Corazón Roto

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Los días habían pasado rápidamente. Casi no había podido ver a Yoongi porque él estaba ocupado con asuntos del imperio, lejos de donde estábamos. A mí me tocaba organizar, junto con el emperador consorte, todo lo relacionado con el baile de conmemoración de su cumpleaños. Hoy es el día de la celebración y no sé si Yoongi llegará a tiempo. Tampoco me siento preparado para ver a Namjoon.

Unos días antes del día de la fiesta...

—Príncipe heredero, no esperaba verlo.

—Sé que no, pero estaba cerca de este reino y quise venir a hablar contigo. No me veas esta vez como un príncipe heredero, sino como un caballero que está peleando por el amor de Jimin. Antes, presioné a Jimin, dejándolo en la incertidumbre de si llegó a amarme por lo que soy o por la situación en la que él se encontraba. Y aunque deteste admitirlo, tú sigues en su corazón. Por eso, ahora quiero que peleemos limpiamente. Si él decide amarte, entonces yo me haré a un lado y te juro que los dejaré ser felices.

—¿Hablas en serio? Me cuesta creer que harías algo así después de todo lo que has hecho por estar con Jimin —dije, con incredulidad.

Suspiré profundamente. —Sé que es difícil de creer, pero amo tanto a Jimin que no quiero que viva infeliz a mi lado. Ya le he mostrado lo peor y lo mejor de mí, y si con todo eso él te prefiere, debo retirarme y ser un buen perdedor. Amar también es dejar ir.

Me quedé en silencio por un momento, asimilando sus palabras. Finalmente, asentí. —Está bien, entonces el día de tu boda yo iré y veremos qué pasa.

Extendí mi mano hacia Namjoon, y él la tomó firmemente, sellando nuestro trato con un apretón de manos. En este momento, ambos dejamos que sea Jimin el que decida su destino y el nuestro.

De vuelta a el día de la fiesta

—Jimin, ya me han informado que Hyunjin y Yoongi han llegado —dije, tocando la puerta de sus aposentos.

Salí de los aposentos e hice una reverencia al consorte emperador. —Entonces, esperemos en las escaleras.

—Sí, es lo mejor. Vamos.

Caminamos hasta las escaleras y allí estaban Yoongi y el emperador. Hice una reverencia y saludé:

—Emperador, príncipe heredero.

Yoongi me miró con una mezcla de curiosidad y desdén. —Veo que no te has alegrado de verme, Jimin.

—No, ¿por qué piensa eso? —respondí, tratando de mantener la compostura.

—Porque tu rostro no ha cambiado en nada. Siempre tienes un rostro serio en mi presencia.

—Príncipe heredero, ¿podríamos no hablar de nuestros asuntos frente a los emperadores? —dije, intentando desviar la conversación.

—Sí, tienes razón. Igual, lo último que alegaré es que ni tú ni mi padre me han dicho feliz cumpleaños, pero sí han preparado una celebración.

—Para ti soy el emperador consorte, ya te lo he dicho.

—Está bien, mejor bajemos. No hagamos esperar a los invitados —dije, comenzando a bajar las escaleras. No podía negar que mi corazón latía con fuerza. Jimin vería a Namjoon y él bajaba con sus manos apoyadas en su vestido, sin querer tomar mi antebrazo. Lo mismo le pasaba a mi padre, Hyunjin. ¿Debería yo estar aquí? me cuestioné en silencio.

Nos sentamos en las sillas de la realeza y recibí los regalos traídos por los nobles. Me impresionó que ni mi padre ni Jimin me hicieran regalos. ¿Realmente no pensaban perdonarme? Luego se acercó Dahyun, la princesa de antes.

—Alteza, mi regalo puede ser insignificante, pero yo quisiera tocarle una melodía si usted me lo permite.

—Sí, princesa, se lo permito. Por favor, deleítenos con su melodía.

Tomé el arpa y empecé a tocar. Al terminar, todos estaban sonriendo y Yoongi me aplaudió. Por respeto a Jimin, no sonreí y di una reverencia, saliendo del salón.

Bueno, ya que se han acabado los presentes, pueden todos ustedes disfrutar de los bailes —dije, observando a Jimin, que estaba sonrojado desde que bajamos las escaleras. Las miradas furtivas entre él y Namjoon no pasaron desapercibidas. Para hacer mi trato justo, me levanté y me alejé.

—Príncipe consorte, ¿podemos hablar? —dije, acercándome a Jimin luego de ver que Yoongi se había alejado.

—Sí, podemos hablar, duque Kim —respondió Jimin, levantándose de la silla. Empezamos a caminar juntos. —Vayamos al balcón. Aquí, con el ruido, no podremos escuchar bien —dije, sabiendo que se podía malinterpretar con los demás nobles, siempre creando chismes.

—Jimin, ¿cómo has estado? —pregunté al llegar al balcón.

Seguí en silencio a Jimin y a Namjoon sin ser visto por ellos.

—Supongo que estoy bien. ¿Y tú? ¿Ya te has casado? —preguntó Jimin, con una mezcla de curiosidad y tristeza.

—No, Jimin, porque siempre dije que me casaría solo contigo.

—Pero ahora yo estoy casado con Yoongi.

—¿Lo amas?

Jimin bajó la mirada, sus ojos estaban llenos de incertidumbre. —No lo sé.

—Jimin, ¿y a mí me amas?

—Sí, te amo. Tú eres el amor de mi infancia y siempre soñé con mi vida a tu lado. Tal vez solo me dejé llevar por todo lo que aquellos impostores me dijeron, pero sé que si dejo a Yoongi, él acabaría con todos por mí. Ahora solo tengo miedo y, aunque intento, no puedo verlo con los mismos ojos.

—Jimin, hay algo que siempre quise hacer.

—¿Qué cosa?

—Darte un beso. ¿Me lo permitirías?

—Supongo que sí, como la despedida de que nunca estaremos juntos, aunque nos amemos.

Me acerqué a Jimin y empecé a besarlo.

Salí de donde me escondía y, con una risa amarga mientras contenía mis lágrimas, me acerqué a ellos e interrumpí su largo beso. Ya había visto y escuchado suficiente.

—Jimin, eres libre —dije con un nudo en la garganta—. Ve con Namjoon y sean felices.

—Yoongi, tú...

—No te preocupes, Jimin. No te expondré ni diré que eres inmoral —me retiré sin querer mirar atrás. Cuando salí al salón, no podía contener las lágrimas, sin importar las miradas de los presentes. Subí las escaleras, poniendo la mano en mi pecho ante el dolor que sentía.

Príncipe heredero, ¿qué le pasa? —preguntó mi padre, viéndome secar mis lágrimas.

—Papá —dije, mi voz quebrándose mientras las lágrimas corrían por mis mejillas—. No puedo más. El dolor es insoportable.

—Ya te dije, soy el emperador consorte.

—¡Sé mi padre, por favor! —grité, mi voz llena de desesperación—. Ahora solo necesito a mi padre. Y si eres el consorte emperador, acaba con mi dolor y mándame a la guillotina. No puedo soportar esta agonía. Prefiero morir antes que vivir sin Jimin.

Mi padre me miró con una mezcla de tristeza y preocupación. —Hijo, no hables así. Encontraremos una solución para que tengas su perdón.

—¡No hay solución! Porque él ama a alguien más y solo tiene miedo de mí —grité, cayendo de rodillas, mis sollozos resonando en el pasillo—. Mi corazón está destrozado. Cada latido es un recordatorio de que he perdido al amor de mi vida. ¡Por favor, papá, haz algo! Acaba con la agonía de que muera lento y haz que sea rápido.

Me arrodillé a su lado, abrazándolo con fuerza. —Yoongi, te prometo que haré todo lo posible para aliviar tu dolor. Pero no puedo permitir que te rindas. Eres más fuerte de lo que crees y lo que piensas es de cobardes.

Me aferré a mi padre, dejando que mis lágrimas fluyeran libremente. En ese momento, no era un príncipe heredero, sino un hijo desesperado buscando consuelo en los brazos de su padre.

—¿Pero qué fue lo que pasó, hijo? ¿Qué te puso así? —pregunté con genuina preocupación.

—Padre, encárgate de que Jimin parta a su reino en paz y que nada de lo que le pertenecía por ser mi esposo le sea arrebatado. Dile al consejo la verdad: que yo fui un monstruo y todas las estupideces que hice para obligar a Jimin a estar a mi lado. Cualquiera que sea el castigo, lo aceptaré.

—¿Pero Yoongi, qué fue lo que ocurrió? —insistió mi padre, su rostro reflejando confusión y angustia.

—No importa lo que haya ocurrido. Jamás hablaré mal de Jimin. Solo quiero que sea feliz, aunque no sea conmigo —me levanté y sequé mi rostro—. Me despediré de los nobles, como manda la etiqueta.

Salí y me paré donde estaba mi silla, dando un discurso de agradecimiento:

—Gracias a todos los que han asistido. Me conmovió que todos tuviesen tan buenos deseos para mí —dije eso para justificar que hace un rato lloré—. Por ahora, como he tenido un largo viaje, me iré a descansar. Ustedes siéntanse libres de seguir disfrutando.

Empecé a subir las escaleras y, cuando llegué al pasillo, me encontré con Jimin.

—Yoongi, lo siento —dijo Jimin, su voz llena de arrepentimiento.

—No tienes nada que lamentar, Jimin. Por favor, vete cuanto antes y suerte en todo.

—Yoongi...

—No digas más, no es necesario. Como legalmente fuiste mi esposo, no quitaré las tierras y riquezas ofrecidas. Sé que eso no pagará ni compensará todo el daño y terror que has vivido a mi lado. Ahora, con su permiso.

Me retiré, sintiendo las lágrimas que volvieron a brotar, pero esta vez no las contuve. Con el corazón hecho pedazos, caminé a mis aposentos; cada paso es un recordatorio del amor perdido y del dolor que había causado. Por mi estupidez, perdí a Jimin.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro