Capítulo 17

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<< El tema de música me inspira mucho para el personaje de Clarke, sobre todo en los flashbacks>>

Abby con cariño les dejó la cena en el microondas y eso es lo que cenaron antes de irse a dormir no sin antes turnarse para ducharse, se habían tumbado sobre un saco de dormir y aun así Lexa tenía tierra hasta en la raja del culo, algo que Lexa agradeció, bueno parte de esa arena ya la llevaba puesta de cuándo estuvo pescando con Jake. Después de aquel día era difícil no mirar a Clarke con otros ojos, era inteligente, guapa y más humana de lo que quiere aparentar, quiso achacar que sus malas decisiones eran debido a que se había juntado con malas compañías, convenciéndose así misma aún más de que Alex Vause se aprovechó de Clarke. La naturaleza curiosa de Lexa le hacía preguntarse solo una cosa ¿qué pasó con Alexander y Emer? Evidentemente su cabeza comenzó a sacar teorías y antes de tirar por las más trágicas vio opcional que Finn Collins tuviera la custodia, por eso Clarke lo odiaba.

Como bien dejó claro Jake en repetidas ocasiones dormirían en habitaciones separadas, a Lexa le tocó la habitación que quedaba enfrente de Anthony y la de Clarke era su antiguo cuarto, que quedaba a final del pasillo, así que ahí se encontraban, en el pasillo, mirándose la una a la otra aun aturdidas por el porro y dándose las buenas noches de forma casta:

– Mañana nos iremos temprano– forzó una sonrisa– así te libras de tener que soportar a tu jefa por una temporada.

– No eres ninguna molestia– curvó la comisura de los labios– me ha dado la oportunidad de conocerte un poco– agarró la mano de Clarke y le besó el reverso– y también la oportunidad de conocerme.

Clarke curvó las comisuras de los labios:

– Buenas noches Lexa.

– Buenas noches, Clarke.

Clarke pareció dudar ¿qué hacía? ¿darle un abrazo? ¿dos besos? ¿le daba la mano? He incluso hizo el amago de varias acciones, se sintió un poco tonta, porque no hacía un par de horas que se estaban comiendo la boca cerca del lago Asbury. Lexa rio ante los gestos de Clarke, dio un pasó acortando distancias con la rubia se inclinó hasta darle un fugaz y tierno beso en los labios, apenas un roce, pero el suficiente para que le temblara las piernas a la rubia, curvó un poco las comisuras y con ojos vidriosos:

– ¿Sueles darle las buenas noches así a todas tus amigas?

Repitió la pregunta que le hizo Lexa antes:

– Solo las afortunadas.

Y Lexa le dio la misma respuesta, la guiñó un ojo antes de poner la mano en el picaporte, Clarke se mordió el labio inferior para ocultar su sonrisa y se encaminó hasta su habitación, no sin echar un último vistazo atrás. Le estaba empezando a gustar eso, era como si hubieran empezado al revés, primero sexo y después, coqueteo y cortejo.

Mientras la una volvía a su habitación con la sensación de que eso le gustaba, la otra seguía echa un lio, lo único claro que tenía era que quería dejar a Costia, ya no tenía sentido seguir con ella, no después de lo que había hecho y estaba claro que sus sentimientos con Costia se habían transformado y no a más como ocurría por sus sentimientos con Clarke ¿qué hacía? Desde luego mudarse no podía seguir viviendo bajo el mismo techo que su por el momento prometida, pero tampoco resultaba fácil, eran doce años de relación, que se diera cuenta de que no estuviera enamorada no quería decir que no la quisiera, claro que quería a Costia y con locura, por muy dolida que estuviera era alguien muy importante en su vida.

Suspiró, se tumbó en la cama y comenzó a leer ese libro que la recomendó Costia, alzó una ceja un tanto sorprendida a llegar cierta parte ¿le gustaría esas cosas?:

– Si la vida fuera así de fácil– musitó– cásate conmigo ¿no? Pues sácate una teta– negó con la cabeza– Aunque me identifico con la protagonista– dijo mientras avanzaba la historia– prometida que se enamora de una ricachona pervertida y al parecer, con sus propios fantasmas internos.

Cerró el libro, tampoco podía leer mucho, ese era el libro del infierno, demasiado sexo en pocos capítulos, se arropó y comenzó a dar vueltas, las dos semanas habían acabado, regresaban a chicago, con ello la espera del día a día para poder ver a la ojiazul, frustrada se giró, buscando una explicación lógica, aún estaba empecinada que tenían una relación poco sana y dependiente, a eso lo achacaba, a la dependencia, eso ,o era como la nicotina, tenía que limpiar su cuerpo de todo sexo adictivo con. Tardó en dormirse, una vuelta, Costia, Costia, Costia, otra vuelta, Clarke, Clarke, Clarke así sucesivamente hasta que a las tantas de la mañana consiguió quedarse traspuesta, no por mucho rato, puesto que empezó a escuchar ruidos en el ático. Con los ojos entrecerrados prestó atención, las voces de unos niños, por un instante sopesó la idea de que fuera Anthony, pero luego cayó en la cuenta y ¿el otro niño? Después y rozando su lado miedica se le ocurrió que podían ser fantasmas, vale eso le hizo sobresaltarse. Con el tembleque en las piernas se asomó por el pasillo, estaba oscuro y no había nadie:

– Vale Lexa– susurró la morena– son imaginaciones tuyas– de nuevo se volvieron a escuchar las vocecitas de los niños– ay, mamá que alguien llame a Tangina Barrons.

A esas horas de la noche no tenía una gran mente creativa, pero, se le pasó por la cabeza que pudiese ser los fantasmas de unos niños huérfanos que murieron de... a saber ¿tuberculosis? ¿neumonía? Y vagaban por la noche. tenía dos opciones, meterse en la cama y taparse hasta la cabeza una acción absurda, como si eso le impidiese a los demás saber que estaba ahí, o dejarse llevar por su curiosidad e ir a mirar. Con el cuerpo en tensión se fue acercando a las escaleras, se escuchó un ruido:

– Muy típico en las películas de terror, subir las escaleras– bufó– las vírgenes suelen sobrevivir, mierda ¿por qué perdería mi virginidad?

Peldaño a peldaño subió, la puerta estaba entornada y se veía que la luz estaba encendida, hasta llegar al último peldaño y asomarse con precaución, entendió ese dicho de "la curiosidad mató al gato" pues lo que consiguió ver hizo que el corazón se le partiese en mil pedazos, no había fantasmas pues a través de un espejó se pudo ver el reflejo de la rubia sentada en el suelo, sollozando y abrazando el juguete que había tocado esa misma tarde. Lo reproducía una y otra vez, en ocasiones sonreía al escuchar la voz del niño otras solo conseguía que llorase con más insistencia. Quiso acercarse abrazarla para transmitir confort y calor, pero quizás solo quizás era lo que realmente necesitaba, desahogarse en soledad. Se sentó en el peldaño del escalón y esperó, hasta que no la quedarán más lágrimas que derramar "¿Qué pasó Clarke?" "¿Dónde están tus hijos?" agolpaban las preguntas en su cabeza y su teoría de que la custodia la tuviese Collins se difuminaba y ganaba fuerza, otra teoría terrible y de la que no quería pensar. Después de un largo rato no escuchó nada más, ni grabaciones ni llantos, silencio, se levantó y se fijó a través del espejó que al final consiguió dormirse abrazada al karaoke de juguete. Sin hacer nada de ruido entró y agarrando una manta que había en una de las cajas la arropó, se sentó junto a ella, la rodeó con el brazo y con cuidado de no despertarla hizo que se inclinase un poco para que se apoyase y acomodarse en su hombro.

Flashback

Clarke regresó de rehabilitación a su ahora silenciosa casa. Digory se acercó moviendo el rabo con menos alegría, el labrador había estado triste en esos meses, con el regreso de Clarke había recobrado un poco la alegría, aunque de vez en cuando se veía como iba junto a la puerta y se tumbaba como esperando a la llegada de sus dos pequeños humanos. La rubia se agachó un poco poniendo gesto de dolor, aun le dolía la pierna y acarició al perro:

– ¿Qué pasa Digory?– escuchó ruidos en la habitación– ¿Papá está en casa?

No lo preguntó con mucho entusiasmo. Apoyándose en el mueble que había al lado se levantó de la silla de ruedas para una vez más encararse a ese desconocido que en antaño fue su marido. Estaba en el baño duchándose, Clarke miró la cama y enseguida lo supo, como todas las veces anteriores, desecha y con otro perfume que no era el suyo, se sentó en el borde y agarró la camisa de su marido. Rio con ironía a la vez que las lágrimas agolpaban sus ojos, ya ni si quiera se molestaba en ocultarlo, tenía el cuello de la camisa manchada de carmín, tampoco era difícil adivinar quién podía ser la otra, ese perfume solo se lo había olido a una, era caro y el carmín de zorra también.

Finn Salió del cuarto de baño con la toalla cubriendo su cintura, por unos instantes se quedó quieto mirando la espalda de su mujer, aunque los ojos azulados de Clarke pudo observar a través del espejo la forma con que lo hacía, odio, mucho odio, nunca había visto una mirada tan llena de odio como esa, antes de ir al armario y escoger el traje que se iba a poner:

– Voy a salir, no me esperes despierta.

Clarke tuvo que repetirse mentalmente "no dejes que te trate así" ya le había dejado pasar demasiadas, así que se armó de valor, después de todo ¿quedaba algo que se pudiera salvar?:

– No regreses.

Pidió con voz quebrada la ojiazul. Finn no se inmutó, más bien renegó esa sugerencia:

– Esta también es mi casa.

– Al menos ten la decencia de revolcarte con tu amante en un hotel y no en mi cama.

Finn ya estaba terminando de vestirse cuando de su maletín sacó unos documentos y se los tiró al lado. Clarke miró los documentos:

– ¿Qué es eso?

– Ya estás recuperada, no pienso esperar más, son los papeles del divorcio– se anudó la corbata– la casa la pagó yo así que ya puedes ir recogiendo las cosas y te largas.

Con buenos abogados, la rubia seguro que tendría las de ganar y esa casa era suya, pero ahí el que tiene más a mano ayuda económica era Finn, se estaba acostando con la que fue su jefa, Clarke se levantó atónita ¿De verdad era capaz de hacerla eso? Justo cuando había perdido el trabajo. Rota, sin dinero ni casa:

– ¿A dónde voy a ir?

Finn puso expresión compungida durante unos segundos antes de ocultar sus sentimientos en una máscara de "odio":

– Te buscas la vida, Clarke.

Respondió antes de caminar hasta la puerta de la habitación. Clarke aun cojeando un poco se interpuso en el camino de su todavía marido, le agarró de la pechera entre sollozos y suplicas:

– Finn, por favor, Finn no me hagas esto– aun teniendo razones para mantener la dignidad, ésta se arrodilló humillándose– te lo suplico.

Finn puso expresión afligida y se apartó, antes de mirar con asco a la mujer que una vez amó y veneró:

– ¿POR QUÉ?– gritó– ¿POR QUÉ TENGO QUE HACERTE CASO?– Clarke cerraba los ojos y se sobresaltaba a cada grito– Hiciste caso de mis suplicas ¿Clarke?– los ojos se le humedecieron entre la ira y el dolor– te pedí, te supliqué e imploré así como estás tu ahora que NO FIRMARAS LOS PAPELES, pero lo hiciste y ahora esto, esto te lo has hecho tú misma.

Reprochó mientras se apartaba:

– NO PUEDES ODIARME MÁS DE LO QUE ME ODIO YO MISMA, a mí también me duele yo lo parí– volvió a mirar suplicante– Dame unos días Finn, en lo que encuentro trabajo y un lugar donde vivir y... ¿qué hay del por siempre jamás?

– Nuestro cuento acabó esa noche– se pasó la mano por la mejilla y trató de ocultar que había derramado una lágrima– Ya te di meses– bordeó a la chica que estaba en el suelo– Ontari no es ninguna aventura. Por mi te puedes ir al infierno.

Y saliendo por esa puerta, el por siempre jamás se rompió y lo poco que le quedaba de la rubia, una pareja que debió unirse y luchar por salir a delante, solo consiguió separarse por siempre jamás. La dejó sola en sus últimas semanas recuperación, la dejó sola en su dolor, la reprochó y humilló hasta el punto de hacerle sentir que no era nada, lo peor de todo, en el fondo aun le quería ¿Para qué hacer las maletas? Puso el collar al perro, la correa se abrigo y con el único equipaje de una sola fotografía, la que salía ella con sus dos hijos. Paró en la primera licorería que vio, compró el whisky más barato y caminó durante un buen rato hasta que sus pies no pudieron más, se apoyó en una barandilla y como una loca beoda se puso a hablar con el perro:

– Era mi hijo Digory, intenté hacer lo mejor que pude y tomar la decisión que era correcta– se apartó las lágrimas de los ojos, la botella se le resbaló de las manos y calló al agua que fluía debajo del puente, quedó hipnotizada mirando el río, soltó la correa y miró al perro– eres libre, busca unos dueños que puedan ofrecerte algo mejor de lo que te pueda dar yo.

El perro siguió sentado mirando a su dueña muerta en vida que seguía apoyada en el puente Dearborn Street Bridge, mirando el agua, pensando y procesando ideas que no eran nada buenas, pero lo había perdido todo ¿había algo bueno?:

– ¿Señora Collins?

Clarke frunció el ceño, tenía la vista un poco borrosa por culpa del alcohol, pero reconoció la voz femenina que había escuchado a su espalda, enseguida supo quién era:

– ¿Señora Vause?

Preguntó Clarke dándose media vuelta, la limusina de Alex estaba estacionada a unos metros de ella, la mujer había salido y la miraba con preocupación:

– Dios santo ¿Qué haces ahí?

– ¿Acaso importa?

Respondió Clarke de mala gana, dudaba que esa mujer hubiera parado si fuese otra chica a punto de caer al abismo, pero Clarke, la exasistente de Ontari Fish, alguien con información valiosa, al menos es la conclusión a la que llegó la rubia, pero, bueno, la importaba una mierda, su vida no la importaba ya, Vause sacó su abrigo y fue corriendo a ponérselo por encima de los hombros:

– Vamos que te vas a enfermar– miró al perro– ¿Es tuyo?

Clarke cabizbaja asintió, Vause se agachó y agarró la correa de Digory, con cuidado acercó a la rubia a la limusina y esperó a que entrase, el perro no hizo falta que le dieran ninguna orden, éste fue detrás de su dueña, se sentó entre sus piernas y con cara de pena apoyó la cabeza en su muslo. Intentando darle consuelo con ese gesto.

Fin del Flashback

La primera en despertar fue Clarke, estaba tumbada en el suelo y con la cabeza apoyada en algo blandito, tenía la manta hasta la cabeza, con los ojos entre cerrados observó que estaba apoyada en el muslo de Lexa, que estaba durmiendo sentada y con una mala postura. No se lo podía creer, la había cuidado mientras dormía, se incorporó un poco y la observó respirar profundamente, la morena no era para nada presumida, aunque bromeara con serlo, tenía una belleza poco inusual, su pelo largo, más que moreno rozaba el castaño oscuro, sus pómulos perfectos, sus labios gruesos y carnosos... gruesos y carnosos... ahí quedaron fijos los ojos azulados de Clarke, labios que besaban muy bien, suaves y húmedos, tan perfectos que se moría por besarlos, al moverse de nuevo dio sin querer el juguete, despertando a la ojiverde, que rápidamente puso gesto de dolor y se llevó las manos al cuello:

– Au.

Musitó quejumbrosa y miró con un ojo abierto y otro cerrado a Clarke:

– Perdona– se disculpó la ojiazul– no quería despertarte.

– ¿Qué hora es?

Preguntó adormilada:

– Casi la hora de irnos– entre quejidos y crujidos de espalda Lexa se fue desperezando, aunque lo siguiente que escuchó le resultó suficiente para despertarse del tirón– ¿Puedo besarte?

Lexa pestañeó unas cuantas veces seguidas antes de alzar las cejas, siempre que Clarke la había llevado la iniciativa, nunca la pidió permiso para nada:

– ¿Sueles pedir permiso para besar tus amigas?

– Me gustaría llamar nuestra relación neutra, no te estoy pidiendo que te acuestes conmigo, te estoy pidiendo un beso.

Despertó con el cuerpo tan dolorido que parecía que había pasado un camión por encima, quizás un beso de Clarke no estaría tan mal, así pues, dibujó una sonrisa, acarició con suavidad el rostro de la ojiazul y se acercó hasta que sus labios rozaron, como si en esas caricias quisiera despertar las terminaciones nerviosas de esos músculos, anhelando más contacto, sacó su lengua y acarició su labio inferior, más exigente se atrevió con el superior y por último el baile, los labios dominantes que guía a los labios sumisos, dejando entreabrir la boca invitando a la ojiverde introducir la lengua, pues la suya ya estaba preparada para ese contacto, que le supo a gloria, notando como esos besos a la francesa encendían cada neurona de sus cuerpos, teniendo que sacar fuerzas para parar:

– creo que es mejor– dijo casi sin aire Lexa– parar antes de que nos descontrolemos.

Clarke con los ojos cerrados asió las mejillas de la ojiverde y pegó la frente pegada a la suya:

– ¿Por qué tenemos que controlarnos? Tú me deseas y yo te deseo.

– Porque estamos en la casa de tus padres y le prometí a tu padre que te respetaría estando bajo su techo– depositó un beso con dulzura en su mejilla– ¿Bajamos?

Clarke se dio por vencida y asintió sonriente. En esa ocasión le tocó a ella levantarse primero y ayudar a Lexa que estaba hecha un siete, sin contar que tenía el culo tan helado que ni sentía los músculos de los glúteos.

La despedida con Abby y Jake fue como todos los padres amorosos y sobreprotectores "No tardes en hacernos otra visita" "ten cuidado" "come más" Lexa tuvo un último encontronazo con Anthony, que apenas volvió hablar, sin embargo, le entregó la moneda, con la promesa que si la guardaba, la próxima vez que se verían se tomaría la revancha con el ajedrez, obviamente esperaba que hablase más.

Bueno, el viaje a Florida había llegado a su fin, tocaba ponerse rumbo a Chicago. Donde Clarke tenía que retomar su vida como empresaria y la temida señora Griffin, alías el diablo o satanás. Solo con un cambio, ahora Lexa Woods sabía muchísimo más que nadie, aparte de Octavia Blake, Ontari Fish, Alex Vause y Finn Collins. Cuando el capitán dio el aviso de que iba a comenzar con el aterrizaje. Clarke sintió un vuelco en su corazón, ya no vería a Lexa Woods hasta el día siguiente:

– ¿Me acompañas durante un rato hoy? Te presentaré a mi perro– bajó la voz, lo había dicho tan rápido que lo hizo con la voz algo más alta de lo normal– luego, si quieres llamó un taxi para que te deje en tu casa.

Lexa no pudo evitar reír con algo de ironía, puesto que era la casa de Costia, tenía que encontrar otro lugar donde vivir, pero ¿Dónde y con qué dinero? Ya lo vería. Asintió con la cabeza. Conocería otra parte de la vida de Clarke y por como habló del animal, le quería mucho:

– Lleva conmigo años– le brillaron los ojos– gracias a Digory no siento tan vacío el piso ni me siento tan sola– alzó la ceja– ese peludito me ha sido mucho más fiel que cualquier humano.

– Eso no te lo discuto, los animales pueden llegar a ser mejores que muchos humanos.

Lexa frunció el ceño, hasta donde recordaba en tres semanas había una fiesta o evento en su "casa" bien lo ponía clarito en la invitación que llevó Costia a su casa:

– ¿No vivías en una casa?

Clarke se encogió de hombros:

– Entre mis posesiones esta una casa que considero demasiado grande para Digory y para mí, solo la uso para reuniones, eventos y vacaciones, por si me da por cogerlas– miró por la ventanilla– el piso es espacioso pero no tan grande, más que suficiente.

– ¿Quién está cuidando de tu perro?

– Una... – pensó en la palabra adecuada– amiga.

Un coche ya les estaban esperando fuera del hangar, el capitán les ayudó con el equipaje, más pesado que en el principio. Entre ropa nueva, recuerdos que fueron comprando tanto en Los Ángeles como en Nueva York. Era de agradecer que el coche era grande;

– Abróchate el cinturón.

Lexa puso los ojos en blanco:

– Tranquila, no se me olvidaba– dijo abrochándose el cinturón– ¿ves? Ya está.

Miró a Clarke curiosa ¿todo lo del cinturón de seguridad era debido a como murieron sus padres? Y como si leyera su mente:

– Antes conducía– dijo mirando por la ventanilla– tuve un accidente que me dejó en coma casi un mes y en silla de ruedas una temporada– agarró la mano de Lexa y le miró– por eso me obsesiono con el cinturón.

– En ocasiones veo que no te lo pones.

Clarke endureció sus facciones:

– Te lo pones y punto.

Y de nuevo Clarke Griffin pasó de relajarse a ponerse tensa. En ocasiones resultaba agotador para Lexa sus cambios de humor, sobre todo que ocurriera sin previo aviso, suspiró y miró por la ventanilla:

– Perdona– dijo arrepentida la rubia– es... no pretendas que cambie de un día para otro Lexa, necesito mi tiempo.

– Tienes todo el tiempo que necesites– siguió diciendo sin mirarle– Clarke.

Clarke retiró su mano y observó el final de destino, un rascacielos, el portero salió corriendo a saludar a la rubia y la ayudó con el equipaje. Lexa la miró con el ceño fruncido ¿no se supone que iban a por su perro?:

– Jerry ¿puedes subirlo a mi piso? Voy a por Digory.

Le pidió al portero que asintió amablemente, pues su perro debía de estar en otro piso del edificio y así era, Clarke se apeó dos plantas más abajo que la suya y fue hasta la puerta que estaba al final del pasillo. Tocó el timbre, no tardó en escuchar como ladraba Digory y olfateaba detrás de la puerta. La rubia sonrió y miró la ojiverde. Hasta ahí todo bien, salvo que una chica, alta, atlética, rubia ceniza de ojos castaños claros y vestida como si estuviera haciendo deporte abrió la puerta. Lexa quedó boquiabierta, sobre todo cuando la chica con todo su descaro:

– ¡Hola! Maciza.

Dijo dando unos pasos hasta Clarke, rodeó su cintura de forma posesiva y le atrajo hasta darle un beso. Eso no le gustó para nada a Lexa y sintió ganas de tirar de los pelos a la vecina buenorra. Lexa amenazaba con convertirse en la masa verde y estampar a la pava esa contra la pared. Por suerte Clarke reaccionó empujándola rápidamente:

– Niylah, no estoy sola.

Niylah miró a Lexa de pies a cabeza, sonrió y fue a ofrecerla la mano, pero la ojiverde no hizo el amago de sacar sus manos de los bolsillos, mayormente porque si lo hacía, esa tal Niylah se quedaba sin dedos. La vecina se encogió de hombros y miró a la ojiazul que estaba en cuclillas dando mimos al viejo Digory, desde esa perspectiva se podía disfrutar muy bien de su escote, Lexa al ver el descaro de Niylah carraspeó fuertemente:

– ¿Eres la nueva 365 días?

Preguntó curiosa la vecina:

– No, soy solo una buena amiga.

Clarke se levantó y enganchó la correa al collar del perro. Intentaba ignorar las miradas desafiantes de las chicas, pero o se llevaba a Lexa de ahí o eso sería un baño de sangre, ya que tanto Niylah como Lexa tenían un carácter algo posesivo:

– Gracias por cuidar de Digory– se movió nerviosa, saltaba chispas, solo faltaba que se retaran a un duelo– bueno, mañana te ingreso el dinero, vamos Lexa.

Ordenó la ojiazul encaminándose a grandes zancadas hasta el ascensor, tanto la vaquera como la vecina se desafiaron unos instantes más antes de que cada una tomara caminos diferentes, Lexa fue detrás de Clarke y Niylah para entró a su piso. Ya en el ascensor Clarke notó algo tirante a Lexa, aunque no le duró mucho, ya que Digory comenzó a lamerle la mano, entonces dibujó media sonrisa y acarició al perro. No podía aguantarlo más, preguntaba o reventaba:

– Esa Niylah– comenzó a decir mientras salían del ascensor y la seguía hasta entrar en el piso de Clarke– ¿ha sido una de tus 365 días?

Clarke soltó quitó el collar a Digory y se fue hasta la cocina americana que estaba a mano derecha nada más entrar:

– Lo fue.

Respondió como si nada:

– ¿No dijiste que en cuanto acababan los 365 días el sexo terminaba?

Clarke se sirvió un poco de agua y bebió antes de contestar:

– Alguna que otra vez pasé por alto ese dato– le estaba dando la espalda, se encogió de hombros– me picaba y ella estaba más a mano para rascarme.

Lexa la giró para que le mirara a los ojos, tan cerca que el aliento acariciaban sus rostros, Clarke agarró el borde de la encimera, a la vez que sentía su corazón palpitar fuertemente, Lexa se sentía un poco irritada:

– ¿Has sentido algo más que atracción física hacia ella?

– No.

Respondió sin apartar su mirada de los labios de la vaquera, sobre todo sintió grandes impulsos de querer besarlos:

– ¿tienes pensado pasarte por alto ese "dato"? – hizo el gesto entre comillas con los dedos– ¿en más ocasiones?

– ¿Dejarás a Costia?

– Yo pregunté antes.

Respondió a la vez que apoyaba también las manos en la encimera, dejando aprisionada a la ojiazul que sentía que le iba a dar un sincope. Dos noches sin nada de sexo teniendo cerca de Lexa, sus ovarios estallarían de un momento a otro:

– ¿Era cierto cuando me dijiste que ibas a dejar a Costia?

Insistió con la pregunta. Poco a poco sintieron el calor que irradiaba sus cuerpos:

– Sí.

Respondió con convicción casi sin pestañear o retirar su mirada verdosa e intensa de Clarke:

– Entonces pídeme que solo sea tuya y no seré de nadie más.

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