Capitulo 17: Un nuevo comienzo

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CAPITULO 17

Un nuevo comienzo

CLARK

Clark extendió la mano para coger el café que le acababa de preparar Diana y dio un pequeño sorbo.

Su estómago se quejó y dejó la taza sobre la mesa sin probarlo.

- Tómatelo – dijo la amazona al ver su cara de asco.

- No lo entiendo Diana – Negaba con la cabeza - Esto no debería haber pasado ... yo ... no ...

- Fue Hal – le dijo con total convicción la amazona – Le pareció gracioso pedirle a Zatanna que te preparara una bebida que te afectara como al resto de los mortales.

- ¿Hal? – no se sorprendió – Cuando lo vea se va a acordar de ésta.

- No tengo duda de que Bruce ya se lo ha recordado esta mañana, un gran morado en su ojo lo atestigua – sonrió complacida la princesa de Temyscira.

- ¿Bruce?– se preguntó preocupado intentando recordar - ¿Bruce estuvo allí?

- Oh sí – Diana dio un sorbo a su café – Estuvo. Fue él quien me llamó para que fuera a buscarte.

Clark elevó los ojos al techo, rebuscando en su interior, hurgando entre sus recuerdos.

Las imágenes poco a poco regresaban.

No eran claras, sino como flashes inconexos, pero lo bastante esclarecedores como para que Clark se sintiera hundido en la miseria.

La Atalaya, sus amigos, la primera copa, la segunda ... después de la tercera las imágenes se difuminaban. La discoteca, la música, las luces ... Clark se vió a sí mismo bailando con una rubia de vestido escaso, y ¡Mordiéndole el cuello! ...

- ¡Joder! – dijo en voz alta dejándose caer sobre su sofá, cuando recordó que Bruce estuvo allí y lo había visto todo - ¡Oh no! –exclamó llevándose las manos a la cabeza cuando revivió la patética escena del callejón.

No recordaba las palabras exactas, pero sí la esencia de la misma.

- ¡Oh si! – Dijo Diana dejando su taza vacía en el fregadero, algo divertida.

La amazona se puso su entallada chaqueta corta de cuero marrón y miró al kriptoniano.

- Sé que no me has pedido consejo pero es obvio que lo necesitas, así que te lo voy a dar Clark – Esperó hasta que él la miró temeroso – Bruce puede ser engreído, arrogante, frío y desconfiado – hizo una pausa ante la expresión de desagrado de Clark por sus palabras – Pero también es inteligente, listo, educado, rico y, por qué no decirlo, terriblemente atractivo. Un implacable guerrero – Sonrió – Porque aunque no sea fácil, alguien tiene que serlo... Y que no exprese sus sentimientos no significa que no los tenga - Abrió la puerta del apartamento y antes de irse, se asomó y le dijo al kriptoniano - Además, está loco por ti.

***

La ducha le sentó de maravilla a Clark. Debería sentirse avergonzado, y lo estaba, pero aún así, se sentía eufórico y una flamante sonrisa cruzaba su rostro de oreja a oreja.

Comió algo, más bien poco, ya que no quería tentar a la suerte y se puso su mejor pantalón. Un vaquero azul marino que a su entender, le venía demasiado ajustado y la camisa que Bruce le dejó el día del helicóptero.

La había lavado varias veces y había estado a punto de quemarla varias veces más, pero el Kriptoniano todavía podía captar trazos del aroma de Bruce en el suave tejido, y siempre acababa en primera línea del armario.

Le venía un poco justa, y eso resaltaba su impresionante musculatura. Al menos, en la oficina, las mujeres no se mostraban indiferentes cuando la llevaba.

Clark podía escuchar sus fogosos comentarios a kilómetros y por eso mismo, no solía ponérsela.

Por norma general, no se sentía a gusto consigo mismo llevándose ese tipo de prendas ajustadas, ya que no le gustaba captar la atención de las mujeres ... ni de los hombres.

Toda su vida había evitado precisamente eso. Ser el centro de atención. Tenía miedo de que si se fijaban demasiado en él, notaran que era ... diferente.

Pero hoy no le importaba que lo miraran, si era Bruce quien lo hacía.

Eran las siete de la tarde de un hermoso día de verano.

Se elevó por encima de las nubes, para que ningún curioso lo viera, ya que no vestía como Superman desde hacía meses, y se había dejado las gafas en el bolsillo del pantalón para no perderlas durante el vuelo.

Hoy no era Clark Kent ni era Superman, simplemente era él mismo, una mezcla de los dos.

Sintió el sol del ocaso bañando su piel, nutriéndola sin el manto de la contaminación de las ciudades.

¡Cómo había añorado volar! ¡Sentirse libre!

Jugó con las nubes y saltó entre ellas haciendo cabriolas, como si fuera un delfín danzando con las olas del mar.

¡Era realmente feliz!

Hacía mucho que no era feliz.

Le tomó media hora llegar hasta la mansión. Podría haberlo hecho en tres o cuatro minutos pero quería ensayar las palabras que pretendía decirle a Bruce.

Intentó peinarse su pelo azabache y ondulado con los dedos de las manos. El volar a más de cuatrocientos kilómetros por hora es lo que tenía.

Notó que las defensas aéreas de la mansión estaban levantadas, así que se paró ante la verja de la entrada y picó al interfono.

La puerta se abrió sin tener que articular palabra.

Caminó hasta la entrada principal de la mansión, picó dos veces sobre la puerta de madera antigua, revestida por supuesto de una aleación de acero y titanio que la hacía prácticamente infranqueable.

- Señor Wayne – escuchó a Alfred tras la puerta con su superoído – Es el señor Kent -

Se hizo un silencio y Clark empezó a perder la confianza con la que había venido - ¿Le hago pasar? – insistió.

- Ya abro yo la puerta – escuchó la voz de Bruce.

- ¿Usted? – preguntó asombrado el mayordomo.

- ¿Qué pasa Alfred, no me crees capaz de abrir una puerta?

Clark escuchó a Bruce atravesar la biblioteca, el salón de lectura, un pasillo, otro pasillo, giró a la izquierda, bajó por la gran escalinata ... ¡Era desesperante!

Finalmente abrió.

El kriptoniano había ensayado lo que pretendía decirle, todo lo que sentía, todo lo que ... pero cuando lo vio, plantado ante la puerta, con un pantalón de chándal ancho de color gris y una bata del mismo color entreabierta que dejaba ver su torso desnudo. Clark tan sólo pudo articular un tímido – Hola - ¿Lo hacía a posta, se esforzaba por resultar tan seductor? O es que ¿Simplemente lo era?


El murciélago lo miró con expresión neutra, no mostraba ninguna emoción así que Clark tragó saliva y acabó de perder la poca confianza que le quedaba.

- Hola – contestó suavemente Bruce sin apartarle la mirada.

¡Bien! Algo es algo – pensó el kriptoniano – Al menos no llevaba puesto el anillo de kriptonita.

- Esto ... - Balbuceó Clark – Me han despedido del trabajo ... otra vez – dijo con sonrisa nerviosa - Así que ... tengo el día libre – Hizo una pausa para mirarle a los ojos buscando una reacción que no encontró – No sé ... podríamos ver una película o hacer lo que tú quieras.

- ¿Eso es una disculpa? – preguntó Bruce apoyándose sobre el marco de la puerta.

El murciélago estaba disfrutando sin duda, pero Clark sabía que se lo tenía bien merecido.

- Eso es un ... quiero comenzar de nuevo contigo.

Bruce suspiró y esbozó una muy leve sonrisa relajada que al kriptoniano le llenó de júbilo.

- Pasa – dijo escuetamente echándose tan sólo un poco a un lado de la puerta, obligando a Clark a rozar su cuerpo con el de él – Bonita camisa – admitió observando la mercancía.

- Gracias – sonrió Clark al sentir los ojos de Bruce clavados en su trasero – Me la regaló mi novio. – Dijo sabiendo que Bruce odiaba esa palabra.

- Buenas tardes señor Kent – dijo formalmente el mayordomo bajando la escalera.

- Buenas tardes Alfred – contestó el kriptoniano.

- Me alegro de verle de nuevo – dijo Penyworth cordialmente - Ahhh, señor Wayne, lamento decirle que mi hermana está enferma y voy a ir a visitarla ... unos días.

- ¿Tu hermana? – preguntó Bruce contrariado - ¿La que vive en Londres?

- No tengo otra hermana, así que sí, esa misma – le contestó sarcástico – Y le informo que me llevaré al señorito Grayson para que me haga compañía aprovechando que aún no han empezado las clases.

- De acuerdo – Contestó algo dudoso el millonario.

- No se preocupe señor Wayne, estoy seguro que el señor Kent satisfará todas sus necesidades.

Clark abrió los ojos y miró a Bruce, que le lanzó una mirada lapidaria a su amigo/mayordomo.

- Saldremos en una hora, lo justo para preparar las maletas – especificó Alfred.

- Llévate un avión de la compañía – dijo Bruce mientras empezaba a caminar escaleras arriba.

- Me honra con su generosidad – agradeció Alfred, que ya tenía pensado no viajar en turista.



BATMAN

Clark subió la escalinata tras Bruce. Estaba seguro que si lo perdía de vista, no sabría situarse en aquella inmensa mansión. Era un derroche de gasto y de dinero innecesarios, pero a Bruce le sobraban ambos, así que ...

Siguió al murciélago que abrió un portón doble, exquisitamente tallado en madera de nogal. Clark nunca había estado en esa sala.

Al entrar no pudo evitar maravillarse.

Era un enorme Salón con el techo abovedado de madera de nogal, con motivos vegetales exquisitamente tallados. Las paredes estaban recubiertas en su totalidad por estanterías de madera del mismo color que albergaban colecciones y colecciones de libros. Algunos eran nuevos, y otros eran muy antiguos, a juzgar por el desgaste y el olor a pergamino antiguo.

Enormes escaleras cubiertas por alfombras también de color verde subían hasta las plantas superiores, adornadas con barandas perfectamente talladas.

El suelo también era de tarima de nogal.

Repartidos por la Sala habían diversos sofás de piel vuelta de color verde oliva, y unas magníficas lámparas de araña colgaban del techo dotando al lugar de una tenue calidez.

Aquella biblioteca era más grande que la de la de la universidad a la que había ido Clark.

Por fuera, la mansión de Bruce parecía enorme, pero por dentro, simplemente era espectacular. Un museo convertido en domicilio en el que no se había escatimado en gastos.

- ¿Nunca habías visto una biblioteca? – presumió Bruce

- Como ésta, no – Confesó Clark maravillado.

Por primera vez pensó que la colosal fortuna de los Wayne servía para algo más que para nutrir a Batman de todos sus artilugios de última tecnología. Por primera vez sintió la diferencia abismal entre la vida que había llevado en su humilde granja y la del niño rico que heredó la fortuna de sus padres demasiado pronto.

- ¿Alfred dijo una hora? – Preguntó burlonamente Bruce cerrando las puertas de la gran sala.

No hubo obtenido la respuesta y Clark ya se había abalanzado sobre él, como dos imanes que se hubieran liberado de la fuerza que los separaba. Sus lenguas se entrelazaron apasionadamente en un beso salvaje y voraz.

Clark agarró a Bruce por el cuello, tirándole del pelo para devorar posteriormente el cuello del murciélago, que se separó un segundo para quitarse la bata y dejarla caer al suelo.

Cómo pudo, presa de las caricias casi violentas de Clark, empezó a desabrocharle la camisa hasta que a causa de la impaciencia, le arrancó de un solo tirón todos los botones que le quedaban.

Ninguno estaba dispuesto a esperar más.

Clark empezó a bajar sus manos, hasta que detuvo una de ellas sobre los glúteos del murciélago, sobando su culo trabajado con ansía contenida, mientras que la otra, la metió por dentro del pantalón, buscando su miembro que estaba ya totalmente empalmado.

Empezó a besarle primero los pezones, más suavemente, pues Bruce era muy sensible en esa zona. Lo podía notar en el aumento de sus latidos. Después descendió hasta las abdominales perfectamente definidas, lamiendo todas y cada una de las cicatrices que cruzaban la pálida y exquisita piel.

El murciélago se deleitaba con cada roce de los labios abrasadores del kriptoniano, con cada lamida de su lengua sobre su cuerpo que se estremecía de placer como nadie antes había conseguido darle.

Bruce se agarraba al cabello negro de Clark, hundiendo sus dedos entre las ondas brillantes mientras cerraba los ojos y simplemente se dejaba llevar al notar su miembro engullido por completo por la garganta de Clark.

Si el kriptoniano continuaba así, no duraría mucho tiempo, así que le tiró del pelo para acercar su rostro al propio y así besarle apasionadamente en los labios.

El sabor del kriptoniano era el más exquisito de los manjares.

Clark acabó de quitarse los pantalones con impaciencia y se escuchó un fuerte crack cuando la ropa de desgarraba.

Bruce sonrió mientras seguía besando al kriptoniano, pensando que le estaba bien empleado, por llevarlos tan apretados.

A Clark le encantaba ver sonreír a Bruce. Le agarró por debajo de los muslos y se lo llevó en volandas hasta el sofá más cercano, allí lo dejó caer sin miramientos, al fin y al cabo, Bruce no era ninguna damisela a la que tuviera que cargar delicadamente, y se abalanzó sobre él, forzándolo a abrir las piernas.

Bruce se revolvió y consiguió aprovechar la fuerza del kriptoniano en su contra hasta que fue él quien quedó arriba y Clark entre sus piernas.

Se detuvo a admirar el cuerpo perfecto de su amante.

Juega con ventaja – pensó con algo de envidia – Ni siquiera es humano, pero es ... todo mío.

- ¡Bruce! – se escuchó mientras picaban a la puerta de la biblioteca – ¿Estás aquí? – preguntó Dick desde el otro lado.

- ¡Joder! – Exclamó el millonario mientras buscaba su ropa por el suelo - ¿Ya ha pasado una hora?

Clark esbozaba una sonrisa mientras veía a Bruce totalmente fuera de sí, nervioso como pocas veces antes lo había visto.

Se puso el pantalón lo más de prisa que pudo y la bata.

Clark estaba decidido a decirle que la llevaba del revés pero Bruce le amenazó con el dedo para que no abriera la boca, así que el kriptoniano, divertido, decidió no contradecirle.

Bruce abrió de golpe la puerta.

Evidentemente Clark se había esfumado.

Grayson miró a su padre adoptivo, aunque jamás le había llamado así, de hecho le llamaba por su nombre de pila, Bruce, o Viejo, cuando éste no podía escucharle.

Observó que tenía el pelo despeinado, un visible rubor en las mejillas, la bata puesta del revés y un más que evidente abultamiento en la zona del paquete, que ese fino pantalón no conseguía disimular.

- ¡Joder Viejo, eres mi ídolo! – exclamó el joven con orgullo - Si hubiera sabido que estabas con uno de tus ligues no te hubiera venido a molestar.

- No es molestia Dick – consiguió articular Bruce lo más dignamente que pudo – Que te lo pases bien en Londres – dijo y cerró la puerta, dejándose caer de espaldas contra ella – ¡Ahhh, y no vuelvas a llamarme Viejo! – amenazó volviendo a abrir la puerta y cerrándola inmediatamente después.

- ¿Viejo? – escuchó al kriptoniano preguntar desde el techo, donde éste se había escondido.

- Ni una palabra Clark – le reprochó.

- A mí no me pareces viejo – le dijo con su voz seductora mientras bajaba y le acariciaba la mejilla.

El murciélago estuvo a punto de rehuir el contacto pero recordó que lo que deseaba era todo lo contrario, y se lanzó a devorar de nuevo los labios de Clark.

Al fin estaban solos.

Bruce iba vestido, sin embargo Clark seguía totalmente desnudo.

Esta vez fue el murciélago el que lanzó al kriptoniano sobre uno de los sofás de la biblioteca y se sentó a horcajadas sobre él, teniendo sus manos libres para disfrutar todos los rincones de ese cuerpo, para su total deleite.

Besó su cuello mientras llevaba los brazos del kriptoniano hacia atrás, dejando las manos juntas por encima de la cabeza, y sujetándolas con una de las suyas.

- No te muevas – le susurró al oído antes de morder el lóbulo de su oreja.

Clark accedió a los deseos de su amante, dejando las manos quietas. Sabía que a Bruce le gustaba "dominar" Podía sentir su completa excitación cuando llevaba las riendas de la situación. Ése era un atisbo de la personalidad de Batman, que Bruce nunca había podido subyugar.

El murciélago empezó a clavar sus dedos por toda la musculatura pectoral del kriptoniano y le mordió bajo la clavícula. Bruce sabía que no tenía que contenerse ni con la fuerza ni con la violencia, y lo estaba disfrutando.

Agarró fuertemente su muslo y lo alzó dejando visible la entrada de Clark , embistiéndola todavía con el pantalón puesto, lanzando gemidos roncos de completa satisfacción.

Por segunda vez, Clark tuvo la impresión que Batman había salido a escena, y era el caballero oscuro de Gotham el que estaba encima de él, dispuesto a dejar las cosas claras.

Pero Clark tenía sus dudas sobre si eso sería posible, ya que dudaba que Batman fuera capaz de introducirse dentro de él.

No quería frustrarlo ni decepcionarlo así que tomó una arriesgada decisión.

- Ponte el anillo – dijo el kriptoniano después de pensarlo mucho.

Batman no podía creer lo que había escuchado.

Clark le había dejado claro que jamás volviera a utilizar la kriptonita contra él, y ahora le decía precisamente lo contrario.

El murciélago se levantó y miró lujurioso a Clark, tumbado sobre su sofá, completamente desnudo, con las manos encima de su cabeza, dispuesto a dejarse tomar y salió de la biblioteca, sin dudarlo ni por un instante.

Al cabo de tres minutos, volvió a entrar por la puerta con el anillo puesto en uno de sus dedos.

Clark se estremeció al verlo. Sintió la mirada sombría del señor de la noche que se colocó ante él, sin mediar palabra.

Con determinación, volvió a sentarse encima del kriptoniano dejando a éste entre sus piernas.

Batman pudo ver un ligero temblor en el cuerpo de Superman, su respiración se había acelerado y cerraba los puños con fuerza, apretando las mandíbulas. Todos los músculos de su cuerpo estaban contraídos, y su miembro, aunque seguía siendo enorme, ya no estaba erecto.

- Abre los ojos, Clark – le susurró suavemente Batman, como si Bruce hubiera vuelto de pronto – No tenemos que hacerlo así, si no quieres – le dijo con total sinceridad.

Clark intentó relajar los músculos y afirmó con la cabeza.

- Quiero hacerlo – dijo entrecortadamente, liberando algo su mandíbula – Quiero que me lo hagas.

- Entonces escúchame ... mírame a los ojos – le pidió mientras le giraba la cara obligándole a encararlo – El dolor no es tu enemigo Clark, no luches contra él. No te resistas .... El dolor hace que te sientas más vivo ... siéntelo en tu interior ... siéntelo dentro de ti ... Disfrútalo – Le besó suavemente la clavícula - Profundiza en esa emoción y vuélvela a tu favor.

Su voz era como la de un susurro en la mente de Superman, que poco a poco se dejó llevar por las palabras de su amante, relajándose cada vez más, familiarizándose con la extraña sensación.

Clark había sido herido muchas veces en combate, pero nunca había afrontado el sufrimiento de la manera en que Bruce lo hacía.

Siempre se preguntó cómo Batman seguía levantándose una y otra vez, por más duro que lo golpearan, por más daño que le infligieran.

El control mental del murciélago era igual de extraordinario que su control físico.

El kriptoniano sintió entonces la lengua del murciélago subir por su vientre, hacia su pecho ... su clavícula ... su cuello, devorando su piel con desatada pasión, hasta que se hizo con sus labios.

Clark acabó de relajar su mandíbula y empezó a disfrutar de aquel beso, abriendo los ojos poco a poco.

Batman observó un débil color verdoso en los ojos de su amante, producto del efecto de la radiación de la kriptonita.

Eran unos ojos hermosos, incluso envenenados por la piedra de su mundo natal.

Lo único que quedaba de su mundo extinto era lo único que podía matarle. No dejaba de ser irónico

- Disfruta del dolor, Clark – siguió susurrándole al oído – Dolor y placer van unidos de la mano ... Déjate llevar por la intensidad de las dos sensaciones y verás que puedes llegar a fundirlas en una sola.

El murciélago agarró el glúteo del kriptoniano y le subió la pierna desde el muslo, sabiendo que esa posición le resultaría más cómoda. Llevó la otra mano a la entrada de su amante, en la que introdujo dos dedos, que había ensalivado segundos antes.

Clark al principio se revolvió ante la sensación, pero Bruce era un experimentado amante y sabía exactamente qué tocar, cómo y cuánto para sumirlo en un estado de excitación como nunca antes el kriptoniano había conocido.

Cuando Batman estuvo seguro de que Clark estaba preparado, se bajó los pantalones e introdujo su miembro en él, implacable pero lento. Tenía que permitir que el cuerpo del kriptoniano se acostumbrara, y no dejaba de estar pendiente de los efectos que la kriptonita tenía sobre él.

Clark gimió y se estremeció ante esa invasión de su intimidad. No podía creer el mar de sensaciones que le recorrían su cuerpo y su mente. Quizás fuera la intensidad de tener dentro a su amante, quizás fuera la kriptonita lo que le nublaba el juicio, pero lo único que sabía con certeza era que estaba disfrutando de ese momento como si no existiera nadie ni nada más que ellos dos.

El miembro del kriptoniano volvió a cobrar fuerza y dureza y esa fue la señal para que

Batman empezara a envestirlo firme y rápidamente. Iba y venía y con cada movimiento, gemían al unísono, sin contenerse.

Nadie podía oírlos, no había nada ni nadie de quien esconderse.

Los dos nunca habían sido más ellos mismos que en ese preciso instante en que Batman se corrió en el interior del kriptoniano, y éste hizo lo mismo, segundos después, hábilmente masturbado por su amante.

Clark bajó las manos que había dejado todo ese rato encima de su cabeza y rodeó la cintura de su amante, que seguía encima suyo, respirando agitadamente después del esfuerzo físico.

Batman pudo notar unos pequeños espasmos en el cuerpo del kriptoniano, y aunque hubiera preferido no hacerlo tan apresuradamente, salió de su interior, lanzando un gemido de disconformidad. Se quitó el anillo y lo metió en una pequeña caja de plomo de la que Clark no se había percatado.

Clark abrió los ojos a sobremanera y un intenso rubor cubrió sus mejillas. Sus ojos se tornaron del azul cielo intenso de siempre y sonrió, apretando a su amante entre sus brazos con excesiva fuerza.

- ¿Voy a tener que volver a ponerme el anillo otra vez? – alegó Bruce agobiado por aquel abrazo sobreprotector.

- Ya he tenido bastante kriptonita por hoy – le confesó el kriptoniano sonriendo mientras aflojaba algo su fuerza.

- ¿Cómo te encuentras?

- Estoy ... bien ... estoy más que bien .... Ha sido ... muy ... intenso – contestó Clark luchando por encontrar las palabras exactas. Su elocuencia periodística caía en el olvido ante aquel hombre, que lo estaba volviendo loco.

Bruce se deshizo del abrazo y se levantó, subiéndose el pantalón y peinándose su pelo castaño y liso con los dedos.

- Espera, te traeré algo de ropa – le dijo al kriptoniano, viendo que éste había roto sus vaqueros al quitárselos y la camisa no conservaba ningún botón.

- ¿Me has roto la camisa? Era mi camisa favorita – El kriptoniano puso gesto de desaprobación – Me debes una nueva.

- Y tú me debes un satélite de telecomunicaciones – Sonrió cínicamente el murciélago – Cuando me lo pagues, te compararé una camisa igual – Alzó una de sus cejas – Además ¿Esa camisa no era mía?

Clark se levantó hasta la posición del murciélago y le agarró con ambas manos el rostro obligándole a besarlo.

- Todo lo que hay aquí es tuyo – Sentenció Clark.

Bruce se incomodó por semejante afirmación y salió de la biblioteca.

***

Media hora después, los dos hombres empezaban a cenar en la gran cocina de servicio de la mansión.

Aunque ahora tan sólo Alfred servía allí, la mansión albergó en sus tiempos iniciales más de treinta empleados así que aquella cocina seguía siendo más grande que todo el apartamento de Clark, y aunque era de estilo clásico, como toda la mansión, seguía siendo elegante y acogedora.

Bruce había sacado varios platos de comida que Alfred había dejado preparados en la nevera y los había puesto en el microondas, que era el único electrodoméstico que sabía manejar.

Un plato para él, y cinco o seis para el kriptoniano.

- Te he dejado ropa encima de la silla – se quejó Bruce al ver que Clark vestía solo con los calzoncillos.

- ¿Te pongo nervioso? – preguntó el kriptoniano con picardía dejando sus espaguetis a un lado, y acercándose a él.

- No me vas a dejar comer ¿Verdad? – sonrió el murciélago.

- Nooo – le dio la razón el kriptoniano abalanzándose sobre él, obligando a Bruce a apoyar su espalda sobre el mármol de la isleta central de la cocina.


Sus besos sabían a pasta italiana.

A Bruce le encantaba la pasta italiana.

Clark apartó de un manotazo todos los platos de encima del mármol y levantó las piernas de Bruce para que se sentara sobre la fría piedra. Le bajó los pantalones y los calzoncillos sin dilación y se puso de rodillas, para empezar a succionar el miembro ya erecto de Bruce.

El murciélago se dejó caer sobre el mármol disfrutando del abrasador aliento de su amante en su polla. La succionaba por completo, de arriba abajo, engulléndola en su totalidad, mientras que con sus manos, masajeaba sus caderas, facilitando el vaivén.

No pudo aguantar mucho más y se vino en la boca de Clark, que se lo tragó todo, relamiéndose los labios.

Bruce se estremeció ante esa imagen y volvió a agarrarle del pelo para besarlo de nuevo, sintiendo sus propia esencia y Clark aprovechó que estaba erguido para bajarse los calzoncillos e introducirse dentro de él.

El murciélago apretó las mandíbulas al sentir el enorme tamaño del kriptoniano en su interior. Sus ojos se humedecieron por el dolor, pero para Bruce, el dolor nunca había sido un problema.

El dolor lo había acompañado durante toda su vida, y ya no sabía lo que era vivir sin él.

Al poco, la estrecha entrada de Bruce fue acostumbrándose y el kriptoniano aumento la velocidad percatándose de ello.

Algunos platos cayeron al suelo, rompiéndose estrepitosamente mientras Clark llegaba al clímax.

Cuando Bruce se recuperó, se puso de pie tambaleándose, recogió su ropa del suelo y se dirigió a las escaleras.

- Recoge todo esto Clark, voy a salir a patrullar – le miró seriamente – Y no rompas nada más, te lo pido por favor ... era porcelana del siglo XIX.

Clark miró avergonzado el estropicio que acababa de armar y sonrió como un niño sonríe a su padre cuando le han pillado haciendo algo que no debería haber hecho. Iba a decirle que se lo pagaría, pero ¿Cómo? No tenía ahorros ni trabajo, así que prefirió no decir nada e intentar no destrozar ninguna reliquia familiar más.

- ¿Quieres que me vaya?– preguntó temeroso el kriptoniano, pensando que a Bruce quizás no le gustara que se paseara por su casa estando él ausente.

- No – Dijo más rápido de lo que le hubiera gustado – Espérame en la cama.




CONTINUARÁ ...

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