déjà vu

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

❝ DÉJA' VU ❞

RUSSO LLEGÓ CORRIENDO AL LADO de Jackson, colocándose su bata blanca, estirando las arrugas y colgando su credencial, ató su cabellera ondulada en una coleta, enredando los dedos en ellos en el proceso. Soltando un quejido lo saludó.

—Hey, llegas tarde—fue su escueta respuesta.

Liv trató de caminar a la par de él por el pasillo hacia urgencias, quien enfurruñado oía como todos esperaban la llegada de April. Dando largas zancadas, Russo apresuró el paso.

—Había demasiado tráfico y mi alarma no sonó.

—Mentirosa—acusó—. Eso no es muy propio de ti...

—Cállate...—Liv empujó el brazo de Jackson—. ¿Por qué sigues tan molesto?

—¿Por qué todo el mundo cree que tiene asiento de primera fila en mi vida privada?—gruñó.

Russo sintió el impulso de decirle que se encontraban en el Grey Sloan Memorial, lo cual era una respuesta bastante acertada a la situación. Donde las paredes eran de papel y los rumores parecían volar en todas direcciones posibles. De vuelta a la secundaria...

—Ellos no saben lo que tú, Jackson.

—Y no deberían. No es su problema.

—No te estreses.

—Es fácil para ti decirlo.

—Hey, deja de gruñirme. Yo no tengo la culpa de que todos se enteren de todo lo que sucede aquí.

Jackson cambió de pronto su serio semblante y ocultó una sonrisa detrás de una mueca. O lo intentó.

—Es cierto... no soy el único en boca de todos. Eso me tranquiliza.

Liv frunció el ceño.

—¿A qué te refieres?

—¡Averígualo!

—¡Avery!

Giró en una esquina, dejando a Liv parada ahí, a la deriva con la duda encendida y bailando en su mente. 

—¡Jackson!—gritó.

Él la ignoró y continuó caminando.

—¿Tú sabes a que se refiere?

Preguntó, apuntando a Avery en el momento que Callie llegó a su lado.

—Oh, amiga...

—¿Qué?—cuestionó—. ¿Por qué hacen eso? dejarme con la duda. Los odio a todos.

Callie le pasó el brazo por los hombros y la apretó hacia su cuerpo. Liv se separó riendo.

Torres alcanzó a darle un pequeño empujón a Liv y rio como si tuviera cinco años. Ella negó con la cabeza y caminó en dirección contraria para encontrarse con Robbins.

—Arizona—saludó—. Me llamaste.

Robbins no volteó, estaba frente al tablero de anuncios, mirando fijamente lo que Liv supuso, su volante. Saltó y se ubicó a su lado.

—¿Por qué nadie quiere vivir conmigo?

—¿Me llamaste para preguntarme eso?

—Mi volante está bien, es llamativo, bonito, colorido, es estéticamente atractivo en todo sentido. Está ubicado en un buen lugar, pero nadie ha tomado un talón... han tomado de todos los demás—señaló—. Deberías tomar uno...

—Arizona...

—¡Oh! oí acerca de tu amigo—mencionó, olvidando su volante por unos segundos.

—¿Qué amigo?—ella la miró.

—Los internos hablan, son muy chismosos. Dicen que uno de sus compañeros se esconde de una titular y ella de él, ¿Eres tú esa titular?

Liv boqueó.

—No—negó firmemente—. Los internos no son mi problema, son de sus residentes.

—Mmh—meditó—. Mis oídos oyeron cosas, pero también vi—enfatizó—, cosas. Y Callie igual lo hizo, lo cual me hace parecer menos loca. Cabe mencionar que Edwards estuvo ahí, para dar mayor credibilidad a mi argumento...

—Arizona...—murmuró Liv cansada.

—¡Oh, vamos! ... ¿Es un viejo conocido? ¿Viejo amigo? ¿Viejo novio? ¿Viejo amante?

—Viejo amigo.

—¡¿Es todo?!—se exaltó, asustando a Liv.

—Es todo, Arizona.

—Los rumores han sido exagerados un poquito entonces...—murmuró en voz baja.

—¿Qué rumores?

—Es hermoso, Liv—la ignoró—. Su cara es un monumento masculino heterosexual digno de admiración...

—¡Arizona!—interrumpió—. ¿Qué rumores?

—¡Russo!—llamó Callie llegando hacia ellas—. Te necesito.

Arizona dejó un golpecito en su brazo, dejando nuevamente a Liv con la duda incrustada en lo más profundo de su cabeza. Se concentró en Torres.

—¿Qué tienes?

Ella colocó una radiografía frente a su vista a contra luz.

—Dos niñas, lesiones múltiples y complejas, Jessica y Aliyah , se arrojaron frente a un tren en marcha...

—¿Suicidas?—preguntó Liv consternada.

—Un par de niñas enamoradas.

Liv suspiró y notó la comprensión en los ojos de la doctora Torres.

—Jessica está en preoperatorio—explicó—. Y aún necesito hablar con sus padres. ¿Quieres oír una estupidez? Su madre planea enviarla a un campamento para que de esa forma "le quiten los pensamientos homosexuales"

—¿Es broma, cierto?

—Ojalá lo fuera—gruñó.

—¿Quieres que hable con ellos por ti?

—No—negó firmemente—. Los detesto por lo que tratan de hacer con su hija, pero seré yo quien hable con ellos, gracias.

Torres dejó las radiografías en manos de la doctora Russo y con paso firme se dirigió a la sala de espera. Liv la siguió.

Los padres de Jess se levantaron deprisa ante la presencia de los doctores de su hija. Torres, Karev, Pierce y Russo.

—¿Padres de Jessica Tanner?—consultó Liv. Asintieron—. Jessica tiene fracturas múltiples en su cuerpo debido al trauma, afectando mayormente su pierna izquierda en dos partes. Requiere cirugía inmediatamente o podría perder total movilidad de ella.

—También requiere una exploración abdominal, para encontrar el origen de la hemorragia—puntualizó Alex.

—Jess también tenía sangre en los pulmones—agregó Pierce—. Por lo que tuvimos que drenarlos.

Explicaron con mucho detalle los procedimientos de los que ella requería y el tratamiento previo. Una vez hecho, los dejaron, Torres dejando implícita la promesa de mantener a ambos informados del más mínimo detalle, para su tranquilidad.

Al momento de darles las espaldas, la exaltada madre comenzó a disparar comentarios hacia su ya asustado esposo, deteniendo el caminar de todos.

Maggie, Alex y Liv se miraron entre sí, notando la tensión en el cuerpo de Torres.

—Callie...—advirtió suavemente Russo al ver lo que planeaba hacer.

—Tranquila—murmuró Pierce.

—¡Torres!—llamó Karev. Pero ya era tarde.

Callie bajó escalón por escalón, iracunda. Ellos la siguieron.

—Disculpe—interrumpió ella—. Creo que usted no tiene idea alguna de cómo son esos sitios. Sé que intenta ayudar a su hija, pero ese tipo de campamentos no son el lugar adecuado para ella, para nadie en realidad... Sé que quieren apoyarla y aman a su hija...

—¡Por supuesto que la amamos!—recalcó la madre—. ¡Amamos a nuestra hija! ¡Nuestra!—enfatizó—. Así que esto no es de su incumbencia.

Liv vio a Torres apretar los puños.

—El miedo de su hija a ese horrible lugar la llevó a saltar frente a un tren en primer lugar, ella no se siente segura...

—¡Usted no quiera darme consejos sobre paternidad, doctora!—gritó—. No tiene ningún derecho a hablar sobre la educación de mi hija.

—Jess tiene miedo—se dirigió a su padre—. Y tiene toda la razón de estarlo, esos sitios solo sirven para hacer daño. Sitios como esos son sinónimo de maltrato infantil... la dañaran mentalmente y emocionalmente... 

—Torres...—calmó Karev.

—Doctora, usted está aquí para una cosa, y solo una cosa—moduló calmando su temperamento—, curar las lesiones de mi hija, ayudarla y nada más. Así que procure callarse y hacer el trabajo que se supone debe hacer, sanar a Jessica.

Torres les dirigió una acida y ultima mirada a ambos padres, y decidió dar media vuelta. 

—¿A donde cree que va?—bramó la señora Tanner.

—Como usted dijo, a ayudar a su hija.



─────※─────

Luego del casi altercado de Torres con la madre de Jessica, se prepararon en silencio y entraron al quirófano.

 —Esa mujer es una bruja—gruñó Callie, a la par de una cauterización en el tejido dañado—. Se ensaña con su propia hija, y no me obligues a hablar del padre, es un inútil, un total y completo inútil. 

—La pobre chica no tiene quien la apoye—agregó Alex.

—¿Por qué hacen algo así?—preguntó Maggie con un movimiento de manos—. Es decir, ¿Cómo hay gente capaz de hacer cosas así?

Torres suspiró y su mirada la dirigió a Karev, quien confundido movió la cabeza.

—Eras un hostigador, ¿O me equivoco?—preguntó Liv.

—Te he visto intimidando gente por años, Karev—aclaró Torres—. Intimidando internos, intimidando enfermeras... ¡Lo hiciste con George!

—Lo hiciste conmigo cuando llegué...—agregó Liv monótamente.

—Y me disculpé... Más de una vez, por cierto.

—Eso era envidia, Karev—se burló Russo.

—Pues, lo que es yo—habló Callie—. Nadie intimidaba a Callie Torres, nadie.

—¿En serio?—quiso saber Maggie.

—Tuve que aprender a pelear, fui un blanco fácil durante un tiempo. Tornillo de titanio, por favor—pidió y continuó—. Cuando golpeas a uno, el resto comprende...

—Los dos eran hostigadores...—murmura Pierce. Sacando su propia conclusión.

—¡No!—niega Callie, defendiéndose —. Lo mío era defensa propia.

—La gente como ustedes me llamaba "Gusanito" porque era mucho más joven... más pequeña también, y más inteligente que ellos. ¡Oh! y ni hablar de mi ceceo, mi ceceo era el blanco principal de todas sus burlas, así que me llamaron "Gusanito Pierce"

—Eso es lindo—dijo Callie, riendo con Karev.

—No era lindo cuando gritaba por ayuda para que no bajaran mis pantalones frente a todos en el patio, o los gritos cuando me encerraban en el deposito y me encontraba la policía al día siguiente. Si quieren saber por qué un abusador lo hace, es solo porque pueden, gente como esa nos hace sentir tan solas, pequeñas y vulnerables. Intimidar los hace sentir mejor sobre sus tristes y patéticas vidas... pero ustedes no—recalcó simpáticamente—. Ustedes son geniales... ahora. 

Sus amigos le dieron una mirada de compasión y empática a Pierce. 

—A mi me llamaban "cuatro ojos"—agregó Liv, terminando de suturar minuciosamente—. Lo cual no era original, no era nuevo, o atractivo, pero lo usaban de igual forma, porque para ellos era muy gracioso. En un solo año podía perder unos doce anteojos porque me los arrebataban y los hacían trizas o los arrojaban a la basura. También fui "Fideito" desgarbada, pálida, cabello rubio...

—¿Hiciste algo al respecto?—quiso saber Alex.

—Les rompí los dientes...

Tres pares de ojos se dirigieron a ella, quien continuó con su trabajo como si nada.

—¿En serio?—habló Pierce aún impactada.

Liv asintió.

—Eran de leche... volvieron a crecer—se encogió de hombros—. O eso creo...

─────※─────

Una vez fuera del quirófano, Pierce, Torres y Russo se dirigieron a la planta de cuidados intensivos por noticias de Aliyah. 

—Necesitamos buenas noticias—murmuró Liv, interceptando a Karev.

—Mer dice que Aliyah está aguantando. 

—Eso es algo—suspiró aliviada Torres—. Además... puede que Jess no deba ir a ese horrible campamento.

—¿Qué hiciste?—pregunta Pierce.

—Puede que haya hecho algunas llamadas...

—¿Quién de ustedes fue?

Aquella voz exaltada los hizo voltear a todos en su dirección. La madre de Jessica.

—¿Me denunciaron con Servicios de Protección Infantil?—protesta—. ¿Es esto una broma? ¿Acaso es un juego para ustedes? 

La señora Tanner avanza hasta encarar a Torres.

—Si mi intención es enviar a mi hija a un bello campamento, dirigido por un encantador pastor, ¡Estoy en todo el derecho de hacerlo!—expresa—. Y eso no debería ser problema suyo.

Ella desvía la mirada directo a Pierce, quien se encontraba tras Liv.

—¿Entiende eso?—se acerca amenazadoramente a ella—. Aléjese de mi hija, y deje de llenarle la cabeza con inapropiados sinsentidos e ideas ateas suyas. Me repugna... ¡Usted me da asco! 

Antes de que cualquiera pudiese intervenir o incluso soltar un respiro, Pierce encajó su puño velozmente directo en la cara de la señora Tanner, lanzándola directo hacia Liv, quien tuvo que sostenerla. Todos la observaron atónitos y quizá, aunque no lo admitirían frente a la victima, orgullosos.

—¡Maldición!—soltó Maggie impactada.

Karev inmediatamente se acercó y alejó a la señora Tanner de ellas, de forma que pudiese curar su nariz, muy probablemente rota, debido al feo sonido que provino de ella.

Liv y Callie tomaron a Pierce y la retiraron del lugar, hasta llevarla a una sala aparte.

Russo la sentó y buscó hielo para sus nudillos, ella la observó en estado de shock, mientras Liv no trataba de ocultar su notoria sonrisa de orgullo.

—Sentí como mi corazón se aceleraba—balbuceó Maggie—. Tenía un zumbido en mis oídos y solo la vi, acercándose directo a mi cara... me paralicé, luego mi puño cobró vida propia, yo no sabía lo que estaba haciendo... Ni siquiera supe lo que estaba haciendo hasta que mi puño impactó contra su cara... Soy un monstruo... ¡Dios mío, soy un monstruo, Liv!

—Yo habría pagado mucho por ver eso—alabó Amelia entrando a la habitación, dando saltitos hacia ella.

—Habría valido cada centavo, lo juro—apoyó Liv.

—¿Qué fue lo que pasó?—exigió Mer, entrando deprisa detrás de Amelia.

 —Quiero detalles, nunca me entero de las cosas hasta que suceden, deben llamarme cuando Pierce decida convertirse en Hulk y golpear gente—pide Shepherd. 

—¿Esto les parece divertido?—regañó Mer—. No lo será cuando decidan despedirla.

—¿Van a despedirme? ¿Me despedirán Liv?—masculló Pierce con ojos desorbitados hacia ella—. ¿Creen que me despidan?

—No van a despedirte. Ella te atacó primero... o algo así.

—Déjenla—agregó Callie—. La vieja bruja intolerante se lo merecía, sabes que se lo buscó—tranquilizó.

—Hay maneras de hacer las cosas—continuó Grey—. Están las formas correctas e incorrectas de comportarnos.

—Grey tiene razón—apoyó Liv—. La próxima deja el pulgar fuera del puño, de esa forma no te lastimas el hueso, ¿ves?—explicó a Pierce, levantando el suyo empuñado.

Grey negó, Amelia y Callie rieron y asintieron, dándole la razón.

—Bien chicas—entró anunciando Karev—. La vieja bruja está bien, medicamente no hay lesiones graves, pero está muy, muy irritada y viene por tu cabeza.

—¿Lo ven?—vuelve a regañar Mer.

—Dios mío...—lamenta.

—¿Es cierto?—entra atropelladamente Arizona a la habitación—. ¿Callie golpeó a una homófoba? 

—Pierce golpeó a una homófoba—aclara Liv con orgullo.

—¡Eso es sorprendente! ¡Chócala!

Alza su palma y Pierce se niega, dándosela a Russo, Torres, Shepherd y Karev, con una gran sonrisa en su rostro.

—¿Tengo que pedirle disculpas a esa horrible mujer, cierto?

Ellos asintieron pesadamente, ninguno quería que sucediese, pero sería poco ético no hacerlo.

 ─────※─────

Liv tomó la tableta leyendo los expedientes de la cirugía de Jess, Mer se encargaba de Aliyah, mientras que Karev iba a hablar con el señor Tanner, esperaba mantenerse al margen de la madre. Lo que sería imposible, ella suspiró y se acercó a la estación de enfermeras. 

Por justa casualidad, luego de unos minutos DeLuca se posó sin notar su presencia frente al tablero de anuncios. Liv levantó su mano, afirmando la cara en ella, tapando la mayor parte de su cara de él. No lo había tomado desde el incidente en urgencias y la desastrosa primera impresión que dio. Ambos se habían estado ignorando, ya sea por voluntad propia u horario de trabajo. Él estaba avergonzado, se había hecho pasar por cirujano, colocando en riesgo el procedimiento y a la paciente que tenía en aquel momento, enfureciendo en parte a Liv y a los presentes aquella mañana. Después de eso... cada quien se fue por su camino. Sabía que no se podían evitar para siempre, ambos lo sabían. 

Andrew pareció meditar por unos largos segundos si tomar o no uno de los números. Arizona estaría realmente entusiasmada si él lo hacía. O cualquiera, para variar.

En aquel instante, Robbins llegó junto a él, Liv trató de hacerse más pequeña, invisibilizando su presencia, agachando aún más su cabeza.

Los oyó hablar, aunque no quisiera, acerca de la búsqueda de un lugar para quedarse. 

Arizona escéptica, no podía creer que no tuviese un lugar propio, a lo que él contó acerca del incidente del primer día en el hospital y el cual él no compartía con ninguno de los demás internos. Liv en parte se compadecía, aunque lo que hizo hubiese estado mal. 

Liv notó el tono un poco decaído de su voz, e inconscientemente giró la mirada hacia su dirección, lo cual muy tarde cayó en cuenta que fue un error. Una vez que lo vio, él también lo hizo con ella.

Sus azules ojos la escudriñaron un momento. Arizona abrazando la tableta contra su pecho, miró entre uno y otro, notando cierta tensión. Además del obvio silencio que se entremezcló en el aire, apenas ellos se miraron. 

—Doctora Russo...—saludó apaciblemente.

—Doctor DeLuca—copió ella.

Ambos estaban nuevamente como al inicio, en un extraño bucle que se seguía repitiendo continuamente. 

Y dependía de alguno de ellos dar un paso fuera de aquel espiral descendente.

Arizona aportó un poco de apoyo a tal incomoda situación, saltando ante el silencioso llamado de ayuda de su amiga. Tomó el brazo de Andrew y le prometió que lo buscaría más tarde para hablar de la habitación y la renta. Él asintió y quitando finalmente la mirada de la doctora Russo, siguió su camino.

Liv se había volteado nuevamente, continuando su labor e ignorando la situación.

Robbins, pasivamente se acercó a Liv, colocándose a su lado. Esperando.

—¿Por qué me miras así? me estás asustando, Arizona.

—Te colocó la mirada...—murmuró golpeando su brazo.

—¿Qué mirada?

—Ya sabes que mirada, ¡la mirada, Liv!—vociferó ella, como si así Liv lograra entenderle.

—No sé a que mirada te refieres.

—¡Oh, por favor! es esta...

Arizona entornó un poco los ojos y frunció ligeramente el ceño, estirando los labios. Liv soltó una carcajada.

—Te ves ridícula, te estás esforzando demasiado.

—¡Ah!—suspiró—. Eres insufrible. Ya sabes, la mirada de "te conozco y tú a mi, te invito a recordar los viejos tiempos"—explicó con un sugerente movimiento de cejas y encogimiento de hombros exagerado.

—¿Viejos tiempos?

—La voz se corre—susurró—. Las paredes son muy delgadas...

Eso le recordó el tema de los "rumores" pero decidió ignorarlo por el momento. Guardó silencio ante sus aires misteriosos y tecleó en la tableta bajo la atenta mirada de Arizona. Se detuvo y la observó, tenía una sonrisa de oreja a oreja, lo que fastidió a Russo.

—Arizona... ¿Qué quieres?

Ella entrelazó el brazo con el de Liv y la empujó a caminar.

—Necesito la historia completa—ordenó—. Con lujo de detalle, y no te saltes los sucios.

La doctora Russo suspiró y supo bajo el agarre encadenante de Robbins que no se escaparía tan fácil de su rubia amiga... y su exhaustivo interrogatorio. 



 ─────※─────

Liv había llegado justo a tiempo para presenciar la escena del señor Tanner haciendo frente a su esposa por el bien de su hija. Poniendo por sobre todo la felicidad y la salud de su pequeña. Russo sonrió con simpatía al ver como las cosas tomaron un giro inesperado para el bien de ambas chicas.

Dio media vuelta y se dirigió hasta el ascensor, para reunir sus cosas en la sala de titulares.

El día estaba llegando a su fin, al menos su turno en el hospital. Las puertas del ascensor se abrieron para ella y sus ojos captaron los del doctor DeLuca, se encontraba apoyado en la pared, sin su uniforme y con la mochila en su hombro. Ella inspiró con fuerza y no tuvo mucho tiempo para debatir si tomar aquel o dar vuelta hacia las escaleras.

Dio un paso al frente, marcando el número en el tablero rápidamente.

Cruzó los brazos sobre su pecho y esperó.

Los números avanzaban lentamente... demasiado lentamente.

—Tendremos que hablar en algún momento, doctora Russo—murmuró él con voz cansada tras su espalda—. No podemos seguir así, donde tú me miras, yo te miro y nos comunicamos en silencio, no quiero eso trabajando aquí. Eres mi jefa, te lo pido como tu interno. 

Liv asintió distraídamente, dándole la razón.

Él se acercó unos pasos cerca de ella, casi en su oído.

—Como amigo, Liv...—susurró—. Estoy feliz de trabajar junto a ti.

El ascensor se detuvo finalmente y DeLuca le dio una sonrisa en el momento en que salió. Liv se quedó ahí de pie, formándose una pequeña sonrisa también en sus labios.

—Que descanse doctora—se despidió.

Más personas subieron y se amontonaron a su alrededor. 

Y ella continuó ahí, sonriendo.

Y admitiendo que sería mentira si dijera que ella no sentía lo mismo al poder trabajar junto a él.

Primer y bonito capitulo de este fic <3

Se viene cosas mejores, dice la biblia. 

Esto apenas comienza. 😏

Si notan variaciones, es porque no me gusta traspasar literalmente todo lo que sucede en el episodio, textualmente hablando, porque se pierde la esencia de la sorpresa y originalidad en cuanto a participación de personajes.

voten, comenten, síganme, es gratis 💬❤️‍🔥

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro