Parte 53: Información Esencial

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Joseph y Ericka caminaban juntos por las tranquilas y cálidas calles de Laseal. Él prácticamente la había obligado a realizar aquel inesperado paseo y ella no había encontrado forma de negarse, ya que el extraño comportamiento del chico la llenaba de curiosidad.

—¿A dónde estamos yendo exactamente? —preguntó Ericka, esperando recibir alguna respuesta lógica que calmara sus crecientes dudas.

Joseph no respondió ya que su atención estaba centrada completamente en sus propios pensamientos. Recordaba perfectamente que una de las reglas del Juego del Embaucador era evitar a toda costa de que alguien se enterase de su existencia. Joseph no tenía ni idea de cuán específica era dicha regla, pero temía que Ericka hubiese descubierto algo demasiado incriminatorio, ya que la memoria portátil no solo contenía el bloc de notas con el link de la creepypasta. También contenía el extraño link .chaos y el ejecutable llamado "trato", si es que la memoria de Joseph no le fallaba.

Lo más sencillo hubiese sido simplemente preguntarle a Ericka si había abierto las otras cosas, además de leer la historia del Embaucador. Sin embargo, no resultaba sensato realizar preguntas directas ya que, en el peor de los casos, podría terminar siendo Joseph mismo quien soltara demasiada información, perdiendo así el Juego al instante. Con todas estas cosas en mente, Joseph intentaba idear un plan efectivo, mientras presionaba con fuerza el maletín de su laptop que le colgaba del hombro.

Luego de un trayecto silencioso, consiguieron llegar al límite de la ciudad y empezaron a ascender una colina caminando a un lado de la carretera. Para ese punto, la curiosidad de Ericka había comenzado a dar paso a un leve, pero progresivo temor.

—¿Acaso piensas secuestrarme, Joseph? —dijo la chica, con un tono entre nervioso y burlón—. Te aseguro que pagarás muy caro si lo intentas.

—Obviamente te estoy secuestrando, por eso estás maniatada y amordazada —respondió Joseph, lanzando una risotada para esconder sus preocupaciones—. Solo quiero mostrarte lo que hay en la cima de esta colina.

Ericka suspiró, consciente de que siempre había considerado a Joseph como alguien extraño y difícil de tratar. Durante los últimos meses había comprobado que lo primero era más que cierto, pero lo segundo había sido puesto en duda. De no haber sido tan orgullosa, Ericka casi habría podido aceptar que le agradaba pasar tiempo con alguien tan interesante como Joseph.

Tras el agotador ascenso, ambos llegaron a la cima, en donde se erigía una mansión de aspecto descuidado pero imponente.

—Esta es la Casa de la Colina —explicó Joseph, mirando la edificación con añoranza—. Cuando yo y los demás del Club del Terror estábamos en secundaria no teníamos un lugar específico para reunirnos, ya que resultaba incómodo tener que rotar de casa en casa. Esta mansión se convirtió en nuestro santuario.

Ericka observó el edificio, sorprendida y confundida al mismo tiempo.

—¿Esto es lo que querías mostrarme?

—Desde que el Club del Terror se hizo oficial en la universidad, tú has intentando disolverlo —afirmó el chico, mirándola seriamente—. Siempre te consideré una molesta rival, pero ahora creo que hice mal en juzgarte. Tú no sabes la historia del Club del Terror, y yo no pienso contártela, pero al menos puedo mostrarte parte de nuestra esencia.

Joseph volvió a mirar la mansión y se dirigió a su entrada. Las palabras que había pronunciado, si bien eran verdad, en realidad las había dicho para convencerse a sí mismo de que el Club del Terror aún existía. Y era su deber que eso se mantuviese así para poder dar una cálida bienvenida a Sia si conseguía ganar el Juego.

Ericka también se puso en marcha y alcanzó a Joseph en la entrada.

—Sí que te lanzas buenos discursos cuando quieres, ¿acaso pretendes reclutarme? —La chica rio alegremente—. Pensé que ya estaban completos. Según lo que sé, tienen los arquetipos requeridos. —Ericka levantó los dedos de una mano y comenzó a bajarlos en orden—. La orgullosa, el bufón, el tímido, el raro y la alegre...

La chica se calló al instante, consciente de que podría resultar de muy mal gusto mencionar a Siara frente a Joseph. Al fin y al cabo, no pretendía hacerlo enojar ni tampoco ofender la memoria de una fallecida.

—¡En verdad tenemos arquetipos! —exclamó Joseph, sinceramente sorprendido—. Bueno, en ese caso tú podrías ser la disciplinada. Nos falta alguien que equilibre nuestras locuras.

Ericka iba a seguir con otra broma, pero Joseph abrió la puerta doble en ese momento, revelando el interior de la mansión. La chica no puedo evitar sorprenderse por la elegancia al estilo clásico de todas las cosas allí presentes. Si bien era innegable la poca conservación del lugar, era justamente la suciedad de las paredes, junto con el polvo y las telarañas las que le daba un aspecto sorprendente y tétricamente atractivo.

Joseph se dirigió a la sala, ubicada al lado de la entrada, y se sentó en uno de los mullidos sillones. Invitó a Ericka a sentarse frente a él, cosa que la chica hizo luego de ver que aquella estancia estaba considerablemente más limpia que el resto de la mansión.

—¿Qué te pareció la creepypasta del Embaucador? —preguntó Joseph de improviso, decidido a no seguir dando rodeos.

—¿Creepypasta? —Ericka ladeo la cabeza, ya que nunca antes había escuchado aquel término, pero consiguió seguir el hilo—. Me pareció una historia interesante y peculiar.

—Sí que lo es.

—Me recuerda a la trama de "El Devorador de Suerte" —continuó la chica—. La idea de un ser caótico haciendo tratos con humanos también se presenta en su desarrollo.

—Sí, bueno, lo que quiero saber es si... —Joseph se detuvo al instante—. Un momento, ¿has visto "El Devorador de Suerte"?

—Sí, ¿por qué?

Joseph quedó con la boca abierta. "El Devorador de Suerte" era una película de terror de culto que había sido estrenada hace más de veinte años atrás, antes de que él naciera. Ni siquiera sus amigos del Club del Terror la habían visto, ya que a ninguno le llamaba la atención algo tan clásico.

—Aunque también tiene detalles similares a los de "Vida Fatua" —prosiguió Ericka—. Aunque en la versión del libro el protagonista consigue vencer al monstruo haciéndolo caer en su propio juego. Ojala el director de la película hubiese dejado el mismo final.

Joseph abrió aún más la boca. "Vida Fatua" era una novela publicada hace cincuenta años, que a su vez contaba con una película homónima de hace más de una década. Joseph nunca antes se había encontrado con alguien que conociese los clásicos de esa manera. Se había acostumbrado a los gustos contemporáneos de sus amigos, aunque siempre había deseado conocer a alguien con mayores conocimientos del extenso mundo del horror. Resultaba irónicamente asombroso que dicha persona resultase ser precisamente Ericka, a quien consideraba una enemiga acérrima del terror.

La chica, por su parte, parecía dispuesta a continuar con sus comparaciones, pero al ver el gesto de sorpresa de Joseph, bajó la mirada y se ruborizó notablemente.

—¿Cómo sabes todo eso, Ericka? —preguntó el chico—. Ni siquiera yo he conseguido ver Vida Fatua completa...

—Son solo cosas que encontré por casualidad. —Ericka desvió la mirada, con el ceño fruncido—. No creas que en verdad me gusta el terror ni nada por el estilo.

La chica se cruzó de brazos y Joseph consideró sensato no presionarla más, aunque la imagen que tenía de ella había cambiado por completo. De todas formas, por más insospechada e interesante que resultaba la situación, Joseph decidió centrarse en el tema del Embaucador.

—Bueno, Ericka, supongo que te he juzgado mal todo este tiempo. —Joseph forzó una sonrisa—. ¿Solo leíste la historia del Embaucador, o revisaste las otras cosas?

—¿Otras cosas? —Ericka ladeó la cabeza, pensativa—. Tu memoria solo tenía el bloc de notas con el link de la historia, no había nada más.

—¿En serio?

Ericka señaló el maletín de la laptop.

—Puedes revisarlo ahora.

Joseph así lo hizo y, para su sorpresa, descubrió que las palabras de la chica eran verdad.

—No he borrado nada, por si acaso —indicó Ericka, viendo el gesto sorprendido de Joseph.

El chico asintió en silencio, suponiendo que el único capaz de haber hecho algo así no sería otro más que el mismo Embaucador. No obstante, Joseph no encontraba ninguna razón para ello, ya que si los archivos hubiesen seguido en la memoria, resultaba muy posible que Ericka lo hubiese descubierto todo. La única explicación posible era que el Embaucador no deseaba acabar el Juego tan pronto, para poder torturarlo un poco más.

Tras ello, Ericka afirmó que no podía quedarse por más tiempo, por lo que se despidió y salió de la mansión con rapidez. Joseph se quedó solo, preguntándose qué cosa hacer a continuación, hasta que una desagradable sensación le recorrió toda la espalda.

El chico se levantó sobresaltado en el mismo instante en el que el Embaucador apareció produciendo una explosión púrpura que hizo temblar toda la casa. El ser caótico había asumido su forma titánica para aquella aparición, por lo que Joseph no pudo evitar sentirse aterrorizado por el posible significado de ello.

—¿He perdido...? —murmuró Joseph, amedrentado—. ¿Perdí el Juego?

El Embaucador levantó un brazo y señaló al chico con dos de sus tres dedos.

El Juego se mantiene en pie, Joseph Irolev.

Joseph suspiró con tranquilidad y se derrumbó en el sillón.

Pero Ericka Francoise podría llegar a representar un serio problema en el futuro —continuó el Embaucador, haciendo que el aterrador eco de su profunda voz se acrecentara aún más—. Te recomiendo eliminarla inmediatamente.

—No pienso eliminar a nadie... —espetó Joseph, endureciendo el rostro—. No quiero que haya más víctimas. Me aseguraré de que absolutamente nadie descubra el Juego.

Insensato —pronunció el Embaucador, tras lo que bajó el brazo—. Aprovecha el tiempo libre que te queda.

Joseph estuvo a punto de contestar de que podría aprovecharlo si no tuviera a un monstruo frente suyo, pero no se atrevió a tensar aún más las cosas.

He de investigar algunas cosas para los próximos retos —añadió el Embaucador, comenzado a difuminarse en medio de una nubosidad violeta—. Mantente alerta, Joseph Irolev. Eres una débil presa rodeada de depredadores.

Dicho ello, el Embaucador desapareció causando una explosión igual de intensa que la de su entrada. Joseph se levantó del sillón, sintiéndose agotado nuevamente, y salió de la mansión con pesadumbre.

...

Muy lejos de donde Joseph se encontraba, un extraño hombre revisaba libros arcanos, sentado en una silla compuesta de huesos humanos. Se acariciaba su larga barba blanca y negra con una mano, mientras que con la otra repasaba los símbolos blasfemos de los documentos prohibidos que leía.

Sus ojos, uno de los cuales era atravesado por una profunda cicatriz de un intenso color rojizo, se movían con suma rapidez, recorriendo las líneas de texto maldito de sus grimorios. Cada vez que conseguía terminar de leer uno de aquellos libros funestos, se levantaba haciendo ondear su túnica roja como la sangre, y lanzaba el compendio inútil, maldiciéndolo, para luego sacar otro de una de las muchas estanterías de madera negra que ocupaban esa oscura oficina.

Su cruel mascota, el pájaro carnívoro Marluck, no despegaba sus pequeños y malignos ojos negros de su amo, mientras devoraba pedazos sanguinolentos de un plato cercano a su posadera.

Repentinamente, la puerta de la oficina se abrió, causando que multitud de ratas deformes que pululaban por el piso corrieran desesperadas a refugiarse entre las estanterías. Marluck no desaprovechó la oportunidad y se lanzó en picado, atrapando muchas ratas con las seis patas que poseía.

—Lamento mucho interrumpirlo, mi señor —murmuró quien había abierto la puerta, haciendo una leve reverencia al hombre que revisaba los grimorios.

Marluck dejó de prestar atención a las ratas que había apresado y dirigió su atención al recién llegado. Se trataba de un joven pálido, alto y delgado vestido con una túnica granate. Su cabeza rapada estaba adornada con un tatuaje que representaba una especie de dragón con la cabeza repleta de tentáculos verdosos. Tras analizarlo, el pájaro carnívoro miró a su amo, como esperando un orden para devorar al joven. Al fin y al cabo, a Marluck le encantaba comer carne humana.

—Retírate Ha-Yo, no tengo tiempo ahora —espetó el hombre de los grimorios, con una voz grave y autoritaria.

—Mi señor, alguien lo está buscando —repuso Ha-Yo, mirando con desconfianza como Marluck no le quitaba de encima sus diez ojos negros—. Afirma que posee información de vital importancia.

El hombre de los libros malditos suspiró con cansancio. Había estado revisando los documentos de la oficina por más de cinco días seguidos sin encontrar lo que buscaba, y sus esperanzas de hallarlo habían comenzado a flaquear. No confiaba en que alguien pudiese darle justo la información que necesitaba, pero no se sentía capaz de continuar leyendo aquellos grimorios funestos.

—Dile que pase.

Ha-Yo asintió y, tras hacer una reverencia, desapareció en la oscuridad tras la puerta de la oficina.

Unos segundos después, una joven chica rubia de espectacular belleza ingresó a la sala y se plantó frente al escritorio del hombre de los grimorios. Este observó a la intrusa, cuyo aspecto desenfadado y juvenil reforzaron su idea de que no podría ofrecerle información valiosa. Viendo que no iba ganar nada escuchándola, el hombre levantó una mano dispuesto a hacerle una señal a Marluck para que eliminara la molestia.

La chica rubia, por su parte, miró a su alrededor y una sonrisa burlona se dibujó en su hermoso rostro.

—No creo que estos vejestorios te digan dónde encontrar el sacrificio para invocar al Ancestro.

El hombre, sin dar crédito a lo que oía, bajo la mano al instante, causando que Marluck chasqueara su lengua de reptil con decepción. Ni siquiera sus seguidores más cercanos sabían su intención de invocar al Ancestro, por lo que no podía imaginar cómo una chica como aquella podría poseer dicha información.

—¿Cómo sabes qué es lo que busco? —preguntó el hombre, levantándose de manera imponente—. ¿Quién eres tú?

La chica rubia sonrió.

—No importa quién soy. Solo te diré que tu preciado sacrificio se encuentra en Ukriev. Para ser más precisos, está en Laseal.

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