Capítulo 16

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El paseo "turístico" acabó junto a un árbol, en la corteza había un corazón tallado con los nombres "Finn y Clarke". No hubo llantos por parte de la ojiazul, más bien rio entre dientes y rebuscó en sus bolsillos algo para marcar el árbol, al final terminó usando un manojo de llaves, tachó el nombre de Clarke y un poco por encima del nombre de Finn puso en letras grandes Fuck You Finn:

– Ah– comentó Lexa– muy maduro por tu parte.

Las bromas acabaron cuando Clarke bajó la mirada, estaba dando la espalda a la morena así que no veía la expresión de dolor que tenía Clarke, se puso de cuclillas y tocó las marcas, algunas tenían una A otras más bajas tenían una E al lado. Puede que la rubia no lo supiera, pero había noches en las que resultaba ser muy charlatana cuando dormía, la E le descuadraba a Lexa, pero A... solo había que sumar dos más dos y no, no son siete como decía Fran Perea:

– Alexander.

Susurró Lexa más para sí misma que para Clarke, ésta le miró con el ceño fruncido aun así no la dijo nada y volvió a mirar las marcas, de nuevo esa sensación de ahogarse y la presión en su cuello:

– Alexander y Emer, ya viste que en mi cuerpo llevo la marca de su existencia– se levantó y miró tensa a Lexa– sin embargo tendrás que conformarte con ese detalle, es otro capítulo de mi vida del que aún no estoy lista para hablar.

Flashback

Dos años de universidad, un auténtico suplició, Finn ya terminaba su carrera y menos mal, en un principio se le dio fatal estudiar, hasta que encontró su verdadera vocación, la arquitectura, encima tenía buenas salidas laborales y si trabajaba duro, hasta podían ganar mucho dinero, lo cierto es que lo necesitaban mucho. También que Finn tuviese un poco más de tiempo libre daba algún respiro a Clarke, entre los estudios, el trabajo por horas en una cafetería y en los cuidados de Alexander terminaba exhausta, había hasta adelgazado, claro todo el mundo la daba la enhorabuena, como si antes hubiera estado obesa, cosa que no era así y la crispaba un poco, porque no adelgazó porque así se lo propusiese, lo hizo por estrés, a ese paso terminaría cayendo enferma de verdad.

También hacían dos años de casados, no había tiempo para cenas románticas, ni ir a ver las estrellas, el romanticismo en la pareja estaba ahogada con tanto estrés. Bueno un polvo rápido en el coche detrás del establecimiento daba. Ya habían llegado al post coito cuando Finn comenzó a hacer cosquillas y pedorretas en el cuello de la chica:

– Pero como me pones con ese olor a fritanga.

Dijo con voz ronca mientras inhalaba de manera exagerada:

– cuanto romanticismo– se quitó de encima y buscó su ropa interior por el suelo del vehículo– me voy antes de que llegue tarde.

– Clarke.

Dijo Finn con voz aterrada y sosteniendo en sus manos el preservativo que se había puesto:

– ¿Qué?

Preguntó distraída mientras que se ponía las bragas en ese diminuto coche, odiaba hacerlo en el coche, no veía la hora en que pudieran irse a vivir a una casa con Alexander. Finn alzó un poco la mano le enseñó el preservativo:

– Está roto.

– ¿QUÉ?

Gritó Clarke, como si le hubiera dado la peor noticia que pudiese recibir. Efectivamente, estaba roto. Clarke se llevó las manos a la cabeza, durante dos años habían puesto especial cuidado en esas cosas, lo de Alexander fueron las ansias de adolescente de hacerlo por primera vez, pero después bien que fueron consecuentes ¿Cómo narices se rompió? Ni que Finn fuera Nacho Vidal y sus espermatozoides los de Superman:

– Que no corra el pánico– dijo intentando convencerse Clarke– mañana asisto al examen, termino, vamos a una farmacia a por la píldora del día de después.

– ¿Con qué dinero? – preguntó estresado– mejor ir a planificación familiar.

– ¿Un matrimonio mayor de edad con un hijo?

– Pues un cara o cruz, que lo cabronazos de mis espermas sean tan bobos de no encontrar el ovulo o abortas.

Clarke apretó los labios y le dio un chopo en toda la frente:

– ¡Ay!

Se quejó el chico mientras se llevó su mano a la zona donde recibió el golpe:

– Yo sí que estoy casada con un bobo– le señaló el dedo índice– sacamos el dinero de donde sea o nos comemos el marrón ya sabes que estoy en contra del aborto– se colocó el uniforme de camarera– me voy a trabajar.

Consiguieron reunir el dinero, sí, pero pasadas más las cuarenta y ocho horas, dice ser el porcentaje de prevención de la pastilla de emergencia disminuyó. Maldijo de nuevo, o los dos eran demasiados fértiles o uno de los dos andaba sobrado.

9 meses después, Emer llegó al mundo, Alexander estaba que se subía por las paredes de la emoción, sin embargo, Clarke y Finn, no sabían cómo hacerlo, si con uno ya era complicado, dos iba a ser el infierno, pero en el fondo era el infierno más hermoso. Resultó que Emer heredó tanto el rubio de su madre como los ojos azules de Clarke.

El día de su nacimiento ninguno de los dos podían dejar de mirarlo. Clarke estaba sentada en la cama de hospital y Finn estaba a su lado:

– A heredado mi físico seguro que tiene tú carácter.

Dijo Clarke mientras lo mecía en sus brazos:

– Menos mal– dijo con mofa– el tuyo puede ser un poco mierda y en tus días del mes más, rubia.

Clarke le miró fulminante, a sabiendas que lo había dicho en broma:

– Cuidado Finn, he pasado parte de la madrugada y de la mañana sufriendo terribles contracciones porque me follaste con un condón en mal estado.

Finn esbozó una risita y tapó los oídos del pequeño Emer:

– Clarke que hay menores presentes– bromas fuera– tendrás que ir al ginecólogo para el anticonceptivo no podemos arriesgarnos a otro rebote, aunque podrías hacerte una ligadura de trompas.

– ¿Qué? Ni de broma deja mis trompas de Falopio en paz ¿por qué no te haces la vasectomía tú?

Fue un debate largo, mirando pros y contras de la ligadura de trompas, como la vasectomía, al final, tomaron la decisión de la manera más responsable y madura que conocían, la de....:

– Al mejor de tres.

Dijo Finn y se pusieron a jugar a piedra papel o tijera, el chico no sabía que Clarke le tenía calado y ya intuía que jugadas podía sacar, se dejó ganar a la primera para que cogiera confianza y toma, ganó las dos siguientes partidas, siendo la mejor de tres así que Clarke se libraba de la ligadura de trompas y Finn se llevaría el tijeretazo:

– Solo por si acaso ve al ginecólogo por el anticonceptivo.

Fin del Flashback

– Ahora sí puedes decir que has conocido parte de los oscuros secretos de Clarke Griffin.

Dijo Clarke cuando regresaban a la casa de acogida, lejos de la orilla del lago, obviamente, desde que se enteró del detalle de los cocodrilos, Lexa le había puesto la cruz a ese lago, vamos, ni aunque le dieran un millón de dólares, naranjas de la china se iba acercar de nuevo esa agua. Jake ya había regresado del Wonder Bar, Abby ya tenía la mesa preparada para comenzar a comer. Su hija no iba en años y lo primero que hace es dar un paseo con esa vaquera, ya pueden imaginarse como miraba el hombre a la ojiverde:

– Siéntate a mi lado joven.

Dijo Jake dando unas palmaditas al sitio que tenía a su lado. Lexa pidió ayuda a Clarke con la mirada, pero ésta parecía divertirse con la situación así que se encogió de hombros, como diciendo "apáñatelas tu solita" La morena la recriminó esa jugarreta antes de sonreír nerviosamente y sentarse junto al hombre, que entre risas le dio una palmada en la espalda, para nada considerada pues casi le deja el pulmón derecho sin aire:

– ¿De dónde eres vaquera?

– De un pueblo cerca de Aspen.

Respondió casi sin aire y bebiendo un poco de agua:

– Joder, con las pintas que llevas pensaba queras más de Texas.

– Pues no, soy- de Colorado– dijo entre dientes– pero mi padre sí que es de Austin, señor.

Abby y Clarke intercambiaron miradas, mientras que la mujer más mayor servía a los comensales. En esa casa eran muy tradicionales. Jake le estaba haciendo el tercer grado y en un principio Clarke se lo pasaba pipa, haciendo de sufrir un poco a Lexa hasta que Jake saltó el siguiente comentario:

– Por favor, llámame papá eres la nueva novia de mi hija ¿no?

Lexa por casi se atraganta con el agua, comenzando a toser toda roja y con los lagrimones que le salían por el rabillo del ojo:

– PAPÁ– saltó Clarke– es mi asistente y una gran amiga, nada más.

– Ahh– Jake estaba trinchando la carne, la sonrisa se le borró y señaló a Lexa con la mano que sostenía el cuchillo– ¿Qué pretendes tú para con mi hija?

– Es mi jefa, señor.

Dijo con un hilo de voz mientras miraba la punta del cuchillo manchado de grasa, le temblaban hasta las canillas. Clarke puso los ojos en blanco e intervino de nuevo:

– Papá deja el acoso, solo somos buenas amigas.

Jake miró con los ojos achicados a su hija, si bien sabía que Clarke solía entenderse mejor con los chicos que con las chicas, recordaba que siempre andaba con los liantes de Finn, Jason y Wells. Curvó la comisura de sus labios:

– Está bien– carcajeo y dio otra palmadita al hombro de la morena– las amigas de mi hija siempre estarán bienvenidas– espero a que las chicas se concentraran en la comida cuando se inclinó a la vaquera– pero si mi niña sufre por tu culpa...

No dijo nada más, tan solo se limitó hacer una representación gráfica apuñalando a su filete. Lexa tragó saliva y asintió con la cabeza. Joder, ahora no debía tener cuidado solo con el padre de Costia y no sabía cuál daba más miedo, porque Jake era incluso más grande que el señor Hall. Le faltaba el aire, sentía como si estuviera conociendo a sus suegros. Se concentró en la comida mientras reorganizaba sus ideas, que solo se había acostado con esa chica dos semanas. Que ni siquiera hablaron de amor como tal, solo cariño y había dicho la verdad, eran amigas.

Por dejar otro rato madre e hija, para que hablasen lo que tuvieran que hablar. Lexa al final tuvo que aceptar a regañadientes irse con Jake a pescar, en un principio pensaba que ese lago estaba infestado de cocodrilos, al final tanto Abby como Jake dejaron claro que era algo inusual que hubiera cocodrilos en esa parte de florida ya que solían encontrárselos más al sur del estado y que la muy traviesa de Clarke le había tomado el pelo. Aun así no se sintió muy cómoda metiéndose hasta la cadera con un mono de pesca que le había dejado Jake, vamos que le quedaba enorme. Tampoco se manejaba muy bien con la caña de pescar, no era muy dada a la caza y a la pesca:

– ¿Haces mucho que conoces a mi hija?

Jake recogía el carrete para volver a lanzar el sedal con la mosca en la punta lejos:

– Tres semanas.

Respondió con un hilo de voz, esa agua estaba tan helada que se le encogió hasta la pirulilla, Jake la miró con cierta sorpresa ¿Clarke fue por iniciativa propia? Vamos que Wells era un poco relaciones públicas de la casa, ya que tenía buen don de gentes llevaba años intentando convencer a la rubia de que se dignara hacerles una visita:

– ¿En un rato consigues que Anthony hable y en tres semanas convences a mi hija de que se pase hacer una visita a sus viejos? – Rio entre dientes y musitó en voz baja– y luego dice que son amigas– la sonrisa y le volvió a mirar ceñudo– sabes que en mi casa se respeta ¿no? Nada de dormir en la misma habitación.

– Con todos mis respetos señor, pero entre su hija y yo no hay nada.

Insistió la ojiverde:

– Ya y me creo que el papa es el anticristo no te jode, calé en su día a Finn y te he calado a ti guapa, que tú lo quieras negar es otra cosa ¿has visto a mi hija?– Jake ponía voz gruñona, pero en el fondo hablaba con mucho orgullo de Clarke– el infierno estará lleno de ángeles que perdieron sus alas solo por tener envidia a semejante belleza.

Lexa rio entre dientes, porque ahí sí que le daba la razón, a los ojos de la ojiverde Clarke era bellísima y porque la ojiazul respetó la decisión de la amistad, algo que valoró mucho, pero como le diera a Clarke ronronearle un par de veces de algo estaba segura, caería de nuevo a sus pies:

– Es mucho más que bella, Jake– curvó la comisura de sus labios– es una mujer increíble.

Jake rodeo a Lexa con el brazo por encima de sus hombros:

– mira que como te han brillado esos ojitos verdosos ¿a qué le tienes miedo?

– Señor estoy comprometida con otra mujer.

Se sentía horrible sacar el tema del compromiso a esas alturas, como si el resto del viaje hubiese respetado eso:

– eso es otra cosa– volvió a recoger el hilo con el carrete– Cuando conocí a Abby yo estaba con otra mujer, Rosalía, la panadera– susurró– una bruja de mucho cuidado.

Lexa esbozó una sonrisa:

– ¿Cómo supiste que Abby era la adecuada y no Rosalía?

– La vida no es como lo pintan en las películas muchacha, amor eterno y perfecto, pues déjame decirte una cosa– dejó de pescar para fijar su mirada en la morena, que también se había olvidado de pescar– lo que para ti algo perfecto puede ser una simple rosa, para el vecino le puede resultar perfecta una amapola, por eso la perfección no existe, por eso el ser humano es imperfecto. No se trata de amar una sonrisa bonita, los momentos arropados junto a la chimenea, Abby amó mis imperfecciones y nunca trató de cambiarlos, a lo que ella consideraba perfecto, por eso supe que era la adecuada.

– ¿Rosalía trataba de cambiarlo?

– siempre "no seas tan ordinario"– puso voz de pito, haciendo que lecha sonriera– déjeme mujer hablo como me salga de los cojones– quedó pensativo y sonrió como un bobo– nunca me arrepentiré de casarme con Abby, aun sin poder tener hijos propios he sido el hombre más feliz de la tierra.

Lexa sonreía hasta que se escuchó algo en el agua y pensó que era un pez que había picado:

– ¿Eso ha sido un pez?

Jake comenzó a retroceder lentamente y con precaución:

– No, creo que ha sido un cocodrilo, mejor que no hagas ruido.

– ¿Cocodrilo?

Dijo con nerviosismo Lexa antes de intentar correr hacia la orilla con la mala suerte de tropezar y caer, mojándose entera, pero eso no le detuvo, torpemente fue hasta la orilla, perdiendo en el camino hasta la caña de pescar. No fue hasta que estuvo en tierra cuando se dio cuenta de que Jake seguía en el mismo sitio, con las manos en la tripa y sin parar de carcajear:

– Me retracto muchacha– se quitaba una lágrima del rabillo del ojo– eres demasiado cobarde para mi hija.

Lexa con el ceño fruncido movió los brazos para quitarse un poco el exceso de agua:

– Normal que de esta casa salga demonios ¿tenéis como costumbre tomar el pelo a los invitados de vuestra casa?

– Solo a los que nos caen bien.

– Pues que consuelo.

Dijo con ironía la ojiverde que empezaba a temblar. Cuando entró en la casa se encontró con Abby y Clarke en el salón viendo fotos de cuando ella era pequeña, la única foto que tenía con sus padres biológicos, la que llevaba cuando llegó a la casa. Abby le explicó que el resto de sus cosas lo había guardado, Las chicas le miraron con las cejas alzadas:

– ¿Qué te ha pasado?

Preguntó Clarke:

– Tu padre y tú tenéis una afición adorable por las bromas y los cocodrilos.

– Ay pobrecita.

Dijo Abby tapándose la boca con la mano para ocultar una risita, cosa que no hizo Clarke ya que hizo lo mismo que Jake, se llevó las manos a la tripa mientras carcajeaba fuerte y eso que no eran familia de sangre, Abby fue a por una toalla para que se fuera secando, las botas se las quitó en la entrada, como el mono de pescar:

– Clarke querida creo que metí toda tu ropa en el ático, anda, mirar si hay algo que se pueda poner.

Clarke se levantó e hizo una seña con la cabeza a la chica empapada, subieron al segundo piso y después hasta al abarrotado ático, lleno de cajas, juguetes, muebles. Las cosas de la rubia estaban un poco apartadas, por suerte le daba la luz de la bombilla llegaba para poder leer lo que ponía en las cajas, hasta que dio con "ROPA DE CLARKE" lo abrió y principalmente había vaqueros, ropa deportiva y sobre todo camisetas de muchos grupos:

– Elije– dijo sacando camisetas– Pink Floyd, Queen, Muse– desplegó una– tengo hasta de Bob Marley.

Lexa le miró sorprendida:

– De verdad no me imagino a satán con eso puesto.

Clarke alzó una ceja con expresión traviesa, se encogió de hombros y sin ningún pudor se quitó la parte de arriba hasta quedar en sujetador y se puso la camiseta de Bob Marley. Obviamente en el instante en que quedó en sujetador Lexa dejó de pensar con claridad, menos mal que estaba mojada y el frio evitaba que ciertas partes de su anatomía despertaran con facilidad:

– ¿Ahora?– comenzó a canturrear, mientras se contoneaba de un lado para el otro y sus manos seguían el ritmo de un lado al otro– One love! One Heart! Let's get's together and feel all rigth.

Lexa amplió su sonrisa, le encantaba esa Clarke, obvio que la derretía la versión sensual y diabólicamente sexual de la rubia, pero la versión relajada y sonriente de Clarke, podría estar mirándola así todo el día, hacía que su pecho se llenase de calor:

– Abby no mentía cuando dijo que eras una hippi sucia.

– No era una Janis Joplin, mi rollo era más rockera– siguió buscando y sacó unos pantalones de portivos gris claro– creo que estos te valdrán.

Clarke para nada era Lexa, la morena la noche anterior bien que retiraba la mirada o daba la espalda, cuando Clarke se cambió de ropa, sin embargo, la ojiazul con expresión divertida mantuvo la mirada puesta en la vaquera, sobre todo por incomodar un poquillo a Lexa, se apoyó a un mueble y se negó a retirar la mirada:

– ¿Te vas a quedar mirando cómo me cambio?

Musitó la vaquera con un hilo de voz:

– ¿qué pasa? ¿ahora tienes pudor que te vea desnuda? Te recuerdo que te has masturbado unas cuantas veces delante de mí.

Viendo que la rubia no se movía, Lexa se giró un poco, no era pudor en realidad, Clarke conseguía encenderla y lo que faltase, ponerse cachonda y andar con la tienda de campaña y en casa de sus padres:

– ¡Oh! pero que mona, se ha vuelto tímida– dijo riendo– creo que estoy curada de espanto.

Dijo señalando a su entrepierna, Lexa frunció el ceño y sin pestañear se bajó los pantalones junto con la ropa interior, se puso con los brazos en jarra, como diciendo "¿timida yo? Pues no mi ciela":

– Eres una morbosa.

Clarke rio entre dientes, con expresión picara agarró el pantalón deportivo, se acercó con sensualidad a la morena, que intentaba mantener la mente ocupada con otras cosas que no le pareciesen sexuales:

– Eras tú esta mañana quien me miraba las tetas.

Y la mirada se convirtió en la típica viciosilla, se mordió el labio sensual, sin apartar la mirada de los ojos verdosos, comenzó a descender, vale, eso le pareció tan porno que la sangre comenzó a congregarse en cierta parte, ale alegría para la vista de la rubia, pasó sus manos por los muslos desnudos de la morena, hasta toparse con las prendas mojadas, con suavidad se las fue bajando, pero sin retirar la mirada, esa mirada azulada de viciosa que tanto ponía a Lexa, hasta que por fin se las quitó. Que sorpresa, no intentó nada raro, tan solo se dispuso a ponerle el pantalón deportivo, que mientras ascendía reía divertida, aprovechando la gomita del pantalón para acariciar su miembro. Se acercó un poco hasta que sus rostros quedaron a escasos centímetros:

– ¿Qué pasa? Veo que has entrado en calor rápidamente.

En realidad la ojiazul también entró en calor, tuvo que contenerse para no aprovechar el momento y meterse la polla de Lexa en la boca, los pantalones eran anchos así que no oprimía mucho el bulto. La morena que entró en el mismo juego echó la cadera un poco para adelante, para que Clarke notara en su cuerpo su erección, durante unos segundos cerró los ojos antes de abrirlos y volver a sonreír:

– Me da que no soy la única que está calurosa.

Clarke empujó a Lexa contra la caja que tenía encima la camiseta más a mano y con una risita dijo:

– ¿me estás proponiendo cosas indecentes?

Dijo Clarke a la vez que comenzaba a ponerle la camiseta. Lo cierto es que era raro, la estaba vistiendo y estaba resultando un acto caliente con tanto coqueteo:

– Verás– dijo bajando un poco la mirada hasta su bulto– es que yo no hago esas cosas con mis amigas.

Puso un puchero inocente y se apartó, para recoger la ropa que había sacado y guardarlo en su sitio. La morena rio entre dientes, esa rubia estaba jugando con fuego, no, para que engañarse era puro fuego, suspiró, doce años nanai de sexo, aparece Clarke, tiene el mejor sexo va y termina con ella para quedar como amiguis "me merezco dos hostias por gilipollas" pensó antes de caminar por el ático entre tanta caja, a ver si pensando en otras cosas esa hinchazón bajaba. Que cantidad de juguetes, en una caja no muy lejos donde estaba Clarke había un juguete de karaoke:

– Hace años que no veo uno de estos.

Llámenlo exceso de curiosidad, de manazas o de cagada monumental, pero apretó al play, funcionaba y aun le quedaban pilas y rápidamente se escuchó la voz de un niño en el principio:

– Mamá y yo cantando una canción a Emer y a papá– se escuchó la risa de Clarke de fondo– salió la A salió la A– cantaban los dos madre e hijo– no sé a dónde va, a comprarle un regalo a mi mamá– siguió sonando solo la voz de Alexander, seguida de un solo de Clarke– a comprarle un regalo a su ma...

Clarke le quitó el juguete de las manos, lo paró y lo guardó de nuevo en la caja, tenía la mandíbula tensa y sin mirar a Lexa dijo entre dientes:

– Te agradecería que no vuelvas– apretó los puños– a tocar nada.

El ambiente cálido y lujurioso desapareció, quedando un ambiente gélido:

– Clarke lo si...

– No digas nada, ya tienes ropa limpia– se encaminó hasta la puerta– vamos ¿no pescaste nada?

Preguntó cambiando de tema y bajando las escaleras hasta el segundo piso mientras la seguía la vaquera:

– más bien tu padre siguió con su tercer grado.

– A veces se pasa de sabueso– ya no sonaba tan amistosa, hasta que paró enfrente de una de las puertas, alzó una ceja pensativa– no sé si aún...– comenzó a decir antes de abrir, era la antigua habitación de Jason y Finn, obviamente había cambiado mucho, pero Clarke visualizaba perfectamente como era en antaño, era la habitación donde perdió la virginidad y para sumarle un plus la concepción de Alexander, entró con decisión y fue hasta un rincón, por suerte no habían cambiado el armario de sitió, metió la mano entre el mueble y la pared, dio un golpecito en uno de los tablones, quitándose eso hizo que se le iluminara solos ojos– pero que mamones– introdujo la mano y sacó una bolsita de plástico con un par de porros– pues me los pienso fumar– dijo tan pancha pasó por el lado de Lexa– total uno está muerto y el otro ni se acordará de esto– se guardó la bolsa en el bolsillo trasero– vamos sé a dónde ir.

Lexa sorprendida le siguió a la vez que le susurraba por si había alguien cerca:

– ¿de verdad piensas fumarte eso?

– ¿por qué no? –Preguntó encogiéndose de hombros– además nos lo vamos a fumar las dos– pasó por el salón y le habló a Abby– mamá vamos a salir, puede que no lleguemos a cenar– miró a Lexa y le dijo en voz baja– aquí se cena temprano y se va a la cama temprano.

– muy bien Clarke, os dejo comida en el microondas– dijo con cariño Abby– no llegues tarde, ya sabes que tu padre se preocupa.

Clarke puso los ojos en blanco:

– Que tengo 27 años y los pelos del papo bien creciditos.

Lexa le miró ojiplatica, pero qué manera tan soez de hablar. Era como si al pisar esa casa se volvieran salvajes o a saber. Le siguió hasta el garaje donde le dio dos abrigos impermeables y un saco de dormir enrollado dentro de su funda:

– por la noche hace frio– miró los pies de Lexa– cálzate– pero luego pensó que las botas de Lexa no resultarían cómodas en la arena– espera, por aquí tiene que haber botas de montaña– en una de las estanterías estaban– a lo mejor están un poco grandes.

Tanto lio para fumarse unos porros, obviamente que se fumaría solita Clarke, porque en la vida había fumado tabaco mucho menos marihuana, ¿pero es que esa mujer quería corromperla de todas las maneras posibles y por haber?

De nuevo la llevó por la orilla del lago, pero en esa ocasión dirección contraria, hasta una zona más boscosa y solitaria, lo cierto es que las vistas eran preciosas, empezaba anochecer y ya se empezaban a ver las primeras estrellas:

– Mira, siguen haciendo hogueras que bien.

Dijo señalando los restos de una hoguera cercana a la orilla, había dos troncos alrededor, se lio a pillar todos los palos que encontraba para llevarlo hasta donde hacían las hogueras y cuando tubo los suficientes lo preparó todo. Pues sí que controlaba sobre esas cosas, cuando la conoció daba la sensación que era chica de gran ciudad, se valió de unas pastillas de gas para encender barbacoas para avivar el fuego, curvó los labios satisfecha colocó el saco de dormir, se sentó encima y sacó uno de los porritos de la bolsa:

– ¿De verdad piensas fumártelo?

Preguntó Lexa sentándose a su lado, Clarke la ignoró y se lo encendió a la primera calada le entró raspando toda la garganta que no pudo contener las lágrimas mientras tosía, le ofreció el rulillo, pero Lexa negó con la cabeza Clarke la miró con tanta insistencia, al final ésta puso los ojos en blanco, agarró el puñetero porro y le dio una calada, tuvo la misma reacción que la otra chica a pesar que Lexa al no saber fumar no se tragó el humo:

– ¿sabes a cuantas fiestas del lago fui en mi adolescencia?

Lexa negó con la cabeza y Clarke dibujó un cero con la mano:

– ni siquiera fui al baile de fin de curso.

– ¿Por qué?

Clarke se encogió de hombros:

– Mi marido estaba en la universidad y yo... bueno, cosas de la vida–Respondió antes de darle otra calada al porrillo– Nunca me emborraché en una fiesta que hace la chica o el chico popular, nunca fui animadora, nunca tuve vacaciones, te hablo de la adolescencia claro– aclaro mientras le volvía a pasar el porro, Lexa se lo acercó a la boca e hizo como que fumaba aunque obviamente no fue así– después de los quince años fue un, nunca, nunca y nunca, mientras unos disfrutaban de su vida como estudiante, la mía era cambiar pañales, dar clases a los niños que cuidaba y quedarme despierta hasta las tantas estudiando– frunció el ceño– Nunca fui la chica popular, ni tuve amigos, de pequeña era el bicho raro y en la adolescencia– agachó la cabeza– golfa era lo más suave que pude llegar a escuchar.

Lexa volvió pasar el porro, escuchándola decir eso, sintió rabia e impotencia, la hubiera gustado estar presente y liarse a palos con los presentes, bueno, teniendo en cuenta de que Clarke era más mayor, cuando fue a secundaria ella estaría en primaria, poco podía hacer y entonces esa mujer egoísta, hipócrita y fría no le parecía tan mala, Clarke era la rosa y Lexa la amapola, demostrando que la perfección solo se encuentra en los cuentos de hadas, Clarke Griffin la veía, seres imperfectos que no solo habían compartido paseos por central park, abrazos en el balcón de un hotel, habían pasado tormentas y aun sabiendo que pasarían más y peores, sabía que Clarke la vería como la estaba viendo ella, bueno, era eso o era el porro que ya empezaba hacer efecto:

– ¿señora Griffin?

– Ahora soy señora Griffin– respondió Clarke mientras tiraba la chustilla al fuego– dime.

– Te hablo como asistenta– Clarke la miró curiosa– ¿puede dejarme ir la última semana de este mes a Milán?

Clarke miró con decepción la hoguera y musitó:

– ¿No puedes esperar dos semanas para verla?

Intentó arroparse un poco con el saco de dormir, empezaba a hacer frio a pesar de la hoguera, Lexa se pegó un poco a Clarke y pasó su mano por su espalda y la miró fijamente:

– No soportaría dos semanas más, quiero dejarla y no me parece justo que sea por teléfono.

Clarke intentó mantener la compostura y que no se le notara las ganas que tenía de sonreír:

– ¿Por qué quieres dejarlo?

Preguntó mientras se dignaba a mirar a los ojos a Lexa:

– Porque ni ella me quiere a mí ni yo la quiero a ella– agachó la mirada– no quiero que la persona que esté a mi lado me reprima, quiero que ame mis imperfecciones antes de querer pulir las perfecciones.

Clarke apoyó su cabeza en su hombro y comenzó a decir:

– eres demasiado curiosa, patosa, obstinada, inocente y por mucho que digan que eso es bueno, inocencia es sinónimo de que aparezcan personas que quieran aprovecharse de eso– Lexa juntó su mejilla con la cabeza de Clarke, que puso su mando en su rodilla, la morena la puso encima de la suya y entrelazaron los dedos– pero eso forma de tus encantos, fue lo primero que me gustó, tu obstinación.

– Y lo primero que me gustó de ti– le entró la risa tonta– tu zapato tirado en el suelo, tus piernas, tus tetas y por último que luego pasó a ser lo primero tus ojos– no podía parar de reír– hasta que se volvieron rojos, te salieron cuernos y la cola de endemoniada, entonces se fue al traste.

– No– dijo sería, a Lexa se le borró la sonrisa, hasta que Clarke explotó a carcajear– los cuernos los llevo puestos desde antes de que me divorciase.

Quizás fuese el THC de la marihuana, pero tenían la risa tonta, hasta que Lexa la miró y quedó "prendada" de Clarke y acarició su mejilla:

– Finn estaba loco ¿Cómo pudo dejarte ir?

Clarke miró al suelo:

– No me dejó ir, él se fue– suspiró y se tumbó hasta apoyar la cabeza en el muslo de Lexa– en el fondo no le culpo, tenía razones para odiarme y las sigue teniendo, yo también me odio por ello.

No consiguió que le dijera más cosas y en cuanto al permiso respondió que ya lo irían viendo y que a mediados de semana se lo diría. Sin embargo, la razón por lo que aún no había respondido es que le costaba la idea de no verla durante siete días, después de esos catorce, quince contando con ese, los días habían vivido juntas. Las ascuas apenas calentaban y ya había anochecido del todo y estaba muy oscuro. Lexa se tumbó junto a Clarke y ambas se arroparon con el saco de dormir, lo cierto es que sus piernas pesaban un poco y se mareaba un poco, menos mal que no había tragado todo el humo, si no, se vería en el mundo de yupi, Clarke entrelazó sus dedos con los de Lexa y se fueron acercando hasta darse un beso:

– ¿sueles besar así a tus amigas?

Intentó bromear la ojiverde, aunque se sentía como una nube, no sabía si era por el beso o porque estaba fumada:

– Solo a las que se portan bien.

Lexa dibujó media sonrisa, acarició las mejillas de Clarke y la devolvió el beso, unos roces de labios dulces, la rubia se pegó más a la ojiverde y apoyó su cabeza en su pecho, cerró los ojos y sintió un pequeño mareo, solo para no admitir que en esos momentos todo el suelo estaba dando vueltas. La rubia rio entre dientes:

– Estoy un poco fumada.

Lexa pasó su mano por la espalda de la ojiazul y amplió su sonrisa:

– En ese caso será mejor que regresemos y descanses en una cama más calentita.

– Ahora mismo tengo hambre– carcajeó más fuerte y se tumbó boca arriba– mucha hambre, hacía mucho que no tenía tanta hambre.

Lexa también dejó escapar una carcajada y se deleitó con la belleza de Clarke siendo iluminada por las ascuas de la hoguera:

– Claro, vamos.

Apagaron las ascuas, lo recogieron todo y regresaron silenciosas, pero agarradas de la mano, por mucho que quisieran negarlo o trataran de ser solo amigas, eran como imanes, una gran masa con su propio eje gravitatorio y en ese eje se hallaba el satélite. No sabía por qué, pero, Lexa pensaba que era el satélite y Clarke el planeta central y viceversa, Clarke se veía pequeña ante la gran Lexa.


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