Capítulo 32: El último hijo de Kripton

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CAPÍTULO 32

El último hijo de Kripton


KAL-EL

Kal-El llegó hasta el desierto de Mojave en el punto más cercano a Utah. Aterrizó el helicóptero que había robado de empresas Wayne, sobre el abrasador desierto de sal seca.

En medio de aquel árido valle, cerró los ojos ante el inminente amanecer ... buscándola ... sintiendo su presencia.

Hacía ya meses que Felicity le había dado las coordenadas exactas de la nave, aunque ni ella misma ni Cisco supieran exactamente lo que habían estado buscando.

Durante ese tiempo, el kriptoniano fue paciente, esperando el momento preciso, como todo inteligente estratega.

Kal-El estaba a más de ciento cincuenta kilómetros de punto exacto donde se encontraba su nave, pero sabía que si se acercaba más a la instalación militar de máxima seguridad donde se encontraba, haría saltar todas las alarmas.

No sabía si esa distancia sería demasiado grande para establecer el contacto, pero debía intentarlo. Se concentró y pronunció las palabras en kriptoniano, rogando al gran Rao que el vínculo que se había creado fuera lo suficientemente fuerte.

- [-_/\_¬/|··' ¨|_..·\/- | - (* Traducido del Kriptoniano: Activando escudos de defensa) – Pronunció con voz firme Kal-El.

- [-_/\_¬/|··' ¨|_..·\/- | - Volvió a repetir.

Dentro del hangar militar, la nave empezó a vibrar ante el asombro de todos los científicos que se encontraban en el lugar, y un zumbido los envolvió haciendo que sus tímpanos se retorcieran de dolor.

- * Escudos de defensa activos – Le contestó la inteligencia artificial de la nave.

- * Activando piloto automático – Ordenó el alienígena, que escuchó al ordenador de la nave en el interior de su cabeza, como si estuviera justo al lado.

La nave, en toda su extensión, de más de cien metros de longitud, empezó a vibrar notoriamente, soltándose de los anclajes que la retenían suspendida en el aire.

- *Piloto automático activado – Contestó la voz metálica.

- * Iniciar secuencia de aproximación.

- *Reconocimiento de voz aceptado. Kal-El de Kriptón. Iniciando secuencia de aproximación. Tiempo estimado para el contacto, treinta y seis microts.

La nave disparó contra todo lo que encontró, abriéndose paso en aquella instalación de máxima seguridad del gobierno, ante la incredulidad y la impotencia de cientos de militares y científicos, que miraron como desaparecía a una velocidad inaudita, estupefactos.

En menos de medio minuto, la nave se detuvo, suspendida en el cielo, sobre la posición del kriptoniano. Una de las compuertas se abrió y varios tablones a modo de escalones se desplegaron para facilitarle la entrada a su legítimo dueño.

Kal-El sonrió al saberse en casa.

- * Bienvenido Kal-El. Todos los sistemas operativos.

- *¿Nivel de combustible? – Preguntó el kriptoniano

- * Kriptonita al cincuenta y ocho por ciento.

- *Bien – Dijo sentándose en el lugar del piloto – Sal fuera de la atmosfera terrestre.

La nave obedeció al instante y antes de lo que pudo darse cuenta, ya estaba mirando la tierra desde fuera de la estratosfera, como solía hacer antes, cuando podía volar.

Lamentablemente, la visión del planeta, lejos de apaciguarle como antes, le provocaba rabia y dolor.

Se levantó para ir a la Sala médica, recorriendo los largos pasillos de la nave que le resultaba tan extrañamente familiar, aunque no recordara haber estado nunca en ella. Era demasiado pequeño cuando se estrelló.

- *Análisis – Dijo al llegar, poniéndose ante lo que parecía ser un escáner.

- *Material biológico kriptoniano deteriorado por prolongada exposición a radiación de kriptonita. ¿Desea iniciar reparación?

- *Por supuesto – Dijo Kal-El que vio como se abría la compuerta de una cápsula médica.

Sin vacilar, se desnudó, se quitó el parche del ojo y se metió dentro del tanque, que estaba lleno de un viscoso líquido de color amarillo.

La compuerta se cerró y Kal-El dejó que esa solución penetrara en sus pulmones, respirándola lentamente. La sensación fue extremadamente dolorosa y abrasadora cuando ese líquido empezó a cumplir su cometido hasta que de pronto, dejó de sentir.

El kriptoniano no supo por cuánto tiempo permaneció dentro de la cápsula.

Cuando la compuerta se abrió, su consciencia también volvió a la realidad.

Salió del tanque apoyando su brazo en el borde de la misma.

Miró su mano derecha con detenimiento y pudo ver sus cinco dedos moviéndose grácilmente.

Al ponerse de pie, observó sus piernas, perfectamente alineadas y sus pies, libres de cicatrices y de mutilaciones.

Su piel inmaculada estaba de nuevo libre de imperfecciones. NI una sola herida, ni una sola cicatriz en su cuerpo.

No así, en su alma.

Ojalá hubiera sido tan fácil.

Se miró en el reflejo de una de las pantallas del ordenador de la sala médica. Pasó la mano por el monitor para limpiar el polvo acumulado durante años y vio su rostro, apenas sin reconocerse.

Se llevó los dedos a la cara, rozándose la zona del ojo, perfectamente recuperado. Su mirada azul turquesa volvía a ser la de siempre, sin embargo, apartó la vista al sentir la incomodidad de no identificarse del todo con aquel rostro que llevaba tantos meses sin ver en el espejo.

El rostro público que había compartido con los humanos.

- *Necesito un antídoto a la radiación por kriptonita – Ordenó a la nave.

Una pequeña compuerta se abrió en una de las paredes, cubierta de un extraño metal plateado. Era un pequeño frasco que Kal-El bebió sin vacilar.

Todas las naves tenían antídotos contra la radiación de la kriptonita, ya que era el combustible de fisión que utilizaban en sus motores.

Su transporte había tenido una fuga antes de estrellarse en aquella llanura de Kansas, y por ese motivo, el mineral había caído en varios lugares de la tierra.

La kriptonita era una fuente de energía prácticamente inagotable, pero tenía sus riesgos, igual que la energía nuclear los tiene para los humanos.

Kal-El salió de la sala médica y se detuvo en el puente de mando donde pudo ver el Sol.

Libre de la contaminación, sin capas de ozono que lo debilitaran, lo sintió en todos su poros, recorriendo su cuerpo como una corriente eléctrica que lo inundaba de placer.

- *Abrir escotilla.

- *Despresurizando puente de mando – Dijo la voz de la computadora kriptoniana.

Una puerta metálica se abrió emitiendo un leve quejido por los años de inactividad. Kal-El se detuvo en el borde por un instante.

Había anhelado tanto volar.

Sentirse libre de las ataduras terrenales.

Surcar el espacio y dejarse llevar por la ingravidez silenciosa de la más absoluta soledad.

Se dejó caer al exterior con los brazos extendidos.

Su cuerpo desnudo absorbió la luz solar al instante, nutriéndose de ella por primera vez en demasiado tiempo.

El kriptoniano sintió como toda su fuerza regresaba e inició el vuelo en dirección a la joven estrella hasta que estuvo lo bastante cerca como para saber que ya era suficiente.

Tenía asuntos más importantes que atender.

Entró de nuevo en la nave por la misma escotilla y se dirigió hasta otra sala donde había diversos trajes kriptonianos encerrados en urnas de cristal.

Escogió uno gris oscuro, con el símbolo de la casa de EL en el pecho, y la capa roja como la sangre que estaba dispuesto derramar.

Era un uniforme de guerra, que se ceñía a su cuerpo como una segunda piel.


***


Se detuvo ante la tumba de su madre, posando sus pies suavemente sobre la tupida hierba del cementerio de Smallville.

- Perdóname mamá – Dijo cayendo de rodillas, rozando con sus dedos el nombre de su madre esculpido en la fría lápida – Perdóname por lo que voy a hacer – Dijo en voz baja, susurrando unas palabras entrecortadas, mientras por primera vez lloraba la muerte de su madre.

***

Los guardias de seguridad de BlackGate no tuvieron tiempo de reaccionar. Escucharon un ruido como si el cielo se resquebrajara, y luego las paredes de roca maciza de la cuarta galería romperse, como si hubiera caído una bomba sobre ellas.

Pero no fue un ángel lo que descendió de las alturas.

Al principio, la alarma sonó por toda la prisión, los presos de la galería escucharon el mensaje radiado por los altavoces ordenándoles que volvieran a sus celdas. De entre el polvo y los escombros apareció imperturbable, ante el asombro de los guardias a los que les costó reconocer la "S" de su pecho.

- ¿Dónde está Tinyenko? – Le preguntó a uno de los guardias de la prisión - ¿DÓNDE ESTÁ? – Dijo esta vez chillando agarrándole por el cuello.

El funcionario no podía articular palabra con aquella mano poderosa cerrándose en su tráquea y tan sólo pudo señalar hacia el segundo piso.

Kal-El lanzó al guardia contra la pared, quedando inconsciente al instante. Alzó el vuelo hasta el segundo piso, sin ninguna prisa, pues lo que estaba a punto de suceder, era inevitable.

Con su visión de calor derritió los barrotes de la celda de Tinyenko, que estaba sentado en el borde de su cama, esperando.

- Sabía que vendrías ... algún día - Le dijo tranquilo con acento ruso.

El kriptoniano se detuvo ante él a menos de un metro, observándole con convicción.

Anatoli Tinyenko alzó la vista y lo miró a los ojos. No era la primera vez que veía aquella mirada en un hombre.

La de la absoluta determinación.

Tuvo la certeza de que iba a morir a manos de ese ser que tan poco se parecía a la criatura que atormentó durante meses.

- Abre las piernas – Ordenó el kriptoniano, siendo obedecido al instante.

Los ojos de Kal-El se tornaron carmesí, y con absoluta furia descargaron su ira sobre el miembro del ruso que pudo respirar entre gritos, el olor de su propia carne quemada.

Su pene quemado en carne viva, prácticamente había desaparecido.

Cayó al suelo de la celda, chillando de dolor, queriendo suplicar, pero no había perdón posible.

Varios funcionarios y presos se agolparon en la puerta de la celda del ruso para ver lo que pasaba.

Tinyenko se retorcía sobre el suelo, padeciendo el más absoluto de los sufrimientos, llevándose las manos entre las piernas. Deseando perder la consciencia ante tal extremo dolor.

- Superman ¡DETENTE! – Le gritó uno de los funcionarios sin poder creerse lo que estaba presenciando.

Kal-El giró su rostro hasta los espectadores indeseados, con el fuego del infierno en sus ojos. Éstos se quedaron paralizados por el miedo y solo pudieron observar atónitos cómo Superman volvía a descargar su rabia indiscriminada contra el cuerpo del ruso, que quedó reducido a cenizas en tan solo unos segundos.

La imagen fue desgarradora.



Kal-El se elevó de nuevo y abriendo otro enorme boquete en el techo, el cual atravesó como si fuera de papel, desapareció en la distancia.

***

Dos minutos más tarde, y de igual modo aterrizó sobre el pabellón médico de Belle Reve.

Los guardias ya estaban sobre aviso y abrieron fuego contra el alienígena con todo el armamento que pudieron conseguir en tan poco tiempo.

El kriptoniano movió su brazo a velocidad supersónica, lanzando a todos sus atacantes contra las paredes de la galería de la prisión, por la onda expansiva.

Se desplazó más rápido de lo que el ojo humano pudo captar, hasta una puerta donde le esperaba Gordon.

- Hijo - Le dijo el comisario con notorio nerviosismo – Sabes que no puedo dejarte pasar.

- Y usted sabe que no puede detenerme - Los ojos del kriptoniano volvieron a incendiarse, dispuesto a todo, al ver que el comisario no cedía antes sus palabras.

La puerta se abrió de repente.

- Yo me encargo Gordon – Dijo el murciélago secamente saliendo desde dentro.

- ¿Estás seguro? – Preguntó temeroso el policía – Él no parece ... él.

- Váyase, de prisa, y que no entre nadie – Insistió.

Gordon, dudoso, se apartó para que el kriptoniano pasara al interior de la sala, y cerró la puerta dejando a los dos hombres solos.

- ¿Dónde está? – Preguntó colérico el kriptoniano.

- Clark, vamos a hablar ... - Le dijo el murciélago interponiéndose en su camino, intentando denotar más seguridad de la que tenía.

- DIME ¡DÓNDE ESTÁ! – Le gritó plantándose a escasos centímetros del rostro del murciélago – O sufrirás las consecuencias.

El aire de la fría sala se volvió tan espeso que costaba respirar.

El murciélago no reconocía la mirada de su compañero, ni sus gritos, ni su tono de voz. Ni siquiera podía alegrarse ante la evidente mejoría de su estado de salud, porque tenía miedo.

Desde aquel día hacía tantos años, cuando tan solo era un niño, en aquel oscuro callejón, no había vuelto a sentir esa turbación recorriendo su cuerpo.

Bruce había construido esa barrera inexpugnable imposible de atravesar.

Nunca había dejado que nadie se le acercara lo suficiente como para sentir miedo si lo perdía. Incluso no le importaba enfrentarse a la muerte cada noche que salía a patrullar por Gotham, porque en cierta manera, ansiaba encontrarse con ella.

Pero las cosas habían cambiado.

Clark había traspasado esa fortaleza y lo había cambiado todo.

Bruce quería vivir ... y quería compartir su vida con él.

Al fin, y de una manera retorcida ... era ... feliz.

Ahora estaba a punto de perder al único ser que había amado con todo su corazón. Estaba a punto de perderlo todo.

Ante la nula reacción de Batman, el kriptoniano le agarró por el cuello y estampándolo contra la pared, empezó a apretar sin vacilar.

Esta vez era el alma de Bruce la que parecía romperse.

Sacó una roca de kriptonita de su cinturón, grande como un puño.

De un manotazo Kal-El apartó la mano de Batman, rompiéndole varios dedos, más encolerizado si cabía por el intento de lastimarlo con el material radioactivo. Aún así, no dejó caer el mineral.

Batman no se amedrentó y le golpeó con la piedra en la cara, pero fue como chocar contra el acero. El alienígena, que seguía estrangulándolo sin piedad.



- Clark ... por favor ... - Suplió intentando en vano liberarse de la mano que se cerraba sobre su cuello – Por favor ... - Dijo sabiendo que las vértebras de su columna no aguantarían mucho más.

En ese momento, Kal-El aflojó sus dedos y liberó a su presa que cayó tosiendo, desplomándose sobre el suelo.

- Lo siento Bruce ... - Dijo Clark mirándose sus propias manos temblorosas, recuperando algo de cordura – Lo siento ... pero tengo que hacerlo.

- Clark ... no ... tú eres mejor que él. – Intentó ponerse de pie apoyándose contra la pared, escupiendo algo de sangre.

- No puedo dejarlo con vida – La ira volvió a aparecer en su mirada – Después de lo que me hizo – Sus manos cerradas en puños volvieron a temblar y los músculos de su mandíbula se tensaron – ¡Él asesinó a mi madre! – Exclamó con voz temblorosa - ¡Tú lo sabías! Y no fuiste capaz de decírmelo.

- Lo hice precisamente para evitar esto porque ¿Luego qué? – El murciélago sentía dolor al articular cada palabra - ¿Crees que matarlo devolverá la vida a Martha? ¿Crees que ella hubiera querido que lo hicieras?

- No te atrevas a hablar de mi madre como si la conocieras. – Pronunció con furia el kriptoniano.

- La conocí lo suficiente como para saber que no querría que te convirtieras en un asesino.

- Mis manos ya están manchadas de sangre Bruce. No hay vuelta atrás. – Dijo mientras empezaba a caminar por la estrecha sala, agudizando su oído.

- Mis padres también fueron asesinados ante mí Clark. Yo sé lo que se siente y sé que lo superarás con el tiempo.

El kriptoniano se detuvo y giró el rostro para mirar al murciélago.

- Yo no soy como tú. No soy tan fuerte.

- Te equivocas Clark, tú eres el mejor de todos nosotros – Batman se acercó cojeando hasta situarse frente a él, quitándose la máscara para que pudiera ver sus ojos sinceros – Tú eres un buen hombre, honesto y de grandes valores, un símbolo de esperanza para toda la humanidad.

- Ya no me importa la humanidad, Bruce – Hizo una pausa y miró hacia el suelo – Al final, lo he comprendido todo. Siempre quise aparentar ser uno de vosotros, pero después de salvar a cientos ... a miles de terrícolas ... así es cómo me lo pagan – Su rostro estaba encolerizado – Mutilándome, torturándome durante meses ... Lo primero y lo último que veo cada día es esa cara pálida y ese pelo verde mientras siento cómo me golpea una y otra vez... Lo único que escucho cuando cierro los ojos es esa risa diabólica mientras siento cómo me arranca el ojo con un cuchillo oxidado delante de los cadáveres putrefactos de gente a la que un día salvé. – Volvió a mirarlo, apretando la mandíbula – No le debo nada a los humanos – Sus puños se cerraron y el aire alrededor del kriptoniano vibró.

- No puedes culpar a toda humanidad por la locura de unos pocos.

Kal-El puso su mano sobre el pecho del murciélago.

- No seguiré discutiendo contigo ¡Sal de mi camino! – Dijo mientras lo empujaba, haciendo que se golpeara contra una de las paredes.

Con un rápido movimiento, Bruce sacó una pistola de detrás de su espalda.

Se repetía una y otra vez que no había otra solución, intentando convencerse de que tenía que ser capaz.

Las palabras de Leocadio resonaban en su cabeza como un martillo golpeando su alma " Llegado el momento, no serás capaz de hacerlo"

- ¿Vas a dispararme una bala de kriptonita?

- Lo haré si tú me obligas Clark – Dijo respirando entrecortadamente mientras la sangre de una profunda herida en su cabeza resbalaba por su espalda – Él ya está en prisión por lo que hizo y cumplirá su condena.

- La justicia humana no es la mía.

- Tú no quieres justicia Kal-El, quieres venganza, y la venganza no va a hacer que te sientas mejor.

- Eso ya lo veremos – Sentenció con convicción absoluta.

- No podré perdonarte – Dijo mientras bajaba el arma en señal de derrota.

- No busco tu perdón.

El murciélago volvió a ponerse en pie agarrándose a una camilla para mantenerse erguido. La cabeza le daba vueltas y empezaba a marearse por el tremendo golpe que acababa de recibir.

- ¿Crees que yo no he querido matarlo mil veces? ¿ Crees que le prefiero antes que a ti? No, Clark. De hecho tuvieron que apartarme de él cuando lo encontré, porque hubiera seguido golpeándole hasta acabar con su vida, pero ¿A qué me hubiera llevado eso? A sentenciar la mía propia, a no poder compartir un futuro contigo. A seguir matando a todos los que pensara que se lo merecieran. – Se detuvo un instante dudando si quería escuchar la respuesta a su pregunta – No le debes nada a los humanos, eso es cierto ... pero ¿A mi Clark? – Le miró directamente a los ojos carmesí - ¿No significo nada para ti?

El kriptoniano no contestó.

- Te mereces a alguien mejor – Dijo el kriptoniano antes de atravesar la pared y desaparecer ante la impotencia del murciélago.

El alienígena reconoció la respiración del Joker dentro de una furgoneta policial que circulaba por la interestatal, a unos pocos kilómetros de Belle Reve.

Se plantó ante el vehículo y con su mano hizo que frenara en seco.

Los policías que no llevaban puesto el cinturón de seguridad quedaron inconscientes al acto, y los que salieron del vehículo perdieron el conocimiento antes de poder desenfundar sus armas.

Ni siquiera vieron quién les atacó, sólo sabían que Batman les había advertido que debían evacuar al payaso cuanto antes.

El kriptoniano arrancó las puertas de la furgoneta.

Atado a su camilla, el Joker le miraba con mirada asesina y sádica sonrisa.

Apenas estaba consciente y sufría por todas las heridas y el reciente despertar del coma, pero como siempre, su mente retorcida superaba todas las expectativas médicas, para consuelo del kriptoniano.

- ¿Vas a hacerlo, o no? – Preguntó mirando al hombre de acero, desafiante .

Kal-El observó el cuerpo hecho pedazos. El payaso no se resistía, tan sólo esbozaba una dolorosa sonrisa.

- No tienes lo que hay que tener – Le dijo el Joker escupiéndole en el rostro – Volvería a hacértelo una y otra vez hasta que suplicaras de nuevo para que ...

No pudo terminar la frase. Su cráneo explotó, aplastado por la poderosa mano de Superman, que se frenó al rozar el fondo de la camilla.

La sangre del payaso salpicaba las paredes blancas de la furgoneta y resbalaba por el rostro de Kal-El.

- Te equivocabas Bruce ... Sí me siento mejor.

Salió volando a velocidad supersónica hasta su nave, que le esperaba en órbita sobre La Tierra.

- *Llévame lejos de aquí – Dijo ya sentado en el puente de mando con la vista perdida en las estrellas.



FIN





NOTAS FINALES:

Al fin!

Debo reconocer que me alegra haber acabado este fic, y me apena a parte iguales.

Adoro a Clark, pero creo que nadie podría perdonar que le hicieran algo así, al menos no después de haber "aceptado" su naturaleza kriptoniana. No olvidemos que en este fic son una raza de coquistadores despiados, y Kal-El fue diseñado geneticamente para ser el soldado perfecto.

Y Bruce ... me da lástima, pero es un alma torturada que seguirá siéndolo, porque si no ... dejaría de ser Batman. O no?

Sé que tenéis muchas preguntas, y algunos asuntos han quedado sin concluir, y debo decir que mi mente ya planea una segunda temporada del Dios y el mortal.

Muchas ... Muchísimas gracias por haber leído mi historia, y especialmente a los que se tomaron la molestia de comentarla.

Seguid leyendo y escribiendo.

Sed los Dioses de vuesto pequeño universo de palabras.

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