II. ¿Perdón? Ja, ja

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Parpadeé.

Lo primero que oí fueron los golpes de una película de acción y música dramática. Dagna estaba viendo Karate Kid con Cameron y Albert. La peli estaba en una de las escenas finales donde el protagonista se lesionaba y no sabía si continuar en la competencia. Tenían un táper con palomitas que abrazaban tensionados mientras contemplaban la computadora que reproducía el DVD.

Estaba en el camarote del barco, recostado en una litera dura y cubierto con una sábana áspera hasta el pecho que parecía barba recortada. A mi lado se hallaba Petra, pálida, con una herida suturaba bajo la barbilla. Continuaba cubierta de polvo y cenizas, igual que yo. Estaba demacrada. Tenía su molesto cabello en mi cara y lo primero que hice fue apartarlo. Lo desconcertante era que ambos estábamos vestidos con bata de hospital y teníamos unas pulseras de internos.

Una luz mortecina alumbraba la habitacion. Las paredes eran de metal y el aire estaba pesado, era como el camarote de un submarino. Lo único de decoración era una alfombra sucia en el suelo que parecía robada de un basurero.

Traté de incorporarme pero todo me dio vueltas. Mis amigos voltearon lentamente y al verme se pusieron de pie de un salto, las palomitas acabaron en el suelo.

—¡Jonás! ¡Despertaste, otra vez! —Dagna sonrió aún ceñuda y le dijo a Cam que llamara al resto de los tripulantes.

—¿Quieres decir al resto de los chicos?

Dagna puso los ojos en blanco.

—¿Nunca me dejas ser formal? Sí, llama al resto de los chicos.

—Y Berenice que es una dama —agregó Albert.

—Sí, como sea, a todos.

Dagna apagó con nostalgia su película favorita, desprendiéndole miradas a los títulos como si le doliera que hubiese despertado justo en esa escena. Me contó todo lo que había sucedido en los últimos días los cuales habían sido tres.

Nos habían esperado en el barco pero al amanecer, cuando vieron que no vendríamos, regresaron al portal, allí un indigente les contó que tres adolescentes quemados y heridos de gravedad habían sido encontrados en el suelo. El vagabundo atestiguó que los oficiales de policía decían que esos chicos parecían haber sido atacados por una manada de leones. Pero nadie sabía más porque el testimonio de la persona que los encontró no era muy fiable, decía que los vio salir de la nada con una columna de fuego en su espalda, nadie le creyó, estaba borracho, lo que era un gran alivio.

Dagna interrumpió las noticias cuando llegaron los demás.

El resto de la unidad se abalanzó por la puerta, me rodearon y me bombardearon de preguntas y saludos, excepto Berenice que permaneció callada, mirándome desde el rincón como una cámara fisgoneándote en el centro comercial.

Me incorporé y me senté en el colchón. Tenía el torso vendado, sentía los puntos en mi espalda. El dolor me hizo encogerme. Dante y Alb fueron por unas medicinas, una cola de dieta y un sándwich de sardinas. En el último año como trotador me había llenado de cicatrices. Tener cicatrices para un trotador era tan normal como un adolescente con hormonas. Me pasé una mano por mi cabello rubio y lo sentí tan duro como el colchón.

Todos estaban aseados y vestidos con el uniforme del Triángulo, tenían las botas pulidas y la ropa planchada parecían unos pequeños marinos. Walton volvía a tener su cabello bien peinado y engominado con una pulcra raya que lo hacía parecer un soldado de los sesenta. Albert tenía bata de doctor, ambo azul y un estetoscopio colgando del cuello ¿Albert doctor? Me habría sentido menos raro despertando en el cielo. Petra continuaba dormida a mi lado y ni se movía, ni siquiera se despertó cuando Cam me cantó aguda y desentonadamente la canción de bienvenida que había creado mientras dormíamos.

—¡Te la cantaré! Dice así:

Oh, amigos separados...

—Oye, creí que no despertarías nunca —lo interrumpió Sobe—. Me asusté tanto como cuando Cam terminó esa canción y dijo que la cantaría todo el camino a casa.

Cam no lo oyó y me prometió que luego me la cantaría a solas cuando despertara Petra porque si no era injusto para ella llevarse la sorpresa después.

Sobe buscó una silla, la arrimó muy cerca de mi cama y procedió a relatarme lo sucedido cuando nos llevaron al hospital de confronteras. Estuvimos allí internados toda la noche, nos separaron en diferentes habitaciones.

Cuando Sobe despertó le preguntaron por qué su amigo tenía la espalda cortada como si un león lo hubiera usado de poste para arañar y lo interrogaron con respecto a la chica que estaba tan débil y sin energías que parecía no comer hace semanas. Sobe fingió amnesia y trató de escaparse pero lo amarraron a una cama cuando procuró explicarles que debía irse rápido o lo expulsarían de una isla secreta, escondida en el Triángulo de las Bermudas donde se refugiaban todos los trotamundos, guardianes de los mundos. Como es de esperar llamaron a un loquero.

Sobe tuvo que quedarse toda una aburrida noche amarrado mientras le sanaban las heridas y le daban suero. Me dijo que hubiera preferido estar fregando platos en la cocina de Babilon. Estuvo así hasta la mañana.

Ahí entraron en acción mis amigos. Albert se disfrazo de psiquiatra. No fue problema para ellos infiltrarse en el hospital, tenían experiencia después de una semana en Babilon. Cuando estuvieron dentro, me hicieron pasar por muerto al igual que Petra. Me sacaron de mi habitación pero en lugar de ir a la morgue se desviaron de camino. Luego un guardia de seguridad los pilló, así que nos echaron a una camilla como sacos de carga (sí, eso dijeron) y nos arrastraron mientras abrían una falange defensiva y empujaban a los doctores que se ponían en su camino. Se veían algo así como un equipo de rugby que robaba enfermos de hospitales.

—Fue como un Grey's Anatomy de guerrilla.

—¿Ves esa chorrada? —preguntó Miles sin gritar y volteándose con una sonrisa burlona. Tenía su cabello anaranjado oculto detrás de la capucha de su sudadera.

Dante se encogió de hombros y bebí de mi cola de dieta.

—Tenía que mirar algo, había terminado todas las temporadas de Downton Abbey.

Walton largó una risa y palmeó a Albert que al aparecer fue la estrella de la misión de rescate. Dante agregó que después de salir del hospital se toparon con La Sociedad, tuvieron que huir y lo hicieron por los pelos pero eso costó la existencia de una sucursal de McDonald's y la perdida de muchos McCombos que terminaron en el suelo. No profundizaron en detalles.

Nos dejaron a bordo pero ninguno de los dos había despertado, yo porque había estado al borde de la muerte casi tres veces en la misma noche y Petra por haber abusado de las artes extrañas y consumir su energía vital.

Luego de eso se pusieron en contacto con el Triángulo y recibieron buenas noticias. Habían extendido el plazo para estar fuera de la isla a tres semanas. Recordé el sueño que había tenido de Aurora y Adán discutiendo. Al parecer ella había ganado, de alguna manera lo había persuadido u obligado a cambiar de opinión. Traté de imaginarme la bronca que nos tendría Adán en ese momento pero no era tan bueno imaginando.

Nadie de las patrullas de búsquedas había regresado a la isla pero todos se habían puesto en contacto. Una patrulla había tenido un problema con flores cantarinas y tuvieron que trotar de portal a portal hasta que uno los llevó a la muralla china, ellos habían sido los únicos que no lograron hacer contacto con el sanctus. En China buscaron un teléfono público y se contactaron desde allí. Todos los integrantes de los grupos estaban vivos a excepción del guardián que viajaba con Georgia, Roma, Ed y Tian, él había caído en un combate con una hidra.

Cada grupo regresaría sano y salvo en una semana, desgraciadamente habían caído muy lejos de la isla y tenían que viajar sin usar las terminales de aviones que estaban controladas por La Sociedad día y noche. El grupo de China estaba viajando a dedo. Nosotros deberíamos dar muchas explicaciones pero se nos permitiría quedarnos si devolvíamos a Albert.

Me explicaron que tenían un plan por si no podían hacerlos entrar en razón de que Albert no tenía lealtad con Gartet y de que, a pesar de que no lo parecía, era un niño. El plan consistía en que Sobe trataría de abrir un portal y que ayudaría a Albert a escapar. Hiciera lo que hiciera no lo expulsarían a él por ser Creador. Sobe diría que no podía controlar sus poderes, cosa que es cierto, y que no había sido su intención abrir un portal cuando paso cerca de la cárcel. Incluso había un plan B por si Sobe no podía con su plan A.

Él me desprendió una mirada fugaz cuando todos lo felicitaron por abrirse y admitir algo que ya todos sabían: que estaba tratando de manejar sus poderes. Le desvié la mirada y me concentré en mi sandwich de sardinas, yo todavía no me sentía cómodo diciéndoles a los demás que tenía poderes especiales cuando ni siquiera sabía qué hacían. Con que lo supiera Adán era suficiente.

Sonreí.

—Son buenas noticias.

—Buenas noticias serían que nos digas qué pasó con el sanctus. Necesitamos saberlo para el interrogatorio.

—Entonces no serán buenas noticias.

Todos enmudecieron y las sonrisas se desvanecieron poco a poco incluso Berenice, desde su rincón, donde examinaba cada cosa, se cruzó de brazos y dirigió sus ojos hacia el suelo. Les conté todo lo que me había dicho el sanctus, que de hecho no era nada. Sus instrucciones habían sido; vuelve al Triángulo, busca a Dracma ¡Ah, y por cierto, eres un necesitado de afecto, tus hermanos no te quieren, maldito perro rastrero!

—¿Te dijo maldito perro rastrero? —se preguntó Cam confundido.

—No, pero lo dio a entender. No lo sé —acaricié mis sienes y me puse de pie—, en parte tiene razón, ellos pueden atravesar portales y regresar cuando quieran. No quieren o no pueden. Ya ni siquiera sé si hablé con Narel hace un año o si fue una trampa.

—¿Entonces no buscarás a Dracma? —preguntó Miles muy serio, algo inusual en él.

—Claro que lo buscaré, necesito respuestas o al menos una razón. Me niego a creer que esa es la verdad —de repente me detuve, ya sonaba como Tamuz, por esa razón agregué—, no puedo abandonarlos si se trataba de una trampa.

Me compadecí de ella. Si te ponías en sus zapatos no parecía tan loca. Lo pensé mejor, Tamuz no tenía a nadie en quién confiar yo sí. Suspiré y les narré el bloqueó que me habían puesto hace un año, el sanctus había dicho que muchos magos estuvieron involucrados en eso. No toqué el hecho de que lo hicieron para protegerme porque era peligroso, sólo lo expliqué como un misterio extraño.

—Debo buscarlos, la Narel que yo conocía no desaparecería, aunque me haya dicho que no estaban presos no quiere decir que tienen toda la libertad para atravesar portales. Puede que esas personas que me pusieron el bloqueo también me hicieron creer que hablé con ella. Ya no sé qué creer. Hay otra razón detrás de todo esto, lo sé, planeo averiguarla y resolverla. Claro, después de ir a casa.

Rápidamente les conté mi encuentro con Tony y lo que él me había dicho de no regresar a casa porque mi padre había hecho algo de lo que se arrepentía pero algo que era necesario. Después resumí lo mejor que pude cuando espíe a Izaro en la montaña, insistí en que no quería sacar conclusiones pero que creía que mi padre había hecho algo malo porque se sentía acorralado por La Sociedad.

Los ánimos ya habían bajado cuando les dije que nuestra misión había tenido la misma utilidad que comer sopa con tenedor pero sus semblantes se pusieron de lo más incómodos y crípticos al mencionar mi casa.

—Sobe nos contó —dijo Berenice desde su rincón, continuaba examinando sus zapatos.

Recordé el sueño que había tenido de ella, cómo amenazaba al transversus. Berenice alzó su mirada y rápidamente la desvié, miré mi lata de cola y la moví entre mis dedos. Tenía la piel de los nudillos comida.

Sobe se encogió de hombros como si no sintiera culpa por revelar el secreto. Se despancijó en la silla y jugueteó con un hilo de su chaqueta de camuflaje. Su cabello mal cortado estaba acumulado detrás de sus orejas lo que realzaba sus rasgos chuecos y su tabique desviado.

—Como te dijimos, el resto de las patrullas de búsqueda que hicieron contacto con el sanctus están a una semana del Triángulo. Nosotros les llevamos ventaja a todos. Aunque hagamos una parada llegaremos primero. Decidimos que antes de tener un interrogatorio, que de seguro llevara días y terminará con un castigo de no volver a salir de la isla por mucho tiempo... bueno, se nos ocurrió que podrías antes visitar tu casa. Ya sabes... con cómo están las cosas. O podrías tocar tierra para llamar. Llevas desaparecido un mes.

—De cualquier modo —añadió Walton dando un paso adelante—. Estamos en la costa Australiana. Cerca de tu casa. En el puerto.

—¡Así es! —Albert se colocó frente a mí y le dio una palmada a la pared de metal, con la bata de doctor se veía como un científico loco—. Yo lo guíe hasta aquí. Estamos cerca de tu casa, donde nos conocimos.

—Toma un taxi y prepárate para la reprimenda que te dará tu mamá —añadió Dante con nerviosismo como si le diera nauseas pensar lo que me sucedería.

—Por favor, hazlo rápido, la duda me carcome —agregó Miles—. Apostamos con Sobe.

—Para mí no regresarás y si lo haces es con una mano marcada en la mejilla por la hermosa señora Brown —apostó Sobe dándome leves golpecitos en la mejilla.

Le aparté la mano con una sonrisa a medias.

—Ya lo veremos. 

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