Capitulo 18: No le hagas enfadar

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Capítulo 18

No le hagas enfadar

OLIVER

A Clark le costó dormirse esa noche.

Estaba tumbado en la cama de Bruce, en la habitación de Bruce, en la casa de Bruce. Envuelto entre sus sábanas ... pero Bruce no estaba.

El kriptoniano reprimía la tentación de salir a buscarlo por las calles de Gotham, pero debía darle el espacio que sabía que necesitaba.

Batman llevaba patrullando aquella lúgubre ciudad más tiempo del que él llevaba siendo Superman, y hasta ahora lo había hecho más que bien, así que era perfectamente capaz de cuidarse solo.

Aún así Clark no podía evitar preocuparse.

A las cuatro de la mañana escuchó el Batmobil adentrándose en la cueva, por la entrada de la cascada más allá de la interestatal, pero Bruce no subió a la mansión.

Dos horas más tarde, Clark bajó a la batcueva y lo encontró dormido, apoyado sobre el enorme ordenador, aún con el traje de Batman puesto, aunque sin la máscara.

Clark no hizo ningún movimiento, sus pies se elevaron unos centímetros del suelo para no hacer ruido, ya que sabía que el oído del murciélago era extremadamente sensible y lo despertaría.

Lo observó con detenimiento, como no se atrevía a hacer cuando estaba consciente. Su respiración era pausada y tranquila. No estaba herido, al menos esa noche, no. Su rostro anguloso, la nariz perfecta, sus labios, su pelo liso, brillante y castaño.

Clark nunca se había fijado en otros hombres, no como se fijaba en Bruce. Pero no mirarlo, le resultaba imposible. Se estremecía ante su mera presencia.

El kriptoniano sabía que su corazón estaba en manos de aquella criatura atormentada. Por más que quisiera, esa era una verdad que no podía negar.

Una verdad que le estaba arrastrando hasta lo desconocido.

Lo dejó dormir.

Estaba claro que lo necesitaba.

***

Cuando Clark se levantó, se estiró desperezándose entre aquellas carísimas sábanas de seda y miró hacia el otro lado de la cama.

Bruce tampoco estaba, pero había una nota diciendo que había tenido que ir a una reunión a la sede central de Empresas Wayne, y que no le esperara para comer.

El kriptoniano se sorprendió, ya que Bruce, rara vez se dejaba ver por alguna de sus empresas. Éstas eran gestionadas por la junta de accionistas o por personas de su confianza, como Lucius, y aunque Bruce tomaba muchas de las decisiones importantes, siempre lo hacía desde las sombras, para que su fama de niño rico, vago, que no ha hecho nada para merecerlo, no se viera mermada.

De pronto, Clark escuchó un deportivo acercándose a la entrada de la mansión.

Eran las dos de la tarde.

Bajó las escaleras volando, literalmente, pensando que aún podrían comer juntos. Se echó el pelo hacia atrás, y se plantó ante la puerta de entrada con tan solo un pantalón de chándal negro que Bruce le había prestado, descalzo y sin la parte de arriba, dispuesto a provocar la reacción que esperaba en el murciélago.

Al estar frente a la puerta, pronto sintió que algo no encajaba. Los latidos no le resultaban familiares, la respiración era demasiado acelerada.

El timbre sonó.

Era evidente que Bruce no tocaría el timbre de su propia casa.

Clark miró a través de la enorme puerta blindada y vio que se trataba de un hombre joven, de unos treinta, como él, con el pelo corto, rubio, con los ojos verdes rasgados, de constitución delgada pero fuerte y de uno ochenta de altura. Vestía ropa cara y llevaba puesto el mismo perfume que Bruce.

No pensaba abrirle.

- Alfred abre, soy Oliver – volvió a insistir tocando al timbre.

Todos los pelos del extraterrestre se erizaron al escuchar esa voz y ese nombre. Le vino a la memoria aquella conversación telefónica que tuvo con Bruce tiempo atrás.

Volvió a mirar la cámara de seguridad y vio que se sacaba algo de los pantalones.

¡Maldita sea!- pensó – ¡El muy cabrón tiene una llave! ¿Por qué tiene una llave?

Desapareció un breve instante en el que fue a buscar sus gafas, para que no pudiera reconocerlo, y antes de darle tiempo a meter la llave, abrió la puerta bruscamente, no más de tres palmos.

El joven se sobresaltó y se alejó instintivamente de la puerta.


Clark era una mole de prácticamente dos metros de altura y más de ciento diez kilos de peso, eso unido a que iba a medio vestir mostrando toda su increíble musculatura, hacía que su apariencia fuera como poco, intimidante.

- Tú no eres Alfred – sonrió al ver lo que tenía ante sí.

- Muy observador ¿Qué quieres? – Preguntó sin contemplaciones el kriptoniano.

- Me gustaría hablar con Bruce ¿ Está en casa?

- No. No está.

- Entonces, le esperaré aquí fuera – dijo quedándole claro que ese hombre de cuerpo escultural no pensaba dejarle pasar.

Clark entró dentro de la mansión y observó a través de las paredes que el tal Óliver se había metido en su Ferrari rojo, y había puesto la música a todo volumen. – ¿Por qué no se largaba de una vez?

El kriptoniano se quedó allí plantado mientras el rubio jugaba con su móvil y echaba una cabezadita en el asiento reclinable de su carísimo coche.

Dos horas más tarde, escuchó el ronroneo de otro deportivo parando en la entrada. Esta vez sí sintió los latidos familiares.

- Óliver ¿Qué haces aquí? – preguntó Bruce dándole un apretón de manos, al cual el joven respondió con un efusivo abrazo. – Podría haber ido yo a Star City

- No importa, además hace mucho que no nos veíamos y prefería dártelo en mano – dijo mientras le pasaba a Bruce una memoria USB.

- ¿Por qué no has entrado? ¿Perdiste mi llave?

- Tu "guardaespaldas" me ha dejado claro que no era bienvenido.

- ¿Mi guardaesp ...? – Bruce sonrió, Clark, como no.

- Dime ¿De dónde lo has sacado? ¿Italia, España? – preguntaba Oliver con curiosidad.

- Kansas.

- Oh ¿Ahora te van los granjeros?

- Algo así – dijo abriendo la puerta – Oye Óliver – se plantó ante la puerta mirándolo seriamente a los ojos – No lo cabrees ¿Vale?

- Parece mentira que no me conozcas Bruce – sonrió burlonamente el rubio, palmeándole el hombro a su amigo.

Bruce pudo ver las cortinas del gran salón moverse, cosa que le hacía presuponer que Clark había escuchado toda la conversación y había salido pitando de allí para no ser visto.

- Óliver, espera aquí - Bruce subió por la gran escalinata, hasta el ala Oeste donde tenía su habitación. Allí no había nadie. - ¿Tengo que buscarte por toda la casa? – preguntó en voz baja.

Clark apareció en un abrir y cerrar de ojos ante el murciélago, que ya no se mostraba sorprendido por sus entradas en escena.

El kriptoniano le cogió por la nuca, atrayéndolo hacia sí, para poder besarle apasionadamente en los labios. Bruce le respondió dejándose hacer, abrazando el torso todavía desnudo de su amante ¿Por qué nunca llevaba camiseta? – se preguntó el murciélago haciendo un monumental esfuerzo para separarse de él.

- Tenemos un invitado abajo – dijo mientras Clark ya había empezado a atacar su cuello.

- Lo tienes tú, no yo – le contestó entre suaves mordiscos en su piel. ¿Desde cuándo era tan posesivo?

La mente del murciélago empezaba a nublarse por el deseo y comenzó a perder el control sobre su propio cuerpo mientras Clark le aflojaba la corbata y succionaba con fuerza sobre su clavícula.

- Después – susurró Bruce rozando la oreja de Clark que no dejaba de besarle.

- ¡Ahora! – aseguró el kriptoniano acabándole de desabrochar el cinturón.

Clark le bajó los pantalones, lo aplastó contra la pared y lo agarró por los muslos, levantándole las piernas del suelo.

Bruce rodeó su cuello con los brazos, sintiendo todo el peso de ese cuerpo abrasador que lo aprisionaba contra el pasillo de su mansión.

Clark rozaba su miembro contra el miembro de Bruce mientras introducía sus dedos ensalivados en la entrada de Bruce, hasta que estuvieron los dos completamente empalmados.

Cuando el murciélago sintió el miembro de Clark adentrándose en su interior no pudo evitar lanzar un gemido sordo que deseaba que Oliver no hubiera escuchado.

El murciélago clavaba los dedos en la ancha espalda de Superman que seguía arremetiendo una y otra vez, sin contemplaciones, cada vez más profundo y más rápido.

Los ojos de Bruce se humedecieron por el incipiente dolor, pero el placer era mayor que cualquier sufrimiento que pudiera sentir por las acometidas de su amante, hasta que éste fue aflojando poco a poco, corriéndose dentro de él, sin emitir ni un solo sonido.

- Te follaría todos los días, a todas horas – le susurró Clark al oído, dejándolo que apoyara los pies en el suelo.

- Pensaba que tú sólo hacías el amor – sonrió Bruce algo molesto subiéndose los pantalones y abrochándose el cinturón ¿Dónde estaba el boyscout de Smallville?

El murciélago observó al bajar la gran escalinata que el kriptoniano no le seguía. Casi que mejor- pensó, y llegó hasta el gran salón donde esperaba encontrar a Óliver, pero allí no había nadie. Conociéndole como le conocía desde hacía más de veinte años, fue directo a la cocina de servicio donde se lo encontró desvalijando la nevera de los postres.

- Deja esa tarta – le dijo irritado el murciélago.

- ¿Sigue siendo tu favorita? – preguntó mientras se metía otro trozo en la boca y observaba molesto la corbata mal anudada y el pelo revuelto de su amigo.

Bruce sacó un ordenador portátil y conectó la memoria USB que le había dado Óliver.

- Está todo encriptado ¿Qué esperabas? – preguntó Óliver sorprendido al ver la cara descontenta del murciélago – Es Lex. Seguro que en tu superbatcomputadora del sótano lo puedes piratear.

- ¿Qué pasa con Luthor? – interrogó Clark apareciendo de la nada.

- ¡Joder! – se asustó Óliver al ver al moreno, llevándose una mano al corazón.

- Óliver Queen, éste es Clark – Les presentó Bruce que seguía tecleando en su ordenador sin hacerle mucho caso a las miradas asesinas que tenían sus dos huéspedes. Clark llevaba las gafas puestas, así que su identidad secreta estaba cubierta.

Los dos hombres se observaron como dos machos alfa dispuestos a luchar, sopesando sus opciones, estudiando sus movimientos. Al menos Clark se había puesto una camiseta azul de manga corta, aunque eso no mermaba su evidente corpulencia.

- Así que de Kansas –intentó entablar conversación Óliver – Y ¿A qué te dedicas?

- Periodista

- Ahhhh – sonrió Óliver imaginándose cómo se habrían conocido. Seguro que Bruce concedió una entrevista en alguna gala benéfica y acabó tirándose al entrevistador – Y ¿Para qué televisión trabajas?

- Me han despedido.

- Así que no trabajas – sonrió como reprochándole que estaba con un multimillonario - ¿Te gusta que te mantengan?

- Trabajaba para el Planet – contestó Bruce al ver el incipiente enfado del más alto. Sólo le faltaba lidiar con los celos de ambos.

- ¿Ese diario no es tuyo Bruce? – preguntó Óliver mirando de soslayo a Clark.

- Ya no . Lo vendí.

- ¿Vendiste el Planet? – preguntó con asombro Clark - ¿Cuándo?

- Cuando dejó de trabajar en él lo único que me interesaba.

- Ya te buscará otro trabajo – le sonrió Óliver a Clark – No te apures granjero, mi Bruce siempre ha hecho lo que le ha dado la gana cuando le ha dado la gana, sin darle explicaciones a nadie. Forma parte de su encanto. Tan sólo te aconsejo que disfrutes del momento, pues suele cansarse pronto. Ahh Bruce ¿ Puedo quedarme esta noche en mi habitación? Mañana tengo una reunión en Gotham.

- No hay problema – contestó el murciélago mirando los datos en su ordenador, sin hacer demasiado caso a la conversación de Oliver.

- ¿Puedo hablar un momento contigo? – preguntó Clark que ya salía de la gran cocina con la mirada encolerizada.

- ¿Qué quieres? – Le preguntó el murciélago ya en la escalera

- ¿Cómo que qué quiero? ¿Vas a dejar que se quede en la mansión esta noche? – preguntó indignado - ¿Y qué pasa con Luthor?

- Esta es mi casa Clark, y Óliver puede quedarse el tiempo que quiera en ella – El murciélago iba a dejarlo así, pero no pudo parar – Ha sido mi amigo por más de veinte años, además, Lois también se quedó en tu casa a dormir si mal no recuerdo.

- ¿Lois? No puedo creerme que vuelvas a meter otra vez a Lois en esto.

- ¿Por qué no?

- Porque yo no me he tirado nunca a Lois y está claro que entre ese Óliver y tú ha habido más que amistad. "MI Bruce" – dijo el kriptoniano con una mueca imitando la voz Óliver – Me han dado ganas de estamparle la cara contra esa tarta.

Bruce no pudo evitar sonreír ante tal afirmación y agarró suavemente la mano de Clark.

- Se irá mañana – le dijo al kriptoniano – Sólo esta noche. Y en cuanto a Luthor, te lo explicaré más tarde, cuando estemos solos – Wayne no podía creer lo fácil que había cedido ante los deseos del kriptoniano.

- De acuerdo. Sólo una noche.

La cena transcurrió con una evidente crispación entre los dos hombres.

Clark se sentía totalmente fuera de lugar en esa conversación en la que Óliver y Bruce hablaban de sus vacaciones en Saint Tropez, de cuando fueron a las playas de Ibiza en el magnífico yate de Óliver o a aquel gran premio de Mónaco en el avión de dos plantas de Wayne Enterprises, con aquel modelo italiano o con aquella bailarina del Ballet ruso ...

La vida de Clark no podía competir con aquel estilo ostentoso con el que habían crecido aquellos dos, que parecían pasarlo en grande recordando viejos tiempos.

Incluso Bruce rió.

Dos veces.

Clark quería matar al rubito ése que le pasaba la mano por la cara cada vez que sacaba a relucir que tenía casi el mismo dinero que Bruce mientras que él tan solo era un periodista sin dinero al que habían despedido de sus últimos trabajos, insinuando que era un mantenido.

Eso despertó la ira del kriptoniano, que se sentía inferior a ellos, aunque podría haberles explicado la sensación que se tiene cuando caminaba sobre la luna, cuando viajaba alrededor del Sol, cuando rozaba las nubes con sus manos, o de cómo podía crear diamantes tan solo con aplicar su visión calorífica sobre minerales de carbono.

Pero allí el kriptoniano era sólo Clark Kent, y no Superman, y difícilmente Clark Kent podía competir con Óliver Queen.

Ya entrada la noche, Bruce se fue a su cueva, como cada día, y Clark se quedó estirado sobre aquellas solitarias sábanas de seda en su habitación.

Para despejarse, salió por la ventana a volar un rato.

El calor se mezclaba con la contaminación haciendo que la noche de Gotham resultara oscura y asfixiante. Como extenuantes resultaban los sonidos de aquella ciudad de perdición, que aunque estaba a varios kilómetros de la mansión, Clark podía escuchar como si los tuviera en el interior de su cabeza.

El kriptoniano alzó el vuelo hasta que se hizo el silencio y respiró el aire puro de su anhelado cielo nocturno plagado de estrellas.

Estuvo un largo rato allí arriba hasta que el sueño lo venció y pensó que ya era hora de bajar hasta la mansión.

Cuando estuvo de nuevo en la habitación de Bruce se quitó toda la ropa, y así, totalmente desnudo se dispuso a esperar a su amante, envuelto de nuevo entre las suaves sábanas.

Bruce no tardó mucho en llegar a la habitación.

Clark estaba prácticamente dormido, en ese momento en el que la vigilia y el sueño se funden en una misma realidad.

El murciélago se metió debajo de las sábanas y empezó a besarle el pie a Clark que se estremeció al notar su lengua caliente recorriendo todos sus dedos. Cerró los ojos y pensó disfrutar de su amante, el cual estaba dejando claro que deseaba hacer algo más que dormir esa noche.

Las manos ásperas de Bruce empezaron a subir por los tobillos de Clark ... los gemelos ... las rodillas. Le daba pequeños y tiernos besos en el interior de los muslos del kriptoniano, que poco a poco separó las piernas deseando que besara lo que tenía entre ellas.

Clark sintió el aliento el aliento de su amante al morderle en la línea de la pelvis mientras apretaba las sábanas con fuerza, aprisionándolas entre sus puños cerrados.

Realmente estaba disfrutando y su miembro estaba totalmente empalmado.

- Sabía que no me dirías que no, Bruce – dijo Óliver lascivamente cuando se disponía a engullir el miembro del hombre que estaba tumbado sobre la cama.

En ese momento, Clark abrió los ojos y aunque la noche afuera fuera oscura y no se viera prácticamente nada en la habitación, pudo vislumbrar aquel cabello rubio postrado entre sus piernas abiertas.

De un manotazo, lo lanzó más de diez metros hasta que el cuerpo desnudo de Queen chocó contra la pared que daba al pasillo de la entrada.

Sin casi darle tiempo a reaccionar, lo agarró del cuello y lo alzó de tal manera que sus pies quedaron a un metro del suelo.

El rubio se agarraba a la mano del kriptoniano intentado zafarse. Le pateó varias veces en el estómago hasta que se dio cuenta que al único que le estaba doliendo era a él, ya que aquella mole no se movía un ápice y parecía estar hecha de acero.

Los ojos de Superman se volvieron incandescentes y tiñeron la habitación de rojo.

Óliver no podía acabar de creérselo, debía ser la falta de oxígeno que le jugaba una mala pasada ¡¿Superman?!

El kriptoniano salió volando por la ventana, todavía cogiendo al rubio por el cuello y se detuvo cuando llegó a la entrada principal de la mansión.

- No quiero verte más por aquí – Le amenazó lanzándole al suelo sin contemplaciones.

El rubio tomó una gran bocanada de aire y empezó a toser. ¡Joder! Le dolía todo el cuerpo. ¡Mierda! ¡Superman! ¿Cómo podía ser? ¿Bruce se estaba tirando a Superman? Desde luego, cuando se metió en la habitación de Bruce se arriesgaba a que éste le rechazara, pero no esperaba ser apalizado por el alienígena más fuerte del universo, y encima, cabreado.

Muy cabreado.

Óliver se recuperó lo justo para ponerse de pie y se dispuso a coger su coche. Dio gracias por haber dejado las llaves puestas en el contacto, pero cuando fue a abrir la puerta, su Ferrari salió volando por los aires estrellándose más allá de lo que alcanzaba a ver con su vista.

- Te vas caminando – sentenció el kriptoniano.

Óliver tuvo claro que no estaba en posición de discutirle nada al Gran Azul, y empezó a avanzar por el camino de salida de la mansión. Le dolía todo el cuerpo, y estaba desnudo como cuando su madre lo trajo al mundo, pero daba gracias por no haber acabado estampado en alguna cuneta como su flamante deportivo.

¡Mierda! Le encantaba ese coche.

Siempre había tenido la imagen de Superman como el gran héroe de Metrópolis, un buenazo que estaba dispuesto a ayudar a todo el mundo. Qué poco se parecía ese tío a aquel ser encolerizado que le miraba amenazante.

Óliver supuso que no le había sentado nada bien al kriptoniano que se metiera en la cama de su amante y casi le practicara una felación a Superman pensando que era Batman.

Bastante lógico que se hubiera puesto así, con razón Bruce le había avisado de que no le cabreara.

¡Jodido Bruce! – pensaba mientras las piedras del camino se clavaban en sus pies descalzos – Te estás calzando a Superman. Desde luego, hasta en eso tienes que ser el mejor.

***

Cuando Bruce se metió en su cama, poco rato después le preguntó a Clark por Óliver, ya que no había visto su coche en la entrada.

- Tuvo que irse – contestó Clark antes de estrechar entre sus brazos a su amante.

- ¿En mitad de la noche? – preguntó incrédulo.


CONTINUARÁ ...

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