Capítulo Trigésimo

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Lance

No sé en qué momento se escapó Sammer, pero eso solo demostraba lo tontos que éramos y lo mal que nos llevábamos trabajando en equipo, pues yo solo era el dueño de una empresa, el dinero que tenía mi familia, en este momento, era innecesaria, no servía para nada, en cambio Lecuim, tenía el don de convertirse en gato, tenía poderes y tenía casi el 100% del corazón de Helery, eso era tener mucha ventaja en el terreno. Lecuim y yo empezamos a hablar sobre lo que estaba ocurriendo, también me explicó la razon por lo que la bruja los estaba persiguiendo y como de cierto modo lo ayudó.

Las horas siguieron pasando y pronto amaneció, invité a desayunar a Lecuim y este ascendió, no era muy bueno cocinando, pero podía defenderme en la cocina fácilmente. Ambos desayunamos y seguimos hablando, pero por alguna extraña razón, empecé a escuchar la voz de Lecuim como en un susurro, rápidamente toque mis oídos tratando de destaparlo, pero mientras hacía eso, mis ojos empezaron a fallar y caí al suelo en un sueño profundo. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero la voz de Lecuim empezó a despertarme.

—Hey, Lance, despierta. —dijo Lecuim dándome suaves golpes en el rostro.

—¿Qué ocurrió? —pregunté mientras tocaba mi cabeza.

—Lo mismo quiero saber yo. —suspiró para luego mirarme fijamente— ¿Sentiste algo o viste alguna cosa?

—No lo sé, soñé con una casa vieja en medio del bosque y podía sentir como si Helery estuviera en peligro. —dije mientras me levantaba del suelo.

Lecuim rápidamente empezó a buscar algo en un libro que no sabía de dónde rayos lo habia sacado ¿Acaso siempre lo había tenido con él? Bueno, ese no era un buen momento para pensar en eso, al parecer nada en esta vida tenía sentido y yo vivía en una burbuja lejos de la realidad, donde habían brujas y personas con poderes. Lecuim siguió mirando su libro hasta que halló una casa idéntica a la de mi sueño.

—Segun este libro, ésta es una de las guaridas de la bruja. —dijo Lecuim— si tu visión es acertada, Helery debe estar sufriendo un infierno allí.

—Bien ¿Y qué esperamos? Debemos ir. —comenté

—Por supuesto que debemos ir. —Susurró Lecuim para luego convertirse en un gato y saltar por la ventana— ¿Qué esperas? Debemos darnos prisa.

—¡¿Estás loco?! —exclamé—. Voy a morir.

—¡Ay, no seas gallina! Yo te atrapo. —musitó Lecuim con una sonrisa extendiendo sus brazos. Yo lo dude por unos minutos, pero al final salté, cerré los ojos esperando el impacto, pero Lecuim me atrapó— te dije que te iba a atrapar.

—Esto es demasiado gay para mi gusto. —dije observando la situación.

Lecuim me soltó, tomamos mi auto y empezamos a conducir, el chico peli blanco me guiaba en medio de las penumbras del bosque, el cual hacia que se me pusiera la piel de gallina, pues hacia frío y el viento hacia ruidos extraños, como si nos advirtiera de cosas malas. Después de horas buscando, al fin pudimos entrar la casa, a lo lejos se podía ver una luz tenue que alumbraba con dificultad, lo que significaba que había alguien dentro.

Lecuim y yo rápidamente abrimos la puerta con una patada para luego entrar, a lo lejos podíamos escuchar unos sollozos y unos gemidos provenientes de un hombre. Ambos abrimos la puerta de la habitación de donde provenía el ruido y la escena que vimos nos dejó sin palabras; Helery estaba amarrada boca abajo con unas cadenas, su cabeza estaba haciendo aplastada contra la madera debido a una mano que le pertenecía el hambre detrás de ella, la cual la estaba haciendo suya en ese preciso momento.

—¡Eres un imbécil! ¿Cómo te atreves a tocar a mi pequeña? —gritó Lecuim arrojando al hombre contra la pared.

—¿Quién diablos eres tú? —preguntó el hombre luchando por su vida.

—Alguien que te hará pagar por todo esto. —respondió.

Mientras Lecuim peleaba con aquel hombre, yo me acerqué rápidamente hacia Helery y después de unos minutos pude desatarla. Su rostro estaba húmedo por sus lagrimas, sus ojos estaban semi abiertos sin expresión alguna, sus manos y piernas tenían marcas debido a las cadenas, su cuerpo tenía moretones y señales de apretones fuertes que le causaron un dolor infernal. Inmediatamente la abracé y empecé a sollozar.

—Lo siento tanto Helery. —susurré— perdoname por no haber llegado a tiempo, debí cuidarte más, eres mi niña preciosa.

—Lance... —murmuró Helery débilmente.

—Tranquila, ya estás a salvo, te prometo que a partir de hoy, no voy a permitir que nadie te toque.


Dios mío.

¿Con quien se quedarían ustedes?
¿Lance o Lecuim?

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