CAPÍTULO 8 - La carta

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Subí al coche con rapidez. Necesitaba alejarme de ese lugar lo más pronto posible.

Conduje de regreso, dándole miradas de reojo a la carta que reposaba sobre el asiento del copiloto. Tenía como una hora conduciendo hasta que ya no aguanté más y aparqué a un lado en la carretera. Estaba en la autopista rodeada de enormes pinos en ambos lados, y que por suerte los coches no se encontraban pasando mucho por ahí.

Después bajé del coche con la carta en mano, me recargué en el cofre y con un fuerte respiro la abrí.

Scarlette:

Si estás leyendo esto es porque tu padre y yo ya no estamos con ustedes.
Te escribo solo para advertirte de los problemas que tendrás en el futuro, y que por mi negligencia no pude solucionar. Traté de no ponerlas en peligro a ti y a tu hermana pero fracasé, y no sabes cuánto lamento eso.

Tal vez no sepas ahora de lo que estoy hablándote, pero pronto lo harás. Porque tu tiempo se agota y los fríos irán por ti, si es que no lo han hecho ya. Quieren algo que se quedó en mis manos llamado La Piedra de la Noche.

 La piedra está en donde menos piensas y estoy segura de que sabrás la forma de llegar hasta ella, y cuando la encuentres, quiero que la destruyas. Nadie debe tenerla en su dominio, ni siquiera el consejo. Sería peligroso y mortal.

Te lo digo a ti porque sé que tu hermana, aún siendo mayor, no podrá con esto, tú debes ser fuerte, por las dos; ya sé que es mucho pedir pero hazlo por ella, Rachel te necesita y dejaré mi entera confianza en que sabrás hacer lo correcto.

Jamás quisimos, ni tu padre ni yo, hacerlas pasar por algo así, hubiese deseado darles una vida normal.
Sin embargo, solo quiero que recuerdes, que siempre tengas fresco en la memoria que, siempre te amaremos, no importa los que nos suceda, lo que me suceda a mí, siempre serás mi pequeña y testaruda hija a la que le quise dar una mejor vida pero fallé en ello. Muchas vidas quedan en tus manos ahora.

Las amamos con todo nuestro ser.

Una última cosa: quema esta carta en cuanto hayas terminado.

Y…  jamás confíes en El Círculo Negro.

-Anabell

Me quedé quieta con la hoja en mis manos, cuando me di cuenta de que una gota de agua caía y manchaba el papel. Tardé unos segundos en entender que era una lagrima, mía. Me sorprendí, desde hace cinco años no había derramado ninguna, hasta ahora. Había tenido la creencia de que era un signo de debilidad, y yo no debía ser débil. Por lo que me tallé los ojos con rudeza.

La releí varias veces hasta que me la aprendí completamente.

Saqué el encendedor, que utilizaba para los cigarrillos, de la guantera.

Me dolía inmensamente quemar el último recuerdo de mi madre, pero no era seguro dejarla con el peligro de que alguien más la tomara y leyera las cosas que me había escrito. Así que sin pensarlo, dejé que la flama invadiera el papel convirtiéndolo en cenizas.

Me quedé ahí de pie, asimilándolo todo. No confiar en El Círculo, eso ya lo sabía, aunque viniendo de mi madre, me inquietaba y confundía. Si ellos no confiaban en El círculo, ¿por qué habrán seguido trabajando para ellos? 

Además, ella escondió la piedra en un lugar que yo pudiera encontrar. Pero, ¿en dónde?

Muchas preguntas y ninguna maldita respuesta me estaban enloqueciendo y preocupando con cada minuto que transcurría. Eso sin contar que tenía a Radrick atrás de mí y a otro vampiro del cual desconocía. Otro frío con el cual luchar, menuda porquería.

Aunque primero necesitaba saber quién era, sinceramente dudaba que Radrick estuviera detrás de la vez que posesionaron a Rachel o del ataque a Moonie, o de las voces en mi cabeza. No, él no era.

Pero si mi madre quería que protegiera a Rachel, eso haría.

Regresé con desgana al interior del auto. Después de lamentarme otros minutos, quise arrancar el coche para irme de una buena vez, pero como este día horrible aún no acaba, no encendió.

Genial, la estúpida suerte no estaba de mi lado. Bajé molesta y revisé mi celular para pedir ayuda, pero como era de esperarse no había señal.

Sabía cazar vampiros, era increíble luchando, era una de las primeras en mi clase, pero no sabía absolutamente nada de coches. Así que no me quedó de otra más que ponerle seguro, con la esperanza de que ningún ladrón se acercara, y comencé a caminar por la orilla de la carretera hasta que encontrara una gasolinera y pudiera llamar a una grúa para que se llevara el Mustang.

No supe cuanto tiempo pasó, tal vez una hora o más, hasta que escuché a un auto aproximarse.

Ni si quiera me giré, odiaba pedir aventones. Sin embargo, el coche hizo sonar el claxon a mis espaldas haciendo que lo mirara confundida; el auto se acercó hasta quedar a un lado de mí y la ventana del copiloto comenzó a bajar lentamente.

Un momento, yo conocía este auto…

—¿Necesitas que te lleven? —preguntó Dwight con una sonrisa de lado. Perfecto lo que me faltaba…

—No, puedo caminar, gracias —dije antes de seguir e ignorarlo, pero él no se rindió.

—No creo que sea buena idea que merodees sola en la noche —comentó y miré al cielo que ya comenzaba a oscurecerse.

—Sé cuidarme sola —solté con brusquedad.

—Oh, apuesto que sí. —Rió—. Pero dudo que quieras caminar debajo de la lluvia —agregó y estuve a punto de preguntarle de qué hablaba, cuando un fuerte trueno en el cielo me calló.

Lo miré y él me alzó una ceja, no tenía ganas de meterme en el mismo auto que él. Pero tampoco quería mojarme, así que con un bufido abrí la puerta y entré.
Pude sentir su estúpida sonrisa triunfal mientras encendía el coche y conducía otra vez.

—Borra la sonrisita —repliqué con malhumor mirando al frente y eso lo hizo reír entre dientes.

—Lamento no poder cumplir tus ordenes Scar —acortó mi nombre en lo último, pero lo dejé pasar—. ¿Esa máscara de chica mala siempre la tendrás conmigo?

—No es una máscara, así soy yo.

—Vaya, eso es lo que dirías sin duda, pero...

—Como odio eso, ¿Sabes? La gente estúpida piensa que siempre que hay una persona ruda y malhunorada es porque solo intenta cubrir su imagen de tristeza y de un pasado trágico, pero no, hay chicos que de verdad somos de esa manera simplemente porque sí, ya súperalo.

—No lo había visto de esa forma —admitió sonriente.

—¿Siempre eres así? —inquirí ya harta.

—¿Así cómo?

—Así de... amable, siempre estás de buen humor aunque yo siempre esté de malas y trate a todos para el culo.

—He decidido que la vida a veces es demasiado cruel como para serlo yo también. —Suspiró—. Mejor dime, qué hacías ahí caminado sola, en mitad de la carretera —pidió de repente.

—No estaba en la mitad de la carretera —corregí—, y lo que estaba haciendo no es de tu incumbencia —añadí mirándolo fijamente.

—¿Tan difícil es decir que se te descompuso el coche? —inquirió enarcando una ceja sin verme.

—Si ya lo sabes, no se para qué preguntas —protesté cruzándome de brazos mientras me recargaba cómodamente en el asiento de cuero.

—Así es, pero lo que quiero saber es porque lo dejaste ahí o a dónde ibas.

—A buscar ayuda para que trajeran mi auto o lo repararan. Pero por si no lo has notado, no hay señal por estos rumbos, además, ¿tú que hacías por aquí?

—Tenía que arreglar unos asuntos y reconocí tu coche cuando pasé, de hecho me extrañó verlo abandonado, por lo que bajé a ver si estabas, y al confirmar que no era así he estado buscándote —respondió.

—Felicidades, me encontraste —susurré cerrando los ojos. El sueño me estaba cobrando todo lo de la noche anterior—. ¿Qué? —pregunté al notar que me había dicho algo.

—Dije que te ves linda con ese vestido —repitió y abrí un ojo para mirarlo, él me la devolvió y una sonrisa se formó en sus labios.

Lo cerré con rapidez, no me gustaba que me vieran de esa manera. Tampoco tenía le intención de quedarme dormida, pero no pude evitarlo y dejé que el movimiento del coche me arrullara.

—¿Scar? —susurró una voz en mi oído. Gemí y me removí en mi asiento, de pronto sentí una mano cálida acariciando mi mejilla y la detuve con la mía.

—¿Qué haces? No toques —murmuré antes de soltarla.

—¿Quieres que te lleve en brazos de nuevo? —preguntó Dwight a mi lado y con eso abrí los ojos de golpe.
Estábamos frente a mi casa y agradecí que Rachel aún no hubiera llegado.

—Oh no, mi coche —me quejé en voz baja recordándolo.

—No te preocupes por eso. Balthazar te lo traerá —aseguró y lo miré confundida.

—¿Balthazar? —quise saber y asintió con una sonrisa.

—Le llamé, y aceptó a ir por él. Tomé tus llaves para dárselas, espero no te moleste —comentó y fruncí el ceño mientras rebuscaba en el bolsillo de mi chaqueta, efectivamente, no estaban.

—¿Me manoseaste mientras dormía? —interrogué con sorpresa.

—Solo en la chaqueta lo juro —afirmó fingiendo temor, algo que no le salió muy bien.

—¿Cuánto tardará en llegar? —cambié de tema.

—Tal vez una hora —contestó sacando su teléfono para teclear algo en él. Yo asentí mientras abría la puerta.

—Gracias, por lo de esta mañana y lo de ahorita —comenté recordando lo de la escuela. Dwight sonrió de oreja a oreja pero después abrió los ojos sorprendido.

—Espera, ¿Scarlette Bloodwod acaba de decirme gracias? No me lo creo —bromeó y puse los ojos en blanco.

—Solo di por nada —solté antes de bajar.

—Aguarda —me llamó saliendo del auto, lo ignoré y caminé hasta la puerta—. ¡Espera, Scarlette!

—Adiós Dwight —musité con voz cansada cuando apareció a mi lado y abrí la puerta.

—Solo quería saber cómo estabas después de tu desmayo en la escuela —explicó.

—Estoy perfectamente. Seguro es porque no he comido bien y tampoco dormido. Pero ya se pasará —murmuré queriendo entrar de una vez.

—De acuerdo, cuídate ¿sí? —A ti que te importa, le quise decir, pero algo dentro de mí me advirtió que me estaba comportando muy brusca con alguien que solo buscaba ser amable. Yo me mordí el labio para evitar decir lo que iba formándose en mi cabeza, pero no lo logré.

—¿Quieres entrar? —pregunté sorprendiéndonos a ambos, él asintió con una sonrisa.

Me maldije mientras encendía la luz del interior.

—¿Quieres algo de beber? —ofrecí, pero negó.

Me encogí de hombros mientras iba y me hacía un poco de café.

—Acogedor —halagó antes de mirarme atentamente, traté de ignorarlo mientras servía el líquido humeante en una taza y le daba un sorbo.

—¿Tus padres no se molestan si llegas tarde? —cuestioné y desvió la mirada.

—Vivimos con nuestro tío August, mis hermanos y yo —respondió y ya no dije nada sobre el tema de sus padres, al parecer era algo personal.

—¿De dónde vienes? —pregunté y me miró de nuevo.

—Londres —contestó como si fuese algo obvio.

—Cierto, lo había olvidado… —hablé incómoda—. ¿Por qué decidieron vivir en Washington? ¿El aire europeo no es lo suyo? —pregunté curiosa después de un rato y me alzó una ceja.

—¿No sería mi turno para preguntar? —insinuó y negué.

—Estás en mi casa, así que soy la que manda aquí —dije con una media sonrisa.

—Necesitábamos un cambio de aires, nada grave o importante.

—No sé si decidieron el mejor lugar para hacer eso.

—¿Por qué lo dices, no te gusta vivir aquí?

—Me gusta —aseguré—. ¿Pero no has escuchado del ataque a la chica de la escuela?

Dwight se puso pensativo y se encogió de hombros después. —Hay peligro en todos lados —dijo sentándose en un taburete de la cocina—. ¿Puedo preguntarte algo?

Ante su mirada seria, sería mentirosa si dijera que no me había puesto un poco nerviosa, —Dispara.

—¿Eres así de desconfiada con las personas por algo del pasado?

Yo abrí los ojos como platos. Qué directo.
—El pasado siempre influirá en tus actos presentes, así que tal vez sí —respondí y él asintió.

—Escucha Scar, sé que mis hermanos y yo podemos ser algo toscos y raros pero no es con el fin de molestarte. Nosotros no somos muy buenos haciendo amigos y me he dado cuenta de que compartimos el mismo problema. —Me fue imposible no hacerle una mueca—. Así que hagamos las paces y llevemos las cosas tranquilas, ¿Bien?

Lo sopesé por unos segundos y al final decidí que qué más daba. —Claro.

—Genial. Ahora si me permites me gustaría empezar por este tratado de paz invitandote a la fiesta de Sábana.

Bueno eso sí no me lo esperaba. —No iba a ir.

—Honor quiere que vayas, irá con Gregory pero me dije ¿Porqué no vamos juntos como amigos? Así la cuidas a ella de mi hermano. Dije que somos inofensivos pero él puede llegar a ser algo-

—Mujeriego —le callé. Honor no quiere ni verme ahorita, pero tampoco podía dejarla sola con ese tipo —Iré —acepté y Dwight me sonrió.

De repente el timbre de la puerta de entrada sonó
Lo dejé ahí solo para ir a abrir.

Balthazar estaba parado en el umbral, sosteniendo las llaves de mi coche frente a él, las sacudió ocasionando que hicieran un sonido cuando chocaron entre sí.

—Hermano —lo saludó Dwight saliendo de mi casa y Balthazar no se sorprendió de verlo allí.

Me tendió mis llaves y las tomé con un suspiro.

—Gracias —dije y me dio una media sonrisa.

—Un placer. —Hizo una reverencia hacia adelante.

Yo sonreí ante aquel acto, que extraño era.

—Bueno, mi trabajo aquí ha terminado —comentó Dwight—. Te veré el fin de semana —añadió antes de irse a su coche.

—Hasta luego.

—Buenas noches —dijo en cambio su hermano y con eso, ambos entraron en el BMW.

Me relajé profundamente cuando desaparecieron por la calle.

De pronto caí en la cuenta de que tenía una cita con Dwight Wellyntong y maldije interiormente. Esto no iba a ser fácil.

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