Parte 7: Los Miembros del Club

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Los miembros del Club del Terror no solo acostumbraban reunirse en la Casa de la Colina. Cuando ingresaron a la universidad y consiguieron hacer oficial la creación de su club, les brindaron un salón especial en una sección del campus en la que, por lo general, nadie solía transitar. Se suponía que el pabellón en donde estaba ubicado dicho salón había sido pensado para formar parte de la facultad de medicina, mas nunca llegó a implementarse dicha carrera en el currículo de la universidad. Debido a ello, la gente también conocía al Club del Terror con multitud de nombres peculiares, tales como el Grupo Aislado, el Oasis del Miedo, entre otras muchas denominaciones en son de burla.

No obstante, los miembros del club agradecían profundamente que les hayan brindado un salón tan alejado de las multitudes, ya que les permitía disfrutar de la "paz y tranquilidad" necesaria para realizar sus actividades. Asimismo, durante las noches, aquel pabellón solitario representaba el sitio perfecto para reflejar el espíritu del Club del Terror.

Una tarde, justo una semana después al intento fallido de investigar la casa de Sia, se reunieron Edward, Hans y Lilian en el salón del club después de clases, tal como tenían acostumbrado hacer casi a diario. El interior del salón era mucho más normal de lo que se podría esperar de un club con una temática tan singular como aquel. Había algunos posters pegados a las paredes que contenían imágenes de películas relacionadas al terror, pero fuera de eso no se habían esforzado demasiado en brindar una ambientación aterradora. Por lo demás, el salón estaba casi vacío, sin contar las seis pequeñas mesas apiladas al centro con cinco sillas alrededor, una para cada miembro.

Lilian, Edward y Hans se sentaron en sus respetivas sillas y aguardaron en silencio. No habían hablado con Joseph en toda la semana y tampoco respondía a sus llamadas, pero suponían que no se atrevería a quebrantar la tradición y faltar a tantas reuniones del Club del Terror. Sin embargo, la experiencia que había vivido en la casa de Sia aun los mantenía muy nerviosos y atemorizados y no estaban seguros de nada.

—No parece que Joseph vaya a venir hoy tampoco—murmuró Lilian, apoyando la cabeza en la mesa.

—¡Qué cobarde está hecho! —comentó Edward, sonriendo burlonamente pero con la voz tensa—. Se supone que él es el más aficionado al terror, ¿Cómo puede ponerse así solo por ver un cadáver?

—¡No digas eso! —espetó la chica, golpeando la mesa y mirando enojada a su amigo—. Sabes muy bien que él y Sia eran muy cercanos, mucho más que con nosotros... es normal que le haya afectado mucho más.

Edward chasqueó la lengua, pero asintió y levantó las manos a la altura de los hombros, aceptando que se había propasado un poco.

—De todas formas, dado que Joseph es el líder del club, debemos buscarlo y traerlo... aunque sea a la fuerza.

—¿No sería mejor esperar? —opinó Hans tímidamente—. Creo que deberíamos dejar que Joseph piense las cosas por sí mismo y que vuelva cuando esté preparado...

—Vaya cursilería más estúpida —masculló Edward, estirándose.

—Cállate, por favor —suspiró Lilian, tras lo cual dirigió su mirada a Hans—. Puede que tengas razón, pero nosotros somos sus amigos y debemos estar con él en los malos momentos, ¿no?.

Hans asintió silenciosamente. Edward se levantó y observó a sus dos amigos.

—Entonces, lo mejor será empezar a buscarlo cuanto antes. Creo que lo vi fugazmente por ahí, de modo que aún debe estar por la universidad.

Lilian y Hans se levantaron y se prepararon para retirarse, cuando la puerta del salón se abrió con violencia. Una chica ingresó al lugar, dando pasos largos y firmes. Llevaba su cabello negro atado en una cola que le llegaba hasta la cintura, y sus gafas de marco rojizo acentuaban su mirada petulante y autoritaria. Se trataba de Ericka Francoise, la presidenta del Consejo Estudiantil y enemiga declarada del Club del Terror y cada uno de sus integrantes.

—¡Vaya, vaya! Tal como me lo esperaba... —siseó la recién llegada, observando burlonamente a los miembros del Club del Terror—. Parece que, como siempre, no están haciendo nada bueno con su tiempo, ¿eh?

—Justamente en estos instantes nos disponíamos a aprovechar nuestro preciado tiempo —respondió Lilian con una falsa sonrisa—. ¡Es realmente lamentable que hayamos sido interrumpidos!

Ericka soltó una risilla burlona y avanzó hasta colocarse tan solo unos centímetros frente a Lilian, mirándola de forma retadora. Edward y Hans se mantuvieron silenciosos, sin hacer el más mínimo movimiento ya que, de entre todos los presentes, solo Lilian era capaz de enfrentar a Ericka sin titubear.

—Creo que... —intentó decir Hans, pero Edward lo contuvo bruscamente.

—¡Calla, imbécil! ¿Quieres que nos devore a nosotros también?

Ericka continuó en su misma posición, hasta que Lilian bajó levemente la mirada y retrocedió, derrotada.

—Bueno, tendrán que olvidarse de cualquier cosa que hayan planeado —afirmó Ericka con las manos en las caderas—. Van a ayudar a organizar el Festival Cultural.

—¿Qué? ¡No podemos hacer eso! —exclamó Lilian—. Tenemos que...

—Ustedes son los únicos en toda la universidad que no están haciendo algo productivo.

—Pero nosotros íbamos a...

—También les queda la opción de desobedecer e irse a vagar por ahí —indicó Ericka sonriendo con malicia—. Pero eso sería perfecto para poder cerrar este inútil club de una vez por todas.

Lilian intentó discutir, pero no encontró la forma de hacerlo. Dirigió una mirada suplicante a Edward y Hans, pero estos se limitaron a encogerse de hombros. Lilian suspiró y procedió a salir del salón, seguida de sus dos amigos.

—Por cierto... —dijo Ericka, antes de que Lilian y los demás pudiesen empezar su recorrido al lugar del Festival—. ¿Dónde está Joseph Irolev?

—Eso es justamente lo que queríamos ir a averiguar —murmuró Lilian y emprendió la marcha, en compañía de Edward y Hans.

Ericka comenzó a seguir a los tres para asegurarse que fuesen a ayudar en el Festival, pero tras un breve recorrido cambió de idea y tomó el camino contrario.

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