24: Una navidad diferente

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—¡María! —Lilith fue a lanzarse a abrazar a la mujer, pero se contuvo.

—¿Quién es María? Yo soy la abuela María —regañó la anciana a Lilith.

—Ya bueno...—Lilith se puso un mechón de pelo rebelde detrás de la oreja —. Como ahora no están las cosas muy bien...

—Ya —María chasqueó la lengua—. Por eso estoy aquí.

—Me lo podía imaginar —Lilith dejó su bolso sobre la mesa y se sentó en el sofá junto a la abuela, resignada a escuchar su reprimenda.

—Mañana es navidad. Esta familia la navidad la pasa junta. Kendall y tú tenéis dos opciones, os comportáis como las personas maduras que se supone que sois y arregláis las cosas o fingís una sonrisa y pasáis el día como sea. Pero mañana os quiero a los tres en casa de mi hija o las cosas se van a poner muy feas —María señaló a Lilith con el dedo amenazadoramente.

Ella le había pedido a su madre y a Conrad que fueran a pasar la navidad a casa de Emma como hacían siempre, ella cocinaría algo y vería películas navideñas en casa, pero su madre y su hermano se habían negado a dejarla sola.

—No es solo mi culpa —Protestó Lilith como una niña testaruda.

—Lo sé, bambina, mi nieta ha recibido la misma advertencia que tú.

—Ella no quiere que yo esté allí. No voy a hacer las navidades incómodas.

—Yo si quiero que vengas, no he venido desde la otra punta del país para pasar la navidad sin todos mis nietos. Habla con Kendall, no es la primera vez que discutís y nunca habéis llegado tan lejos.

—Esta vez es diferente. —Negó Lilith.

—Pues no hables con ella, pero piensa en tu madre.

La abuela puso un dedo en los labios de Lilith, para evitar que siguiera protestando. Se levantó del sofá, seguida por la chica. La acompañó hasta la puerta, donde la anciana se despidió con un fuerte abrazo y un: nos vemos mañana.

❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿

La familia Kelly recorrió los metros que separaban las dos casas. Ataviados con jerséis navideños a juego, Santa Claus Lilith no podía hacer mucho dispendio ahora que estaba en paro, los regalos para la otra parte de su familia.

La cara de Emma se iluminó cuando abrió la puerta y se encontró a su mejor amiga, su hermana, frente a ella.

—Espero que no molestemos. Traemos comida —dijo Grace enseñando el bol de patatas que llevaba en sus manos.

—Como vais a molestar —dijo Frank que había acudido junto a su mujer —. Os estábamos esperando.

Cuando se encaminaron al salón, donde se encontraba el resto de la familia, Conrad agarró la mano de su hermana. Lilith le dedicó una sonrisa de agradecimiento.

María, Kendall y John se levantaron del sofá donde estaban sentados charlando. La sonrisa con la que los últimos dos habían saludado a Grace desapareció al mirar a Lilith.

María le empujó a Kendall para que se acercara a saludarla. Esta lo hizo a regañadientes, agarrada a la mano de John.

—Lilith —dijo Kendall a modo de saludo.

—Kendall —contestó esta igual.

El saludo entre los cuatro fue igual. Nombre de pila pronunciado de forma tensa y ningún atisbo de alegría por verse.

Escucharon a la abuela reguñir en italiano, sin mucho disimulo, detrás de ellos. Con toda seguridad los estaba insultando. Pero no podían saberlo. Nunca había querido enseñarles palabrotas en su idioma natal, decía que si las aprendían ya no podría utilizarlas delante de ellos sin sentirse culpable por hacerlo.

Conrad y Lilith colocaron bajo el árbol de navidad, junto a los que ya había, los regalos que traían de casa.

—Abrimos los regalos y luego comemos —dijo Emma indicando con la mano a los demás que se acercasen al árbol.

Lilith aceptó un vaso de ponche caliente de Frank. Sacó su móvil y envió un mensaje, antes de que la abuela le quitase el teléfono entre regaños.

Lilith: Es un evento familiar al que la abuela me ha obligado a venir. No me he acercado a tus amigos Kendall y John por gusto.

—¡Abuela! —protestó, y no porque la anciana le hubiera quitado el móvil, eso lo esperaba. Sino porque había leído el mensaje y se reía entre dientes.

—Ha sido un poco maleducado. Te ha faltado algo —La anciana escribió otro mensaje.

Lilith: Feliz navidad.

Lilith enrojeció. Se arrepintió de haberla enseñado a usar las aplicaciones de mensajería.

—¡Abuela! —Volvió a protestar —. Eso no se hace.

—¿Yo que he hecho? Si buscas excusas para ponerte a mandar mensajitos, al menos hazlo bien. —María se guardó el móvil de Lilith en el bolsillo.

Lilith quiso protestar. Decir que ella no hacía eso, pero la verdad es que lo había hecho. No tenía que excusarse por estar ahí, ya le había dicho que contase su secreto si quería. No importaba. Y sin embargo, había mandado ese mensaje. Tenía lo que llevaba meses diciendo que quería, a Jack fuera de su vida, y ahora era ella la que no lo dejaba irse del todo.

Se sentaron a abrir los regalos. Los jóvenes en el suelo y los demás en el sofá. Conrad, que era el más pequeño en edad, iba repartiendo los paquetes a quien correspondía.

Kendall desenvolvió uno de los que la familia Kelly había traído de su casa, una figura de dos delfines nadando, que hizo que se le iluminara la expresión. Lilith lo había visto un día cuando pasaba por una tienda de antigüedades y había tenido que comprarlo, sabiendo que a su amiga le encantaría.

—Es mío. Espero que te guste —dijo Conrad, como le había prometido a su hermana.

—Con, gracias. Me encanta —Kendall se levantó para darle un abrazo a su amigo.

El resto de la mañana y la comida transcurrió mejor de lo que Lilith había esperado. Se sentó lejos de Kendall y John y apenas tuvo que cruzar palabra con ninguno de ellos. Pasó la comida charlando y riendo con su hermano y el resto de su familia.

Porque la abuela tenía razón, pasase lo que pasase entre Kendall y ella. Eran una familia. Desde el día que Grace y Emma se conocieron en el colegio y se hicieron inseparables. Y se había consolidado cuando los padres de Grace fallecieron dejándola sola con dieciocho años y Lorenzo y María la habían acogido en su casa y ayudado a ser la adulta en la que se había convertido de golpe.

—Abuela, ¿Me devuelves mi móvil? —dijo Lilith al acabar el postre.

—¿Quieres ver si te han contestado? Lo puedo mirar yo —María sacó el teléfono del bolsillo.

—No hace falta —dijo Lilith.

—Gracias. Igualmente —leyó María —. Que seco. Me parecía más simpático el muchacho.

—Quizá lo sería si Laila no hubiera decidido exponerlo al mundo —dijo Kendall, que había escuchado solo la última frase de la conversación.

—Kenny —dijo John —. Déjalo estar.

Lilith deseó que Kendall le hiciera caso a su prometido, pero la conocía suficiente para estar segura de que eso era imposible. Ella nunca dejaba estar las cosas.

—Si no se hubiera acostado con ella teniendo novia, Lilith no habría tenido nada que exponer. El chico guapo no es una víctima aquí.

Genial. Pensó Lilith. Si alguien de la familia no sabía lo que había pasado, o no hasta qué punto había llegado con Jack, la abuela acababa de decirlo en voz alta en plena comida de navidad.

—¿Entonces quién es la víctima? ¿Lilith? —insistió Kendall.

—Sasha—contestó Lilith con las mejillas enrojecidas. De eso no le cabía duda.

Por un momento todos se quedaron mudos. Ni Jack ni Lilith eran víctimas o verdugos en lo que había pasado. Los dos habían hecho cosas reprochables y tenían derecho a estar enfadados el uno con el otro. Pero no eran quienes se habían llevado la peor parte.

Kendall sabía lo que creía su mejor amiga. Qué Sasha era como Alison. Pero se equivocaba. No tenían nada que ver. En ningún aspecto.

—Esto no es como con Alison.

—No hables Alison. —dijo Lilith. No necesitaba que alguien más la metiera en esa conversación, ya lo hacía ella suficiente. Y menos Kendall.

—Que no te guste escuchar la verdad sobre tu amiga, no la cambia. Ella no era la víctima inocente que tú has creado en tu cabeza.

—Qué sabrás tú. No la conocías.

—La conocía. Estaba aquí cuando veníais de visita, aunque no te dieras cuenta.

Kendall no pudo esconder el pesar que guardaban esas palabras. Los celos que hablaban por ella.

Siempre que Lilith estaba con Alison, ella se sentía desplazada. Su mejor amiga era diferente junto a Ali, más alocada. Igual que Lilith sacaba la mejor parte de Alison, Alison sacaba la peor de Lilith, y a Kendall no le gustaba. Como tampoco le gustaba escucharlas hablar de sus vidas en Londres, las fiestas, las clases, lo compartían todo. Por primera vez en su vida no era la persona más cercana a Lilith y era algo que no soportaba.

Y cinco años después, seguía sintiendo que Alison estaba ahí, entre ellas, aunque ya no estuviera ni siquiera en este mundo. La Lilith de antes de Alison nunca habría hecho nada de lo que había pasado con Jack. La Lilith de antes de Alison habría arreglado las cosas con su hermano mucho antes. Se habría enfadado, sí. Pero nunca habría llegado tan lejos. Y la Lilith de antes de Alison nunca habría dejado que nada la separara de Kendall, ni siquiera la propia Kendall.

—Creo que me voy a ir —dijo Lilith.

—Algún día tendrás que afrontar las cosas y dejar de huir —volvió a intervenir Kendall.

A Lilith sus palabras le parecieron injustas, estaba claro que en ese momento estaba huyendo, no lo iba a negar. Pero también creía que estaba progresando. Había visitado a Alison, había hablado con Sarah. Le había contado a todos los que importaban quién era e incluso había dejado su trabajo. Hasta había dejado que Jack descubriera que era Angie. Estaba aprendiendo a aceptar la realidad y a enfrentarse a sus fantasmas. Podía darle cancha y dejar que huyera alguna vez más. Aunque solo fuera por el espíritu de la navidad.

Lilith avanzó hacia la salida sin contestar a las palabras de su amiga. Sabía que diría cosas de las que se acabaría arrepintiendo, y que terminarían de matar una relación que se negaba a pensar que no tuviera arreglo.

—Me voy contigo —Conrad se puso a la altura de su hermana.

—No. Tú te quedas, este problema no es tuyo —dijo Lilith.

—Sí, es mío. No quiero pasar más tiempo con alguien...—señaló a Kendall. Pero no pudo acabar la frase porque John se puso frente a él.

—Cuidado con lo que dices de ella —dijo John mirándolo desde arriba.

—Vamos a relajarnos todos —Lilith se sintió una hormiga metiéndose entre los dos hombres que se encaraban muy cerca. Puso una mano en el pecho de su hermano —. John tiene razón. Kendall es tu amiga y no te ha hecho nada para que estés enfadado con ella. —. Por suerte se dejaron separar muy fácilmente, su intercambio solo había sido una demostración de testosterona inofensiva. Y menos mal, lo último que le faltaba al día de navidad es que Conrad y John acabaran pegándose sobre el pudin de Emma.

Al final, los Kelly al completo decidieron abandonar la casa, después de despedirse con cariño de los demás y agradecerles la comida y los regalos. Obviando algunas despedidas que fueron más tensas que otra cosa, o inexistentes. A veces las cenas familiares no acaban como uno espera. Pero eso no cambia que todos tuvieran claro que volverían a acudir la siguiente vez que hiciera falta.

❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿

La nieve que llevaba horas cayendo sin cesar extendía por las calles de Manchester su blanco manto. Inmaculado en algunas zonas. Sucio y oscuro en las carreteras más transitadas en aquella noche de 31 de diciembre. Lilith conducía su coche despacio por una de esas carreteras, la vida y el tráfico no paraban porque el cielo hubiera decidido descargar sobre ellos una tormenta de nieve.

Aparcó el vehículo junto a la furgoneta del catering en el que iba a trabajar esa noche de camarera. No quería seguir abusando de su madre sin aportar algún ingreso al hogar. No le había sido difícil conseguir el trabajo, tenía experiencia, en sus años de universidad había servido copas en algunas discotecas de Londres cuando necesitaba sacarse un dinero extra. Y al parecer, poca gente quería trabajar en noches como aquella. Las personas preferían pasarlas bebiendo y rodeadas de amigos, y no siendo las que ponían las copas mientras los demás se divertían.

Se puso manos a la obra. Descargando la furgoneta y acabando de colocar las últimas cosas en la sala donde se realizaría el evento.

Cuando se acercaba la hora a la que empezarían a llegar los invitados, los encargados los mandaron a ponerse los uniformes que los camareros debían llevar. Camisa blanca, corbata y pantalón negro.

Debía sacar el coche del parking donde lo había dejado, sería para los invitados después. Aparcó en una calle cercana. El salón de fiestas estaba en una zona apartada de la ciudad en la que no era difícil encontrar huecos para aparcar.

El ajetreo de la noche y el trabajo pronto absorbió a Lilith. Recorría la sala llevando bandejas llenas de copas de champán y canapés y volvía a la cocina con ellas vacías para volver a salir.

Se acercó a un grupo de personas con una bandeja llena de bebidas.

—¿Qué haces tú aquí? —Jack se quedó petrificado con una copa en la mano al percatarse de quién portaba la bandeja.

Las personas que estaban con el futbolista miraron a la camarera pelirroja con curiosidad. Algunos rostros se transformaron en diversión al reconocer a Lilith de los tabloides.

—Trabajando —contestó Lilith sin cambiar la sonrisa formal que utilizaba para servir a los clientes.

—¿No podías trabajar en otro sitio?

—A diferencia de otras personas, yo no puedo elegir cuando voy a trabajar o no —contestó Lilith bajando la voz.

Jack se bebió de un trago la copa que había agarrado y la cambió por otra, dejando la vacía sobre la bandeja que Lilith sostenía.

—¿No ganas suficiente arruinando la vida de los demás? ¿Que tienes pasar la nochevieja sirviendo comida?

—Ya no tengo ese trabajo. Te lo dije.

El grupo se había dispersado, dejando a Lilith y Jack solos.

—Y yo te dije que no te creía.

—Eso ya no es mi problema —contestó Lilith —. Si no te importa, voy a seguir trabajando.

Jack volvió a hacer un cambio de copas antes de que la chica se fuese.

Lilith siguió moviendo bandejas de aquí para allá durante un tiempo que no sabía calcular. Iba y venía sirviendo a personas que en su mayoría ni siquiera la miraban a la cara.

Vio a Grealish a lo lejos, andaba de forma renqueante, casi al punto de tambalearse. No le extrañó, durante la noche, cada vez que sus miradas se habían cruzado, él le había dedicado una mirada de odio y se había acabado de un trago lo que sea que estuviese bebiendo en ese momento. Se estaba acercando a un chico de pelo negro, que se encontraba charlando animadamente con una mujer.

Lilith mostró una sonrisa de disculpa al grupo que estaba cogiendo las bebidas de su bandeja y se acercó sigilosamente a donde se encontraba Jack.

—Miguel Almirón —Jack se dirigió al chico arrastrando las palabras.

—Grealish —contestó él luciendo una sonrisa tensa.

Jack dijo algo que no pudieron entender. La lengua se le trabó y las ingentes cantidades de alcohol que recorrían su organismo acentuaban su acento natural hasta convertirlo en un idioma inteligible.

Lilith no sabía qué pasaba entre Jack y el otro hombre, pero podía notar la incomodidad que reinaba entre los dos. La expresión del que había llamado Miguel era muy parecida a la que ella había puesto muchas veces con Jack, profundas ganas de pegarle un puñetazo.

Abandonó la bandeja en una mesa cercana y se acercó al grupo.

—Si no os importa —dijo dirigiéndose al otro hombre y su acompañante —. Me lo voy a llevar.

Agarró a Jack por el brazo. Este la miró con los ojos vidriosos, costándole enfocar a la chica.

Se armó de paciencia, no podía reaccionar mal y dejarlo tirado, como le pedía una parte muy grande de ella. Si Jack estaba así en ese momento, en parte era por su culpa, su presencia lo había perturbado. Lilith lo sabía y no quería cargar con más escándalos en su conciencia.

—Yo contigo no me voy a ningún sitio —protestó Jack.

La pareja los dejó solos. Lilith hizo oídos sordos a la protesta de Jack. Pasó el brazo por su cintura y echó a andar, medio arrastrándolo con ella. Jack no dejaba de protestar de manera inentendible, pero seguía dando traspiés junto a ella.

—Grealish, espérame aquí un minuto. Por favor —Lilith lo dejó apoyado cerca de la puerta que daba a la zona de servicio.

Entró corriendo al vestuario donde se habían cambiado y se encontraban sus pertenencias. Agarró su neceser, rezando por qué Jack siguiese en el mismo sitio donde lo había dejado.

Lilith suspiró al verlo apoyado en la pared, bebiendo de un vaso que no sabía donde había encontrado. Le quitó el vaso de las manos y lo dejó en el suelo entre protestas de Jack.

Lilith volvió a colocar el brazo alrededor de la cintura de Jack y echó a andar con él. Tratando de sacarlo por la puerta por la que habían entrado los trabajadores. Algunas miradas se volvían a mirarlos a ellos, Lilith aceleró el paso cuanto le permitía el paso inestable de su acompañante. Intentaba evitar lo máximo posible las miradas indiscretas, y las posibles fotos que pudieran sacarle a Jack en ese estado.

El frío los golpeó al pisar la calle. Lilith no se había parado a buscar los abrigos de ninguno de los dos. Habían avanzado unos pocos metros cuando a Jack se le enredaron los pies en la capa de nieve que cubría el suelo y provocó que se precipitaran contra la mullida superficie blanca, sin que Lilith pudiera hacer nada para evitarlo. Ni siquiera pudo poner las manos para evitar que la cara impactase contra el suelo. Se levantó escupiendo nieve. Jack a su lado hacía lo mismo, tampoco había conseguido evitar caer con la cara metida en la nieve.

Le tendió las manos para ayudarlo a levantarse. Jack las agarró, pero en vez de hacer fuerza hacia arriba con su cuerpo, lo hizo tirando de Lilith, que volvió a caer a su lado. Jack emitió una carcajada. Era la primera vez que hacía algo que no era protestar o discutir esa noche.

Lilith lo miró entrecerrando los ojos. Estaba sentado en el suelo, con las piernas estiradas y la camisa, con los primeros botones abiertos, dejaba el inicio de su pecho al aire. Lilith hizo una bola de nieve y la metió en ese hueco que dejaba la camisa.

Jack chilló, provocando la risa de Lilith.

Daba la sensación de que el frío había despejado un poco la borracha mente de Jack.

Lilith se encogió cuando vio a Jack acercarse a ella, pensando que iba a tirarle nieve. Sin embargo, él agarró un mechón rebelde de pelo, que se había escapado de la trenza que Lilith estaba usando. Lo metió detrás de la oreja de la chica y posó su mano en la enrojecida mejilla de Lilith.

—Me encantan tus pecas —dijo Jack —. Sobre todo esta. —Acarició con el pulgar un lunar que Lilith tenía pegado al labio de arriba. No hubiera dicho eso si no siguiera borracho.

Lilith contuvo la respiración ante la cercanía de Jack. Miró los labios que se movían, diciendo algo que Lilith no era capaz de escuchar, sus oídos estaban ensordecidos por el sonido de su propio corazón que palpitaba descontrolado.

Jack bajó las manos y las colocó en los brazos de Lilith, moviéndolos de arriba a abajo.

—Estás helada —dijo Jack. El cerebro de Lilith se aclaró —. ¿No tienes abrigo?

Lilith negó con la cabeza, no confiaba en su voz.

Se levantó de nuevo, esta vez Jack usó la ayuda de la chica para ponerse de pie. Caminaron hasta el coche de Lilith, con el brazo de la chica alrededor de la cintura de él. Ya no se tambaleaba como antes, pero ninguno pareció darle importancia.

Lo ayudó a entrar en el asiento del copiloto y se colocó ella misma detrás del volante.

Lilith conducía, mordiéndose la lengua para no romper el tenso silencio instalado entre ellos. Miró a su acompañante cuando lo escuchó hacer un ruido extraño. Jack se tapaba la boca con la mano, y había cerrado los ojos.

—¿Necesitas que me pare? No me vomites en el coche, por favor.

—No hace falta —Jack se quitó la mano de la boca y habló con cautela —. Pero pon música, o lo que sea, no puedo viajar con este silencio.

Lilith desbloqueó su móvil y se lo entregó.

—Pon lo que quieras.

—¿Lo que quiera? —Jack cogió el aparato casi con temor. Lilith lo volvía loco; en todos los sentidos; primero lo odiaba, luego parecía gustarle para resultar siendo una mentirosa profesional, y ahora lo ayudaba y le daba su móvil como si fueran amigos.

—Sí, me da igual.

Por el sistema de sonido del coche empezó a salir una melodía que Lilith no reconocía. Jack se recostó en el respaldo y cerró los ojos de nuevo. Por el rabillo del ojo, lo veía mover la cabeza al son de la música. Las canciones se iban sucediendo, así como las calles de la ciudad.

—Estamos llegando, bella durmiente —dijo Lilith.

—No estaba dormido, descansaba la vista —Jack parpadeó despacio. Por la ventanilla se podían ver las casas por las que pasaba cada día. Se metió la mano en el bolsillo del pantalón de vestir.

—Mierda —dijo Jack rebuscando en el otro bolsillo.

—¿Qué pasa?

—Están en el abrigo. Mis llaves de casa.

—No me jodas —Lilith lo miró, esperaba que fuera una broma, pero no había diversión en Jack.

—Déjame aquí, pido un taxi y vuelvo a por ellas.

Lilith negó.

—No he abandonado mi trabajo para que ahora vuelvas borracho al mismo sitio de donde te he sacado.

—Ya no estoy borracho —Lilith lo miró alzando las cejas —. No estoy tan borracho —rectificó Jack.

—Da igual. No te voy a dejar tirado en la calle.

Lilith siguió conduciendo hasta que pudo cambiar de dirección y darse la vuelta.

—¿Dónde vamos? —preguntó Jack, cuando Lilith ignoró la carretera por la que venían y cambió de dirección.

—A mi apartamento.

No había vuelto allí desde que lo dejó para irse a Qatar. Ni siquiera a por ropa. Conrad y su madre le habían llevado a casa lo necesario los primeros días, cuando ella estaba encerrada en su habitación, lamiéndose las heridas.

Bajaron del coche y entraron en el portal del edificio. Con el silencio instalado entre ellos, sin saber cómo comportarse en esta frágil tregua, que podía saltar por los aires en cualquier momento.

Lilith le dio las gracias a la Lilith del pasado que había decidido comprarse un apartamento en la primera planta. El ascensor era un espacio reducido, y aunque se habían colocado lo más lejos posible y había procurado no mirarse. Lilith sentía la cercanía de Jack.

Entraron al apartamento. El olor a jazmín golpeó a Jack. Era el mismo en el que llevaba envuelto toda la noche. Desde que ella se acercó a él por primera vez. Pero dentro de su casa era más fuerte, no lo había notado la primera vez que estuvo allí, sin embargo, ahora era incapaz de ignorarlo.

Siguió a Lilith a la habitación. Una cama de matrimonio con cabezal de hierro ocupaba la mayor parte del espacio. En una esquina estaba el espejo, el que él le compró aquel día, aunque, casi tapado por un montón de ropa que alguien había colgado sobre él de cualquier manera.

Lilith se acercó precisamente a ese lugar. Rebuscó entre la ropa y le lanzó a Jack una camiseta y un pantalón. Sus reflejos no funcionaban como deberían y las prendas acabaron en el suelo, a sus pies.

Lilith soltó una pequeña carcajada.

—Cámbiate si quieres, no borracho.

Jack intentó ignorar la punzada de celos que había sentido en su vientre. ¿Por qué tenía ropa de hombre en su habitación?

—La puerta que tienes a tu izquierda es el baño —dijo Lilith. Jack seguía quieto en la habitación, mirando con desprecio el chándal.

Lilith aprovechó la desaparición de Grealish para recoger un poco el desastre que era su habitación. Escondiendo la ropa usada y los zapatos en el armario.

Agarró un pijama limpio para ella.

Jack salió vestido con las prendas que le había dado. Lilith no pudo reprimir la risa.

—Traes a casa a hombres con muy poco estilo —dijo Jack. Los pantalones de chándal grises le arrastraban con los pies descalzos y la camiseta con dibujos de su hermano le conferían un aspecto ridículo.

Jack se tiró en la cama hecha.

—Conrad se lo pone cuando viene a regarme las plantas. No soportaría mancharse ninguno de sus trajes.

Jack sonrió, ya no odiaba tanto la horrenda ropa que le había dejado Lilith.

Ella entró al baño. Tiró al suelo el uniforme mojado. No solo no le iban a pagar por haber abandonado el trabajo sin dar explicaciones. Si no que encima tendría que pagar ella por llevarse puesto el uniforme.

Se dio una rápida ducha de agua caliente.

Cuando regresó a la habitación Jack estaba dormido. Acurrucado sobre su propio cuerpo encima de la cama. Lilith no quería despertarlo intentando sacar las matas de debajo de él. Sacó la ropa de cama del otro lado y se la pasó por encima.

Jack emitió un sonido de satisfacción y agarró las sábanas, acomodándose mejor.

Lilith hizo aquello que no se atrevió aquella mañana. Pasó su mano por la áspera mandíbula de Jack, sacando un suspiro de los labios de él.

Lilith arrastró su alfombra a la habitación y se hizo un camastro a los pies de la cama, con cojines y una manta que solía usar en invierno. Se arrepintió de no ser una persona normal y tener un sofá en el que dormir en estos momentos. Cuando volviera a tener trabajo y un dinero sería su primera compra. Por si acaso lo necesitaba de nuevo.

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La luz del sol entrando por la ventana abrasaba los ojos cerrados de Jack. Sus sienes palpitaban. Dijo una palabrota en voz baja. Odiaba las resacas. Abrió los ojos, desorientado. Las paredes rosáceas que tenía enfrente no le eran familiares. Miró la cama a su lado, buscando a la dueña de la casa, pero estaba solo. Se masajeó las sienes intentando recordar la noche anterior y ubicarse.

Los recuerdos llegaron con ese olor a flores que se había metido en su cerebro hacía meses y que no era capaz de sacarse. Los sucesos de la noche anterior estaban borrosos. Se levantó tambaleándose. Lilith estaba hecha una bola en el suelo, a los pies de la cama. Envuelta en una manta de sofá.

Entró al baño. Procurando no hacer ruido. Recogió su ropa, alguien la había colgado extendida sobre la mampara de la ducha. Se vistió y dejó en su lugar las prendas que Lilith le había prestado. De su hermano. Sonrío.

Abandonó la habitación, y el apartamento, sin despertarla. Sabía que se estaba comportando como un desagradecido y probablemente, un cobarde. Sin embargo, todavía no sabía cómo comportarse cerca de ella. Ni cómo se sentía. No olvidaba lo que había pasado entre ellos, lo que Lilith había hecho y quién era ella. Pero tampoco ignoraba lo que sentía cuando la tenía cerca.

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Nota: Este capítulo es un poco más largo que normalmente porque anoche en un ataque de locura decidí fusionar dos porque sentía que el primero por sí solo no aportaba mucho. Espero que os haya gustado ☺️

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