Capitulo 19: ¿Podrías hacerlo?

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CAPITULO 19

¿Podrías hacerlo?

SUPERMAN

A la mañana siguiente Bruce encontró a Clark tostándose al sol, al borde de la piscina exterior que estaba en la zona sur de la mansión, a la que Bruce rara vez acudía.

Estaba tumbado sobre la hierba con un bañador tipo bóxer de color negro, que por supuesto no era suyo, y las gotas de agua resbalaban por su impresionante cuerpo, al compás de la respiración del kriptoniano.

Su piel dorada, sus músculos perfectamente definidos, sus labios carnosos dibujando una dulce sonrisa de felicidad. Eran la imagen más erótica que Bruce jamás había visto. Casi se le olvidó el por qué había ido a buscarlo, casi estuvo a punto de lanzarse sobre él y lamer todas esas gotas de agua a las que envidiaba.

Casi.

- Clark, he visto la grabación de las cámaras de seguridad de la entrada de la mansión – dijo mientras el kriptoniano abría un poco los ojos para mirarlo – Sé que lanzaste por los aires el Ferrari de Óliver, lo que no sé es por qué – Hizo una pausa para frotarse el puente de la nariz – Pero lo que más me "intriga" es: por qué estabais los dos completamente desnudos y por qué le agarrabas por el cuello mientras lo llevabas volando.

El kriptoniano se volvió a tumbar sobre la hierba mojada, obviando al mayor.

- Mejor lo hablas con tu "amigo"

- Te lo estoy preguntando a ti.

- ¿Quieres saber la verdad? – Dijo incorporándose molesto - Pues tu viejo amigo se metió en tu cama, completamente desnudo, pensando que estarías allí, y cuál fue su sorpresa cuando era yo, al que encontró. – Evidentemente, Superman omitió algunos pequeños detalles.

Bruce le había pedido la verdad, no toda la verdad.

- Hablaré con Óliver.

- Dale recuerdos de mi parte – dijo antes de tirarse de cabeza al agua, sin levantar prácticamente ni una gota.

El hijo de Kriptón sabía que Óliver no se atrevería a contarle los detalles escabrosos de su encuentro nocturno, pues no sólo se enfrentaría a la furia de Superman, sino también a la del murciélago. A cual peor.

Además, el hecho que supiera que Bruce era Batman y hubiera mantenido el secreto durante tantos años le hacía pensar que su identidad como Clark Kent estaba a salvo. Eso satisfacía al kriptoniano, pues Clark sabía que había sido una irresponsabilidad desvelar así su verdadera naturaleza. En aquel momento de furia no lo pensó lo suficiente, y si lo hizo, a quién quería engañar, no le importó lo suficiente, ya que no era lo mismo que intentara robarle el novio a un periodista desempleado que al mismísimo Superman.

Extraña dicotomía.

El kriptoniano, se alzó volando, tan solo hasta que sus pies rozaron la superficie del agua, y empezó a caminar sobre ella como si fuera una pintura de algún dios bíblico.

Alargó la mano hacia su amante.

- ¿Te bañas conmigo?

- Hace años que no me meto en esta piscina, no me sienta bien el Sol.

- ¿Así que puedes enfrentarte a todos los villanos de Gotham pero temes quemarte tu pálida y suave piel con el Sol? – preguntó sonriendo Clark sabiendo que Batman jamás negaba un desafío.

- ¿Suave? – Se contrarió el mayor, sabiendo que aceptaba el juego.



Al momento, Bruce se estaba desvistiendo, del todo. Y así, totalmente desnudo se adentró en el agua, tirándose de cabeza como si se tratara de un nadador olímpico.

Clark volvió a sumergirse y se dirigió hacia donde estaba su amante, que sacaba la cabeza fuera del agua y se aguantaba con la mano al borde de la piscina.

Bruce lo buscó sin encontrarlo, y se sobresaltó al notar el calor abrasador en su pene. El contraste con el agua fría hizo que empezara a gemir cuando sintió cómo le engullían el miembro.

Alargó los brazos y los puso sobre el borde de la piscina, con la espalda tocando la pared de la misma, dispuesto a disfrutar de su momento de placer.

Se alegró al pensar que Superman no necesitaría salir a la superficie para respirar.

Y así fue.

BATMAN

Por la tarde, en la batcueva, Bruce le enseñó los archivos encriptados que Óliver había conseguido de la Lex Corp, ya que al parecer, se estaba tirando a la directora de ciencias aplicadas de la compañía y aprovechó un descuido de ésta para copiar los datos de su ordenador personal.

Al menos, la fogosidad del rubio había servido para algo más que para arruinar al seguro de su coche y cabrear al kriptoniano.

La Lex Corp estaba fabricando las armas que Leocadio y su grupo de la SCU utilizaron el día que la teniente disparó a Superman, al igual que el explosivo plástico utilizado en el atraco al banco central donde se robaron los siete kilos de kriptonita. El hallazgo más grande jamás encontrado de la piedra verde. También habían bocetos sobre prototipos de cañones de pulso electromagnético, balas de Kriptonita líquida, gases altamente tóxicos y un largo etcétera.

Sin duda, todo eran armas fabricadas con el único propósito de incapacitar o matar a Superman.

El odio de Luthor hacia el kriptoniano era bien sabido por todos, pero ¿Por qué se había metido el departamento de policía de Metrópolis en medio? y lo que era peor ¿Por qué Amanda Waller también estaba implicada? Si lo estaba, sólo significaba que los federales también estaban metidos en el asunto.

De momento Bruce estaba investigando estas conexiones, y en el fondo se alegraba de que Clark hubiera colgado la capa. Ya que le preocupaba que el gobierno de los Estados Unidos quisiera acabar con Superman.

No era un villano de nombre ridículo o un perturbado mental de mente asesina, era el jodido gobierno de los EEUU.

Una maquinaria de recursos inagotables a la que no se podía vencer.

Eso no significaba que el kriptoniano hubiera dejado de utilizar sus poderes para evitar catástrofes naturales, o grandes incidentes, sino que lo hacía de forma discreta, sin dejarse ver. Actuando en las sombras, demasiado rápido para ser captado por el ojo humano, y Bruce no pensaba presionarlo con el tema.

Mantendré un perfil bajo – Le había dicho el kriptoniano.

Al menos, actuando de esa manera estaba a salvo, aunque Superman no era estúpido y sabía que cada vez que intervenía podía ser una trampa preparada por los federales y tomaba las precauciones oportunas.

***

Esa noche era la última noche que pasarían solos en la mansión, pues Alfred y Dick volvían a la mañana siguiente de Londres, y Clark ya le había dicho a Bruce que se iría a su apartamento de Metropolis.

Parecía mentira que hubieran pasado ocho días desde su partida.

Bruce pensó que su marcha no le importaría tanto, pero lo cierto es que hacía más de diez minutos que miraba aquel plato de sopa fría, sin poder llevarse una cucharada a la boca. Tenía el estómago totalmente cerrado.

Clark sin embargo, comía como si fuera un naufrago al que acababan de rescatar, aunque de pronto, dejó de hacerlo y subió el volumen del televisor.

Un terrible tsunami había asolado Japón, provocando miles de muertes y desaparecidos, y lo peor estaba por venir, ya que la refrigeración de los reactores de la central nuclear de Fukushima había fallado con el consiguiente peligro de radioactividad.

Los dos hombres se miraron.

Las palabras no hicieron falta.

- No sé cuando tardaré – dijo Clark poniéndose en pie.

- Te estaré esperando.

Clark desapareció, para reaparecer instantes después vestido como Superman.

Bruce se puso de pie, debatiéndose entre la preocupación y la satisfacción, y puso la palma de su mano sobre la gran "S" de su amplio pecho.

- Me alegra verte vestido de azul de nuevo.

Superman alzó su mano rozando la mejilla de su amante y se esfumó tan rápido que en un simple parpadeo Bruce supo que estaría volando hacia el Pacífico Norte.

***

Cuando Alfred llegó a la mansión, acompañado por el joven Dick, no le preguntó a Wayne por su compañero, ya que era evidente, por las noticias, que Superman se encontraba en Japón haciendo lo que mejor sabía hacer.

Ayudar y salvar vidas.

En los seis días que se le vio por la zona, no dejó ni un instante de hacer todo lo que pudo para paliar los efectos de aquella catástrofe.

Era un héroe.

La prensa no se atrevió a sacar a relucir la orden de detención internacional que pesaba sobre el hombre de acero por la incomparecencia ante el juzgado que llevaba la causa de la muerte del ser conocido como Parásito y de dos personas que murieron durante el día de los altercados en la pelea de éste contra Superman.

Se hubieran tirado encima a toda la opinión pública, que clamaba de júbilo por el regreso de su héroe planetario.

Batman decidió aprovechar la ausencia del kriptoniano para hacerle una visita a la teniente Leocadio.

Clark le había contado el odio que podía sentir en la policía, le había dicho que era algo personal para ella, pero tal y como había corroborado el murciélago, Leocadio y Superman jamás se habían encontrado antes del atraco al banco central. Entonces ¿Por qué?

Decidió que ya era hora de que el murciélago le hiciera una visita.


Mientras ésta dormía, Batman desactivó el intrincado sistema de seguridad de su apartamento sin excesivo esfuerzo y se coló en el dormitorio.

La agarró fuertemente del cuello dispuesto a hacerla hablar. Implacable y letal.

A Batman poco le importaba que fuera un miembro de las fuerzas policiales, él hacía lo que tenía que hacer sin importarle a quién tuviera que interrogar o cuántos huesos tuviera que romper para descubrir la información que necesitaba.

Pero Leocadio era rápida y de un solo gesto, golpeó sobre el nervio del codo al murciélago, obligándolo a abrir la mano y liberarla.

Lo había cogido por sorpresa.

No volvería a pasar.

Batman le agarró una de las muñecas doblándosela en un movimiento antinatural para el codo, inmovilizándole el brazo tras su espalda, tumbándola boca abajo sobre la cama. Apoyó todo su peso sobre ella clavándole las púas de su guante y presionando con su rodilla, la columna de la mujer.

- ¿Dime por qué quieres matar a Superman? – le susurró al oído con su voz distorsionada por la máscara.

La teniente gruñó y con la única mano que le quedaba libre sacó de debajo de la almohada un cuchillo con el que atacó directamente a la cabeza del murciélago. Éste se apartó y quedaron los dos en pie, mirándose el uno al otro, como dos depredadores que miden sus fuerzas antes del combate, en la oscura habitación.

- No tengo nada contra ti, Batman – Dijo pasándose el cuchillo a la mano derecha.

- Si lo tienes contra Superman, lo tienes contra mí – Contestó el murciélago sin bajar la guardia.

- Sólo hago lo que tengo que hacer. Tú lo sabes – Hizo una pausa – Tú siempre lo has sabido... Demasiado poder ... en un solo hombre ... Sólo hace falta un pequeño detonante para que haga lo que estaba predestinado a hacer ... y entonces ¿Quién lo va a detener? ¿Tú?

- Si fuera necesario, yo lo haría – Dudó inquieto sin saber cómo reaccionar a las palabras de Leocadio.

- ¿Estás seguro? – preguntó la mujer apretando los dientes con furia - ¿Estás seguro que llegado el momento, podrías matar a Superman? No pudiste entonces, y no creo que puedas hacerlo ahora.

La policía le lanzó el cuchillo que rebotó en la armadura de Batman. Éste ni se inmutó. La mente de Batman trabajaba a mil por hora, las palabras de la mujer resonaban en su cabeza. Llegado el momento ¿Podría? ¿Podría matar a Superman? ¿Podría matar a Clark?

El murciélago salió por la ventana de la habitación, de la misma forma que había entrado. Sabía cuando alguien había sido entrenado, y Leocadio era una experta en defensa personal, y no la que enseñan en la academia de policía. No le sacaría nada a menos que la dejara malherida, y aún así, no estaba seguro de que hablara. Además, se sentía demasiado confuso como para seguir con el combate.

El murciélago subió a su batmobil y puso el piloto automático hasta Gotham. No le apetecía conducir por la condenada ciudad de la luz, siempre parecía de día aunque fuera noche cerrada.

Prefería el amparo de las sombras.

Las palabras atravesaban la mente de Bruce como cuchillas de filo cortante. Pudo sentir la determinación en la mujer cuando las decía "No pudiste entonces, y no creo que puedas hacerlo ahora" Fuera lo que fuera lo que significara, le había dicho la verdad.

Batman sabía cuando alguien mentía y la mujer no lo estaba haciendo.

Al llegar a la cueva, salió del coche sin ni siquiera saludar a Dick que estaba desencriptando algún archivo en la computadora central.

Le agobiaba la máscara y se la sacó, lanzándola al suelo con violencia. ¿Podría? ¿De verdad podría si fuera necesario?

Se quitó la armadura rápidamente, como si realmente se asfixiara con el peso, mientras caminaba hacia el montacargas, sin escuchar las palabras de un asombrado Dick, que le preguntaba si estaba herido. ¿Lo que estaba predestinado a hacer? ¿Cómo podía saberlo Leocadio?

Apretó el botón y la plataforma empezó a elevarse hasta la mansión, salió por la entrada de la biblioteca y observó el reflejo de su propio rostro en el cristal de una de las vitrinas. ¿Lo haría? ¿Sería capaz?

***

Eran las tres de la mañana y Bruce pasaba las páginas de un libro estirado en uno de los sofás de su descomunal biblioteca, sin prestar atención a lo que estaba haciendo. No podía dormir. Su mente no paraba de darle vueltas al asunto.

Clark entró por una de las ventanas que siempre dejaba abierta.

Tan solo se miraron por un instante.

Todavía vestía su traje de Superman. Estaba sucio, despeinado y olía a la familiar muerte y a sal.

Su rostro era un reflejo de la tragedia vivida.

Estaba devastado, cansado, destrozado por dentro y por fuera, porque por mucho que se empeñara, ni si quiera él podía salvarlos a todos.

Avanzó poco a poco arrastrando los pies hasta el sofá y se dejó caer sobre Bruce que lo abrazó con fuerza, como si sólo eso evitara que se rompiera en pedazos.

El kriptoniano se durmió al instante.


Esa noche el murciélago aceptó la dura realidad de tener el absoluto convencimiento de que no sería capaz de hacerlo.

Por mucho que se lo mereciera, por muy malvado que se volviera. Llegado el momento ... Jamás ... Jamás ... Podría matar a Clark.

Su derrota era absoluta.

El peso de la verdad, aplastante.

CLARK

Al mediodía siguiente Clark se despertó sobre el sofá de la biblioteca, tapado con una colcha de bordados exquisitos. Le dolía todo el cuerpo por el agotamiento. Llevaba siete días sin dormir ni comer. No había podido permitírselo.

Sobre la mesa de roble Bruce le había dejado una nota:

"He tenido que encargarme de algunos asuntos. Quédate el tiempo que necesites. Ya he avisado a Alfred para que te haga algo de comer"

Subió a la habitación de Bruce y se dio un baño en la descomunal bañera de obra del multimillonario que se asemejaba más a una piscina pequeña. Disfrutó de ese momento de paz y relajación y dejó que el agua caliente limpiara el hedor de la sangre y la muerte que arrastraba del país asiático.

Largo tiempo después se secó con las suaves toallas blancas y se puso un pantalón de chándal y una camiseta de manga corta, como venía siendo habitual, ya que era la única ropa de Bruce que no le quedaba excesivamente ajustada.

Bajó a la cocina de servicio.

El bueno de Alfred le había dejado preparados en la nevera varios platos con una etiqueta que ponía su nombre.

No encontró a nadie en la mansión.

Escuchó el corazón del mayordomo en la batcueva, y cómo trabajaba sobre el batmobil, varios cientos de metros más abajo. Dick, estaría ya en el instituto, y lo que era más importante, no había rastro de Bruce.

No sabía cuándo volvería así que decidió pasar por su apartamento de Metrópolis, coger algo de ropa e ir a hacer una visita a su madre a Smallville. Aunque la llamaba asiduamente, sabía que la mujer estaba preocupada. La vida de Clark no había sido lo que se dice muy estable últimamente y sabía que pasar unos días en la granja la aliviaría.

Clark se despertó en su antigua habitación y miró los planetas que seguían colgando del techo, como si el tiempo se hubiera detenido. Desde siempre le habían apasionado las estrellas. Cuando era joven, pensaba que era porque con su supervisión podía verlas todas, incluso de día y le resultaba hermoso.

A los trece años, sus padres adoptivos se decidieron a contarle la verdad.

Cuando vio la nave que le había traído a la Tierra, todo cambió en la vida de aquel adolescente que se sentía diferente a los demás, al saber que no era tan sólo un sentimiento, sino una apabullante realidad.

No es que se sintiera diferente.

Es que era diferente.

Era un maldito alienígena creado a miles de años luz y crecido en un pequeño pueblecito de Kansas.

En aquel tiempo, Clark tuvo pesadillas donde le atrapaban y le abrían en canal simplemente para estudiar lo desconocido.

Juró que nunca se dejaría coger.

Lejos de atormentar a aquel adolescente, esa verdad le reconfortó.

Tenía miles de preguntas que fueron contestándose solas. No le resultó fácil aceptar sus orígenes y el propósito de su creación, pero al menos todo tenía sentido, y aunque fuera gracias a una avería en la programación, podía escoger su destino.

Le escribió un whatsapp a Bruce diciéndole que estaría en la granja pero no obtuvo respuesta. De eso habían pasado ya tres días.

Clark empezaba a inquietarse.

"Bruce, me pasaré esta noche por tu casa, a eso de las siete"

Leído pero no contestado.

A las dos horas recibió la respuesta.

"No estaré en la mansión. Tengo trabajo"

Vaya – pensó el kriptonano.

"¿Entonces mañana?"

"Tampoco estaré. Espera a que yo te llame"

De acuerdo, pensó Clark, ahora sí que empezaba a ponerse nervioso.

***

Cinco días más tarde, Jimmy le llamó y le había dicho que Perry había vuelto a su antiguo puesto de Editor Jefe del Planet.

La quimioterapia había dado muy buenos resultados y el viejo de White, no se sentía tan mayor como para jubilarse, aunque Jimmy sostenía la teoría de que no aguantaba estar encerrado con Alice tanto tiempo en casa.

Perry le había dicho a Jimmy que buscara, y citó textualmente, al holgazán de Kent y trajera su culo de granja al Planet, que era donde debía estar.

Clark se lo pensó, durante treinta segundos y llamó a Perry a su despacho, para decirle que aceptaba la propuesta.

"No pienso pagarte más Kent. Que te quede claro. Empiezas mañana a las ocho, y como llegues un solo minuto tarde, será el regreso más corto de la historia del periodismo"

Clark adoraba a ese viejo gruñón.

Al menos volver de nuevo al diario apartaría su mente de otros asuntos personales.

LOIS

A la mañana siguiente, puntual como un reloj suizo, Clark entró en la redacción, vestido con unos tejanos, una camisa azul cielo, corbata azul marino, y sus inseparables gafas. Algo del estilo de Bruce se le estaba pegando y no pasó desapercibido a las miradas del personal femenino, y a algunas del masculino.

Saludó a todos con la mano y entró en el despacho de White. Le estrechó la mano.

- Hijo ¿Quieres romperme la mano y que tenga que volver al hospital?

- No señor White – negó cesando el apretón – Me alegro mucho de verle.

- Y yo a ti Kent, pero te pago para que trabajes, no para que me hagas la pelota, así que vete con Lois a cubrir el escándalo de la financiación ilegal de la campaña presidencial.

Clark salió sonriendo del despacho y Marilyn, bobalicona le levantó la mano saludándole, bajando un poco el tronco para mostrar su más que prominente escote al kriptoniano, que ya se encontraba buscando con la mirada a Lois.

Al encontrarla en su habitual sitio de trabajo, se sentó sobre su mesa y la saludó.

- Hola.

- Hola – Contestó la periodista sin mirarle.

De acuerdo, o estaba muy concentrada en el artículo que estaba escribiendo, o estaba muy enfadada con él.

- Perry ha dicho que vayamos a cubrir la financiación ilegal de ...

Lois se levantó y fue derecha al despacho de White, sin dejarle acabar la frase.

Clark pudo escuchar cómo se quejaba de tener que trabajar en él, pero al redactor jefe le importó poco y no cedió ante la demanda de Lane de otro compañero.



Al volver a su mesa, Clark le había traído a Lois unos de esos infernales cafés de máquina con triple de azúcar y se lo ofreció con su mejor sonrisa.

- Gracias – dijo la redactora aceptándolo – Vámonos, cuanto antes empecemos, antes acabaremos.

Los dos periodistas se fueron a la sede del partido político, hicieron un par de entrevistas cada uno, tomaron notas y recopilaron todo lo necesario para poder escribir la noticia de portada del día siguiente. Al acabar, se metieron en la primera cafetería que encontraron. Clark estaba hambriento y estaba dispuesto a comerse diez bocadillos, pero se pidió un par.

- Te preguntarás dónde he estado – Dijo Clark dispuesto a arreglar la tensa situación que tenía la periodista con él.

- No me lo cuentes si no puedes, pero no me mientas.

El kriptoniano se quedó helado. Tenía pensado decirle la verdad a Lois, al menos parcialmente. Sus peleas con Bruce, su viaje por el país, su empleo de camarero, pero evidentemente, había detalles, detalles de vital importancia que no podía contarle, y la periodista había dado en el clavo.

Como siempre.

Lois dio un sorbo a su café, y lo apartó de su lado con desagrado. Se levantó y dejó un par de dólares sobre la barra.

Clark se apresuró a pagar y le pidió a la camarera que le pusiera los bocadillos para llevar. Alcanzó a Lois en la esquina.

- Me ha costado seguirte – le dijo él quejándose, simulando estar cansado por la carrera.

- Por favor Clark, basta ya.

No hablaron más ese día.

Cuando el kriptoniano llegó a su apartamento volvió a mirar su móvil y como las anteriores cuarenta y tres veces, no tenía ningún mensaje de Bruce.

Se frotó la sien con la mano ¿Qué diablos pasaba?

"Bruce ¿Qué pasa? ¿Estás bien? ¿Estás herido?" – escribió en un whatsapp, también afectado por la actitud de Lois.

"Estoy bien, no te preocupes, sólo es que tengo mucho trabajo"

Clark estaba realmente de los nervios. Su relación había empezado de manera tormentosa, pero las cosas poco a poco se habían estabilizado con Bruce y había llegado a confiar en que realmente podría compartir su futuro con el heredero de los Wayne. Estaba seguro que no lo había malinterpretado.

Los días que habían pasado juntos en la mansión lo habían cambiado todo para el kriptoniano, pero ¿Y para Bruce?

La inseguridad volvía a hacer mella en el reportero.

No - Se dijo a sí mismo, seguro que Bruce podría explicárselo. Seguro que había estado trabajando en lo de Waller, o en lo de Leocadio, o en lo de la implicación de Luthor con ambas. Batman era un detective, e investigar llevaba su tiempo. Por no mencionar, que también, aunque de forma algo encubierta, manejaba su imperio de empresas Wayne.

Intentó sacarse de la cabeza todos esos pensamientos inútiles.

Todo estaba bien con Bruce. Todo estaba bien – se repetía una y otra vez – Deja de preocuparte y no seas paranoico.

"Quería contarte que he vuelto al Planet, y explicarte mi primer día de trabajo"Se arrepintió en el mismo momento que le dio a enviar. ¿Qué podía importarle a Bruce Wayne, el dueño de más de la mitad de Gotham, un día de trabajo en la redacción de un simple diario?

Leído pero no contestado.

"¿He hecho algo malo?"Preguntó sin poder evitarlo.

"No. Claro que no. Pásate el sábado por la mansión. Me tomaré el día libre"

- ¡Al fin! – exclamó aliviado Clark con sonrisa agridulce. Por un lado, al menos Bruce había accedido a que le visitara, pero por otro, estaban a lunes.

Seis días más sin él.

***

El viernes por la mañana Bruce recibió una llamada de número oculto a su teléfono personal.

Dudó si debía atenderla, pero ese número sólo lo tenían unas pocas personas, y todas le importaban en mayor o menor medida.

- ¿Si? – contestó.

- Señor Wayne, soy Clark Kent, del Daily Planet.

La voz de Clark denotaba preocupación y nerviosismo. No estaba bromeando. Se hizo una pausa en la que Bruce sopesó sus opciones de respuesta.

- Usted dirá, señor Kent.

- Me han acusado de agresión. Estoy detenido en la comisaría once de Metropolis. Sólo tengo derecho a esta llamada.

- Diez segundos – escuchó Bruce decir a lo lejos.

- Sí, ya cuelgo – dijo Clark al agente de policía que tenía a su lado – ¿Me has oído Bruce? – preguntó alterado.

- Te he oído. Yo me encargo.

CONTINUARÁ ...

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