Epílogo

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Helery

Todo cambia, algunas cosas de olvidan, otras se aprenden, algunas personas quedan para siempre en nuestra memoria, aunque ya no estén en nuestra vida o en este mundo, lastimosamente los recuerdos no se pueden abrazar y muchas veces esos pequeños detalles hacen que nos aferremos a las personas, porque sabemos que no encontraremos a alguien igual, aunque digan que todos somos reemplazables y que nadie es esencial, pero solo las personas que hemos perdido a alguien especial, sabemos que realmente son personas que nunca volveremos a encontrar en otras, aunque volvamos a amar, aunque volvamos a vivir sin miedo, sabemos que la herida seguirá allí.

Lecuim fue y será una persona maravillosa, alguien que me enseñó muchas cosas, que me mostró el mundo de otra manera y me ayudó a conllevar la vida de una manera más sencilla, lamento su perdida, era demasiado joven para morir, pero asumo que el destino debía ser así y aunque ya no esté, siempre lo recordaré, incluso hasta la última página de este libro.

Dejé mis pensamientos a un lado y parpadeé un poco para despertar de la melancolía, sin darme cuenta del error que había cometido, pues al cerrar los ojos con fuerza, el rímel que me habían acabado de echar y que aún estaba fresco, se había regado por el borde inferior de mis ojos, quedando como un panda, el cual no ha dormido en mucho tiempo.

—Te dije que tuvieras cuidado. —dijo la chica lejos de enojarse— ¿Estás nerviosa? No te preocupes, todos somos así el día de nuestra boda.

—Sí, lo estoy, realmente tengo miedo de equivocarme y fallar. —aclaré mientras mordía mi labio inferior.

—¿Acaso dudas de tu amor por tu prometido? —cuestionó—. Sí es así, deberías pensarlo dos veces antes de casarte.

—No dudo, es solo que tengo miedo de que vuelva a ocurrir otra tragedia. —respondí con voz baja.

—¿Tragedia? —dudó.

—Sí, mi ex pareja murió antes de casarnos, incluso me quedé esperando en el altar y él nunca llegó, luego me enteré que había muerto. —murmuré a punto de quebrantarme.

La chica me pidió disculpas por haberme hecho recordar eso y rápidamente empezó a consolarme, pidiéndome que olvidará por un momento lo sucedido, que dejara ir el pasado y me concentrara en el presente, ya que si seguía sumergida en mis recuerdos, iba a perder lo bonito del futuro y me iba a arrepentir de mis decisiones. Yo suspiré y decidí hacerle caso a la chica, debía aliviar mi dolor de una vez por todas y empezar a vivir al máximo, pues Lance se merecía todo mi amor, nadie merece ser querido a medias, te quieren completo o que te importe una mierda.

La chica siguió maquillándome, arreglando el desastre que yo había cometido por estar pensando en lo que no debo. Siempre los familiares son los encargados de estar con la novia y organizarla, pero debido a que yo no tenía familia, decidí contratar a una chica y fue mi mejor decisión, pues ella era muy simpática y cariñosa, pendiente de todos los detalles, haciéndome sentir bien mientras me dejaba perfecta.

—Eres muy hermosa, tu prometido es muy afortunado. —comentó de la nada mientras arreglaba el último detalle.

—La afortunada soy yo, Lance es un chico maravilloso. —expliqué.

—Entonces ambos son afortunados. —dijo una voz masculina detrás de nosotras— podrías por favor dejarme a solas con mi futura nuera.

—¡Por supuesto! —exclamó la chica dejándome sola con el señor Worthington.

—Estas muy bella Helery. —halagó.

—Muchas gracias. —agradecí con una leve sonrisa.

—Vine a traerte algo —musitó para luego abrir una pequeña caja—. Es una manilla de plata, era de mi difunta esposa y madre de Lance, ahora es tuya.

—Es muy hermosa. —dije tomándola en mis manos.

—Yo tengo una igual, la mía se la daré a Lance. —informó— a mi esposa y a mí nos dio muy buena suerte, espero que a ustedes igual.

—Gracias por esto —susurré—. Gracias por hacerme sentir de la familia.

—Cariño, eres de la familia, para mi siempre serás como una hija.

La música sonaba con fuerza, las personas se levantaban al verme llegar, algunos sonreían, otros lloran y algunos no hacían gesto alguno, yo caminaba con calma, tratando de no tropezar en mis tacones, aferrándome con fuerza al brazo del señor Worthington, el cual acariciaba mi mano con la suya, tratando de calmarme. Yo suspiraba con pesadez, sintiendo un nudo en la garganta mientras miraba al suelo, incapaz de mirar hacia el frente ya que tenía miedo de que él no estuviera allí, pero todos mis temores se fueron al ver una mano estirada frente a mí, rápidamente la tomé y alcé mi rostro, encontrándome con una sonrisa cálida, era Lance, mi Lance.

El padre empezó a leer el libro que sujetaba en sus manos, mientras las personas a nuestro alrededor tomaba asiento, nostros seguíamos sujetos de la mano, ya que si me soltaba iba a sentir que me iba a desmayar, si lo sé, era demasiado dramática y realmente no sabía si todas las novias eran iguales o era por culpa del embarazo, ya que eso hacia que estuviera más sensible, por eso agradecía sentir la mano de Lance sobre la mía. 

—Muy bien, repitan conmigo. Yo, Lance Worthington...

—Yo, Lance Worthington, te quiero a ti, Helery Maddox, como esposa y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida. —dijo con firmeza mientras me miraba fijamente, luego sonrió y siguió hablando— prometo no dormirme cuando pongamos nuestra serie favorita y obligarte a que vuelvas a verla debido a mi mal compromiso. Prometo aguantar tus extraños gusto musicales aunque me vuelvan loco. Prometo ver las pelis de terror que tanto te gustan y yo odio, debido a ser más débil que tú. Prometo disfrazarme de tu personaje favorito en el estreno de las películas que tanto amabas, así me verás a mí y no al protagonista. Prometo reponer el papel higiénico siempre, así no tendrás que llamarme para que te lleve un rollo.

—Lance... —murmuré mientras reía y lloraba, ese chico definitivamente era perfecto.

—Muy bien Lance, ahora es tu turno, repite conmigo, yo Helery Maddox...

—Yo, Helery Maddox, te quiero a ti, Lance Worthington, como esposo y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida. —repetí, luego sonreí y lo mire— prometo hacerte reír con mi torpeza. Prometo aprender a cocinar y cocinarte algo más que ensaladas, que aunque me queden muy ricas, se que debo hacer algo más. Prometo sacar la ropa de la lavadora lo más pronto posible, así irás a la oficina perfecto. Prometo no desesperarme y enfadarme cuando no pares de roncar en toda la noche. Prometo saltarme la dieta una vez a la semana para ir a tu hamburguesería favorita, sería un buen plan para los fines de semana y sobre todo, prometo que siempre estaré ahí, en las buenas y en las malas.

—Te amo Helery.

—Te amo Lance.

—Muy bien, Lance, puedes besar a la novia.

Nuestros labios se unieron en una sincronía perfecta, mientras los demás empezaban a aplaudir y a felicitarnos a la distancia, realmente era la persona más fácil del mundo, por fin había cumplido mis sueños y aunque no todo haya sido color de rosa, siempre debes recordar algo. Dios le pone las batallas más difíciles a sus mejores soldados, porque nada es gratis y debes luchar por un mejor mañana.

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