Parte 5: La Casa de la Colina

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La peculiar criatura de ojos amarillos se desplazaba sigilosamente por las sosegadas calles de la ciudad, mientras repasaba los acontecimientos recientes. Gracias a su capacidad de camuflaje había sido capaz de espiar satisfactoriamente el desarrollo del primer reto del Juego del Embaucador. La simpleza y aparente facilidad con la que se había dado dicho reto le había generado algo de confusión, pero, dado que el Embaucador provenía de otra dimensión, resultaba lógico que su perspectiva resultara incompresible para todos.

Lamentablemente, tan sólo poseía información básica sobre las capacidades y motivaciones del Titán Cósmico, de modo que decidió no dedicarle mucha atención por el momento. Su verdadera preocupación estaba dirigida a la entidad infiltrada que se hacía pasar por uno de los participantes del Juego. La criatura de ojos amarillos sospechaba que se trataba de algo de naturaleza demoniaca, lo que la hacía sumamente peligrosa para ella y para todos los involucrados. Por eso la acción inmediata a tomar era observar atentamente a cada uno de los humanos implicados, hasta discernir cuál de ellos era el impostor. De esa manera podría evitar confrontar al posible ente demoniaco, antes de elegir un candidato al cual pudiera manipular para conseguir sus fines.

Durante los últimos días, luego de cumplido el primer reto, se había dedicado a merodear alrededor de Joseph Irolev y Siara Bohdan. En el caso de esta última había sido especialmente complicado mantenerse de incógnito, ya que el Embaucador acostumbraba custodiarla de manera casi continua. No obstante, en base a pura observación, la criatura de ojos amarillos concluyó que ninguno de esos humanos era el demonio infiltrado. De igual forma, no le resultó complicado confirmar que Edward Schmidt y Hansel Krauss también parecían inocentes.

Por eso había cambiado sus objetivos de espionaje para centrarse en las dos últimas personas sospechosas: Lilian Valliere y Liline Viper. Ambas le causaban cierta desconfianza, además de que sus nombres prácticamente idénticos aumentaban su suspicacia. Temiendo que realmente alguna de ellas fuera el demonio escondido, la criatura de ojos amarillos aumentó la velocidad con la que recorría las calles, mientras la luz lunar se reflejaba en su pelaje tornasolado.

...

Luego de una semana de concluido el primer reto, los miembros del Club no habían vuelto a tener noticias sobre el Embaucador. Aquello, en lugar de representar un relajado descanso, sólo sirvió para aumentar los nervios que los carcomían, temiendo que el ente caótico estuviera planeando algo complejo y perverso.

Ya que consideraban que lo mejor era mantenerse juntos el mayor tiempo posible, una mañana decidieron reunirse en su base secreta: la Casa de la Colina. Aquella era una peculiar mansión de estilo gótico compuesta casi enteramente de madera. El terreno y la edificación eran propiedad de la empresa inmobiliaria del padre de Hans, por lo que el chico se aseguraba de que nunca se vendiera, pero que recibiera el mantenimiento suficiente para no venirse abajo.

Por lo general hubieran optado por realizar su reunión en la sala del Club de la universidad, pero como era feriado decidieron aprovechar para mostrarle a Viper aquella majestuosa casona. Además, Ericka también pudo acompañarlos ya que había sido lo suficientemente astuta como para relegar sus responsabilidades a los otros miembros del Consejo Estudiantil, y hubiera resultado inapropiado que se le viera por el campus.

La primera sorpresa que se llevaron al encontrarse finalmente reunidos en la sala de la mansión fue ver que Lilian apareció con un gato en los brazos. El animal era grande y corpulento, pero su brilloso pelaje parecía adquirir las tonalidades de las cosas que lo rodeaban, por lo que era difícil distinguir el verdadero contorno de su cuerpo. Sus expresivos ojos dorados se mantenían casi cerrados, como si estuviera resignado a ser cargado por la chica, pero observaba a cada uno de los presentes con mucha atención.

―¿De dónde sacaste esa cosa? ―preguntó Edward, acercándose para pinchar la panza del gato con un dedo―. Es horrendo.

El felino, como respuesta, levantó una pata delantera con su garra central apuntando al techo.

―Estaba en la ventana de mi cuarto ―explicó Lilian―. Lo dejé entrar porque me dio lástima, pero no creo que pueda quedármelo mucho tiempo. Mi hermano es alérgico a los gatos.

―Parece amistoso ―opinó Sia, sonriendo.

―Tiene una cara muy extraña ―comentó Viper, ladeando la cabeza mientras sus ojos esmeraldas se clavaban en los dorados del animal―. No es normal.

Lilian asintió con emoción.

―¡Es muy inteligente! ―Miró al gato―. Vamos, has eso que sabes.

El felino cerró los ojos durante unos instantes, y luego los abrió por completo, mientras su mandíbula se separaba para mostrar sus afilados colmillos. Todo aquello lo dejó con un gesto que parecía ser una horrenda sonrisa, imposible de ser replicada por algún gato común y corriente. Los miembros del Club se sobresaltaron al ver la increíble mueca del animal, incapaces de decidir cuál era la reacción correcta a tomar.

―Eso no es ser inteligente ―aseguró Edward, tragando saliva―. Eso es ser monstruoso.

―¿Nos hemos reunido para hablar sobre un gato? ―preguntó Ericka, cruzando los brazos―. Creí que el tema era el Embaucador, al cual hasta ahora no he visto.

―Es cierto, no podemos perder tiempo ―confirmó Joseph e hizo una señal con la mano a Lilian―. Deja al gato por ahí.

―¡Pero se va a escapar!

―Si quiere irse, que se vaya. Si te agarró cariño se quedará cerca.

Lilian dudó durante unos segundos, pero al final soltó al animal, el cual comenzó a caminar lentamente alrededor de los muebles de la sala donde se encontraban. Los chicos se sentaron en los mullidos sillones que rodeaban una pequeña mesa y se dispusieron a comenzar.

―Hablando en serio... ―dijo Edward―. ¿Por qué nos hemos reunido?

―Por... el Embaucador ―murmuró Hans.

―Toda esta semana hemos estado hablando sobre esa cosa ―siguió Edward.

―Debemos proyectarnos a futuro ―indicó Lilian, buscando al gato con la mirada―. Nos hemos puesto de acuerdo en que el primer reto fue inusitadamente sencillo, pero no sabemos cómo serán los siguientes.

―¿Qué es lo peor que podría pasar? ―preguntó Viper, entrecerrando los ojos―. Creo que será muy divertido.

Los demás le lanzaron miradas confusas, pero como se habían acostumbrado a su rareza no le dieron mucha importancia.

―El Embaucador no nos ha dado toda la información necesaria ―afirmó Joseph para continuar con la conversación―. Supuestamente es un Juego que perderemos si no cumplimos algún reto o si alguien ajeno se entera... Pero, ¿qué sucederá si ganamos?

―Es cierto, su leyenda urbana afirma que da grandes recompensas si es derrotado ―corroboró Edward, acariciándose la barbilla―. ¿Acaso estamos jugando gratis?

―Eso nos lleva al otro punto importante: ¿realmente es posible ganar? ―Joseph los observó a todos con seriedad―. Algo que se autodenomina "Embaucador" no puede ser de los que juegan limpio.

―Pero no podemos hacer nada ―opinó Sia, meneando la cabeza―. Mientras cumplamos sus retos no nos sucederán cosas malas, ¿verdad?

―Podemos obedecer todo lo que nos diga o ―Joseph sonrió―, podemos enfrentarlo de alguna manera.

―Baja la velocidad, camarada ―masculló Edward, con un gesto nervioso―. ¿Qué pasa si esa cosa nos está escuchando ahora?

La sonrisa de Joseph desapareció al instante, consciente de que no había tomado ese punto en cuenta. No sabían si el Embaucador era omnisciente u omnipresente por lo que no podían soltar todos sus planes contra él a la ligera.

―¿Acaso importa que nos esté escuchando? ―opinó Viper, enrollando su mechón verde―. No creo que espere que lo sigamos como corderos. Encontrar oposición de nuestra parte debe estar dentro de sus contemplaciones.

―Así es, pueden oponerse cuanto quieran a mis designios ―afirmó Envy, apareciendo repentinamente en medio de una humareda púrpura―. Pero si lo hacen deberán atenerse a las consecuencias.

Todos pegaron un brinco por la sorpresa, temiendo que la ira del ente caótico estuviera a punto de caerles encima. Como acto reflejo se juntaron en una esquina de la sala, estableciendo una distancia prudente de Envy. Incluso el gato sonriente pareció comprender la situación, ya que se acercó a las faldas de Lilian, la cual lo cargó al instante.

―¿Eso es...? ―preguntó Ericka en un susurro.

―Soy el Embaucador ―afirmó Envy, haciendo una graciosa reverencia―. Me alegro de verlos reunidos. Ha llegado la hora de revelarles el segundo reto.

Todos tragaron saliva con nerviosismo, incluido el gato, el cual miró hacia un ventanal cercano con disimulo. Allí, en el exterior de la casa, se encontraba agazapada la criatura de ojos amarillos, atenta a todo lo que sucedía. Había decidido tomar un riesgo inmenso al infiltrar a uno de sus siervos en el grupo de humanos participantes, pero para su fortuna nadie había reparado en su verdadera naturaleza. A partir de ese punto, si conseguía que su vasallo continuara junto a los chicos, recoger información sería mucho más sencillo e incluso podría tener cierto grado de influencia.

De esa manera, de forma no oficial, la criatura de ojos amarillos se convirtió en el octavo participante del Juego del Embaucador.

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