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Pues descubrí que incluso hay algo que él teme y, pese a los siglos, nunca ha podido exterminar.

De las notas de Zelif.


—¿Entonces, p-para lograr la Evaporación, debo realizar simultáneamente la Expulsión y la División? —balbuceó Xeli, su voz entrecortada se perdía entre las tinieblas que los rodeaban.

Azel asintió, distraído, como si sus pensamientos fueran hojas en el viento de un mundo distante.

—Pero ¿cómo se hace eso? ¿Cómo entiendo la Expulsión o la División? ¿Qué significan en realidad? —Xeli arrugó el ceño, desafiante.

—Ya te lo dije todo —contestó con sequedad, su mirada estaba perdida en un abismo de recuerdos.

—No, solo dijiste que la Expulsión me da control sobre mi sangre y la División me permite cambiarla. Pero ¿qué más puedo hacer con ellas aparte de Evaporar? ¿Las Habilidades Básicas no tienen otro uso?

Azel esbozó una sonrisa que se desvaneció como un suspiro olvidado.

—Las jodidas Habilidades Básicas son lo que nos hace lo que somos, ¿entiendes? Sin ellas, seríamos un puñetero desastre. Las Habilidades Complementarias, pues eso, son como los nombres chungos que les ponemos a las mezclas de dos Habilidades Básicas, como el acero o el bronce. «Evaporar», es solo saber combinar dos habilidades, así de fácil. Pero encontrar una de esas variantes es un auténtico quebradero de cabeza. Normalmente son tan endebles como un vaso de cristal y suelen chupar un montón de sangre por unos beneficios de mierda. La Evaporación es la menos inestable que hemos encontrado.

—Entonces, ¿puedo hacer más que Evaporar? —preguntó Xeli, iluminada por una idea—. ¡Como lo que hiciste tú frente a Cather! Esa nube de sangre que describiste no fue Evaporación, sino algo completamente diferente, como una explosión de humo.

Azel asintió, su mirada fija en un punto invisible.

—Claro, se puede. Juntar Habilidades Básicas no es tan difícil, es como respirar o echar una carrera. Lo que de verdad jode es dar con esas malditas variantes.

Se acercó a una bolsa de provisiones y Xeli lo observó con atención. El Hacedor de Sangre había salido en busca de alimentos varias veces, arriesgándose a ser descubierto por los guardianes del reino.

Xeli reflexionó por un momento.

—Tú mencionaste que poseo la División y la Expulsión. Enséñame a usarlas.

Azel guardó las provisiones con un gesto amargo.

—Necesitamos más comida si vamos a... —suspiró—. La División y la Expulsión dependen de tu tipo de sangre y tu factor RH. Tener o no tener un factor RH te da una habilidad distinta, lo mismo con el tipo de sangre.

» Estas habilidades se dividen entre las que te afectan a ti mismo y las que afectan a lo de fuera, ya sean cosas o bichos. La División te permite cambiar tu cuerpo, despegarlo, volverlo a pegar, transformarlo. La Expulsión te permite actuar sobre el mundo exterior, soltar tu poder hacia fuera. Si juntas las dos, consigues la Evaporación.

» Para usar la División, tienes que fijarte en tu interior, en tu cuerpo. Tienes que sentir el poder dentro de ti y concentrarte en lo que quieres cambiar. Para la Expulsión... bueno, no sé cómo explicártelo. Es como enfocar tu poder en lo de afuera. No sé, es difícil de entender.

Xeli soltó una carcajada que resonó como campanas en la noche, mientras Azel cruzaba los brazos.

—¿No ves lo absurdo de eso? —continuó riendo—. Me pides hacer algo completamente contradictorio. Es como intentar encender y apagar una llama al mismo tiempo.

Azel la miró con una sonrisa amarga.

—Bienvenida al puñetero mundo de los Hacedores de Sangre, miladi —se levantó—. Debo irme, nuestras provisiones escasean y necesitamos... Regresaré pronto.

—¡No puedes irte! —exclamó Xeli desesperadamente—. Apenas ha pasado medio día. Te encontrarán. Es demasiado peligroso.

Azel soltó una risa amarga.

—Debo hacerlo —dijo con determinación—. Nos veremos pronto.

—¡No te atrevas a irte!

Con un golpe, la puerta se abrió e iluminó la habitación. Xeli se cubrió los ojos, heridos por la luz. Al parpadear, volvió a la oscuridad.

Y Azel, el Hacedor de Sangre, ya no estaba.

—Devastador Azel... —susurró Xeli, cayendo al suelo y ocultando su rostro entre las piernas.

Azel era un insensato. ¿Cómo podía abandonarla así? Debía regresar, no podía dejarla sola. ¿Qué haría ella? ¿Esperar su regreso seguro? ¿Quién la instruiría en sus poderes? La joven se levantó de repente, ahogando un grito antes de golpear furiosa el muro cercano.

—¡Que arda en Infernis!

Estaba cansada de que los Hacedores de Sangre siempre mantuvieran una actitud cargada de dramatismo y enigmas, como si solo ellos comprendieran el mundo, una parodia absurda.

Xeli, con los brazos cruzados, caminó inquieta por el escondite, sin saber qué hacer. La idea de aventurarse afuera era impensable. Había considerado salir de noche, pero patrullas de soldados recorrían las calles incluso en esas horas, algo inédito.

El miedo la invadió, más atemorizante que nunca. Xeli sabía que, para salvar la ciudad, debía dominar sus poderes. Eran su única opción, pero algo oscuro y amenazante parecía acecharla, quizás debido a su inexperiencia.

La joven dama sostuvo su piedra de sangre entre las manos y observó cómo la gema irradiaba una luz suave y cálida. Le resultaba extraño que algo tan pequeño pudiera ser una extensión de su alma, de su propia esencia. Aquella piedra constituía el manantial de sus poderes y, a la vez, el soporte de su vida.

Xeli cerró los ojos y concentró su mente en el proceso de hervir sangre. Lo que experimentó fue mucho más natural de lo que había imaginado. No era distinto de mover los dedos o de respirar; formaba parte intrínseca de su ser. La sangre fluyó en Campanilla con un ritmo constante, como el latido de un tambor que marcaba el compás de su existencia.

Y muy al fondo de su mente, ese tercer latido. Sin embargo, por algún motivo, esta vez lo sentía lejano, distante. No como la otra vez, que se sentía tan cerca de ella, que parecía confundirse con su segundo latido.

Aún no entendía lo que significaba.

Así que se centraba en lo que sabía. Azel le había dicho que, al hervir sangre, las reservas almacenadas en el rubí se consumían, funcionando como combustible para sus habilidades. Lo que hacía que no tuviera que usar la sangre de su organismo y no corriera el riesgo de desangrarse.

—Comencemos por la División —murmuró para sí misma.

Dirigió su atención hacia su interior, tal como había hecho en sus sueños. Esta vez, halló rápidamente la fuente de su poder: un profundo pilar de energía concentrada. Xeli exploró con más detalle las dos secciones fracturadas del pilar. Eran poderes similares, pero distintos. Comenzó a distinguir las diferencias con cuidado: una de las secciones permitía cambiar, deshacer y descomponer.

—Esta es... —susurró.

Se concentró en la División y el segundo latido cambió. Se tornó destructivo y frenético, un martilleo en su mente. Voraz, pero no rápido, sino suave y lento. Y notó algo más, algo diferente en su propia sangre. Tenía el poder del cambio, podía alterar cualquier estructura, ya fuera parte de su organismo o no.

Sin embargo, al intentar ejercer su poder, algo salió mal.

—¿Qué diablos? —exclamó, frustrada. El poder estaba en ella, le pertenecía, pero parecía inaccesible, como si intentara abrir una puerta sin la llave adecuada.

Tomó una respiración profunda y se concentró en su segundo poder: la Expulsión. Un vértigo repentino la asaltó y se tambaleó, apoyándose en la pared mientras jadeaba. Era sencillo tomar ambos poderes al mismo tiempo, pero algo en su interior había cambiado drásticamente, debilitando su cuerpo en respuesta. El ritmo en Campanilla se aceleró, pasando de blancas a corcheas. La sangre almacenada en su piedra se consumía rápidamente, provocándole miedo ante la posibilidad de agotar las reservas.

Decidió detener el proceso y se derrumbó en el suelo, jadeante.

—Tendré que acostumbrarme a esto sí quiero dominar la Evaporación.

Se levantó, decidida, y tomó ambos poderes al mismo tiempo. Un impacto la recorrió, provocando una sensación eléctrica que la incitaba al movimiento. Se sintió poderosa e invencible por un instante.

Caminó lentamente por el escondrijo, sintiendo el flujo de poder a su alrededor. Ahora comprendía lo que Azel había intentado transmitirle. No era que su explicación fuera confusa; simplemente, no había otra manera de expresarlo. La División la invitaba a mirar hacia su interior, a comprender cómo fluía el poder en sus venas, mientras la Expulsión le enseñaba cómo liberarlo, cómo controlar y flexibilizar el cambio.

División y Expulsión no eran dos habilidades separadas; formaban un todo.

Xeli siguió el ritmo como si danzara al son de una melodía que solo ella escuchaba. Sus ojos permanecían cerrados, pero no necesitaba ver para sentir el poder que la rodeaba. Era una danza, y el poder era su pareja. Se fundían en uno. La energía vibraba y Xeli la atrapaba, siguiendo los dictados de la División y liberando el poder de la Expulsión.

Un jadeo escapó de sus labios, ahora húmedos por la sangre. Abrió los ojos y vio cómo las gotas carmesíes resbalaban por sus mejillas como lágrimas. La sangre evaporada la envolvía, creando un halo a su alrededor.

Una sonrisa triunfal se dibujó en su rostro.

—Enhorabuena —dijo una voz.

Xeli se sobresaltó y se giró hacia la puerta donde estaba Azel. Su rostro se tiñó de rubor y dejó de hervir sangre por instinto. La sangre tardó un momento en desvanecerse.

—Has conseguido usar las dos Habilidades Básicas —gruñó el tipo mientras dejaba un saco lleno de comida en el suelo—. Todavía estás lejos de dominar la Evaporación, pero es un avance. Ven, come algo y quítate esa sangre de la jodida cara.

Xeli aceptó el pañuelo que Azel le ofrecía con un gesto de agradecimiento.

—¿No puedes hablar sin usar lenguaje soez? —inquirió Xeli, con tono de reproche—. ¿No te enseñó Kuxa modales?

Azel se mordió la lengua para no responder y soltó un resoplido de desdén.

—¿Qué hice? —preguntó Xeli, incomoda por el silencio del asesino.

—Expulsaste tu sangre —explicó Azel—. Vaporizaste algunas partes, pero no todas. Tus ojos sangraban porque no lograste reconstruir tu cuerpo, solo desechaste la sangre almacenada.

» Ten cuidado al practicar. La Evaporación es la habilidad más jodidamente... más peligrosa. Si la cagas... ¡Joder, que difícil es! Si lo haces mal, puedes dejar rastros de sangre, y eso es lo último que querrías. Es un error y tu mayor punto débil.

—¿Por qué?

—Hay cuatro Habilidades Complementarias que solo funcionan con el contacto directo de la sangre: la Extracción y la Transfusión, que permiten chupar sangre de una persona a otra, y la Amplificación y la Reducción, que aumentan o disminuyen las habilidades respectivamente. Esas cuatro habilidades pueden activarse al tocar la sangre de alguien, sin importar la distancia. Imagina, Xeli, si alguien te robara sangre y usara la Extracción y la Reducción al mismo tiempo. Te estarían quitando la sangre mientras te debilitan el cuerpo. No podrías defenderte y morirías de un choque hipovolémico sin saber quién te la metió.

Xeli sintió un escalofrío de terror al pensar en ello y se frotó la cara con el pañuelo. Luego, lo guardó en uno de sus bolsillos, sin saber muy bien qué hacer con él.

—¿E-eso quiere decir que yo t-también puedo usar esas h-habilidades? —preguntó, con los ojos brillantes de ilusión.

Azel consideró la pregunta antes de responder:

—Puedes acceder a la Reducción y la Transfusión, al igual que yo.

Xeli sintió una oleada de euforia y entusiasmo. No solo era una Hacedora de Sangre, ¡sino que también tenía acceso a tres habilidades! Sin embargo, su escepticismo la hizo cuestionar la respuesta de Azel:

—Espera, espera, espera... ¿Cómo es posible? Dijiste que mi marcador B me otorga la División y mi RH, la Expulsión. Entonces, ¿cómo puedo tener dos habilidades más sin otra Habilidad Básica?

—Necesitarías la Condensación para eso —dijo Azel—. Esta habilidad te permitiría acceder al organismo de cualquier persona, al flujo sanguíneo, como si fuera tuyo.

—¿Y cómo conseguiría eso? —preguntó Xeli, perpleja.

—¿Sabes quiénes son los donantes universales, Xeli? —preguntó Azel, con un enfoque particular.

—Los O negativo —respondió ella, con incertidumbre.

—Es lo mismo para los Hacedores de Sangre —dijo Azel, sacando un frasco con unas gotas de sangre de un bolsillo—. Si ingieres sangre O negativo, obtendrás lo que llamamos Complemento O Negativo: la Condensación de Sangre.

La emoción iluminó los ojos de Xeli como dos soles.

—¡Dámelo, dámelo, dámelo! —suplicó, extendiendo la mano hacia el frasco que Azel sostenía.

El asesino negó con la cabeza, su rostro mostraba severidad.

—Debes practicar con las habilidades que ya posees. Dejaremos eso para más adelante. Además, solo me queda el último frasco. No podemos malgastarlo, lo siento.

Xeli frunció el ceño, pero empezaba a comprender a Azel lo suficiente como para darse cuenta de que convencerlo no sería fácil. Su mirada se desvió hacia el saco lleno de provisiones que el asesino había traído. Era una cantidad considerable, posiblemente suficiente para durar semanas, mucho más de lo que había traído en ocasiones anteriores.

—¿Cómo conseguiste tanta comida? —preguntó, intrigada.

Azel sonrió con malicia.

—Accedí a un lugar y realicé otra visita. Esto nos bastará para unos días fuera.

—¿Fuera? —inquirió Xeli, perpleja.

El Hacedor de Sangre asintió.

—La ciudad está a punto de arder en conflicto. Habrá sangre y persecución. Nos buscarán a ti y a mí, y no descansarán hasta vernos clavados en una estaca. Debo sacarte de aquí.

Xeli retrocedió, indignada, sus ojos brillaron con determinación.

—No lo haré —afirmó dando un paso adelante—. ¡No abandonaré a los míos!

Azel, impasible, alzó una ceja como esperando su reacción.

—No hay otra salida —insistió con pesar—. Si nos quedamos, todos corren peligro. Cather debe proteger a los heroístas. Nosotros solo somos un estorbo. Debo protegerte.

—¡Que la devastación te lleve! —exclamó Xeli con furia—. ¡Los demás morirán! ¿No lo entiendes? Cather no puede proteger a los heroístas. ¡Ella es una amenaza y lo sabes! Kuxa, Loxus, Favel... Todos perecerán si Ziloh alcanza el poder. ¿No lo ves?

Azel bajó la mirada, luchando con sus propios pensamientos antes de responder.

—No podemos hacer nada —dijo con tristeza—. Somos basura.

Xeli, sin embargo, no estaba dispuesta a rendirse.

—Somos Hacedores de Sangre.

Azel replicó con una mezcla de paciencia y franqueza.

—Apenas llevas unos días como Hacedora de Sangre. ¿Qué esperas lograr si salimos de aquí? Nos cazarán. Si enfrentamos a Ziloh, solo empeoraremos la situación.

Xeli hirvió sangre debido a la rabia, lo que agudizó sus sentidos. El torrente de energía la recubrió. El segundo latido repiqueteó en su interior y, el tercero, volvió a aparecer, esta vez cerca de ella. De repente, una voz llegó a su mente, sobresaltándola.

«¡Tiene razón!»

Asustada, Xeli retrocedió al ver sobre el hombro del asesino una criatura oscura, como si estuviera hecha de brea líquida.

—¿Qué es eso? —gritó.

—¿Qué cosa? —preguntó Azel, confundido.

—¡Eso, en tu hombro! —dijo Xeli retrocediendo.

«Ella puede verme», comunicó la voz en su mente.

Azel y Xeli se sobresaltaron.

—¿Puedes ver a Daxshi?

—¿Daxshi? —repitió Xeli, levantándose lentamente—. ¿Esa criatura se llama Daxshi? ¿Qué es?

La criatura observaba a Xeli con curiosidad.

—Es un nevrastar —explicó Azel—. Me ha acompañado durante un tiempo, pero nadie más podía verlo. No comprendo cómo tú puedes. ¿Por qué ahora?

—¡¿Un devastador nevrastar?!

«Poder. Ella», dijo la voz de nuevo.

Azel frunció el ceño.

—¿Estabas hirviendo sangre?

Xeli asintió, sin apartar la mirada de Daxshi. Un nevrastar, criatura de la Tierra Corrompida, donde solo había ruina y decadencia. Eran bestias de destrucción y muerte. Y ahora, una se posaba sobre el hombro del asesino, con una expresión curiosa e inocente.

Además, ¿había hablado? Era imposible. Sin embargo, había escuchado una voz en su mente. ¿Cómo era posible?

—¿Cómo...? —preguntó Azel, dirigiéndose a Daxshi.

«Vínculo de sangre», respondió la criatura, extendiendo sus alas de manera juguetona.

Azel reflexionó en silencio.

—¿Por eso siento ese tercer latido tan extraño? Creo que hemos establecido algún tipo de vínculo —dijo, perplejo—. Al salvarme con tu sangre, tal vez. No estoy seguro. Quizás eso te permita ver a Daxshi al hervir sangre. Pero ¿por qué ahora? Cuando despertaste también hervías Sangre...

«Miedo yo. De asustar. Ocultarme», comunicó la criatura.

—¿Puedes ocultarte? —preguntó Azel, sorprendido.

«No sabía», respondió Daxshi, como si también se sorprendiera.

Entonces, la criatura se desvaneció, convirtiéndose en una mancha borrosa en el panorama. Era casi invisible, a menos que alguien la buscara específicamente. Incluso Azel mostraba una expresión de asombro. Poco después, Daxshi reapareció, como si tarareara una melodía.

Xeli se sentó en el suelo, abrumada por la confusión.

Nada tenía sentido.

¿Acaso estaba teniendo una conversación tranquila con el asesino de Zelif sobre un vínculo y un nevrastar?

«Ella tiene razón», repitió la criatura.

Xeli se cubrió los oídos instintivamente. La inquietaba escuchar esa voz.

—No podemos arriesgarnos... Debo salvarla —dijo Azel con determinación—. ¡Kuxa me encomendó protegerla! ¿Qué hay de sus palabras?

«Protégela... —reconoció Daxshi, luego sacudió la cabeza—. Ayúdala a proteger a los demás».

—¿Qué? —exclamó Azel con incredulidad—. ¡Eso es una locura! ¿Cómo voy a cuidar de todos ellos? No soy ningún puñetero salvador, no soy el puto Heraldo del Héroe y Diane que ella mencionó. ¡Soy un asesino, maldita sea! Un don nadie. No puedo hacerlo, Daxshi.

—Necesitamos ayuda —dijo Xeli con voz temblorosa.

—¿Y a quién le vamos a pedir ayuda? ¿A Cather, quien nos quiere cortar el cuello? —se burló Azel—. No creo que haya nadie más que pueda echarnos una mano.

Xeli reflexionó sobre la pregunta por un momento.

—Tal vez... —comenzó a decir, captando la atención de Azel, que la miró con desconfianza—. Pero para eso, tendremos que hablar con mi hermano.

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