Capítulo 34: El Castillo Black O La Muerte.

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~Vivían~

¡No puede ser!

Es lo único que me repetía en mi cabeza todo el rato después de que su olor llegara como un torbellino revolviendo todo en mí.

¡Mi compañero, mierda! Mil veces me arrepiento de haberle mirado a los ojos, a esos ojos tan oscuros como la noche. No niego que la rabia y las ganas de destrozar a las vampiresas que se colgaban y restregaban contra él, ¡eran inmensas! Ya podía ver su sangre corriendo por mis manos después de arrancar sus corazones para sentirlos latir en mis manos por última vez. Nunca me había sentido tan posesiva, es algo abrumador y que me tenía sorprendida. Y maldición, mi corazón dolió al verlo con otras, busque fuerzas de donde no sabía para controlarme, porque él era malditamente guapo y ¡Mío!

Mi compañero, aquel con el que nunca esperé encontrarme.

Me concentre en la reunión y en la llegada del rey de las manadas de los lobos y los dos Alfa, había algo más importante que mi estúpido y playboy compañero.

La llegada de los alfas fue una sorpresa para algunos Señores, pero no para mí ni para el anfitrión del castillo, queríamos ver reacciones, y descubrir cuál de las tres acompañantes mujeres del niño playboy era la traidora.

— Princesa... ¡La descubrimos! —dice Ak por el enlace— es la rubia alta de la izquierda, se llama Nadia.

— Muy bien...—asiento— ahora veremos que nos dirá la preciosa muñeca de porcelana.— corto el enlace con Ak y poso mi mirada sobre ellas, y ese maldito brazo, en Mi Compañero.
Esto lo voy a disfrutar, mucho muchísimo.

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Después de arrancarla del brazo de él y llamarla traidora, ella chilló y chilló, y tuve que darle su buen y merecido golpe en ambas mejillas, la amarré lanzándola junto con los otros traidores. Luego fueron juzgados y como debía ser, condenados al Castillo Black o la  muerte.
Todos excepto el cazador quien fue entregado a los lobos fueron condenados al Castillo, yo personalmente hubiera preferido  la muerte, ya que en comparación con aquel Castillo es el cielo. La verdad es que si se lo merecían, ya que si no los hubiéramos descubierto, una guerra sangrienta se habría desatado entre hombres lobos y vampiros, eso hubiera sido terrible, con lo que costo tiempo atrás encontrar un punto intermedio para la paz entre los clanes y manadas.

Los Alfas me agradecieron por aquello, me conocían, por cierta ayuda que yo y mi equipo les damos de vez en cuando, una ayuda recíproca, por eso nos teníamos respeto, y también porque una de aquellas manadas me debía mucho mas que eso, su Alfa me debía la vida y la de su manada, por lo que me gané su lealtad, aunque nunca exigí nada a cambio por ello, ellos insistieron en que me debían.

La conversación término, los prisioneros fueron llevados al Castillo Black que fue construido hace años atrás. Aquel lugar es temido, hasta por los cazadores, la seguridad es absoluta, un encantamiento lo oculta de la vista de los humanos, allí se encierran diferentes seres sobrenaturales, es un lugar neutro para todos lo seres, ningún Rey tiene mas poder que otro, y yo he ido a ese lugar desde hace dos años, y he conocido a seres que ni se imaginan. Como princesa vampira híbrida tengo libre albedrío con respecto a mis prisioneros, la razón de porque es así para los híbridos es un secreto, lo único que sé es que somos importantes allí. Y yo, por alguna razón al pertenecer a más de una especie y a una línea sanguínea real antigua, soy especial en ese espeluznante castillo. Tengo poder de decisión allí, lo que es un secreto para muchos, solo mi padre lo sabe.

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*Una hora después de la reunión*

Me despido de todos incluyendo de los Alfas que ya se van, ya que la incomodidad es mutua entre los Señores Vampiros y el Rey de los lobos y los Alfas, viejas rencillas que ha pesar de todo nunca se olvidan por completo.

Con Kev me dirijo al coche que me llevará a casa, lo único que quiero ahora es irme antes de destrozar a esa que esta agarrada del brazo de él todo el tiempo, maldita Vampiresa, no sabe que se ha escapado de las garras de la muerte al yo irme, aunque no niego que mi control se tambalea por momentos.

Maldigo internamente al playboy de mi compañero. Suspiro frustrada y furiosa con él.
No puedo, no puedo reclamarlo, no ahora.

Una vez que llegamos al coche me subo, pero un brazo me detiene...

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