Capítulo 23: Perdición

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CAPITULO 23

Perdición


DICK GRAYSON

Aquella había sido la peor semana de su vida, y eso era decir mucho tratándose de Richard Grayson.

Había estado presente cuando mataron a sus padres siendo tan solo un niño, y ahora que ya era un adulto, tenía que ver como difundían por la televisión el asesinato de Bruce. Una y otra vez, los medios de comunicación elucubraron todo tipo de teorías a cual más fantasiosa y retorcida. Eso fue demasiado para alguien que se juró a sí mismo que la cruel historia de sus progenitores nunca se sucedería de nuevo.

El sensacionalismo abarcaba desde fotografías a videos subidos en redes sociales y casi nadie parecía sentir realmente pena por lo que había sucedido. Nadie compadecía al multimillonario frívolo y sin familia de Wayne, sólo les preocupaba qué sería de su dinero y de sus múltiples propiedades.

Sólo unos pocos conocían al verdadero hombre que se escondía tras la máscara y Dick era uno de ellos.

Se arrepintió enormemente de la pelea que tuvieron la última vez que se vieron. Le lanzó la verdad a bocajarro, sincera pero dolorosa, y Dick estaba seguro de que Bruce ya era consciente de todo lo que le dijo, solo que de alguna manera, trataba de negarlo o de no admitirlo. Aquel encuentro había sido un punto y aparte en su difícil relación y lo sentía tanto, que el corazón le pinchaba al recordarlo y el estómago se le cerraba, incapaz de probar bocado.

Sus compañeros en la comisaría lo notaban ausente, pero el joven policía novato no pronunciaba palabra sobre lo que atormentaba su corazón. Nadie sabía que era hijo del multimillonario, la mayor fortuna de NorteAmérica y así quería que continuara siendo, por muy punzantes que fueran aquellos momentos, quería pasarlos en soledad.

Fue a ver a Alfred inmediatamente. Estaba desolado pero esperanzado de que Clark pudiera hacer algo. "Si alguien puede hacer un milagro con Bruce, es Superman" , le había dicho abrazándose a él, sin embargo, hacía mucho que Dick no creía en milagros y sabía lo implacable que resultaba la muerte.

Solo Jason compartía su dolor, aunque tampoco sabía el motivo, pero no hacía falta. Aquel chico convertido forzosamente en hombre a tan temprana edad comprendía lo que era la pérdida, aunque desconociera el cómo y el quién. Todd no preguntaba las respuestas que no estában dispuestas a salir a la luz y respetaba eso de Dick, sus secretos, siendo partícipe de los suyos propios. Nadie tenía tanto que ocultar como Jason o eso pensaba él.

La mirada opacada del joven Grayson volvió a la vida cuando Alfred le llamó la noche anterior y le dijo que Bruce había vuelto a casa y que se encontraba, inexplicablemente, en perfecto estado de salud.

Las lágrimas resbalaron por el rostro del joven policía al escuchar la noticia. Era imposible, pero Alfred nunca le mentiría.

Después de todo puede que los milagros sí existieran, o puede que Kal-El fuera el Dios que todos creían que era, con poder suficiente como para vencer a la muerte y salvar a Bruce.

Jay le abrazó por la espalda y lo sacó de sus oscuros pensamientos.

- ¿En qué piensas? – Preguntó tapándole con la sábana.

Dick estrechó la mano de su amante y se la llevó al pecho. Sintió el calor del cuerpo desnudo del muchacho que le había robado el corazón y la culpa. Ya no había remordimiento por yacer con el mayor y más buscado criminal de Gotham. Se había cansado de luchar contra sus sentimientos y se había dejado vencer placenteramente a la apabullante verdad de que estaba enamorado de Jason Todd.

- Esta noche iré a casa – Le contestó Grayson.

- Ya estás en casa – El joven ronroneó sobre su oído y echó todo su peso encima de él. Nunca se cansaba. Nunca. La hermosa vitalidad de la juventud.

- Me refiero a la casa de mi padre, en Gotham.

- ¿Voy a conocer a mi suegro? – Preguntó Todd divertido.

Dick casi se atraganta. Solo le faltaba presentar a Jay, alias Red Hood, líder del ampa, a Bruce, alias Batman.

- ¿Estás loco? – Se lo quitó de encima con gesto de fastidio – Eso sería ... sería ...

- ¿Te avergüenzas de mí? – Ahora Jason se lo miraba entre curioso e indignado.

- Tú no conoces a mi padre.

- ¿Tan malo es?

- Peor – Dick se levantó y se fue a la ducha.

Fueron los mejores cinco minutos del día. Bruce vivía, Jason le esperaba desnudo en la cama, tenía un trabajo que le gustaba, casi todos los días... un piso pequeño que apenas podía pagar, pero aquella era la vida que había escogido, movido por sus propias decisiones. El agua corría por su cuerpo y sus cabellos, llevándose todas y cada una de las inquietudes que lo habían afligido esos últimos días.

Bien, puede que no fueran los mejores cinco minutos, pensó cuando le vino a la mente la boca de Jason engullendo su polla, hacía apenas una hora.

Sonrió al recordar la erótica escena, pero la paz no perdura en la vida de un Wayne, más allá de un instante fugaz, aunque sea de adopción.

- Dick – Jason entró en el baño – Han picado a la puerta.

- ¿Qué? ¿A estas horas? – Salió de la bañera envolviendo en su cintura una toalla que apenas tapaba sus atributos masculinos.

- Dick, soy yo - El corazón de Dick dio un vuelco al escuchar la voz grave y profunda de Bruce que sonaba al otro lado de la entrada. No sabía si se sentía feliz o aterrado. Seguramente ambas a partes iguales.

- ¡Joder, Jay! – Le susurró por lo bajo – Métete debajo de la cama.

- ¿Qué? ¡Ni hablar! – Se negó en rotundo, cruzándose de brazos.

- ¡No me vengas con hostias! – Dick le agarró del brazo y lo metió dentro del armario a la fuerza - ¡Por Dios, Jason! – Suplicó – Por una vez en tu vida, haz lo que se te dice.

La última vez que Jason había visto a Bruce,  vestían como Red Hood y Batman. En aquella pelea, acabaron apuñalándose mutuamente y más navajazos se llevarían si el uno supiera de la verdadera identidad del otro.

- ¡Ya voy, Bruce! – Esto era malo. Era peor que muy malo. Batman no dejaría pasar una afrenta como esa. Lo conocía y se lo tomaría como algo personal. Sabía que no descansaría hasta ver a Red Hood procesado y en prisión, o peor, en la sala de Cuidados intensivos de un hospital. Pero era su padre y había vuelto del reino del Hades. No podía ignorar esa llamada.

Se armó de valor y abrió la puerta.

Allí estaba Wayne. Vestido con ropa casual, como la que solía utilizar cuando quería pasar desapercibido, aunque eso era mucho decir para alguien que supera el metro noventa de altura y pesa cien kilos de peso.

Su aspecto era inmejorable, incluso parecía más joven, desde luego, no encajaba con alguien que se hubiera debatido entre la vida y la muerte hacía escasos días.

Se quedaron mirándose el uno al otro en otro de los muchos silencios incómodos que se venían repitiendo desde que Dick se hizo un hombre adulto.

Bruce no dijo nada, pero avanzó un paso y rodeó con sus brazos a Dick en un gesto que sorprendió al joven Grayson más que nada en el mundo.

Definitivamente, ahora ya sabía que los milagros existían.

Richard estaba paralizado. Miles de palabras cruzaron por su mente. Tenía tanto que decir que no sabía por dónde comenzar. Alzó los brazos y lo estrechó para sí, sintiendo por primera vez que Bruce era más que la convicción de la causa y el remedio para llevarla a cabo. Era una persona normal, cálida.

- Bruce ... yo ... - Sintió como Bruce aflojaba el abrazo y tomaba distancia.

- No, Dick – La determinación en los ojos de Wayne era apabullante como no podía ser de otro modo – Esta vez hablaré yo – Le miró directamente a los ojos sin pestañear, como siempre hacía cuando tenía algo importante que decir – Quiero que sepas que lo siento. Siento mucho todo lo que ha pasado entre nosotros. Yo lo he hecho lo mejor que he podido, pero sé que no ha sido suficiente. – Grayson no podía creerse esa declaración de sinceridad por parte de su mentor – Te he echado mucho de menos en estos últimos años y te quiero de nuevo en mi vida, en mis "dos" vidas, participando activamente de ambas.

Los labios de Richard empezaron a temblar y sus ojos se humedecieron. Lanzó un silencioso sollozo al escuchar esas hermosas palabras que pensó no oír nunca de los labios de su padre.

- Si algo me pasara, no imagino a nadie mejor ni más preparado para tomar mi relevo – Concluyó Wayne.

No se contuvo cuando se lanzó de nuevo a sus brazos, tanto, que la toalla que llevaba se le cayó al suelo con la emoción.

- Yo también te quiero, Bruce – Las lágrimas brotaron de los ojos del joven Dick, pero como siempre pasa, la paz es efímera en la vida de los Wayne.

El derechazo de Todd no se hizo esperar. Golpeó con toda la rabia y furia de la que era capaz y si no fuera por los reflejos entrenados de ambos Wayne, les habría destrozado la cara.

El puño de Jason acabó impactando contra la pared abriendo un gran boquete de yeso y pintura. Al instante, los instintos de Bruce reaccionaron y con el codo le golpeó directamente al antebrazo. El murciélago no se planteó qué hacía un joven desnudo en casa de su hijo, solo respondía a la agresión.

Jay lanzó un alarido de dolor pero levantó su rodilla y le propinó una patada circular a Wayne que esquivó sin problemas.

- ¡Parad! – Gritó Dick.

Bruce y Jason siguieron con su retahíla de golpes, a cual más violento y brutal. Desde luego, ninguno de los dos se contenía.

- ¡Parad! – Grayson se puso en medio de la contienda y por ello, Todd le asestó un golpe en la sien - ¡Auch! – Eso había dolido, y mucho - ¿Pero qué cojones te pasa, Jason? – Le gritó llevándose la mano a la zona dolorida.

- ¿Me preguntas qué me pasa? – El joven estaba colérico – No soy yo el que está abrazando desnudo a otro tipo en su casa – Jay se llevó las manos a la cabeza - ¡Joder! ¡Pero si hasta le has dicho que le quieres! – A él jamás se lo había dicho, aún - ¿Tienes idea de lo que me arriesgo estando contigo?

Dick recogió la toalla del suelo y volvió a ponérsela. No pudo evitar empezar a reírse.

- ¡Encima te ríes! – El fuerte temperamento de Hood estaba tocando fondo, mientras Bruce permanecía en actitud de espera, sin hacer ni decir nada, calculando cada una de las posibles explicaciones a una escena como la que estaba teniendo lugar.

- Sí, me río. Jason, ¿no querías conocer a mi padre? Pues bien, aquí está – Dick se encaminó hasta el refrigerador y sacó una bolsa de hielo que se puso en la cara – Jason, éste es Bruce, mi padre, Bruce, éste es Jason, mi ... - Hizo una pausa para ver la ceja alzada de la cara de Jay – mi novio.

- ¿Éste es tu padre? – Todd miró incrédulo a aquel hombre que mantenía la distancia pero satisfecho por el calificativo que definía la relación entre Dick y él. No podía creerse que fuera tan joven, pero Dick era adoptado, así que bien podía ser ... también era tremendamente fuerte y entrenado. Alguien con la formación marcial de Jason sabía ver cuando otro era un digno rival y aquel hombre encajaba los golpes como un boxeador profesional. Avanzó un par de pasos y estiró la mano para que se la estrechara – Encantado de conocerle.

- Ponte algo de ropa – Recalcó el murciélago frío y tajante, examinándolo de arriba abajo.

- Claro, señor Grayson – La vergüenza se apoderó de las mejillas rosadas de Todd que se tapó con ambas manos el pene, como si acabara de percatarse en ese instante de su desnudez – Ahora mismo vuelvo.

Bruce miró a Dick con mirada de póker y el chico supo que tenía que mantener la calma o todo se iría al garete.

- Es un buen chico – Mintió – Te gustará – Volvió a mentir descaradamente – Y me hace feliz – Al menos, eso sí era verdad.

- Tengo que irme, Dick – Atajó el murciélago.

- ¿No te quedas a cenar? – Richard se rascaba la nuca nervioso. Realmente no sabía dónde meterse – También puedo ir yo a la mansión ...

- No – Interrumpió – Esta noche voy a salir, pero mañana, al atardecer, te quiero en el sótano – Saldremos juntos.

- ¿Juntos? – Dick no estaba seguro de lo que eso significaba. ¿Batman accedía por fin a que lo acompañara en su patrullaje? ¡No podía creerlo! – Yo ... no sé qué decir ... - Aquello era lo que siempre había deseado, para lo que siempre se había entrenado.

- A las 19 horas. No llegues tarde – Dijo despidiéndose.



BRUCE WAYNE

Bruce miraba fijamente las pantallas en la Batcueva. Tecleaba sin parar cotejando miles de datos sobre el intento de su propio asesinato. Los cortafuegos eran difíciles de descifrar, al parecer los federales se habían adueñado del caso. No se podía esperar menos tratándose del único heredero de la mayor fortuna del país. La prensa crucificaba al departamento de policía de Gotham mientras que los medios de comunicación entrañaban todo tipo de teorías estúpidas justificando las causas.

Lo cierto era que, según archivos policiales no filtradas, el francotirador había disparado desde la Avenida Nixon con la novena, y eso suponía una distancia de más de seis kilómetros. Era demasiado.

Ningún fusil de asalto que Batman conociera podría efectuar algo así y acertar con la precisión quirúrgica con la que le hirió, provocándole una herida mortal de necesidad justo por encima del chaleco antibalas. Ni siquiera DeadShot era capaz de algo así, aunque podría hacerle una visita a Arkham para preguntarle... y eso le serviría para desagarrotar los músculos.

Bruce desvió la mirada hacia atrás al escuchar un ruido metálico.

- Perdón – Se disculpó el kriptoniano que estaba trabajando en el Batmobil.

Batman hizo caso omiso y siguió investigando. Halló un prototipo de arma que podría coincidir, pero el proyecto no se había materializado aún y ... otro ruido.

- Clark, estoy intentando trabajar – Se quejó a regañadientes. Ya era malo que su amante estuviera allí para distraerle, pero que encima Bat estuviera devorando piedras encima de su coche era el colmo.

- ¡Yo también! – Le sonrió

- ¡Saca a esa bola peluda de encima de mi coche!

- ¡Vamos, Bruce! – Empezó a acariciar al morwing - ¡Ni que fuera a abollarte el blindaje!

Iba a quejarse, pero lo cierto es que su atención se desvió al granjero desgastado de su novio y a como marcaba ese excelente culo redondo y torneado. No pudo evitar imaginarse sobando esas nalgas con ansia y dejándoles los dedos marcados. También se había puesto una de sus camisetas interiores de tirantes, a Clark le encantaba vestirse con la ropa del multimillonario aunque le viniera demasiado ajustada.

Quizás demasiado no fuera la palabra adecuada, pensó Wayne. Le apretaba lo justo para que la musculatura de los pectorales se marcara como si fuera una segunda piel.

El murciélago se relamió y siendo consciente de su deseo, giró la silla de nuevo, enfocándose en el trabajo, debía de .... Debía seguir investig ...

No pudo evitar mirar con el rabillo del ojo cómo Clark se quitaba la camiseta y dejaba su pecho y sus definidas abdominales al descubierto. La grasa del motor le manchaba levemente una de las mejillas y le daba un aire de ...

"Maldito kriptoniano", se dijo por dentro el murciélago.

- ¿Tienes calor? – Wayne era perfectamente consciente de que su alienígena no era sensible a los cambios de temperatura, además, en la cueva rara vez sobrepasaban los ocho o nueve grados. Maldijo esa mandíbula cuadrada y ese hoyuelo que se le formaba en la barbilla.

- Es que no quiero manchar tu camiseta con grasa de motor– Replicó.

- Ya ... - Maldijo su perfecta e inocente sonrisa y esos dientes blancos y deslumbrantes.

- ¡En serio! – Clark metió de nuevo medio cuerpo dentro del vehículo, de tal modo que sus posaderas quedaron encaradas hacia la computadora.

"Maldito seas" Encima llevaba dos botones de los vaqueros desabrochados y se le veía unos centímetros más bajo de lo que podría llamarse espalda.

Bruce se levantó y empezó a caminar hacia él, atravesando la pasarela hasta donde dejaba aparcado el batmobil. Su concentración se había roto y la había sustituido un hambre voraz que necesitaba apaciguarse.

La cueva estaba en absoluto silencio, tan solo roto por la cascada de agua que caía con fuerza hacia el río subterráneo. No se escuchaba ni el familiar aullido de los murciélagos, como siempre que Bat o el kriptoniano estaban allí.

- ¿Puedes pasarme la llave inglesa? – Le pidió Clark estirando la mano sin mirar, haciendo que no le prestaba demasiada atención.

- ¡Cómo no! – Wayne alcanzó la llave pero la dejó caer a poca distancia de los dedos de Clark.

Al escuchar el ruido, el kriptoniano se irguió y le miró directamente a los ojos. Bruce tenía una sonrisa triunfal y libidinosa en los labios y eso solo significaba que aquella conversación acabaría en sexo salvaje.

Clark podía haberse agachado de frente, pero en vez de eso, y siendo consciente  del aumento de temperatura en el cuerpo del humano, se dio la vuelta. Se agachó para recoger la herramienta con las piernas estiradas, poniendo el culo salido a pocos centímetros del cuerpo de Bruce, provocando la tan codiciada reacción.

Con un súbito gesto, Wayne lo empotró contra el capó del coche, aprovechando la falta de equilibrio. Por supuesto que Superman cedía voluntariamente a ser tratado de ese modo, ya que no se puede mover una montaña de acero si éste no es su deseo, y nada estaba más lejos de la realidad que negarse a ser "maltratado" por su amante.

Bruce echó su peso encima de la espalda del kriptoniano, que tenía el pecho sobre la brillante carrocería negra.

- ¡Lárgate, Bat! – Le gritó a la bola peluda de mala gana. Aquel bicho le estaba mirando, o eso parecía. En verdad, ni siquiera sabía si tenía ojos.

- Bat, ve a jugar un rato con los murciélagos – Dijo Clark mucho más amablemente, a lo que el morwing accedió sin rechistar.

- Me odia – Le susurró al kriptoniano cerca del oído.

- No es cierto, aunque podrías ser más cariñoso.

Wayne agarró del cabello a Superman y lo obligó a girar el cuello para lanzarse a devorar sus labios. Primero con una lamida sutil en la comisura y luego adentrando la lengua hasta lo más profundo.

- ¿Más cariñoso? – Se quejó el humano – Quiero probar algo, pero debes decirme si te duele – La cicatriz en el cuello de Clark no había pasado desapercibida ante los ojos de Bruce. Tenía mejor aspecto pero ahí seguía, mostrándole lo que fue capaz de hacer por él. Ya debía haberse curado... aunque Superman se esforzaba por aparentar que todo estaba bien.

- ¿Me has oído, Clark? – Insistió – No quiero hacerte daño ...

- Saca ya el anillo – El Kriptoniano separó las piernas y elevó las caderas para pegarlas aún más a la zona íntima de su amante.

Bruce sonrío ante la complicidad apabullante entre ambos y sacó la preciada joya de su bolsillo. Una vieja costumbre de la que no estaba dispuesto a desprenderse.

Apretó el diminuto mecanismo para abrir el compartimento de plomo que aislaba a la kriptonita y el mineral empezó a brillar con fuerza.

- ¿Sientes algo? – Bruce se autoconvencía a sí mismo de que quería follárselo como hacía tiempo, pero lo cierto es que la posibilidad de que volviera a afectarle la radiación era algo que precisaba saber, después de que su supuesta invulnerabilidad se viera expuesta por decisión propia.

- Me siento más débil – Las piernas de Clark temblaban y sus brazos ya no oponían tanta resistencia ante la fuerza ejercida por Batman.

- ¿Quieres que pare?

- No, por favor – Aquello parecía más una súplica que un lamento.

Wayne, habilidoso con los dedos, le desabrochó los botones restantes y le bajó los pantalones hasta los tobillos, para que el kriptoniano, acabara de quitárselos con los pies.

Después, se separó de Clark aunque su mano permanecía aferrándose en su pelo y admiró lo que era suyo. Aquel cuerpo escultural, aquella espalda arqueada en una curva imposible deseosa de placer y aquel culo que era la perdición de cualquier mortal que lo hubiera osado admirar.

No quiso reprimir el instinto agresivo del murciélago y le cacheteó una nalga, que en seguida se tornó rosa.

- ¡Auch! – Se quejó el kriptoniano con una leve sonrisa.

- ¡No te quejes! – De nuevo se acercó a su oído para lamerle el lóbulo de la oreja – Te gusta tanto como a mí – Siguió con un recorrido de húmedos besos, saboreando la piel de su cuello y degustando el manjar de los dioses – Eres mi perdición – Acabó sentenciando mientras él también se quitaba los pantalones y la ropa interior.


Kent buscó su boca y para hacerlo, él dejó que se girara. Quería tenerlo de frente, para mirarlo a los ojos, como le agradaba hacer. Se tiraron encima del coche y Clark se le abrazó con las piernas a la cintura y con los brazos a los hombros. Era todo suyo, como tantas veces le había dicho.

La diferencia era que Bruce también era de él, y ahora, ambos eran conscientes de lo que sentían.

El murciélago siguió acariciándolo, palpando aquella enorme espalda en la que podías perderte y llevó una de sus manos a su boca para acabar escupiendo sobre la palma. 

A Clark no le hacía falta preparación previa pero no quería arriesgarse a que en una contracción perdiera su propia polla engullida por su fuerza sobrehumana.  Su polla se adentró entre las nalgas encontrando el familiar recorrido,  aunque no perdía un ápice emoción por la experiencia acumulada.

Estaba apretado y agarró el pliegue de la rodilla de Clark hasta colocar el musculado muslo de acero encima de su hombro. 

Empujó de nuevo notando menos resistencia y el gemido de Clark le mostró lo acertado y placentero de la posición. ¡Oh, cómo había echado de menos poder estar en el interior del kriptoniano! 

Tomó la otra pierna y la llevó sobre su otro hombro. La piel de su amante empezaba a perlarse con el sudor y sus jadeos no hacían más que excitarlo mientras su frenético movimiento de caderas le envestía una y otra vez hasta que se encontraban con las caderas de Superman.

Aquello era música celestial que pensó dilapidada desde que volvió del espacio, transformado en un ser inmortal.

Lo miró.

Lo sintió,  consumido por el placer, sollozando para que le diera más ... y más ... y más. El ser más poderoso del mundo gimoteando a su merced... era simplemente sublime.

El murciélago se lanzó a devorar uno de sus pezones y no pudo evitar morder más fuerte de lo debido. Era la falta de costumbre, aunque esa podía ser una excusa muy burda tratándose de un hombre con el control físico del que siempre hacía gala en los combates.

- ¡Ahhhgg! – Se quejó el kriptoniano.

Bruce dio una estocada más profunda y le agarró las caderas a Superman para ayudarse en la envestida y volver a colocarlo en su lugar.  Sin duda, el resbaladizo capó del coche no ayudaba demasiado.

Clark se tapaba el rostro con las manos escondiéndose de esa obscena visión, viendo cómo 

- Córrete para mí, Clark.

El kriptoniano empezó a acelerar el movimiento de su mano hasta que sintió el espasmo en su cuerpo sudoroso y el semen empezó a brotar. Como todo lo que se desacompasa por el placer, perdió el ritmo y empezaron las contracciones que le hicieron agarrotar pies y manos, sin embargo, el orgasmo no se detuvo.

El semen de Clark se esparció por todo su abdomen dorado por el Sol mientras Bruce no perdía detalle de la espectacular visión, hasta que cerró un momento los ojos consumido por su propio placer y se corrió dentro de su amante.

Después de unos instantes, ambos estaban derrotados sobre el coche, respirando entrecortadamente el uno sobre el otro.

El humano sentía el líquido caliente sobre su abdomen, que estaba pegado al de Kent y quiso salir para poder esconder la kriptonita de nuevo en su compartimento, pero él no le dejó y lo aferró hacia sí.

- Quiero sentirte dentro de mí, Bruce – Lo abrazó con fuerza – No te vayas todavía.

- No me voy a ninguna parte – Le susurró antes de darle un beso romántico al objeto de su devoción.

En ese momento, el montacargas se accionó. Alguien bajaba.

- ¿Qué hora es? – Preguntó Bruce, nervioso.

- Las siete de la tarde.

- ¡Joder! – Se quitó de encima como pudo y el semen empezó a resbalar entre las nalgas de Clark - ¡Es Dick!

Cerró la kriptonita en el anillo y Clark desapareció con una brusca ventolera para aparecer un segundo después vestido con sus tejanos y su camiseta impecablemente limpia. Lástima que él no tuviera hipervelocidad, porque tuvo que acabar de ponerse su ropa detrás del batmobil.

- Ehhhh ¿Bruce? – Llamó el chico al no verlo en sus dominios.

El kriptoniano voló hasta la posición del joven.

- Hola, Dick – Saludó.

- Hola, Clark.

Pese a todo, el ambiente entre ambos, seguía siendo tenso.

- Dick – Bruce salió de detrás del batmobil – Llegas dos minutos tarde.

El muchacho miró a su reloj incrédulo pero no quería contradecir a su mentor y menos delante de Superman.

- Bien, yo os dejo con vuestras cosas ... - Sonrió Clark – Nos vemos mañana, Bruce, pasaré la noche en mi apartamento de Metropolis.

El murciélago asintió, colocándose bien el pelo con los dedos. El kriptoniano pasó por su lado y le dio un casto beso en los labios y una palmada en el culo, no tan casta.

Dick abrió los ojos como platos ante tal gesto. No podía creérselo.

- Si interrumpo algo ... - Se aventuró a decir Grayson – Puedo volver más tarde ...

- No interrumpes nada – El murciélago fulminó con la mirada a su amante y si hubiera tenido rayos caloríficos como Superman, de seguro que lo hubiera calcinado por tal atrevimiento delante de su pupilo, pero no tenía sentido quejarse. El hombre de acero ya se había ido – Déjame que me duche y luego entrenaremos. Quiero ver cuánto has perdido en este periodo de inactividad.

- Soy policía, Bruce – Se quejó – Mi vida entera es un entreno en el circo de los horrores.

- Ya – Eso había sonado condescendiente – Ahhh, Dick, no toques el batimobil ... Clark lo está reparando - Wayne sabía lo mucho que le gustaba ese coche al joven.

Dick miró al coche y vio lo que parecían ser unos bóxers de color negro al lado del auto.

- Ya. Reparando el batimobil ... No te preocupes Bruce, que no me voy a acercar a ese coche en la vida.



HAL JORDAN

Jordan llevaba horas intentando localizar a Batman por las oscuras calles de Gotham ¡Cómo odiaba esa mugrienta ciudad! Pero no podía arriesgarse a utilizar el intercomunicador de la JL. No sabía quién podría estar escuchando y la charla que iba a tener con el murciélago iba a ser como poco, comprometida.

Lo había ido a buscar a la mansión y al sótano, como así llamaba a la baticueva, pero Dick le había dicho que se había ido a patrullar hacía como un par de horas.

Vio la señal del murciélago en el cielo, oteando entre las polvorientas nubes ¿Es que no le había dado su número a la policía Gótica? Fue hasta el origen de la misma, la azotea de la comisaría del distrito primero. Allí localizó al comisario Gordon, a quien ya conocía de vista.

Batman no se hizo esperar. Apareció de entre las sombras con toda la teatralidad que tan buen resultado le daba para atemorizar a la baja escoria de la superpoblada urbe. Había que tener mucho estómago para enfrentarse cada noche a los lunáticos que acunaba aquella ciudad.

Hal se escondió en el tejado de un edificio contiguo y con el poder del anillo creó un amplificador de sonido para poder escuchar la conversación.

- Necesito la bala que atravesó a Bruce Wayne – Ordenó Batman ¿Por qué rayos hablaba de él mismo en tercera persona?, pensó Hal.

- Hay un problema con eso – Contestó Gordon – Al parecer fue robada de los laboratorios de criminalística del FBI. Te he traído una copia de las cámaras de seguridad. No se ve gran cosa, pero no sabes lo que me ha costado conseguirla.

- Gracias, Jim.

- Los federales están nerviosos con el caso Wayne. Aunque Bruce está ingresado en el hospital Central, todo el mundo lo da por muerto y el alcalde cortará alguna cabeza para darle alguien a quien culpar a la prensa – Se encendió uno de sus puros – Seguramente la mía.

- Eso no sucederá – Dictó el caballero oscuro – A Bruce Wayne le darán el alta mañana y hará una rueda de prensa eximiendo de toda culpa al GDP.

- Batman – El comisario dio una profunda calada – Lo que pasó ayer, cuando yo te ...

- Está olvidado, Jim – Le interrumpió el murciélago. Tomó la carpeta de entre las manos del comisario y saltó hacia el vacío.

Treinta segundos después, Hal había vuelto a perder a Batman.

- ¡Mierda! – Gritó desesperado aterrizando encima de un edificio abandonado ¿Cómo iba a encontrarlo de nuevo?

- ¿Por qué me sigues, Linterna? – Preguntó de entre las sombras.

A Jordan casi le da un infarto, pero lo que peor le supo, es que no supo disimularlo.

- Tenemos que hablar, Batman – Le amenazó con el dedo desplegando esa aura verde característica de los Linternas. Jordan no podía simplemente anular sus emociones, el anillo reaccionaba a su estado de ánimo y estaba muy cabreado con el murciélago.

- Te escucho.



- Primero, déjame decirte que me alegro de que sigas vivo – Jordan extendió su mano y Batman se la estrechó, aún así, el ambiente entre ambos no se relajó un ápice – Y segundo, ¿Crees que no iba a enterarme?

- No sé de qué estás hablando.

- Los guardianes de OA me encargaron la investigación de la desaparición de Siniestro y Boodika en este sector estelar.

Batman cruzó los brazos en una clara posición de defensa.

- He encontrado el cuerpo de Boodika – Prosiguió Hal – Enterrada en las afueras de Metropolis – Masculló - Pero por supuesto que tú ya lo sabías.

- Eso no es cierto.

- Pero algo sabes, y no quieres decírmelo ¡Por favor, Bruce! Siniestro era un cabrón enfermizo y cruel, pero era uno de los míos, al igual que Boodika – Jordan demandaba una justa explicación – Todo el cuerpo de Linternas Verdes clamará venganza cuando les cuente la noticia.

- Dame tres días.

- ¿Tres días? ¿Para qué? Tú y yo sabemos de la vendetta personal entre Siniestro y Superm...

- Esa es una acusación muy grave, Linterna – Ahora era Batman el que trataba de intimidar al otro, pero Jordan estaba curtido en mil y una batallas y no iba a resultar tarea fácil - Todos somos inocentes hasta que se demuestra lo contrario – El caballero oscuro sacó su pistola y lanzó el cable a un edificio próximo – Asegúrate de que tu instinto está en lo cierto.

- Bruce – Lo detuvo agarrando la cuerda con la energía de su anillo – Yo no soy tu enemigo y sé por todo lo que ha tenido que pasar Clark, pero eso no le exime de la responsabilidad de sus actos y ambos sabemos de lo que es capaz – Hizo una pausa para medir sus palabras- Estoy de tu lado, porque sé que siempre haces lo correcto y que tu amistad con él no te cegará.

- Suelta el cable – Le amenazó mirándole directamente a los ojos.

- Tienes tres días, Bruce, ni uno más.

Jordan cedió y vio como Batman se alejaba, amparado por la oscuridad de la ciudad que lo había convertido en lo que era, tanto para bien como para mal. Pero el instinto de Hal nunca le había traicionado y ahora le clamaba a gritos que su amigo sabía mucho más de lo que estaba dispuesto a confesar.



CLARK KENT

Haría lo que tenía que hacer.

Encontraría al culpable, pero antes, debía ir a su apartamento y cambiarse. Estaba a punto de amanecer y debía presentarse por el Planet, aunque solo fuera para dejarse caer. Ya había publicado un gran artículo la semana pasada así que nadie se extrañaría si no tenía nada preparado para ésta, pero aún así, debía avisar con antelación para que cubrieran aquellas páginas con alguna otra noticia.

Al llegar a su casa vio una edición del Planet tirada en el suelo del lavabo, debajo de la claraboya por la que acostumbraba a colarse cuando vestía como Superman. Estaba envuelta con un cordel de seda negro, demasiado caro para ser el que utilizan los transportistas de prensa. En portada había una foto de Bruce de niño, desnudo, siendo violado por su propio padre y el titular era "Bruce Wayne: Los abusos vividos en su infancia lo convirtieron en Batman"

Clark calcinó el diario con su mirada, hasta que solo quedaron cenizas entre sus manos.

- Luthor – Arrastró aquel nombre con los puños y la mandíbula tensa. Había perdido a Bruce una vez y se había jurado a sí mismo, que eso no volvería a pasar.

Nada ni nadie volvería a separarlos.



CONTINUARÁ ...



Notas de la autora.

No hay acción sin castigo, y lo que hizo Superman con Boodika tarde o temprano tenía que tener sus consecuencias. El círculo se estrecha en torno a nuestra pareja favorita y no sé cómo van a salir de ello.

Además, Superman faltó a su cita con Lex ¿Pensábais que no era rencoroso? Me temo mucho que no.

¿Qué creéis que hará Superman? ¿Y Batman? ¿Delatará a su amor frente a Hal y los otros Linternas?


* Por cierto, la imagen de la portada del capítulo está dibujada por mí.

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