VII-Demuestra que puedes.

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Los días que siguieron fueron un completo caos. Aiden comprendió que no estuvo ni cerca de acorralar al director a pesar de su astucia, ya que éste nunca había mostrado si quiera su máxima velocidad o fuerza mientras combatían. El director se encargó de dejárselo claro durante sus entrenamientos.

Aiden casi retrocedió cuando al segundo día de entrenamiento, el director llegó con varios Sanadores de Tierra, diciendo que estaban allí por si había huesos rotos que curar de manera inmediata.

Tanto fue el desgaste físico y mágico le provocó durante esos tres días, que cuando el director partió, Aiden faltó a las clases de la mañana y de la tarde por estar durmiendo. Apenas si entrenó esa noche. Dos días después de la partida del director es que se recuperó por completo. Al menos los Sanadores eran buenos en su trabajo, por que Aiden ya no sentía el dolor del hombro dislocado, tampoco la fractura en el húmero, o la fisura de sus costillas.

Tal intensidad no fue en vano, ya que el esfuerzo dio sus frutos. Los objetivos se habian cumplido de manera parcial, y durante las semanas siguientes, Aiden se encargó de que de cumplan al completo.

Las semanas luego de la partida del Director, transcurrieron con más velocidad de la que esperaba.

El día de la batalla estaba cada vez más cerca.

Su progreso en la magia sorprendía a todos. Incluso a él mismo. "¿Es lo que significa ser un Fletcher?". Pensaba de vez en cuando.

También regularmente intentaba imbuir su dyn en la carta de su padre, buscando activar algún mecanismo mágico que no daba indicios de existir. Luego de que el director hablara con él en sus exhaustivos entrenamientos, Aiden llevaba la carta de su padre a todos lados.

Por otro lado, la relación con sus compañeros se había afianzado entre las anárquicas clases y entrenamientos físicos. A pesar de que Kai aún encontraba imposible hacer magia, había avanzado tanto en el combate físico como en la arquería. Drazen estaba siendo cada vez más atento con las clases teóricas, y Maggie...

Él mismo se repetía que estaba fuera de su liga y capacidades estar con una mujer así, pero en muchas ocasiones la cercanía de la chica hacía que su cuerpo lo traicionase. De manera involuntaria e inconsciente.

Se sentía un estúpido la mayoría del tiempo, y se repetía que debía calmar su proceso hormonal. No hacía un mes que conocía a la chica al fin y al cabo. La relación entre ellos se estrechó con algunas salidas a bares y restaurantes por la ciudad, incluso con planes propuestos por la muchacha.

Cómo justo ahora, que se encontraba en el probador de una tienda, abotonándose una camisa blanca, con el logo de la academia en el pecho.

Esa fue la excusa para salir un martes, a cuatro días del combate con Parzo. Un nuevo uniforme.

Aiden daba por hecho que su tío no conseguiría regresar a tiempo. Todo lo que oía por las calles y pasillos es que las negociaciones en la frontera habían fallado. Entonces la única forma de devolver a los invasores a sus tierras, era mediante la fuerza.

—¿Crees que estoy preparado? —preguntó mientras salía del probador para mostrarle su camisa.

—Claro que no —respondió Maggie acercándose.

Estiró sus delicadas manos hasta tocar su pecho. El contacto envió escalofríos directo a su nuca.

—¿Q-que estás...?

—No estabas preparado, te abotonaste mal la camisa. Ahora ya lo estás —respondió Maggie sonriendo.

Era casi tan alta como él, pero aún debía mirar hacia abajo para que sus ojos se encontrasen. La chica palmoteó su pecho y él terminó de comprender sus palabras con un sonrojo ligero.

—Me refería al combate —agregó en un susurro.

—Estás más que listo para vencer, te lo aseguro. Sólo debemos pulir el último hechizo, y todo saldrá perfecto.

La mirada decidida que le dedicó casi lo hizo entrar en trance. Y a trompicones, antes de poder detenerse dijo:

—Cuando gane, si gano, o sea espero ganar. Pero si gano, tengamos una cena para celebrar. Solos los dos, o sea tu y yo.

Mientras se acercaban al mostrador esquivando pilas de ropas, la chica dejó escapar una risa ante su verborrea, para luego asentir con la cabeza.

—Sí, podríamos hacerlo. ¿A donde piensas llevarme? —habló Maggie mientras entregaba el pago de la vestimenta que habían comprado.

—Al día siguiente del combate, va a celebrarse en el castillo un banquete para conmemorar algo de la paz y cosas así —respondió rascando levemente su nuca.

—¿Vas a llevarme al castillo? ¿No es eso muy pretencioso de tu parte, Aiden?

Su sonrisa cálida y el deje de broma que utilizaba en sus frases confundiría a cualquiera. Pero él ya la creía conocerla lo suficiente como para ignorar sus jugueteos.

—Drazen me lo comentó, irá debido a que su padre quiere que se presente como parte de la Familia Barna —dijo mientras abandonaban la tienda de ropa—. Hace poco me llegó a mi una invitación en la que decía que podía asistir en representación de los Fletcher. Claro, si no quieres ir no creo que yo lo haga.

—Lo pensaré, lo pensaré —dijo guiñándole un ojo.

—Hazlo —le respondió retomando algo de sinceridad.

—¿Te das cuenta que vas a combatir en el estadio con más capacidad de la ciudad, y luego me vas a llevar al castillo?

—¿Ésa pregunta significa que ya aceptaste?

Maggie solo sonrió mientras caminaba, y Aiden siguió haciéndolo tras ella. Pasando por las pobladas calles en una caminata que debería ser serena y disfrutable, el barullo de los transeúntes y los carros de carga tirados por caballos llenaba sus oídos.

Se sorprendió al hallarse agitado. Su respiración se tornó desacompasada rápidamente.

Intentó ignoró mientras seguía caminando, hasta que empeoró con un leve mareo, que lo hizo tambalear.

—¿Está todo bien? —preguntó Maggie deteniéndose también.

—Sí, sólo me siento algo cansado, creo —dijo sujetando su cabeza. Esta comenzaba a palpitar con fuerza, resultando en punzadas de dolor.

—¿Estás seguro? Puedo pedir un carro que nos lleve hasta la academia.

—No es necesario, sigamos caminando.

A pesar de sus palabras, no se sentía bien. Su ritmo cardíaco iba en aumento y comenzó a sudar. Lo más inusual es que en su pecho, justo donde estaba su núcleo de dyn, sentía una opresión insoportable.

Maggie no lo perdía de vista debido a su andar disparejo, y silbó rápidamente para pedir el servicio de transporte que se ofrecían por las calles. El educado hombre saludó sacándose el sombrero, e invitó a que se subiesen preguntando por su destino.

Aiden lo oyó apenas mientras, tirado por Maggie, caminaba hacia él.

Alguien chocó con el y pasó de largo, en cambio él, cayó al suelo ridículamente. Sus rodillas no se rasparon debido a la calidad de sus prendas. Cuando se levantó no pudo comprender del todo lo que Maggie decía.

—¿Qué tenías en tu bolsillo trasero?

—¿Qué?

—Creo que acaban de robarte, ¿tenías algo importante en tu bolsillo trasero?

Su reacción fue de pavor. "La carta". Pensó con los ojos abiertos queriendo escaparse de sus cuencas, luego volteó fijando su rumbo hacia la persona que lo había chocado. Apenas lo hizo, la opresión en su núcleo lo hizo chillar de dolor.

—¡Quédate aquí, voy por él! —gritó Maggie dándose cuenta de que si parecía tener algo importante.

—¡Espera!

Con el paso que dió, el mundo se volvió borroso. Cayó sentado al piso.

—Espérala aquí muchacho, no fuerces a tu cuerpo —habló transportista bajándose y calmando sus caballos.

Cuándo el insoportable dolor parecía calmarse, su respiración se acompasó. Se formó una pequeña ronda de curiosos en derredor, lo cual atrajo la atención de algunos soldados que montaban guardia cerca. Los de armadura negra y toques rojos escucharon al pobre carrero contar lo ocurrido.

—Lo chocaron y robaron sus pertenencias —explicó el hombre.

—Fue tras el... —dijo apenas.

Antes de concretar la frase, vio la cabellera rubia de Maggie girando por la esquina. Los soldados giraron siguiendo su vista, y el sol que se reflejaba en las armaduras cambió de dirección.

—Volví Aiden —dijo con la respiración agitada cuando llegó—, el tipo escapó solo pude sacarle esto —dijo alzando la carta de su padre.

Aiden saltó como pudo hacia ella y arrebató la carta de sus manos.

—Gracias Maggie, gracias en verdad —Presionó la carta contra su pecho.

Maggie simplemente asintió, y luego de eso subieron a uno de los carros de transporte para ir camino a la academia.

—¿Tan importante es? —preguntó Maggie mirándolo.

El carruaje techado avanzaba entre las transitadas calles con lentitud. Aiden posó sus ojos en la muchacha, denotó una seriedad atípica en ella.

—No lo sé, creo que si lo es —respondió mirándose las manos. Como si allí pudiese encontrar algo más interesante que en la conversación.

—Entiendo si no quieres hablarlo —agregó con una sonrisa.

—No es eso, sólo que es un poco difícil —dijo inspirando—. Es una carta que dejó mi padre para mí antes de morir.

—Yo... no sabía eso, lo siento Aiden.

Alargó su mano hasta tocarle el brazo, y el contacto envió chispazos a su cuerpo.

Si bien era cierto que habían estado casi un mes conviviendo, el tema de su familia era uno que no pudo dialogar con sus amigos de manera distendida.

A pesar de que los rumores que Parzo habia extendido muy probablemente llegaron a sus oídos, ellos no habían tocado nunca el tema. Aiden agradecía eso infinitamente. Aún así, no encontró malo sincerarse con Maggie.

—Nunca me llevé muy bien con él, pero últimamente estoy pensando que sólo... no pude comprenderlo. Mamá murió cuando yo era pequeño, de una enfermedad que aún nadie pudo identificar. Cuándo ella murió, mi padre cambió totalmente.

Su tacto se convirtió en una caricia reconfortante, y Aiden sintió que si seguía hablando del tema su voz se quebraría como una rama. Por suerte para él, Maggie no hizo más preguntas, si no que se acercó más y con la mano le atrajo la cabeza al hombro. Un gesto que le generó demasiada seguridad como para poder mirarla a los ojos más adelante.

Se sintió un niño pequeño nuevamente. Ignoró todos esos pensamientos que le decian que se estaba viendo poco varonil, ridículo o incluso vulnerable. Justo cuándo se sentía lúcido nuevamente, Maggie preguntó:

—¿Cambió en que sentido?

Le tomó tiempo recordar el hilo de la conversación, pero cuando pudo respondió.

—Nunca fue un padre muy cariñoso, de hecho parecía estar enojado siempre. Sólo que luego de que mamá muriera, él dejó de hablarme por completo. Hubo muchas cosas que quise hacer, y nunca pude por su culpa. Y tampoco recibí nunca una explicación al respecto.

—¿Y antes creías que él era así por que...?

—Sé que es tonto —dijo con una sonrisa—, pero siempre pensé que me odiaba por lo que ocurrió con mamá. Y últimamente pienso que sólo, no sé, no podía contarme sus motivos para actuar como lo hacía.

—No creo que sea tonto pensarlo. Los padres a veces son —Maggie suspiró—, complicados.

—¿Hay algo de lo que quieras hablar? —preguntó Aiden separándose lentamente. Seguro su rostro estaba tan rojo como un rubí, pero intentó evocar la misma seguridad que le daba la chica. Ella sonrió antes de responder.

—Quizás en otro momento —Le revolvió el cabello.

Aiden la miró molesto. Detestaba ese gesto de ella, y últimamente se le estaba haciendo costumbre.

—En serio, puedes decirlo —dijo mientras se peinaba los mechones con la mano.

La mirada que recibió fue profunda. Aunque Aiden leyó varios libros sobre conducta y pensamiento humano, la chica era un laberinto incomprensible para él.

—Muchas veces los padres prohíben cosas a sus hijos por temor a verlos mal al fracasar, o por intentar protegerlos de algo —dijo ella enfocando la conversación en él nuevamente.

—Sí —respondió Aiden—, es lo que he estado pensando últimamente.

"¿Pero de que querría protegerme? Yo solo busco saber... la verdad".

—Ahora, no le des tantas vueltas al asunto, y demuéstrale a tu padre que siempre estuviste preparado para aquello que no te dejaba hacer. Ya sabes, sería como un "Te lo dije".

Aiden rió un poco pensando en la estoica cara de su padre expresando sorpresa, incluso orgullo.

—Fue un gran consejo —agregó el chico.

—Lo sé, lo sé —dijo la chica regodeándose.

—Tengo que ganar el combate —La voz de Aiden compartía la misma decisión que su mirada.

Maggie le devolvió una mirada igual a la de él. Una que en sus bellos ojos azules expresaba su máximo apoyo.

—Estoy segura que lo harás.

Cuando el carruaje llegó a la academia, el dolor en su núcleo había desaparecido, pero no la sensación de ansiedad que ésta le produjo.

"Si sientes una opresión en el pecho, como si alguien estuviera estrujando tu núcleo, búscame inmediatamente". Había dicho su tío.

¿Donde podría encontrarlo ahora, a semanas de su partida al campo de batalla?

Aiden se ofreció a pagar, y Maggie se negó rotundamente. Mientras Aiden buscaba su monedero, la chica ya había intercambiado el cambio con el carrero.

Cuando bajaron, se internaron en el patio frontal de la academia. Los árboles perfectamente recortados no se movían debido a la escasez se viento, y la vida escolar era notoria en pequeños grupos de alumnos esparcidos por doquier.

Fue cuando una cara conocida se acercó corriendo a ellos, que el ambiente agradable se destruyó por completo...

—Maldición, ¿dónde estaban? Estuve buscándolos como loco —gritó Drazen enfadado.

—¿Qué ocurre? Cálmate amigo —respondió Aiden alzando ambas manos.

—¡No hay tiempo para calmarse, esos idiotas cambiaron la fecha del combate, Aiden! —dijo Drazen tirándole al pecho un pergamino—, Encontré esa mierda pegada a nuestra puerta hace como media hora.

Aiden lo abrió rápidamente y leyó en voz alta:

—Debido a que Percival Coruto, colaborador del examen diagnóstico del estudiante Aiden Fletcher, no podrá estar presente en la fecha pactada originalmente, el exámen diagnóstico comenzará el Veintidós del Cuatro, año 1391 De Urahvé, a las 16:00.

—¡Maldición Aiden, ésa fecha es de hoy! —gritó Maggie arrancándole el pergamino de la mano —. ¡Encima está firmado por el consejo! ¿Qué hora es Drazen?

—El reloj del recibidor marcaba las 15:20 hace un momento —respondió el rubio.

Los dos siguieron conversando, mientras Aiden dejaba de escucharlos. Lo único que pasaba por su cabeza es que los Coruto habían hecho su jugada, y les había salido bien.

Ahora solo quedaba prepararse mentalmente para lo que estaba por venir.

Giraron para dirigirse nuevamente a fuera, agitando los brazos a los carreros que pasaban de largo, debido a que ya estaban llenos de gente.

—Drazen, ve a buscar el paquete —habló Maggie furtivamente.

—¿Qué paquete? —preguntó Aiden curioso.

—Eso tiene una rima muy fácil, pero no considero que éste sea un buen momento —respondió Drazen— ¿Mierda ese de allá es Kai? Que puto héroe —dijo apuntando hacia la calle.

Aiden volteó a la par que Maggie, y vió como un desorientado carrero de edad avanzada estaba siendo guiado a gritos y señas por un chico de lentes y cabello negro.

El carrero movía las riendas descontroladamente ante los gritos del chico.
Cuando el carruaje llegó frente a la academia, las pezuñas de los caballos se deslizaron y las ruedas derraparon sobre el empedrado.

—¡De la vuelta señor, y vaya pensando en la ruta más rápida al Coliseo que se conozca! —gritó Kai.

Aiden recibió un tirón de Maggie que lo llevó directo hacia el carruaje en el que Kai acababa de llegar.

—Vamos Aiden apúrate, tenemos que llegar pronto —habló Maggie tironeándolo.

Cuando Aiden giró para mirar atras, vio que Drazen se acercaba corriendo con un paquete envuelto en papel amarillo sujetado entre los brazos.

El carruaje ya dio la vuelta, y Kai seguía gritando que se apuren. Los dos subieron y se posicionaron en el costado derecho del carruaje.

Drazen venía corriendo a toda marcha con el paquete, el carruaje partió, y el rubio subió de un salto.

Luego de diez segundos dejaron atrás la cuadra de la academia.

—¡Al coliseo ya, ya, ya! —gritó Maggie.

Aiden casi asomó por la rendija para decirle al carrero que luego de esto recibiría la mejor propina de su vida, pero se contuvo.

Drazen respiraba entrecortadamente por su hazaña personal, y lanzando algún que otro gruto eufórico. Hasta Kai parecía desbocado.
Aiden sonrió embobado mientras Maggie gritaba:

—¡Vamos vamos!

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