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"Era un hombre fuerte, bueno, trabajador como pocos he conocido. Te juro que si alguna vez hubiese llorado habría sido cemento lo que de sus ojos brotase." "Yo la verdad es que no conocí a mi padre..." Antonio pareció turbarse unos instantes. "¿No puedes decirme nada de tu padre?" - dijo tratando de mantener el tono afable -. "Tranquilo, no es que lo haya olvidado. Mi madre siempre me decía que era un indeseable y un zalamero. Ni si quiera le dio su verdadero nombre la noche que se acostaron. Jamás volvió a saber de él." "Bueno, supongo que eso ya es otro nivel de padre ausente." - rio Antonio mientras se arrimaba un poco más al fuego -. "Antonio..." "Dime, Hyra." "¿Tú... tú has hablado con las flores?" "Pues la verdad es que no he tenido el placer. Aquí todo vive y respira. Hay una sabiduría profunda como las raíces que a los que llegamos de fuera se nos escapa. Pero dime, niña ¿Qué te han dicho?" Hyra se estremeció un poco y puso su mano delicadamente sobre su pecho izquierdo. "Me intentaba consolar. Era buena. Me dijo que la arrancase. Que eso la haría feliz." "¿Y bien? ¿le hizo feliz?" El labio le temblaba mientras trataba de contener las lágrimas. "Murió." - respondió la joven tratando de mantener el control de sus pasiones -. "Comprendo" - dijo Antonio con una gravedad sepulcral -. Hyra se descompuso entonces en sollozos. "Anda, anda. Ven, no te hostigues por eso." - dijo Antonio mientras la arropaba con su brazo -. "Aquí la vida tiene otro sentir. Estoy seguro de que si la flor te dijo eso es porque de verdad lo deseaba. No has cometido ningún mal. Dime ¿La llevas contigo?" "Si" - respondió entre su breve y pesado respirar -. "Pues cuídala bien y recuerda siempre lo que te dijo. Recuérdalo bien." Hyra le devolvió el abrazo con la más sincera calidez. "Ahora deberíamos hacer por dormir. Por la mañana iremos a las cuevas. Te quiero presentar a una amiga." "Muy bien." Antonio la abrigó con su capa y se levantó a recoger más ramitas y barba de viejo para avivar el fuego. Cuando volvió se encontró a Hyra completamente dormida. "Al final la fatiga termina por vencer a las voces." - se dijo con una pesada mueca de tranquilidad -. "Algún día tendré unas palabras con el padre de Pedro, si es que es más que un eco." Dicho esto, se tumbó al lado de la hoguera, haciendo una almohada con su macuto. Respiró hondo y el bosque parecía respirar con él.
Toda la energía de la tierra parecía confluir y matrimoniarse en una sola sinfonía. Los gritos y las risas; los anhelos y suspiros; la muerte y el renacimiento. La mente humana siempre hará por ajardinar la existencia. Dudo que nuestro limitado verbo pueda explicar más allá de la suma de las partes. Creo, sin embargo, que hay una comprensión que transciende la formularia intransigencia de la razón. Un sentir tan íntimo y real que la mera pretensión de expresar sería poco más que la ordalía de un imbécil. En estas cosas medito mientras reposa mi cuerpo. Son estos los secretos susurrados por las raíces; la verdad tras la dureza del granito; los destellos en la inmensidad del mar.

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