11 - Pensamientos intrusivos

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🌹Esta semana se invierte el orden. El domingo estará el nuevo cap de "el silencio entre los dos" he llorado mares escribiéndolo. Por favor, el domingo no me funen🤧. Un abrazo❤️



CAPÍTULO XI
Pensamientos intrusivos
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Connor regresa al automóvil. Su billetera la había dejado olvidada en el supermercado. No me sorprende, es bastante despistado. Quizá la técnica de dejar la bufanda en el apartamento realmente era un descuido.

Al entrar no comprende mi repentina agitación.

Las palabras de aquella mujer desagradable siguen en mi cabeza. ¿Quién era? ¿Connor les robó? Medito en la posibilidad, pero me siento culpable de solo hacerme la imagen mental, él no es capaz ni de matar a una mosca.

El chofer emprende la marcha, y dado que no pretendo ocultarlo le entrego a Connor su teléfono. Aun no lo ha guardado, cuando ya le menciono que atendí una llamada.

Su expresión cambia por completo.

—¿Qué dijeron?

No quién era.

Qué dijeron.

Connor sabe perfectamente con quién hablé. Deduzco por la cantidad de llamadas perdidas, que debe ser algo con lo que acostumbra a lidiar.

—Mmh... era una mujer. Le corté rápidamente, estaba muy alterada. Mencionó algo de que regresaras, y que les habías robado.

Su agarre en mi mano se hace más fuerte. De pronto, temo que tenga una crisis. Le pido al conductor que baje los vidrios, y le doy palabras de aliento a Connor. Lo calmo, dentro de lo que puedo.

El viento helado hace lo suyo, pareciera darle un respiro dentro de esa sofocación llamada miedo.

—Estoy bien, tranquila —dice, y efectivamente se ve más sereno. Sin embargo, no puedo quedarme indiferente ante su alteración. Busco en medio de las bolsas con las compras hasta dar en el blanco.

Las golosinas.

Abro la caja de bombones de avellana.

—Quizá ayude ¿no?

Connor suelta una suave risa, se me contagia, haciéndome reír junto con él.

Tomo uno de los bombones y lo dejo en su boca.

Y en tanto sigue suspendido en ella, sin ser masticado, me observa. Se siente como si el tiempo se hubiera paralizado.

Conocerlo más, que con tan poco, es capaz de cambiar por completo su temple...

Se me hace muy adorable.

Lentamente lo come.

—Gracias, Nessie... la persona que escuchaste... es...

—¿Tu madre?

Connor se tensa por completo. Se queda rígido, y advierto aflicción en su rostro.

—Jamás —su voz sale algo apagada— es... una de las personas que terminó de criarme —aclara— lamento que la hayas escuchado.

Fantasmas.

—Yo también. Sonaba horrible, Connor.

—Ella es horrible —declara con cierta tristeza.

Agacho la cabeza, mi infancia y niñez fue muy diferente a la de él, pero puedo empatizar. Sé lo que es conocer la peor cara de las personas.

—Mmh... ¿y sobre...?

—¿El robo? No tiene sentido mentir. De seguro, ya te preguntabas lo del dinero. Sí... em... no me siento orgulloso de ello. —Lleva una mano a su cabeza—. Pero tampoco lo lamento...

Entonces sí les robó. Acaba de responder a varias de mis interrogantes.

No puedo culparlo, no soy quién para juzgar a la gente. Además, pese a enterarme de eso, no creo equivocarme en mi apreciación de que Connor es una muy buena persona. Llevamos semanas conociéndonos, y tiendo a creer que si alguien como él les hizo eso, debe ser porque realmente le hicieron daño. Y quizá no solamente a él. Creo que tienen que ver con lo que le pasó a su padre.

—Lo entiendo —digo, y él se gira. Se ve tan aliviado, y también... ¿triste? ¿emocionado? no estaría segura.

—En ti siempre encuentro un consuelo, un apoyo. —Reposa su cabeza en mi hombro, tomándome por sorpresa.

Su cabello me hace cosquillas en el cuello, mientras su pierna roza la mía en un juego que acaricia mi alma.

—No entiendo cómo puedes encontrar consuelo en alguien cómo yo.

Desvío la vista a la ventana, observando cómo pasan rápidamente las casas. Me gusta pensar que todo transcurre en cámara rápida, y mi mente se pierde en alguna melodía, o quizá en una escena que volverá por las noches pidiéndome que sea escrita. 

—Nessie, ¿Qué fue lo que te llevó a pensamientos tan desoladores? Admito que me gustaría que confiaras en mí.

Quiero hacerlo, siento una extraña necesidad de hacerlo.

¿Será producto de mi cansancio? ¿será porque es él?

—Es mi mente... —digo en un murmuro casi inaudible— hay algo perverso en ella. No deberías acercarte a mí, probablemente termine haciéndote mal. —Inclino mi cabeza hacia él.

Y él guarda sigilo por un instante.

—¿La misma mente que crea la historia que me ha hecho llorar? ¿La misma mente que me ha cautivado? Nessie, no hay maldad en ella. Tú no eres dañina. No sabes... cuántas anotaciones he hecho en el manuscrito —agrega, ante mi silencio.

Me incorporo, porque me toma por sorpresa.

—¿Anotaciones? ¿Qué? ¿Correcciones o algo así?

—No —suelta una risa— yo... he escrito algunas cosas... algún día lo verás... será un regalo.

—Está bien —intento no sonar demasiado interesada. En verdad, ha logrado intrigarme, pero no quiero exponerlo—, ¿En qué parte quedaste? Ayer no me comentaste.

—Mmh... voy en la ciento veinte. Siéndote honesto, Nessie. El giro lo vi venir desde el inicio.

Desgraciado.

—¿Estás diciendo que soy mala con el factor sorpresa?

—No, estoy diciendo que yo soy demasiado bueno deduciendo cosas.

—No conocía esa faceta tuya, Connor.

Nos dejamos llevar por la música relajante, por el paisaje cubierto de nieve. La tranquilidad que de pronto sentimos cuando estamos uno al lado del otro. Sé que en el fondo, debe seguir perturbado por el fantasma que se ha hecho presente, mas no quiero que se abrume en aquel pensamiento. Yo sé en lo que puede transformarse aquella oscuridad sin retorno.

Me altero cuando veo el hilo de sangre que corre por su nariz.

—¿Estás bien? —Busco un pañuelo en mi bolso y presiono rápidamente en esta.

—Perdón —dice inmediatamente— Sí, no te preocupes, me pasa bastante seguido.

—¿Por qué pides perdón? No lo entiendo.

Su expresión decae.

—Cada vez me convenzo más de que nos determinan nuestras vivencias... —sonríe débilmente— la mujer con la que hablaste... Yo solía sentirme mal cuando era niño, y siempre invalidaba lo que yo sentía. Llegó un punto, en que intenté ocultar cuando estaba enfermo, porque prefería soportar el malestar antes que enfrentarla. Era peor sobrellevar sus gritos.

Una de sus manos la lleva a su pecho, cuando lo hace, decido tomarla. La sorpresa se hace presente en su rostro, siento mis mejillas calentarse ante tal acto nada propio de mí. No puedo evitarlo, no quiero que sienta que está reviviendo aquellos momentos tan perturbadores.

Inclina ligeramente su cabeza hacia atrás, en tanto hace presión sobre su nariz. De a poco, actúa con naturalidad nuevamente, guardando el pañuelo en el bolsillo.

El automóvil se estaciona y al salir de este, con la nieve impactando en nuestros cuerpos, susurro su nombre. Quiero que se sienta bien, quiero que se sienta comprendido. 

Connor voltea, prestándome toda la atención del mundo.

—Tus fantasmas se encuentran en el exterior... pero los míos se encuentran dentro. —Me duele el pecho al decirlo en voz alta—. Los tuyos te persiguen, pero tú eres bueno y tratas de evitar que estos te atrapen. En cambio, los que están en mi interior forman parte de mí, y eso solo habla de lo...

—No —me interrumpe, abrazándome con fuerza— basta, no sigas, no sigas por favor. Puedes... ¿contarme? Yo... lo entenderé, Nessie. Lo entenderé...

—Está bien...

Sus ojos se iluminan. Sujeta mi mano, y por primera vez me invita a que vaya a su apartamento. Al entrar, me doy cuenta de que el tamaño es igual de reducido que el mío. Es sencillo, pero se ve que le ha puesto su toque. En verdad, es la segunda vez que entro, pero dadas las circunstancias de la primera, es como si no contara.

En su habitación ha hecho precisamente lo que las madres suelen regañar cuando se es niño. Tiene distintas imágenes y escritos pegados alrededor de esta. Las paredes cubiertas por completo. Camino lentamente observando y leyendo cada uno, hasta que mi interés es atraído por el que se encuentra en una esquina, algo apartado, como si estuviera rezagado de los demás.

Es un dibujo en carboncillo, los trazos van en espiral, frenético, sumido en las tinieblas, y en el fondo se encuentra la silueta de una mujer que es absorbida por este. Con uno de los dedos sigo las líneas circulares.

—Caos —digo, con cierta fascinación. Y luego, el dedo lo dirijo a la esquina dónde está firmado, siguiendo la primera letra.

Connor me interrumpe.

—¿Justamente ese debe captar tu interés? —Tapa su rostro con su mano. Su cuerpo se encuentra recargado en la pared.

Una ligera sonrisa quiere hacerse presente, como si de alguna manera, se tratara de una travesura, o bien, algo en mí le provocara recuerdos.

—Es hermoso, ¿lo hicist...?

—Lo robé —me interrumpe— y me trajo bastantes problemas hacerlo.

Ok. Segundo robo que le conozco. Tendré más cuidado cuando va al apartamento.

—Creo que ya se trata de un problema, Connor.

Su risa inunda la habitación.

—Solo quería conservar algo de él.

Comprendo. Me alejo del dibujo.

Lo hizo esa persona.

—¿Por qué no hablas con él? Se ve que... te importa, ¿no?

Connor suspira.

—No estamos en los mejores términos —suelta una risa nerviosa— a veces... se vuelve complicado dejar el pasado en el pasado. Lamento el distanciamiento, pero no fueron mis decisiones... Solo... me queda encontrarlo en cada momento que la vida me regala.

Se ve tan triste, que no puedo evitar cuestionarme de qué manera esto se conecta con su duelo.

Aparto la vista del dibujo, mi intención no es insistir en aquellos temas que puedan perturbarlo. Mi atención la dirijo al resto de papeles, la mayoría parecieran ser fragmentos de obras de teatro.

—¿Actor? —cambio el tema.

—Un sueño —responde con suavidad.

Lo entiendo mejor que nadie. Sé lo que se siente que tus sueños queden únicamente almacenados en una caja que jamás será abierta.

—Sí, lo comprendo muy bien. Me gusta tu habitación, es... muy tú.

Incluso huele por completo a él. La vainilla y el jengibre invadieron mi nariz en cuanto entré.

Y él se detiene en mí. Cuando nuestros ojos se encuentran, su rostro enrojece. Automáticamente lleva el brazo a este, como si aún le avergonzara lo que siente por mí.

Es tan diferente... a la persona con la que estuve...

—Está bien... —Mi voz sale nerviosa. Sin embargo, ya tomé la decisión de que confiaría en él—, el motivo por el cual... creo esas cosas que tú dices son tan irreales, es porque... suelo tener pensamientos perturbadores.

Se siente un alivio por fin decírselo a alguien que quizá pueda comprenderlo. Me da algo de esperanza.

Ambos tomamos asiento en su cama, la seda azul me transmite tranquilidad.

—¿Todos los tenemos alguna vez, no?

Desvío la mirada.

—Es que... no son como los de la mayoría. Son recurrentes...

—Está bien, cuéntame cómo son. Te aseguro que no deben ser tan terribles como crees.

—Lo son... —muerdo mi labio inferior— yo... no controlo lo que pienso... vas a creer que soy una demente de seguro.

Él saca sus propias conclusiones, lo noto en su expresión.

—Nessie, perdóname por favor, el comentario que dije sobre el toc... perdóname... ¿es eso, no? Por eso reaccionaste de esa manera.

Sabía que no lo olvidaría fácilmente, y aunque los pensamientos intrusivos no van exclusivamente asociados al TOC, es fácil deducir que mi reacción de ese día fue porque me sentí aludida.

—No te disculpes, no tienes por qué hacerlo. Tampoco dijiste nada malo.

—De igual manera, lo lamento... no lo debí haber dicho de esa forma, no... no lo sé, a veces digo lo primero que se me viene a la cabeza.

Se está disculpando de la misma manera que ese día. Sigue sonando adorable.

—No estoy molesta contigo, Connor. Solo estoy molesta conmigo misma por no lograr controlar lo que pasa por mi cabeza.

Su expresión se torna dulce.

—Agnes, precisamente en eso consisten los pensamientos intrusivos, no se controlan. Yo... no sé demasiado sobre eso, pero puedo escucharte. Cuéntame cómo es, si te sientes cómoda...

Dudo. No es algo fácil de entender. Sin embargo, él me transmite tanta calidez que decido continuar.

—Está bien... es un poco largo...

—Tenemos mucho tiempo...

Le doy una débil sonrisa.

—Bien, empezó cuando era niña... aunque no estoy segura de cómo fue que empezó. Solo sé que debía ordenar los cojines siempre en una línea, verificar si los muebles estaban en cierta posición... am... cuando iba al baño, debía abrir y cerrar la llave en reiteradas ocasiones, también los interruptores... encenderlos y apagarlos.

No quiero verlo. No quiero ver su rostro.

—Está bien... ¿qué te motivaba a hacer todo eso?

—Yo... llegaban pensamientos a mi cabeza, de la nada. No tenían relación alguna con lo que sentía en el momento, ni con algo que hubiera ocurrido. En verdad, era completamente de la nada. Siempre eran cosas horribles, sé que esto varía mucho según la persona, no en todos los casos es igual... pero para mí, siempre son relacionados con la muerte. Que alguien que amo morirá, que alguien que amo se enfermará... siempre es así, y la forma en la que llegan es como si... como si yo deseara que algo malo ocurriera, pero no lo deseo, ¿me entiendes?

Mierda, realmente va a pensar que no tengo ningún juicio.

—Sí, puedo entenderlo... —contesta— em... nunca he experimentado lo que dices, pero en menor grado quizá... ¿un poco? No lo sé, pienso en cuando enviaba un correo electrónico por ejemplo, debía revisar muchas veces si la dirección estaba bien, me daba cierta ansiedad equivocarme. O también, en cosas pequeñas, debía verificar más de alguna vez, pero han sido excepciones, y nunca motivado por un pensamiento como el que dices... solo inseguridades mías.

—Sí, eso sería lo normal.

—No lo digas así, Nessie... En primer lugar, nunca has intentado ir a terapia o eso imagino, creo que podría ayudar a que...

—No se van, Connor. No existe un medicamento que te los quite de la cabeza, ni mucho menos la terapia hará que se vayan. El toc es crónico.

—Está bien, pero... ayudaría a que se atenúen, a que no sean tan persistentes, destruyéndolos lentamente. Quizá no por completo... pero... espantándolos. Y también te ayudaría a sobrellevarlo de mejor manera —agrega con suavidad— te haría comprender, lo que yo pienso... que esos pensamientos lleguen a tu cabeza, no te hace alguien mala. Te has hecho una idea equivocada de lo que implica que pienses esas cosas. Seguramente, porque te ha afectado demasiado, tener esas imágenes en esa brillante cabeza...

Pongo mala cara.

—Ya entendí —sonríe, y lleva una mano a su cabeza—, no quieres ir por ese camino... lo comprendo, aunque no me rendiré. —Lo último lo dice más bajo como si hablara consigo mismo. Payaso—. ¿Siempre es con la muerte?

—Sí, casi siempre, o con imágenes religiosas... no lo sé, llegaban cuando rezaba, cuando entraba en una Iglesia...

—¿Y siempre es sobre alguien más?

Guardo silencio por unos segundos, enfocando la vista en mis zapatos.

—No, a veces es también conmigo misma, como si no pudiera confiar en lo que hago. Reviso la cocina muchas veces, creyendo que moriré quemada... o cuando espero que el semáforo cambie a verde... mientras sigue en rojo, y los automóviles aceleran a veces llega el pensamiento ¿Y si no puedo confiar en mí misma? ¿Y si doy un paso hacia adelante mientras estos corren veloces? Aunque ese pensamiento me ha llegado los últimos días, antes jamás.

Su semblante cambia por completo.

—Nessie. —Me abraza con fuerza.

—No te preocupes, no es que quiera morir... —bromeo, aunque la situación es patética— no es que tenga la intención de cruzar, solo es el pensamiento, y me causa aflicción porque es como si yo nunca tuviera el control. A veces, se siente como si hubiera alguien más, o quizá internamente yo he querido creer eso... que la persona que tiene los pensamientos intrusivos no soy yo, creo que es una manera de intentar salvarme, pero sigue siendo insuficiente.

Se alejará.

Sin duda, desaparecerá de mi vida.

—Nessie te quiero demasiado.

Me quedo paralizada. ¿Cómo dice algo como eso luego de escucharme?

¿Está sordo?

—¿Me quieres por qué estoy enferma? —suelto una risa, que en verdad refleja nerviosismo.

Todo él me invade con fuerza. Mi cabeza se encuentra perdida en medio de su suéter verde.

—Nessie, por favor no hables de esa manera, me duele. Creo que me duele más que a ti.

—Es probable, ya que hace tiempo dejé de sentir, Connor. Solamente lo hago superficialmente.

Él toma un poco de distancia, obligándome a verlo a los ojos.

—Me niego a creerlo, no pienso que sea así. Te dices eso a ti misma, porque llegaste al límite, porque si aceptaras que sigues sintiendo como solías hacer, quizá sería demasiado para ti. —Me acaricia las mejillas—. Confesé una vez más que te quiero... —baja la voz— para que tengas presente que no cambia nada.

—Debes estar loco para creer eso, luego de todo lo que te he dicho.

Nuestros labios están demasiado cerca.

—No soy la persona más convencional del mundo, aunque tampoco estoy loco, o eso creo. — Pongo los ojos en blanco—. Está bien, volviendo al punto... solo para terminar de comprender, ¿las compulsiones serían para...

—Aliviar los pensamientos. Cuando el pensamiento llega, la única manera que tengo de contrarrestarlo es... haciendo esos comportamientos reiterados. Sé que al escucharlo no tiene sentido, estoy consciente de ello, pero aun así, en el momento debo hacerlo, porque sino quedo con la culpa de que si ocurre, será porque realicé los rituales, o bien...

—Que si no haces los rituales, entonces sí son tus pensamientos.

Lo admito, me sorprende que lo comprenda tan bien.

—Sí... si no los hago, siento como si yo quisiera que pasara lo que dicen esos pensamientos. ¿Suena un lío, no? No sé ni cómo me sigues el hilo de lo que intento explicar. Carece de todo sentido común.

—Nessie...

—Tengo maneras de sobrellevarlo... —agrego, interrumpiéndolo. Es mejor que sepa todo de mí si seguimos juntos— no lo sé... mi mente ha buscado formas de engañarse a sí misma. Antes de salir saco mil fotografías de todo lo que podría perturbarme, y así evito hacer los rituales demasiadas veces. Cuando me invade un pensamiento muy fuerte, digo en voz alta lo contrario como si de esa forma pudiera contrarrestarlo y sentir que... hay menos maldad en mi corazón. —Connor pareciera estremecerse.

—Nessie deja de decir esas cosas. Eres buena, eres... increíble... —Siento sus caricias, y asiento con la cabeza, aunque en verdad es únicamente para que no insista en aquello. No lo creo—. ¿Los rituales cuántas veces son...?

—Em... mi amuleto es el número tres, aunque a veces... no es suficiente, y terminan siendo múltiplos de tres. Incluso en las cosas más pequeñas, por ejemplo, cuando la comida está en el microondas, debo pausarlo cuando el número sea un múltiplo de tres. También cuando rezo, intento hacerlo muy rápido antes de que lleguen los pensamientos intrusivos, y cuando han llegado... —mi voz se quiebra— entonces, debo empezar todo desde cero, y hacerlo más veces, porque es la única manera de contrarrestar y...

—¿Todos los días?

—Prácticamente todos los días... desde que era niña.

Y no se mueve, tampoco dice nada. Los segundos pasan, y me inquieto pensando si acaso fue la mejor decisión abrirle mi corazón.

—Tú no eres mala. —Detiene el movimiento de mi dedo sobre el pulgar, arrancando la piel.

Me sorprende que diga eso, ¿no sería lo primero que pensaría cualquier persona que supiera lo que albergan mis pensamientos? Estoy tan contaminada.

—Quizá no —contesto dudosa— pero actúo en forma irracional, algo está mal conmigo.

—Nessie, todos tenemos... comportamientos que pueden carecer de lógica. Somos humanos, no máquinas. Sé dimensionar, que lo tuyo es diferente. Y por favor, no quiero que creas que lo estoy romantizando con lo que diré, porque sé que no es algo que debería hacer, tampoco es mi intención... creo que deberías buscar ayuda porque no es justo que cargues con todo ese peso sobre tus hombros. Sin embargo, el descubrir esta faceta tuya, me causa cierta admiración, porque siendo honesto, no imagino lo que debe ser tener todos los días esos pensamientos. La forma en que buscas la manera de sobrellevarlo... creo que eres una luchadora.

—¿Luchadora? No tengo ánimo ni para salir del edificio.

Connor suelta una carcajada.

—Nessie... eres tan...

—¿Tan?

¿Loca?

¿Desagradable?

¿Fastidiosa?

—Auténtica —dice, antes de besarme.

Me besa, luego de todo lo que dije. Me besa, pese a revelarme mi interior.

Me besa, y... me siento tan...

Cierro los ojos, en tanto, el peso de su cuerpo me abruma. El beso se prolonga, y es tan delicado, pero a la vez tan intenso, que es como si acariciara mi alma.

Abro los ojos.

Se ve tan... hermoso con el reflector de las luces que caen sobre sus ojos. El color de sus mejillas le dan un toque adorable, reflejando su nerviosismo.

—Gracias por no juzgarme...

—Agnes, ¿cómo podría juzgarte por algo que no puedes controlar? ¿Por algo que no depende de ti? —Hunde su cabeza a la altura de mi cuello, y yo me quedo observando el techo. Estoy emocionada.

Sus labios se posan en mi cuello.

—Creo que te debía esto de la última vez... —dice, mientras sigue un rastro de besos por este.

—Connor....

Y cuando digo su nombre se detiene.

—Has cambiado, antes no eras tan osado —sonrío, aunque no comprendo del todo el por qué se detuvo.

—Aprendo rápido —susurra, aunque su tono se siente menos seguro que antes.


Las últimas horas las pasamos únicamente con la compañía del otro. La sensación de ser comprendida y querida aliviando mi corazón. Aunque aún no quiera reconocerlo, es innegable que Connor está logrando que algo sane en mi interior.

Mi celular justamente empieza a vibrar, cuando él se ha quedado dormido. Con cuidado de no despertarlo, me alejo y respondo la llamada. Es de June.

—Oye, June, si llamas con la intención de insistir con...

—Te llamo por el chisme.

¿Cuándo entenderá que no me interesa?

—Estuve investigando a la familia Barratt.

—¿Puedes explicarme ese repentino interés en esa familia?

—Quedé con la curiosidad luego de leer la noticia. Es que... ¡Son guapísimos! 

—June... no me interesa —digo, y ya estoy preparándome para finalizar la llamada.

—Son tres hermanos —continúa. Suspiro— aunque del menor no encuentro nada, ni siquiera una foto. De seguro es el más atractivo.

—June, ¿nunca vas a madurar, verdad? —suelto con desdén.

—Pero a los otros dos.... —sigue con su relato— oh vaya, no sabes hasta qué año llegué en sus perfiles. Tengo tanta mala suerte, Agnes, no se fijarían en mí ni en un millón de años, no les interesan las mujeres.

—¿June te estás escuchando? De partida, esos niños ricos no tienen nada que ver con nosotras.

—Hablas como si fuéramos pobres, Agnes.

—Somos normales, y ellos, por lo que dices, deben ser millonarios.

—Y atractivos —agrega.

No soporto la conversación.

—No me rendiré —dice con energía— stalkear es mi pasión, encontraré a Oliver Barratt.

Le digo que cortaré, a lo que escucho sus gritos de protesta, pero los ignoro.

Regreso al cuarto, y me acurruco junto a Connor. Sin querer lo despierto, pero no se molesta. Al contrario, nos perdemos en besos y palabras.

Y se vuelve desconcertante, porque sé que me estoy enamorando de él.

Por la confianza que transmite,

y por su sinceridad.

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