Soy un villano mundial de quince años

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 Finca encendió una vela y su luz resplandeció en toda la habitación. Al momento tardé en comprender por qué, lo primero que pensé fue: artes extrañas. Pero luego vi los cristales. La sala era de piedra y sin ventanas, tampoco había candelabros o muebles. Sólo era roca oscura con vidrios irregulares incrustados, cristales de todos los tamaños, mirando en diferentes direcciones. Incluso había vidrio en el suelo.

De modo que la vela de Finca era reflejada por cada uno, sólo bastó una llama para crear un universo de luces. Detuve mi marcha al ver que me encontraba en un espacio infinito de estrellas naranjas. La sala era tan enorme como la del piso inferior, donde había estado horas antes fregando el acuario.

Éramos los únicos en aquel rincón abandonado del castillo. Ella me había orientado hasta allí, tuvimos que ocultarnos unas cuentas veces pero cuando nos apartamos de los sectores habitados entonces pudimos correr con libertad. Escarlata trató de atrapar las luces que se reflejaban en los cristales pero le fue inútil, bufó frustrado y rastreó otra que al parecer era más divertida.

—Este er una salón de baile —explicó ella, no había querido decirme a dónde me conducía porque era una sorpresa. Observó el resplandeciente cielo—. Se dice que hace más de trescientos años un rey llamado Hebreo amaba las fiestas y era generoso así que invitaba a todo el que pudiera venir no importara que sangre corriera por sus venas. Mandaba a construir un nuevo salón de baile por cada banquete que daba. Cuando su hija primogénita nació también murió, tenía los ojos abiertos hacia las estrellas, algunos dicen que la niña se enamoró tanto de su brillo que decidió seguirlo sin importan el poco tiempo que llevara en la tierra. Cubierto de pena el rey mandó a montar está sala para su funeral, tenía la loca idea de que si su hija veía desde lejos las luces que él podía alimentar entonces volvería, pero eso no sucedió. Aunque no se atrevió a enterrarla, incineró su pequeño cuerpo, montó la montaña de los dioses y le rogó desesperado que lo llevaran con ella. No importara a donde fuera. Nadie jamás volvió a verlo. La sala desde entonces tampoco volvió a utilizarse.

Observé lo hermosas y tranquilas que se veían las luces.

—¿Hubo algún rey que no haya sufrido? —pregunté.

Ella sonrió con amargura.

—¿Hubo alguien que no haya sufrido?

Guardé silencio. Vaya, pero qué dramática.

—Esta habitación es como nosotros Jonás, algo hermoso y brillante que nadie puede ver —tocó fugazmente el fuego como si estuviera hipnotizada—. Yo vengo aquí a menudo, me gusta esta recamara. Generalmente la visito con mi amiga se llama Ojos de Fuego, es la curandera de la que te hablé.

—¿La ves muy seguido con esa chica?

—De hecho no, sólo pudimos estar cuatro veces juntas, ni siquiera la consideraba una conocida, es muy solitaria, pero la última vez que la vi estaba triste, le habían rotó el corazón y dijo que yo era su única amiga —sonrió—. Supongo que queremos estar solos hasta que verdaderamente estamos solos.

No me atreví a responderle no se me ocurría ninguna respuesta fatalista que la contentara, además sentía como si el rey y su hija me estuvieran juzgando detrás de las luces que temblaban a mi alrededor. La negrura de la piedra me hacía pensar que mis pies suspendían sobre un vacío. Finca se sentó en el suelo, frente a otra vela, la primera la había dejado de modo que creara aquellas luces. Me senté enfrentándola, el fuego ardía entre nuestros rostros y temblaba cuando ella suspiraba.

Todavía tenía la imagen de Petra en mi mente como si alguien la hubiera tallado con cincel. Antes de escabullirnos a esa habitación la había visto en el jardín.

La había localizado en un rincón casi aislado, con la espalda recostada contra un árbol, de pie. Llevaba un hermoso vestido color vino, sus hombros estaban descubiertos y su cabello se le vertía sobre la espalda como una cascada de aguas pardas. Tenía unas minúsculas flores hiladas en el cabello. Se parecía a esas imágenes antiguas que mi mamá solía pintar, chicas que correteaban libres por el bosque. En sus manos tenía una elegante copa que habría comprado casas para todo el campo de refugiados, sus dedos finos acariciaban el canto. Estaba coqueteando.

Me costó identificar lo qué hacía porque nunca había visto a Petra coqueteando, de hecho, nunca había visto a ninguna chica, en un radio de cinco metros cerca de mí, coqueteando. No supe por qué me disgustó. Tal vez era porque no se había molestado en decirme su plan, o no tuvo tiempo porque se la veía muy ocupada.

Nisán vestía unos pantalones y una camisa modesta y humilde. Claro si modesto quiere decir despampanante, la tela resplandecía como las mayas ajustadas de los patinadores de hielo, pensar en eso me hizo sentir mejor. Su aspecto de chiflado neurótico había descendido a nervioso. Sus profundas ojeras, pómulos hundidos y ojos cansados sólo le daban un aspecto triste aunque parecía estar pasándola bien. Reía cuando Petra hablaba y era recíproco porque ella sonreía mucho cuando él gesticulaba aspaventosamente al contar relatos. Parecía que le gustaba oír su risa porque cuando ella reía se detenía a escuchar como bobo.

Finca me había arrancado de mi estupor tocado con la yema de sus dedos el dorso de mi mano, el movimiento fue leve como si estuviera hecho de humo y no quisiera esfumarme. Me había indicado con la cabeza que la siguiera.

—¿Esa no era la chica con la que te sorprendió Ofelia? —había preguntado después de abandonar el lado concurrido del castillo sin que nadie nos notara.

—Sólo hablábamos.

—Pues sí, no estaban haciendo nada más porque si quieres ver una charla apasionada es la que está teniendo con el rey.

—¡No están apasionados! —había replicado queriéndole explicar que el rey en realidad estaba como hipnotizado pero en términos mágicos era hechizado.

—Sea lo que sea se hacen reír.

—Yo también la hago reír... a veces.

—¿Qué dijiste?

—Nada.

—Oye —había agregado ella dándome un leve golpe con el codo—. Hoy a la mañana recibí un mensaje de mi amiga, la curandera, ella había tenido que emprender un viaje pero regresa está noche al castillo. Me prometió intentarlo, es más dijo que no suponía un problema para ella poder descubrir el miedo.

No podía creerlo, había tenido en mente la ayuda de su amiga pero jamás había pensado que funcionaría realmente; la seguridad con la que hablaba Finca me hacía creer que ya tenía ante mis ojos el miedo de Nisán. Por un delicioso momento me permití creerle. Le había sonreído mientras caminábamos por el pasillo deshabitado.

—Eso suena genial ¿Cómo lo hará?

Finca se había encogido de hombros.

—Tienes sus medios, supongo, conoce mucho de hierbas curativas y otras no tanto... pero no es muy querida. Está... bueno verás, no sabría cómo llamarlo, a ella no le gusta hablar de eso. Digamos que está maldita como el oscuro bosque donde la conocí. Ella fue maldita por un espíritu y ya no puede hablar... no al menos como antes.

—Qué triste —opiné pensando en ello, no conocía mucho de maldiciones lo único maldito que tenía era anguis pero siempre me salvaba la vida así que lo veía más como una bendición que como algo embrujado.

—Dice que estará encantada de ayudarte para que burles a ese espíritu, odia los entes poderosos. Vaya, esto es emocionante, jamás me había saltado una tarea.

Y con esas palabras había arrimado la puerta que contenía la habitación atiborrada de cristales. Ahora la tenía frente a mí, su cabello era como fuego y sus ojos contenían todas las estrellas que centellaban en la oscuridad.

—¿Quieres saber la historia de los dioses y de su rey Gartet?

No esperaba la verdadera historia de Gartet pero si su aproximación o algún chisme vergonzoso que me hiciera sentir mejor como que su pasatiempo fuera tejer suéteres o coleccionar estampillas. Fuera lo que fuere relatarme estaba listo para oírlo. Escarlata se recostó a mi lado observando con recelo las luces que no podía cazar. Finca le sonrió y acarició su árida cabeza con el dedo índice.

—Bueno. Pero es una historia larga.

Observé las estrellas que suspendían a nuestro alrededor como los insectos de luz.

—Creo que tenemos el tiempo de todo el mundo.  

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