Capítulo 42.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

¡Soy un fracaso!

Las únicas fotos que salieron bien de nuestro recorrido por Londres son esas en las que aparecemos Christian y yo, ¡Y Gail las tomó!

Apenas algunos paisajes son rescatables, pero todo lo que mandé a enmarcar son las fotos de nosotros, que pondré en la sala de la casa.

Guardo la cámara, el lente y todo lo demás en un cajón del escritorio que se encuentra en la biblioteca, dando por terminada esta actividad para siempre.

Vuelvo a la habitación solo para revisar mi aspecto antes de bajar a la cocina y encontrar a Gail calentando la parafina.

—Creo que está en su punto —me dice—. Solo hace falta que agregues los colorantes y las esencias.

—¡Si!

Esto es tan divertido que podría hacerlo durante mucho tiempo y empezar un pequeño negocio de velas aromáticas caseras.

Decido que mi primer trabajo será para nuestra casa y la oficina de Christian, así puedo darle un toque femenino que hará que piense en mí en todo momento.

Pongo la esencia de vainilla y colorante amarillo, luego vierto todo en los moldes. Y como estoy muy ansiosa por ver el resultado, utilizo el horno especial que Christian compró para mí.

—Eso debería oler bien —suspira Gail—. Podría poner una de esas cuando tomo un baño de burbujas.

—O para una cena romántica —agrego, pensando en mi esposo.

Él ha sido tan bueno conmigo. Cuando dije que la fotografía no estaba funcionando, besó mi cabeza y preguntó ¿Qué es lo siguiente en la lista?

Lo amo.

Definitivamente lo amo.

¿Por qué carajos quería casarme con Paul? No lo entiendo.

Me siento frente a la barra de la cocina y acomodo los listones para decorar las velas, que están listas en cuestión de un par de horas.

—Las velas largas serán para la cena de esta noche —aviso a Gail—. Llevaré estas otras a Grey House y las pondré en la oficina de Christian.

La señora Jones gira rápido para mirarme.

—¿Cuándo?

—Ahora mismo, quiero mostrarle lo bien que salieron las velas, ¡Y en mi primer intento!

Ella niega con la cabeza.

—Señora Grey, no puede salir sola y sin escolta, es peligroso.

¿Por qué todavía se preocupan?

—Tonterias, Gail —hago un gesto con la mano para restarle importancia—. Puedo tomar un auto de los de Christian e ir y volver rápidamente.

—Preferiría que no...

—Lo haré, las personas necesitan saber que Christian Grey está tomado.

Ella me dedica una sonrisa divertida.

—¿Entonces es una declaración?

—Diablos, si. Tengo el mejor esposo del mundo y todos deberían saberlo.

Gail no luce muy convencida cuando tomo las llaves del cajón y empaco las velas en una bonita cesta que compré. Ella me sigue por la sala y hasta el frente de la casa.

—Señora Grey... Ana... —balbucea—. Por favor, espera a que llame a Taylor primero.

—No, no —canturreo, abriendo el discreto Audi de color plateado—. Sé lo que Taylor dirá, y lo que Christian dirá. Soy perfectamente capaz de conducir un auto, ¿recuerdas?

Antes de que pueda protestar, me pongo el cinturón y enciendo el auto para salir de la propiedad. Conozco el camino por todo ese tiempo que trabajé para Grey, puedo decir que he tenido al menos un empleo.

Minutos después estoy entrando al estacionamiento subterráneo de GEH, en el puesto libre junto al auto de mi esposo. No alcanzo a abrir la puerta cuando una sombra se cierne sobre la ventanilla.

—¡Carajo! —chillo del susto—. ¡Taylor, me asustaste!

Su usual cara larga me recuerda el apodo de perro viejo y tengo qué luchar con la risa.

—Señora Grey, esto fue muy imprudente de su parte—. Me regaña.

—¿Qué? ¿Conducir un auto?

—Salir de la casa sin protección, pudo pasarle algo.

Le hago una seña para que se aparte y pueda bajar con mi cesta. Él sigue mirándome con molestia, pero lo ignoro para ir al ascensor principal y finalmente entra conmigo.

—Es la primera vez que subo a este ascensor —sonrío recordándolo—. Y la primera vez que vengo a la empresa como la señora Grey.

¿Debería detenerme en cada piso a saludar?

Probablemente no.

Subimos rápidamente hasta el último piso, las puertas abriendo en la recepción de Andrea. Ella sonríe amablemente hacia mi.

—Buenas tardes, —su vista se mueve a Taylor y vuelve—. Señora Grey.

—¡Andrea! ¡Soy yo! —me señalo, dejando la cesta sobre su escritorio alto—. ¡Andrew!

La rubia ladea la cabeza mirando mis ojos, luego la piedra enorme en mi dedo y la alianza. Y como no puedo permitir que se siga cuestionando la sexualidad de mi marido, lo aclaro.

—Era yo todo este tiempo, no soy gay ni nada, lamento haber sido descortés. —la rubia sigue mirándome—. Yo soy Ana, Anastasia Steele.

Finalmente sus ojos se abren de la sorpresa y rodea el escritorio para abrazarme.

—¡Gracias a Dios! Creí que el señor Grey se había casado con una desconocida, y tu cara me resultaba familiar, pero creí que eran imaginaciones mías.

Cuando me deja ir, tomo una vela de mi cesta y la pongo en su escritorio.

—Llámame Ana, y estaré por aquí muy seguido. ¿Christian está ocupado?

Ella sonríe.

—Nunca para usted, señora Grey.

Levanta el teléfono de su conmutador, pero yo ya estoy entrando por las puertas con Taylor detrás de mí como un perro guardián.

Christian levanta la vista de sus papeles para mirarme, luego sus cejas se fruncen.

—Ana, ¿Qué haces aquí?

—Te traje un regalo.

Le hago una seña a Taylor para que nos deje solos y voy a la mesita de su sala para acomodar las velas que acabo de hacer. En su escritorio no se verían bien, pero aquí están perfectas.

—¿Comenzaste con las velas artesanales?

—Si.

Tomo el encendedor y las prendo para que pueda disfrutar del aroma, o por lo menos creí que lo haría, luego su nariz se arruga.

—¿No te gustan mis velas de vainilla?

—No. Odio la vainilla.

—¿Pero por qué?

El aroma que desprende la vela es tan intenso que rápidamente llena la habitación.

—¡Ana! —gruñe—. ¡Apaga esa maldita cosa!

Hago un puchero con los labios porque me gritó, intento apagar la flama de la vela pero vuelve a encender como si fuera una de esas cosas de bromas.

—¡Ana! —repite.

—¡Ya voy! —chillo más fuerte. La vela comienza a lanzar humo en color amarillo por todos lados.

Y de nuevo no sé qué falló. ¿Fueron los pabilos? ¿La cera que elegí? ¿El colorante? ¿El frasco completo de esencia que puse?

Las lágrimas empiezan a nublar mis ojos, así que no me doy cuenta hasta que la figura borrosa de Taylor se detiene a mi lado para tomar la vela y salir de la oficina con ella.

—Mierda, esa cosa va a impregnar las paredes. —se queja Christian.

Mi puchero es tan grande como mi nuevo fracaso.

—¡Lo arruiné de nuevo! —chillo—. ¡No puedo hacer nada bien!

Me cubro el rostro para que mi esposo no me vea llorar de frustración, aunque parece que no le importa cuando se acerca y me levanta en sus brazos.

—Shh, nena, está bien —acaricia mi cabello—. Puedes volver a intentarlo... ¿Revisaste las instrucciones que te dejé?

Mis sollozos se hacen más fuertes.

—No importa, Ana. Tal vez las velas caseras tampoco sea para ti, ahora mira el lado positivo... —¿Lo hay?—. ¿Qué otra cosa quieres intentar?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro