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Epílogo

(Un mes después)


Para no aplastarles la cara a los dos agentes que conforman su equipo, Jungkook respiró hondo hasta que las aletas de su nariz se expandieron ridículamente. Por supuesto, ninguno de sus compañeros dio indicio de intentar burlarse; precavidos del posible estallido de Jeon.

—¿Cómo es que él consiguió una hamburguesa y ustedes ninguna respuesta?

La agente Kim Chanmi lo observó debidamente ofendida mientras tamborileaba las uñas en el vidrio que daba a la sala de interrogatorios. 

—Estás consciente de que este infeliz no sabe una mierda y nos echas el fardo a nosotros –acusó, positivamente aterradora, mientras su otro compañero, Son Hyunwoo, asentía aburrido—. Ha venido apenas por ti, y solo contigo quiere platicar. Hazte cargo, Jeon, y déjanos buscar información útil.

—Esto es útil –se encaprichó Jungkook, viendo escurrirse el caso y su credibilidad a medida que los minutos corrían y el sospechoso que capturó jugaba con ellos.

Hyunwoo habló esta vez:

—Pruébalo, da igual. ¿Sabes que el CEO del antro está saliendo del país? –Jungkook negó—, pues lo está, y mientras permanezca fuera bajo la protección de su ciudadanía estadounidense, debemos movernos y encontrar pruebas que ameriten una orden de captura internacional. Hasta entonces, encárgate de rastrear rutas de desvíos de fondos y no de delincuentes locales que pretenden estar en el negocio apenas por un poco de atención, ¿sí?

Cuando Jungkook entró a la sala de interrogación, lo hizo el doble de molesto que hace unos instantes. El sospechoso en cuestión, Lee Jooheon, sonrió satisfecho al verlo allí. Dos simpáticos hoyuelos trajeron un mal presentimiento, pero ignoró esto con disimulo sabiendo que era observado por su equipo detrás del falso espejo.

—Hasta que me envían al hombre correcto –conversó con gracia Jooheon, apoyando los brazos en la mesa en una postura encorvada y para nada defensiva; lucía incluso relajado, confiado y esto aumentó la cautela en Jungkook—. No me veas tan feo, juro que soy de ayuda.

—No lo has demostrado y cierto es que mientras más pasas aquí, más encontramos material para encerrarte sin trato alguno.

—¿Por qué? ¿Un poco de Mary Jane? Saldré pronto, no me preocupa.

—¿Y qué sí conmueve tu actitud? ¿Acaso algún sentimiento de heroicidad? 

—¿Se les llama héroes a los soplones? –Jooheon silbó—. Con que esto se siente –echándose hacia atrás en la silla, estudió a Jungkook—. Eres buen tipo, ¿cómo es que acabaste liado con...?

Nervioso, lo interrumpió:

—Deja de decir estupideces y dime quién es el contacto de Tuan en Mokpo. 

—¿Por qué lo haría? –Jooheon se entusiasmó ante el bufido de irritación de Jungkook—. ¿De verdad esperas que lo suelte y ya?

—Limpiaremos tu expediente de los últimos... tres meses.

—¿Tres? ¡Eso no es suficiente! Llevo en las calles desde los siete, hombre, dame más –protestó con un insultante mohín adorable, sin embargo, una mueca delató dolor cuando se acomodó recto en la silla—. Si lo haces, Jeon Jungkook, prometo darte información jugosa.

—No te dirijas a mí con tales confianzas.

Lee Jooheon meneó la cabeza, envejeciendo repentinamente por la derrota en sus hombros caídos; su cabello castaño opaco de suciedad todavía pudo obtener un brillo bajo la fluorescente iluminación del cuarto. No parecía dispuesto a pedir ayuda, si es que estaba herido.

—Él tenía razón, apuesto que no... diablos, jodido imbécil bocón –dijo, riendo graciosamente y esperando captar el interés. No pudiendo leer tal en la expresión neutra del agente, siguió—. Que sean seis meses, especialmente el mes anterior. Hijo mío, ¿puedes sacar lustre a mi historial de participación en las protestas? Eso sería de su parte una grata cortesía y parte de lo charlado antes que caiga en este sitio. 

Algo se estaba perdiendo, pero Jungkook sabía que si cedía a preguntar Lee Jooheon no hablaría hasta tener años y años de delitos borrados. 

—Cuatro meses, y si debes presentarte a declarar por los incidentes frente al congreso no hay nada que podamos hacer para librarte.

—¿Ni siquiera si digo quién me arrastró aquí? Creo que le conviene particularmente mi testimonio favorable al puto sádico ese –vuelta a enderezarse, Jooheon bajó la voz aunque esto fuera inútil puesto que detrás del cristal oirían de todas formas—. ¿La coacción no vuelve inadmisible cualquier declaración? Pregúntale a tu noviecito si no puede librarme de la audiencia y seré tan agradable y charlatán como requieran.

Jungkook salió echando humo de esa sala.





Kim Seokjin no mantenía la puerta cerrada a menos que se escondiera de sus responsabilidades. Jungkook aprendió en ese mes junto que la mejor manera de embaucarlo y lograr que haga lo que debe es ofrecer una recompensa. En su caso, algo de índole sexual. Predecible y efectivo.

—¿Sobre el archivero dices?

La puerta no había tardado más de tres minutos en abrirse y pronto Jungkook fue envuelto en brazos y una boca tomó la suya y ¿qué era lo que había ido a buscar? ¿Una lengua? Posiblemente no era eso, pero sorbió la de Kim Seokjin en su boca a la par que movía los brazos para que le quitaran la chaqueta.

La pared en su espalda fue lo único que lo mantuvo consciente del lugar y le recordó que estaban en SIN y que se trazó una línea de no sexo en el trabajo. Con reticencia, dejó de probar el té de hojas verdes en la boca de Seokjin y miró a este, con un atractivo rubor y los cabellos levantados, mostrando esas impresionantes cejas que se carga.

—Voy a matarte –amenazó sin un ápice de credibilidad, puesto que estaba acariciando el pecho de Seokjin, concretamente advirtiéndole a esos botones que dejaran de estorbar en medio. 

Todo en Kim Seokjin era tan increíblemente seductor que le generaba a Jungkook una reacción agresiva y pasional. Desde su cabello peinado con estilo alto –ya había mencionado lo de las cejas, pero anda, que verlas encorvadas en diversión las volvía imposibles de ignorar—; su ropa que apestaba a suavizante caro y fragancia asquerosamente elegante, sensual; hasta el modo en que se arremangaba para que se lucieran sus antebrazos. Y no llevar el saco, que era también un modo de provocación porque de frente encontrabas un pecho imponente y de espaldas dimensionabas cuán peligrosamente anchos eran sus hombros –de los que Jungkook no temía en colgarse—. Luego estaba su rostro, que podía ver por horas como al mejor cuadro exhibido en un boulevard de arte, el que lo dominaba una boca de considerable volumen –y tan jodidamente besable—, una nariz ancha lo suficientemente simétrica para esas mejillas tersas y esos pequeños ojos oscuros y traviesos que ahora le devolvían la mirada con desafío y pregunta.

¿Qué se preguntaban aquellos ojos suyos?

—¿Vas a desnudarte o tendré que hacerlo yo? –y las manos de Seokjin se movieron con una decisión tomada.

Seokjin le desprendió el pantalón, pero no se lo bajó, sino que coló las manos hasta agarrarle las nalgas. Sentía las palmas tibias contra la helada piel de su culo. ¿Era ese instante donde entendía que aquella fascinación por sentirlo cerca podía justificarse como una necesidad básica? Sí, claro: Abrigo. Restando sentimentalismos, y hundiéndose en la negación. 

Barriendo con los labios su flequillo, Kim Seokjin le besó en la frente una última vez antes de apartarse y dirigirlo al lugar que Jungkook había sugerido cuando no se le ocurrió qué más decirle. Como un muñeco –cosa que Jungkook encontró graciosa y estúpida— el jefe de antidisturbios lo encaró al archivero, le ayudó a posar las manos sobre la superficie que apenas le superaba la altura de los muslos y le animó a inclinarse. Al siguiente momento, las mismas manos que lo ordenaron estaban en su trasero, apretujándolo con ansias.

—¿Seokjin? –consultó Jungkook, aguantando una risa cuando este bajó para besarle ambos cachetes como a un pequeño que se ha ganado un dulce.

Con estos gestos sencillos, y de deliberada burla, Kim Seokjin se salía con la suya. Pero no había que apenarse por Jungkook, quien empujó el culo hacia afuera para darle a entender que hiciera algo más que apenas lamerle, chuparle, las nalgas y morderle la unión con el muslo. 

Entonces, el nunca obediente, pero convenientemente anfitrión, le separó los globos que se habían calentado con las atenciones, para pasar la lengua por lo largo. Aunque el foco de atención fue la impaciente entrada de Jungkook, que se dejó humedecer y estirar con la lengua y dos dedos, porque las prisas que llevaban eran contagiadas de la ajetreada jornada laboral del lunes.

Extrañó sentir la piel de Seokjin frotándose con la suya, pero la ropa de trabajo jugaba a la fantasía y a la libido de óptimas maneras. ¿Y en serio Seokjin iba cargado de condones para emergencias como dijo? Pues, al parecer, sí.  Qué alivio. 

El jefe antidisturbios, con una mano lo ancló contra el archivero de metal, mientras se hundía en Jungkook. Siseó contra su oreja algo que sonó como divino, pero pudo ser una maldición que a Jungkook no le importó más allá del escalofrío que le provocó.

La intrusión no perdió esos segundos de anticipación, de resistencia y de aceptación; como un ritual tan antiguo, el cuerpo de Jungkook se abrió para la invasión de Kim Seokjin. Fue en un solo movimiento, y luego se mantuvieron quietos y abrazados porque en ese tiempo que llevaban saliendo la intimidad comenzaba a desplazarse del cómodo nos estamos conociendo a nos estamos sintiendo a gusto juntos que exigía cierto compromiso del que no charlaron todavía. 

Ceremoniosamente, las manos de Kim Seokjin corrieron por su ropa, quedándose en su abdomen y subiendo hasta el pecho donde, por sobre la tela, buscaron las duras colinas de sus músculos. La respiración de Jungkook se quebró ante esto y por reflejo apretó su cuerpo.

—Si tengo que partir de esta vida, no encontraría otro mejor modo que estando dentro de ti –para ser un imbécil, Jungkook le perdonó el intento de romanticismo.

Las caderas de Kim Seokjin temblaron por su propia risotada, pero más que este desliz travieso, no hubo otra interrupción. Ya con la experiencia de encuentros anteriores, las penetraciones se encaminaron rápidamente en el ritmo que hacía a Jungkook jadear y gemir. Y con lo que también reconocía de sus uniones previas, Jungkook se abrió más de piernas y atajó cada golpe con su fuerte ofensiva. 

El sexo sería lucha, pero también mimo, porque en plena contienda se chocaron en un beso.

A todo esto, Jungkook no había siquiera sacado su miembro, que por fortuna pudo evitar golpear contra el archivero; mas fue como una ocurrencia que llevó la mano hasta allí, perdiendo estabilidad, pero ganando soporte al echar el peso en la superficie metálica. Se acarició con crueldad, porque no podía evitar recordar que esto no era parte de su resolución y aún así, ¡puta madre!, se sentía tan bien que gimió como un cachorro cuando Seokjin se detuvo para salir y volverse a meter, dos, tres, cuatro veces hasta que lo aplastó y le chupó la nuca, el cuello, la oreja.

—No voy a durar mucho –advirtió en reproche Kim Seokjin.

—¿Y me culpas por ello? 

Dividido entre la indignación y el regocijo, Jungkook se pajeó sin piedad, pero resistió más allá del orgasmo del jefe antidisturbios. A este le superó el modo en que lo oprimían las paredes de Jungkook, quien adrede mantuvo su cuerpo tenso, y latió dentro del condón antes de retirarse. Jungkook quedó expuesto, sintiendo estirado su culo más allá de lo que sería correcto en la oficina, pero disfrutó cuando Seokjin lo recogió y lo ayudó a trepar sobre el archivero. Lo sentó allí y procedió a chuparle el pene con voraz apetito. Quiso preguntarle si acaso había desayunado ya, pero su capacidad oratoria la cedió a los golosos sonidos de Kim Seokjin que no tardó en impulsarlo a la culminación.

Satisfecho, Jungkook vio cómo Kim Seokjin lamía los dedos donde parte de su eyaculación se derramó y no se apartó cuando este lo besó y compartió un poco de su bocadillo. Se besaron perezosamente, y Jungkook no admitió que le gustó el abrazo que se dieron hasta recuperar el aliento, pero no engañó a nadie la sonrisa que ocupó su rostro.

—Lo siento –dijo Seokjin, distanciándose para tomar su cara y la apreció bajo la luz bajo consumo de la oficina que poco favorecía a las ojeras que marcaban sus noches de insomnio y trabajo—. Lamento lo que sea que hice ahora.

—Sabes qué has hecho –pero no imprimió enojo en sus palabras porque el modo en que el otro lo observaba le causó un calorcito en el pecho—. No importa ya, solo no vuelvas a hacerlo.

Jungkook se colgó a los hombros de Kim Seokjin y le perdonó los torpes intentos de ayudarlo en su trabajo. Lo besó, para que no se le ocurriera al otro decir otra tontería. No entendía cómo es que permitía que este torciera las cosas de esa forma, tan poco éticas y con evidente intención de faltar el respeto a las normas, pero sí podía comprender las intenciones tras esto. 

Kim Seokjin era complicado de entender, pero tan fácil de querer que siendo un total imbécil resultó conquistarlo. ¿Y para qué iba cambiarlo ya? No había condición para el cariño, entendió, y tuvo una revelación en lo que le ayudaba a bajar y ordenarse la ropa: no había marcha atrás, estaba perdido.

—¿Vamos a almorzar?

—Por supuesto... espera, ¿tu leche tiene muchas calorías? –Dijo, logrando que Jungkook enrojeciera mientras salían al pasillo—. Es que quiero iniciar un régimen y...

—¡No te soporto!

Mentiroso, se dijo, y sonrió ante el guiño descarado de Kim Seokjin.





Nota:

¿El epílogo es una vil excusa para romper la resolución de JungKook de no sexo en la oficina? El epílogo es una vil excusa para romper la resolución de JungKook de no sexo en la oficina.

Soy positiva sobre el extra, así que, mañana, o pasado, o pasado de pasado, estará. Amén por mis datos.

La canción del multimedia creo que le queda a estos dos chiquis.

:)

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