Querido Alan:

A largo de mi vida, nunca había dado un beso. Tampoco es como si me hubiesen dado ganas de la noche a la mañana. Siempre pensé que mis labios estaban bien sin otros que los aprisionaran.

¿Sabes? Un día leí en internet que la saliva de alguien en tu piel dejaba bacterias hasta por un mes, aún con todo el jabón y desinfectante del mundo. Y si a eso le sumábamos saliva entrando directo a tu boca... pues mis ganas de besar eran totalmente nulas.

Pero si meditaba en sufrir eso con alguien desconocido, sabía que el primero quería dartelo a ti. Pero eso no sería posible.

Max, Max... él, te quitó el lugar que yo deseaba que ocuparas.

Fue.. extraño. No, común. Esa palabra lo definía mejor.

Entendía que el acto de compartir ADN con otra persona era algo importante. Y que debías sentir algo.

Bueno, a pesar de indiferencia, no sentí nada. Sentía más con una sola de tus miradas. Esas, me hacían vibrar por dentro y fuera.

Sin embargo, no lo detuve.

¿Por qué? Quería ver lo que la gente veía. Lo que tanto decían que se disfrutaba. Pero no lo logré, a pesar de que me estrujé los sesos imaginando que eras tú y no Max.

Lo separé de mí. Eso era patético. Yo era patética. Estaba alcanzando el culminante e inalcanzable punto de mayor estupidez de toda la Tierra. Ese al que tú habías llegado desde tiempo atrás. Bueno, ya iba pisándote los talones, amigo.

Max sonrió y se fue sin decirme nada. Ni reclamarme, nada.
Si su beso no ocacionó nada en mí. El misterio que daba y su extrañeza lo remplazaba todo.

Suspiré agotada.

Estaba cansada de fingir que me sentía atraída por Max para darte celos.
Estaba cansada de que me ignoraras.
Estaba cansada de todo. De ti.

Sabía que no debía jugar con fuego. Max era fuego y me quemaría tarde o temprano.

No me importó.

Si yo me quemaba. Tú arderías conmigo.

Siempre tuya:

Amelia.

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Hola ya volví :D las quiero