29: El sofá

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Jack se dejó caer en el sofá. Con cada llamada a la puerta, que nadie abría, se arrepentía un poco más de haberse dejado guiar por la impulsividad. Pero no podía volver a casa, ya que estaba allí, tenía que acabar lo que él solo había decidido empezar.

Jack: ¿Estás en casa?

Lilith: Sí.

Jack: ¿Por qué no me abres la puerta?

Lilith: ¿Estás en mi apartamento?

Jack: Sí.

Lilith: Pues porque ya no vivo allí.

Jack: No me digas que llevo media hora llamando a la puerta de unos desconocidos.

Lilith: No. Sigue siendo mío, pero no vive nadie.

Jack: Ahora entiendo por qué los vecinos me miraban como si fuera un lunático.

Lilith: ¿Qué haces en mi apartamento?

Jack dudó mirando la pantalla. No sabía cómo explicar por qué estaba allí. Su último encuentro con Lilith no había acabado exactamente bien. Durante los últimos días, no había parado de pensar en cómo arreglarlo. Y en el entrenamiento de esa mañana, Kalvin y Julián habían comentado que al día siguiente irían a casa del primero a ver una película con Lilith, que a ella le encantaba ver películas tirada en el sofá. Entonces él recordó el vacío salón de su apartamento y se le ocurrió la brillante idea de llevarle un sofá. Como no abría, los trabajadores de la tienda que lo habían llevado hasta allí tuvieron que irse y él quedó solo con un sofá que ocupaba prácticamente todo el rellano del bloque donde se ubicaba el apartamento.

Jack: Te he traído algo que no me puedo llevar de vuelta.

Lilith: Voy para allá. No tardo mucho.

❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿

Lilith se encontró ante una imagen difícil de asimilar. Un enorme sofá blanco le impedía llegar a la puerta de su apartamento. Junto al objeto, con las manos en los bolsillos de sus pantalones deportivos, y expresión de culpabilidad, se encontraba Jack.

Lilith lo miró con las cejas alzadas, buscando una explicación.

—Ya tienes donde dormir la próxima vez que decidas traer a casa a un borracho sin llaves. —dijo Jack mostrando una sonrisa divertida.

—Al próximo borracho lo dejo que se busque la vida solito —Lilith señaló el sofá —¿Esto cabe?

Jack miró la puerta del apartamento y el objeto alternativamente.

—Yo creo que sí.

Lilith imitó su gesto. Ella opinaba otra cosa. Le lanzó las llaves, que Jack cogió al vuelo.

— Yo empujo por aquí y tú tiras desde dentro —dijo Lilith cuando la puerta de su apartamento estuvo abierta.

No fue tan fácil como empujar y tirar. Tuvieron que cambiar de estrategia varias veces. Pero al final lo consiguieron. El sofá en forma de L se encontraba dentro del apartamento.

Se dejaron caer, jadeando, sobre la mullida superficie.

—Me podía haber ahorrado la sesión de gimnasio de hoy. —La respiración de Jack había vuelto a la normalidad permitiéndole hablar bien.

—Empiezo a pensar que esto más que un regalo es un castigo —La voz de Lilith aún sonaba jadeante.

—No, es un regalo. Y un regalo genial además. —Lilith frunció el ceño. Su flato no decía lo mismo —. Cinco minutos de sufrimiento por toda una vida de comodidad, merece la pena. —dijo Jack.

—Diría que llevamos más de cinco minutos peleando con esto.

—Detalles sin importancia.

Lilith fue a imitar a Jack, que se había levantado, pero este le hizo un gesto para que se quedara donde estaba.

Jack flexionó las piernas, Lilith no pudo evitar observar como sus músculos se marcaban en esos ajustados pantalones de entrenamiento, y empujó el objeto alejándolo de la puerta. Lilith subió los pies, cruzando las piernas, para hacer más fácil el movimiento. Colocó el sofá y a la chica, frente a la chimenea apagada.

Lilith vio, con decepción, como Jack se encaminaba hacia la puerta abierta, pero ese sentimiento duró poco, ya que la cerró y volvió a sentarse en el sofá junto a ella.

—¿Quieres quedarte a ver una peli? —preguntó Lilith.

No sabía qué estaba haciendo con su vida. Solo que no quería que se fuera, y que aunque ella hubiera luchado por mantenerlo, su odio se había ido hacía mucho tiempo. Ya le había fallado a Alison. Era el momento de pensar en lo que quería ella. Así, a lo mejor dejaría de actuar sin pensar y de estropear todo a su alrededor.

Jack observó el espacio vació sobre la chimenea, donde debería estar la tele.

—Vale —contestó aun así.

Lilith se levantó y desapareció dentro de su habitación. Para volver poco después cargada con la manta y cojines que había usado para dormir la última vez que estuvieron en el apartamento.

Los dejó caer sobre el sofá. Encima de la pila de objetos se encontraba la ropa de Conrad. Lilith se la entregó a Jack.

—Cambiate. No me atufes mi sofá nuevo —dijo con una sonrisa que pretendía ser inocente.

—Me he duchado. Tenemos más de un cambio de ropa en el City —respondió Jack.

—¿Y por qué te has puesto eso de nuevo? ¿En vez de tu ropita Gucci?

Jack puso los ojos en blanco ante la burla.

—Hemos estado grabando cosas para las redes del club y eso, después de la sesión de gimnasio. Luego no tenía tiempo para volver a cambiarme. No quería que me cerraran las tiendas antes de llevar a cabo mi brillante idea.

—Grabando cosas ¿De qué tipo?

—¿Nunca has entrado en la cuenta de YouTube, tik tok o algo del City? —preguntó Jack. Lilith negó con la cabeza. Por qué iba a haber hecho ella eso, sí odiaba el fútbol y a los futbolistas, supuestamente —. Ven te enseño unos videos.

Jack le entregó su teléfono, metido ya en la aplicación de videos. Lilith lo siguió hasta su habitación. Se sentó en la cama, a elegir qué video le llamaba la atención ver. Escogió uno cortito, al fin y al cabo solo tenía para verlo el tiempo que Jack tardase en cambiarse, en el que aparecían Jack y Ruben Dias jugando a un juego, tenían que meter pelotas de fútbol en unas ruedas, con las manos. A Lilith al principio le pareció simple. Pero también divertido. Incluso soltó una carcajada —Que Jack pudo escuchar al otro lado de la puerta del baño — con un comentario estúpido de Grealish.

—Así yo también quiero ir a trabajar —dijo Lilith apartando la vista del teléfono, cuando tuvo a Jack delante. Ataviado con la ropa de su hermano, que Conrad debía haber lavado, porque olía a suavizante.

—No todos los días hacemos estas cosas. También entrenamos duro.

—Sí, sí. Seguro que os matáis a trabajar —dijo Lilith burlona.

—Si tuvieras que hacer un día entero de entrenamiento, no pensarías lo mismo. Seguro que no lo aguantas.

—Ni tampoco quiero. Esto es divertido —señaló la pantalla —. Correr detrás de una pelota no.

—Hacemos más cosas en un entrenamiento —rió Jack —. Puedes venir a verlo cuando quieras.

—No, gracias. Ya bastante tengo con los partidos como para ir a eso también, seguro que ahí no hay cerveza para amenizar la velada.

—Quedaría raro, si. También puedo preguntar si necesitan gente en el equipo de prensa, así puedes ver los videos en directo, y participar en ellos.

—Suena divertido —Lilith supuso que era un ofrecimiento en broma, pero la expresión de Jack parecía ser totalmente en serio —. Pero no creo que sea el ambiente de trabajo más adecuado para mí.

Estaba empezando a llevarse bien con Jack, a tratar de entender qué le pasaba con él y qué hacer con sus contradictorios y revueltos sentimientos. Trabajar con él sería una pésima idea. Por no mencionar a John o Erling, que sabían todo lo que había hecho y no la apreciaban excesivamente.

Caminaron de vuelta al salón. Jack quería preguntar dónde iban a ver la película. Lilith agarró la ligera estantería, con el gato de porcelana sobre ella, y la colocó frente al sofá, pegada y un poco girada. Sacó su móvil.

Jack dejó su ropa colgada en el perchero de la entrada y se sentó junto a Lilith que se había recostado con las piernas estiradas, en la parte alargada del sofá.

—¿Qué quieres ver? —dijo ella mirando la pantalla de su teléfono.

—Me da igual. Pon una de miedo que te guste a ti. —la expresión de Lilith se volvió seria. Jack supo que había cometido un error. Era por Alison que él sabía el gusto de Lilith, y ambos lo notaron. Esperó que Lilith dijera algo, un comentario desagradable, incluso que lo echara de su casa, recordando por qué lo odiaba. Pero no pasó, Lilith se limitó a cerrar los ojos e inspirar profundamente. Cuando los abrió volvió a centrarse en su móvil. Intentando hacer como si no hubiera pasado nada.

Lilith apoyó su teléfono en el gato. Después de todo esa cosa que le había regalado Kendall iba a resultar útil.

No siguió el consejo de Jack. Eligío una película de fantasía adolescente.

Jack iba a tener que cambiar de postura si no quería levantarse al día siguiente sin poder mover el cuello. Tras media hora sentado en el sofá, mirando la pequeña pantalla hacia abajo sentía un dolor cada vez mayor. Estiró el cuello hacia los lados y se masajeó con la mano.

Lilith apartó su vista de la película, que parecía estar gustándole.

—Sube las piernas —Lilith dejó espacio en su parte del asiento y dio unos golpecitos con la mano.

Jack le hizo caso, subió las piernas junto a las de la chica y se escurrió hacia abajo. Ahora su cabeza estaba a una altura mucho mejor para ver el teléfono. Pero también muy cerca de la de Lilith. Lo único que los separaba eran los cojines que ella estaba usando para mantener la cabeza más alta. Y que le rozaban la cara a Jack.

Una hora después, ninguno era capaz de saber muy bien que estaba pasando en la película. Jack había acabado apoyado su cabeza en el mismo montón de Lilith, que había echado la manta por encima de las piernas de los dos. Intentaban centrarse en las imágenes que veían. Pero era casi imposible siendo conscientes de la cercanía del otro.

Lilith agarró los cojines para colocarse mejor, necesitaba moverse, hacer algo. Eso provocó que la cabeza de Jack cayese y el soltase un quejido. No se lo esperaba.

—Perdón —dijo Lilith. Lo observó bien, estaba retorcido, con las piernas para un lado y el cuello para otro —Tienes una postura rarísima. No parece muy cómodo.

—No es nada cómodo —contestó Jack volviendo a sentarse erguido y estirar sus extremidades.

—No era tan buena compra tu sofá —se burló Lilith.

—Te tengo que comprar también una tele.

—Yo no me voy a negar. Que sea grande.

Jack se carcajeó, reduciendo parte de la tensión que sentía. Al menos ya no esperaba que cualquier palabra o gesto pudiera romper el momento que estaban viviendo. Lilith era una persona diferente a la que él conocía, ahora era todo el tiempo la que antes solo se dejaba ver en pequeños momentos, o la que antes era con todos menos con él. Le gustaba esta Lilith, la Lilith de verdad.

—Vente —La chica imitó el gesto anterior, golpeando su parte del sofá. Pero esta vez en la parte de arriba. Colocó los cojines centrados y ella se pegó a la parte de fuera, más cercana al móvil que giró para que quedara orientado solo a esa dirección. Le dejó a Jack libre la zona más cercana al brazo.

Jack dudó. Lilith esbozaba una sonrisa inocente. Se preguntó si la chica no era consciente de lo que su cercanía le hacía sentir, y si ella no sentía nada ni parecido, si de verdad lo que había pasado entre ellos había sido su venganza por Ali y ahora era capaz de estar cerca de él de forma amistosa sin sentir nada más.

Se colocó en el hueco, pasando por encima de ella, se demoró más de lo necesario, acercando su cara a la de ella, el casi imperceptible suspiro de Lilith le hizo desechar su último pensamiento. A ella no le era indiferente.

La chica volvió a pulsar el play. Esa postura tampoco era cómoda para ver la película. Estaba tumbado medio boca arriba, medio de lado, con la cabeza girada. Pero le daba igual. Dejó de intentar mirar la pantalla. Se entretuvo observando el perfil de Lilith. El contraste de su pelo rojo contra la tela blanca hacía que pareciera más brillante. Su nariz respingona se arrugaba cuando alguna escena no le gustaba. Sus labios se curvaban cuando si lo hacía.

Jack se atrevió a agarrar un mechón de pelo que le caía rebelde sobre la cara. Lilith no hizo ningún gesto. Jack jugueteó con el sedoso cabello, antes de colocarlo con delicadeza detrás de la oreja. Rozando a su paso la mejilla y el cuello de la chica. Lilith tembló. Jack disfrutaba provocando reacciones en ella, ahora que no eran negativas.

Jack se dio cuenta del fin de la película porque Lilith cambió de postura. Se incorporó bostezando ostensiblemente. La última parte de la cinta se le había hecho mucho más amena que la primera. Quizá porque no la había mirado ni un solo instante.

—Qué final tan intrigante —dijo Lilith burlona. Su nivel de concentración había disminuido también. Debido a las ligeras pero constantes caricias de Jack. Habías estado a punto de darse la vuelta y mandarlo todo a la mierda más de una vez. Pero había hecho caso a su cabeza y se había resistido. Dejarse llevar solo habría vuelto a empeorar las cosas.

—Estoy deseando ver la segunda parte. —No mentía, si era con ella.

—Tendrá que ser otro día. —dijo Lilith —. Es tarde y mañana seguro que tienes que madrugar.

—Si. Debería irme —Jack no quería hacerlo. Querría que esa noche no acabase nunca.

—Puedes estrenar tu regalo. Total, ya sabes como se cierra la puerta cuando te escapas por la mañana sin decir nada. —Era un reproche camuflado en broma.

—Ya estamos empate en huidas. Yo siempre voy a por la victoria —dijo Jack de la misma forma.

Lilith se levantó con las mejillas rojas. No era momento de recordar su primera huida. Sobre todo lo que había pasado antes.

Jack la siguió hasta la puerta de su habitación. Lilith lo enfrentó nerviosa, por si él había malinterpretado su invitación y porque su cuerpo deseaba que lo hubiera hecho. Y sabía que su cabeza tendía a desaparecer en esas circunstancias.

Jack solo quería darle las buenas noches. Alargar la despedida. Ella lo había invitado a su sofá y él no pensaba presionarla.

Jack acarició la mejilla de Lilith, que inclinó la cabeza hacía arriba. Ahora que había empezado a tocarla sin tener que fingir que había sido sin querer, no quería parar.

Él agachó la cabeza.

—Jack —Sus labios estaban a punto de tocarse —. Esta vez no puede ser un error.

—No lo será.

Jack acortó la escasa distancia que los separaba y posó sus labios sobre los de ella, en un beso dulce y casto. A ambos les pareció escaso, deseaban más. Pero a la vez era exactamente lo que necesitaban.

Lilith rodeó con los brazos la cintura de Jack y apoyó la cabeza sobre su pecho.

—No te entiendo —dijo Lilith sin variar la postura. Jack podía haber hecho con ella lo que quisiera. Y, sin embargo, se había limitado a besarla con los labios casi cerrados.

—Yo tampoco —Jack la estrechó entre sus brazos. Se moría de ganas de besarla de verdad y acabar con ella en la cama. Pero le había pedido que las cosas fueran diferentes esta vez. Y con todo lo que aún había entre los dos, dejarse llevar por el deseo se sentía como un error —. Tenemos que hablar antes.

—Yo no quiero hablar ahora —El corazón de Lilith dio un salto.

Se apartó de Jack. Dispuesta a huir.

—Y no lo haremos —dijo Jack con voz dulce.

Lilith abrió la puerta de su dormitorio. Antes de entrar se puso de puntillas y le dio un beso en la comisura de los labios.

—Buenas noches, Jack.

❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿

Jack se despertó temprano. Tampoco se podía decir que hubiera dormido mucho, sabiendo que Lilith estaba al otro lado de la pared, había necesitado todo su autocontrol para no cruzar esa puerta.

Se cambió los pantalones de Conrad por los suyos propios, no podía salir a la calle con esos pantalones doblados en los tobillos.

Agarró las llaves del piso que Lilith había dejado sobre la encimera y abandonó el apartamento.

Entró al supermercado veinticuatro horas que había en la esquina de la calle. Kendall le había contado algunas de sus experiencias nocturnas comprando vino y cerveza en ese lugar. Metió unos cuantos productos en una cesta, nada de bebidas alcohólicas esta vez. Después de pagar se colocó la bolsa bajo el brazo y entró en otro de los establecimientos cercanos al apartamento de los que ya había escuchado hablar a su amiga. Compró un café muy cargado, lo iba a necesitar si quería sobrevivir al entrenamiento después de su noche de sueño poco reparador. Y un té.

De nuevo en el apartamento, vació el contenido de su bolsa en la encimera de la cocina. Se colocó los AirPods para empezar a trabajar. Buscó en los muebles hasta encontrar la tostadora y un cuchillo. Jack abrió los panes y los metió en el aparato, mientras se tostaban pasó las bebidas, de los vasos para llevar a unas tazas de cerámica que encontró en uno de los armarios.

Una sonrisa inevitable asomó a los labios de Lilith. Se encontró en su cocina a Jack, untando unos panes con mantequilla, mientras movía la cabeza al ritmo de una música que solo él escuchaba.

Lilith se sentó de un salto sobre la isla, Jack levantó la cabeza sobresaltado. El pan que tenía en la mano estuvo a punto de acabar en el suelo.

—Me has asustado —dijo lo evidente.

Lilith soltó una carcajada.

—Ese salto me podría ofender, si no supiera que me levanto guapísima.

Jack estuvo de acuerdo con la observación. La cara lavada, sin una gota de maquillaje, dejaba ver todas las pecas que lo hipnotizaban. Y sus ojos verdes brillaban sin necesidad de ayuda. Incluso el pijama oscuro de felpa le parecía perfecto en ella, aunque no iba a negar que le gustaban más sus vestiditos ajustados.

—¿Es para mí? —preguntó Lilith señalando la taza de té. Jack asintió. Lilith pasó las manos alrededor de la taza y se la acercó a la nariz. Cerró los ojos e inspiró hondo, dejando que el humo le calentase la enrojecida nariz. Estar cerrado durante la mayor parte del invierno había convertido su apartamento en un lugar poco acogedor.

—No has ido a por la victoria —observó Lilith. Jack apenas había hablado desde que ella llegó.

—No se puede ganar la liga sin empatar algunos partidos. —Jack le dedicó la sonrisa. Hacía tiempo que Lilith no la veía y no sabía si era el mejor momento. Esa sonrisa no la dejaba pensar con coherencia y necesitaba hacerlo.

Jack le entregó un plato con dos panes tostados de mantequilla y se sentó a su lado, con el otro plato en el regazo y la taza de café en las manos. Jack le dio un sorbo a su bebida.

Lilith mordió uno de los panes, no sabía cómo sentirse respecto a que Jack Grealish estuviese en su cocina, con la camiseta de su hermano, desayunando con ella. Un desayuno que él había preparado. Al menos las tostadas, por qué el té lo había comprado de su cafetería favorita, solo el de allí sabía así.

La realidad era que si se paraba a pensarlo se sentía feliz, y relajada. No había más.

—Ya te he dado de comer dos veces. Y esta vez, cocinando mi especialidad. La próxima vez te toca invitarme a cenar a tí —dijo Jack entre bocado y bocado.

—Se notan las horas de esfuerzo y aprendizaje para este complejo plato. —Se burló Lilith de él, hablando como si fuera un juez de un programa de cocina —Las mejores tostadas que he comido nunca. Dignas de una estrella michelín.

—Lo sé. Son mi mayor orgullo. Si en el fútbol no me hubiera ido bien, habría montado un restaurante.

—Menos mal que tienes unas piernas prodigiosas y no hizo falta.

Jack se llevó la mano al pecho.

—Son geniales, la verdad —Jack estiró las piernas.

Lilith no pudo negarlo. Y más si se empeñaba en usar esos pantalones ajustados que marcaban cada músculo de esas piernas, cosa que no era fácil porque tenía muchos, más de los que ella creía posible.

El escudo del Manchester City hizo que Lilith mirase la hora.

—¿Tú no entrenas hoy? —preguntó.

—Si.

—Creía que entrabais a las ocho. —No era una acosadora, su mejor amigo entrenaba con él, y quisiese Lilith o no, se enteraba de ese tipo de cosas.

Jack miró los números de la pantalla de su móvil. Lilith tenía razón, debía estar en el centro de entrenamiento en media hora. Cosa que iba a ser complicada, por no decir imposible, sobre todo porque no tenía coche y el que pidiera tardaría en llegar. Le iba a tocar multa por llegar tarde, y cada libra habría merecido la pena por desayunar con ella.

—Te llevo —dijo Lilith saltando al suelo —. Como agradecimiento por este manjar.

—Puede que haya gente. Pidiendo fotos y eso —dijo Jack. Si Lilith quería mantenerse lejos del ojo público no era la mejor idea.

—Cuando vean aparecer mi coche, nadie pensará que eres tú y no nos pararán. ¿Dónde va a ir Jack Grealish en un Ford Focus con casi diez años de vida? —contestó Lilith confiada. Y si no funcionaba. Directa a los tabloides de nuevo, qué más daba una más, si ya se había vuelto casi una fija.

Lilith, por una vez, no había mentido cuando dijo que iba a cambiarse y tardaba poco. Cinco minutos después de entrar a su dormitorio, volvió a salir. Ataviada con unos leggings y una sudadera negra. Y el pelo recogido en una coleta alta.

Una vez en el vehículo, Lilith le entregó el móvil para que Jack pudiera poner música. Esta vez, consciente ya, Jack fue eligiendo canciones y movía la cabeza al son de las que más le gustaban. Lilith tarareaba las que le resultaban conocidas. Ella no era una amante de la música, pero le encantaba cantar, daba igual que canción fuera, si le sonaba la letra ella la cantaba. Cuando Jack se dio cuenta de eso, eligió solo canciones que fueran cantables. Le gustaba observar como Lilith movía los labios y cantaba bajito. Se unió a ella cuando sonó una canción que le gustaba especialmente. Su voz era inevitablemente más alta, y también más desafinada.

Lilith lo miró sonriendo, riendo más bien.

—Otra vez tienes que agradecer a tus piernas prodigiosas. Por qué esa voz...

Jack fingió ofenderse. Era plenamente consciente de sus nulas dotes como cantante, su estilo musical era más bien otro.

—Habló, Rihanna.

—Perdona, pero yo canto genial —dijo Lilith lanzándole miradas de reproche.

—No sabría decirlo, con esa vocecita de pajarito no se te escucha.

Lilith captó el reto. Le dijo a Jack el nombre de una de sus canciones favoritas. Siempre la cantaba con Kendall de pequeña. Cantó de principio a fin cada estrofa de la canción. Jack hacía los coros, estropeando la por otra parte la afinada actuación.

Lilith no había mentido, cantaba muy bien, cosa que Jack ya sabía. Llevaba todo el viaje escuchándola y también en el Karaoke se había fijado, solo quería escucharla bien, cantándole a él.

—Empate otra vez. Tú cantas bien y yo soy mejor cocinero.

—Eso es porque no has probado mi comida todavía. Este partido va a ser una goleada.

Dejaron de hablar un momento, para que Lilith pudiese seguir las indicaciones del GPS, Jack podría haber intentado guiarla, pero habían pensado que teniendo prisa Google maps era más fiable.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —Jack volvió a hablar cuando la carretera se convirtió en una recta sin salidas en más de un kilómetro.

—Claro —contestó Lilith sin dudar, después se arrepintió de haber contestado tan rápido, todavía había cosas de las que no quería hablar y no le hacía ilusión que la mañana tan perfecta que llevaba se rompiese.

—¿Cuál es tu color favorito?

Lilith miró a Jack, no era ninguna de las preguntas que se esperaba.

—El naranja.

—¿Por qué?

—No sé —Lilith se paró a pensar, no era algo sobre lo que reflexionase muy a menudo —. Es un color bonito, alegre, además es el color de la puesta de sol y del amanecer, los dos momentos más bonitos de un día.

—El mío es el verde, por si te lo preguntas.

— ¿No deberías decir el azul cielo o algo así?

Jack se rio.

—Si me preguntan delante de las cámaras es probable que sí, pero aquí puedo decir la verdad. ¿Cuál es tu comida favorita?

—¿Estoy en un interrogatorio? —Paró el coche en un semáforo en rojo. Lilith dedicó a Jack una sonrisa, en sus ojos había un brillo divertido.

—Sí, y tienes prohibido no contestar.

—No creo que necesites hacer esa pregunta.

—Las patatas fritas no son una comida.

—Esa es tu opinión, por cierto, totalmente errónea, pero diré la patata, en cualquiera de sus versiones, aunque fritas siempre mejor.

—¿No quieres saber la mía? —preguntó Jack.

—No, ya lo sé, es la comida china, tus platos raros que mezclas. —Puede que no lo supiera solo por el día que cenaron juntos, que hubiese visto alguna entrevista en la que lo decía, aunque esa parte pensaba omitirla.

—Qué listilla. Yo también sé cosas de ti sin preguntar.

—¿Ah sí? ¿Cómo qué? —Lo retó Lilith.

—Sé que te gustan los gatos, aunque no escribes artículos sobre ellos, los busqué y no existían. Te gustan las películas de miedo. También sé que eres increíblemente fiel. Un poco —hizo un gesto con los dedos —. Rencorosa, pero que lo das todo por las personas a las que quieres, y por las que no también. Te gusta ayudar a los demás. Y además siempre hueles las cosas antes de comer o beber, de manera disimulada, pero siempre lo haces, arrugando la nariz.

Unos pitidos resonaron por la carretera. Las palabras de Jack, y la forma en que la miraba mientras hablaba, la habían hecho dejar de pensar en la carretera y saltarse un stop.

—Para que lo sepas, también me gustan las películas navideñas —dijo intentando volver al tono de broma de antes. Se sentía más segura con él, aunque no iba a negar que saber que Jack la había estado observando de esa forma durante ese tiempo le produjo un pellizco en el estómago —. ¿Alguna pregunta más?

—Un montón, pero por desgracia lo que tenemos delante es mi destino. Justo después de sus palabras llegaron las del GPS indicando que tomase la siguiente salida a la izquierda. Lilith obedeció y frenó junto a un guardia de seguridad que se acercaba al coche. Estaban tratando de entrar a una zona restringida con un vehículo desconocido. Jack abrió su ventanilla y saludó con familiaridad al hombre, que lo reconoció enseguida. Lilith agachó la cabeza ante la mirada curiosa del trabajador.

Avanzó unos metros hasta llegar a un parking en el que su pequeño coche destacaba como un pato entre los cisnes.

Puso el freno de mano y el punto muerto para que Jack pudiera bajar.

—Gracias por traerme —Jack abrió la puerta del coche. Pero no hizo ademán de bajar.

—Diviértete —dijo Lilith.

Ninguno quería separarse, con miedo a que la vida real volviese a imponerse sobre las horas que habían pasado juntos. Y que la próxima vez que se viesen las cosas volviesen a ser diferentes.

Jack se acercó a ella, no iba a pasar, esta vez las cosas saldrían bien.

Lilith saboreó los labios en un beso de despedida, que, sin embargo, sabía a principio.

Abandonó el centro de entrenamiento viendo, por el retrovisor, como la saludaba con la mano antes de entrar a las instalaciones.

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