022

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


Lena


—Eso tiene que doler mucho. —hablo al ver como uno se sujeta la nariz con ambas manos, tratando de detener la sangre que sale a borbotones.

—Sigamos bailando en otro lado, esta gente es muy maleducada. —murmura Grace en un balbuceo con el ceño muy fruncido.

Asiento con la cabeza haciendo que mi mareo aumente y me tambaleé, si no fuera por los brazos de Grace muy posiblemente ahora estaría en el suelo.

Suelto una carcajada, esta vez unos sonidos parecidos a los de un porcino se me escapan entre medias.

—¡No puede ser! —exclamo tapando mi risa con ambas manos. —¡Soy una cerda! —otra risa como la de antes se me escapa, haciendo que mi carcajada sea aún más fuerte al escuchar los sonidos. Grace solo me mira muy seria.

—¿Estás borracha? —inquiere de forma casi ininteligible con esa mirada recriminatoria.

—No, yo solo me estoy convirtiendo en una cerda, ¿No lo escuchas?

—Vamos. —balbucea cogiéndome de la muñeca, al estar a medio camino se tropieza con uno de sus tacones.

No me doy cuenta de cuando cae al suelo en un sonido sordo, haciendo que su mano ya no esté en mi muñeca pero en su trasero. Las personas que anteriormente estaban centradas en la pelea ahora nos miran con diversión.

Y sin poder evitarlo suelto otra gran carcajada para después intentar levantarla, pero al sentirme débil lo único que consigo es acabar yo también en el suelo.

—¡Qué torpe eres! —consigue decir en una risa contagiosa.

Ambas dejamos de reir al ver unos hombres disfrazados de policía, uno de ellos está separando a aquellos hombres mientras el otro parece hablar de algo. Nos levantamos con algo de lentitud, Grace decide quitarse los zapatos y dejarlos ahí mismo por una razón que desconozco.

—Oye, ¿Alguien ha contratado a unos strippers? —inquiere dibujando una sonrisa divertida cuando uno de ellos se acerca a nosotros. —¿Nos vais a hacer un baile?

Los hombres nos dan una mirada seria, antes de sacar unas esposas, de reojo veo como a Grace le empiezan a brillar los ojos, mientras que yo solo hundo las cejas desconcertada.

—Quedáis arrestadas por alteración del orden público. —dice uno de ellos colocándome unas esposas alrededor de mis muñecas.

—¿Cómo? —es lo único que puede salir de mis labios, después soy empujada por el policía hasta fuera del lugar.

—¡Pero si yo no he hecho nada!¡Suéltenme!¡Ayuda, alguien! —exclama Grace a mi lado moviéndose entre los brazos del policía.

—¡Dios!¡Que alguien la calle! —suelta el policía detras mío.

—De verdad que nosotras no hicimos nada señor agente, solo estábamos bailando. —trato de excusarme, pero ninguno hace el amago de escucharme

—Eso no es lo que dicen los demás. Ahora entrad al coche, no tenemos toda la noche aquí. —murmura el hombre detrás de Grace cuando llegamos a un coche patrulla.

—Malditos chismosos. —murmura Grace entrando al auto con un mohín en los labios.

Con un suspiro y algo de dificultad por las esposas consigo sentarme en el coche a pesar de mi visión todavía borrosa. El coche no tarda en ponerse en marcha.

—Está bien, admito que fuimos un poco escandalosas, pero, podemos llegar a un acuerdo, ¿No creen? —murmuro mordiendo mi labio inferior.

—Eso ya lo veremos cuando lleguemos a comisaría. —responde uno de ellos con una sonrisa divertida.

Suelto un bufido desviando la mirada a traves de los cristales.

—Saldremos en menos de lo que tardáis en pestañear, solo estáis perdiendo el tiempo. Y gasolina. —farfullo en un tono burlón.

—Estás hablando con la autoridad de la ciudad, ten más respeto niña. —refuta el otro hombre con una mala mirada.

Suelto una risita acordándome de la película que vi el otro día con Jason.

—¿Nunca os han dicho que sois como Shrek y el asno? Uno idiota y otro grande y feo, como un ogro. —hablo para después soltar otra risa, está vez más fuerte que la anterior.

De reojo veo como el que está conduciendo aprieta sus manos en el volante tan fuerte que sus nudillos empiezan a blanquearse, mientras que su compañero a su lado me mira con molestia.

Cuando estaba con unas copas de más era la persona más sincera del mundo, y no tenía ningún pudor por soltar lo primero que se me viniera a la cabeza, si a eso le sumamos que me reía por todo no quedaba una buena combinación.

—Oye, ¿Y cuándo nos liberéis nos podemos quedar las esposas? Es para una tarea de clase. —murmura Grace en un tono burlón, ahora ya un poco más sobria y relajada que antes.

Parece que la situación le bajó un poco la ebriedad.

Cuando el policía que está a punto de responder nos mira de reojo veo como una furgoneta negra se detiene delante del coche. Abro los ojos más de lo normal temiendo que podamos tener un accidente, pero para nuestra fortuna el policía se da cuenta y frena a tiempo, soltando una maldición.

Después me fijo en que más coches se estacionan alrededor nuestra, y al pensar que se trata de mi padre empiezo a palidecer.

—¿¡Pero qué demonios!? —exclama el hombre en el asiento del copiloto.

—No os mováis. —advierte su compañero para después salir los dos del auto.

Grace y yo compartimos una mirada confusa, tratamos de ver a traves de los cristales pero el cuerpo de los policías cubren el cuerpo de la otra persona con la que están hablando.

—¡Esta cosa ni siquiera tiene el seguro puesto!

Rapidamente desvío mi mirada a Grace, la cuál intenta abrir la puerta con algo de dificultad, hasta que finalmente lo consigue, y sin pensarlo dos veces salgo yo también del auto, sin fijarme bien en dónde piso y tropezándome al bajar.

—¡Ay, mi tobillo! —exclamo con una mueca adolorida, llamando la atención de algunas personas.

Entre ellas está él, con sus orbes azules mirándome de forma indescriptible.

Con la puerta aún abierta me siento en el auto del coche sobándome el tobillo por fuera del zapato.

—Deberías quitarte los zapatos tu también, así es mucho más cómodo caminar. —dice Grace a mi lado ayudándome a deshacerme de sus botines y de los calcetines.

—¿Pero qué mierda hacéis? ¡Volved al coche! —ambas hacemos caso omiso ante los reclamos del policía, y ni siquiera nos molestamos en mirarlos.

—Listo. —murmura Grace tirando las botas junto a los calcetines a un lado.

Suelto una risita al ver la forma de mis pies, pensándolo bien la forma era parecida a la de unas manos alargadas, pero aún así son muy bonitos.

—¡Hola! Cuánto tiempo. —habla Grace desviando su mirada hacia ellos y moviendo su mano en el aire.

Entreabro los labios al encontrarme con sus súbditos mirarnos con diversión. Ahora que lo pienso casi nunca lo he visto sonreír, tal vez le venga bien beberse algunos tragos.

Suelto una sonora carcajada al fijarme en que todos ellos van vestidos de negro.

—¿Y dónde es el entierro? —inquiero con diversión acercándome más a ellos.

Los dos policías nos miran incrédulos.

—¿Sabéis qué? Llevaóslas, a mi no me pagan lo suficiente para aguantar estas mierdas. —habla uno de ellos con irritación caminando hasta el auto.

Después saca unas llaves de la guantera y nos libera de las esposas a mi y a Grace.

—¡Vámonos, Marco! —exclama después adentrándose en el auto, desapareciendo junto a su compañero por el lado contrario de la carretera pocos segundos después.

—¿Y ahora cómo se supone que volveremos?¿Andando? —suelta Grace de la nada moviendo sus brazos, antes de soltar un bufido. —Estúpidos policías.

—Llévala a su casa. La quiero sana y salva. —murmura él en un deje de advertencia a uno de sus hombres sin apartar su mirada de mí.

—No hace falta, podemos volver nosotras solas. —asiento con firmeza.

Suelto una carcajada al ver como empieza a caminar hacia la dirección contraria a la nuestra intentando que sus pasos sean rectos, pero lo único que consigue es tambalearse hasta caer al suelo.

Finalmente un hombre joven la coge y la mete en una furgoneta, con una mueca de desagrado al escucharla chillar muy cerca de su oído.

Tras ponerse en marcha esa furgoneta las demás también desaparecen, dejándome a solas de nuevo con él.

Si hubiera sido otra la situación me hubiera preocupado y me hubiera ido con ella, pero teniendo en cuenta que los tres nos conocemos desde hace años y que además nuestras familias son socias sé que está en buenas manos. Además, por alguna extraña razón le cae medianamente bien. Tal vez sea porque es mi mejor amiga.

—¿Qué haces descalza? —murmura finalmente mirando mis pies con un desagrado que no me gusta.

Mis pies son muy bonitos, me lo ha dicho mucha gente, ¿A qué se viene esa cara arrugada?

—¿Y tú qué haces calzado? —suelto con una mirada burlesca. Él solo ignora mis palabras antes de abrir la puerta del copiloto de su auto.

De repente tengo muchas ganas de saber cómo son sus pies o recordar cómo se siente ese piercing tan atractivo de su lengua.

—Sube. —habla señalando el asiento del copiloto con un movimiento de cabeza, haciendo que desvíe mi atención de sus labios.

—No hace falta que me lleves, sé cómo llegar a mi casa, ¿Sabes?

—Sube al coche, Lena. —sus palabras ahora son más toscas.

Al final termino por sentarme al recordar lo que pasó la última vez que me atreví a cabrearlo. Aunque pensándolo bien tal vez no sea una mala idea volver a repetirlo.

Él no tarda en ponerse a mi lado y yo muerdo mi labio inferior como una forma de focalizar mi atención en el dolor que causan mis dientes y no en los recuerdos.

Antes de poner el coche en marcha me abrocha el cinturón asegurándose de que esté bien ajustado, y al acercarse pude notar unas manchas rojas en su camisa negra.

—Creo que...tu...tu camisa. —murmuro en un titubeo señalando las manchas.

Él me da una corta mirada con el ceño arrugado antes de alejarse.

—¿Adónde me llevas? —murmuro con ojos recelosos al darme cuenta de que no estamos siguiendo el camino a mi casa.

—Te llevaré al apartamento. No queda muy lejos de aquí. —hago un esfuerzo por no sonreír.

—¿Y por qué no vives ahí?¿No crees que sería mejor vivir más cerca de la ciudad?

—Si, pero necesito algo más grande.

Asiento despacio mirándolo con ojos curiosos como si le hubiera prestado atención a lo que dijo, cuando en realidad estuve fijándome en el movimiento de sus labios todo el rato.

—No me dijiste que habías vuelto. —le digo con un puchero en los labios. Él tensa su mandíbula sin apartar la mirada de la carretera.

—Te escribí, pero al parecer estabas muy ocupada con tu amigo como para ver mis mensajes. O mis llamadas perdidas. —responde haciendo énfasis en amigo.

—Lo siento, no veía de cerca. —es lo único que se me ocurre decir sin poder ocultar la sonrisita de mis labios.

Él me mira de reojo por un momento antes de mover la cabeza y soltar un resoplido de resignación.

—¿Qué?¿Crees que te miento? —digo arrugando el ceño hasta unir mis dos cejas. —No te estoy mintiendo, veía borroso. —me apresuro a decir antes de que responda.

—Está bien, te creo. 

Para mí suerte no tardamos en llegar a un gran edificio que parecía bastante lujoso, después nos adentramos al garaje.

Él se baja del auto y en unos cuantos segundos lo tengo al lado de mi puerta, antes de que yo misma pueda abrirla ya lo hace.

—¿Qué haces? —musito cuando coloca su brazo debajo de mis muslos para después levantarme en sus brazos y cerrar la puerta. —Bájame.

—No quiero que sigas tocando el suelo descalza.

Me muerdo el labio inferior, evadiendo una sonrisa boba y el sonrojo de mis mejillas.

—Puedes bajarme aquí. —sugiero una vez estamos dentro del ascensor, pero él se niega.

Al entrar en su apartamento, separo los labios con asombro, observando los muebles y la decoración del lugar, por no hablar de los grandes ventanales que dan paso a una muy buena vista de la ciudad.

Es realmente precioso. Pestañeo varias veces cuando empieza a moverse, subiendo las escaleras hasta lo que parece ser un dormitorio.

—Tienes una casa muy bonita. —hablo en un murmullo bajo.

Y lo mejor es que íbamos a estar los dos solos. Toda la noche.

—Lo es. —responde dejando mi cuerpo en la cama con lentitud.

Después desaparece por una puerta, dejándome con la palabra en la boca.

En esos minutos aprovecho para darle un vistazo a la habitación, parece que pasa bastante tiempo aquí, aunque no sea su casa principal y a diferencia de la parte de abajo esta parte tiene señales de que alguien ha estado aquí hace poco. Aprieto los labios sintiendo esas punzadas de celos nuevamente e ignorando sus llamados me giro dándole la espalda a aquella puerta, fingiendo que estoy dormida.

No pasa mucho tiempo cuando regresa al dormitorio y se acerca a mi cuerpo, tengo que hacer un esfuerzo por no abrir los ojos y controlar mi respiración cuando empieza a dar lentas caricias por mi rostro, hasta llegar a mis labios, donde se detiene de forma abrupta.
Y justo cuando pienso que se ha ido acerca sus labios a mi coronilla manteniéndolos en ese lugar más de lo normal.

No sé cuándo consigo quedarme dormida de verdad, pero lo que si sé es que es bastante tarde para cuando me despierto. A pesar de estar todo oscuro puedo ver, gracias a los ventanales, que no hay nadie más en la habitación.

Muerdo el interior de mi mejilla debatiendo en si debería salir en su busca o simplemente seguir durmiendo. Dudo mucho que pueda volverme a dormir, así que no tardo en bajar a la sala principal.

Frunzo el ceño al no encontrarme a nadie nuevamente. Sigo caminando hasta encontrarme una sombra proveniente de una terraza. Sin dudarlo voy hacia allí, atravesando la puerta con pasos casi silenciosos y respirando el aire fresco proveniente de la noche.

Durante unos segundos me quedo pasmada observando su silueta, está sin camiseta y con unos pantalones grises más holgados mientras fuma un cigarro. Algunos mechones caen por su frente, llegando uno incluso a su ojo. Se ve como un ángel caído.

No sé porqué, pero verlo de esa forma hace que me resulte más atractivo si es posible. Él parece estar tan sumido en sus pensamientos que no se da cuenta de que estoy detrás.

—Hola.

—¿Estás bien? —murmura girando su cuerpo hacia mi.

Yo solo puedo centrarme en su pecho y sus tatuajes, bajando mi mirada hasta su ombligo perfecto. Trago saliva pensando en cómo me gustaría volver a pasar mis dedos por su ombligo, o tal vez otra parte.

—¿Lyubov'? —pestañeo varias veces, levantando mis ojos hasta su sonrisa ladeada.

—Si, yo...solo me desperté y no sabía dónde estabas. —murmuro desviando la mirada con algo de pudor.

Pero lo peor es que, de repente, hace un calor apenas soportable.

—Lo siento. No puedo dormir.

—¿Por qué? —él me mira con los labios entrecerrados apagando su cigarro a medio terminar y colocándolo detrás de su oreja.

—No quiero hablar de eso ahora.

—¿Y de qué quieres hablar? —mi pregunta parece tomarlo por sorpresa.

—Yo tampoco tengo sueño, y no se me ocurre algo mejor que hacer ahora. —él me mira durante un largo rato con un brillo extraño en sus ojos.

Después se sienta en un sofá que no había visto, con movimientos algo inseguros me siento a su lado, no muy cerca suyo. Su atenta mirada ya me hace estar lo suficientemente nerviosa como para estar más cerca de él.

Por unos largos minutos nos quedamos admirando el cielo en silencio, pero lejos de ser incómodo es agradable. Él es de esas personas con las que puedes estar horas y horas en silencio sin la necesidad de sacar un tema de conversación por quedar bien.

—Hazme preguntas. —habla de la nada, le miro extrañada, sin saber bien a qué se refiere. —Dijiste que no confiabas en mí, así que quiero que me hagas preguntas.

Podría empezar por preguntar cuáles son sus poses favoritas. Murmuro dentro de mi cabeza haciendo que centre mi atención en apretar las piernas y no en su entrepierna.

—¿Qué significan tus tatuajes? —digo haciendo un esfuerzo por no mirar su abdomen por más tiempo de lo necesario. Él entreabre sus labios como si quisiera decir algo, pero los vuelve a cerrar.

—Muchas cosas. —responde moviendo sus hombros.

—¿Este de aquí? —pregunto señalando la flor de su pecho. No era muy grande.

—Vida. —responde escondiendo un mechón de pelo detrás de mi oreja. —Es mi favorito. —añade antes de sujetar mi cintura y dejarme en su regazo.

—Yo. No...

—¿No tienes más preguntas? —me interrumpe rozando su nariz con mi mejilla derecha.

Trago saliva pensando en algo que decir, pero su tacto me lo hace realmente difícil.

—¿Cuál es tu color favorito? —suelto en un murmuro muy bajo, él detiene sus caricias y me da una mirada intensa.

—El verde. —responde con firmeza.

—Pensé que era el negro.

—Prefiero el verde antes que cualquier otro color. —vuelvo a centrarme en el cigarro detrás de su oreja resistiendo la necesidad de frotarme contra su pierna como una gata en celo.

—¿Puedo? —murmuro señalando el cigarro con los ojos queriendo distraerme con algo.

Él parece pensarlo por un momento antes de sacar un mechero de su bolsillo y encenderlo.

Pensé que me lo daría, pero en vez de eso da una larga calada, luego abre mis labios presionando mis mejillas con sus dedos y expulsa el humo dentro de mi boca haciendo que casi me atragante con el.

Me remuevo incómoda por el humo quedando ahora a su lado. Es cuando mis ojos caen a la pequeña mancha de sus pantalones grises, y sabiendo qué la humedad que sobresale de mis bragas ha sido la culpable no pude evitar sonrojarme hasta los dedos de los pies. Eso hace que él también se fije en sus pantalones.

—Mierda. —susurra con una voz ronca y el azul de sus ojos unos tonos más oscurecidos echando una corta mirada a mis piernas.

—Lo siento. —suelto en un hilo de voz queriendo que la Tierra me desapareciera en ese momento.

Él ignora mis palabras dejando el cigarro aún encendido entre sus labios, y en un pestañeo desliza las bragas por mis piernas.

Siento mi garganta secarse de la vergüenza cuando con ojos curiosos las inspecciona, centrándose en el líquido espeso que está a punto de soltar una gota al suelo.

—Estás jodidamente empapada. —dice con una voz gruesa moviendo el trozo de tela de un lado a otro con una mirada divertida mientras que con la otra sostiene el cigarro.

Le da una última calada antes de lanzarlo por la terraza. Si no hubiera estado tan ocupada intentando eliminar mi sonrojo le hubiera dicho algo. Carraspeo buscando las palabras que me fuesen a sacar del bochorno provocado por mi imprudente vagina.

—Tienes... unas bonitas vistas desde aquí. —digo acercándome a la vaya con pasos inseguros, él sonríe y se pone a mi lado levantando su vista hasta el cielo estrellado.

Hago lo mismo fijándome en una estrella que resalta entre las demás por el gran tamaño.

—Se llama Sirio. —lo miro de reojo esperando a que continuara, en vez de eso se pone detrás mía presionando su torso contra mi espalda.

Entreabro los labios queriendo decir algo que me hiciera volver al dormitorio, lo que él aprovecha para dejar mis palabras en el abandono al cubrir mi boca con mis bragas sucias, haciendo que saboreara cada parte de ellas.

—No te muevas. —murmura amenazante cuando hago el amago de alejarlas.

Mientras con una mano refuerza su agarre en la tela con la otra acaricia mi trasero, luego abre mis piernas haciéndose paso con su rodilla, y sin previo aviso arremete dos dedos en mi interior haciendo que de un bote en el sitio y me sujete de la barandilla.

—Es la estrella más brillante del cielo, relativamente cercana al Sol.

A pesar de tener su boca cerca de mi oído, su voz me es lejana, toda mi atención esta puesta en sus dedos haciendo que abra más las piernas por inercia.

A cada embestida áspera de sus dedos intenta llegar más lejos, tocando ese punto que tiene mis piernas temblando a la vez que con su dedo pulgar fricciona mi clítoris.

Todo sonido es amortiguado por mi ropa interior y ya no me parece tan desagradable el sabor de mis fluidos.

—Pertenece a la constelación del Can Mayor y es visible en la de Orión. Está compuesta de dos estrellas blancas orbitando entre sí a una distancia de unas 20 ua, aproximadamente la distancia entre el Sol y Urano. —mi vista se convierte en una borrosa trayendo un aviso de esa sensación estando a punto de arrasar todo de mí. —¿Ves cómo brilla? —habla en un bajo murmuro antes de levantar mi cabeza haciendo que no pueda apartar la mirada de aquella estrella que pronto se convertiría en mi favorita.

A modo de respuesta ahogo un sonido que él toma como confirmación acariciando la curvatura de mi cuello con su nariz.

—La luz que trae a mi vida mi amor por ti no se podría comparar ni con un millón de esas estrellas. —muerde el lóbulo de mi oreja esta vez con delicadeza. —Quiero que entiendas eso.

Mis ojos lo miran suplicantes y empiezo a mover mis caderas montando sus dedos con desespero olvidando cualquier cosa que me hubiera dicho. Suelto un gemido en forma de queja cuando los sacó y jadeo por aire al no tener más obstáculos.

No tardo en sentir su lengua barrer mis pliegues y en cinco segundos tengo  su boca recogiendo todos y cada uno de mis flujos. Alejo su cabeza antes de que empiece a succionar mi clítoris sintiendo esa parte todavía sensible.

Me doy la vuelta encontrándome con sus ojos devorándome sin ningún pudor, luego levanta la mirada pasando la lengua por sus labios con una sonrisa ladina que ignoro y se da la vuelta no sin antes mirarme de reojo, queriendo que lo siga.

—Tengo otra pregunta. —hablo antes de que pueda atravesar la puerta.

Él asiente con la cabeza poniendo su atención sobre mi.

—Yo...bueno. ¿Qué intenciones tienes conmigo? Me dijiste que no lo habíamos dejado, eso quiere decir que seguimos saliendo, y entonces quiere decir que nosotros somos algo así como... Ya sabes. Pero aún no tengo claro cuáles son tus intenciones. —termino por decir casi titubeando.

Él ahora me mira como si hubiera dicho la mayor tontería del mundo.









Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro