Promise me you won't leave me again

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Desperté y me di cuenta de que estaba completamente solo. Me encontraba en una habitación gigante, con varias cápsulas iguales. Yo mismo había despertado dentro de una y,al parecer, en el resto se hallaban mis compañeros.


Me levanté despacio y me inquieté. ¿Habíamos ganamos? Si es así, ¿por qué era el único en pie?


Una parte racional de mi cerebro que nunca antes había estado ahí me dijo que me calmara, que todo estaría bien. No creí que esa voz sea fiable, pero en esa ocasión tenía razón.


Me senté otra vez y esperé pacientemente, jugando con mi largo y liso cabello.


A las tres horas, Sonia despertó. Me sonrió complacida y celebró chocanco los cinco conmigo.


A las cuatro horas Kuzuryuu despertó. Nos saludamos con un apretón de manos. Quizá era demasiado formal para la confianza que ya nos teníamos, pero era la "primera vez" que nos veíamos en el mundo real y quisimos seguir las costumbres de su familia.


A las seis horas Kazuichi despertó. Nos abrazó tanto a Kuzuryuu como a mí y, por sorprendente que me pareciera, a Sonia la saludó como a una persona normal, sin idolatrarla ni elogiarla. Quizá recuperar sus recuerdos de la tragedia los hizo más cercanos.


A las nueve horas Owari despertó y lo primero que dijo fue que tenía hambre. Todos nos reímos, realmente esperábamos eso de ella.


Entonces significó que todos los sobrevivientes habíamos salido exitosamente del programa, y empezamos a trabajar para despertar al resto.


Se encontraban en el mundo de sus mejores fantasías, su mundo ideal. Aunque falso, probablemente muchos preferían quedarse en él. Kazuichi y yo trabajamos en una IA que sirviera para destruir esos mundos y despertarlos. Se llamó World Destroyer.


Y gracias a ella, todos empezaron a despertar. Poco a poco, uno a uno.


Un año después, todos están despiertos. Todos menos Komaeda Nagito.


Me siento al lado de tu urna y te observo. Te ves angelical y tranquilo, muy distinto de cuando hablas sobre esperanza y desesperación o caes en espirales de autodesprecio. Sin embargo, también tienes un aura a muerte demasiado pesada: Tu piel de porcelana es demasiado pálida para ser sana, tu cabello se ve seco y descuidado, tus costillas se marcan incluso a través de la camiseta, y esa asquerosa mano femenina con uñas horriblemente rojas que tienes atada por el brazo. Todo eso me hace sentir enfermo, que nunca despertarás ni podré volver a ver tu sonrisa. El pensamiento me hace querer vomitar.


Incluso cuando solo nos separa un cristal, siento que estás muy lejos de mí.


Pero entonces detecto algo. No sé el qué, cuando parece que nada ha cambiado. Pero ahí estás, tu mano útil ligeramente temblando, tus ojos grisáceos lentamente abriéndose. Percibo en ellos un ligero toque verdoso, un brillo que se perdió durante la tragedia.


Abro la cápsula y te miro con demasiadas emociones atrapadas en mi pecho. Preocupación, nervios, felicidad, ganas de gritar y celebrar que volviste una vez más. Pero sé que no es el momento. Por ahora, debo asegurarme de que estás bien.


- ¿Komaeda? ¿Me escuchas?


Tus ojos se desplazan con dificultad. Aún parece que te cuesta enfocar, aunque sonríes. Es una sonrisa genuina, como si acabaras de terminar un largo y duro viaje y al fin pudieras descansar en paz.


- ¿Kamukura?


Mi corazón se aprieta. ¿Es a él a quién quieres ver? ¿Seguirás siendo conmigo como lo fuiste en la simulación? ¿O regresaremos a lo que fuimos antes de la tragedia? ¿A lo que éramos antes de mi operación?


Tu sonrisa cambia. Se agranda, más brillante, menos cohibida y mucho más feliz.


- No... ¿Hinata-kun?


Un calor inunda mi pecho. La satisfacción de ver que me prefieres a mí me hace pensar en un futuro prometedor contigo a mi lado.


Te llevo al hospital para deshacernos de la mano podrida. Realmente es un milagro que tu cuerpo no la haya rechazado. Ríes ligeramente y dices que es solo suerte. "Solo mi suerte"


Estás tranquilo. Quizá demasiado para ser alguien que rompieron, para haber acabado con tu propia vida con tanta crueldad.


Despejo los pensamientos antes de que lleguen a más. Es mi culpa que esté roto, yo lo rompí. Tampoco intenté detener su suicidio. Y pensar lo poco que me importó solo me ahoga en angustia y arrepentimiento.


Si en ese momento hubiera sabido lo mucho que realmente lo amaba, las cosas hubieran sido diferentes.


Si tan solo me lo hubiera admitido.


Si tan solo hubiera recordado lo muy cercanos que solíamos ser.


Quiero regresar a esos días en los que éramos amantes despreocupados, tan atentos por el otro, cariñosos y reconfortantes, sanando heridas que a nadie más le dejábamos ver.


- No me dejes, Hinata-kun.


Mi mente regresa a la realidad con tu dulce toque. Me acaricias la mejilla y yo me derrito en tu tacto.


Me siento a tu lado en la cama y te beso despacio. Solo quiero transmitirte lo mucho que te amo, pero empieza a saber a dolor salado.


- ¿Por qué estás llorando?


Solo niegas con la cabeza y te escondes en mi pecho. No tienes que decirlo. Sé que te lastimo con amargos recuerdos del pasado.


La tragedia nos marcó a todos. Pero yo hice que ese tiempo para tí fuera insoportable. Fuiste usado como un juguete, manipulado, te dejé cicatrices en el cuello por mi agresividad y en el corazón por mi frialdad. Y cuando me cansé de tí, te abandoné para que fueras esclavizado por unos niños de primaria.


Durante la tragedia, pensé que estaba bien, que no estaba haciendo nada grave. Pero ahora veo que realmente te hice mal. Te destruí por completo. Perdiste un brazo, tu dignidad, tu orgullo, tus ideales, tus sentimientos. Los perdiste porque te los arrebaté sin permiso y los aplasté como si fueran escoria.


- No fue tu culpa, Hinata-kun. No fuiste tú. Fue Kamukura... Está bien, estás bien.


Y aunque eres tú el que está llorando, también eres capaz de consolar a mi conciencia culpable.


Así pasan los días tranquilos en la isla. Finalmente volvemos a estar juntos, viviendo de forma pacífica. Tratamos de estar en paz con nuestros crímenes y avanzar juntos.


Sin embargo, tú te quedas atrás.


Te aíslas de los demás, nos evitas, comes a distintas horas con tal de no encontrar a nadie. A veces ni siquiera sales de tu cabaña para comer. Teruteru me avisó de que tus raciones suelen ser devoradas por Owari.


Cuando intento enfrentarte, me esquivas, das una pobre excusa de estar ocupado y huyes a la biblioteca, donde lees y lees durante horas. No me extrañaría si me dijeras que ya conoces todos los libros de la planta baja.


Lo único que me tranquiliza es verte aún con vida.


Pero las pocas veces que logro que hables conmigo, son conversaciones llenas de tu autodesprecio y palabras humillantes hacia tí mismo. Te pones por debajo del suelo, tratas de convencerme de que eres un gasto de tiempo y esfuerzo, me haces pensar que quieres morir. Te tratas peor de lo que hiciste en la simulación y ya no puedo con el dolor que me provoca verte así.


Incluso cuando sostengo por los hombros y te pregunto al borde de las lágrimas por qué sigues actuando así, me sonríes con esa despreocupación tuya y me sueltas:


- Soy un asesino, Hajime. No me merezco nada más que lo peor.


- ¡Sí lo mereces! Sé que es difícil, pero tienes que aceptarlo. Aceptarlo, y seguir adelante. Por favor, créeme.


Quiero que seas tu luz. Quiero que hagas paz con tu pasado y te atrevas a mirar al futuro sin miedo ni arrepentimiento. Quiero que dejes de lastimarte, quiero que seas feliz.


- Quieres que crea en ti, que sea feliz, pero también me pediste que no perdonara a aquellos que me lastiman gravemente. Que no todos merecen el perdón. Entonces, si creo en ti, aceptaré que soy un asesino y viviré con ello, pero también tendría que odiarte. ¡No quiero eso! Prefiero nunca admitir mis pecados a estar lejos de ti.


Me derrumbo ante sus palabras. Él no ha olvidado nada. La culpa y la ansiedad me ahogan hasta perder el aliento.


Te hice tanto daño que nunca podré perdonármelo. Tampoco quiero que me perdones.


No me doy cuenta de que estoy en el suelo hasta que mis uñas se rompen de arañar el suelo. Se pintan de rojo, un color asqueroso.


Te escucho gritarme preocupado. Tus palabras no me alcanzan, pero sé que tratas de convencerme de que no fui yo, sino Kamukura.


Aun así, fue culpa mía que Kamukura existiera en primer lugar.


- Hazlo, Komaeda.


Encuentro un momento de cordura dentro de mi berrinche de ansiedad y te miro a los ojos. Me devuelves la mirada al borde del pánico por no saber qué hacer conmigo.


- No me perdones. Ódiame, pero sigue adelante.


Tenemos que tener esta discusión. No hay otra manera. Es bastante irónico como peleas por estar conmigo y yo defiendo que no me perdones, cuando internamente solo deseo que lo hagas y que no me dejes.


Finalmente te rindes. Pueden haber pasado perfectamente horas desde que empezamos. Pero está bien. Te marchas sin mirar atrás y con ello comienzan los días más largos de mi vida.


Estuve mucho tiempo esperando a que despertaras. Y ahora que estás aquí, no puedo acercarme a tí. Porque no puedo dejar que me perdones. No hasta que aprendas a vivir por y para tí mismo.


A veces te veo en el comedor. Conectamos miradas y luego te apartas, como si te quemara mi presencia. Al menos ya no faltas a las comidas. No te alimentas lo suficiente, pero ya es más que antes.


Estás hablando mucho con Sonia. Ella siempre ha sido comprensiva y dulce, así como decidida y alentadora. Parece que os lo pasáis bien, y me hace feliz saber que ahora hablas con los demás también.


El día que decidimos hacer barbacoa te juntaste con Kuzuryuu. Nunca pensé que os llevarías bien, pero parecíais a gusto burlandoos el uno del otro. No pude evitar reír con algunas de vuestras bromas.


Estuve muy cerca de romper mi promesa y entrometerme cuando empezaste a hablar con Tsumiki en la playa. Estaba seguro de que vuestra conversación se convertiría en un par de monólogos independientes sobre autodesprecio. Sin embargo, os apoyasteis mutuamente. Ambos conocéis mejor que nadie el dolor de odiarse a uno mismo, así que sois los mejores a la hora de ayudar al otro. Me conmovió ver lo bien que lo estáis haciendo.


Tan solo desearía ser parte de tu felicidad.


Entonces te pierdes. Sonia dice que no te encuentra, así que decido ayudarla.


Recorro la isla entera hasta encontrarte sentado en la arena de la playa. Pasas tus dedos por la arena, como si fuera una suave caricia. Te llamo, diciendo que Sonia te busca. Palmeas el espacio a tu lado y me frustro. Se supone que vayas a hablar con ella, no a sentarte conmigo.


- Lo lamento, Hinata-kun. Le pedí a Sonia que te llamara por mí.


Dices como si pudieras leerme el pensamiento.


- He cumplido mi parte. Me he relacionado con todos, he sido feliz y un poco más independiente. Las cosas están bien ahora, me siento en paz, mejor de lo que me he sentido nunca. Es como si la esperanza y la desesperación, la suerte y la mala suerte desaparecieran. ¿Es eso lo que querías para mí? Gracias...


Susurras con calma. Tus ojos siguen mirando el horizonte, el mal y el sol poniente. No digo nada, sé que no has terminado.


- Entonces, ¿podría pedirte una sola cosa? Déjame, solo esta vez, perdonar a alguien que me lastimó, Hajime, déjame perdonarte. Quiero estar contigo.


No evito las ganas de abrazarte. Han pasado tantas cosas, hemos pasado por tantas cosas, y siento que finalmente alcanzamos el hogar que tanto anhelábamos.


- No deberías, Nagito, es por tu bien, pero de ninguna forma podría negar tu petición, porque yo también añoro estar a tu lado.


Entrelazamos nuestros dedos.


Ahora ven, prométeme que nunca te dejarás de amar.


Ahora ven, prométeme que nunca me dejarás.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro