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Querido Alan:

Ya estabas en tu hogar.

Te iba a visitar a diario. Veíamos películas, jugábamos videojuegos, leíamos comics. Mi favorito era la de Kick-Ass.

Sin embargo, quería saber muchas cosas. Sobre tu repentino gusto por fumar, por ejemplo. Tu ropa olía a ese asqueroso humo.

No me resistí y pregunté. Tu rostro cambió y te rascaste la nuca nervioso. Dijiste que fumar era bueno para calmarse y me indigné.

¿Quién te había metido semejante tontería?
Cambiaste de tema, no querías seguir, pero yo sí.

Quise saber sobre Sofía. Y te volviste a rascar.

Parecía que tenías una nueva manía.

Me pediste que lo olvidara y me enojé contigo. Te reclamé por todo.

La primera vez que me dejaste plantada. Eso me dolió más y no querías hablar de ello. Yo lo ansiaba con toda mi alma.

Pero tú, simplemente lo evitabas.
Me evitabas.

Ya no éramos nuestros confidentes al parecer.

Me levanté dispuesta a irme, pero me detuviste mientras sostenías un paquete en tu mano.

Un regalo.

Por dentro sentí cosquilleos, no lo olvidaste. Pero seguía molesta así que no lo acepté y salí furiosa porque me quisieras comprar.

Un regalo solucionaba todo, sí claro...
Como si fuera tan fácil.

En la escuela no te vi. Creí que habías faltado pero descarté la idea al abrir mi casillero.

Ahí estaba de nuevo... el regalo.

Me aseguré que nadie me veía y me fui al baño con él.

Era pequeño, cabía en la palma de mi mano.

Un relicario de plata con la cadena fina y en forma de corazón era lo que tenía. Lo abrí y adentro había una fotografía de Nancy, tú y yo de niños y otra en dónde estabas solo.

"Para mi mejor amiga, Amelia. Gracias por cuidarme, preocuparte y velar por mí. Felicidades.
Te quiere, Alan"

Eso, decía la tarjeta que contenía adentro. Recuerdo cada palabra porque era una esperanza a que todo seguía igual. Decías que era tu mejor amiga, que me querías...

Deseaba creer que nada cambió. Que seríamos los mismos chicos de siempre. Por eso me lo puse y me gustó como se veía en mi cuello, estaba feliz y ansiosa por darte las gracias.

Pero al salir de clases, todo quedó olvidado.

Te encontrabas reunido con el grupo de Max. Los problématicos y fumadores de todo el colegio, (al menos ya sabía de donde provenía tu gusto por el tabaco).

Max palmeó tu espalda riendo y tú, devolviste la sonrisa.

Los demás se carcajearon y supe que te estaba perdiendo y que tenía que recuperarte pronto.

Tuya:

Amelia.

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