20: La bomba

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Jack: Hollywood no sabe lo que se ha perdido contigo.

Lilith leyó el mensaje que le había entrado al encender su móvil horas después de publicar el artículo. Se había escondido entre los miles de aficionados que poblaban las calles de la ciudad, y ahí seguía, vagando sin rumbo. No quería volver a su habitación y enfrentarse a lo que habría provocado su artículo.

Y ahora ese mensaje. Jack lo sabía. Eso solo podía significar que Kendall se lo había contado. Y que probablemente a estas alturas todos sus compañeros también lo supieran. Se habían acabado para ella los hoyuelos de Kalvin. Las bromas de Erling y Julián e incluso las quejas de John por estar siempre en su casa.

Se vería expulsada de ese mundo. Al que juraba no querer pertenecer, y del que, sin embargo, le dolía salir.

Lilith: Cuéntale eso a tu novia. Tú habrías ganado un Óscar, mínimo.

La réplica de Lilith no recibió respuesta.

Revisó el resto de notificaciones de su teléfono. Tenía llamadas perdidas de Kendall y de su hermano. Y un mensaje de Kalvin en el que le preguntaba si estaba bien. Había sido enviado antes que el de Jack. En ese momento su amigo todavía no habría sabido quién era ella. No contestó.

La pantalla del móvil volvió a iluminarse. Contestó a la llamada de su hermano.

—Li, ¿Dónde estás? ¿Estás bien?

—Estoy bien. ¿Has hablado con Ken?

—No. No ha vuelto todavía al hotel.

Lilith suspiró, al menos podía contarle ella la verdad a su hermano. Le dijo que fuera a buscarla y le mandó su ubicación.

Lilith se sintió pequeña entre los brazos de su hermano. Se permitió derramar unas pocas lágrimas sobre su ancho pecho. Conrad la apretó más fuerte, sin hablar, dejando que se desahogara. Cuidando de ella, como tantas veces ella lo hizo por él en su infancia.

—¿Me has reconocido en la foto? —preguntó Lilith.

—Si.

Lilith se separó de su hermano, se sentaron juntos en un banco con vistas al mar. Algunas personas se quedaban mirando sus ojos enrojecidos y mejillas húmedas antes de seguir su camino.

—¿Cómo? No se me ve la cara. —Si su hermano había podido reconocerla, quizá todo el mundo lo haría. Sabía por qué lo habían hecho Kalvin y Kendall, habían estado juntos esa tarde, sabían la ropa que llevaba, pero no su hermano. No quería ser la chica que se acostaba con Jack Grealish, detestaba la idea de que cuando volviese a casa la gente la reconociese por la calle. La que se cargó la relación de Jack y Sasha, y encima antes del mundial. Si Inglaterra no volvía a casa con la copa, la culpable de las malas actuaciones de Jack Grealish.

—Mamá quemó tu abrigo, encendiendo las velas, este año por su cumpleaños. Dijiste que te daba igual, que era tu favorito y seguirías usándolo igual. Se ve el pequeño roto en la foto.

Lilith respiró aliviada. La gente normal no sabría eso.

—Soy yo —dijo Lilith ignorando el hilo de la conversación. Su hermano la miró sin entender —. Yo soy Liala, M. Lo he sido todo este tiempo.

—¿Por qué? —Si Conrad estaba enfadado, no lo demostraba, solo interés por entender a su hermana.

—Empecé por él —Lilith se secó las últimas lágrimas que había derramado —. Luego me di cuenta de que no era solo Jack, que era algo común en los futbolistas. Pensé en Ali, en que quizá si alguien la hubiese ayudado a ver qué clase de persona era Jack, no habría llegado tan lejos y seguiría viva. Conmigo, así que creí que podría hacer eso por otras mujeres.

—Li, Ali lo sabía.

—Lo sé. Pero no al principio.

Conrad dudó, como siempre que hablaban de Alison, era incapaz de decirle a su hermana lo que opinaba de su amiga, lo que todos menos ella veían. O lo que ella también sabía, pero intentaba borrar.

—Lo de hoy no tenía que pasar — Volvió a hablar Lilith —. No lo iba a publicar. Nada de lo que pasó entre nosotros tenía que pasar. Ali...—Lilith no siguió hablando, incapaz de verbalizar lo que su amiga habría sentido.

—Ali no está —Conrad pasó el brazo por sus hombros —. Hace años que se fue, no tienes que seguir peleando sus batallas.

—Pero me odiaría, sabes cómo era con Jack. Odiaba a cada mujer que se le acercaba, la he traicionado.

—No lo has hecho. Lilith —Conrad agarró la cara de su hermana para que pudiese mirarlo a los ojos —. Han pasado cinco años. Tienes derecho a hacer lo que quieras y él también. Ya no es su novio, ni siquiera lo era aquel día.

—Eso no importa. Habrían vuelto, ellos siempre volvían.

—Eso no lo sabes. Por desgracia nunca pudimos saber qué habría pasado. Pero Lilith no puedes seguir viviendo por un odio que no te corresponde.

—Si me corresponde. Era yo la que se dormía con las sábanas llenas de lágrimas, abrazándola. La que fregaba sus vómitos cuando él le hacía daño y se le iba de las manos la noche. Soy yo la que se quedó sin ella.

—Y también eras la que dormía fuera de su habitación cuando ella llevaba a un hombre, la que pasó una noche en urgencias sola porque ella estaba demasiado ocupada, borracha con otro. La que la cubría cuando era ella la que era infiel.

—Tu no estabas allí. No sabes cómo era. —Lilith elevó la voz.

—Me acosté con ella. Y estaba con Jack cuando pasó.

Lilith abría y cerraba la boca como un pez fuera del agua. Ali nunca le habló de ellos, tampoco Conrad.

—¿Cuándo?

—El día que cumplí los dieciocho.
»Me pidió que no te dijera nada, y tampoco yo quería decírtelo, no quería darte otro motivo para gritarte. »Estábamos borrachos y dolidos y pasó. No fue nada importante. Al día siguiente la escuché hablando por teléfono con él, diciéndose lo mucho que se querían.
»Me dijo que él la había engañado primero, que no era su culpa y que por favor no dijera nada.

—Y era verdad. Ella solo reaccionaba a lo que él hacía. —Conrad negó con la cabeza. Era imposible tratar de que su hermana entrara en razón con respecto a Alison y Jack —. Y ahora se lo hace a Sasha. Conmigo y a saber con cuantas más.

—¿No tienes pruebas de ninguna más, no? —Conrad recordó algunos de los artículos de Laila, las fotos nunca eran tan explícitas como las de su hermana.

—No.

—¿Por qué te has acostado con él? —Conrad tenía que preguntarlo.

—No sé —Lilith se frotó las sienes —. Se me fue la pinza. Y me gustaría decir que estaba borracha, o drogada, o algo. Pero no. Estaba perfectamente sobria, era consciente de lo que hacía y con quien lo hacía. Pero se me olvidó todo lo demás. Lo que implicaba lo que estaba haciendo. No pensé.

—Eso no es malo, Li. Dejarse llevar de vez en cuando —Volvió a abrazar a su hermana por los hombros.

—Si esta vez. Es él y tenía novia. Estuvo mal. —Lilith habló con la cabeza apoyada en el pecho de su hermano.

—Era su responsabilidad respetarla. No la tuya.

—No. Yo sabía que tenía pareja y la conozco. Nunca debería haber participado en eso.

El móvil de Conrad empezó a sonar a todo volumen. Haciendo que los dos hermanos dieran un respingo.

—Es Kendall —Conrad le mostró la pantalla a Lilith.

—Contesta. —Tarde o temprano tendría que enfrentarse a ella.

Lilith podía escuchar los gritos de su amiga desde fuera del teléfono. Admiraba la determinación que estaba mostrando su hermano, y que no se apartase el teléfono de la oreja.

—Kendall. Volveremos cuando nos parezca a nosotros —Esa frase obtuvo como respuesta una avalancha de gritos y maldiciones por parte de Kendall —. No sé, date un paseo, tomate un té y relájate, lo que quieras. Pero así nosotros no volvemos —. Conrad se despidió, más bien le colgó a una Kendall que no parecía nada de acuerdo.

—Quiere que volvamos —se dirigió a su hermana, silenciando el móvil y guardándolo en el bolsillo.

—Ya la he oído. Vamos —Lilith se puso en pie. Se dio con las manos en las piernas, se le habían quedado las rayas del banco señaladas, debido a las horas que había pasado ahí sentada.

—No tenemos por qué volver ahora.

—Lo sé. Pero darle tiempo solo hará que se le ocurran más cosas horribles que gritar.

Conrad agarró la mano de su hermana para volver al hotel. Lilith arrastraba los pies como un preso que se dirige al patíbulo. Saber que tenía que enfrentarse cuanto antes a su mejor amiga no significaba que le apeteciera hacerlo.

❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿

Lilith se despidió de su hermano en el ascensor. Debía entrar sola.

A juzgar por la velocidad en que la puerta se abrió de un tirón, desde dentro, Kendall la estaba esperando detrás de la puerta.

—¡Como has podido! —gritó Kendall. La puerta se cerró de golpe a sus espaldas.

Lilith no contestó. No sabía cómo hacerlo, ni tampoco que le reprochaba su amiga. Sí que se hubiera acostado con Jack o que lo hubiera escrito.

—No te quedes callada. Deja de ser tan cobarde de mandar a tu hermano a hablar por ti.

—Yo no he mandado a Conrad, le has llamado a él.

—¡Por qué tú no me contestabas al teléfono!

—¡Quizá es que no quería hablar contigo! —Gritó también Lilith. Las formas de Kendall le estaban recordando que su amiga no era la única que tenía derecho a estar enfadada. Sí, Lilith había obrado mal, y lo sabía. Pero Kendall la había traicionado.

—Me importa una mierda lo que quieras. Me vas a escuchar. ¡Lo que has hecho es asqueroso! Acostarte con Jack solo para poder publicarlo.

La cara de Lilith adquirió un color rojo que aún no esperaba. ¿Eso pensaba su mejor amiga de ella? ¿Que era capaz de acostarse con alguien solo por la noticia?

—Supongo que a él le habrás gritado también por, ya sabes, follarse a otra teniendo novia —Lilith se echó a reír con ironía —. O lo de llamarme puta es solo a mí.

—¡Yo no te he llamado eso!

—Según tú me he acostado con él por dinero, en mi mundo eso es prostitución.

—No. Por dinero no. Para publicarlo, no es lo mismo. Para hacerle daño y demostrar que tú tenías razón con él.

—Y la tenía. Siempre la tuve. —Kendall iba a protestar —¡No! —la interrumpió Lilith —. Ahora es a mí a la que me importa una mierda lo que quieras, y lo que tengas que decir. Eras mi supuesta mejor amiga y antes de hablar conmigo has ido corriendo a contarle a él mi secreto. No me interesa escucharte más. Tenía que haberle hecho caso a mi hermano y no venir a hablar contigo.

—Muy bien. Ya puedes irte a Manchester entonces. Aquí ya no eres bienvenida.

—No sabía que eras ahora el Emir de Qatar —Lilith se reía para ocultar las lágrimas.

—No, la que te ha conseguido este hotel y las entradas. Quédate en el país, si quieres. No es mi problema, pero aquí no puedes volver, y entrar a los partidos de Inglaterra tampoco —Cada palabra de Kendall era un tirón al pecho de Lilith. La frialdad con la que, la persona que había sido su mejor amiga durante veintiséis años, la estaba sacando de su vida, dejaba un agujero vacío donde antes estaba su corazón.

Salió de la habitación con la cabeza gacha. Cuando la puerta se cerró a sus espaldas, las lágrimas que estaba conteniendo salieron a borbotones, sin que pudiera hacer nada para pararlas.

Llamó a la puerta de su hermano. Conrad la abrazó nada más verla. Dejando que se desahogara sobre su pecho, como horas antes.

Cuando el llanto inicial disminuyó lo suficiente para que Lilith pudiera resumir lo que había pasado, Conrad subió a la habitación que las dos mujeres habían compartido, a recoger las cosas de su hermana. Ella se quedó en la habitación de Conrad, buscando billetes de vuelta a casa, no podía enfrentarse a Kendall de nuevo.

Conrad tocó con los nudillos la puerta. Kendall abrió, sus ojos enrojecidos indicaban que su reacción a la pelea había sido muy parecida a la de Lilith. Sin embargo, no lo fue la de Conrad, antes la habría consolado, en ese momento no.

—Vengo a por las cosas de mi hermana. Nos vamos mañana por la mañana —dijo Conrad con voz gélida —. Pero tranquila que de tu hotel nos vamos ya.

—Tu no tienes porqué irte —contestó Kendall —. Esto no va contigo.

Conrad cogió las maletas de su hermana y empezó a meter ropa sin cuidado.

—Has echado a mi hermana, no me voy a quedar aquí.

—Ella no haría lo mismo por ti.

Conrad dejó la camiseta que tenía en la mano y se dio la vuelta para mirar a Kendall de frente. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y los labios apretados. No parecía la misma Kendall que había crecido con ellos. Siempre tuvo carácter, y todos sabían que cuando se enfadaba era capaz de decir cualquier cosa, pero no solía ser cruel y retorcida como lo estaba siendo ahora, intentando malmeter entre él y Lilith.

—Por ti si lo habría hecho y mira como le has pagado —Cerró la maleta que había llenado y fue al baño a por los artículos de maquillaje de su hermana.

—Si supieras lo que ha hecho, no la defenderías tanto.

Kendall lo había seguido.

—Se lo que ha hecho. Pero a diferencia de ti yo le he preguntado a ella.

—Os pasais años casi sin hablaros y ahora de pronto sois los mejores amigos.

—Se llama familia y lealtad. —Conrad pasó por su lado para coger las maletas cerradas. Recogió las últimas pertenencias de su hermana —. Creía que sabía lo que eras, pero no se que te ha pasado. —dijo antes de abandonar estancia dejando a Kendall sola.

Conrad sin embargo pudo escuchar las últimas palabras, antes de alejarse.

—Alison, como siempre. Eso me ha pasado —dijo Kendall a la puerta cerrada.

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