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Lena

—Gracias, pero de verdad que no tenías porque haberte molestado. —hablo con una sonrisa amigable, sin separar mis labios.

Él solo me sonríe de vuelta y se sienta a mi izquierda, mientras que a mi derecha está Grace sirviendo un poco del refresco en los dos vasos.

Después les echa del alcohol de la petaca con la atenta mirada de Antoine encima.

—¿Y qué tal has estado?¿Qué has hecho estos días? —pregunta colocando uno de sus brazos por encima de mis hombros, pero lejos de incomodarme me agrada.

Me fijo en que tiene unas cicatrices extrañas en los labios, no parecen muy recientes. 

—Nada interesante, ¿Y tú? —respondo dándole un trago al recipiente.

—Aparte de echarte de menos, intentar disfrutar de mis vacaciones. —murmura con algo de timidez, tras relamerse los labios.

A mi lado Grace simula un sonido parecido a una arcada antes de levantarse.

—Iré por ahí a bailar. —suelta antes de marcharse, sin siquiera darme tiempo a responderle de vuelta.

—No quiero ofender a tu amiga, pero así solos estamos mucho mejor, ¿No crees? —susurra en mi oído haciendo que ponga una mueca incómoda.

—Depende de para qué. —suelto con rapidez quitándome su brazo de encima.

Luego le doy un trago bastante largo al vaso, intentando borrar la incomodidad del momento.

—Perdón, no quería incomodarte, a veces soy muy impulsivo. —murmura con algo de torpeza, mordiéndose el labio inferior.

—Está bien. —desvío mi mirada hacia él otra vez, dándole otro sorbo más a la bebida.

Se nota a kilómetros que tiene la mandíbula tensa y sus ojos tienen un brillo más intenso que antes. Me fijo en la chica castaña a su lado, ella habla sin parar de algo que desconozco mientras abraza su bíceps cubierto por la camisa negra que lleva puesta.

De vez en cuando la misma chica me dirige alguna mirada con una sonrisa que me encantaría borrarle.

—¿Lo conoces? —pregunta Antoine de repente, haciéndome pestañear.

—No. —me apresuro a decir con rapidez. —Solo es un socio de mi madre, creo. —él asiente levemente, ajustando su mirada en mis ojos.

—Parece estar celoso. —murmuró con una sonrisa que no supe descifrar.

—No lo creo. —respondo con una sonrisa dejando el vaso ya vacío en la mesa.

Después señalo su labio con ojos divertidos.

—¿Muy fogosa tu chica, no? —pregunto sonriente. Él cambia su expresión a una más seria y niega con una sonrisa forzada.

—Lo único fogoso fue mi caída. —habla moviendo los hombros. Luego se acerca un poco más hasta que nuestras caras están a centímetros de distancia. —¿Por qué no hacemos algo para comprobar quién tiene razón? Si gano yo, me dejas invitarte a una copa, y si pierdes invitas tú, ¿Te parece?

—¿Algo cómo qué? —cuestiono con las cejas elevadas.

Él solo se queda callado, después veo espantada cómo cierra sus ojos y va acercando su rostro al mío.

En cuanto me doy cuenta ya tengo sus labios sobre los míos, pero esto solo tarda unos segundos hasta que lo alejo de mí y me levanto con rapidez.

—¿Por qué hiciste eso? No debiste hacer eso. —mis palabras salen algo atropelladas.

Doy unos pasos hacia atrás cuando él se levanta, quedando los dos frente a frente.

—Solo estaba jugando, lo siento. —dijo mordisqueándose el labio inferior. —No te enfades. Aparto mi mano antes de que pueda cogerla.

—Iré al baño. —hablo con brusquedad sintiéndome incómoda y extraña.

¿Es que ahora piensa robarme besos cada vez que me vea? Me toco la frente asegurándome de no tener ningún cartel que ponga bésame. Y efectivamente, no lo hay. No somos unos adolescentes como para estar jugando a besarnos delante de todos.

Es culpa mía por volverme a acercar a él después de saber lo besucón que ha sido siempre. Y sinvergüenza, muy sinvergüenza.

Sin esperar más me doy la vuelta, queriendo desaparecer de esa escena lo antes posible. Suelto un bufido al ver la cola tan larga de gente que está esperando. Ni en broma me trago toda esa fila. Pienso saliendo del lugar.

Saco un cigarro de menta y empiezo a consumirlo con lentitud, disfrutando de cada calada de él hasta sentir unas vibraciones en el móvi. Mi corazón empieza a latir con fuerza al imaginar que es él, pero no, es Grace. Creo. 

Yo: AHora boy. Estoi fuera rlmando el aire.

Arrugo el ceño al ver un par de interrogaciones como respuesta, y al intentar ajustar mi visión el móvil se cae al suelo.

Lo recojo del suelo y me levanto, pensando en volver a la zona VIP. Sin embargo, él se interpone en mi camino con una cara de muy pocos amigos.

Con el corazón acelerado trato de darme la vuelta para así poder evitarlo, pero él no duda en cogerme del brazo impidiéndolo.

—Tu y yo vamos a hablar de una jodida vez. —suelta entre dientes, en un tono brusco que me hizo apretar los labios con algo de temor, pero sobre todo rabia.

—Yo no tengo nada que hablar contigo, suéltame. —le digo de forma desafiante, haciendo que su agarre se haga más fuerte para después empujarme hacia él.

—No te estoy preguntando. —responde con seriedad para después entrelazar su mano con la mía y empezar a caminar hasta unas escaleras.

Mordiendo mi labio inferior decido que lo mejor es no resistirme para así no llamar la atención de los demás. Eso y que es imposible luchar contra el calor y la esencia que emana de su cuerpo.

Llegamos frente a una puerta negra que no tarda en abrir, después nos adentramos los dos al espacio oscuro con un silencio sepulcral. Al estar las luces finalmente encendidas me encuentro con una especie de oficina. Un escritorio en medio, un sofá de cuero negro y una estantería es todo lo que hay. ¿Desde cuándo es el dueño de este lugar? Que yo sepa solo ha estado aquí menos de tres meses.

—Dime, ¿Qué mierdas se te ofrece ahora? —suelto con desinterés de la nada cruzada de brazos.

Él cierra la puerta de un portazo antes de acercarse a mí y deslizar su mano por todo mi cuello hasta llegar a mi mandíbula, sujetándola entre sus dedos haciendo que mis ojos no se puedan apartar de su mirada.

Mi respiración se vuelve errática y por un momento tengo la necesidad de cerrar los ojos y acercarme más a su boca.

—Deberías cuidar esa lengua tuya.

—¿Si?¿Y quién lo dice? —susurro humedeciendo mi labio inferior después.

Sus ojos caen en esa zona de mi cuerpo antes de bajar su mano hasta mi cuello y apretarlo con la suficiente fuerza para que no pueda mover la cabeza.

Es entonces cuando me arrepiento por no haber detenido mi lengua antes al ver sus ojos ahora más oscuros que nunca y esa sonrisa tétrica.

—Te gusta joder con mi paciencia. ¿No es así? —sisea con una voz áspera.

—Si. —respondo sonriendo de lado aunque por dentro estuviese temblando.

Suelto un jadeo cuando de un momento a otro me obliga a quedar de rodillas ante él con su mano todavía en mi cuello. Mi cuerpo se ha paralizado con expectación y miedo, pero aún así ese deseo sigue ahí, haciéndome sonrojar y apretar mis músculos con tanta fuerza que duele.

Después deja mi cuerpo tumbado en el frío suelo boca abajo antes de posicionarme encima mío, movilizándome de las caderas.

Reprimo un gemido al sentir un bulto en mis nalgas y me estremezco al escuchar el cinturón deslizarse por la tela vaquera hasta quedar en sus manos.

—¿Q-qué haces?

—Manos atrás. Ahora. —recalca con crudeza.

Sin ser consciente del todo traslado mis manos a mis espaldas. Los sentidos nublados de mi cabeza me distraen de la realidad hasta que empieza a atar mis manos con su cinturón de cuero.

Luego coge un puñado de mi cabello y levanta mi cabeza hasta que nuestras miradas se encuentran.

Lo que veo en sus ojos me hace estremeces de una forma placentera, aumentando la humedad de mis bragas. No es el momento. Me repito como un mantra en un intento de olvidar el cosquilleo de mi vientre.

—No me gusta repetir las cosas, Lena. Ya te dije una vez que no quería que nadie te tocara. Parece una broma de muy mal gusto, ¿Sabes? —murmura en un tono mordaz rozando una de mis mejillas con su dedo.

—Te juro que no lo besé. —respondo en un hilo de voz, su sonrisa endemoniada me erizó los pelos de la nuca.

—No estoy jodidamente ciego, lyubov', vi muy bien cómo sus labios se posaban encima de los tuyos. —estoy a punto de rechistar, intentar defenderme, pero se me adelanta. —Si me hubieras hecho caso y no te hubieras acercado a él de buenas a primeras nada hubiera pasado. —él vuelve a sonreír. —Debería lavarte la boca con jabón. —suelta al aire con desagrado antes de ir a la parte trasera del escritorio, justo donde habían unos cajones.

Mis ojos se agrandan en el momento de ver unas cadenas parecidas a las del otro día pero un poco más gruesas. Trato de removerme pero mis manos atadas no me dejan. Lo miro con ojos suplicantes consiguiendo solo una mirada molesta.

La poca respiración que me queda se va al caño cuando usa esa cadena para rodear mi cuello, antes la pasa por mis dientes amordazándome con ella.

Después coge una parte de la cadena metálica e impulsa de ella hacia arriba sin ningún tipo de delicadeza cortándome la respiración en segundos mientras me incorporo con movimientos torpes y las manos atadas a mis espaldas. Mi estómago se revuelve ante el sabor metálico y la baba empieza a deslizarse por mi mentón.

Siento alivio cuando puedo volver a respirar. Él me arrastra de la cadena llevándome al escritorio, allí empuja mi cuerpo hacia arriba poniéndolo sobre la mesa, con el culo en pompa.

En un pestañeo tengo la falda y mi ropa interior por alguna parte del suelo, él ahora acaricia mis pliegues más que húmedos. Ahogo un chillido cuando mete uno de sus dedos por mi vagina con rudeza, después vienen dos más.

Aprieto mis dientes en el metal. El dolor hace que el placer crezca hasta niveles insoportables, haciendo que mis mejillas se sonrojen con una vergüenza que no tiene cabida ante la electricidad placentera que dejan sus dedos.

—Te dije una vez que ser tan descarada no era bueno para ti. ¿Recuerdas? —sus dedos empiezan a moverse por mi interior, como si estuviera intentando ampliar mis paredes.

Sólo puedo formar un sonido ahogado a modo de afirmación mientras mis ojos empiezan a empañarse con lágrimas y mis piernas tiemblan de deseo.

—Vas a aprender a tener más disciplina conmigo, Lena. —determina con una voz fría antes de sacar sus dedos.

Al momento de la cadena volver a tragarse mis palabras su mano se impacta con fuerza contra una de mis nalgas haciéndome soltar un jadeo de la sorpresa, dejando un leve rastro de ardor y picor en esa zona de mi piel.

Apuesto a que me ha dejado una gran marca de su mano, pero por alguna razón quiero volver a sentir esa sensación. Vuelve a estampar su mano una y otra vez, cada vez con más fuerza que el anterior golpe. Al mismo tiempo aprieta el agarre de la cadena alrededor de mi cuello y boca asfixiándome con ella, provocando que un par de lágrimas rueden por mis mejillas y se mezclen con la saliva de mi mentón.

Quiero gritarle que pare, pero al mismo tiempo mi cuerpo me lo prohíbe y el dolor se convierte en una sensación extraña, como un hormigueo placentero capaz de enloquecerme mucho más.

De forma impulsiva elevo el culo, acción que él toma como indicio para aumentar la fuerza de su mano golpeando la piel de mis glúteos ahora casi ensangrentada y palpitante mientras que con su otra mano me quita el poco oxígeno que me queda creando un nudo en mi interior.

Aprieto los muslos al sentir que estoy a punto de deshacerme por completo sobre la mesa y mi cara se vuelve más roja que nunca. No es posible que esto me esté poniendo así de caliente, el propósito de los castigos no era disfrutar de ellos y mucho menos sentir placer.

En un momento dado consigo girar mi cabeza lo suficiente como para encontrarme con la intensidad de su mirada y la curva casi invisible de la curvatura de sus labios. Detrás de esa mirada oscura sé que oculta algo más. Él sabe lo que está haciendo y disfruta arrastrarme por toda su oscuridad.

Chillo cuando en mi interior el cúmulo de sensaciones baja hasta manchar el escritorio dejándome un recorrido de choques eléctricos en el vientre. Es entonces cuando empiezo a ver unos puntos negros apoderarse de mi visión hasta caer inconsciente.


•••


Al despertar me incorporo con rapidez olvidándome de mi piel adolorida hasta que el dolor punzante que atraviesa mis músculos me hacen jadear. Luego toso desenfrenadamente con las manos en el cuello, me dolía como la mierda y me ardían las esquinas de los labios.

Todavía sigo en la oficina, estoy sola en el sofá alargado. Clavo las uñas en el sofá cuando la puerta se abre dejando ver su figura, desde aquí se ve imponente, en sus manos llevaba un vaso de agua y una especie de pastilla. Al tenerlo más cerca desvío la mirada, él se sienta a mi lado sosteniendo la pastilla que miro con recelo.

—Bebe. —habla en un tono ahora más suave, aunque su mirada sigue siendo una molesta.

Introduce la pastilla en mi boca, dejándola en mi lengua, después me acerca el vaso de agua y lo inclina un poco para que pueda beber. Sus ojos no dejan de verme. Analizarme más bien.

—¿Te duele mucho? —murmura con sus dedos rozando mis mejillas.

Quiero decirle que no, pero tengo la piel en carne viva y sé bien que no voy a poder dormir de ese lado o sentarme con normalidad durante unos largos días.

—Si. —admito en un tono bajo.

—Bien. Se te pasará pronto, tal vez en un par de horas.

Me muerdo la lengua reprimiendo mis palabras, sabiendo lo que me esperaría si volvía a enfadarlo de esa forma.

Un calor vuelve a invadirme el cuerpo al pensar en lo sucedido en la mesa del escritorio. No voy a mentir diciendo que no me ha gustado, sería tonto después de cómo me había corrido, pero es algo nuevo para mí. Me siento avergonzada, confusa y extraña.

Él me hace sentir cosas que mis padres, a pesar de ni siquiera ser religiosos, llamarían indebidas, erróneas, y me gusta mucho. Lo adoro. Pero al mismo tiempo me asusta hasta la médula.

Jadeo cuando sujeta mi cara con sus manos y empieza a besarme con rudeza, mordiendo mis labios y haciendo que mis dientes se estampen con los suyos.

Su lengua se pasea por mi boca como si le perteneciera, sus manos comienzan a acariciar mis muslos hasta meterse por el interior de mis bragas, pero unos toques en la puerta hacen que se separe abruptamente con una mala cara. Antes de ir a abrirla planta un beso en mi frente que dura más de lo que esperaba.

Miro a mis espaldas encontrándome a la castaña que momentos atrás estaba a su lado, ella nos mira con las cejas juntas. Está irritada o molesta por algo, y sé porqué. Sonrío para mis adentros, como si aquello fuera una victoria.

—¿Nos vamos, Alek? —pronuncia su nombre con una sonrisa que no me gusta nada y un acento peculiar. Italiano creo. Menos me gusta cuando él le dice que sí.

Aprieto los labios queriendo saber a dónde irían ahora. Están en un club y ellos se van a ir juntos vete a saber dónde. ¿Con qué cara viene después a reclamarme nada? Es un idiota.

—Yo también me voy. —hablo cogiendo fuerzas de dónde no las tengo para levantarme en condiciones y no caer al suelo.

Antes de que pueda acercarse o decir algo yo ya me he ido.

—¡Lena! —exclama Grace a un lado de la pista cuando me ve, moviendo su mano para que pueda verla con más facilidad. —¿Dónde has estado? Te he estado buscando como loca.

—Perdón, me encontré a un viejo amigo. —murmuro con palabras algo torpes, después sus ojos se desvían hacia a algún lugar de la pista.

Espero que con la poca luz que hay en el lugar y la mezcla de distintos colores neones no se de cuenta de las muy posibles marcas que tengo alrededor de mi cuello.

—Ya veo, ¿Y cómo ha ido? —inquiere moviendo ambas cejas.

Antes de responder sugiero que volvamos a los sofás para hablar más tranquilas y sin menos ruido, al segundo de sentarme me acuerdo del porqué no es una buena idea. Me remuevo en el sitio tratando de encontrar una posición en la que no me duela tanto el trasero, a todo esto Grace me mira expectante.

—Se enfadó y me encerró en su despacho porque me vió besándome con el imbécil de Antoine. Otra vez. —respondo dándole un largo sorbo al vaso, esperando que el ardor de mi garganta llegue a mi estómago y así pueda eliminar esa desagradable sensación que se ha plantado desde que lo vi irse con esa chica.

Para cuando me quiero dar cuenta mi vaso ya está vacío.

—Viniendo de él, no me sorprende, espera, ¿Qué? Ese maldito baboso, con razón se fue tan rápido. —hace una pausa pareciendo haberse dado cuenta de algo. —¿Y lo besaste delante de él? —habla en casi un susurro con una voz incrédula.

—Te digo que yo no lo besé, el se lanzó a mi, yo ni siquiera quería. Como la última vez.

—Ese idiota planea cavar su propia tumba, ¿O qué? —niego con la cabeza varias veces.

La última vez no le hizo nada, ¿Por qué se lo haría ahora?

—¿De verdad crees que se atreva a tanto?

—Lena, las personas cuando están celosas son capaces de hacer muchas cosas. Ahora imagínate a tu novio-no-novio. Conociéndolo no me extrañaría si quemara la casa del franchute con él dentro.

—Ni siquiera tiene motivos para estar celoso, ¿Acaso nosotros somos algo?¿No, cierto? Entonces que no me joda más. Yo soy libre de hacer lo que me dé la gana y punto. —mascullo entre dientes con irritación, dándole un trago a la petanca en un impulso.

—Aunque no seáis nada os comportáis como tal. Además, tu tampoco paras de estar celosa, y tenéis un pasado en común.

—Supongo que para él ese pasado sigue existiendo. —murmuro en un tono tan bajo que dudé que me escuchara.

—Si. Supones muy bien. Si yo fuera él ya estaría planeando la boda y pensando en los nombres de los niños que vamos a tener. —suelta entre risas.

No quiero explicarle el porqué de mis palabras. Toda la situación me está provocando un dolor de cabeza que por el momento es soportable, pero no tardará en hacerse peor, así que planeo luchar contra el con un poco de vodka.

—Iré a por más hielo. —digo levantándome del sofá.

—Si, y esta vez ni te molestes en traer más refrescos, no nos hará falta.

De camino a la barra me lo encuentro junto a la chica de antes y a la rubia dirigiéndose hacia la salida, eso me hace casi enfurecer.

¿Primero insinúa que seguimos siendo pareja para después pasársela rodeado de mujeres como un Mr. Playboy?

—Dos vasos con hielo, por favor. —digo al camarero conteniéndome de soltar alguna maldición.

Al volver al sofá dejo que Grace me eche un poco de vodka en el vaso, a estas alturas, ¿Qué más da? Para mi sorpresa el vodka solo no sabe tan mal como me espero.

Después estamos unos minutos hablando de cosas sin importancia y bebiendo, acabando con casi todo el alcohol que queda en la petanca. No tardo mucho en sentirme embriagada y empezar a ver un poco borroso a mi alrededor.

—En fin, hombres. Solo sirven para estar buenos y mentir. —habla Grace casi arrastrando las palabras.

Se levanta del sofá y me coge del brazo, obligándome a ir con ella hasta la pista de baile. Suelto una risita al ver sus movimientos, parecía un gusano intentando escapar de la sal, mi risa se hace cada vez más sonora e histérica hasta el punto de tener que sostenerme el estómago del dolor por las constantes contracciones.

—¡Aparta de aquí imbécil!¿No ves que estoy bailando? —exclama a un hombre que pasaba cerca de allí.

—¿¡Pero qué dices!? Ni siquiera te he rozado, puta loca. —habla el hombre en un tono de total irritación e incredulidad, con intenciones de seguir su camino, hasta que Grace deja de bailar y lo mira muy enfadada.

—¿Qué me has llamado? —pregunta muy seria interponiéndose en su camino, haciendo que se me escapara otra risita.

—Aparte de loca también sorda, ¡Quita de en medio! —escupe el hombre haciéndose a un lado.

Pero rápidamente Grace coge un botellín de cerveza no sé de dónde y se lo rompe en la cabeza. Llevo mis dos manos a la boca, aguantándome la carcajada al ver la cara estupefacta y furiosa del hombre.

—Dicen que la cerveza es buena para el cabello. —hablo divertida entre risas, a diferencia de Grace mis palabras todavía eran entendibles.

Los amigos del hombre simplemente me miran furiosos, pero pronto sus miradas se desvían a cuando su amigo le tira el contenido de un vaso a Grace, haciendo que mi amiga se quede paralizada durante unos segundos y provocando que de la nada salga un hombre corpulento a reclamarle sobre su bebida desperdiciada ahora en el vestido de mi amiga.

—¡Vete al demonio tu también!¡Panda de borrachos! —escupe furioso con una mirada amenazante, apretando sus puños con bastante fuerza.

Suelto un jadeo cuando el hombre corpulento le propina un puñetazo al otro que lo hace tambalearse y después caer al suelo. En seguida sus amigos se abalanzan al hombre, comenzando una pelea de la que Grace y yo intentamos escapar sin recibir ningún golpe.











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