Capítulo 1 El primer beso

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CAPITULO 1

El primer beso

Bruce

Superman saltó hacia Batman justo cuando las vigas iban a desplomarse sobre él.

El murciélago quedó debajo mientras el hombre de acero apretó los dientes con fuerza al sentir las toneladas de escombros que chocaron contra su espalda. Lanzó un grito sordo y Bruce sintió el aliento del kriptoniano en la sien y no solo eso, sino también el aplastamiento del kryptoniano contra su cuerpo. Apenas le dejaba respirar.

Después sólo hubo oscuridad, sepultados entre los restos de la vieja fábrica.

¿Quién iba a pensar que Metalo estaría ahí? Y ¿quién iba a pensar que Superman también lo estaría?

-Muévete Clark, no puedo respirar – Dijo el murciélago entre intentos infructuosos de separarse del cuerpo de Superman.

Superman no respondió.

Bruce supo entonces que el kriptoniano estaba peor de lo que parecía. Metalo le había golpeado duro. Debió de ser ese directo a la mandíbula. 

–Aggghh - Bruce no podía ni pensar. Su vista se empezaba a nublar por la falta de oxigeno - ¡Clark, despierta! – le gritó con el poco aliento que le quedaba.

Superman estiró los brazos y las piernas y  las vigas emepezaron a crujir, las rocas se desplazaron y dieron algo de aire al murciélago que inhaló profundamente sabiendo que la vida le iba en ello.

Bruce sacó una pequeña bengala del cinturón, la partió y la oscuridad cobró un tono anaranjado. Alzó la vista y vio al hombre de acero a escasos centímetro, sudando frente a él. Era muy consciente de que estaba utilizando el poco poder que le quedaba después de estar expuesto a la kryptonita.

-Aguanta Clark, sólo un poco más. Metalo se irá pensando que hemos muerto sepultados.

Superman asintió casi imperceptiblemente, sin fuerzas para articular palabra.

Allí estaba Bruce, el caballero oscuro de Gotham y Clark, la luz de Metrópolis, piel sobre piel.

Lo tenía tan cerca que sus mejillas se rozaban levemente. Clark tenía una temperatura mucho más elevada que la de cualquier humano. Quizás unos 42 o 43 grados y ahora, enfermo por la radioactividad de la piedra verde, quizás superara los 45. Pero el contacto del kryptoniano no molestaba a Batman, al contrario, sintió que le gustaba ese calor asfixiante.

El vello de su espalda se erizó en un calambre que le recorrió todo el cuerpo, exhaló violentamente y su corazón se aceleró.  Notaba sus propias palpitaciones, sin poder ocultarlas, y mucho menos a Superman.

- ¿Qué te pasa? – preguntó el hombre de acero, ya bastante más recuperado.

- Nada – le contestó Batman furioso, más con él mismo que con Superman.

- Tienes dos costillas fracturadas.

- Deja de utilizar tu visión de rayos X conmigo Kent –le dijo molesto el murciélago. Aún así, agradecía que sus costillas rotas hubieran desviado  la atención del kryptoniano.

Superman era tan imponente y lo peor es que no se daba cuenta de ello. Era tan modesto, tan intimidante... Bruce se sentía pequeño a su lado, débil e insignificante. Eso le molestaba a sobre manera aunque no fuera culpa de él por ser lo quien era, lo que realmente le daba rabia es que parecía no darse cuenta.

Debía alejar esas estúpidas elucubraciones. Debía centrarse en salir con vida de allí y en confiar en sí mismo. Esa confianza que nunca le abandonaba menos cuando andaba cerca el hombre del mañana. En cierta manera, él era su kryptonita.

Él atemorizaba a violadores y asesinos en las calles de Gotham. Con su mera presencia había visto delincuentes caer aterrados a su paso, orinándose encima sin poder evitarlo. Sin embargo, Clark despertaba en él ese sentimiento de inferioridad que lo consumía por dentro. Por ese motivo le evitaba en gran medida, por eso no quería intimar. Su relación era estrictamente profesional y de todos es sabido que Batman era parco en palabras.

Superman había intentado varias veces acercarse y ser amigo suyo, aunque últimamente parecía darlo por perdido y sus contactos eran meramente los necesarios en la JLA.

Batman no soportaba estar cerca de Superman y mucho menos debajo de él mientras debía agradecerle por haberle salvado la vida aguantando toneladas y toneladas de runas sobre él.

- Ya se ha ido – susurró Clark al oído de Wayne.

- Entonces a qué estás esperando . Muévete y sácanos de aquí antes de que todo esto se desmorone.

Superman extendió su ya de por sí impresionante envergadura y lo abrazó con fuerza.

- Aguanta la respiración – le dijo al murciélago – Saldremos por debajo, hay una alcantarilla a varios metros.

No hizo falta repetirlo. Bruce ya aguantaba la respiración desde que notó el contacto de los brazos de acero encima de él, rodeándole, protegiéndole.

La tierra empezó a vibrar y los escombros a ceder. Los ojos de Clark se tornaron rojizos, primero como un tenue atisbo de sangre y luego se encendieron centelleantes. Empezó a abrirse paso con ese láser calorífico que salía de sus retinas. La cara de Clark desprendía tanto calor en ese instante que Bruce se alejó para no quemarse y pudo ver aquel extraordinario alarde de fuerza, digna de un Dios del Averno.

Volvía a tener ese sentimiento de inferioridad. Había visto utilizar su visión de calor muchas veces en sus combates con la JLA, pero nunca estuvo abrazado a él mientras lo hacía.

Ya casi no notaba las costillas astilladas. No podía pensar en nada más.

Casi ... hasta que su cuerpo chocó contra el de Superman, y el de éste contra el suelo de la fétida alcantarilla.  Clark se había girado en el aire para que el impacto contra el suelo se lo llevara su espalda y protegía a Bruce abrazándolo entre sus brazos. El agua fecal amortiguó la caída y el murciélago dio gracias a la mugre que emitía su ciudad, tanto por encima de las calles como por debajo.

- Suéltame  -Le dijo a Superman, intentando zafarse. Los brazos ya empezaban a dolerle por donde Clark le había sujetado.

El hombre de acero se hizo a un lado y se tambaleó un poco antes de ponerse totalmente en pie.

Batman hizo lo mismo, sólo que intentó parecer más digno en su porte y lo consiguió. El gran maestro el engaño que no conseguía creerse su propia mentira. Reprimió el dolor de sus costillas rotas clavándose en el tórax y pensó que debería pasar tres noches en cama. Apretó los dientes con rabia. – Joder – pensó para sí mismo.

- ¿Puedes caminar? - Le dijo a Superman sin querer ni mirarlo de nuevo.

- Sí, pero ¿cómo estás tú?

- Preocúpate por ti. Yo estoy bien. – Dijo Bruce mientras apretaba un dispositivo en su guante izquierdo y se desplegaba una pequeña pantalla holográfica con el mapa de Gotham. Su posición se  marcaba con un punto rojo así que no sería difícil encontrar una salida. 

- ¿Qué  hacías en mi ciudad? – Le recriminó a Clark mientras empezaba a caminar entre la mierda.

- Seguía a Metalo – contestó Clark seriamente. Obviamente le había disgustado el tono que el murciélago acababa de utilizar con él.

- Muy inteligente por tu parte, Clark. Seguir hasta Gotham a un súper villano que está hecho con kriptonita. Dime, ¿cuál era tu plan B? ¿O es que simplemente no pensabas que podías perder?

- ¡Tú eras mi plan B! – alzó la voz Superman mientras intentaba fallidamente retomar el vuelo – Te vi siguiéndome con tu batmovil hasta la fábrica – continuó diciéndole alzando cada vez más la voz mientras se apartaba la capa del pecho, mojada con los desperdicios de toda la ciudad.

- ¿Te molesta tu propia incompetencia o caminar entre la mierda, Clark? – le preguntó desafiante el murciélago - Obviamente no sueles mancharte las manos cuando salvas al mundo en Metrópolis.


Clark se paró en seco y se plantó a escasos centímetros del murciélago, lo miró desafiante a los ojos cubiertos por la máscara.

- ¿Qué pasa contigo, Bruce? –gritó tan alto que seguro que pudieron escucharlo desde la superficie - ¿Qué te molesta tanto de mi? ¿Mi incompetencia o la tuya?– Le dijo mientras un dedo amenazante rozaba el pecho del murciélago que estaba cubierto por la armadura.

Sólo bastó  ése leve contacto de la mano de Superman para que Bruce saliera despedido. Un esfuerzo mínimo para el kryptoniano, pero como si de un camión de varias toneladas se tratara para Batman.  Un camión que acababa de arrollarlo hasta lanzarlo varios metros más allá.

Ahora Batman sí que notaba la opresión en su pecho, acentuada por el golpe seco contra la pared de fría piedra.

- Lo siento Bruce – Superman volaba deprisa tendiendo la mano al murciélago – Lo siento mucho.

Cómo no iba a sentirse Batman inferior a aquel Dios prácticamente inmortal. Para él había supuesto una nimiedad lanzarlo por los aires y eso que Batman era un tipo fuerte y de gran tamaño.  Bruce estuvo tentado de apartar de un manotazo el brazo de Clark, pero en vez de eso le agarró su mano y entró en razón pensando que él tampoco sabía por qué estaba tan enfadado con el kryptoniano, pero así era.

No soportaba estar cerca de él.

- Lo siento – volvió a decir Superman buscando la mirada de Batman entre la mugrienta oscuridad, sin poder encontrarla.

- No te preocupes Clark. Yo te provoqué, fue mi culpa. No le demos más vueltas.

- Te acompaño hasta la mansión.

Bruce quiso negarse pero vio el rostro afligido de Superman, avergonzado de haber perdido el control de esa manera con él. Era la primera vez que lo había visto hacerlo. Batman suponía que Superman le sacaba de quicio tanto como al revés pero sabía que el boy scout no había tenido la intención de lanzarlo por los aires y que estaba afectado por eso. Lo notaba en su lento caminar, en cómo hundía la cabeza entre sus hombros. Aún así lucía escultural. Batman sacudió la cabeza ante ese pensamiento y se limitó a guiar al kriptoniano a través de los túneles hasta llegar cerca de la batcueva. No apartaba la vista los ojos de encima al mapa holográfico, focalizando toda su atención en una tarea sencilla.

Superman tuvo que romper o mejor dicho, destruir,  como ocho o nueve compuertas metálicas anti crecidas de la red de alcantarillado de la ciudad. Lo hizo sin el menor esfuerzo, sin vacilación. Ya estaba totalmente recuperado y volvía a ser el mismo de siempre.

Bruce pensó que al día siguiente enviaría a Dick a repararlas, para que la Batcueva no quedara expuesta a visitas no deseadas.

Al llegar a la altura de la mansión Wayne, Superman hizo ademán de coger en brazos a Bruce para llegar hasta la misma ya que se encontraban a unos 30 metros por debajo del nivel de la Batcueva y entonces el murciélago, sí de dio un manotazo.

- Ni lo intentes – le susurró sabiendo que el súper oído captaría su tono amenazador de sobras – Ya puedo yo solo.

Bruce sacó de su cinturón la pistola, apuntó hacia arriba y un cable de acero con una diminuta ganzúa llegó hasta el techo y se clavó en el mismo. Al estirar el brazo para dejarse llevar por el cable que se recogía sobre sí mismo en la pistola emitió un alarido de dolor que no pudo contener. No puedo aguantar su propio peso resintiéndose del dolor en sus costillas y dejó ir el artilugio que Lucius le había construido.

- Mira que eres orgulloso – le dijo Superman esbozando una leve sonrisa.

- Oh, cállate Clark.

Superman lo alzó como si de una damisela en apuros se tratara, sosteniéndolo por debajo de las rodillas y rodeando su espalda por debajo de los brazos y empezó a elevarse suavemente.

Batman se dejó llevar y al mirarlo de cerca pensó que Clark era hermoso.  Su pelo ondulado azabache, su mandíbula cuadrada, sus ojos del color del cielo despejado de un azul intenso como jamás los había visto en un humano y sus labios carnosos y ... sin saber cómo, sin explicación racional alguna, el murciélago agarró a Clark por el cuello con ambas manos y lo besó.


Sus labios se juntaron apasionadamente con los del Kryptoniano en una fusión de deseo y placer que duró apenas unos segundos hasta que sin darse cuenta ya habían llegado al nivel de la batcueva. Superman lo dejó en el suelo. Prácticamente lo tiró sobre el suelo, deshaciéndose de él bruscamente.

Su semblante era impenetrable. Miraba a Batman entre asombrado y atónito, como si no pudiera creer lo que acababa de suceder.

Bruce estaba en el suelo tendido, derrotado mental y físicamente. Vencido en cuerpo y alma. ¿Por qué había hecho eso?

Batman agradeció llevar la máscara puesta para que Clark no viera su cara delirante y presa del pánico pero instantes después se dio cuenta que sí la vería. Al fin y al cabo él veía a través de las paredes, una máscara de kevlar y nomex no iba a resistírsele.

- Clark ... yo ... – Le dijo mientras le tendía la mano casi suplicando algo sin saber qué era.

Pero entonces el héroe de metrópolis desapareció. Voló más deprisa de lo que nunca lo había visto hacer y dejó a Bruce tendido sobre el suelo, confundido por la onda expansiva que había levantado la velocidad a la que se había movido el superhombre.

Wayne se llevó las dos manos al rostro tapándose la cara mientras Alfred observaba la escena petrificado en una de las entradas de la Batcueva. El mayordomo sujetaba una semiautomática y apuntaba hacía el suelo. Se había preparado para la irrupción de cualquier enemigo en la guarida secreta del murciélago.

Bruce se levantó y caminó hasta la posición de Pennyworth. Al estar a su altura se detuvo sin mirar lo.

- Tráeme morfina. Voy a dormir hasta mañana.

Alfred Pennyworth no articuló palabra, tampoco hubiera podido hacerlo después de haber visto semejante escena. Se limitó a seguir a su señor escaleras arriba.



CLARK

Clark ya estaba volando a más altura de la que coge un boing 747 y a más velocidad de la normalmente solía ir. La Luna brillaba hermosa entre espesos nubarrones y pronto el hedor de Ghotam quedó atrás. Se metió en lo más profundo del atlántico y se sacó de encima lo poco que que le recordaba al lugar de donde venía. 

Quería llegar a casa.

Llegó a su apartamento sin apenas ser consciente del trayecto que le había llevado tan solo unos minutos. No estaba mal para los casi 200 kilómetros de distancia que habían entre Metrópolis y la ciudad Gótica, el territorio de Batman.

Llevaba ya viviendo en aquel cubículo de apenas 45 metros cuadrados casi cuatro años. Era lo único que había podido permitirse dentro de la gran manzana y su sueldo de periodista no era gran cosa. Además Clark le daba gran parte a su madre así que el dinero no daba para más.

El apartamento era modesto, escuetamente decorado, sólo con lo necesario, ya que así era él, así era Clark. Quería hacer las cosas por sí mismo, como un humano cualquiera, pero él no era un cualquiera.

Ni siquiera era humano.

Decir que la infancia de Clark fue difícil era quedarse muy corto y el hombre de acero no fue un chico de acero. Sólo quería encajar. Simplemente quería ser como los demás. No quería ser el bicho raro al que todos señalaran con el dedo en el instituto cuando rompía todo lo que tocaba o cuando oía a sus compañeros reírse de él tres aulas más allá de la suya. 

Por eso decidió mudarse a  Metropolis, para pasar desapercibido entre todos los demás asalariados que llegaban a duras penas a final de mes. Clark se sentía a gusto siendo como ellos. Anónimo.

Además, el trabajo de reportero, no requería de sus super poderes así que tenía que esforzarse como el que más y el padre de Clark siempre decía que sin trabajo no hay recompensa.

Nadie le había regalado nada en su vida como humano.

Cuando estuvo a dos manzanas de su piso hizo lo que acostumbraba a hacer. Aceleró, dio seis o siete vueltas sin rumbo fijo y descendió a toda la velocidad que pudo sin llegar a traspasar la velocidad del sonido. Hubiera despertado a todo el vecindario y eran las tres de la madrugada. Esas eran las precauciones que tomaba Clark para que si alguien le estaba siguiendo, lo perdiera antes de saber donde aterrizaba por las noches.

Clark se coló hábilmente por la claraboya que daba a su pequeñísimo lavabo y que siempre dejaba abierta. Empezó a quitarse las botas, la capa roja, la parte de arriba de su uniforme azul, el cinturón, los pantalones ... Ya sin ropa abrió la ducha y se metió debajo del chorro. El agua estaba helada pero al kriptoniano no le importó, casi agradeció que lo estuviera.

Se vistió con solo con unos bóxers ajustados aún estando en pleno invierno y así salió del lavabo dejándose caer sobre la cama, derrotado.

Empezó a dar vueltas y vueltas enredando su cuerpo entre las sábanas. Se sentía incómodo, descolocado. Miró el despertador.

- Las cinco – Pensó que en dos horas tenía que despertarse para ir a trabajar.

A Clark le gustaba dormir, de hecho dormía siempre sin problemas aunque no lo necesitara. Hacía tiempo que sus preocupaciones no le quitaban el sueño, pero esta vez era diferente.

Se sentó en el borde de la cama y cogió el vaso de cristal que siempre dejaba en la mesita. Se lo llevó a la boca para dar un sorbo de agua y así aclararse el nudo de la garganta pero el vaso explotó antes de rozar sus labios.

Clark salió de su letargo y frunció el ceño mirando como los diminutos cristales se desparramaban entre las sábanas y el suelo de la habitación. Tenía que controlar su fuerza o no ganaría para la vajilla.

Se levantó y fue a por la escoba. Cambió las sábanas, aunque no se hubiera cortado de ninguna forma pero igualmente prefirió hacerlo. Al menos se distrajo.

Se metió de nuevo en el lavabo y se miró al espejo. Se llevó la mano izquierda a la barbilla con gesto de preocupación, alzó la vista y al verse reflejado en el espejo suspiró

- Joder, Bruce ¿Qué has hecho?


Poco tiempo después se dio por vencido. No podía conciliar el sueño. Tomó el metro hasta la parada de Central Park y allí se bajó siguiendo la rutina de todos los días. Caminó las dos manzanas que separaban la boca del suburbano de la del DailyPlanet y picó al ascensor que lo subiría a la planta número trece .

- ¿Qué haces aquí tan pronto, Kent? – Le dijo su jefe cuando las puertas del elevador se abrieron – Es igual, no me lo digas y ponte a trabajar – Le gritó otra vez Perry White mientras se dirigía a su despacho con uno de esos puros de vapor de agua – Pero después no me pidas horas extras Kent – Refunfuñó - No pienso pagártelas.

Perry estaba de mal humor hoy. El editor jefe siempre estaba de mal humor – pensó el Kriptoniano - y más desde que Alice le había prohibido fumar sus habituales puros por aquella tos que no remitía.

Clark se sentó en su relativamente cómoda silla de oficina y encendió el ordenador de su cubículo. Eran las 07 de la mañana y apenas habían redactores en la oficina. Había llegado dos horas antes y necesitaba distraerse.


- Clark – dijo Lois a escasos palmos del reportero un par de horas después - ¡Clark! – volvió a decir Lois más alto zarandeando el hombro de su compañero – ¡Aquí la Tierra llamando a Smallville!

El kriptoniano alzó la vista y sonrió al ver a su compañera.

Lois era más que una colega del trabajo. Junto a Jimmy Olsen eran amigos del Kriptoniano desde hacía varios años. Lois era divertida, lista, hermosa y a la vez, sumamente obstinada y perspicaz. Esto la hacía la mejor reportera del periódico. Todos lo sabían y ella también.

Clark nunca le podría agradecer lo bastante a Zatanna, por haberle echado ese conjuro a sus gafas para que nadie, aunque pudiera ver juntos a Superman y a Clark pensaran que eran la misma persona. Para romper el hechizo, Clark simplemente debía decir en voz alta a esa persona que él era Superman y la magia que protegía su identidad secreta se desvanecería o que la verdad fuera tan evidente, que el conjuro no fuera lo bastante fuerte como para contrarrestarla.

Pero desde que Superman se hizo un personaje público nunca le había dicho a nadie quien era él realmente, aparte de a los miembros destacados de la Liga de la Justicia y mucho menos a Lois Lane. No quería exponer su vida y la de su madre al escarnio público.

El anonimato le otorgaba a Clark la paz que necesitaba por las noches, pues era un hombre sencillo y se sentiría abrumado si no pudiera dejar de ser Superman.

Sabía que Lois le tenía aprecio e incluso alguna vez, más de una, se le había pasado por la cabeza invitarla a salir, pero casi cuando se había decidido, apareció ese tal Jonathan Carrol, militar amigo de su padre y ahora ya llevaban viviendo juntos más de un año. Eso dejó bastante tocado a Clark durante algún tiempo, aunque nunca supo si lo que sentía por Lois era amistad o algo más allá.

- ¿Qué te pasa? Dímelo – dijo Lois mientras se apoyaba en la mesa de Clark.

- No es nada.

- ¿Qué no es nada? Yo diría que sí. Pareces un cordero al que llevan al matadero.

- De verdad Lois que no – le dijo Clark molesto ante tanta insistencia y pensó qué tan evidente era que le pasaba algo.

- De acuerdo, como quieras, Smallville – suspiró sin que le afectara mucho la negativa de Clark a decir nada más relacionado con su estado de ánimo – ¿ Cómo llevas el artículo?

- ¿Qué articulo?

- ¿Cómo que qué articulo? Clark espabila o Perry te matará.

Clark abrió los ojos como platos – ¡El vertido de la fábrica de la Lexcorp! No podía creer que lo hubiera olvidado.

- Uff, pues ya son las nueve. No me gustaría estar en tu pellejo, Kent – le dijo Lois mientras sorbía ese café de máquina que todos odiaban excepto ella y empezó a contar – Uno, dos, tres, cuatro ...

- ¡Clark! – gritó Perry desde su despacho – Tráeme ya el artículo de la Lexcorp que vamos mal de tiempo.

- ¡Y cinco! – dijo sonriente la periodista – ¡A por él, chico de granja! Me ha encantado trabajar contigo. Fue bonito mientras duró.

Clark ya ni se molestaba ante las numerosas alusiones de Lois a su origen campestre. Era cierto que él era un chico criado en una granja. Lo que Lois no sabía era que había nacido en otro planeta.

El reportero reunió el coraje suficiente para entrar en el despacho de White y decirle que no tenía terminado el artículo. Obvió el hecho de que ni siquiera lo tenía empezado. Los gritos del editor se escucharon hasta en la quinta avenida y Clark no pudo hacer otra cosa que agachar la cabeza y aguantar la reprimenda de su jefe. Llevaba más de cinco años sin subirle el sueldo y se preguntó por qué seguía aguantando esa situación pero no dijo nada. Al fin  y al cabo, Perry le dio una oportunidad como periodista cuando nadie más lo hizo.

Salió del despacho sin cerrar la puerta y sin girarse cuando Perry empezó a gritarle – ¡Kent, estoy hablando contigo!

Pero Clark no reculó y siguió adelante hasta la salida de la redacción mientras White se cagaba en todo.  Todos los periodistas miraban la escena atónitos.

No era propio de Kent comportarse así con nadie y menos dejar al jefe con la palabra en la boca.

El reportero no tomó al ascensor, se dirigió a la escalera y cerró tras de sí la puerta contra incendios. Entonces se dejó caer tras ella, de rodillas sobre el suelo, respirando entrecortadamente.

- Maldito seas Bruce - Se dijo para sí mismo. Había olvidado completamente lo del artículo y todo porque su mente lo único que hacía era revivir una y otra vez aquel estúpido beso.

Después de un tiempo indeterminado en el que permaneció ensimismado en sus pensamientos oyó sirenas que provenían del exterior. Primero bomberos y después ambulancias y policía. ¿Cómo no las había escuchado antes? Prácticamente estaban en la misma calle. Esto no podía continuar así.

Un camión cisterna había volcado en plena avenida Lexington con la sexta derramando el líquido que llevaba la cuba, algún tipo de combustible altamente inflamable. Clark salió disparado sin dudarlo un instante y al segundo estaba vestido con su atuendo kriptoniano, mirando la escena desde el aire mientras un niño gritaba – Mira papa ¡Es Superman!

Cuando todo hubo acabado, Superman emprendió el vuelo hacia arriba mientras se detenía un instante para que su amigo Jimmy le sacara una foto que seguramente saldría publicada en portada mañana en el Daily Planet  y surcó el cielo a toda velocidad.

Siempre hacia arriba.

Con un poco de suerte, ese artículo sobre su otro yo que con toda seguridad escribiría Lois Lane, ocuparía el espacio del de los vertidos de la fábrica que se había olvidado por completo de redactar.

Clark ya notaba la falta de oxigeno pero a él no le importaba. Aguantaba horas la respiración, incluso días. No sentía ni frío ni calor. Solía mirar por la ventana de su apartamento a la gente, para saber si debía ponerse chaqueta o ir en manga corta y así no desentonar con el resto.

Cuando pasó la estratosfera su velocidad aminoró y se dejó llevar como un pez con la marea ante la falta de gravedad. Ése era su rincón favorito del planeta. Curiosamente fuera de él. Divisó la curvatura de la tierra en el horizonte, bañado por el sol y sin la protección de la capa de ozono.

Le gustaba el Sol.


Le reconfortaba su calidez. Su soledad.

Extendió el cuello y los brazos para disfrutar de los rayos de la joven estrella. Allí no se escuchaba nada, ningún sonido podía perturbar su paz.

- Bruce – pronunció en voz alta, traicionado por su subconsciente.

El hombre de acero apretó los dientes con fuerza. ¿Por qué no se podía sacar esa imagen de la cabeza? La de Bruce besándolo. Pero ... cómo había ocurrido eso y por qué. El murciélago siempre esquivo, siempre ignorándolo, de repente ¿le besaba?

Seguro que lo único que buscaba era reírse de él. Descolocarlo por haberlo lanzado como si fuera de papel contra aquella sucia alcantarilla y lo que más rabia le daba al kriptoniano era precisamente que lo había logrado con creces. Estaba completamente fuera de sí.

Batman siempre se salía con la suya, siempre quedaba por encima y allí estaba él, pensando todo el día y toda la noche en el murciélago. Sin poder quitarse el sabor de sus labios de la boca, sin poder dejar de oler su aroma y sin poder dejar de recordar el latido irregular de Bruce cuando se abalanzó sobre él.

- ¡Gran Rao! – exclamó Superman al darse cuenta de que su miembro había empezado a ponerse duro y que sentía calor por todo su cuerpo. –Sólo me faltaba esto.



BRUCE

Al principio todo su cuerpo se puso en alerta y el chute de adrenalina activó todos sus músculos al activarse el sensor aéreo perimetral de la mansión. Bruce estaba recostado en la cama, vistiendo una carísima bata con sus iniciales bordadas en hilo de oro,  mirando sin mirar alguna de las aburridas series que ponían en su inmensísima televisión de plasma y escuchó cómo picaban a la ventana.   Al levantarse súbitamente, sus costillas fracturadas presionaron su costado y apretó los dientes ante esta punzada de dolor. Se enderezó más despacio y se encaminó hasta el enorme ventanal del que  provenían los golpes en el cristal.

Ahí estaba él. Imponente y altivo como siempre.

Un Dios vestido con azul y rojo, con su sinuosa capa aterciopelada que se movía con el viento mientras su figura se suspendía ante él, un simple mortal que lo miraba desde abajo.

- Abre – pidió Superman.



Bruce se llevó una mano a la sien pensando que la petición era un simple formalismo. Con un simple movimiento de uno sólo de sus dedos la ventana del siglo XIX se astillaría en mil pedazos que no podrían cortarle ni un centímetro de su piel. Aceptó y desactivó el complejo sistema de seguridad que recorría toda la mansión y luego abrió la puerta tan solo un palmo, para que fuera él quien tuviera que empujarla.

Superman posó sus pies en el suelo con la elegancia de la que siempre hacía gala y caminó hasta dentro de la habitación. Bruce no quería ni mirarlo a los ojos. No esperaba que el hombre de acero moviera pieza tan pronto. 

Cuando al fin encaró los ojos del kriptoniano, éste ya le estaba sujetando las manos con fuerza por encima de su cabeza, aplastándole contra el frío cristal de la ventana que se cerró dando un estruendoso golpe.

Superman le miraba furioso. Hasta sus ojos parecían más oscuros de lo que de verdad eran. Batman lo conocía y sabía que no le iba a golpear, aún así, se preparó para el impacto. En vez de eso, sintió la lengua del hombre de acero abriéndose paso dentro de su boca.

Al principio Bruce quiso cerrar los labios, presa de la sorpresa, pero pronto la agitación del momento le sobrepasó y le devolvió apasionadamente el beso. Superman siguió devorando su boca con furia e intensidad y Bruce no se quedaba atrás pero apenas podía respirar. El calor que emitía Clark era casi sofocante. En esa posición, con los brazos estirados hacia arriba, sujetados por las enormes manos del kriptonano, las costillas le dolían.

- Espera – le dijo entre jadeos separándose un poco – Espera ... mis costillas.

Clark soltó inmediatamente sus brazos y sus pupilas se dilataron. Bruce sabía que estaba utilizando la visión de rayos X con él y se sintió invadido. El superhombre presionó entonces enérgicamente sobre un punto preciso de su costado y una de las costillas dejó de dolerle. Bruce supuso que aquel simple gesto le había colocado el hueso en su sitio y al menos una de ellas había dejado de clavarse en su interior. Volvió a alzar la vista al Kriptoniano y susurró

- No hacía f ... -Pero no pudo acabar de agradecerle a su manera, ya que Superman volvía a arremeter su boca contra la de él, esta vez más suave, más cálida. Bruce disfrutó de ese momento que sabía que recordaría toda la vida.

De pronto Superman agarró con una sola mano el muslo de Bruce y este quedó sentado contra la pared a horcajadas sobre la cintura de Superman. Sus piernas se estrecharon en torno a la cintura del kriptoniano y le apretó para sí con toda la fuerza de la que fue capaz. La envergadura del hombre de acero era desmesurada. Superman era un hombre grande. Uno noventa y ocho de altura y más de cien kilos de puro músculo.

Siguieron besándose y Bruce le agarró por el pelo dando un fuerte tirón que sabía que no le dolería. Clark se dejó llevar por el gesto y estiró su cuello hacia atrás mientras el murciélago empezó a besar toda la extensión de piel que había entre la clavícula y la mandíbula, rozándolo hábilmente con sus suaves labios.

La ropa le molestaba.

Prácticamente le arrancó la capa y la lanzó al suelo mientras no dejaba de morderle el cuello  o de intentarlo, ya que sus dientes no dejaban marca alguna en la piel del kriptoniano por mucho que esa fuera su intención.

La fiera enjaulada en el cuerpo de Bruce no tenía que reprimirse. Con Superman podía liberarse y mostrar su violencia sin ataduras. Era una catarsis nunca antes experimentada.

Batman tenía ganas de más, de mucho más. Notaba su pene totalmente empalmado y el calor amenazaba con hacer estallar su cuerpo. Podía sentir también la polla del superhombre apretándole su zona pélvica por la posición en la que estaban y Bruce empezó a mover las caderas frotándose contra su recién estrenado amante. Superman gimió y lo aplastó con más fuerza contra la ventana. Eso puso a cien al murciélago que empezó a quitarle el uniforme por la parte de arriba a Superman, dejando al descubierto su formidable pecho dorado, bañado por el Sol. Bruce se mordió el labio ante ese espectáculo, y se justificó a sí mismo. Él no podía competir contra ese superhombre, pues no era de este mundo.

Cuando se abalanzó a chupar el pezón izquierdo de Clark éste dio un respingo y soltó a Bruce como si se apiadara de su presa. El caballero de Gotham tocó con los pies al suelo.

- ¿Qué? – preguntó contrariado viendo cómo Superman se separaba cada vez más de él - ¿Qué te pasa?

- Yo ... he venido a hablar – le dijo Clark sin poder aguantarle la mirada a esos ojos grises, oscuros como las aguas del océano en la noche.

- No me jodas, Clark – dijo Bruce sin poder creérselo – Has sido tú el que has empezado esto. Ya hablaremos después – dijo mientras se dirigía desafiante hacia Superman dispuesto a acabar lo que habían empezado.

- ¡No! – Negó Superman con la cabeza, y alzó la mano señalándole que se detuviera.

- Tu voz dice que no pero tu cuerpo dice que sí ...

Superman notó como Bruce posaba sus ojos en el miembro del kriptoniano que se marcaba de manera estrepitosa en el uniforme azul marcando toda su forma fálica.

Superman volvió a negar con la cabeza.

- Yo no soy así Bruce

- ¿No eres así? ¿Cómo? ¿Gay?

- Necesito ir más despacio – le contestó Superman algo alterado.

- Pues yo no tengo tiempo para ir más despacio – le recriminó Bruce – Lárgate. Si tú no me das lo que quiero, buscaré a alguien que lo haga – y le señaló la ventana con un dedo inquisidor.

Sin mediar palabra, Clark se puso bien el uniforme y cogió la capa que estaba tirada en el suelo. Sus pies se elevaron y cuando estaba en el alfeizar de la ventana se detuvo un instante y lo miró.

- Yo no soy un cualquiera Bruce, no me trates como si lo fuera.

Y desapareció en la espesura de la noche, pensando cómo era posible que aquel hombre lo alterara de esa manera.


CONTINUARÁ ...

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