Parte 4: Apoyo

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La Universidad Principal de Laseal guardaba unos cuantos misterios en sus pasillos, pabellones y patios que despertaban la curiosidad de los estudiantes y trabajadores por igual. Uno de dichos enigmas estaba concentrado en la peculiar existencia de un amplio y silencioso jardín ubicado en una zona apartada de la institución. Aquel insólito lugar era comúnmente referido como el "Parque" y, según se decía, pertenecía a otra dimensión o realidad alterna.

No era posible afirmar a ciencia cierta si todo lo que se contaba sobre aquel inusitado terreno era verdad, pero se mantenía bien cuidado a pesar de que ningún jardinero o empleado estaba destinado a su mantenimiento. También era sencillo notar que muchas de las plantas que lo componían eran inclasificables, hasta el punto de adoptar apariencias y colores indescriptibles. Y, para incrementar aun más la carga misteriosa, el Parque parecía emitir un aura fantástica que alejaba a todos los insensatos que siquiera pensaban en poner un pie dentro.

Sia había encontrado el extraordinario emplazamiento durante sus primeros días en la universidad y, al descubrir que era inmune al aura ignominiosa del Parque, lo tomó como lugar de reflexión. Compartió su secreto únicamente con Joseph, a quien no le interesaba en lo más mínimo algo que iba más por el lado de la fantasía que del terror, pero igualmente acompañaba a su amiga cada vez que ella deseaba visitar el área.

Y, por alguna razón incomprensible, el Embaucador los había retado a darle mantenimiento.

―No veo la lógica de esto ―comentó Edward, barriendo con desgano unas hojas caídas en el suelo―. ¿Qué clase de Titán Cósmico utiliza a sus víctimas como jardineros?

―Y lo peor de todo es que apenas se puede respirar ―agregó Lilian, ventilándose el rostro con una mano.

Edward asintió, ya que algo, tal vez el polen de las amorfas flores cromáticas o el aroma ácido de las hojas turquesa de los árboles, llenaba el ambiente de un miasma casi insoportable.

―Yo no siento nada ―comentó Hans, quien, al igual que Sia, era inmune al efecto del Parque.

―Ya veo, así que las doncellas de corazón puro no son afectadas por el aura maligna de este lugar ―afirmó Edward, asintiendo varias veces―. Por eso te sientes mal, ¿verdad, Lilian?

La aludida le lanzó una mirada asesina y se acercó agresivamente a él. Edward, con experiencia suficiente tratando con ese tipo de respuestas violentas, no se dejó amilanar y mantuvo una mueca burlona en su rostro.

―Nada de peleas en horario de trabajo ―aseveró Ericka, interponiéndose entre los dos―. Cuando me pidieron permiso para trabajar en el Parque parecía que era un asunto importante.

Lilian emitió un sonido de desprecio y dio media vuelta, para continuar con su parte de la labor. Ericka suspiró, acomodándose las gafas. Los miembros del Club del Terror se habían visto obligados a recurrir a la presidenta del Consejo Estudiantil para poder actuar libremente en la zona. No era común que los estudiantes tuvieran ese tipo de iniciativas, especialmente con el halo de misterio del área, pero como Ericka confiaba en ellos accedió a ayudarlos sin pedir demasiadas explicaciones.

Joseph se mantenía apartado, cerca de unos setos a los cuales intentaba dar forma con unas tijeras. Las extrañas plantas tenían unas hojas enrevesadas que, junto a sus ramas caóticas, los hacía increíblemente difíciles de podar. Luego de varios intentos finalmente se rindió y miró a su alrededor, para ver qué más podía hacer. Se percató que Sia, a lo lejos, parecía tener problemas en cortar las ramas altas de un árbol deforme. La pequeña chica no alcanzaba su objetivo ni poniéndose de puntillas, por lo que Joseph se encamino a ayudarla.

―Quiero que me eches una mano, Joseph ―pidió Viper repentinamente, cortándole el paso.

Él arrugó el ceño y meneó la cabeza con molestia, pero la chica no se rindió y lo tomó de un brazo.

―Vamos, será rápido.

―Déjame en paz ―espetó él, apartándola violentamente.

Viper, a pesar de todo, se mantuvo frente a él, hasta que Joseph sintió unas ganas incontenibles de golpearla.

―¿Ya te has acostumbrado al Club, Liline? ―preguntó Ericka acercándose, ya que desde la distancia había podido observar lo peligroso de la situación.

Joseph intentó aprovechar la interrupción para huir, pero Viper lo retuvo de un brazo con una gran sonrisa plasmada en el rostro.

―Por supuesto, todos son muy amables.

Ericka entrecerró los ojos y se desató la cola de caballo de su largo cabello negro. Cruzó los brazos y sonrió.

―Por cierto, Joseph, me dijeron que ella te ganó en un enfrentamiento de conocimientos sobre cosas de terror.

―No me ganó ―masculló él, intentando hacer que Viper le soltara el brazo―. Hizo trampa.

Sia, por otro lado, había desistido en su intento de podar el árbol deforme y se mantenía observando la peculiar conversación de Joseph, Viper y Ericka. Suspiró y soltó las tijeras que llevaba en las manos, suponiendo que sólo le quedaba barrer o hacer cualquier otra cosa que no le causara problemas por su poca fuerza o por su baja estatura.

―Joseph Irolev es mucho más popular de lo que parece ―comentó el Embaucador en su forma de niña, tras aparecer repentinamente al lado de Sia―. Lo recordaba más oscuro y entretenido, ahora es especialmente molesto.

―¿Qué...? ¿Qué pasa? ―preguntó la chica débilmente, bajando la mirada―. Estamos haciendo lo que nos pediste.

―He venido a compartir ciertas irregularidades contigo.

―¿Irregularidades?

Envy asintió.

―Este Juego estaba planeado para tener seis participantes. Los cinco del Club del Terror y Ericka Francoise.

Sia ladeó la cabeza, incapaz de comprender qué intentaba decirle.

―En mi planificación no estaba incluida Liline Viper ―prosiguió la niña―. Eso la hace muy sospechosa, pero... ―Miró de reojo a Lilian, quien había comenzado a discutir con Edward mientras Hans intentaba calmarlos―. Por experiencias previas mi desconfianza está depositada en alguien más.

―No... No lo entiendo.

―Simplemente no permitas que Joseph Irolev cometa alguna insensatez ―concluyó Envy, sonriéndole―. Ahora que no eres la damisela en apuros puedes hacerlo.

―Sigo sin entenderlo, pero... cuidaré a Joseph.

El Embaucador asintió.

―Otra cosa más, les daré la libertad de decidir si desean incluir a Ericka Francoise en el Juego. Tener siete participantes no cambiará mis previsiones, aunque tampoco les será de mucha ayuda.

―No creo que sea una buena idea ―afirmó Sia, repentinamente seria―. Vas... Vas a retarnos a hacer cosas peligrosas después, ¿verdad? Si por nuestra culpa Ericka termina metida en eso...

―Como ya dije, no hay mucha diferencia ―contestó Envy, encogiéndose de hombros―. Pero tengo entendido que los seres humanos dan mucha importancia a su capacidad de elección. Pueden explicarle la situación y dejar que ella decida. Como es una excepción, no perderán el Juego por revelarle información.

Sin más que agregar, el Embaucador desapareció en medio de una humareda púrpura. Sia se mantuvo estática, sin saber qué hacer a continuación, hasta que vio que Ericka se estaba acercando a ella.

―Me pareció ver que estabas hablando con alguien ―comentó la presidenta, observando a su alrededor―. Qué extraño. ―Suspiró pesadamente―. Por cierto, sé que yo tuve la culpa de que Liline Viper se uniera a su Club, pero ahora me estoy arrepintiendo.

―No hay problema, ella parece buena persona. ―aseguró Sia sin mucha confianza en su tono―. Pero, Ericka, quiero contarte algo...

La presidenta la miró con curiosidad, pero Sia no encontraba la mejor manera de narrarle todo lo que sabía con referencia al Embaucador. Aún no estaba segura de incluir a Ericka, ya que temía por su futuro, pero reconocía que la libertad de elección mencionada por el Titán Cósmico guardaba cierto sentido. Finalmente, Sia llamó a los otros miembros del Club y les expuso lo sucedido. Entre todos intentaron contarle de manera lógica todo lo relacionado al Juego, pero sólo consiguieron que Ericka ladeara la cabeza varias veces con confusión.

Al final, la presidenta concluyó que no entendía bien lo que intentaban decirle, pero que si volvían a necesitar ayuda no dudaran en pedírsela. Debido a su cargo no podía darse el lujo de acompañarlos en sus futuras acciones, pero prometió unirse a ellos apenas tuviera la oportunidad ya que, a pesar de no comprenderlos, creía que estaban metidos en algo interesante.

De esa forma, de manera parcial, Ericka Francoise ingresó al Juego del Embaucador como la séptima participante.

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