Capítulo 31: Negación

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CAPITULO 31

Negación


BRUCE WAYNE

¿Pero qué mierda hacía toda esa gente en su casa?

No podía creerlo.

¿A quién debía matar primero?

- Feliz cumpleaños Bruce – Dijo Diana siendo la única en atreverse a dirigirle la palabra al murciélago – Alegra esa cara – Le dijo mientras le daba un cálido abrazo.

- ¿Ha sido idea tuya? – Preguntó crispado.

- Yo les he invitado, pero la idea ha sido de Clark – Admitió la amazona – Ya le dije que detestas las fiestas pero insistió, y sabes que es difícil resistirse a él.

Bruce lo buscó con la mirada, para encontrarlo en un segundo plano, detrás de los otros miembros de la liga. Vestía tejanos y una sencilla camisa de color azul cielo, como el color de sus ojos ...

El color que tenían antes.

El murciélago le devolvió la sonrisa y armándose de todo el coraje que le fue posible empezó a saludar uno por uno a los otros miembros de la liga de la justicia e incluso a Zatanna, que también había hecho acto de presencia. No le extrañó verla ya que era muy amiga de Diana.

Le resultaba desmesuradamente incómodo estar allí, ante ellos, vistiendo como un simple mortal, con su camisa blanca, la corbata desabrochada y sus pantalones de ejecutivo.

Se sentía descolocado sin su traje de murciélago.

Cansado.

Cuando se ponía el traje, era Batman. Se convertía en un símbolo. En un líder. Uno que podía lidiar con una semidiosa inmortal, un hombre que se movía la velocidad de la luz, un rey Atlante, un policía estelar ... y todos los demás metahumanos del grupo, por así decirlo.

Él era el único que no poseía ningún super poder. Aún así, se había ganado el respeto y la admiración del resto del grupo.

Pero ahora, allí, en la profanación de su mansión, su santuario, era un mero humano más.

No le gustaba esa sensación.

Con el único que realmente no tuvo que forzar la sonrisa, fue con Oliver.

- Felicidades Cuarentón – Le dijo el rubio abrazándole y palmeándole la espalda – Cuando me invitaron no pude negarme, solo para ver la cara que ponías – Rió a carcajadas – Y ha valido la pena, créeme.

- Sí, me encanta ser el objeto de vuestras risas – Ironizó apretando las mandíbulas.

- Felicidades Bruce – Le dijo escuetamente Clark con rostro afable.

- Me las vas a pagar – Murmuró por lo bajo mientras le estrechaba la mano.

- ¿Qué?

- Que me ha pillado desprevenido ... - Dijo más alto. A veces al murciélago se le olvidaba que el kriptoniano ya no tenía súper oído – No me esperaba una fiesta de cumpleaños – Realmente Bruce ni siquiera recordaba la última vez que lo.

- Esto no es una fiesta – Sonrió el kriptoniano – Es una reunión de amigos.

- ¿Sin tarta?

- Sin tarta.

- Eso espero – Suspiró el murciélago deseando terminar cuanto antes.

- Vayamos a la sala de recreo – Dijo Diana en voz alta a los asistentes – Es donde Alfred nos ha preparado el banquete. Y no os despistéis, es muy fácil perderse en esta mansión.

Bruce se moría de ganas de pedirle explicaciones a Clark, pero el muy cobarde, se fue hablando amistosamente con la amazona, sin despegarse de ella ni de Zatanna.

- Cuando te pille esta noche en la cama, te vas a enterar – Susurró sabiendo que nadie le escuchaba.

- Bruce, por favor, contrólate un poquito – Le susurró Dick al oído.

- Pero ¿Qué haces tú aquí? – Le miró exhasperado.

- Es tu fiesta y no podía dejar pasar la ocasión de conocer a los miembros que me faltaban ...y además ... yo vivo aquí – Le sonrió el joven.

Bruce se llevó los dedos al puente de la nariz en un claro gesto de resignación.



HALL JORDAN

¡Maldita sea! ¿Pero cuánto dinero tiene este tío?

- ¿Tú has visto qué choza tiene? – Le preguntaba a Barry que no paraba de devorar los canapés - ¿Has visto la dimensión de esta "sala de recreo"? Joder, es más grande que el casino de Montecarlo.

- No he estado nunca en Francia – Le dijo el velocista a punto de atragantarse con una tostadita de caviar.

- Montecarlo está en Mónaco ¡Merluzo! – Le corrigió Jordan – Y deja ya los canapés.

- Es por mi metabolismo acelerado, y además de que está buenísimo. Prueba uno de éstos – Le acercó a la boca un delicioso bocado de huevas de pescado – últimamente, con el bebé apenas tengo tiempo de comer.

- ¡Quita! – Le dio un manotazo con la mano, en señal de desagrado – Debe de estar en la lista de los más ricos, el muy ...

- Sí, el segundo.

- ¿De todo el país?

- No – Dijo mientras se deleitaba con otro bocado - Del mundo.

Míralo, pensó Jordan al localizar a Bruce jugando a los dardos con el otro niño rico de Star City. Incluso sin su traje de murciélago se le ve ... no sé ... superior. ¿Será por el dinero? ¿Será por la ropa o los coches deportivos que habían visto en el garaje de la casa?

No sabía, pero así era.

No pudo dejar de sentirse... intimidado con su presencia, aún vistiendo ese traje de Dolce&Gabbana que vio en aquel escaparate y que no pude permitirse, parecía como si el aura de Batman lo acompañara.

Su vista se desvió a la amazona.

La encontró hablando con Arthur y Víctor.

¡Madre mía cómo estaba la princesa!

Llevaba un vestido de gasa de color azul marino, con hombro descubierto, que le llegaba hasta las rodillas, un cinturón ancho de pedrería plateada y unos taconazos que la hacían ponerse casi a la altura de Clark.

Hablando de Clark, lo buscó con la mirada.

Estaba al lado de Bruce. El murciélago le sonreía mientras lanzaba uno de los dardos. Aún así dio en el centro de la diana.

¿Desde cuando se habían vuelto tan amigos?

Observó a Clark con detenimiento y sintió lástima por él. Sabía que no debía preguntar, que no le había contado nada sobre lo sucedido, ni siquiera a Diana, que era el miembro del grupo más cercano al kriptoniano, pero ... Lo que le habían hecho no tenía nombre.

El anillo del Linterna se encendió como una bengala en la noche, siendo activado por su estado de ánimo.

Se ponía furioso al verlo mutilado, torturado, con aquel horroroso parche en el ojo y aquel rostro cruzado de cicatrices que ya no sanaban. Se agarraba la mano en un intento de mantenerla oculta para que no le vieran los muñones donde deberían estar sus dedos.

Él siempre fue el más fuerte, el más humano, el mejor.

Cuando los demás caían desfallecidos, cuando ya no había nada que hacer, surgía el kriptoniano, con su capa ondeando al viento, como un Dios que presta su ayuda a aquellos que le alaban.

Verlo así le partía el alma.

Le hacía creer en su propia vulnerabilidad de la manera más tangible que puedas soportar.

Y sin embargo, allí estaba, sonriéndole al tío más antisocial de la faz de la tierra. Aunque debía reconocer que Wayne también tenía sus encantos.

Pocos ... pero los tenía.

Se sirvió una copa de champagne de la barra del bar, una que no tenía nada que envidiar a ninguna de las mejores discotecas de Gotham, y se dirigió hasta ellos.

- Pienso beberme todo tu alcohol Wayne – El rostro del murciélago se sorprendió a ver a Jordan trayendo dos copas más, las cuales tanto Clark como él, aceptaron de buen gusto – Te veo ... bien ... Sup ... digo ... Clark.

- Estoy mejor – Admitió el kriptoniano sabiendo que no tenía sentido decirle toda la verdad – Gracias Hall - ¿Cómo va el Universo?

- Pues ... sigue girando – Hizo un gesto de dar vueltas con el dedo – Me alegro de verte , en serio – Acabó diciendo algo afectado por el estado de su compañero – Lo que te pasó fue ...

- Ven conmigo Clark – Le interrumpió Bruce cogiéndole del brazo – Quiero enseñarte donde guardo las botellas caras – Le quitó la copa al kriptoniano y se la puso en la mano a Hall.

- ¡Hey Bruce! – Exclamó Oliver – Que estamos a mitad de la partida ... - Se molestó por perder a su contrincante.

¡Cómo odio a ese tío! – Volvió a pensar Jordan mientras estrujaba un palo de billar que había colgado en una de las paredes de la inmensa sala.

- ¿Quieres jugar a los dardos? – Le preguntó Oliver.

- ¿Contigo? ¡Ni de coña! – Sólo le hacía falta ridiculizarse ante el tirador más experto del todo el país.



DICK GRAYSON

Diana tomó la copa de champagne que Bruce le había ofrecido, dio un pequeño sorbo y el resto se lo cedió a Zatanna.

- ¿No nos vas a presentar? – Le preguntó Dick al murciélago saliendo de la nada.

- ¿Esa copa lleva alcohol? - Preguntó su padre adoptivo oliendo el vodka a kilómetros.

- No, que va.

- ¿Dick ...? – Le inquirió sabiendo que el joven había bebido más de la cuenta.

- Yo soy Dick, el hijo de Bruce – Dijo mientras le pasaba la copa a su padre adoptivo, presentándose por él mismo.

Bruce no podía creer que eso estuviera pasando y la reacción no se hizo de esperar.

- ¿Tienes un hijo? – Barry casi muere atragantado con un canapé de foie.

- Mi vida privada es asunto mío – Contestó sulfurado el murciélago.

- Dick Grayson es el hijo adoptivo de Bruce – Aclaró el kriptoniano liberando algo de tensión – Lo adoptó cuando era tan solo un niño.

- Dick, yo soy Diana, y ésta es Zatanna – La amazona le alargó la mano para que se la estrechara.

- Yo soy ... Richard– Dijo el muchacho totalmente embelesado por la belleza de Temyscira - ¿Cuántos mides? – Preguntó mirando hacia arriba.

La princesa no contestó la pregunta - Bruce me ha hablado mucho de ti, y es un placer conocerte al fin – Ante esas palabras, el joven tomó la mano de la amazona y le dio un beso en el dorso. Después hizo lo mismo, con la de la hechicera, en un claro gesto de cortejo, que pilló desprevenidas a ambas.

- Chaval ... no juegan en tu liga – Le dijo Barry al oído – Pero ha sido un buen intento.

Grayson hizo un mohín con los labios.

¿Es que todos los superhéroes eran gays?

Lamentándolo en lo más profundo de su corazón, se fue hacia donde estaba aquel extraño hombre de melena descuidada y que olía a sal.

Era Acuaman.

No iba a perder la oportunidad de jugar al billar con un rey Atlante.

A Grayson le encantaba ser el hijo adoptivo de Batman.

Él nunca se había comportado como un padre en realidad, pero fue todo lo que el chico necesitó que fuese y nunca le estaría suficientemente agradecido.

Nunca le importó su carácter huraño, ni su solitario corazón.

Sabía que era un hombre difícil, pero él lo salvó.

Si le preguntaran a Dick, aseguraría sin dudarlo que Bruce había sido el mejor mentor del mundo, y no lo hubiera cambiado ni por los padres más amorosos. Además, ser el hijo de un superhéroe multimillonario tenía sus ventajas.

No iba a negarlo.



DIANA PRINCE

- ¿De qué hablabas con Clark? – Le preguntó la amazona a Víctor.

- De robótica espacial.

- ¿Robótica espacial? – Diana se sorprendió - ¿Desde cuándo Clark sabe algo de robótica espacial? – Eso es algo que ningún granjero de Kansas estudiaría en la escuela.

- Desde que volvió de su ... cautiverio – Le contestó Cyborg – Es realmente un genio. No estoy a su nivel.

La amazona se quedó pensativa más allá de la leve preocupación por el kriptoniano. Instintivamente, en el fondo de su alma, sabía que algo no estaba bien con Clark.

Pasaba más de dos meses preso y torturado, por no sabía exactamente quién, y después de salir del coma unos meses más tarde, allí estaba. Lo miró con ojos escrutadores, sonriendo ante todos.

Fingiendo que nada había pasado.

Compartiendo su vida con Bruce, el único de la Liga que utilizaba el raciocinio más allá de los sentimentalismos.

Por primera vez entendió aquel dicho humano "El corazón es ciego" y no hay mayor ciego, que el no quiere ver.

- Discúlpame Zatanna – Se alejó de la morena de cabellos largos y ojos profundamente negros. Buscó al murciélago que resoplaba solitario en una de las esquinas – Bruce – Lo llamó.

- ¿Qué pasa? – le preguntó sabiendo por el tono de voz que algo andaba mal.

- ¿No notas a Clark diferente? – Bruce lo buscó con la mirada. Estaba jugando al billar con Dick, Acuaman y Linterna Verde.

- Se está recuperando ... - No le gustaba esa conversación y pretendía atajarla cuanto antes.

- A eso me refiero. Se ha recuperado ... demasiado pronto. Ya no tiene sus poderes, y no parece afectarle.

- Trata de adaptarse a su nueva situación – Intentó restarle importancia.

La amazona se acercó más a Bruce y su semblante se ensombreció.

- Clark ha caminado sobre las lunas de Orión, Bruce, después de haber hecho eso, nadie se acostumbra a pisar el suelo. Al menos no tan rápido.

- Él no es tú Diana – Sentenció haciendo referencia al enorme ego de la Princesa, criada desde su nacimiento para gobernar entre los Dioses del Olimpo.

- Ni tú eres el que acostumbrabas a ser – Le miró desafiante a los ojos – Dejas que tus sentimientos nublen tu buen juicio.

- Esta conversación se ha acabado.

La amazona le agarró por el brazo para detener su marcha.

- Bruce, por favor ... tan solo ... no descartes la posibilidad de que ...

Pero el murciélago se liberó de su agarre dándole un fuerte manotazo que no pasó desapercibido por Clark.



VICTOR STONE

- ¿Pasa algo con Wonder Woman? – Preguntó el Cyborg

- No – Se apresuró a decir el murciélago suspirando – Nada nuevo.

Víctor sopesó si debía decírselo en aquel momento o no, pero era tan bueno como cualquier otro, y a veces, el sentido de la practicidad de la máquina, ganaba a la poca humanidad que le quedaba.

- Debemos hacer público que Superman no va a volver.

Bruce miró a su compañero de Liga y dio un largo sorbo a su doble Macallan.

La Liga de la Justicia eligió a Wonder Woman como portavoz oficial, para emitir un comunicado en el que se decía que Superman estaba en una misión al otro lado del Universo conocido, y que ésta le llevaría meses.

La reacción de la prensa no se hizo de esperar. Los simpatizantes se enojaron al sentirse abandonados por el héroe ¿Por qué debía irse a otro planeta? ¿Quién los salvaría a ellos?

De eso hacía ya más de un año.

Con cada catástrofe humanitaria o natural, los medios clamaban por su vuelta, pero ésta, nunca se producía.

- Tienen derecho a saber que no va a volver – Acabó diciendo Víctor.

- Eso debe decidirlo él – Se acabó el whisky que le quemaba placenteramente la garganta.

- Ha pasado demasiado tiempo. Habla con Clark.

- Lo haré, pero no hoy – Le dijo a su compañero para que dejara de insistir en el tema.



BRUCE

En las tres interminables horas de después, Bruce tuvo que acompañar a Dick a su cama, ya que éste se veía incapaz de encontrar su cuarto, entre todas las habitaciones de la mansión.

No es que hubiera bebido demasiado. De hecho es que no solía tomar alcohol y por eso un par de copas le habían afectado tanto.

Era un buen chico.

Diana y Zatanna se fueron las primeras.

Hall, Barry, Oliver y por supuesto Acuaman acabaron tirándose vestidos a la piscina, Y Bruce tuvo que darles ropa seca a todos.

Aprovecharon para llevarse los trajes más caros de su vestidor, asesorados por Hall, que demostró saber más de moda de lo que parecía.

Cyborg y Superman estuvieron conversando largo rato en las hamacas del jardín, hablando sobre nuevas tecnologías que hasta a la mitad máquina se le escapaban, pero no le importaba.

El kriptoniano se veía feliz.

Las palabras de Diana volvieron a su mente.

¿Demasiado feliz?

Después de conducir prácticamente la totalidad de sus deportivos, Bruce les dijo que podían llevarse uno de sus coches si se largaban de una maldita vez.

Obedecieron a la primera.

- ¿Una carrera hasta la salida? – Preguntó Barry, mientras hacía rugir el motor de su Maserati rojo descapotable.

Los demás se miraron y sonrieron entre sí. Eran demasiado competitivos como para negarse.

- ¡El que llegue el último limpia el comedor de la Atalaya por una semana! – Se le ocurrió decir a Hal, que ya estaba sentado en su coche-imán para chicas guapas.

- ¿Tú no vienes? – Preguntó Víctor a Clark.

Bruce lo miró con cara de cordero degollado.

- No ... yo me quedaré ... a ver si consigo que me deje el Batmobil.

Todos rieron al unísono.

- ¡Sigue soñando kriptoniano! – Exclamó Hal, antes de pisar a fondo el acelerador.



***


Una vez solos, Clark sacó una enorme bolsa de plástico y empezó a recoger la ropa mojada de sus compañeros, que se escampaba por la piscina y los jardines de alrededor.

- No te ha gustado ... - Dijo algo decepcionado Clark.

Bruce suspiró y no dijo nada. No quería herir los sentimientos del kriptoniano.

- No. No es eso – No pudo aguantárselo, por si al granjero se le ocurría repetirlo el año siguiente – Pero no vuelvas a hacerlo ... por favor.

Clark rio por lo bajo, para luego explotar a carcajadas. Hasta se llevaba las manos a la barriga de lo que le dolía por tanto reír.

Bruce se rió también y le agarró el cuello con uno de sus brazos, como inmovilizándolo de broma, mientras con la otra mano le hacía cosquillas en el costado.

El kriptoniano no podía aguantar más.

- Basta – Consiguió decir entre carcajadas – Basta.

- Te mereces eso y más – Le dijo Bruce poniéndose delante y cogiéndole la nuca suavemente con las dos manos, lo atrajo hacia sí para darle un largo y ansiado beso en los labios – Aún recuerdo el primer beso que me diste...

El kriptoniano le puso una mano en el pecho, separándose de él.

- ¿Perdona? – Se indignó – Fuiste tú el que te abalanzaste sobre mí al salir de esa sucia alcantarilla.

- ¿Ah sí? – Sonrió un poco el murciélago – Para que luego te quejes que soy poco cariñoso.

Clark se separó un poco más de él y se empezó a desabrochar la camisa, poco a poco, dejando ver su trabajado torso moreno, pues le gustaba pasarse horas al Sol, aunque sus células ya no pudieran absorberlo como antes.

El murciélago se relamió quieto, parado en su posición, disfrutando del espectáculo.

El más joven se quitó el cinturón, lentamente, y lo dejó caer al suelo. Se desabrochó el botón de sus vaqueros y empezó el lento descenso de su cremallera, mientras seguía alejándose, caminando hacia atrás.

Bruce observó el miembro del kriptoniano, abultado dentro de unos bóxers de color negro que reconocía como suyos.

A Clark le encantaba ponerse su ropa, y a él no le molestaba en lo más mínimo.

Deslizó suavemente las manos por la cintura del pantalón, para acabar bajándoselo, acariciándose los muslos en el caída, mostrando su cuerpo casi recuperado, lleno de heridas que aunque visibles, ya habían cicatrizado.

A Batman le pareció que no había nada más sensual que verle desnudarse así, delante de él.

Para él.

Cada vez que lo hacía, era como la primera vez.

Su cuerpo era perfecto. Una belleza de otro mundo que lo tenía completamente cautivado.

Diana tenía razón. Había sucumbido ante aquel hombre sin importarle nada ni nadie más, sin desconfianzas.

Se había entregado en cuerpo y alma al kriptoniano, y al contrario de lo que pensó al principio, ese sentimiento, esa dependencia, le había hecho completamente libre.

Trató de esconderlo. Trató de mentirse a sí mismo, diciéndose que era compañerismo, que era sólo sexo con un buen amigo como con tantos otros. Que la conexión entre ellos surgió simplemente por tener vidas parecidas, y personalidades opuestas.

Caminó hacia Clark y le rodeó con sus brazos para devolverle el abrazo. Empezaron a besarse, embriagándose el uno con el sabor del otro, sin dejar espacio entre sus cuerpos.



Lo supo desde que ese nudo en la boca del estómago se hacía presente cada vez que le miraba. Desde que estar separado de él no le dejaba respirar.

Separó sus manos del cuerpo ajeno, para desabrocharse la camisa lo más rápido que pudo, y dejarla caer al suelo. Anhelaba sentir el roce de su piel caliente, de su esencia.

Le acarició la espalda recorriendo todo lo largo de su columna, en un constante mar de caricias mientras hundía su nariz en el cuello e inspiraba el suave aroma de su piel de otro mundo que cedía ante el roce de sus dedos, como antes jamás lo habría hecho.

Se quitó los pantalones y la ropa interior, sin dejar apenas distancia entre los dos cuerpos calientes.

Su miembro estaba alzado desde hacía mucho, ansiando introducirse en el cuerpo de su amante. Le quitó los bóxers rápidamente y lo puso de espaldas, dejándolo caer sobre un enorme sofá redondo de color blanco que estaba sobre el césped del jardín que rodeaba a la piscina.

Observó el cuerpo demandante de Clark que movía sus caderas arriba y abajo, deseando más de él.

Bruce empezó a rozar todo su cuerpo contra la espalda del kriptoniano, colmándolo de besos que dejaba caer por toda la columna de su amante. Ansiando complacerlo.

Recorrió todas sus cicatrices con su lengua, provocando en Clark el efecto deseado.

Gemidos de sonoro placer.

Le alzó las caderas al kriptoniano para tener mayor acceso y empezó a masajearle el miembro que ya emitía grandes cantidades de líquido preseminal.

Movió su mano arriba y abajo mientras besaba sus hombros y su nuca. Mientras frotaba su cuerpo desnudo contra la espalda empapada en sudor del último hijo de Kripton.

Cuando notó el leve cosquilleo que precedía el orgasmo, cesó en su abrazo y llevó su mano más que mojada con la esencia de Clark hasta su entrada, separando sus nalgas de manera brusca, nublado por la excitación que los consumía a ambos.

Introdujo su miembro en el espacio estrecho y caliente del kriptoniano, que se agarró a la suave tela blanca que cubría su improvisado lecho de amor y aguantó las envestidas jadeando por más. Anhelando que fueran más rápidas y profundas, hasta que el murciélago no pudo soportarlo más y se corrió dentro de él, en un extenso orgasmo que hizo que su cuerpo siguiera temblando cuando quedó tumbado sobre el ajeno.

Clark se puso boca arriba, y Bruce, que no tardó demasiado en recuperarse, se sentó a horcajadas sobre el kriptoniano. Moviendo su pelvis insinuante, mostrándose en todo su esplendor, con un ligero rubor en sus mejillas.

- ¿Qué haces? – Preguntó Clark intrigado.

- Tú no has llegado – Le dijo masajeándole el miembro hasta que se puso del todo duro.

- Entonces, sin más dilación, lo introdujo en su interior, empalándose, haciendo gemir al alienígena.

Le gustaba la sensación de tener dentro a Clark, y empezó a mover sus caderas en círculos, haciendo que el pene ajeno entrara más y más, frotando su próstata, abandonándose a las descargas de placer.

El kriptoniano, se dejó hacer por su pareja, consumido por el estasis. Echó su cuello hacia atrás gimiendo complacido y Bruce no pudo resistirse a hacer que se incorporara un poco, para mordérselo sin dejar de profundizar en la penetración.

No hizo falta mucho tiempo para que Clark sucumbiera al deleite del orgasmo, abrazándose fuertemente a Bruce, dejándose llevar por su rítmico compás, y jadeando hasta conseguir respirar de nuevo con normalidad.

- Ufff, eso ha sido ... intenso – Le admitió al murciélago besándolo de nuevo en los labios – Pero vayamos dentro, no quiero que Dick se despierte y nos vea aquí.

- Dick está durmiendo después de su borrachera – Le sonrió acariciándole el pelo ondulado, jugando con el rizo rebelde que caía sobre su frente – No se despertará hasta mañana por la tarde .Tú siempre tan vergonzoso.

Bruce se separó de él, y le tendió la mano.

- Ha sido el mejor cumpleaños que he tenido nunca.

Clark le cogió de la mano y entraron en la mansión, totalmente desnudos, entre risas por si Alfred los descubría, que ya era más probable, pues el mayordomo también sufría de insomnio.


***

A la mañana siguiente Bruce se despertó con los rayos del Sol golpeando duramente su rostro.

Se levantó irritado, como de costumbre, para cerrar las cortinas, y observó que el kriptoniano ya no estaba en la cama, como venía siendo habitual.

Seguro que le estaba preparando esas deliciosas tortitas, o algún bizcocho casero ...

... Sólo diez minutos más ...

Dos horas más tarde decidió por fin que ya era hora de desayunar. No porque le apeteciera levantarse, sino porque quería verlo de nuevo.

Se duchó sintiendo todavía la esencia del Clark en su interior y su fragancia sobre la piel.

Se vistió con sencilla ropa deportiva y bajó hasta la cocina de servicio con paso ligero, pero sólo encontró a Alfred preparando algo de té.

- ¿Has visto a ...?

- No señor, no lo he visto en todo el día.

- ¿Y Dick?

- Sigue en su habitación. Le he dado una pastilla para la resaca.

Bruce salió de la cocina ante la reticencia de su mayordomo por no querer comer nada.

Se dirigió a la piscina.

Seguro que está tomando el Sol – Pensó – Le encanta broncearse la piel.

Nada.

Allí tampoco estaba, y su ropa y la de los otros miembros de la Liga seguía desparramada por el lugar.

¿Dónde podía estar? Le llamó al móvil pero no daba señal.

Se fue al mausoleo de sus padres, pues a veces y sin que el kriptoniano lo supiera, había descubierto a Clark dejando flores en la tumba de su madre.

Seguramente, le recordaría a la suya propia.

El nombre que figuraba en la lápida era el mismo, y el granjero no había querido volver a Smallville, por muy extraño que pudiera parecer.

Bruce miró la tumba de sus padres y entre un ramo de orquídeas frescas vio un sobre blanco.

Empezaba a ponerse nervioso.

Reconoció la letra de Clark al instante:


Bruce

El tiempo que hemos compartido juntos ha sido maravilloso.

Casi me hiciste olvidar.

Casi me hiciste recobrar la fe en la humanidad.

Pero algo ha cambiado en mí y ya nada volverá a ser igual.

No hay vuelta atrás.

Demasiadas mentiras entre nosotros.

Demasiados secretos guardados.

Sé que no aceptarás lo que estoy a punto de hacer,

pero he tomado mi decisión.

Debo hacerlo.

Quiero que sepas que te amé, y es precisamente por eso por lo que te abandono.


Pero ¡¿Qué?!

Lo primero que sintió el murciélago fue sorpresa. Seguro había entendido mal. Pero a releer las palabras, ese sentimiento se fue convirtiendo en rabia.

¿Lo abandonaba?

¿El muy cabrón lo abandonaba?

Después de todos esos meses sonriéndole y actuando como si no existiera un mañana en el que estuvieran separados ¿Le dejaba?

Después de hacerle feliz, se iba sin más, sin más explicación que una jodida nota en las tumba de sus padres.

¡Casi podía escuchar la risotada de Thomas Wayne revolviéndose en su ataúd!

Miles de reproches pasaron por la mente retorcida del paranoico héroe de Gotham, que ante su sorpresa cayó de rodillas sobre el frío suelo del mausoleo, cubierto de hojas secas.

Se llevó una mano al corazón, sintiendo una punzada aguda de dolor que recorrió todo su cuerpo.

Empezó a respirar con dificultad. Por más que inhalara aire, éste no parecía llegar a sus pulmones. Sus ojos se humedecieron y sintió las palpitaciones de su corazón en su garganta.

No se creía que estuviera teniendo un ataque de ansiedad. No concebía que le hubiera otorgado tanto poder a alguien que no tenía ni la decencia de despedirse en persona.

Bruce intentó serenarse, recuperar algo de oxígeno.

Pese a todo, no lo hubiera dejado irse.

El sufrimiento se aferró a sus pulmones, haciéndose indescriptiblemente angustioso para un hombre que realmente pensó que no tenía nada que perder.

Hasta hoy.

Su teléfono vibró en el peor momento.

Llamada entrante: James Gordon , leyó con letras borrosas en la pantalla.

Activó el distorsionador de voz, aunque no fue capaz de articular palabra.

- Batman ... Ha despertado – Le dijo con evidente preocupación el comisario de policía – El Joker ha despertado.

Bruce colgó la llamada y se llevó una mano a la frente.

Su mente trabajaba a mil por hora en esos momentos.

Volvió a leer la nota "Sé que no aceptarás lo que estoy a punto de hacer, pero he tomado mi decisión. Debo hacerlo"

No podía ser una coincidencia.

Como una exhalación se fue a la Batcueva a ponerse el traje, aunque rara vez el murciélago salía de día.



CONTINUARÁ EN EL CAPÍTULO FINAL ...

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