Capítulo 2

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El viento suave agitó las agujas de los pinos que se mecían suavemente sobre los muros del campamento.

La mañana transcurría con lentitud. Todo iba pacíficamente en el campamento del Clan del Trueno.

La Estación sin Hojas había desencadenado en batallas contra el Clan del Río por la Laguna Soleada. Pero por primera vez aquella mañana parecía tranquilo.

El aroma suave de la nieve acarició la nariz de Pequeña Enlodada.

La emoción bullía por su cuerpo. Si todo iba bien, aquella tarde se convertiría en aprendiza, y lo que era mejor es que sería la gran Asamblea.

Atusó su pelaje. Ya no se sentía como una cachorrita, era mucho más grande y fuerte. Además desde la última luna, la maternidad había estado muy abarrotada con la llegada de los cachorros de Garra Turquesa.

Se preguntó quién podría ser un buen mentor. Necesitaba a alguien que le mostrase el combate a la perfección, quería ser una poderosa guerrera a la que todos respetasen.

Tal vez tener como mentor a Manto Serpenteado no era mala idea. El guerrero tenía un temperamento agresivo y protector, seguro que le enseñaría muchos movimientos de combate.

Se sacudió librando sus pensamientos. El mentor que necesitase iba a llegar, no necesitaba saber exactamente quién sería.

Estrella Moteada escogería a un guerrero capaz de poder entrenarla.

Pequeño Fuego apareció saltando a su lado. El día pasado el joven le había contado que había salido del campamento con Vuelo Raudo y Zarpa de Halcón, y que no quería que le dijera a nadie. Ella sabía guardar secretos, y por supuesto que nunca delataría a su mejor y único amigo.

– ¿Qué haces? –. Ronroneó Pequeño Fuego.

– Nada… pensando en lo genial que será cuando seamos aprendices –. Ronroneó feliz.

– Ummm… supongo… oye, escuché que habrá una batalla final pronto –. Maulló Pequeño Fuego con entusiasmo en su mirada azul.

– ¿Y? –. Dijo no muy emocionada.

– ¡Podemos ir! –. Exclamó éste.

– ¡¿Qué rayos?! ¿Estás loco o qué? –. Le espetó. – Ni siquiera sabemos combatir, jamás hemos entrenado.

– Eso no es problema, he observado los movimientos de los guerreros y aprendices, además de que tu eres muy buena imitando movimientos de combate –. Ronroneó.

No podía creer la ingenuidad de su amigo. Nunca sobrevivirán a una batalla, ni siquiera llegarían a la mitad sin haber perdido la mitad del pelo ahí.

– La batalla será hoy… no se cuándo… pero iré –. Dijo muy orgulloso.

– Bola de pelos… no puedes ir, te mataran y recibirás un castigo por eso –. Le dijo con tono seco.

– Podemos ir ambos, sería genial, además sé que amas la adrenalina, y habrá mucha en esta ocasión –. Ronroneó Pequeño Fuego con un brillo pícaro en su profunda mirada azul.

Ella no podía negarlo, le gustaba sentirse en peligro, que la batalla consumiese todo a su alrededor, le gustaba la fortaleza, pero por encima de todo, amaba la sensación del combate y los retos. Recordaba la vez en la que había derrotado a Zarpa de Halcón en un combate de juego, se había sentido tan orgullosa de si misma.

Sacudiendo las orejas asintió. – Vale, te acompañaré, pero si por alguna razón cancelan nuestro nombramiento por eso… te haré cama para cachorros –. Dijo lo último dándole un empujoncito divertido a su amigo.

– Sólo si puedes –. La retó Pequeño Fuego saliendo disparado velozmente hacia la guarida de los veteranos.

Ella se lanzó al instante corriendo como el viento. La fría nieve la fortalecía, siempre había algo en la nieve que la atraía.

Sus pensamientos la desconcentraron que no reparó en Manto Serpenteado y se fue a estrellar contra él.

El guerrero se volvió con un gruñido de sorpresa.

– ¡Pequeña Enlodada! Eres tú. Pensé que había sido alguien más –. Ronroneó el guerrero con un brillo cálido en su mirada.

– Lo siento –. Se disculpó agachando las orejas apenada. – No era mi intención…

– No te preocupes, de cachorro yo chocaba con cualquier cosa –. Ronroneó el guerrero con risa. – Aunque para ser sinceros tu ya no pareces una cachorrita, eres más bien una aprendiza ya. Y tus ojos… son… tan… tan… hipnóticos

En su voz percibió algo más pero no supo descifrar lo que era. Aunque también tenía razón, por alguna cosa extraña en particular, sus ojos tenían una mezcla de colores que los hacían hipnóticos, y a todas partes a las que iba en el campamento, siempre decían que ella era muy hermosa, que no se comparaba con otra joven como ella, que tenía algo en especial que atraía a los demás y sobre todo que sus ojos eran increíbles y bellos. Se había acostumbrado a oír esos elogios que ya no le interesaban demasiado, pero "Hipnóticos" era algo distinto, algo que nunca se lo habían dicho y que le había provocado una sensación de orgullo y poder.

Agradeció a Manto Serpenteado por el cumplido, e intentando apartar los pensamientos que zumbaban en su cabeza como abejas, se alejó rumbo a la guarida de los veteranos.

Al entrar se encontró con Nariz de Plumas. El veterano parecía estar solo.

– Hola –. Inclinó la cabeza con sumo respeto.

– Hola jovencita –. Ronroneó el veterano con la voz ronca por la edad.

– ¿A dónde están los demás veteranos? –. Murmuró con curiosidad.

– Parece que todos se enfermaron, me sorprende, porque peores cosas hemos pasado –. Tosió el viejo.

– ¿Y has visto a Pequeño Fuego? –. Dijo mientras observaba la guarida. No se sorprendería si Pequeño Fuego saltase de cualquier rincón para asustarla.

El veterano negó con la cabeza. – Mencionó algo sobre una batalla… –. Dijo éste con los ojos entrecerrados.

Ella sabía de sobra a qué se refería. Pequeño Fuego intentaría todo para estar en esa batalla.

– Umm, vale, gracias –. Dijo despidiéndose del veterano.

– Vuelve pronto jovencita –. Ronroneó éste con voz cascada.

Ella asintió y volvió a salir disparada al claro. Sin darse cuenta derrapó sobre la nieve y cayó rodando a la pila de carne fresca. Su pelaje marrón claro quedó cubierto de nieve haciendo que se contrastara con su pecho, su cola y sus zarpas que también eran blancas.

Se libró de esta con un gruñido malhumorado, a pesar de que ya tenía el tamaño de un aprendiz, aún así sus patas se seguían enredando en la nieve.

Repentinamente por la entrada del campamento apareció Destello Pantanoso. El guerrero tenía el pelaje enmarañado y erizado de horror.

– ¡El Clan del Río! ¡Nos emboscó! –. Aulló a los cuatro vientos.

Todo el campamento había salido ante los gritos del guerrero. Parecían atemorizados y a la vez furiosos.

Ignoró aquél escándalo y intentó buscar a Pequeño Fuego. El joven moriría si asistía a aquella batalla, y de ella dependía detenerlo.

No tardó mucho en dar con él. Éste se estaba escabullendose por la entrada del campamento. Su pelaje rojizo lucía de un jengibre muy claro gracias a la nieve, así que nadie reparaba en él.

Con un gruñido salió disparada hacia el joven. Logró alcanzarlo en la entrada y derribarlo, ambos rodaron fuera del campamento y la entrada de zarzas.

Inmovilizó a Pequeño Fuego con sus fuertes patas.

– ¡Sueltame! –. Gruñó Pequeño Fuego.

– No lo haré, eres una bola de pelo sin cerebro, ¿O qué? –. Gruñó fríamente. – Si vas morirás –.

– Pero mi Clan me necesita, además tu dijiste que querías ir –. Protestó.

– Sé lo que dije –. Dijo Mordaz. – Pero no voy a permitir que mueras, viendo la realidad lo que ibas a hacer era un suicidio –.

– Tú qué sabes, sé movimientos de combate, además de que he visto como defenderse –. Dijo el joven rojizo tozudamente.

Por detrás de ellos resonaron los pasos de los guerreros que se dirigían a toda prisa hacia la zona de combate.

Aprovechando su distracción, Pequeño Fuego se la quitó de encima derribandola sobre la fría nieve.

Intentó atraparlo, sin embargo éste la superó y acabó desapareciendo detrás de los guerreros. Podría haberse ido al campamento y fingir que no había visto nada, pero Pequeño Fuego era su amigo, y no sería capaz de dejarlo morir.

Con un impulso de valentía, saltó corriendo velozmente. Se guíaba por el profundo rastro de olor y por las huellas de sus compañeros.

Había aprendido a rastrear, y su olfato era tan bueno que incluso captaba cosas que nadie más podía.

Siguiendo y dejándose llevar por sus instintos, encontró el punto de emboscada.

Los gruñidos de rabia y dolor estallaban contra el viento. Esperaba haber llegado a tiempo, no soportaría ver a Pequeño Fuego muerto.

Al llegar se metió detrás de unos arbustos, no quería ser vista.

Siguió avanzando poco a poco hasta que conforme avanzaba, la nieve se iba tornando de un color jengibre, que pasaba más tarde a ser un color escarlata puro. Al avanzar más y olfatear aquella cosa que pintaba la nieve pudo advertir que se trataba de sangre. Si Pequeña Nieve hubiese estado ahí probablemente se hubiese desmayado, ella era la única que soportaba ver sangre y escenas así.

La sangre que teñía la nieve provenía de unos arbustos. Al moverlos con una zarpa se quedó atónita.

Detrás de los arbustos estaba el cuerpo sin vida de un guerrero del Clan del Río. La sangre manchaba sus zarpas blancas.

Aquella escena no le provocó nada más que lástima. La vida de un guerrero se había consumido ahí, y todo por un estúpido territorio.

Cada batalla cobraba una vida, y cada batalla era por algo insignificante. Siempre había pensado que las batallas que libraban los Clanes eran tan inútiles y nunca arreglaban nada.

Con un suspiro volvió a cerrar los arbustos.

Continuó avanzando con tranquilidad y serenidad.

– Pequeña Enlodada, por aquí –. Dijo una voz.

Se sorprendió al ver a Pequeño Fuego pero a la vez se alivió, el joven estaba bien.

– Por el Clan Estelar. ¿Qué rayos vas a hacer? –. Dijo con un susurro.

– No ayudaré aún, solamente si la cosa se pone fea –. Murmuró éste observando por los arbustos la batalla.

Se pone fea. Ya estaba fea desde el momento en el que había estallado la batalla.

Ella empujó suavemente a Pequeño Fuego para que la dejase pasar, quería contemplar la batalla.

Divisó a Zarpa de Halcón. Éste combatía hábilmente contra un guerrero. La sangre escurría de la cabeza del aprendiz marrón, pero eso no lo detenía.

El aprendiz marrón estaba tan entretenido en el combate con su adversario, que no reparó en que por detrás otro gato estaba a punto de saltar sobre él.

El pánico y la bilis le subieron por la garganta al ver como el otro gato saltaba sobre Zarpa de Halcón inmovilizandolo contra el suelo nevado.

– Es tu fin, aprendiz –. Ronroneó el guerrero del Clan del Río mientras se preparaba para asestar un zarpazo al cuello de Zarpa de Halcón.

De la nada un destello rojizo pasó frente a sus ojos. Pequeño Fuego había salido en defensa de su hermano.

Con un gruñido de rabia el joven se lanzó contra el atacante de Zarpa de Halcón.

El guerrero del Clan del Río soltó un aullido de sorpresa y cayó hacia atrás soltando al aprendiz marrón rojizo.

Pequeño Fuego se había aferrado a su lomo mientras le daba mordidas.

El guerrero se libró de él y salió chillando hacia su territorio.

Poco a poco la batalla fue terminando. Los guerreros del Clan del Río habían perdido y la Laguna Soleada era suya.

Zarpa de Halcón estaba derrumbado mirando a Pequeño Fuego atónito.

– No sé cómo hiciste eso hermanito, pero gracias. Me hás salvado la vida –. Dijo Zarpa de Halcón abrazando a Pequeño Fuego con afecto.

De repente sintió un tirón por detrás y como alguien la tomaba del pescuezo levantándola del suelo.

Al levantar la mirada se encontró con los ojos de Corazón Florecido. Su padre la miraba un poco molesto. Sin embargo no dijo nada.

Con la batalla finalizada los guerreros habían regresado al campamento, no había reparado en que ya era más de medio día.

Vuelo Raudo y Manto Serpenteado se habían quedado a enterrar el cuerpo sin vida del guerrero del Clan del Río.

Ella iba colgando de la boca de su padre. Se sentía un poco avergonzada, ya no era ninguna cachorrita, y sin embargo así si lo parecía.

Podía adivinar fácilmente que obtendrían un castigo y que su ceremonia de nombramiento no sería hoy. Con un suspiro pensó que tal vez no sería tan malo esperar un poco más.

Al llegar al campamento Perlada y Flor de Ceniza aparecieron corriendo aliviadas al ver a sus hijos bien.

Corazón Florecido la depositó frente a su madre Perlada. La reina gris se inclinó lamiendola para darle calor. Sin embargo ella no sentía que fuese necesario, no tenía frío.

La reina la miró seriamente deteniéndose un poco. – ¿Dónde te habías metido, jovencita? –.

Ella por primera vez no sabía que responder. Era algo complicado explicar cómo era que había acabado por estar casi dentro de una batalla.
Seguramente si decía que había intentado salvar el pellejo de Pequeño Fuego, no le creerían.

No tuvo más remedio que agachar las orejas avergonzada por lo que había hecho, al menos había intentado hacer una acción buena.

Su madre la limpió un poco más antes de dejarla.

Sin esperar a más rápidamente salió disparada hacia la maternidad para ver si Pequeño Fuego estaba ahí, para su sorpresa el joven no estaba ahí.

Iba saliendo de la maternidad para buscar en algún otro lugar cuando aparecieron Pequeño Fuego seguido de Estrella Moteada, y en la retaguardia el lugarteniente Tormenta de Fuego.

El cachorro iba con la cabeza gacha, parecía triste, probablemente les iban a dejar un castigo.

La líder del Clan saltó hacia la Cornisa Rocosa. – Que todos los gatos lo bastante mayores para cazar sus propias presas, se reúnan aquí bajo la Cornisa Rocosa para una reunión del Clan –. Dijo profundamente. Su voz hizo eco con los muros del campamento haciendo que pareciese estremecedora.

De repente recordó que aquella tarde iba a ser el nombramiento de guerreros de Zarpa de Halcón y Zarpa de Sauce.

Los gatos del Clan comenzaron a salir de las guaridas, algunos tenían telarañas envueltas en el cuerpo y otros apenas iban saliendo de la guarida de Oreja Parda.

Zarpa de Halcón surgió de la guarida de los aprendices saltando alegremente. Su mirada ámbar relucía con entusiasmo, era obvio que sabía lo que iba a seguir.

Su padre Corazón Florecido salió de la guarida de los guerreros cojeando.

Se preocupó un poco por él. No parecía tener nada grave más que eso.

Pequeño Fuego surgió corriendo hacia ella. – Van a hacer guerrero a Zarpa de Halcón –. Dijo con emoción.

Ella asintió con un ronroneo. – ¿Qué te dijeron? Seguramente Estrella Moteada te echó un sermón –. Dijo risueña.

– No… para nada… solamente me dijo que lo que había hecho había sido de cerebros de ratón, pero que todos los cachorros eran iguales… ah y que admiraba mi coraje y valor –. Dijo el joven rojizo muy orgulloso.

– ¿Sabes si nos convertiremos en aprendices hoy? –. Dijo preocupada.

– Pues parece que si, porque mira –. Señaló a los demás cachorros fuera de la maternidad, éstos tenían el pelo perfectamente acicalado y acomodado, y sus ojos brillaban de emoción.

Suspiró aliviada al pensar en que si se convertirían en aprendices después de todo.

Estrella Moteada que contemplaba a todos con tranquilidad, continuó.
– Con el atardecer nos reunimos para celebrar nuevamente dos nombramientos –. Ronroneó. – Sabemos que Zarpa de Sauce estuvo confinada en la guarida de la curandera por un accidente, se esforzó al máximo para llegar hasta aquí y recibir su nuevo nombre –.

Todo comenzaron a corear el nombre de la aprendiza.

La joven canela y blanca solamente se encogía nerviosamente por ser el centro de atención de todos.

Estrella Moteada pidió silencio con un movimiento de su cola. – También tenemos a Zarpa de Halcón. Su pasada evaluación no fue del todo bien, pero con todo su esfuerzo y desempeño logró llegar aquí este día –. Aulló orgullosa.

De nuevo, el Clan comenzó a corear el nombre de Zarpa de Halcón.

– Yo Estrella Moteada, líder del Clan del Trueno, solicito a mis antepasados guerreros que observen a estos dos aprendices, han entrenado duro para comprender el sistema de nuestro noble código y yo a mí vez los encomiendo como guerreros –. Estrella Moteada dijo con voz suave.
– Zarpa de Halcón, Zarpa de Sauce, ¿prometen respetar y proteger el Código Guerrero y a su Clan a costa de sus vidas? –.

Los dos aprendices se miraron el uno al otro con emoción, y a la vez aullaron. – ¡Lo prometemos! –.

Estrella Moteada asintió. – Entonces, por los poderes del Clan Estelar les concedo sus nombres de guerreros.
Zarpa de Sauce, de ahora en adelante serás conocida como Flor de Sauce. El Clan se honra con tu valentía y perseverancia, y te damos la bienvenida como guerrera de pleno derecho al Clan del Trueno –.

La joven no pudo reprimir un aullido de felicidad y con torpeza se acercó a Estrella Moteada para que ésta le tocase la cabeza con la nariz. La nueva guerrera le dió un lametón en el omóplato respetuosamente.

Zarpa de Halcón esperaba pacientemente su turno, pero a la vez parecía feliz por Flor de Sauce.

Estrella Moteada se giró hacia Zarpa de Halcón. – Zarpa de Halcón, de ahora en adelante serás conocido como Garra de Halcón, el Clan se honra con tu coraje y ferocidad y te damos la bienvenida como guerrero pleno derecho al Clan del Trueno –. Estrella Moteada hizo lo mismo que con Flor de Sauce.

El recién nombrado miró con orgullo a su alrededor y corrió a entrechocar la cabeza con la de su antiguo mentor Corazón Florecido, y luego fue hacia sus padres.

– Mi nombramiento, ¡Es por Nutria y Tormenta! –. Aulló Garra de Halcón a los cuatro vientos.

El Clan lo siguió con coros y apoyo.

Ella sabía vagamente que Garra de Halcón era el único hijo que había sobrevivido de Tormenta de Fuego y Flor de Ceniza, y ahora estar convertido en guerrero debía ser un honor para ellos.

Estrella Moteada volvió a la Cornisa Rocosa con tranquilidad. – Antes de finalizar aún quedan algunos nombramientos pendientes –. Ronroneó. – La guarida de los aprendices ahora se a quedado vacía, pero tenemos a nuestros jóvenes –. Dijo señalando a los cachorros con orgullo.

– La mayoría sabrá lo que pasó en la batalla. Pequeño Fuego y Pequeña Enlodada quisieron participar en la batalla arriesgando sus vidas. Obtendrán un pequeño castigo –. Murmuró. – Su nombramiento de aprendices será retrasado hasta que aprendan a obedecer ordenes –. Dijo tranquila.

El horror la consumió. No serían aprendices, tendrían que esperar una luna o tal vez más. No quería eso.

– Perdón que me meta Estrella Moteada –. La voz de Garra de Halcón la sacó de sus pensamientos.

– Creo que su valor y determinación deberían de ser compensados. Pequeño Fuego me salvó de morir en la batalla contra el Clan del Río, de hecho ni siquiera estaría aquí de no haber sido por su valor –. Finalizó.

Estrella Moteada le sostuvo la mirada por un momento. – Ummm creo que tienes razón, y tal valentía debe de ser sacado el más grande provecho posible. Está bien, haré sus nombramientos. Gracias por la información, Garra de Halcón –. Dijo Estrella Moteada guiñandole un ojo al guerrero.

Se sorprendió porque la líder hubiese cambiado tan rápido de opinión.

– Ustedes, vengan para acá –. Dijo Estrella Moteada, sacudiendo su cola en dirección a ellos.

Con un salto de emoción salió disparada con determinación.
Los demás cachorros la siguieron.

– Con el atardecer nos reunimos para nombrar aprendices a estos jóvenes. De ahora en adelante hasta que se hayan ganado sus nombres de guerreros, serán conocidos como Zarpa de Nieve, Soleado, Zarpa Tormenta, Zarpa Enlodada y Zarpa de Fuego –. Ronroneó. – Flor de Ceniza, ahora que has abandonado la maternidad, puedes hacerte cargo de Zarpa de Nieve, confío en que le transmitas todo el conocimiento necesario –.

Flor de Ceniza inclinó la cabeza. – Prometo que haré de Zarpa de Nieve, una guerrera honorable –. La guerrera gris se inclinó tocando la nariz de Zarpa de Nieve con la suya.

Así fue transcurriendo el nombramiento. A su hermano Soleado le habían adjudicado como mentor a Viento Volador.

Después continuó Zarpa Tormenta. Ella sabía quien iba a ser su mentor.

– Zarpa Tormenta ha decidido dedicar su vida al curanderismo. Debemos de sentirnos muy orgullosos por tener a una nueva aprendiza de curandero.
Oreja Parda, confío en que harás que Zarpa Tormenta sea una curandera con éxito –. Ronroneó Estrella Moteada.

– Así es Estrella Moteada, yo me encargaré de que esta jovencita aprenda lo necesario –. Dicho esto se inclinó tocando la nariz con la de Zarpa Tormenta.

Por fin se acercaba su turno, la emoción bullía por su cuerpo. ¿Quién podría ser su mentor?

– Yo, he decidido tomar como aprendiz a Zarpa de Fuego, su valentía y determinación son cosas que deberían ser aprovechadas al máximo –. Maulló contenta.

A Zarpa de Fuego le temblaba el cuerpo de emoción, podía notarlo a su lado.

Incluso se sintió con envidia, tener como mentor al líder de tú Clan era algo increíble.

Estrella Moteada se inclinó brevemente tocando la nariz de Zarpa de Fuego suavemente.

El aprendiz se apartó con emoción a estallar.

Era su turno, sabía que tenía que tener un mentor bueno o se quedaría atrás.

– Tormenta de Fuego, mi leal lugarteniente, hace mucho que no tomabas un aprendiz. Zarpa Enlodada poseé una personalidad única e inigualable, sé que tú sabrás explotar sus habilidades al máximo y hacer de ella una guerrera formidable –.

Tormenta de Fuego inclinó la cabeza. – Será un placer para mí ser su mentor –.

Su cabeza daba vueltas con emoción. Iba a ser la aprendiza del lugarteniente, no se lo podía creer, era fantástico.

Tormenta de Fuego se le acercó imponente e inclinó la cabeza.

Ella estaba temblando nerviosa. Se estiró hasta que su naríz rozó con la del lugarteniente.

¡Por fin era aprendiza, su sueño se había cumplido!

Continuará…

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