012

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


Lena


Con el estómago hambriento bajo las escaleras, todavía algo adormecida y con un moño mal hecho.

Estando en la cocina empiezo a preparar un capuchino en la cafetera. Dejo que el café caiga en la taza mientras busco un plato en el que poner un par de galletas de arroz. Mi metro cincuenta y siete no me deja alcanzarlo, así que me pongo de puntillas y me estiro hacia arriba todo lo posible.

En eso escucho unos pasos que me distraen, haciendo que no pueda fijarme en el plato que poco después cae a mis pies haciéndose añicos.

—Joder. —musito agachándome para recoger los cristales más grandes con las manos.

Al hacerlo su voz resuena por la cocina.

—No. —su voz retumba por toda la cocina, haciendo que levante la cabeza y no me de cuenta de cuando la yema de mis dedos roza el trozo de plato roto en un descuido.

Luego unas botas militares aparecen en mi campo de visión. Reconocería esas botas en cualquier lugar.

No otra vez. Pienso para mis adentros. Después de lo del otro día no quiero verlo. No me gustaría gastar energías discutiendo con alguien a primera hora de la mañana.

—Te has cortado. —musita cuando me levanto, estrechando sus ojos en la gota de sangre de mi dedo índice.

—¿Y? —escupo con rudeza.

Uno, dos, tres y cuarto segundos pasan en los que él no ha apartado sus ojos de mi rostro con un brillo acentuando lo azulados que son.

—Vy ochen' krasivaya. —murmura con la mirada todavía perdida en mi rostro.

Después coge mi mano y lleva mi dedo manchado a sus labios.

—¿Que...—mis mejillas se incendian olvidando lo que iba a decir al sentir el calor y humedad de su lengua limpiar la mota se sangre.

Él suelta un gemido satisfactorio y suelta mi mano antes de hablar en un bajo murmullo.

—I, proklyatiye, kak ya lyublyu tvoyu krov'.

—No te entiendo. No sé ruso. ¿Qué quieres? —digo arrugando el ceño, ignorando el calor de mi cuerpo que no deja de rememorar su lengua sobre mi piel, así hubiera sido solo por un segundo.

—Quiero hablar contigo. —responde fijando su mirada ahora en mí busto. Cerdo descarado.

Como si yo no hubiera hecho eso con su cuerpo miles de veces viéndolo como un trozo más de carne. Pero como sea.

—No tengo tiempo. —repito lo mismo que me dijo aquel día.

El muerde su labio interior y sus mejillas empiezan a sonrojarse muy escasamente. ¿Él de verdad no tiene hielo en las venas?¿Se sonroja? Eso es nuevo.

—Siento mucho lo de ese día. Yo...—deja de hablar, fijándose en mi dedo que ha vuelto a comenzar a sangrar. —Mierda, no puedo concentrarme así.

Lo miro como si le hubiera salido otro ojo cuando sale de la cocina sin previo aviso.

Poco después vuelve con una tirita y un algodón manchado con un líquido negro.

—Es solo un corte diminuto. —replico dejando que limpie la zona con el algodón antes de colocar la tirita alrededor de mi dedo.

Tengo que pestañear varias veces para alejar los recuerdos de mi cabeza que solo me confunden más. ¿A qué viene su actitud de ahora?

—Sé que me he portado como un idiota contigo estos días. Y quiero pedirte disculpas. —habla con sus manos aún sosteniendo la mía. Sus orbes azules ahora tienen una mirada intensa, pero lo que hace que casi se me caigan los ojos al suelo es su... ¿Se está disculpando conmigo? —Estoy pasando por un mal momento y lo estoy pagando contigo. Y no me caes mal, todo lo contrario. Me caes mejor de lo que piensas. —añade lo último con una sonrisa corta, haciendo que mi corazón de un vuelco dentro de mi pecho.

Por más que intento hacerme la fuerte no puedo. La forma que tiene de hablar le da más veracidad a sus palabras y en el fondo me da un poco de pena verlo así.

Además, si se atrevió a contármelo y pedirme disculpas teniendo en cuenta el carácter que tiene es porque realmente lo está pasando mal. Y una parte de mi se alegra al saber que el motivo de su actitud tan grosera no es porque yo le caigo mal, sino por algo externo a mi.

Siempre es bueno hacer amigos y caerle bien a la gente. Fuera de eso no tengo ningún interés en no caerle mal. Ninguno.

—Está bien. Y siento que lo estés pasando mal. Espero poder serte de ayuda en algún momento.

Él suelta mi mano, volviendo a observarme como si fuera una criatura en peligro de extinción. Siento el aire pesado a mi alrededor y las manos me empezaron a hormiguear.

—Para mi sería más que suficiente si puedes compartir un poco de tu tiempo conmigo. —murmura con una voz ronca. —Para hablar. —añade con rapidez.

Sus mejillas están a punto de sonrojarse otra vez y sin quererlo eso me hace sonreír.

—Si quieres y tienes tiempo. —continua cuando no digo nada.

—Me encantaría hacerlo. —respondo más animada de lo normal. Cómo ya he dicho, me gusta tener amigos nuevos. Nada más.

La sonrisa que me da hace que me tiemblen las piernas, así que no me queda de otra que apoyarme en la encimera para no caer.

Ninguno de los dos sabemos qué hacer o qué decir, solo nos dedicamos a mirarnos en un silencio sepulcral.

—Y, ¿puedo saber la razón por la qué lo estás pasando mal? —murmuro presionando mis manos en el frío mármol.

—Digamos que me está costando adaptarme a todo esto.

—¿Echas de menos Moscú?

En parte lo comprendo. A mí me ha costado adaptarme después de haber dejado Toronto para vivir en otros lugares distintos. Según mi padre era por nuestra seguridad. Y lo entendía. Después de lo que sucedió yo hubiera estado igual de paranoica o incluso peor con eso de la seguridad.

Pero eso no quita que a veces me hubiera sentido desencajada en el lugar en el que por fin habíamos decidido quedarnos de forma permanente.

—No, es solo que hay varias cosas que no me esperaba encontrar al regresar.

—¿Qué cosas? —murmuro sin obtener respuesta. Tengo que dejar de ser tan metida.

Al ver su intención de acercar nuestros rostros me echo hacia atrás, pero él sigue acercándose, ignorando mis llamados, es como si estuviera totalmente ido otra vez.

Es demasiado tarde para que actúe cuando él termina por juntar nuestros labios en un suave toque. Mis ojos se abren más de lo normal al mismo tiempo que mi corazón empieza a bombear con rapidez. Poco después mueve su boca alrededor de la mía. Es un beso hambriento, de puro deseo.

Cuando de sus labios se escapa un jadeo aprovecho para introducir mi lengua acariciando toda su cavidad con mis manos sujetando su nuca para profundizar más el beso. Eso no es suficiente, quiero mucho más.

—Le... —en el momento de escuchar a mi hermano me separo en un abrir y cerrar de ojos quedando más cerca de la puerta que de él. —Mejor me voy.

De reojo veo sus intenciones de acercarse de nuevo, pero antes de que haga otro movimiento corro hacia mi dormitorio con las mejillas más que rojas. Lo menos que quiero ahora es enfrentarme a él después de aquello, sé con certeza que la mezcla de emociones y los nervios no me dejarán hablar con propiedad.

En toda la tarde no dejo de sonreír pensando en el beso de antes. Mi yo del instituto aún no se puede creer que eso hubiera sucedido, y mucho menos que él hubiera dado el paso de hacerlo.
Eso definitivamente significa que le gusto, que le atraigo físicamente. ¿Y para qué negarlo? Gracias a él mi autoestima había subido hasta estar en los cielos.

Al bajar por las escaleras me encuentro a mi padre hablar con otro hombre de forma bastante acalorada. Estoy tan centrada en ellos dos que no me doy cuenta de cuando Jason aparece.

—A mi ya no me gusta de esa forma. Ya lo he superado. —se burla a mis espaldas imitando mi voz.

—No sé que hayas visto pero no es lo que crees. —murmuro a la defensiva en un tono bajo.

—Tranquila, no vi nada del otro mundo. Sólo como te metía la lengua hasta la campanilla. Cosas normales que hacen los invitados con sus anfitriones, supongo.

—Nosotros sólo estábamos hablando.

—Ya claro. Curiosa forma de hablar.
—suelta entre risas antes de marcharse con una sonrisa de oreja a oreja.

Cuando estoy a punto de ir detrás de él la voz de mi padre me interrumpe.

—¿Todo bien? —inquiere extrañado.

—Si, todo bien. —respondo forzando una sonrisa —Ah, se me olvidaba, está tarde he quedado con Romina y un amigo.

Mi padre me mira levantando sus cejas, señal de que no le gustaba algo.

—¿Qué amigo?

—Uno de la universidad. —respondo restándole importancia.

Espero que con eso dejé el tema en paz, pero para mí mala suerte empieza a acercarse y coge un sitio a mi lado, con el suspiro que suelta ya sé lo que se viene.

—Como tu padre sé que va a sonar un poco irresponsable lo que te diré hija, pero...—abre los labios, queriendo buscar las palabras exactas. —No nos viene bien que te juntes con personas que no pertenecen a nuestro mundo, nos traería problemas. Y créeme que ya tenemos muchos.

Pestañeo varias veces analizando lo que acababa de decir, me esperaba de todo menos eso. Si que la mayoría de amigos que tengo pertenecen al mismo mundo que el mío, pero porque dió esa casualidad al haber estudiado en colegios que no se podría permitir todo el mundo, como en el caso de Grace. Y por las fiestas de mafiosos a las que a veces atiendo a escondidas de mis padres, pero esto es nuevo.

—¿Quieres que me junte con otros narcos? —murmuro más en una afirmación que en una pregunta.

Al no recibir ninguna respuesta suelto un resoplido con una sonrisa burlesca.

—Si quieres también puedo juntarme con algunos sicarios y ladrones. Aunque es casi lo mismo que ser narcotraficante, ¿No? —pregunto en una ironía ácida bajo su mirada amenazante.

—Voy en serio. Sabes que aquí dentro pasan cosas de las que no todos pueden enterarse. ¿Tienes idea de lo que pasaría si te juntaras con alguien que no debes? —asiento con la cabeza sin mirarle a los ojos, jugando con mis dedos.

Él finalmente se levanta y desaparece de la sala. No deja de frustrarme el no poder tener una vida normal como cualquier otra persona. Yo no elegí tener esta vida, y por más dinero que tengas la libertad y la privacidad son dos cosas que no se pueden comprar.

•••


Un par de horas más tarde estoy en el centro comercial esperando a que Romina salga del baño mientras comparto algunas palabras con Nick.

—Mierda, tengo que pasar por la tienda de música. ¿Quieres venir?

Niego con la cabeza con una sonrisa.

—Mejor me quedaré esperando a que salga del baño. Luego te alcanzamos.

—¿Sabes dónde está no?

—Si.

—Bien. Nos vemos entonces.

A modo de respuesta levanto el dedo pulgar.

Los minutos me parecen interminables y mis pies empiezan a moverse por los escaparates de las tiendas que hay cerca. Estrecho mis ojos en un vestido negro en especial, y al caminar a la puerta de entrada no me fijé en que alguien más estaba en frente.

—Disculpa. —murmuro avergonzada recogiendo las bolsas de la persona con la que me había estampado.

—¿Lena? —levanto los ojos encontrándome con esos ojos marrones color caca que ya conocía de más.

—Ah. Hola. —mi voz había cambiado a una más seca.

—¿Qué haces por aquí?

—Comprar, como casi todo el mundo que viene. —respondo en un tono de obviedad.

—Si. Qué pregunta más estúpida.

Se muerde el labio inferior con sus mejillas empezando a sonrojarse con pudor.

—Nos vemos.

—¡No, espera! —giro la cabeza indicándole que hable. —Podemos ir a tomar algo. O a cenar si quieres.

Me esfuerzo por esconder la mueca de mis labios. ¿Qué es lo que tengo que hacer para deshacerme de él? Es como una lapa.

—No puedo. Estoy esperando a alguien.

Romina sal de una vez, te lo estoy implorando.

—Bueno. Podemos esperar juntos entonces. —la cara de cordero a punto de ser degollado que pone me hace terminar aceptando aunque no quiera.

—Vale.

Entre nosotros dos se hace un silencio incómodo.

—¿Qué tal el día? —pregunta en el intento de sonar casual.

—Mejorable. —respondo mirando a una de las plantas del lugar, no disimulando mi desinterés.

—Por cierto, ese color te queda muy bien. El negro. —aclara deteniendo sus ojos en mi busto.

—Gracias, supongo.

—Oye. A mi de verdad me gustaría que habláramos sobre lo que sucedió esa vez.

Suelto un suspiro agotador antes de mirarlo y hablar.

—Antoine, ya te he dicho que no quiero hablar del tema. Es más, no me puede importar menos lo que te haya pasado a ti con esa chica. Simplemente déjalo estar.

—No. No puedo dejarlo estar hasta que realmente sepas lo que sucedió.

Empiezo a mover mi pie con nerviosismo, pensando en que no me quedaría de otra que escuchar lo que sea que vaya a decir.

—Yo...yo la besé lo admito. —eso es más que suficiente para que mis labios se frunzan con enojo. —Pero no hicimos nada más. Ni siquiera sé cómo llegué a su cama, lo último que recuerdo es que bebí, bebí mucho, pero...

—Suficiente. No me puedo creer que estés inventando algo así. —hablo esbozando una mueca en los labios.

—No me estoy inventando nada. Te digo la verdad.

—Aunque así haya sido. Tenías que habermelo contado en su momento. No ahora.

—Y lo intenté. Pero no pude...

—Ya claro.

Su toque en mi brazo hace que de unos pasos hacia atrás en vano. Pues cada vez que retrocedo un paso el se acerca lo que he retrocedido.

—Aunque tú no sientas lo mismo que yo, quiero que sepas que yo no te he olvidado. Y pienso recuperarte cueste lo que cueste. —murmura levantando sus dedos.

Antes de que esté a punto de tocar mi mejilla alejo la cara echándome hacia atrás.

—N... —ni siquiera llego a pronunciar una palabra cuando él estampa sus labios contra los míos.

Intento sacármelo de encima colocando mis manos en su pecho pero es más fuerte que yo.

Cuando por fin se separa lo primero que hago es propinarle una fuerte bofetada sin importarme las miradas curiosas de alrededor.

—Vamos. —le digo a Romina en cuanto aparece, cogiendo su brazo y caminando con ella hasta la tienda de música.

¿Qué le pasa a la gente hoy?¿Es que acaso es el día mundial de los besos o qué?

Para cuando llego a la casa desconozco la hora que es, pero supongo que es bastante tarde ya que todo el mundo se ha ido ya a la cama. Al entrar en el dormitorio está todo oscuro. Enciendo las luces con intención de ponerme el pijama y meterme en la cama continuando la serie de ayer.

Al final termino por quedarme dormida antes de finalizar el capítulo, indagando en si él también ha estado pensando en mí como yo en él. Después de nuestro primer encuentro en la fiesta de mi madre siempre ha sido asi.

Mi mente adora la idea de tenerlo ahí todo el día, haciendo un hincapié en la forma de sus labios y la intensidad de sus ojos cuando rompimos nuestro segundo beso. Solo espero que el próximo no sea en diez años más, porque si es así preferiría morir.

Alekei


La puerta se abrió y Denis entró esquivando los trozos de madera y cristal de los muebles destrozados de la sala.

—Hey. —murmuró con mis ojos sobre los suyos destellando la rabia que seguía nublando mis pensamientos. Ni siquiera porque había quebrado media casa.

Mis ojos estaban ligeramente rojos y mis mejillas se habían humedecido dejando un rastro de lágrimas secas. La única mesita que había quedado en pie tenía los restos de las dos cajas de cigarros que casi me había terminado aquella tarde.

—Ya está todo listo. Cuando quieras, mi lord. —habló después, haciendo una reverencia y marchándose de la sala tan pronto como vino.

Con el cigarro todavía en la boca me levanté del sofá yendo hasta una de las tantas salas del sótano.

Se podría decir que mi humor mejoró escasamente al ver la expresión aterrorizada del muerto viviente que tenía en frente. Con una sonrisa apagué el cigarro en uno de sus brazos y lo tiré al suelo.

—¿Cuál es tu nombre? —pregunté con una voz áspera, en un tono casi inaudible.

—Antoine. Está escrito en el in... —mis ojos fueron suficientes para hacer callar a Denis.

Él mejor que nadie sabía que hoy no era el día para estar con sus mierdas, pero se lo pasaba por las pelotas. A veces pensaba que realmente lo apreciaba de verdad como para no haberle cortado la cabeza.

Eché la cabeza hacia atrás teniendo una mejor vista del cuerpo del chico que colgaba del techo, buscando qué fue lo que la hizo fijarse en él de forma romántica. Era insultante que me hubiera querido reemplazar con este enclenque. 

—¿Tienes idea de por qué estás aquí?

El chico hizo el amago de dar una respuesta, pero la cinta pegante en sus labios no lo dejaron.

—Ah, disculpa. —murmuré antes de arrancarle la cinta, quitando algunos bellos de su bigote apenas visible. El hijo de puta hoy se iría hasta depilado.

El chico empezó a toser con desenfreno cogiendo el aire suficiente para poder responder.

—No. Pero si es por dinero, puedo darte la cantidad que quieras. Lo juro... —con una mano le indiqué que se callara, y así lo hizo con ojos brillantes que me hicieron resoplar burlesco. No le había hecho nada aún y ya había empezado a llorar.

Moví mi piercing impaciente en un vago intento de aumentar mi poca paciencia. ¿Por qué siempre pensaban que quería dinero?¿Es que tenía yo pintas de ser un mendigo?

—Deja de temblar. Sólo quiero hablar contigo. —murmuré continuando observándolo bajo la carcajada de alguno de los guardias que se encontraban por allí.

Luego cogí una silla y la puse frente a él, sentándome en ella.

—Hagamos algo. Vas a responder a todas mis preguntas con la verdad, y con cada respuesta que no me guste, pierdes una parte de tu cuerpo. Si te portas bien, tal vez te deje elegir cuál.

Los otros dos chicos que había puesto de último en mi colección habían tenido un mejor destino. Un cuchillo fue más que suficiente para despegarles las cabezas del cuerpo, pero con este pensaba divertirme un poco más. Tenía algo que no me agradaba. No me caía bien.

—¿Cómo os conocisteis tú y Lena Easton?¿A quién se le ocurrió la idea de que fuérais novios? —escupí la última palabra con desagrado pasando mi dedo pulgar sobre el filo de la navaja platead.

—A mí. Yo. Nos conocimos porque íbamos a la misma clase en primero de carrera, me gustó y le pedí una cita. Ella aceptó. —sus palabras eran atropelladas y aquello me impacientaba aún más.

—¿Habéis follado? —pregunté estando ahora cara a cara con él.

—No. —rebusqué en sus ojos y sentí un leve alivio al descubrir que no mentía.

Siempre había deseado que tuviéramos esa primera experiencia juntos. Así sería más puro, sin imperfecciones.

—¿Por qué no?

—No lo sé. Ella nunca quiso...

—No me extraña. —contestó Denis a mis espaldas para si mismo.

Solté un bufido al darme cuenta de que todavía seguía aquí y no se había largado. Era inútil emplear fuerzas en mandarlo callar, él nunca lo hacía.

Luego levanté la cabeza del chico con el filo de la navaja y hablé.

—Ahora quiero que recuerdes las partes de su cuerpo que fueron besadas por ti.

—No sé. —musitó en un jadeo adolorido. Jodida mierda, ni siquiera le había hecho sangrar aún.

Sujeté su mano y en un pestañeo separé el dedo de ella en un corte ágil y rápido, arrebatándole un lamento adolorido. Ahora sí tenía motivos para quejarse.

—Respuesta incorrecta. —mascullé con los dientes apretados.

Pensar en su piel siendo besada o acariciada por otro que no fuera yo hacia que perdiera la razón.

—¡Joder! Está bien. —exhaló aire una vez más. —Los labios, la cara, el cuello, el hombro... —se detuvo mirándome con ojos de pánico cuando acerqué la navaja a su rostro.

Imploró piedad, se removió en las cadenas, pero nada fue suficiente para que no cortara su labio superior. Luego eché el trozo de carne a un lado antes de limpiar la navaja con su camiseta.

—¿Alguna parte más? —pregunté con más ímpetu de lo planeado y él negó con la cabeza muy despacio. —¿Habéis tenido algún tipo de relación sexual?

—No.

—¿No? —repetí con una sonrisa ladina. —¿Pretendes que me crea esa mierda?

—Por favor. ¡Lo juro! Jamás fuimos más lejos de unos simples besos.

—¿Por qué se terminó la relación? Habla de una jodida vez. —exigí cuando no dijo nada empezando a mover el piercing de mi lengua.

—Ella pensó que le había puesto los cuernos y discutimos. —detuve el piercing justo en el cielo de mi boca al escuchar aquello con ojos curiosos.

—¿Pensó?¿Así que no fue verdad? —la ironía en mi voz era más que palpable.

—No. No recuerdo mucho. Pero yo la quería. Yo...—sin dejarle hablar estampé mi puño en su cara con tanta fuerza que su cuerpo se balanceó salvajemente en el aire y uno de sus dientes salió volando por los aires, acabando en manos de Denis que lo atrapó con una sonrisa como si fuera alguna especie de premio.

—Eso no se hace hombre, no es de caballeros. —habló después lanzando el diente al idiota que tenía enfrente.

Lo solté de las cadenas y me puse sobre él.

Apenas seguía respirando, pero eso no iba a ser un impedimento para que descargase mi rabia contra él. Lo último que dijo había sido la gota que rebasó el vaso.

Hasta que no cerró sus ojos quedando casi inconsciente no me detuve.

—Dale gracias a tu papi de que sigues vivo. —murmuré en su oreja.

Y tanto que pensaba aprovecharme de las ventajas que me daría hacer negocios con el alcalde de la ciudad.










Vy ochen' krasivaya¹: eres muy hermosa.

I, proklyatiye, kak ya lyublyu tvoyu krov'²: y, maldición, cómo adoro tu sangre.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro