II. Un puñado de suerte

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Me sentí de vuelta en la realidad. Estaba sentado. Lo primero que sentí fue algo suave y húmedo recorriéndome el labio y la mejilla. Me incorporé alarmado del escritorio donde recostaba la cabeza y vi a Escarlata olfateándome a escasos centímetros de mi rostro. Estaba lamiéndome.

Me había encontrado, siempre tenía un sentido agudo del rastreo. Su piel estaba árida como la tierra del desierto. Lo agarré en mis manos y le acaricié el mentón con la cabeza embotada y aturdida, por lo general sucedía eso cuando despertaba de una visión.

Me había quedado dormido leyendo la lista de mundos. Sólo me faltaban unas páginas parar finalizarla. A mi lado estaba Sobe dormido detrás de una fortaleza de libros que había usado como bloques de lego la noche anterior.

-Canadá -murmuré recordando todo, un sentimiento de urgencia se apodero de mí-. Oye Sobe -me levanté aturdido y fui hacia él.

Sobe se despertó y derramó una taza de café. Me observó con semblante atontado, ceño fruncido y desconcertado. Su chaqueta de aviador la había usado de almohada, estaba doblada sobre la mesa a un lado de los bloques de lego. Contempló la taza de café derramada como si reparara en ella y luego escudriño el líquido que se vertía hacia el suelo.

-Sobe, sé dónde está el portal -le informé mirándolo a los ojos.

-¿Por qué siempre que me despierto lo primero que veo es tu cara? -dijo frotándose el rostro y limpiándose rastros de baba.

-Sobe, sé dónde está el portal a Babilon -repetí.

-Berenice -murmuró y abrió los ojos como platos recordando algo importante-. Berenice también lo sabe.

-¿Qué? -pregunté pasmado.

-Sí, lo soñé, digo lo vi. Ella robó el mapa. Berenice te consiguió un mapa de todos los portales que hay en Canadá, aunque claramente lo hizo en vano ya que tú también lo averiguaste en la misma noche. Aunque ella me lo niegue la conozco, te ayudó a obtener el mapa para que tú la ayudes a buscar un sanctus y así poder matar a Logum. Sea como sea, ella consiguió entrar a la Cámara.

-Pero está...

-Sellada y vigilada lo sé. Pero no entró precisamente ella, entraron los elegidos para las misiones. Iban a trazar unos preparativos para el viaje junto con el Consejo, uno de los elegidos era Wang.

-¿El chico chino que vende cosas como Miles? Pero es Wang, sólo le interesa el dinero, él nunca haría nada gratis.

-Pues parece que le interesan muchas más cosas que el dinero -resopló-, porque robó el mapa de todos los portales que hay en nuestro mundo por ella. Y luego se lo dio sólo por una sonrisa boba y un: «gracias Wang eres el mejor, jamás podría haberlo hecho sin ti» -dijo imitando el tono meloso que había usado Berenice y golpeándome cariñosamente en el pecho como ella había hecho-. Ella coqueteo con Wang por un mapa ¡Se vendió!

-¿Estás celoso? -pregunté ocultando la risa.

-¡Pues claro que sí, por qué no se me ocurrió a mí!

-No creo que hubiera dado el mismo resultado...

-Da igual, esperemos a que Berenice nos encuentre -dijo cruzándose de brazos y recostándose nuevamente en el escritorio, cerró los ojos y habló arrastrando las palabras-. Porque se supone que no podemos ver lo que sucede por los sueños, ninguno de ellos lo sabe así que fijamos que nada sucedió.

-Bu-bueno -dije sentándome frente al descomunal libro, Escarlata se recostó en mi regazo refunfuñando como si me regañara por desaparecer tanto tiempo.

Le acaricié el lomo todavía abstraído en mis pensamientos.

Sentía mi cabeza enfrascada, no podía creer que había encontrado el pasaje. Necesitaba lidiar contra el impulso de embarcarme en ese instante, tomar un bote prestado e irme sin nada más de lo que llevaba puesto pero no podía.

Para empezar habían desaparecido hace un año y sería un rastro difícil de seguir, en segundo lugar tal vez ni siquiera estaban en se portal, eran dos Abridores y un Cerrador; por eso con más razón necesitaba un sanctus. Un sacntus del mundo de Babilon sabría dónde se encontraban o dónde habían ido, sin duda debería saberlo.

No quería pensar en lo que pasaría porque eso me daba falsas esperanzas que no me llevarían a nada pero tampoco podía concentrarme en el presente y en leer el libro. Supongo que a los planes no se los puede hacer esperar, no se puede escapar del futuro. El futuro es como saltar de un tejado una vez que lo haces no te queda otra alternativa que caer.

Luego vino a mi mente otro recuerdo.

Mi familia, Izaro había dicho que usaría uno de mis familiares contra mí. Me odié por no recordarlo antes, un escalofrío recorrió mi espalda y ascendió hasta mi mente. Si tenía suerte ellos ya no estaban en mi antigua casa y habían huido a la cabaña de campo. Me serené pensando que los llamaría lo antes posible para advertirles que huyeran del campo también. Al menos hasta encontrar a la pelirroja.

Estaba amaneciendo fuera de la ventana, las estrellas se corrían para dar paso a un firmamento gris. Algunos pájaros comenzaban a trinar sus melodías de turno y unos chicos regresaban de los campamentos que habían hecho en la playa o en la cueva. Continúe leyendo la lista de mundos en busca de un sanctus en Babilon, ya sabía dónde se encontraba el portal, ahora sólo necesitaba hallar al ser extraño que me dijera dónde encontrarlos. Las horas pasaron. Sobe dormía al lado de un charco de café hasta que Berenice apareció.

Tenía un brillo en los ojos pero no uno feliz.

Su mirada resplandecía opacamente de ansiedad como un carbón a punto de arder. Se había calzado unos pantalones cortos, botas y una camisa transparente la cual dejaba ver el traje de baño que llevaba debajo. Su cabello negro como la noche lo tenía recogido en una trenza alborotada, se veía muy bonita como para pedir que robes un mapa y hacerlo sin pestañar. Me observó al acercarse y leyó mi rostro, ella era muy buena deduciendo pensamientos y expresiones incluso cuando no tenías ninguna.

-Te ves feliz, Jonás.

Me encogí de hombros con indiferencia y continué leyendo.

-Es mejor pensar en positivo.

-¿Estuviste toda la noche con esto?

-Ya sólo me quedan siete páginas de los mundos que empiezan con B. Son estás o nada. Si alguien sabe donde están mis hermanos es un sanctus de Babilon, el libro dice que hay en todos los pasajes uno... en casi todos.

Se sentó enfrente y observó la enormidad del libro la cual la ocultó por completo de mi vista, se deslizó hacia un lado y me sonrió: su sonrisa era apretar los labios y fulminarte menos con la mirada.

-Tengo buenas noticias -anunció tamborileando los dedos sobre la mesa.

-¿Cuáles? -pregunté sin apartar la vista del libro.

Berenice comenzó a narrarme lo que se suponía no sabía.

Me contó la menara que Tiang le hizo el favor de robarle el mapa sin siquiera pedirle algo a cambio. Continué con la vista fija en lista de mundos. De repente algo me desconectó del exterior e hizo que ella pasara a segundo plano. La frase que leí estaba escrita a medias, tachada como si alguien hubiese querido eliminar esa parte de la página, pero aun así se leía un poco, decía:

«En abilon... en los lindes de la casca... real puedes encontrar un sanctus»

Esas palabras podrían significar cualquier cosa para alguien normal pero no para mí que había pasado un año memorizando las tierras de Babilon.

Arranqué la página del libro, que se desprendió emitiendo un crujido. Corrí fuera de la biblioteca mientras Escarlata caía al suelo refunfuñando, Berenice gritaba y despertaba a Sobe:

-¡Oye, tengo el mapa aquí a dónde vas! ¿No vas a darme las gracias, tarado?

Corrí a toda máquina hacia mi habitación, algunos trotamundos que se despertaban y dirigían al comedor para desayunar me miraron sorprendidos, volteando desconcertados. Un Cerra alzó sus puños y gritó «Tú puedes, hermano»

Entré a mi habitación de tropel y encontré durmiendo a Dante y Miles allí.

Miles tenía un gorro sobre la cabeza y roncaba sonoramente, Dante se arrebujaba con las mantas hasta la barbilla y respiraba pacíficamente. Abrí un cajón y extraje el mapa que me había dado Petra el año pasado. Eran las tierras de Babilon, como si se tratara de un mal chiste, sabía cómo era el mundo pero no sabía la manera de entrar. No hasta esa mañana. Ahora lo tenía todo: el mapa del mundo, el mapa del portal a ese mundo y cómo llegar al sanctus.

En la esquina sur se dibujaba una llanura rocosa rodeada por un río detrás de una cordillera de montañas. En el final de la llanura se erguía una gran roca llamada cascada boreal. La cascada boreal del mundo Babilon.

Debía de ser ese sitio, sólo que no se leía con claridad porque alguien lo había tachado pero no lo suficiente. Algo en mí se encendió, pero dolió a la vez como si me reventara un fuego artificial en la cabeza, las rodillas me temblaron y me caí en la litera donde dormía Miles, riéndome a carcajadas.

-¡Lo encontré! ¡Sí, sí, sí, sí, sí!

Miles se despertó agitado y Dante agarró lo primero que vio para protegerse: la almohada. Cuando cayeron en la cuenta de que no había amenazas, me observaron con los ojos entornados.

-Los tres en una cama -murmuró Miles sacudiendo la cabeza-. Esto es incómodo, por favor cierren la puerta tengo una reputación que mantener.

-¿Dónde estuviste toda la noche? Desapareciste luego de la fogata -rezongó Dante dejando la almohada en su lugar.

-Corrección Dan, luego de hacer el ridículo en la fogata -rio-. Yo me ofrezco -profirió imitándome y arrebujándose de sábanas hasta la barbilla-. Por cierto, queríamos hablar de ese asunto contigo y los demás espías.

-No digas esa palabra -susurró Dante totalmente lívido, escudriñando receloso su alrededor como si alguien estuviera espiándolo, incluso le echó una mirada desconfiada a la almohada.

-Sólo era una broma -replicó volteándose hacia él.

Berenice apareció en el marco de la puerta. No se encontraba jadeando pero sus mejillas tenían un leve matiz que la hacía parecer no tan muerta. Con la mirada me indicó que no me andara de bromas. Sus ojos no los apartó de los míos y comprimió levemente los labios.

-¿Quésucede Jonás? -me preguntó pero parecía más un interrogatorio amenazante-. Saliste corriendo como si hubieses visto un fantasma.

-O como si te hubieses ofrecido cómo voluntario en la misión -insistió Miles.

-Sí que saliste corriendo de esa -intervino Dante-. Por cierto, a dónde se fueron ustedes tres la anterior noche -preguntó calzándose una camisa que se abotonó hasta el cuello-. Estábamos buscándolos y creímos que regresarían a dormir así que los esperamos aquí pero no vinieron. Tenemos que decirles algo importante.

-¡Yo también! -declaré dando un salto.

-Berenice, encontré un sanctus. Está en Babilon -me dirigí ahora hacia ellos-. Tengo que ir. Mis hermanos estuvieron en Babilon, si alguien o algo sabe dónde están ahora es esa cosa. Un sanctus es lo que necesito. Además, ya tengo un mapa de las tierras de Babilon, puedo buscarlo más rápido. Y encontré lo que estuve buscando todo este año: la ubicación del portal.

Miles y Dante se incorporaron con los ojos abiertos como platos.

-No bromees con eso.

-Así que coqueteé con Tian por nada.

Berenice no me preguntó cómo conseguí la ubicación lo que solucionó las cosas. Les enseñé la página tachada y el mapa de las regiones de Babilon, todos se agruparon en un círculo para inspeccionarlo. Miles frunció el ceño procurando descifrar la parte borroneada y tachada con rotulador.

-Debo ir contigo, Jonás -anunció Berenice totalmente decidida, dejando los mapas sobre el regazo de Miles-. Un sanctus me dirá dónde está Logum.

-¿Y qué harás ahora? -me preguntó Dante levantando la vista de los papales arrugados-. Creímos que te quedarías porque ibas a seguir las reglas para no acrecentar los rumores de que somos espías...

Alguien golpeó en la puerta. Era Emma, una de las adultas que mantenía en pie el Triángulo y por adulta me refiero a que tenía veintitrés años. Se asomó al interior de la habitación con los nudillos todavía sobre la madera.

-A desayunar en el comedor, tenemos un anuncio muy importante que dar.

-¿Otro más? -cuestionó Dante calzándose unos zapatos tan lustrados que podrían servir de espejo.

-Cinco minutos más -pidió Miles retorciéndose en la cama.

Emma rio. Tenía una sonrisa amistosa, el cabello caramelo cortado por lo hombros y un vestido amarillo hasta el muslo. Su piel era olivácea y sus ojos resplandecían cuando hablaba, al igual que los de Berenice, pero este era un brillo carismático. Emma siempre vestía impecable, su ropa más informal era andar por el instituto con falda y zapatos de cuero. Solía usar diminutivos en cada palabra y otorgarles sobrenombres cariñosos a todos.

-Creí que se levantarían tempranito al saber que sus amigos llegaron.

-Jonás no tiene amigos -añadió Miles-. Yo hago caridad con él.

-Vamos, Walty y Cam están aquí -concluyó Emma-. Llegaron la noche anterior mientras Adán daba el anuncio.

-Gracias, Emma -dijo Berenice y se marchó de allí apresurada.

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