Capítulo 41.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Nunca tuve nada que fuera realmente mío. Si, tenía un techo sobre mi cabeza, alimento y vestido, pero todo eso era de mis padres.

Y de entre las pocas cosas que hice por mi misma, conseguí un esposo. Un atractivo hombre que me consiente porque quiere hacerlo, y me encanta. Todavía siento las mariposas revolotear cada vez que me mira.

Pero ahora puedo besarlo porque soy su esposa. Es mío para quererlo, cuidarlo y apoyarlo en las buenas y en las malas. Definitivamente tengo qué estar a la altura.

La habitación es espaciosa, hermosa y tiene la mejor vista del puente de Londres. Sé que pedí estar aquí, solo que ahora no puedo concentrarme porque no dejo de pensar en las palabras de Christian.

¿Qué quiero hacer? No solo sobre trabajo, también sobre mi vida. ¿Quiero ser madre tan pronto? Sé que mi esposo se siente presionado por su familia para tener hijos, y sé que mi madre insistiría a ello si pudiera decirlo.

—Dios, —me paso las manos por la cara con frustración—. ¿Qué se supone que haga?

Bebo otro sorbo de mi copa con la vista fija al frente, a la hermosura del puente y el atardecer londinense. Si tan solo tuviera una cámara para recordar este momento...

—¡Lo tengo! ¡Necesito una cámara!

Giro la cabeza hacia donde Christian está sentado revisando correos electrónicos del trabajo, provocando que me mire. Sus cejas se arquean inmediatamente.

—¿Una cámara fotográfica?

—¡Si! —chillo—. Podría tomar fotos, abrir una galería de arte y venderlas.

Mi esposo presiona sus bonitos labios en una línea fina.

—¿Tienes experiencia?

—Pues... No.

—¿Talento?

Eso es debatible.

—Podría aprender, ¿Qué tan difícil puede ser?

Necesito una buena cámara, paisajes bonitos y luego enmarcar las fotos. Cualquiera puede hacerlo, ¿No?

Christian no luce confundido porque sigue mirándome con los labios presionados. Aprovecho el momento para hacer otra petición.

—No quería hacer esto, pero justo ahora estoy sin dinero y necesito comprar algunas cosas, así que ¿Crees que podrías hacerme un préstamo?

Por fin su gesto cambia a uno de una pequeña sonrisa.

—Mi dinero es tuyo, Ana. Ni siquiera tienes qué preguntar.

Música para mis oídos.

No, no, Ana. Dijiste que querías hacerlo tú misma. Un préstamo es todo lo que necesitas.

—Te lo devolveré todo, solo quiero comprar una cámara profesional y una lente de esas que utilizan los fotógrafos de las revistas.

Él asiente en silencio, luego toma el móvil del escritorio y teclea rápidamente. No ha transcurrido una hora completa cuando la puerta de nuestra habitación es golpeada y Christian abre para tomar las bolsas de manos de Taylor.

Mis cejas se arquean por la sorpresa.

—¿Qué es eso?

—Lo que pediste, —las pone en la mesa junto a su laptop—. Cámaras fotografías.

Me acerco para mirarla mientras Christian monta la lente, más ancha del borde. Presiona el botón más grande y la levanta para mirar detrás de la pequeña pantalla de cristal.

—¿Cuánto costó eso? —pregunto por curiosidad.

—Algunos miles de dólares, pero son los mejores que Taylor pudo conseguir. —pone el aparato en mis manos, pero no lo suelta—. Deberías leer el instructivo primero.

¿Instuctivo? Nadie lee esas cosas.

—Tonterías, —digo tirando de la cámara para verla—. Voy a usarla y aprenderé en el camino, no creo que sea tan complicado.

Doy la vuelta y me acerco al balcón, al sitio desde donde miraba el puente de Londres. Levanto la cámara y apunto para tomar la fotografía, pero no hace ruido cuando presiono el botón.

—Debe estar en modo silencioso. —como el móvil. Veo el montón de figuritas pintadas buscando algún símbolo de sonido.

—¿Nena? —Christian carraspea, conteniendo una risa—. Olvidaste poner las baterías.

—¿Qué?

¿Baterías?

—Las baterías, Ana. Las que encienden la cámara y activan el flash y todas las demás funciones. —estira la mano para que se la regrese—. Déjame ponerlas, están aquí.

Mis labios se fruncen en un puchero avergonzado, pero lo cambio porque éste hombre me ha visto en situaciones vergonzosas antes.

—Bueno, supongo que podría darle una leída a ese instructivo ahora.

Presiona los labios para dejar de reír mientras pone las baterías, luego la deja sobre la mesa y vuelve a sus correos electrónicos.

Tomo algunas fotos desde mi ventana, también del lobby del hotel y del restaurante cuando bajamos a cenar. Después de la cena, reviso algunas de las fotografías.

—¿Crees que se ven bien? —le nuestro la pantalla.

Sus cejas se arrugan mientras mira la imagen borrosa, ambos acostados en la cama y listos para dormir.

—Le falta un poco de enfoque, ¿Quieres tomar un curso de fotografía?

Pongo los ojos en blanco con un gesto exagerado para que lo vea.

—¡No! —chillo—. No volveré a ser humillada como cuando tuviste la genial idea del curso de cocina con el chef del infierno.

—Creí que te ayudaba.

—No me ayudes, mi amor. Solo necesito más práctica, estoy segura que lograré resolverlo yo misma.

Dejo la cámara sobre la mesita de noche y apago la lámpara de mi lado, haciendo que Christian deje su libro y también apague la lámpara. Con la luz filtrándose por la ventana detrás de él, me giro para darle la espalda.

—¿Ana? —se gira hacia mi y pasa su brazo por mi cintura—. ¿Estás despierta?

Por supuesto que lo estoy. Menos de dos semanas casada y aún no me acostumbro a compartir la cama con mi esposo, aunque admito que tiene muchas ventajas.

—Tengo frío —miento.

Su cuerpo se pega más a mí e inmediatamente el calor irradia entre nosotros. Si mi madre hubiera tenido la oportunidad de hablarme después de la boda, me habría recordado atender a mi marido cada noche.

¿Por qué sigo pensando en ella?

—¿Quieres que...? —interrumpo su pregunta porque giro mi cuerpo para mirarlo.

Sus hermosos ojos grises se distinguen en la oscuridad y eso es lo único que necesito que ya no estoy sometida a ella y sus reglas. Que puedo ser quien yo desee.

—Gracias por todo lo que haces por mí, Christian. Por confiar en mí y darme la libertad que no tuve.

Adoro la pequeña sonrisa que se estira en sus labios.

—Nada qué agradecer, nena. Solo quiero complacerte.

Lo sé.

Acerco su cabeza a la mía para besarlo y engancho mi pierna sobre su cadera porque yo también deseo complacerlo, de la forma en que únicamente yo puedo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro