Parte 43: Jana Chase

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

—Joseph Irolev...

Joseph se tapó con las cobijas de la cama, ignorando la voz que interrumpía su sueño.

—¡Joseph Irolev!

El chico chasqueó la lengua, pero se negó a abrir los ojos. Se sentía muy cansado y lo último que quería era tener que levantarse temprano. El mundo de los sueños era su única escapatoria a la complicada situación que estaba viviendo y resultaba un verdadero martirio la obligación de volver al mundo real.

Repentinamente, las mantas con las que se había envuelto fueron jaladas con suma violencia, destapando por completo a Joseph.

—¿¡Qué diablos haces!? —exclamó el chico, sentándose y dirigiendo una mirada furibunda al Embaucador.

El ente caótico, en su forma infantil, lo observaba a un lado de la cama, con los brazos cruzados.

—Alguien se acerca —informó, con una mirada seria.

—¿Y cuál es el problema?

—Se trata de una hembra humana. ­—El Embaucador arrugó la nariz—. Posee una esencia espiritual sumamente desagradable.

Joseph movió una mano, expresando el poco interés que aquella información le despertaba, y comenzó a recoger las cobijas que habían caído al suelo.

—Más te vale prepararte —añadió, antes de desaparecer en una explosión púrpura.

El chico meneó la cabeza, preguntándose qué cosa podría haber causado una reacción así en el Embaucador. Lanzó un largo suspiró y, tras envolverse nuevamente con las frazadas, volvió a echarse a dormir.

Exactamente cinco minutos después, cuando Joseph estaba a punto de conciliar el sueño, la puerta de la habitación se abrió estrepitosamente. El chico se sobresaltó y observó, con el rostro descompuesto por la sorpresa, a la persona que había sido la causante de las revuelo.

Se trataba de una chica delgada, probablemente de la misma edad y estatura que él. Su cabello era muy negro con algunos mechones azules, y estaba sujeto firmemente en una trenza que le caía por encima de un hombro. Sus ojos, de un azul oscuro, eran profundos y de mirada recia. Estaba vestida con una casaca y pantalones de cuero negro, lo cual le brindaba un aspecto rudo y poco femenino.

Posiblemente, Joseph tan solo la habría considerado como un molesto problema de no haber sido por la pistola que la chica portaba, con la que le apuntaba directamente a la cabeza.

—¿Eres Joseph Irolev? —pregunto ella, sin dejar de apuntarle.

—No... —contestó el chico, levantando las manos, pero se arrepintió en seguida al notar que la desconocida arrugaba el entrecejo y colocaba un dedo en el gatillo de su arma—. ¡Digo, sí! ¡Lo soy! —Joseph tragó saliva con dificultad—. ¿Y tú eres?

Por unos segundos, la misteriosa chica se mantuvo silenciosa y Joseph temió que su fin hubiese llegado. Afortunadamente para él, ella bajó el arma y la guardó al interior de su chaqueta de cuero.

—Soy Jana Chase. Wilson Rypriat me dijo tú también buscas liberar a Markus Chase.

Joseph abrió la boca, completamente estupefacto. No tenía ni idea de que alguien más tuviese el mismo objetivo que él. Además, a juzgar por su apellido "Chase" supuso que se trataba de la hermana, prima o tal vez incluso la hija de Markus. El simple hecho de pensar que un psicópata hematófago como aquel pudiese tener familia revolvió el estómago del chico.

—No sé qué motivos tengas para querer liberar a Markus —continuó Jana, observando a Joseph de manera inquisitiva—. Pero ahora estás obligado a ayudarme.

—No tengo más opción, ¿no? —contestó Joseph con una risilla nerviosa, mientras una chispa se encendía en su mente manipuladora—. Pero si ya hablaste con Wilson sabrás que sus planos no sirven como referencia...

La chica sonrió con suficiencia.

—Eso no es ningún problema. Yo poseo los planos del sótano.

Joseph la miró sin dar crédito a lo que oía.

—Nos reuniremos en la casa de Wilson Rypriat a medianoche —finalizó Jana—. Si decides faltar, ya puedes ir despidiéndote de este mundo.

Tras ello la chica cerró la puerta de la habitación con la misma fuerza con la que la había abierto, dejando a Joseph solo y desconcertado. Era demasiado temprano como para intentar procesar lo que le había acabado de suceder y, de todos modos, supuso que no ganaría nada pensando en ello.

Luego de lanzar un suspiro de resignación, volvió a echarse en la cama, para liberarse de los problemas al menos por un par de horas más.

...

Joseph decidió no salir de su habitación por miedo a encontrarse con la violenta chica que había interrumpido su paz. Se quedó encerrado allí, pensando a profundidad sobre cuán conveniente o problemático podía llegar a ser aquel nuevo personaje.

Al llegar la hora de almuerzo, el Embaucador, en su cada vez más común forma infantil, reapareció llevando en una mano una especie de contenedor de plástico.

—Considero que resultaría muy aburrido verte morir de hambre, Joseph Irolev —dijo, entregándole la cajita al chico—. Así que decidí alimentarte.

Joseph, un poco confundido con aquella inesperada muestra de amabilidad de parte de alguien a quien consideraba un enemigo, recibió el recipiente y retiró su tapa. En su interior había una buena porción de algo que parecía ser arroz con un tono celeste, acompañado de una presa con la apariencia de pollo pero con un color tan rojizo como el de la carne cruda de vacuno.

—¿Esto es comestible? —preguntó el chico, olisqueando el platillo—. ¿No me va a causar mutaciones horripilantes o algo así?

—Puedes morir de inanición si así lo deseas —respondió el Embaucador con un tono ofendido, mientras le ofrecía un extraño objeto similar a un tenedor con rasgos de cuchara y cuchillo al mismo tiempo—. No sé hasta qué punto el sistema digestivo de los seres humanos puede soportar la carne de desgarrat, pero estoy seguro que el aproz no te causará la muerte.

Joseph chasqueó la lengua, temiendo que aquellas palabras que se hacían pasar por bromas resultasen poseer algo de verdad. No obstante, el chico no pudo negar que el delicioso olorcillo que emanaba de la cajita de plástico permitía asumir que las cosas que contenía eran comestibles. Encomendando su alma al cielo, aceptó la herramienta que el Embaucador le procuraba y probó un bocado. Joseph tuvo que aceptar que la comida no estaba nada mal, aunque resultaba sumamente extraño que aquello similar al arroz tuviese un regusto a pollo, mientras lo que parecía ser carne supiese a mantequilla.

—No debes confiar en Jana Chase —dijo el Embaucador, cuando Joseph ya había terminado con la mitad de su almuerzo—. Intentará matarte cuando deje de encontrarte utilidad.

Joseph tragó un bocado y se aclaró la garganta.

—Ahora que lo pienso... —Volvió a meterse un bocado de comida en la boca y lo masticó durante unos segundos, tras los cuales volvió a tragar—. ¿Por qué no me avisaste al inicio del reto que iba a aparecer alguien así?

—No estaba en mis planes —admitió el Embaucador, haciendo ondear su cabello rojo—. Nunca consideré que alguien más pudiese querer liberar a Markus Chase. Al parecer hay seres humanos muy insensatos en este mundo.

Joseph continuó comiendo y, al terminar, fue atacado por una gran sed. Al notar ello, el Embaucador hizo aparecer un vaso lleno de un líquido color azabache que no despertó buenas sensaciones en el chico.

—¿Qué es esto?

—Sangre de yunn —respondió el Embaucador, soltando una risilla al ver el gesto aterrado de Joseph—. No te preocupes. El yunn es un árbol, así que a pesar de tener un nombre tan explícito, en realidad se trata de savia.

Aun sin mucha confianza, Joseph se llevó el vaso a la boca y tragó lentamente su contenido. Aquella bebida tenía un leve gusto a jugo de naranja endulzado con miel, por lo que resultó muy agradable y le permitió saciar su sed por completo.

—¿Qué se supone que haga con Jana? —preguntó Joseph tirándose en la cama, absolutamente satisfecho.

—Síguele el juego —respondió el Embaucador, observándolo fijamente—. Yo me encargaré de encontrar el momento propicio para deshacernos de ella.

Joseph no se mostró convencido con aquella respuesta pero, viendo como estaba la situación, supo que no le quedaba otra más que aceptarlo.

...

Al caer la medianoche Joseph salió del motel, con los nervios crispados, tanto por el encuentro al que se dirigía así como por la apariencia hostil de la ciudad. El Embaucador, quien caminaba a su lado, le había dicho que lo acompañaría hasta la casa de Wilson debido a que, de salir solo, posiblemente Joseph acabaría siendo asesinado por cualquier habitante nocturno de Rypriat.

Al llegar a su destino, ya sin ninguna compañía más que la de su temor, se encontró con Wilson parado frente a la entrada de la verja.

—¡Joseph! —exclamó el hombre cuando notó su presencia.

—Hola, Wilson.

Wilson, muy nervioso, se pasó una mano por el cabello.

—Espero que puedas disculparme... Cuando esa loca vino a mi casa y comenzó a interrogarme...

Joseph suspiró, consciente de que el hombre se refería a Jana Chase.

—Me pregunto si alguien más sabía algo —continuó Wilson, aún muy nervioso—. Solo le dije que alguien de fuera me había contactado ¡lo juro! —Tragó saliva—. Pero en Rypriat tan solo hay un alojamiento, así que supongo que no necesitó saber más para encontrarte... Lo siento mucho, en verdad, no era mi intención meterte en problemas.

Joseph sonrió amistosamente. Decidió fingir ingenuidad y aceptar la historia de Wilson para mantenerlo de su lado. No obstante, aun recordaba que Jana había pronunciado su nombre completo cuando recién lo había encontrado.

—No te preocupes por eso —respondió el chico—. Lo importante ahora es trabajar juntos para evitar que Jana acabe con nosotros.

Wilson asintió agradecido y ambos ingresaron a la casa. En la mesa de la sala se encontraban los planos de la prisión, completamente extendidos. Eran tal como Joseph se los había imaginado: peculiarmente grandes, cada uno con un fondo azul trazado por diversas líneas blancas que indicaban la posición y áreas de los elementos del lugar.

—El Infierno tiene tres entradas —comenzó a explicar Wilson, señalando dichas entradas en el plano—. La principal da directamente a la plaza de la ciudad, por lo que resulta la más resguardada. La segunda está al otro lado, dando a un camino de tierra cerca de un caudaloso río. La tercera no es precisamente una entrada, ya que es exclusiva para vehículos y suministros.

—Ya veo. Supongo que lo mejor será intentar entrar por...

Joseph no pudo terminar la frase, ya que un fuerte sonido los hizo sobresaltar. Se mantuvieron inmóviles, con el corazón latiendo a mil, mientras oían unos pasos acercándose por el corredor con dirección a la sala.

Luego de unos tensos segundos, Jana apareció en la entrada del recinto, llevando bajo el brazo unos planos similares a los de la mesa, con la particularidad que los de ella no eran azules sino rojos.

—Muy bien —dijo la chica, tirando sus planos encima de los de color azul—. Ahora cierren la boca y escuchen el plan.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro