Capítulo Décimo Noveno 📣 ADVERTENCIA 📣

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Esta parte de la historia es sensible, solo es ficción, nada es romantizado, si te incomodan estos temas, puedes pasar al siguiente capítulo.

Gracias por tu atención.

Helery.

Un escalofrío recorrió mi columna vertebral, mis manos empezaron a temblar y a sudar, mi corazón latía con fuerza mientras sentía un dolor que me oprimía el pecho. Reconocía esa voz más que nadie en la vida, había crecido con la dueña de ella e incluso podría jurar que durante un tiempo, ella había sido mi persona favorita, pero me había traicionado y todo por codicio, envidia y celos, los cuales nunca debió sentir, pues mi vida tampoco había sido fácil y no había nada que envidiar en ella.

Mi hermana me quitó la venda de los ojos y el pesado de tela de la boca, al principio me costó un poco abrir los ojos, pues la luz del bombillo hacia que mis ojos ardieran, pero poco a poco me fui acostumbrando a ella. Después de unos minutos, pude observar el lugar, era la misma casa vieja que recordaba antes de desmayarme ¿Cómo demonios había llegado aquí? Esa pregunta rondaba mi cabeza una y otra vez.

—Te mereces todo lo que te está pasando, hermanita. —murmuró Sammer apretando los dientes.

—¿Por qué me odias tanto? Nunca te he hecho nada. —sollocé mirándola fijamente.

—Siempre fuiste la preferida de mis padres y siempre obtuviste las mejores cosas. —comentó con desagrado.

—Te equivocas. —suspiré— siempre tenía que escuchar a mis padres hablar de ti, de la hermana mayor ejemplar, de la hija que enorgullecía a sus padres. Mientras que yo, yo solo recibí un auto y las palabras de mi madre fueron "Defiéndete tú sola."

—Eso es mentira. —susurró mi hermana mientras sus lágrimas empezaban a bajar por sus mejillas.

—Nunca tuve buena suerte y tú misma lo sabes. —informé— ¿Te acuerdas cuando terminé acostándome con un chico desconocido? Tuve que pasar por mil cosas para encontrarlo y cuando lo hice, él estaba buscando a otra persona.

—¡No! Todo es mentira. —gritó Sammer mientras sostenía su cabeza.

Mi hermana se arrodilló en el suelo mientras sostenía su cabeza, como si estuviera tratando de entender todo lo que le había dicho, pero por alguna extra razón, no podía entenderlo, como si una voz en su cabeza le estuviera diciendo que miento y que nada es como se lo estoy diciendo. Después de un momento, mi hermana se levantó del suelo, se acercó a mí y golpeó mi rostro, haciendo que nuevamente perdiera el conocimiento.

No sé cuánto tiempo estuve así, pero al despertar, me encontraba amarrada a una máquina, la cual tenía cadenas que se aferraban a mis manos y pies, en pocas palabras, parecía una máquina de tortura y la de malas era yo. Traté de jadear y gritar, pero todo era inútil, no había nadie allí afuera, solo estaba Sammer y Mónica, las cuales me miraban fijamente observando cada uno de mis movimientos, como si estuvieran planeando algo que probablemente me dolería mucho.

—¡Sueltenme! —grité—. Ambas están locas.

—Tal vez lo estemos —susurró Mónica—, pero no importa, al fin nos vengaremos de ti.

—Espero que no te importe. —dijo Sammer tomando un palo de metal y minutos después golpeo una de mis piernas.

—¡Ahh! —grité al sentir el dolor insoportable en mi pierna— ¡Dios!

—No metas a Dios en este, él no te va a ayudar. —dijo Mónica.

Ambas empezaron a golpear mi cuerpo con los palos de metal, haciendo que mis gritos se escucharan a kilómetros. Podía sentir la sangre brotar de mi cuerpo, mientras mi piel se ponía morada, con bordes verdosos y amarillentos, mis huesos crujían con cada golpe, como si se estuvieran quebrando lentamente causándome el dolor más espantoso posible. Dejé de gritar y de intentar escapar, mi cuerpo estaba adolorido y lastimado, las fuerzas de mi ser habían huido de mí, mis ojos luchaban por mantenerse abiertos y de mi boca solo salían litros de sangre.

Mónica y Sammer liberaron las cadenas, haciendo que callera al suelo de golpe, pegué un jadeo al sentir el dolor de mi cuerpo al estrellarse contra el suelo, traté de mirarlas suplicantemente, pero sus rostros sonrientes que decían que esto no había terminado aún. Ambas chicas empezaron a quitar mi ropa, dejándome completamente desnuda, el frío que hacía en el lugar hacia que mi cuerpo temblara y mientras cubría mi cuerpo con mis débiles manos, Sammer y Mónica llamaron a alguien.

—Gracias por venir. —agradeció Sammer.

—Tardé un poco en llegar, pero aquí estoy a sus órdenes. —dijo un hombre con voz gruesa.

—Esa es la chica. —señaló Sammer— puedes hacer con ella lo que se te dé la gana, se que has pasado muchos años en la prisión y probablemente estés deseoso por una chica.

—No te imaginas cuánto. —susurró el tipo con voz, morbosa.

—Bueno, que lo disfrutes. —dijeron al unísono para luego cerrar la puerta tras ellas.

Miré al hombre parado a unos centímetros de mí, éste me miraba de arriba a abajo mientras se tocaba su miembro por encima de la ropa, soltando pequeños jadeos de deseo y placer. Después empezó a quitar la correa que sostenía su pantalón, era gruesa, de cuero y tenía pequeños chuzos afilados, rápidamente me alteré y empecé a sollozar, no quería pensar lo que estaba a punto de pasar.

—Por favor, no me haga daño. —susurré con las pocas fuerzas que tenía.

—Shhh —dijo poniendo su dedo índice en los labios—. Tranquila, lo vas a disfrutar tanto como yo.

El hombre me tomo de la cintura y me puso en su hombro, como si estuviera cargando un bulto, traté de luchar, pero mi cuerpo ya no tenía fuerzas. El tipo me puso boca abajo en una mesa, luego separó mis piernas y las amarró con un lazo a cada lado de la mesa, haciendo que mis rodillas se flexionaran, dejando mi entrada completamente visible y luego amarró mis manos encima de mi espalda.

Yo solo podía llorar mientras sentía su tacto asqueroso sobre su piel, también podía sentir su mirada sobre mí, haciéndome sentir sucia y asqueada. Así transcurrieron unos minutos, hasta que sentí el golpe de la correa sobre mis glúteos, haciendo que gritara del dolor, pues los chuzos cortaban mi piel de la manera más dolorosa posible. Luego el hombre se posicionó entre mis piernas, empezó a manosear mis pechos bruscamente y de un solo golpe se adentró a mí, haciéndome gritar.

Gracias por leer mis amores, la noche pasada me caí y tuve un esguince de primer grado, estoy en reposo.

Cuídense mucho y tengan cuidado.

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