Capítulo II

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Sin el delantal sobre ese uniforme podía notar de mejor manera su figura, no traía el típico uniforme, sino venía con unos jeans azules y una blusa un poco holgada, que a pesar de ser así, dejaba ver el buen volumen que de su pecho. La cantidad de cosas que podía imaginar causaban deseo por todo mi ser y todo terminaba en la parte baja, sabía que si seguía imaginado las cosas que podría hacerle, mi excitación sería notoria.

Le abrí la puerta del auto, al final no se había podido resistir, sabía que tanto ella, como yo lo deseábamos. Cuando subí me miro de reojo, yo sólo sonreí y comencé a conducir. El equipo de seguridad venía a una distancia prudente de nosotros, no podían dejarme solo.

-Me puede llevar a mi casa.

-Claro, sólo que primero iremos por esas copas que te he propuesto.

-No es necesario, sólo podría llevarme a casa.

-Alessia, si desearas sólo ir a casa no te hubieras subido al auto. –pude ver cómo se tensaba–

-Acepté porque seguramente mi jefe estaría observándome.

-No lo creo, seguramente observaba la propina que he dejado al restaurante.

-Claro, con tan solicitado evento que ha tenido, supongo que ha ganado una buena cantidad.

-No venido a ganar, al menos no dinero, –dije viéndola de reojo y riendo– tal vez he ganado otra cosa, pero perdí un poco de tiempo para otro tipo de entretenimiento.

-¿Qué es lo que usted busca?

-A ti.

-¿Disculpe?

-Seré sincero Alessia, no me gustan las formalidades, quiero una noche contigo, no quiero que te ofendas –noté como se ponía molesta– sólo una noche, donde no sólo seré yo quien disfrute, seguro que tú también lo harás.

-Yo no soy el tipo de mujer que usted suele buscar, ¿podría detener el auto?

-Bien, no insistiré. Pero al menos déjame llevarte a casa, no creo que debas quedarte tan tarde por estas calles que seguro estoy, no recorres siempre.

-De acuerdo.

El transcurso del camino fue silencio, sabía que al final iba a terminar rindiéndose. Le había preguntado si vivía con sus padres, lo que negó, así que era otro punto a mi favor, vivía sola.

Al llegar bajé del auto y como todo hombre caballeroso y seductor que suelo ser, abrí la puerta, la acompañé hasta la puerta, ella era muy firme, eso me calentaba un poco más, debía admitirlo. Así que antes de que se despidiera la tomé por la cintura y la besé, tomándola por la cintura y pegándola a la puerta. Ella había dicho que no, pero sus labios y la reacción de su cuerpo, decía lo contrario.

Se separó de mí e hizo el intento de empujarme, al ser más alto que ella se le dificultó.

-¿A poco no quiere más? –dije acercándome de nuevo–

-Por favor, –dijo tomando aire– puede irse ya.

-No.

-Dijo que no insistiría.

-No lo hago, sólo quiero que me digas la verdad –dije rozando mis labios con los suyos–. Creo que tú también quieres lo mismo que yo –mi mano comenzó a introducirse bajo la blusa, tocando su tibia piel–

-N-no es cierto –dijo entre entrecortado–

-¿Por qué tu piel me dice lo contrario? –dije susurrando a su oído y pasando mi lengua por su oído de forma leve, soltó un pequeño gemido y lo supe–

Comencé a besarla de nuevo, entre su bolsa mientras yo la presionaba contra la puerta, ella buscaba las llaves. Cuando las encontró me alejé de ella mientras abría y luego entre besos deseosos de más, nos introducimos en la casa.

A oscuras y guiándome por ella, caminamos, la empujé contra una de las paredes, ella no paraba de besarme. Comencé a subir su blusa, mis dedos rozaban levemente su abdomen, sus jadeos eran constantes. Sin separarse de mí me condujo hasta la que supuse era su habitación.

Entonces las cosas cambiaron, me llevó hacia la cama haciendo que me sentara, la mayor parte de veces me gustaba tener el control, pero quería ver de qué era capaz esta chica. Se sentó sobre mis piernas, sus pechos aún estaban cubiertos, pero eran una gran tentación. Comenzó a moverse encima de mí, escuché su gemido cuando mi cómplice ya se había despertado y rozó su entrepierna. Desabroché su sujetador, los redondos y muy bien moldeados senos quedaron entre ambos, ella quitó mi camisa y pude sentirlos junto a mi piel.

No podía permitirme tenerla más tiempo sobre mí, con los jeans puestos, así que lo fui quitando lentamente y ella ayudó. La tenía sobre mí, sólo sus bragas eran la compañía de aquel cuerpo que desde que ofreció sus servicios en el restaurante, había imaginado esta forma.

Ella quería tomar el control, pero no se lo permití, la tomé entre mis brazos y la recosté en la cama. Quité mis pantalones, y comencé a besarla, poco a poco fui descendiendo, dando pequeños besos y mordidas por su cuello, sus caderas se habían pegado a las mías, buscando más de lo que le estaba ofreciendo.

Comencé a besar el borde de sus pechos, luego fui dejando besos, hasta comenzar a saborearlos lentamente, mi lengua se movía en diferentes direcciones, en ocasiones succionaba lentamente, mi otra mano descendía por su abdomen, llegando hasta el inicio de su ropa interior, iba a introducir mi mano cuando ella la tomó. Inmediatamente la vi a los ojos, tenía una sonrisa traviesa y tomó mi mano, llevándola en dirección a su boca, comenzó a introducir uno, dos y tres dedos, lentamente, parecía que estuviera saboreando algún caramelo, mi ropa interior no estaba dispuesta a tolerar más, pero debía esperar.

Luego de ese jugueteo con mis dedos, llevó mi mano hacia su ropa interior. Sin retirarla, introduciendo mi mano, comencé a hacer movimientos circulares, moviéndolos de forma sutil. Podía notar lo húmeda que se encontraba, sus gemidos eran constantes, mi boca no dejaba de jugar con sus pechos, su cadera se alzaba en busca de más, introduje uno de mis dedos, los sonidos que de ella emanaban me prendía más.

Si algo me gustaba era hacer difíciles las cosas cuando estábamos en el acto, sabía qué cosas podrían hacerlas llegar al orgasmo, pero no quería que fuera inmediatamente, me gustaba jugar.

Comencé a bajar, dando mordidas en su abdomen, después introduje un segundo dedo, un gemido más fuerte vino de su garganta cada vez mi boca se encontraba más cerca de su entrepierna, entonces me detuve. Rocé mis dedos desde el interior de sus rodillas hasta el borde inferior de su ropa interior, luego bajé un poco más y mi lengua se encargó de trazar el camino que antes mis dedos habían recorrido.

Bajé lentamente sus bragas, ella comenzaba a temblar, si seguía de esta forma, podría hacer que se corriera, sin necesidad de penetrar. Subí, sin aún poner mi boca sobre su entrepierna introduje de nuevo mis dedos, mientras mi lengua se encargaba de realizar movimientos circulares por fuera. Sus manos empujaban mi cabeza, sabía que ella necesitaba ser penetrada, pero si lo hacía probablemente llegaría muy rápido al orgasmo ¿y dónde quedaba mi disfrute? Me separé de ella y la levanté, la coloqué sobre mí. Ella buscó los bordes de mi ropa, al parecer estaba muy necesitada, tanto como yo, cuando terminó de sacar mi bóxer, con mis manos dirigí su cabeza hacia mi miembro y aunque al principio dudo, parecía que era una experta en estas cosas.

Luego de un rato, con jugueteos de lengua, me la coloqué sobre mí, lentamente comencé a introducirme dentro de ella, soltó unos gemidos que parecía haber estado guardando, poco a poco subí más la intensidad, me recosté sobre la cama dejando que ella montara sobre mí, que fuera ella quien tomara el control en este momento, sus senos se movían al ritmo en que ella se movía, me fue inevitable colocar mis manos sobre ellos y jugar con sus penzones.

Poco después cambiamos de posición, me coloqué sobre ella penetrándola duro y rápido, mordía levemente sus pechos en ocasiones, ella soltaba gemidos un poco elevados, era evidente que lo estaba disfrutando, yo no me podía quejar, le estaba dando tan duro que me era satisfactorio.

Al corrernos fue por algunas toallas para limpiar nuestros fluídos, se recostó junto a mí en la cama, no hablamos, la habitación estaba silencia luego de los gemidos que habían estado flotando en ella, al cabo de unos minutos me di cuenta que ella yacía profundamente dormida, al observarla pude notar que su trasero estaba rojo, por los gritos que había dado supe que hacía tiempo ella no tenía un buen polvo, pero claro, no la culpo yo también quedaría deleitado luego de tener sexo conmigo, decidí cubrirla, sabía que era un idiota con las mujeres, pero todavía quedaba un poco de caballerosidad en mí y no podía dejarla tan expuesta.

Esperé un rato para asegurarme que estaba dormida, ciertamente ella sabía que sólo era sexo de una noche, pero no sería tan imbécil de dejarla estando despierta, no quería hacerle sentir como utilizada, quizás algo así había sido, pero ambos habíamos ganado, ¿no?

Media hora más tarde iba saliendo de aquella casa, no había estado por este lado de la ciudad, lo bueno es que los de seguridad estaban por ahí. Al parecer habían esperado todo el tiempo. Cuando subí al auto, Bruce se encontraba en el lado del copiloto.

-Lo has conseguido, eres un idiota, ¿lo sabes?

-Un idiota con mucha suerte, que tiene sexo más seguido que tú.

-Tú no sabes cada cuánto lo hago.

-No, pero pasarías más sonriente si así fuera. –dije poniendo el auto en marcha–

-¿Y en qué han quedado?

-¿Sobre qué? –lo veía de reojo–

-¿Se verán de nuevo?

-No, fue suficiente.

-¿Para ti o para ella? ¿ambos?

-Para mí, sabes que es muy raro que esté más de una o dos veces con la misma chica, y ella no es de ese tipo de chicas con quienes suelo hacerlo.

-¿Por qué no le has dicho a ella que sea tu falsa pareja?

-Es broma, ¿no? –paré el auto– No andaría con una chica que trabaja en un restaurante, a parte, mamá dudaría mucho de ella. Principalmente porque conoce mis gustos.

-No es broma, no deberías decir es tontería, no sabes con qué te puedes topar al futuro. ¿Los gustos tuyos o los que les has hecho creer que son tus gustos?

-Bruce, sabes que con mis negocios no puedo dedicarme a vivir ese cuentecito de hadas, de una familia perfecta. Mis gustos.

-Ni siquiera tú eres capaz de saber cuáles son tus gustos, Izan, te acuestas con todo tipo de mujer.

-No es cierto.

-Lo haces, dices que no es tu tipo una mujer que trabaje en un restaurante, pero acabas de salir de la casa de una mujer que trabaja en uno y con quien tuviste sexo.

-Ella no es mi tipo, sólo necesitaba tener sexo.

Bruce se quedó callado el transcurso del camino, llegamos a casa, él se encargó de llevar el vehículo hasta el garaje. Sabía que hasta cierto punto tenía razón, no sabía con exactitud quién era el tipo de mujer con quien me gustaba estar, sólo tenía sexo con la primer mujer que pasara frente a mí y despertara mis deseos carnales. Tomé una ducha y me dispuse a dormir.

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Agradecerías sus comentarios y opiniones. 🤍

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