Capítulo 1: Hielo

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CAPÍTULO 1

Hielo

Tres años más tarde ...



LOIS

El aire frío le cortaba la cara, pero lejos de molestarle, le resultaba reconfortante.

Después de todo, no había sido tan mala idea hacerle caso a su hermana Lucy y salir de Metrópolis para disfrutar de un poco de aire fresco, rodeada de aquellas inmensas montañas nevadas.

Cerró los ojos, embriagándose con aquel viento gélido que contrastaba con el tenue calor que proporcionaba el Sol en un día despejado como aquel.

El contraste de la nieve y el cielo azul era sobrecogedor.

Aquel azul tan turquesa, tan brillante que casi era cegador.

Como sus ojos ... los ojos de ...

- ¿Preparada? – Preguntó Lucy.

- Siempre – Se puso bien las gafas agradeciendo salir de su ensoñación - ¿Podrás seguirme el ritmo?

- ¿Crees que eres la única que sabe esquiar? – Se molestó su hermana lanzándose sin dilación a la pista negra llamada Silver Queen.

La reportera sonreía mientras se deslizaba hábilmente sobre la nieve. Hacía años que no esquiaba, pero suponía que había cosas que nunca se olvidan. Realmente lo estaba disfrutando, dejándose llevar. Escuchaba tan solo el crujido de la nieve bajo sus pies y algún que otro improperio de su hermana, que no tenía el nivel suficiente para bajar esa pendiente.

- ¡Te lo dije! – Le reprendió la reportera a su hermana menor, ya en el hotel Aspen Resort.

- Sí, tú siempre llevas razón, eres igual que papá – Se quejó la rubia tocándose su dolorido trasero. Había tenido una caída bastante aparatosa que dañó su orgullo casi tanto como sus posaderas.

- No metas al general en esto – Bufó - No nos parecemos en nada – Sacó su carnet de identidad y se lo enseñó al recepcionista del lujoso hotel que se encontraba a pie de pistas – La llave de la trescientos ocho. Mucha gracias – Le agradeció al joven que no paraba de sonreír a las dos mujeres.

De repente la recepción del hotel que parecía un pequeño hervidero de esquiadores quedó en silencio, tan solo roto por algún cuchicheo de oreja a oreja entre los recepcionistas.

- Al final, ha venido – Dijo uno de ellos en voz un poco más alta, dándole un codazo a uno de sus compañeros.

Lois cogió la llave rápidamente y agarró a su hermana por el brazo obligándola a caminar todo lo rápido que puedes hacerlo cuando llevas unas botas de esquiar puestas y pisas suelo resbaladizo de mármol del caro.

- ¡Vámonos, Lucy! – Le recriminó la lentitud de ésta.

- ¿A qué tanta prisa?

- Nada, quiero llegar a la habitación, darme una ducha caliente y ...

- Señorita Lane – Escuchó a su espalda con la voz más seductora que jamás habían utilizado para decir su nombre.

- Bruce Wayne – Pronunció como si le costara encontrar las palabras, mientras sentía que el corazón se le iba a salir por la boca – Qué sorpresa ... tan agradable – Miró a su hermana que parecía estar en estado de shock – Ésta es mi hermana Lucy – Pero la rubia permaneció paralizada hasta que la reportera le dio un pequeño golpe en el hombro para obligarla a reaccionar.

- Es un verdadero placer – Dijo el multimillonario agarrándole la mano suavemente y besándole el dorso.

Las mejillas de Lucy se incendiaron mientras miraba hacia arriba perdiéndose en esos irises grises tan profundos como las más terrible de las nubes de tormenta.

- ¿Qué haces aquí, Bruce? – Preguntó Lois a bocajarro sabiendo que su hermana no sería capaz de articular alguna palabra que no fueran balbuceos sin sentido.

- Vengo a inaugurar el nuevo restaurante del hotel.

- Como no ¿Éste también es tuyo?

- Pues sí, y será para mí un placer invitarlas a ambas a cenar conmigo esta noche.

Lois ya estaba negando con la cabeza, buscando cualquier excusa cuando su hermana salió de su letargo en el momento menos oportuno.

- ¡Claro que iremos! – Dijo adelantándose la rubia.

Lois miró a Lucy como sólo los hermanos mayores saben mirar a los pequeños cuando éstos hacen algo por lo que los van a regañar más tarde "Ésta me la pagas Lucy Lane" pensó entrecerrando los ojos, gesto que no pasó desapercibido para Wayne.

- Magnífico – Sonrió el playboy – Entonces a las ocho.

- Allí estaremos – le devolvió la sonrisa la pequeña rubia, que estaba entusiasmada, mientras veía a Bruce voltearse y seguir saludando al resto de personas que hacían cola para hacerle la pelota.

Lois ya se había metido en el ascensor cuando su hermana entró en el mismo, tropezándose hasta casi caer.

- ¿Pero se puede saber qué te pasa?

- ¡NO! ¡Qué te pasa a ti! – Exclamó Lois furiosa.

- ¿A mí? – Preguntó como si su hermana se hubiera vuelto loca.

- ¿Por qué le has dicho que sí?

- ¡Qué! – No entendía nada - ¡Es Bruce Wayne! ¿Cómo iba a decirle que no? Por cierto ¿De qué le conoces?

Lois salió del ascensor y pasó la llave por el lector de tarjetas hasta que la puerta de su habitación cedió. La abrió tan fuerte, que al rebotar le dio un golpe a su hermana que entraba justo después.

- ¡AAAYYY! – Se quejó la pequeña - Pero ¿Tú has visto qué culo tiene? Y qué cara, y qué pelo, y qué cuerpo ... - La rubia empezaba a relamerse – Está más macizo que en las fotos de la revistas, que ya es decir – Hizo una pausa tumbándose en la cama - ¿Cuánto medirá? Es altísimo.

- Lucy Lane siempre has sido una superficial – Le reprochó mientras se desvestía, lanzándole el jersey sudado a la cara.

- Oh, vamos ... tienes que salir, divertirte. Estás en el mercado y eres muy guapa. Te falla un poco el carácter, pero no entiendo cómo no tienes novio aún.

- Porque no tengo tiempo. Algunas tenemos que trabajar para pagar las facturas.

- Vaya, ya habló la reportera autosuficiente – Lucy no trabajaba ya que vivía con su novio rico, al que recientemente se había prometido y sólo se dedicaba a ir a fiestas sociales y a organizar su pomposa boda de la jet set – Perdona por no haber ganado un pulitzer – Le tiró el jersey lanzándoselo de nuevo a la cara – Además, no sé por qué te pones así ... sólo por una inocente cena.

- Con Bruce Wayne no hay nada inocente, créeme. Empiezas con una cena y acabas ... – Lois se sentó al lado de su hermana y se tapó el rostro con ambas manos.

Lucy alzó una de sus cejas. Siempre fue muy intuitiva.

- ¿Te has acostado con Bruce Wayne? – Preguntó apartando sus manos del rostro de la reportera.

- ¡Quédices! ¡Estásloca! – Sonrió nerviosa torciendo la boca.

- ¡Oh por Dios! – Lucy se levantó de la cama y empezó a dar vueltas por la habitación - ¡Oh por Dios! ¡TE HAS ACOSTADO CON BRUCE WAYNE!

- Quieres gritarlo un poco más alto, creo que los de la recepción aún no te han oído – Se molestó, aunque se había quitado un gran peso de encima al confesárselo a alguien por primera vez.

- Estoy muy orgullosa de ti hermanita – Dijo sentándose a su lado y pasando su brazo por encima del hombro – Ya era hora que olvidaras a ....

- Ni lo mentes – Le dijo Lois muy seria alzando uno de sus dedos.

- Me refiero a que me alegro que hayas pasado página, y quién mejor que con el príncipe de Gotham. ¿Es tan bueno en la cama como parece?

- ¡Lucy!

- Vengaaa, a mí puedes contármelo. Porfa porfa porfa.

- Es ... complicado – Lois se rindió a la inevitable verdad, mientras sus mejillas se sonrojaron rememorando aquel gélido callejón en Gotham, hacía ya casi dos años.

Se levantó y se metió en el baño del hotel cerrando la puerta con el pestillo, para que la pesada de su hermana no pudiera entrar.

- Vengaaa, cuéntamelo por favor hermanita ... ¿Crees que vendrá si le invito a mi boda? ¡Sería la bomba! – La rubia empezó a fantasear con el tema detrás de la puerta– Ya me estoy imaginando la cara de Bárbara si lo viera entrar al banquete ¡Ya lo tengo! ¡Podría ser el padrino!

Lois encendió el grifo del agua caliente y se metió dentro de la ducha. Agradeció que el agua se llevara el sudor de su cuerpo, al igual que se llevaba las palabras de su hermana, que ya empezaba a delirar.

Entristeció al instante ante los agridulces recuerdos que le había provocado ver a Bruce de nuevo, y las imágenes se fueron agolpando en su memoria, derritiendo las pocas barreras que le quedaban en pie:

Varias personas habían visto a Superman surcar los cielos aquel día, hacía ya dos años para descender posteriormente sobre la prisión de Black Gate. Fue una noticia renombrada, ya que hacía más de un año que no se veía al héroe de Metrópolis en la Tierra .

El mismo día, se había originado un incendio que quemó al mercenario ruso Anatoli Tinyenko dentro de su propia celda. Preso que había sido detenido en deplorables condiciones por un más que violento Batman.

Otras fuentes de la periodista también habían jurado ver al hombre de acero sobrevolando la prisión de Belle Reve, justo el mismo día en el que el Joker había muerto cuando era trasladado en un furgón policial al asilo Arkham. Un camión de alto tonaje había perdido el control y había chocado frontalmente con el vehículo de traslado de presos.

Demasiadas coincidencias.

Investigar esas dos muertes se había convertido en una verdadera obsesión para la periodista que no lo iba a dejar pasar, y menos tratándose de Superman, al que no veía desde antes de la muerte de su madre.

Las preguntas se agolpaban en su cabeza causándole un profundo sufrimiento.

Primero resultó que se enamoró perdidamente de la figura de Superman. El héroe de Metropolis, el Hombre del Mañana. Pero sentía que el kriptoniano era inalcanzable, pues sus encuentros se reducían cada vez más, tanto en número como en las palabras que cruzaban.

Tardó años en superar la indiferencia del superhéroe para con su persona y empezó a salir con Carroll, un capitán de marines que resultó ser un auténtico cerdo.

Empezaba a pensar que su hermana tenía razón y que siempre escogía al hombre que menos le convenía, pero ¿Quién tiene control sobre el corazón?

Una nunca escoge de quién se va a enamorar.

Después se fijó en su colega de trabajo, Clark Kent, por el que siempre había sentido un gran aprecio, incluso le gustaba. Era guapo, pese a esas enormes gafas de pasta negra, y buena persona.

Parecía un tipo sencillo, criado en una pequeña granja de Kansas de un pueblo tan minúsculo, que Lois dudaba si salía o no en los mapas.

Pero a pesar de su mayor esfuerzo, no podía dejar de pensar en Superman y sentía en cierta manera, que estaría traicionando sus propios sentimientos si intentaba alguna cosa con su compañero. Así que la cosa se fue enfriando.

Más tarde, se enteró que Clark Kent era gay, que estaba saliendo con el playboy multimillonario Bruce Wayne y que resultó que era ... El Hombre de Acero.

Eso fue demasiado, incluso para una reportera dura y autosuficiente criada en la frialdad de los cuarteles militares, cortesía de su ausente padre.

Lois se sintió estúpida al principio, pues su enorme ego había sido engañado por la más absoluta de las mentiras, después se sintió furiosa contra Clark por haber fingido ser quien no era con ella, por no haberle tenido la suficiente confianza como para contarle la verdad.

Maldecía la cantidad de veces que de sus labios le había explicado sus sentimientos hacia Superman, sin saber que estaba hablando realmente con el objeto de sus deseos.

Se sintió traicionada.

Pero lo cierto, es que le había perdonado todo, incluso antes de haber hecho el acto en sí. Le hubiera perdonado cualquier cosa ...

El amor es ciego y el corazón roto de Lois no era la excepción.

Aquel beso en la fiesta de Perry ... aquel breve beso fue la culminación de años soñando con una posible relación con el hombre de acero.

Lois no podía volar, pero en ese momento, se sintió en la Luna. Sintió que juntos podrían hacer cualquier cosa ... un atisbo de esperanza para los dos, pero todo se quebró ... con la muerte de Martha Kent.

La reportera se quedó esperando en el funeral de la madre de Clark a que él apareciera, pero no lo hizo.

En vez de eso, un hombre rubio, joven, acompañado por una mujer afroamericana embarazada dijo que Clark no se encontraba en condiciones como para asistir al entierro de su madre.

Al principio Lois apretó la rosa blanca que llevaba entre las manos y pensó que habría alguna emergencia planetaria que requiriera la presencia de Superman, pero después de quedarse allí sentada, hasta bien entrada la noche, se dio cuenta de que algo malo pasaba.

De nuevo ... más mentiras.

Miró la lápida de Martha Kent y pasó sus dedos por la misma, lamentando no haber podido decirle que sabía la verdad sobre su hijo y que lo había criado realmente bien.

Pero Superman no apareció, ni ese día ... ni el siguiente ... ni el otro.

Cuando volvió a la redacción, Perry dijo que Kent había recibido una oferta para irse de corresponsal libre a Oriente Medio. A nadie pareció extrañarle, pues la gente suele hacer grandes locuras ante grandes desgracias.

Pero a Lois no se la iban a colar de nuevo.

Ella sabía que Clark no estaba en Oriente trabajando de periodista, al igual que sabía que Superman no iba a aparecer por más conflictos y situaciones que requirieran de su presencia.

La gente empezó a hablar en las calles, ensañándose con su ausencia, que había costado vidas a todos los niveles, como si él tuviera la culpa de esas muertes accidentales. Como si estuviera en la obligación de acarrear con la culpa de las propias malas decisiones de la humanidad.

¡Qué injusto le parecía!

Escribió un artículo titulado simplemente "Gracias" donde mostraba al desnudo toda esa rabia contenida contra los detractores del hombre de acero, por el que fue premiada con el ansiado premio Pulitzer.

No tuvo valor para ir a recoger el galardón en persona.

A Superman le había pasado algo. Clark no ignoraría durante tanto tiempo sus mensajes ni sus llamadas, ni descuidaría su labor como héroe a menos que estuviera en la más absoluta necesidad de hacerlo.

Escuchó una noche aquella conversación de su padre por teléfono. Parecía nervioso, realmente aterrado.

"¿Él los mató a todos? ¡Cielo santo! En el fondo, nunca le creí capaz" Escuchó decir a su padre terriblemente afectado.

No era un secreto que el General Lane era el gran detractor de Superman dentro del ejército americano, por mucho que Lois intentara hacerle cambiar de opinión sin conseguirlo, cosa que les costó su relación. Llevaban más de cinco años sin hablarse, y solo compartían la misma habitación a petición de su madre enferma y de su hermana Lucy.

Lois no había podido negarle ése último deseo a su madre en su lecho de muerte.

Escuchó también algo sobre unos muelles en Coast City y no dudó en ir hasta Gotham para explicárselo a Wayne. Debía de ser importante para haber provocado aquella reacción en un hombre tan insensible como era su padre.

Clark Kent nunca había sido un estúpido y menos lo creía, sabiendo que Superman y él eran la misma persona. Lois no dudó entonces que para que el kriptoniano tuviera una relación amorosa con Wayne, éste debía ser algo más de lo que aparentaba ser.

Al igual que Clark no era un simple granjero, Wayne no sería un simple multimillonario mujeriego ... aunque lo disimulara muy bien.

Cuando Wayne le abrió la puerta de su mansión, su mente se despejó de toda duda. Aquel hombre desmejorado la miraba con aquellos ojos llenos de desesperación e impotencia.

La periodista se vio reflejada en aquellos irises grises atormentados como si se estuviera reflejando en un espejo.

Los dos le amaban y su ausencia les estaba destrozando el alma.

La respuesta a su pregunta sólo confirmó tal afirmación.

Le dio la información y éste le respondió con ese simple "gracias"

Si alguien podía ayudarlo, ése era Bruce Wayne.

Unos días más tarde Wonder Woman dio la cara en un comunicado oficial de la Liga de la Justicia, en el que la reportera estaba en primera fila, esperando un turno de preguntas que nunca llegó.

Superman estaba en una misión en otro planeta. Llevaba más de cuatro meses de ausencia y no sabían cuándo volvería.

¡No se lo creía ni ella!

Intentó por todos los medios mantener una conversación con algún miembro de la JLA pero lo único que recibió fueron evasivas, al igual que las dadas por ese mayordomo inglés de Wayne, que nunca volvió a dejarla entrar en la mansión.

Lois empezó a desplegar todas sus habilidades periodísticas que no eran pocas. Tenía contactos en varios departamentos de policía del país, en el FBI i en el ejército, y tampoco se manejaba mal en los bajos fondos de las ciudades.

Todo eso la llevó hasta un oscuro callejón de Gotham en una noche de cielo perlado en la que el aguanieve cubría los tejados de la oscura ciudad, dándole una falsa sensación de luminosidad.

A través de una puta de barrio que conocía a uno de sus confidentes, había quedado con un preso en tercer grado recién liberado de Black Gate. Éste había sido testigo de la muerte de Tinyenko, que resultó estar relacionado con el ataque con rehenes al banco central de Metropolis.

Pero el susodicho no se presentó.

En lugar de eso, tres matones empezaron a recorrer el callejón hacia donde la periodista se encontraba mirando el reloj desesperada.

Lois se dio la vuelta y empezó a caminar deprisa en cuanto se percató de la presencia de los tres hombres. – ¡Maldita sea! – pensó – Me la han jugado.

Ante el más leve contacto de uno de los rateros, Lois se giró golpeándole con el codo en toda la nariz. El tabique se astilló y el hombre lanzó un sonoro grito al notar como la sangre resbalaba sobre sus labios a borbotones.

- ¡MALDITA PUTA! – Exclamó volviéndose a lanzar hacia ella.

Pero Lois, lejos de amedrentarse le propinó una patada recta, directa a la boca del estómago que sí le dejó fuera de juego. Tumbado sobre el suelo,bastante tenía con tratar de recuperar la respiración.

Otro de los matones sacó una navaja mariposa.

- ¿Quieres jugar PUTA? – Sonrió sádicamente – Pues vamos a jugar.

La reportera agarró rápidamente la tapa de un cubo de basura metálico para utilizarlo a modo de escudo. La navaja impactó con el mismo causando un gran estruendo y Lois le pateó la pierna, justo en la inserción de los músculos del muslo. No es que lo hubiera dejado inconsciente, pero sí era un punto muy doloroso que lo distrajo lo suficiente como para estamparle la tapa del cubo en toda la cara.

Esta vez sí que perdió el conocimiento.

Lois miró al tercer y último hombre que estaba a unos cinco metros de ella.

Sacó una pistola y la apuntó.

Contra eso, de poco le servían las clases de defensa personal que tuvo que aguantar durante años, para tener contento a su padre.

Lois sintió el frío sobre sus mejillas y parpadeó exhalando su último aliento, sabiendo que ése era su final.

Tirada en un sucio callejón en una ciudad que detestaba. ¡Patético!

Superman no vendría a salvarla.

- Vas a morir PUT ... ¡AGGHH!

Abrió los ojos un segundo después para ver al matón estirado en el suelo inconsciente. A su lado, estaba la pistola con la que la había apuntado, con un Batarang clavado en el cañón.

Miró hacia arriba y vio al enorme Murciélago de Gotham, observándola desde la escalera de incendios de uno de los edificios.

Era la segunda vez que lo veía en persona y no resultó ser menos impactante que la primera.

Batman empezó a moverse trepando por el edificio.

- ¡Espera! – Le gritó encolerizada corriendo hacia él, con la adrenalina aún recorriéndole todo el cuerpo. Agarró el Batarang y se lo lanzó con furia.

El batarang, golpeó la escalera de incendios provocando un ruido metálico que hizo detenerse al murciélago un breve instante, que era precisamente lo que Lois estaba buscando.


- ¡NECESITO RESPUESTAS! – Volvió a chillarle mientras él la miraba - ¿Es que no me las merezco? – Preguntó al aire cayendo de rodillas sobre el húmedo asfalto del callejón – ¡YO TAMBIÉN LE AMABA!

Pero el murciélago ya se había ido.

Volvía a estar sola.

Rompió a llorar, impotente ante la situación, presa de los nervios por el ataque de los maleantes y por no haber obtenido ninguna respuesta a sus preguntas.

Silencio.

Eso es lo único que había conseguido. Un silencio hermético que no la dejaba descansar y que la aterrorizaba en sus pesadillas por la noche.

Tuvo que caminar varias manzanas hasta salir a una de las calles principales de ciudad Gótica para tomar un taxi que la llevara a casa. A Metropolis.

Fue un milagro que no volvieran a asaltarla en el camino.

Ya en su acomodado y céntrico apartamento, un par de horas más tarde, se quitó el abrigo dejándolo caer al suelo, se deshizo como pudo de sus botas sin utilizar las manos y se desplomó boca abajo sobre el sofá.

- ¡Qué mierda de día! – Hundió su cara en uno de los cojines.

- Sólo puede mejorar – Dijo una voz grave y masculina a su lado.

A Lois casi le da un ataque. Se cayó de culo al suelo y vio el origen de aquellas palabras.

El maldito Bruce Wayne estaba sentado en el sillón de su casa, con una de sus piernas sobre la otra, impecablemente vestido con un traje con corbata y chaqueta, sentado cómodamente, como si llevara horas allí.

- No pretendía asustarte.

- ¿No? Pues la próxima vez utiliza el timbre de la puerta, como todo el mundo – Le recriminó la periodista más que molesta.

- He venido a contarte la verdad – Prosiguió con voz seductora y tranquila – Te mereces saberlo.

- ¿Ahora sí y en el callejón de antes, no? – Sonrió Lane lanzándole el batarang – Creo que esto es tuyo.

Wayne se incomodó sobre el sillón, descruzó las piernas y se levantó. Su mirada cambió por completo al igual que su expresión.

Al menos no lo estaba negando.

Si algo sacaba de quicio a la reportera era que la tomaran por tonta.

- No te preocupes, no pienso decírselo a nadie – Aunque sea la noticia del siglo, pensó para sí.

- ¿Desde cuándo lo sabes?

- ¿Eso es importante?

- Para mí, sí.

- Desde que supe que Clark era Superman, sabía que debías de ser algo más de lo que aparentas ser – Hizo una pausa – El quién eras me lo has dicho tú presentándote así en mi casa después de haberme salvado en el callejón.

- Así que me he delatado a mí mismo – Dijo Wayne con voz sombría mientras miraba por uno de los grandes ventanales del comedor.

A Lois le resultó fascinante, como el cambio en el tono de voz y en la manera de moverse hicieran que ya no viera ante ella al hombre, sino al mito que acompañaba la leyenda Caballero de Gotham.

Por un momento se estremeció ante el aura de oscuridad que emanaba el murciélago. Cogió una manta de franela del sofá y se la echó por encima de los hombros.

- Lois, voy a contarte la verdad – Se giró para encararla – Pero tengo condiciones.

- Claro ... – No podía ser tan fácil.

- La primera es que no podrás hacerme preguntas – Lois se mordió el labio. Así que le diría la verdad, pero no "toda" la verdad. Bien. Eso era mejor que vivir en la mentira.

- ¿Y la segunda?

- Que no puedes contárselo a nadie – Su rostro se ensombreció todavía más.

Había sonado a una amenaza y Lois era demasiado lista como para tomarse a la ligera una amenaza de Batman y menos cuando el comportamiento del murciélago se había vuelto extremadamente violento, de un tiempo a esta parte.

- De acuerdo – Asintió Lois – Acepto tus condiciones.

Batman habló durante más de dos horas, en las que la reportera no pronunció una sola palabra. Tan sólo se limitó a interiorizar las palabras que salían de la boca del murciélago, empapándose de ellas. Despejando sus dudas y creándose unas nuevas aún más inquietantes.

El caballero Oscuro le habló sobre el plan del gobierno de experimentar con Superman, sobre el robo de la kriptonita, sobre el asesinato de Martha Kent a manos del Joker, sobre el posterior secuestro de Clark.

En la parte donde detalló las torturas y mutilaciones, la periodista tuvo que hacer su mejor esfuerzo para no salir corriendo al lavabo y romper a llorar. Sin embargo aguantó hasta al final tan solo con los ojos humedecidos, para no detener el relato que estaba escuchando.

Sabía que esa oportunidad no se repetiría jamás.

Bruce habló brevemente sobre la intención de los captores de comprender la tecnología kriptoniana . Habló sobre la muerte de los miembros del gobierno al torcerse la operación y sobre la liberación de Clark, gracias a la información facilitada por ella.

Sobre su recuperación, sobre su cambio de actitud, sobre el año que pasó viviendo en su mansión como un simple mortal más.

Le explicó la extraña recuperación de sus poderes y de cómo fue a buscar a Tinyenko para quemarlo vivo en su celda, delante de varios funcionarios de prisiones e internos penitenciarios, y de cómo aplastó el cráneo del Joker en aquel furgón policial.

También le habló de cómo el gobierno había silenciado todas las muertes, desconociendo el motivo, según dijo, comprando los testimonios de varios policías y deshaciéndose de los que no quisieron colaborar.

Después de eso, de mantener el mismo tono de voz durante todo su discurso, sin emoción ninguna, como si de un noticiario se tratara, guardó silencio.

Lois lo miraba sin saber cómo afrontar todos los sentimientos que se acumulaban en su magullado corazón.

Intentó tragar saliva.

Tenía la garganta seca.

Ahora que tenía la verdad, no estaba segura de si hubiera preferido permanecer en la seguridad de la ignorancia.

Una solitaria lágrima resbaló por su mejilla.

Dejó el cojín al que se había aferrado durante los últimos minutos y se levantó de su sofá, dirigiéndose segura hacia el Caballero Oscuro.

Cuando estuvo a su altura, se puso de puntillas y le rodeó el cuello con los brazos, rompiendo a llorar, buscando el tan anhelado consuelo.

Wayne no le había contado ninguna intimidad sobre su relación con Clark, no habló de sentimientos, pero en la mente de Lois volvió la imagen de aquel hombre consumido que le abrió la puerta de su mansión.

A ella no podía engañarla.

Ese aura de pretendida indiferencia era tan solo una máscara.

Nadie podía ser tan frío e insensible.

Ni siquiera Batman.

El murciélago dudó un instante pero finalmente devolvió el abrazo a la mujer, que lo necesitaba tanto como él mismo.

Un instante de debilidad fugaz en la que dos almas compartieron algo más que sentimientos y palabras.

En ese momento, en ese lugar, aquel hombre extraño al que tanto había repudiado tenía más en común con ella de lo que jamás compartiría con ningún otro ser y esa conexión no podría romperse nunca.

Poco después, la periodista reunió el valor suficiente para hablar.

- Necesito ... estar sola – Le dijo entre sollozos.

El hombre recogió su abrigo y abrió la puerta del apartamento de Lois dispuesto a marcharse.

- Gracias ... por habérmelo contado – Acabó diciéndole la reportera antes de volver a abrazarse al cojín.

- De nada, Lois – Dijo antes de cerrar la puerta suavemente.



              CONTINUARÁ ...



Notas finales de la autora:

Ya estoy de nuevo aquí.


Me apetecía escribir sobre Lois. Es una mujer fuerte e inteligente que se lo merece, y últimamente la tenía una poco olvidada así que he decidido hacerle justicia al personaje.

En mi mente, la imagino más como en las antiguas películas de Superman, y no como en las de El Hombre de Acero, pero uestedes son libres de escoger a la que más les guste.

La cosa empezará poco a poco, poniéndonos en situación ya que en tres años han pasado muchas cosas y quiero que eso quede presente en el lector.

Muchas gracias por leer.

Espero sus reviews.

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