Capítulo 15

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   Lexa con el estómago oprimido observó a través del parabrisas como la rubia derrumbada en el suelo, tenía razones para seguir el camino hacia el hotel, pero es que no paraba de llover y sabía que se sentiría culpable si Clarke cogiese una neumonía. Apretó la mandíbula y miró al taxista:

– Me merezco dos buenas hostias por gilipollas– musitó antes de suspirar– pare y retroceda.

El taxista sin rechistar obedeció la petición de la morena. Salió corriendo del vehículo después de indicar al taxista que esperase, se quitó la chaqueta para taparse la cabeza con ella, aunque estaba igual de mojada, pero al menos haría algo. La ojiazul no dijo nada cuando la vaquera se acercó, sin embargo su mirada decía mucho, arrepentimiento y esperanza:

– Ni pienses que te he perdonado Clarke– dijo con frialdad– pero a diferencia de otros seres humanos yo no juego con los sentimientos de nadie, ni me regodeo con el sufrimiento ajeno, levanta y sube al coche que te vas a enfermar.

Clarke no dijo nada, cabizbaja se levantó del frío cemento, abrazándose a sí misma y tiritando. Lexa había vuelto, pero tanto su tono de voz como su distancia dieron a entender que no iba a querer escuchar nada. Así pues, entró en un estado ausente en el que solo era capaz de convulsionar por el frio, dentro del taxi, Lexa conociendo su manía por los cinturones de seguridad, le abrochó el cinturón aunque no se veía capaz de mirarla a la cara ni una vez y seguidamente se puso el suyo propio.

Ni tampoco la miró el resto del viaje al hotel, ni cuando cruzaron recepción, al menos tenía la certeza de que no había pedido otra habitación, puede que hubiera esperanza, pensó Clarke, pero ¿Cómo tenerlas? Ni siquiera le miró en el ascensor y cuando entraron a la suite tampoco fue cálida como era de costumbre, lo peor de todo es que ese comportamiento frío y distante ya lo había visto con anterioridad en otra persona lo que la desmoronaba por dentro aún más:

– Quítate esa ropa mojada– dijo la vaquera antes de entrar en el baño– te prepararé un baño caliente para que entres en calor– gritó a la vez que llenaba la bañera con agua caliente, dejó el chorro correr y salió del baño– pediré que suban algo, no sé, leche caliente tal vez.

Fue hasta el teléfono e iba a llamar a servició de habitaciones:

– Lexa...

Dijo con un hilo de voz la rubia en un intento de poder explicarse, pero la morena le señaló con el dedo índice y siguió con tono amenazante:

– Ni se te ocurra dirigirme la palabra.

Clarke frunció el ceño:

– ¿Por qué estás aquí entonces?– Dijo con voz temblorosa, aun no se había quitado la ropa mojada– si ni siquiera me dejas hablar.

– Te hice una promesa, por muy desagradable que me seas a la vista, siempre cumplo con mis promesas– bueno, reparó un detalle cuando iba a descolgar, dos anillos totalmente contradictorios, eso le hizo sentirse más dolida, enseñó su dedo anular donde estaba el anillo de castidad– cumplía– se quitó el anillo que le dio Clarke y lo tiró con saña, pasando por su lado y rebotando contra la pared– ve a la bañera Clarke, no pienso repetírtelo si te quieres enfermar tú misma.

Clarke apretó la mandíbula y se dispuso a ir al baño, no sin antes decir unas últimas palabras, ya lo había intentado y Lexa se negaba a escucharla:

– Me reclamas mi hipocresía, Lexa que juego con los sentimientos y que me regodeó con el sufrimiento de la gente, siempre te mostré con que pie cojeaba ¿tú? hablas con Costia de planes para vuestra boda cada día, le sonríes y le dices que le hechas de manos.

– Calla.

– NO– negó con voz elevada– no terminabas de colgar cuando ya te estabas retozando conmigo. No eres mejor que yo, ya te he pedido disculpas– un tupido velo transparente se interponía entre ambas– y por un momento me perdí, me humillé, bastante humillación he vivido para que aparezcas tú con tu cara de corderito inocente, si no me quieres perdonar ahí tienes la puta puerta, no pienso soportar más reproches– se dirigió hacia el baño entre tiritera y murmullos– bastante tengo con los míos propios, LARGO– gritó a la vez que se desnudaba– vete con tu prometida que ni en consideración te tiene.

Entró en el baño y se desnudó para meterse en la bañera, en un principio siguió tiritando hasta que sus músculos se relajaron, se abrazó a las piernas y apoyó la mejilla en sus rodillas. Pasó un rato cuando escuchó el portazo, supuso que era el rato en el que había tardado Lexa en cambiarse, hacer las maletas y salir de su vida. La picaban los ojos y sentía un nudo en la garganta, no quería llorar, pero era algo inevitable, la humedad que retenían sus ojos era demasiada. Casi había acertado, Lexa se sintió muy tentada a largarse, sin embargo, el portazo resultó cuando atendió al servicio de habitaciones que muy amablemente subió un vaso de leche caliente. Entró al baño ya con el pijama puesto y puso el vaso al borde plano de la bañera, sorprendiendo a una triste ojiazul. Se sentó, cogió aire antes de hablar:

– Supongo que ni tu ni yo somos inocentes, tampoco tenemos una relación sana, nos hacemos daño mutuamente, lo hacemos, estamos bien y de nuevo nos hacemos daño– frunció el ceño– tenemos una relación de dependencia que no es buena ¿Qué nos estamos haciendo?

– hace años que no dependo de nadie.

Respondió cogiendo el vaso de leche caliente:

– 365 días de placer, el placer lo puedes encontrar a cualquier lado que vayas, es una forma de querer conectar con alguien aunque no sea la más idónea. Abriéndote de piernas lo único que conseguías es que te usen ¿placer? Apuesto que te sentías incluso más vacía...

– Calla.

Mandó a silenciar retirando la mirada:

– No, ahora me escuchas tú, la razón por la que aún no me has cambiado por otra persona y por la que me quieres a tu lado es que yo te he dado lo que al parecer no hizo nadie– negó con la cabeza– no me refiero al sexo– se puso de cuclillas para ponerse a la altura de la rubia y le acarició el pelo mojado– hablo de abrazos, de cariño, Clarke.

– ¿Qué aporto a tu vida si no es sexo?

– Tú me ves tal y como soy, por eso me gusta estar contigo– se encogió de hombros– no tengo que actuar de ninguna manera, fingir o reprimirme– se levantó y fue a por un albornoz– venga que te vas a arrugar.

Clarke frunció el ceño cuando salió de la bañera, ya que Lexa miró para el otro lado, no habían pasado ni diez horas cuando la estaba cabalgando y dando de azotes, no entendía ese pudor. Se puso el albornoz y se lo ató por la cintura:

– ¿Esta conversación que significa?

– ¿qué tal si empezamos de nuevo? Sin la tontería esa de los 365 días de placer, solo amigas nada más– le tendió la mano– ¿qué te parece la idea? ¿Amigas?

"Que alegría" pensó con ironía Clarke, antes eran amigas con derecho, hasta ese privilegio perdió, de cabeza a la Friendzone, pero quizás tuviera razón y su relación mejoraba siendo amigas. Octavia era su amiga, bueno más bien pasó a conocida, llevaban tiempo que apenas hablaban de que no fuera de trabajo. Obviamente, la fotógrafa sabía mucho de su vida, estuvo a su lado cuando todo cambió. Le estrechó la mano:

– Amigas– la miró amenazante– pero sigo siendo tu jefa asique no te columpies pidiendo días libres y todo eso.

En un principio, Lexa tenía pensado dormir en el sillón, pero viendo que ya no se ladraban, se sentó al borde da la cama dando la espalda a Clarke, hasta que ésta se cambió de ropa, en un principio se miraron extrañadas sentadas enfrente de la otra. Lexa debería estar enfadada, tenía motivos para estarlo, pero pasado un tiempo, se veía incapaz de mantenerse lejos de esa endiablada rubia obligándose así misma a mantener algo las distancias, pues como bien había comentado antes, se hacían daño mutuamente:

– ¿Qué hacemos?– preguntó algo extrañada la ojiazul– normalmente solemos emplear este tiempo en el sexo.

– Podemos hacernos la manicura y cotillear.

Clarke sonrió, ese escenario sí se le hacía raro:

– ¿Sabes hacer la manicura?

– Doce años de relación sin gota de sexo– se encogió de hombros– algo había que hacer, yo hacía la manicura y Costia cotilleaba hasta de gente que ni conocía– rio entre dientes– al final desconectaba y asentía con la cabeza dándole la razón como los tontos.

Clarke carcajeó y fue hasta su maleta para sacar su neceser donde tenía todos los utensilios para hacerse las uñas y se lo entregó a la morena:

– Veamos qué tal se te da.

– Que bien, fiesta de pijamas.

Intentó sonar con algo de entusiasmo la vaquera mientras que Clarke quedaba atónita, tras un rato de estar manipulando sus manos descubrió sí que se le daba bien. Aún que seguía sin entender porque esa absurda promesa de la castidad muchas veces no dejaba de pensar ¿qué hubiera pasado si ella hubiera esperado? No dejaba de ser una niña cuando se entregó a Finn, ni dejaban de ser unos jovenzuelos jugando a jurarse amor eterno y luego a ser padres:

– Así que– dijo Lexa distraída pintando las uñas de su mano izquierda– en Asbury Lake, conoceré los oscuros secretos de Clarke Griffin.

Clarke agachó la cabeza y suspiró:

– Creo que aún no estoy lista para eso, pensaba que sí, pero aún me resulta difícil.

– ¿Por qué?– preguntó soplando para que se secara el esmalte– ¿te llevas mal con tus padres?

– Mis padres están muertos– Lexa se quedó de piedra, sobre todo con la frialdad que lo dijo– murieron cuando tenía tres años, en un accidente de coche– en ese instante entendió por qué tanto afán con los cinturones de seguridad– Abby y Jake son mis padres de acogida, esa casa está llena de recuerdos que quiero borrar de mi cabeza.

– ¿Por qué?– eso de que le contase las cosas con cuentagotas muchas veces era frustrante– ¿te trataban mal?

Clarke negó con la cabeza y casi se perturbó ante la idea de que pensase eso:

– Todo lo contrario, fueron muy cariñosos y pacientes conmigo, los primeros años no hablaba ni sociabilizaba por eso nunca me adoptaban– Lexa alzó una ceja, en la actualidad podía salir sonidos de su boca pero que aún seguía siendo igual de cerrada– el meollo de la cuestión es que Finn también estuvo en la misma casa de acogida, así es como nos conocimos, como crecimos juntos y todo ese lugar está plagado de recuerdos suyos, de recuerdos nuestros.

Como el esmalte se había secado, Lexa agarró su mano y le besó en el reverso, quería preguntar, claro que quería hacerlo, Finn era un gilipollas por lo poco que sabía de él, pero era el pasado de Clarke, fue su primer amor:

– Las cosas no se superan evitándolas, si no enfrentándolas, mañana iremos a Asbury Lake y yo estaré ahí para darte la mano siempre que lo necesites ¿Te parece bien?

– Veas lo que veas– retiró la mano y se removió nerviosa– escuches lo que escuches, te agradecería que no preguntes, no esperes que te de todas las respuestas de una vez.

– Estoy dispuesta a escuchar, hasta lo que tú estés dispuesta a hablar– forzó una sonrisa– ¿Dormimos?

Clarke amplió una sonrisa y asintió con la cabeza. Noche, sin sexo, noche sin abrazos y sin nada lo referente al sexo, vamos que hicieron terapia mientras le hacía la manicura. Era otra forma de conocerse. Al menos esa charla ayudó a Lexa comprender mucho más a Clarke. Era una niña cuando sus padres murieron, nadie se paró a adoptarla y en ese sentido se sentiría rechazada ¿Quién no se sentiría así? y para colmo parecía que hubiera vivido un infierno con el tal Finn Collins, si así fue ¿por qué se casó con él? Aun habiéndolo visto solo en una ocasión, cada vez sentía más ganas de partirle la cara.

Asbury Lake era bonito, verdoso con casas muy familiares, algunas no parecían para nada baratas y otras tiraban a la clase media. La casa de los padres de acogida de Clarke era grande, de dos plantas, la fachada era de ladrillo y estaba rodeada por una verja de madera blanca, el jardín era grande, con césped verde y olía a recién cortado, había juguetes esparcidos por todo el jardín, ya no acogían a tantos niños como antiguamente puesto que la pareja era mayor ya, pero de vez en cuando acogían a niños temporalmente hasta que podían reubicarlos a otras casas de acogida. Clarke paró en la entrada y pareció dudar. Gracias a las donaciones que les daba, la casa había mejorado en aspecto, pues la recordaba más envejecida. Tal y como prometió no tardó en sentir los dedos de Lexa entrelazarse con los suyos y aferrar su mano con fuerza. Aunque no dio tiempo a llamar al timbre, puesto que Abby se asomó a la puerta al ver desde la ventana a dos chicas en la entrada de la casa. Al reconocer a la rubia se llevó las manos a la boca con emoción y le brillaron los ojos:

– JAKE– comenzó a gritar– JAKE VEN, CLARKE ESTÁ AQUÍ

La mujer echó a correr hasta la entrada y abrazar a Clarke que sonreía emocionada también:

– Hija mía cuanto tiempo– dijo al borde del llanto– cuanto has cambiado– la miró orgullosa– Qué elegante y pensar que hace casi cinco años ibas con camisetas de The Muse y facha de hippie sucia.

A Clarke se le borro la sonrisa y puso ojos como orbitas, no esperaba que empezasen a airear sus trapos sucios tan pronto:

– Mamá– hizo un gesto con la cabeza señalando a Lexa– no estoy sola.

Lexa se lamió los labios y se los mordió para ocultar la sonrisa, era difícil imaginarse a Clarke como lo había descrito su madre. Abby miró a la acompañante de su hija adoptiva, regalándola una sonrisa, quizás los nervios o a saber qué, pero ninguna se había soltado de la mano hasta que apareció Jake. Un hombre de casi dos metros y grande, parecía que venía de hacer bricolaje y en la mano tenía un martillo gigante. Abby era morena, pelo largo, delgada, ojos castaños, tez más morena que la de Clarke, pero Jake, tenía el pelo rubio y con mechas canosas y ojos azules, podía pasar por padre biológico de la rubia:

– ¿Qué pasa mujer a que viene tanto grito?

Y la voz de oso gruñón hizo que Lexa tuviera ganas de salir corriendo de esa casa, como si hubiera recibido un calambre se soltó de Clarke. Ésta apretó los labios para no carcajear, que cara de espanto había puesto la ojiverde:

– Suele causar esa reacción– susurró Abby a la morena– pero que no te engañe las apariencias, en el fondo es todo dulzura.

– No te preocupes Lexa– dijo un poco con mofa Clarke– te daré la mano siempre que lo necesites.

– PERO SI ES MI PRINCESA– soltó el martillo y abrió esos cacho brazos que abarcaba a otras tres personas más– VEN AQUÍ.

Rodeó a Clarke con sus brazos y la levantó casi espachurrándola:

– Ay Jake que vas a asfixiar a la niña– dijo Abby agarrando la mano de Lexa para tirar de ella y alejarle de Jake, él hombre era majo pero que no dejaba de ser protector con Clarke ni aunque estuviera a tres años de los treinta– Pero vamos para adentro, si lo llego a saber hago comida, Jake ve a por comida al Wonder Bar.

– Ya estás dando órdenes– dijo de camino a la camioneta que había en la entrada– Jake repara el canal, Jake haz esto, haz lo otro.

Se alejaba mascullando. Clarke rio emocionada, echaba de menos lo burro que podía llegar a ser ese hombre. La casa no solo estaba reformada por fuera, por dentro también la habían reformado, habían pintado las paredes a unos colores más claros, tanto en las paredes como en los muebles había fotos de todos los niños que pasaban por esa casa, aunque los que más abundaban era de cuatro, tres niños y una chica, Clarke. Fueron al patio trasero donde había una mesa donde poder sentarse a comer al aire libre, desde ahí a poca distancia se podía contemplar el lago de Asbury Lake, pero no estaban solos, junto al porche había un niño apartado jugando al ajedrez solo, era moreno y no tendría más de seis años, durante un segundo Clarke sintió desfallecerse, no estaba preparada para interactuar con niños, Lexa le sostuvo del brazo y le miró con preocupación:

– ¿Estás bien?

Clarke tragó saliva y asintió:

– Sí, es la emoción.

Abby fue a la cocina por limonada. Clarke había ido a verlos, hacía que la mujer hacía tiempo que perdió las esperanzas de que regresaste a esa casa. Finn también tardó su tiempo en volver, pero lo hizo aun que era un milagro si iba dos veces en un mismo año. Comprendían que les costara enfrentarse a su pasado:

– Siéntate– frunció el ceño– a ver si va a ser un bajón de azúcar o fatiga, en los últimos días te has sentido cansada– bajó un poco la voz para susurrarla con dulzura– me preocupa que enfermes.

Clarke sonrió traviesa:

– Tanto viaje, tanto turismo y si le sumas el core intimo que hemos estado practicando normal que una se canse.

Lexa alzó una ceja:

– Será mejor que se te vaya quitando esa fea costumbre de provocarme.

Clarke levantó las manos poniendo cara de inocente:

– ¿Qué? Hemos quedado en ser amigas, eso no quiere decir que vaya a borrar de mi cabeza las guarradas que hemos hecho.

Las chicas estaban carcajeando cuando Abby salió de la casa con una bandeja, que contenía una jarra de limonada, los vasos y comida para picotear para veinte personas. Sí, la mujer es la típica madre que cada vez que recibe visita saca todo el ibérico de la alacena:

– Anthony, ven a comer.

El niño ignoró a la mujer. Ésta no se lo tomó a mal, apenas llevaba unos meses en esa casa, unos niños se adaptaban antes y otros tardaban, como le ocurrió a Clarke:

– ¿Solo estáis a cargo de ese niño?

– Sí– respondió Abby en voz baja– lo cuidaba su abuelo que murió hace poco, no se conoce más familia y resulta que es tan hablador como lo fuiste tú– miró apenada al niño– esperamos que Wells haga una visita rápido, ya sabes que se le dan bien estás cosas– suspiró– tu padre y yo hemos llegado a la conclusión de que estamos mayores para cuidar de más, será el último niño que cuidemos.

La familia de Lexa era extensa, tenía un montón de primos pequeños y sin mencionar a los sobrinos, así pues, dejando que madre e hija hablasen de sus cosas, se sentó enfrente del niño y le miró desafiante:

– Si ganas te enseño un truco de magia– el niño la miró con interés– si gano yo jugamos otra partida ¿Parece un trato justo?

El niño deshizo el ajedrez para recolocarlo, dándole a entender que si había aceptado el reto. Lexa se frotó las manos sonriendo como si fuera otra niña pequeña, no era experta, al contrario, siempre perdía contra Costia, pero estaba enfrente de un mocoso, tenía la partida ganada. Clarke observaba el escenario sonriendo inconscientemente, apostaba que si la ojiverde se lo proponía haría hablar a ese niño hasta por los codos y ella era un claro ejemplo, ella había conseguido lo que ninguno de sus 365 días de placer había conseguido:

– Es muy guapa.

Dijo Abby con complicidad:

– Tan solo somos amigas.

Respondió borrando su sonrisa:

– No lo parece, por como os mirabais cuando he salido a recibiros.

Sí, tanto Abby como Jake conocían las preferencias sexuales de Clarke y es que Wells en una de sus visitas sorpresas a la rubia la pilló con cierta señorita Green, como a la rubia le dio igual que se lo dijera a sus padres, este lo contó, al menos así no la tomaban como la loca solterona que vive con su perro:

– Pues es lo que somos– dijo más seria– Lexa es especial, ella es de las que se comprometen, se casan y tienen hijos, yo no puedo darle ninguna de esas cosas.

– ¿Qué estupidez es esa?

Preguntó Abby con un bufido, sobre todo si lo dijo una mujer de 27 años, tenía toda una vida por delante. Clarke agachó la cabeza:

– Si él no los puede tener, yo tampoco los tendré es lo justo ¿No?

Abby puso los ojos en blanco, sabía que entraban en aguas turbulentas pero si había algo en la vida que quería, era que su hija fuera feliz y bueno, su hijo no era un santo, había hecho muchas cosas cuestionables, pero era su hijo y también lo quería, a de pesar que no los parió:

– Clarke despierta, estamos en el siglo XXI la era donde la mujer no necesita un casquete con un hombre– Clarke se sorprendió al escuchar esa expresión por parte de su madre– para quedarse embarazada, al igual que la vasectomía se puede revertir cosa que Finn ha hecho.

Clarke achicó los ojos y tensó todos los músculos de su cara. Todo ese tiempo había sufrido los reproches de Finn justamente por eso, siempre que se había cruzado con él la había mirado de manera acusativa, para que luego el muy hijo de su puta madre revirtiera la operación que se hizo para no tener más hijos con ella. Encima con la perra de Ontari:

– Años, durante años he sufrido sus reproches– dijo entre dientes– apostaría que si me lo cruzo con él lo seguiría haciendo.

Abby con cara triste le agarró de la mano ¿qué podía decir esa mujer? Quería a Finn como a Clarke, eran como sus hijos y que de un momento a otro de sus vidas empezasen a odiarse y a echarse en cara todo lo ocurrido, era doloroso para ella también, ya había perdido a Jason, no quería perder a más:

– Clarke, es igual que cabezota que tú, no habláis las cosas os la guardáis eso es veneno que corroe el alma.

Clarke iba a responder eso cuando, ambas mujeres quedaron atónitas, Anthony comenzó a hablar:

– Eso no es magia– replicó el niño– la moneda siempre está en tu mano.

– No es verdad.

Negó Lexa con tono infantil. El niño puso los ojos en blanco y giró la mano de la vaquera, pillando la moneda entre sus dedos:

– Bueno– dijo al final dándose por vencida– no vayas al centro comercial en navidad no vayas a desvelar que santa Klaus no existe.

La expresión del niño cambió:

– ¿Santa Klaus no existe?

Preguntó el niño con los ojos llorosos:

– Aiba que lo he vuelto a traumatizar– se puso de rodillas y le dio unas palmaditas en el hombro– solo bromeaba, santa Klaus si existe, Rudolf y los enanitos en el polo norte.

Anthony puso los ojos en blanco:

– Son duendes mensa– se miró las uñas haciéndose el interesante– sé que no existe Santa Klaus, solo quería demostrarte que soy mejor ilusionista que tú.

Lexa le miro boquiabierta, pero ese niño era un manipulador. Tanto Abby como Clarke carcajearon, parece ser que no hacía falta que fuera Wells, la vaquera se había llevado el tiempo récord. La morena miró a Abby con el ceño fruncido:

– Eh Abby de esta casa solo salen seres diabólicos y manipuladores– señaló a Clarke que no paraba de reír– y tú no te rías que eres mucho peor.

– Voy a llamar a tu padre seguro que se ha entretenido con algún vecino bebiendo alguna cerveza.

La morena se levantó con indignación ese niño le había ganado casi sin tener que pensar, una de dos, se le daba peor de lo que creía o ese niño era un prodigio prepotente como para vacilarla descaradamente, en fin, eso no era normal y cualquiera diría que es familia de sangre de Clarke. Ésta, miró pensativa a Lexa que se acercaba a ella, no le dio tiempo a sentarse cuando la ojiazul le agarró de la mano mientras gritaba:

– Anthony dile a mamá que enseguida volvemos– tiraba de Lexa hasta una de las esquinas de la parte trasera de la casa donde tenían una valla alta de metal, para evitar que los niños salieran, pero la rubia desde que era adolescente ya sabía por dónde salir, empujaba uno de los setos con el trasero y agarraba el poste para salir entre un hueco– Esto es lo malo de que me hayan crecido las tetas ya no salgo tan fácilmente.

Se coló por el hueco hasta salir. Lexa alzó una ceja poniendo expresión picara y de forma involuntaria se le fue la mirada al escote de la rubia:

– ¿Quién está provocando ahora?

Preguntó Clarke desde fuera de la casa:

– ¿Qué? No tengas las tetas grandes, rubia, qué quieres que te diga.

Añadió antes de salir y seguir a la chica rubia, aunque antes tuvo que sacar el sombrero primero, por el resto no tuvo tanto impedimento fisiológico como lo tuvo Clarke:

– Que amiga más pervertida tengo y no me llames rubia.

Dijo entre risas la ojiazul, en cuanto Lexa salió se encaminaron hasta la orilla del lago Asbury y siguió hasta donde había unos árboles, cercano a un embarcadero. Caminaron en silencio, Lexa no entendía porque Clarke a veces se paraba y cogía una piedrecita.

Flashback

Gracias a Abby y Jake le resultó más fácil seguir en el instituto. Ellos se encargaban de Alexander cuando Clarke y Finn no podían, Finn para sacar algo de dinero se encargaba de cortar el césped de la zona y Clarke los fines de semana hacía de niñera o daba clases particulares, pero siempre sacaban un rato para estar con su hijo. El niño iba a cumplir cuatro añitos y estaba emocionado porque papa y mamá estaban a punto de casarse. En lo que esperaban a que Finn regresase de cortarle el césped a uno de los vecinos, la joven Clarke paseaba por la orilla del lago con el pequeño Alexander:

– Mira mami– dijo el pequeño muñeco– piedra bonita.

Clarke sonriente se agachó al lado del nene y agarró la piedra, desde que era apenas un bebé sentía fascinación por las piedras que se salían de lo común, según él, pues al resto del mundo eran lo que parecían, simples piedras:

– Sí– rio con alegría la rubia– parece un diamante– miró al niño pensativa– Qué tal si cogemos todas las piedras que veamos como esta, vamos al embarcadero y las tiramos pidiendo un deseo.

Parece que le hizo ilusión porque asintió con efusividad y siguió caminando agarrado de la mano de Clarke y sin apartar la mirada del suelo, cuando veía una tiraba de su mano y lo señalaba con el dedo, menos mal que no había muchas como esa, si no la iba a tener agachándose a cada rato. Le daba igual hacerlo porque eso le hacía sonreír y a los ojos de Clarke, el niño tenía la sonrisa más bonita del mundo. Según Finn, decía que era igualito a la madre y la rubia bromeaba diciendo "menos mal había nacido con el atractivo de su madre" aunque a los ojos de la joven Clarke, su prometido era el más apuesto de todos, a pesar de llevar greñas de hippie.

Cuando llegaron al embarcadero le asió en brazos y una a una fue dándole las piedras para que fuera tirándolas al lago, que no caían muy lejos, le parecía tan mono cuando se concentraba en pedir el deseo. Cuando tiró la última piedra miró a su madre sonriente, se acercó a su oído y le susurró:

– En todas he pedido el mismo deseo.

– ¿Cuál?

Le preguntó la rubia con complicidad:

– Quiero un hermanito.

Aquello le hizo reír a la rubia, aunque un escalofrío recorrió por su espalda, sin querer quitarle la ilusión de algo que veía lejano, besó en la sien del niño y le respondió:

– Eso de momento no va a poder ser cariño– hizo el beso de esquimal con su naricita– En un futuro, cuando papá y mamá puedan tener su propio hogar ¿qué tal si vamos a medirte?

Cerca del embarcadero había unos árboles, justo uno de ellos tenía valor sentimental tanto para Finn como para Clarke, ya que fue el lugar donde se declararon su amor, marcándolo con un corazón y sus nombres, como signo de seguir con sus raíces, ahí dejaban la señal de todo lo que había crecido el chico mes a mes:

– Pues sí que has crecido– dijo seria la ojiazul– no se de quien has heredado eso porque tu padre es un enano y yo no soy más alta que Finn– miró al niño– puede que sea el de tu abuelo que descanse en paz.

– ¿Cómo que enano?

Se escuchó la voz de Finn a su espalda:

– Papi– dijo el niño correteando hasta los brazos de su padre– mami y yo hemos estado pidiendo deseos.

– No me lo creo– miró a Clarke y puso un puchero– ¿Sin mí?

Clarke se acercó con cierto coqueteo mientras reía entre dientes, metió su mano en el bolsillo trasero de Finn y dijo:

– La próxima vez llegas antes, moreno y pides deseos con nosotros.

– Ya te susurrare esta noche en privado lo que pido de deseo, rubia.

– umm.

Esbozó antes darse un beso en la boca, Alexander puso cara de asco:

– Puaj.

Los dos padres rieron mientras miraban con orgullo ese milagro de la vida.

Fin del Flashback

– No era una hija ejemplar– contaba la rubia, mientras lanzaba desde el embarcadero las piedras– pero tampoco era tan rebelde, sí, me escapaba de vez en cuando como cualquier adolescente– se encogió de hombros y rio entre dientes– hasta que las escapadas cesaron.

– ¿Madurez?

Clarke se giró para mirar a Lexa, la vaquera estaba detrás con las manos guardadas en los bolsillos de los vaqueros:

– Peor, responsabilidad– dijo un poco con mofa, antes de seguir con un mohín– me convertí en la señora Collins.

Lexa no alcanzaba a comprender, bueno tenía una ligera sospecha, de por qué una chica tan joven se casaría. Sobre todo justo antes de comenzar la universidad:

– ¿Por qué tan joven? Clarke.

La sonrisa de la rubia se le borró:

– Ese es otro episodio de mi vida que aún no estoy preparada para afrontar– bajó la cabeza antes de bufar y decir con enfado– las cosas estarán ahora como están, pero nos queríamos Lexa, él no era como es ahora, ni yo era como soy ahora.

Se escuchó un ruido extraño en el agua:

– ¿Qué ha sido eso?

Preguntó la vaquera con curiosidad:

– A lo mejor ha sido un cocodrilo.

– ¿Cocodrilos?

Lexa fue un visto y no visto, estaba en el embarcadero y en unos pestañeos estaba lejos señalando al dichoso Asbury:

– ¿hay cocodrilos y tu tan tranquila ahí?

Clarke carcajeo:

– Tranquila, si no atacan fuera del agua ¿no sabías que Florida es el estado con mayor población de reptiles?– preguntó saliendo el embarcadero– y luego eres tú la que tiene conocimientos de animales. 

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