Fin

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Helery

Mi cabeza dolía, tenía muchas náuseas, me sentía débil y cansada, como si un tractor me hubiera pasado por encima, trataba de abrir los ojos, pero estos no respondían a mis órdenes, pues se sentían pesados y cansados, como si no hubiera dormido por años, traté de tocarlos con mis manos, pero estas estaban atacadas o eso suponía ya que no las podía mover, al igual que mis piernas y mi cuerpo. Después de intentar por unos minutos más, al fin pude abrir mis ojos y al hacerlo, pude observar una escena realmente terrorífica.

No podía creer lo que estaba viendo, pues me encontraba amarrada a una cruz, mis manos estaban extendidos, amarradas en las muñecas y mis pies estaban uno encima del otro, amarradas lo suficiente como para ponerse morados y debajo de mí, habían palos secos, perfectos para prender fuego. Luego de observar todo eso, alcé mi vista, encontrándome con Mónica, la cual sostenía un libro pesado, mientras me miraba fijamente, sonriendo descaradamente, como si todo esto la llenara de felicidad.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —pregunté con un nudo en la garganta—. Libérame ahora mismo.

—Te quedaste con todo lo mío. Mi prometido, la empresa, el dinero y ahora esperas un hijo. —dijo entre dientes— me trataron de loca, diciéndome que las brujas no existían y me medicaron hasta dejarme inconsciente, despertaba asustada y adolorida, pues esos malditos que me suministraban medicamentos, me violaban hasta el cansancio.

—Mónica, de verdad lamento todo esto, pero yo no tengo la culpa de nada. —hablé con voz calmada.

—La bruja me prometió libertad y poderes, a cambio de acabar contigo. —informó.

—¡No le creas! Ya viste como acabo Carolyn, no cometas el mismo error de ella. —exclamé, tratando de hacerla entrar en razón.

—Es mejor estar en manos del diablo que en su camino. —musitó.

Seguí tratando de convencerla, pero sencillamente todo era inútil, Mónica estaba demasiado cegada por el odio y el dolor, acusandome de todas sus desgracias y de cierto modo fue así, tal vez Mónica hubiera tenido un mejor futuro al lado de Lance, pero yo lo amaba y ella solo lo utilizaba ¿Acaso el amor es un delito? Quizá lo sea, pero no cuando hay dos caminos; uno que nos lleva a una persona interesada, con beneficios propios y otra que nos lleva a un amor puro, duradero, donde seremos felices hasta que la muerte nos separe.

Mi voz había quedado ronca de tanto gritar por ayuda y de tanto hablar, tratando de convencer a Mónica, pero todo lo anterior había sido inútil, Mónica estaba dispuesta a acabar conmigo, aún no tenía señales de vida de Lance y aún temía por su vida, mi mundo se estaba cayendo a pedazos. Cuando todo marchaba también, llegaba algo a arruinarlo, ahora iba a morir junto a mi bebé, sin poder hacer nada al respecto.

—Espero que estés lista, tu fin a llegado. —susurró.

—¡Mónica por favor! —grité con mis últimas fuerzas.

—Potestatem enim mihi concessam dono huic mulieri et filio eius in escambium ad plenam vitam, pro potestate eius quod desideratum est. —empezó a leer el libro, mientras sostenía una antorcha con su mano libre—Veniant omnes boni et mali veniant cum morte! Dixi: Manifesto et verum sit.

Después de leer la página, Mónica lanzó la antorcha a los palos secos, encendiendo todo con facilidad, rápidamente empecé a gritar desesperada, pero el fuego empezaba a extenderse y el humo comenzaba a asfixiarme, hasta el punto de dejarme sin fuerzas para luchar. Mónica siguió leyendo el libro en voz alta, pero sencillamente ya no la escuchaba, pues estaba demasiado débil para ser consciente de la realidad. 

Después de unos minutos, a lo lejos pude escuchar unos estruendos, provenientes de donde se encontraba Mónica, alcé un poco la vista y la observe en el suelo, siendo atacada por algo o por alguien, traté de ver más allá del humo, pero era inútil, el calor era insoportable y el humo había entrado hasta mis pulmones y sin poder hacer nada más, todo se volvió negro.


Desperté de golpe, mirando todo con temor, creyendo que estaba muerta o algo por el estilo, pero solo pude observar una habitación blanca, una máquina que hacía demasiado ruido y cables por todo mi cuerpo, seguí mirando, hasta llegar al sillón, donde estaba Lance y Lecuim, profundamente dormidos, se veían realmente tiernos y sin darme cuenta, me encontré sonriendo.

Después de unos segundos, los chicos despertaron y al verme también despierta, se levantaron del sillón y se acercaron, estaban felices de que estuviera bien y yo lo estaba más al verlos. Lecuim y Lance eran mi vida, no podría vivir sin ellos, siempre estaban cuidándome y gracias a ellos seguía con vida, no me alcanzaría la vida para agradecerles, estaba realmente bien con su compañía, hasta que me acordé de algo muy importante.

—¡Mi bebé! —grité con preocupación.

—Tu bebé está bien. —informó el doctor entrando a mi habitación— realmente es un milagro, los estudios señalan que no podías quedar embarazada, es como si ese bebé fuera un regalo del cielo.

—Realmente lo es. —susurré mientras acariciaba mi vientre.

—Te felicito Helery, ahora si me disculpan, iré a realizar todo para el alta. —dijo para luego salir. 

—¿Qué ocurrió con Mónica? —pregunté una vez que estábamos los tres solos.

—Lecuim le destruyó el cráneo. —contó Lance con un poco de asco.

—En mi defensa diré que era la única forma de acabar con ella — murmuró—. En fin, Mónica quería ofrecer un tributo, a cambio de poder y que mejor oferta que una madre y un ser puro e inocente, como lo es tu bebé.

—Lo importante es que ahora ella está muerta y tú estás bien. —articuló.

Sonreí tras las palabras de Lance, las cuales me dieron fuerzas para continuar, ahora todo estaba bien nuevamente, Mónica estaba muerta y aunque la bruja no daba señales, sabíamos que no nos iba a molestar por un largo tiempo, pues todos sus secuaces estaban muertos y ahora ella estaba débil y sola, así que tendríamos mucha paz.

—Debo irme y esta vez para siempre. —confesó Lecuim— he burlado mucho a la muerte, viniendo a la tierra a pesar de no estar vivo.

—¿No hay manera de que te quedes? —cuestioné con tristeza.

—Tranquila, te prometo que te estaré cuidando, además, ahora tienes aún buen chico a tu lado y sé que serás muy feliz —manifestó— bueno, debo irme, adiós Lance, cuidala mucho y adiós Helery, nos veremos en otra vida.

Fin. 

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