo porque notabas las miradas de Lilith cuando ella creía que nadie la veía. El, ella no es para ti se difuminaba en su mente a cada rato que pasaban en la misma habitación.

Ya no era una chica borracha en un bar, estaba sobria y seguía mirándolo como aquella noche.

Abandonó la habitación. Necesitaba hacer una llamada.

Lilith realizó la misma acción. No lo seguía. Necesitaba ir al baño.

Maldecía con el móvil aún pegado a la oreja. Nadie contestaba al otro lado. Una y otra vez solo se escuchaba la mecánica voz indicando que el teléfono no estaba disponible. Quizá fuera el destino. Lo que estaba a punto de hacer no debía hacerlo por teléfono. Debía ir a casa y hacer las cosas bien.

Salió de la habitación. Lilith salía del baño con la vista fija en la pantalla de su teléfono, hasta que notó como chocaba con alguien, y las manos que rodearon su cintura para evitar que se cayera convirtieron su cuerpo en lava. Levantó la mirada, no lo necesitaba para saber quién era la persona. Su cuerpo ya se lo había dicho. El último mes había tratado de sentir lo que en aquel karaoke cuando cualquier otro hombre la tocaba, pero había sido en vano. No podía sacarse de la cabeza su no beso, había liberado eso que ella intentaba reprimir, y no había forma de volver a encarcelarlo.

Lilith solo se había puesto una norma. Para ese día y para la vida en general. Nada de futbolistas. Lilith no era la mejor siguiendo las reglas.

Los ojos de Jack se fijaron en sus labios. Llevó una de sus manos a la mejilla de Lilith, acariciando la piel roja y caliente con un dedo, al ver que ella no se apartaba siguió el recorrido hasta los labios de la chica. Lilith colocó sus manos alrededor del cuello de Jack. Se puso de puntillas y tiró de él hacia abajo, no era su dedo lo que quería, eran sus labios. Esta vez Jack no dudó. Juntó sus labios con los de ella.

El mundo dejó de existir a su alrededor. Sus amigos en la planta baja no estaban. Solo sus bocas unidas. La lengua de Jack entró en su boca haciendo que Lilith sufriera un calor abrasador, que solo podía calmarse de una forma. Sobraba la ropa y la distancia que quedaba entre sus cuerpos.

━Vámonos ━dijo Jack con voz ronca.

Lilith asintió, no confiaba en su voz si intentaba hablar.

Abandonaron la casa por separado. Lilith se fue sin despedirse de sus amigos, mandó un mensaje a Kendall diciendo que lo hiciera por ella, que tenía un asunto de trabajo urgente. Si volvía a ese salón, su mejor amiga se daría cuenta. Sus mejillas ardiendo la delatarían.

El cubículo del coche de Lilith estaba cargado de tensión, cuando al cambiar de marcha su mano rozó la pierna de Jack estuvo a punto de parar el coche sin importar donde estuvieran. La anticipación y el deseo los estaban matando.

Estacionó el coche en el aparcamiento privando de un hotel. Lo que estaban haciendo no era más que eso, un encuentro furtivo que no debía estar sucediendo, para ninguno de los dos. Pero eso ya no importaba. Cuando sus bocas volvieron a juntarse cualquier atisbo de duda desapareció.

En la habitación, cuando sus manos y lenguas recorrían la piel desnuda del otro, el pasado dejó de existir. El futuro no importaba. Solo sus corazones latiendo contra el pecho del otro.

❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿

Se tomó unos segundos para observarlo. Dormía boca arriba, con una mano bajo la almohada y los labios entreabiertos. La otra mano ahora descansaba sobre el colchón, segundos antes lo hacía en la misma posición pero sobre su estómago desnudo. Sus facciones relajadas lo hacían parecer tan inocente que Lilith sintió el deseo de volver a la cama, y acariciar su mejilla con los dedos. Volver a sentir la aspereza de esa barba corta, que la noche anterior había raspado zonas de su cuerpo bastante menos recatadas.

Apretó los puños a los costados de su cuerpo, hasta el punto de dejarse las uñas señaladas en las palmas. No podía hacer eso, ya bastante malo era lo que había pasado entre ellos. Pero había sido un momento de debilidad, sexo y nada más, así dejaría de desearlo de la forma que lo hacía. No volvería a tener pensamientos de ese tipo sobre él. Se había quitado la espinita, y podría volver a odiarlo como antes.

Abandonó el hotel con la cabeza gacha. Con la luz del día el pasado cobró más importancia que nunca. En esa habitación dejaba los gemidos y las risas compartidos con el hombre que decía odiar. Creyendo que los latidos acelerados de su corazón con cada caricia eran producto solo del deseo y que su vida podría volver a ser como antes de conocerlo. Lilith era una experta en autoengañarse.

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