010

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


Lena

Continúo merodeando por lo que parece una sala de juegos hasta encontrar otra llena de cuadros extraños y un órgano bastante grande en medio. Me acerco a la chimenea donde encuentro un par de fotos familiares, pero no veo a su madre. Son solamente fotos de su padre con él y otro niño. Los dos son muy parecidos entre sí, casi parecen gemelos así que supongo que sería su hermano.

Me doy la vuelta y camino hasta la puerta intentando que mis pasos sean seguros, aunque en el fondo me siento como si estuviera perdida en un laberinto.

Quiero verle la cara y preguntarle porqué le caigo tan mal. Que tenga la valentía de mandarme a la mierda de una vez de frente, así por lo menos tendría una razón más para olvidarlo.

Volviendo al jardín me encuentro a Jason bailando con dos personas más, aunque más que bailar hacen el idiota porque a ninguno se les da bien. Uno de ellos levanta la mano invitándome a bailar con ellos, y lo reconozco. Es uno de los chicos que estaban en el reservado cuando fui de rave con Jas la otra noche.

Su pelo rubio y sus ojos azules tienen a más de una girando la cabeza para verle. Admito que tiene unos labios muy besables, pero me gustan más los pelinegros.

Entre risas comienzo a moverme asemejando sus movimientos hasta que los dos estamos muy cerca el uno del otro. Sus manos en mi cintura lejos de  molestarme me hacen reír, y Jason parece estar bastante ocupado hablando con la castaña de antes como para prestarnos atención.

Pierdo la cuenta de las canciones que bailamos hasta que me empiezan a doler los pies y la cabeza me da vueltas.

—Voy un segundo al baño.

—Aquí te espero, guapa. —responde con un guiño que me hace soltar una carcajada.

Por el camino me quedo observando mirando los muebles que ahora parecen mucho más interesantes que antes. Y con eso viene a mí una brillante idea que o puede salir bien, o puede hacer que me echen a patadas de aquí.

Muerdo mi labio inferior al ver a un escolta vigilando uno de los portones con un arma en sus manos. Luego voy hacia él con una sonrisa y me echo todo el pelo hacia atrás.

—¿Sabrías dónde queda la habitación del señor Novikov? Mi amiga y yo tenemos un trato con él. —le digo casi arrastrando las palabras en un intento de ser más seductora.

Después le guiño un ojo, pero no lo ve por estar más entretenido con mi delantera, que no es mucha. El hombre tiene que estar viendo cosas que no hay ahora mismo.

—¿Qué tipo de trato? —inquiere en un tono algo incrédulo.

—Bueno, él mismo nos contactó para hacer un trabajo especial. —respondo recalcando la palabra especial. —Si me dices dónde está, quizás te puedas unir a nosotras después, quién sabe. —le acaricio un brazo mientras le hago ojitos.

¿Qué más me faltaba por hacer? No es como si pudiera poner una bomba dentro de todas formas, ni siquiera llevo el móvil encima. Al ver la cara que pone tengo que morderme la mejilla inferior para no reírme.

—Cuanto más tardes más tardarás en unirte, ¿No crees? —pregunto controlando mi impaciencia con una sonrisa. Después de una eternidad acaba cediendo a regañadientes.

—Es la única puerta que hay en la tercera planta. La llave. —no me da tiempo a cogerla y termina en el suelo. Al agacharme para cogerla la mirada que da el hombre a mi escote no me pasa desapercibida. Pero que le jodan. —Cuándo terminéis con él me avisáis. —habla a mis espaldas cuando no estoy muy lejos.

—Lo haré. —respondo sin darme la vuelta.

Estando frente a la puerta me cuesta más de lo normal introducir la llave en la ranura. Maldigo cuando las llaves se me resbalan de la mano acabando en el suelo otra vez, y mirando que no haya nadie detrás mío me agacho con rapidez.

—Oh, mierda. —murmuro sintiendo la cabeza darme vueltas por lo rápido que me he levantado.

Me cuesta un par de minutos entrar a la habitación, y una vez dentro mis ojos van inmediatamente a la planta de arriba. Parece ser igual o más amplia que la primera. ¿Quién coño tiene dos pisos en su dormitorio?

Barriendo mis alrededores encuentro una cama circular encima de una gran plataforma con unas finas cortinas negras alrededor. Toda la habitación está sumida en unos colores oscuros que contrastan con los rayos de sol que se atraviesan por los grandes ventanales, además de emanar el olor tan característico de él.

Sándalo con un ligero toque a tabaco y algún perfume masculino con muy probablemente feromonas. De otra forma no le encuentro explicación a los cambios fisiológicos de mi cuerpo cada vez que pongo mis ojos en su cama.

Me quedo embobada absorbiendo su fragancia como si fuera una especie de droga mientras mis pies se mueven por si solos hasta el enorme vestidor que hay en la planta de arriba. Apuesto a que toda la ropa que hay aquí puede equipararse a la que hay en un centro comercial. No puedo evitar indagar en cómo me quedarían sus camisetas. Es una pena que me hubiesen quitado el bolso a la entrada, porque tengo unas ganas tremendas de dormir todas las noches con sus camisetas.

Luego mi atención va a sus perfumes y no puedo evitar arrojar el de Dior en mi muñeca izquierda. Solo quiero saber si huele bien.

Paso mis dedos por su colección de carteras y zapatos arrugando la nariz cuando el olor a cuero de algunos es fuerte. La mayoría son botas militares negras, justo como mi armario. Oh, parece que tenemos algo en común. Cosa que me importa un bledo, él ha sido muy grosero conmigo como para tener razones para querer caerle bien.

Cuando me canso de examinar la segunda planta bajo por las escaleras tropezándome con el último escalón.

Encima del escritorio hay un cuaderno negro abierto junto a una caja de metal cerrada con candado. Me acerco queriendo indagar qué hay escrito en el, pero las letras están en ruso. Pasando las hojas me encuentro unos dibujos de una chica hechos en blanco y negro con bastantes sombras, así que es bastante difícil saber quién es.

Arrugo el ceño al encontrarme una foto mía de cuando me gradué del instituto pegada a una de las hojas. Pensé que la había perdido, ¿Cómo llegó esto aquí?¿Y porqué la tiene él? Con rapidez y dedos algo torpes empiezo a pasar las páginas para asegurarme de que no hay más fotografías mías. No encuentro ninguna más pero si hay más dibujos de la chica esa.

Quiero arrancar la foto y llevarla conmigo, pero eso levantaría sospechas y ya he hecho suficiente esparciéndome sus perfumes por encima como si estuviera en una perfumería.

Muevo la cabeza a un lado viendo la foto enmarcada que está boca abajo, y justo cuando pienso en darle la vuelta escucho unos pasos del otro lado de la puerta. En menos de un segundo mis sentidos se ponen alerta haciendo que vuele por las escaleras hasta la segunda planta reprimiendo una maldición cuando vuelvo a tropezarme con el jodido escalón de antes.

Al final me escondo en el armario de los zapatos. No es como si fuera a probarse zapatos ahora.

Sin darme cuenta las manos me empiezan a sudar y tengo la respiración descontrolada, intento mantenerla calmada sin hacer el mínimo ruido mientras me esfuerzo por quedarme quieta como una estatua, aunque aquí no pueda verme.

Sus pasos se acercan a las escaleras, maldigo internamente cuando se acerca al armario, pero para mí fortuna se queda ahí. Un par de minutos más tarde escucho la ropa deslizarse por su cuerpo hasta llegar al suelo. No se lo que hace con ella, lo único que sé es que después se adentra al baño y no tardo mucho en escuchar las gotas del agua caer.

Tengo que hacer el mayor esfuerzo de mi vida por aguantar la tentación de ir a ojear su cuerpo desnudo más de cerca.

Luego, sin pensármelo dos veces, bajo las escaleras de puntillas y salgo del dormitorio siendo lo más silenciosa posible. Si se entera de que me he metido a su dormitorio y revisado sus cosas ahora sí que me mata.

No sé que estoy aguantando la respiración hasta que estoy otra vez en el jardín, con la imagen de mi foto en ese cuaderno camino hacia la barra. La situación me ha dejado un mal sabor de boca que pienso quitarme con los tragos de vodka que hagan falta.

—¡Joder Lena! He estado a punto de buscarte en las cañerías de la ciudad, ¿Dónde mierda te habías metido? —casi se me cae el vaso que tengo entre las manos al escuchar la voz de Jason a mis espaldas.

—Estaba por ahí. —digo con desdén, el me mira incrédulo y con ápice de diversión. Claramente sin creerme una mierda.

—¿Por ahí?¿Y dónde es por ahí?

—No me encuentro bien, me duele la cabeza. —respondo en un tono algo lastimero sobándome la cabeza, desviando el tema a otra cosa. Dar pena siempre funciona.

—Normal, después de haberte comido todos esos brownies. —murmura recalcando la última palabra antes de soltar una carcajada.

En mi cabeza se reproduce una y otra vez la imagen de yo devorando los trozos de tarta como si no hubiera un mañana.

Tuve que darme cuenta antes, pero mi mente ha estado todo el rato en otro lugar. O más bien en alguien. Si ya de por si soy distraída que él hubiese vuelto no mejora las cosas. Y mi cabeza no quiere ser de ayuda.

—¿Quién mierdas pone tanto de esos en una fiesta con tanto adulto? —hablo como si fuera lo más absurdo.

No me imagino a mí padre y sus amigos poniéndose hasta el culo de drogas y alcohol, y muchos de los que han venido rozan la edad de mis padres.

Además, cuando era más joven solía fumar eso casi a diario, no sería bueno que volviera a mis andadas. Es una mierda.

—Y no tardarán mucho antes de sacar cosas más... auténticas. —Jason recalca la última palabra y con una sonrisa socarrona sigue diciendo algo que no consigo escuchar del todo.

En vez de eso recuerdo una y otra vez la foto que ya doy por perdida en su cuaderno. ¿Para qué querría él esa foto?¿Piensa hacerme vudú o algún ritual satánico?¿Y qué era lo que ponía en ese maldito cuaderno?

—Esta familia es bastante rarita. —digo para mí misma dándole un sorbo largo al vaso.

—¿Por qué lo dices?

—Nada, cosas mías. —sonrío mostrando mis dientes. Mi respuesta parece dejarlo satisfecho porque termina por irse.

Cuando me termino el vaso lo tiro en algún contenedor de basura que me encuentro de camino a la piscina.

Tengo que pararme un momento a buscar un sitio libre en el que poder sentarme, a lo lejos veo unas butacas de exterior junto a una mesa redonda llena de vasos y restos de cigarrillos.

Ahí está su padre charlando con unos amigos suyos mientras acaricia la espalda de una morena que sentada en su regazo, otra chica algo más joven se encuentra detrás suyo apretando sus hombros con una sonrisa estúpida. Mi estómago se arruga asqueado al verlo compartir un beso francés con la chica de su regazo.

Puedo apostar a que su supuesta novia no sabe de sus infidelidades o lo cochino que es. Aunque lo más probable es que si, todo el mundo sabe lo mujeriegos que suelen ser.

Muchos son como obsesivos del sexo que viven por y para el alcohol y las mujeres. Apenas contraen matrimonio con alguna, y si lo hacen es con la hija de alguien importante, para aparentar y tener herederos a los que dejarles su imperio. Mi padre es la excepción a todo eso.

Él se casó con mi madre por amor. Nunca se fijó en otra o nos faltó al respeto de alguna forma y no tiene intenciones de meternos en sus negocios sucios, lejos de las veces en las que me escabullo para acompañarlo a hacer repartos.

Me pregunto si su tan agradable hijo también es igual de mujeriego que él. Tal vez esa chica rubia sea su novia, aunque por lo que yo sé está soltero, o estaba. Inevitablemente mi estómago se sacude de los celos ante la idea de imaginármelo con otra. Por lo de tener esta casa a mi disposición y toda esa mierda que dijo Jas antes, no porque me importe con quién se acueste o deje de acostarse.

A este punto es como si no lo conociera para nada. Todos estos años en los que ha estado en Moscú parece que han cambiado su forma de ser drásticamente. Y ahí sigo yo como una estúpida soñando con él a pesar de que cada cosa que voy aprendiendo de él y su vida es más horrible que la anterior.

Antes de dar un paso más oigo una voz conocida llamar mi nombre a mis espaldas, me giro y me encuentro con nada más que Antoine. Un chico francés de pelo castaño y ojos marrones caca con el que estuve unos meses en mis primeros años de la universidad.

Él ahora está viviendo en Francia con su madre, pero algunos veranos vuelve para estar con su padre.

Fingiendo una sonrisa le devuelvo el saludo. Su estilo de ropa sigue siendo igual de extravagante que cuando nos conocimos.

—¿Qué tal todo? Hace mucho que no te veo.

Por algo será. Quiero responderle, pero lo cambio a algo menos inoportuno.

—Muy bien, gracias, ¿Y tú?¿Cuándo has vuelto?

—Hace unos días. Pero esta vez pienso quedarme un poco más. —asiento con la cabeza maldiciendo mi suerte.

Estamos un momento sin saber qué decirle al otro, y no sé para él pero para mí es incómodo. Sin embargo, cuando estoy a punto de irme rompe el silencio.

—A mi realmente me gustaría que pudiéramos recuperar lo que teníamos antes. —la timidez que muestra hace que arrugue los labios en un mohín.

—Me pusiste los cuernos. —respondo en un tono de obviedad, sus mejillas ahora se sonrojan.

—No, ¡Joder! No lo hice.

—Yo misma lo vi. Vi las fotos. —fotos que circularon por toda la facultad haciendo de esas semanas una pesadilla para mí.

Él fue el que salió en esas imágenes dignas de una cuenta porno en Only Fans, pero aún así todos enfocaron sus burlas en mí. Él lo descubrió hace poco y supongo que por eso ha estado queriendo hablar del tema otra vez.

—Pero no fue cómo tú piensas.

—No pienso discutir lo mismo contigo una y otra vez. —replico dándome la vuelta.

—No, espera. —murmura en un tono suplicante mientras sostiene mi brazo.

—Dejame explicarte lo que pasó en realidad, te juro que no es lo que parece.

—Ya claro, típica excusa de mierda.

—No.

De un movimiento consigo liberar mi brazo con una cara de pocos amigos.

—Deja de joder. —le digo entre dientes dejándolo con la palabra en la boca.

No me fijo en cuando atravieso unos grandes árboles y arbustos llenos de flores que me llevan a un lago enorme, con el agua cristalina y algunos nenúfares en el agua flotando de forma apasible.

Suelto una larga exhalación dejando que el aire limpio y olor a flores me tranquilice un poco hasta que capto a alguien más unos metros a mi izquierda.

No me hace falta más de un segundo para que mi corazón lo reconozca antes de empezar a latir con fuerza. Muerdo mi labio inferior intentando no observar su cuerpo semidesnudo como si fuera una depravada.

Todas las cosas que tengo pensado decirle se van al caño cuando me fijo en cómo lanza las cenizas de su cigarro al césped con inquina siendo totalmente desconocedor de mi presencia. Cuando quiero darme la vuelta y marcharme de aquel lugar mis labios ya han empezado a moverse de forma casi involuntaria.

—No deberías tirar las cenizas al suelo. Además, fumar es malo para tu salud.

Él solo gira un poco su cabeza dándome una mirada de reojo. Después vuelve a fijar su mirada al frente sin hacerme el más mínimo caso, como si mis palabras solo hubieran sido una hoja moviéndose por el césped.

—Haré lo que me dé la jodida gana. Para eso estoy en mi casa. —habla después con el mismo tono desagradable de siempre.

—No es necesario que seas tan fastidioso, solo estoy tratando de ser amable. —mascullo entre dientes con los brazos cruzados.

Cuando se da la vuelta mis uñas se clavan en mis antebrazos, ¿Por qué demonios me mira de esa forma tan penetrante?

Decido ignorar su mirada no queriendo que se dé cuenta de la inquietud y temor que me da estar a solas con él. Mi interior ahora mismo es un remolino de sentimientos, como cada vez que me lo veo.

—Que yo sepa no he ido a donde estás tú para decirte qué no debes hacer. Tal vez la fastidiosa seas tu. —murmura tirando lo sobrante del cigarro al césped. Por si no fuera suficiente con sus palabras el azul de sus ojos transmiten tanta frialdad que bien podría congelarme con ellos. —Y no te he pedido que seas amable conmigo. Así que ahorratelo.

Eso definitivamente me ha dolido, pero aunque por dentro me siento con un extraño malestar mi lengua parece tener rienda suelta, y por alguna razón ahora mismo me siento una gran defensora del medio ambiente.

—No tires eso ahí. ¿No tienes contenedores de basura?¿Ceniceros?
—replico siendo lo menos hostil posible y olvidando lo que salió de sus labios antes.

Él solo se acerca con una expresión de pocos amigos haciendo que mis músculos se pongan rígidos. Poco dura mi estado de alarma, porque mi atención va a sus músculos marcados.

Su repentino resoplido hace que me vuelva a enfocar en su rostro, ¿Eso de su lengua era un piercing? No lo sé, pero es lo más probable. Debería ser ilegal perforar una lengua tan bonita como la suya. Quiero decir, no está bien. Mi tía dice que los piercings son del diablo.

—¿Qué quieres de mí, Lena? —habla de un momento a otro haciéndome pestañear. Él pronuncia mi nombre, de una forma extraña que no me gusta por las cosas que no debería ocasionarme.

—No sé a qué te refieres.

—No has dejado de buscarme desde que viniste. Y siempre me miras. ¿Crees que no me doy cuenta? No soy idiota.

En cuestión de segundos mis mejillas empiezan a sonrojarse con bastante intensidad. Y en vez de responder a su pregunta prefiero dejar que aplaste mi corazón de una vez por todas.

—¿Por qué te caigo tan mal? —mi voz es más baja de lo que planeo, pero por su sonrisa punzante sé que me ha escuchado.

—No lo sé. —habla moviendo sus hombros. —¿Por qué los pájaros vuelan?

—Es lo que hacen. —respondo con el ceño fruncido sin saber qué más decir.

No lo sé ni siquiera es una respuesta. Él solo se está quedando conmigo.

—Y mientes. No te he buscado ni te he mirado en ningún momento. —añado como si decir eso fuera a salvar mi dignidad perdida. Spoiler, no va a funcionar.

Su ronca carcajada es como música para mis oídos, realmente no he escuchado algo que me agrade tanto hasta ahora. Por no hablar de su perfecta y blanca dentadura que por cosas del destino decide ocultar siempre bajo su cara de pocos amigos.

—Eres muy descarada Lena, y eso no es bueno para ti.

Justo cuando estoy a punto de responderle él ya se ha ido por donde vino. Ahora me siento como si de la nada me hubiese caído un cubo de agua fría, llevándose consigo todas mis expectativas y mi valentía.

Si hubiera sabido lo irracionalmente maleducado y desagradable que iba a ser conmigo ni siquiera hubiera venido a este lugar a intentar nada. Ni siquiera sé porqué le caigo tan mal, no le he hecho nada. Lo peor es el malestar y las ganas de llorar que se me quedan después de repetir sus palabras en mi cabeza como un disco.

Definitivamente necesito más alcohol en las venas. Sobre todo en las neuronas.

—¿Estás bien? Te ves de la mierda, otra vez. —no me doy cuenta de cuando Jason se pone frente a mi con una sonrisa adornando sus labios y los ojos ligeramente rojos. Asiento con una mueca.

—Esta fiesta está siendo una total mierda.

—¿Prefieres que nos vayamos?

—No, podemos quedarnos un rato más.

Parece no estar muy convencido pero termina cediendo cuando le ofrezco ir a por unas cuantas bebidas.

Al volver a casa me encierro en mi habitación, queriendo llamar a Grace para desahogarme y contarle todo lo sucedido en la fiesta de hoy.

Ella no tarda en cogerlo con ese brillo peculiar que tiene cada vez que le tengo algún chisme.

—Es un antipático. Te juro que no volveré a acercarme a él jamás.

—Ya, claro. ¿Sabes? No sé porqué te sorprende tanto viniendo de alguien como él. No es como si fuera reconocido por su brillante sonrisa, o su gran carisma. —responde en un tono de obviedad sin apartar esa sonrisa.

—Lo sé, pero excedió los limites. ¡Y me llamó descarada! Cuando él es el único que va guardando fotos por ahí de los demás, ¿Qué mierdas tiene en la cabeza?

—Depende de qué cabeza estemos hablando. —responde moviendo sus cejas de forma sugerente.

—Grace, pensar en él de esa forma es lo que menos quiero ahora mismo.

—Está bien, lo siento. Es solo que no puedo parar de imaginarme cómo está ahora después de tu tan detallada descripción sobre su cuerpo.

—El físico da igual si por dentro es una persona horrible. —replico hundiendo las cejas.

—Tienes razón. Es como ese delicioso bombón de chocolate que sabes que no te puedes comer porque después te saldrán miles de granos. Aunque en tu caso sería un bombón de chocolate blanco y vodka. —no me queda de otra que soltar una sonora carcajada ante su mal chiste.

Cuando llegan las altas horas de la noche me despido de ella y cuelgo la llamada. Antes de ir a la cama me fijo en que en la mesita de noche que hay justo al lado ahora hay una pequeña caja negra, al abrirla me encuentro un anillo bastante extraño.

Mientras lo sujeto mis ojos brillan igual que el rubí tallado en forma de calavera, en la frente tiene un pequeño diamante incrustado muy parecida a los que rodean el anillo. Esto de estar recibiendo joyas gratis como si se tratara del hada de los dientes no me parece tan mala idea. Menos después de la mierda de día que había tenido hoy. Tal vez lo venda y use el dinero para un lavado de cerebro. No me vendría nada mal.













Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro