XII-No pueden saberlo.

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Cuando quiso levantarse, y arrancarle la carta, el pie de Gunnar presionó su cabeza contra el piso nuevamente.

—Llegamos Zuntien, aquí está el niño —Le dijo Gunnar al científico.

—Primera pregunta, mocoso ¿Qué es esta mierda? ¿Porqué cuando le aplicamos dyn, hay una onda expansiva?

—Esas fueron dos preguntas...

El pisotón embotó su rostro contra el suelo, dejándolo semi-consciente.

—Responde —instó Gunnar.

—Mi padre me dejó esa carta luego de morir, y la onda expansiva es para evitar chismosos —respondió esperando otro golpe.

—¿Entonces tú si puedes abrir lo que sea que tenga? —preguntó Zuntien avispado.

—No, cuando lo hago no ocurre nada —dijo.

En su cabeza regresó el mismo sueño de antes. "Ya estás listo" había dicho la mujer de sus sueños. ¿Eso significaba que ya podía obtener lo que había dentro de la carta?

Se alarmó, si Gunnar le pidiera que lo hiciese, y activara el mecanismo, ¿Qué ocurriría?

—Hazlo —dijo Gunnar haciendo realidad su temor.

—¿Qué tan importante es para ustedes?

Ya estaban faltando en llegar los golpes. Escupió en el piso con asco. El sabor metálico inundaba por enésima vez su boca.

—Esa explosión que hiciste... es una magia que nunca había visto, mocoso. Por poco no la contamos.

—Yo no sé como lo hice, solo estaba muy enojado —intentó excusarse.

Aiden recordó la sensación de cuando dejó el dyn abandonar su núcleo. ¿Había provocado una explosión tan grande para llamar la atención de un mago que lo sobrepasaba por tanto en habilidades y fuerza?

—No te creo una mierda mocoso. Tu núcleo se ensanchó una barbaridad luego de eso, lo sé por que lo revisé cuando estabas inconsciente.

Aiden no podia acceder a la energía de su núcleo debido a los grilletes con restricción de dyn en sus muñecas. Pero sentía algo diferente, como si sus cuerpo entero hubiera cambiado luego de aquella liberación.

—Ésto también es nuevo para mí —Suspiró.

Volvió a repasar su boca con la lengua. No tener un diente dejaba un espacio incómodo y...

Un momento. ¿Por qué el diente estaba nuevamente allí? Claramente lo había perdido. Hasta hace unos minutos su lengua jugueteaba donde estaba el orificio. ¿Que pasó? No sólo su diente había reaparecido. Las cortaduras en el interior de su boca se habían cerrado.

Había demasiada información que procesar, y mucha información pendiente por adquirir, que podría lograr si activaba la carta. Ocultó la sorpresa en su rostro y siguió escuchando.

—Tengo mis teorías de lo ocurrido, Gunnar —habló Zuntien—. Éste chico tiene algo especial, muy especial que desconocemos. Quizás sangre élfica pura, o algo más extraño aún —Zuntien caminó por la habitación revolviendo pergaminos de aquí para allá—. La energía que describiste de la explosión de su núcleo, es similar a la que ocurre cuando aplicamos dyn a la carta.

"Y también es muy similar a la magia que utiliza Lainarí.

—¿Estás hablando en serio, Zuntien?

—Estoy seguro en un ochenta y cinco porciento —respondió sonriente.

Aiden no entendía a que se referían. ¿Quién era Lainarí? ¿La explosión era similar a la perturbación de su hechizo cuando peleó con Parzo?

Había muchas dudas en su cabeza. Pero había algo claro para él. Y era que las sonrisas del científico y de Gunnar no podían significar nada bueno para él.

Sea lo que sea que haya hecho, es importante para ellos.

Aiden quedó en silencio al sentir el contacto de Gunnar en sus muñecas. Los grilletes fueron retirados, y una espada se posó en su cuello.

—Al más mínimo detalle, voy a rebanarte el cuello, Aiden Fletcher —dijo Gunnar.

Mientras, Aiden se levantaba con cuidado y lentitud. Su cuerpo dolía mucho menos que antes, y lo atribuyó a la extraña curación que tenía su cuerpo.

—Acércate chico —pidió Zuntien estirando una mano decrépita— Y aplica tu dyn en la carta.

Aiden se acercó despacio, y mientras extendía la mano, la sensación fue mucho más distinta a la que anteriormente tenía con la carta.

Antes que sentir rechazo, sentía su llamado.

"Estoy listo, estoy listo". Pensó. Más no era el momento de hacerlo.

Pensó que quizás el mecanismo no se activaría si aplicase una cantidad ínfima de su energía. Y con tan poco tiempo para pensar algo más, lo llevó a cabo.

Acercó la mano, estirando los dedos, y de la misma forma que lo haría para encender una lámpara, o abrir un grifo, buscó dentro de su cuerpo la energía de su núcleo.

Antes de hacerlo, retiró la mano inmediatamente. No podía hacerlo.

Su núcleo estaba tan rebosante de dyn, que no podría controlar un flujo menor.

Era tres veces mayor a como estaba horas antes. Era un poder al que no estaba acostumbrado. ¿Fue debido a la explosión de la que hablan?

La espada de Gunnar punzó su nuca. Indicándole que no era posible retroceder más.

Miles de oportunidades y escenarios cruzaron su cabeza. Intentaba por todos los medios comprender que ocurriría una vez que lo haga, pero las suposiciones eran una pérdida de tiempo cuanto menos.

Era obvio que estaban interesados en él. También era obvio que buscaban una forma de volverse más fuertes. ¿Quizás para enfrentarse a esa Lainarí de la que hablaban?

Aiden pudo ver en los ojos de Zuntien como la codicia penetraba su mismísimo núcleo.

La decisión estaba tomada. Si ya estaba listo, quedaba ser fuerte. Selló sus labios.

Lo que sea que esté allí dentro, no saldría de su boca. Por más miedo que tuviese, por mucho que sufriese. Esa era su convicción más fuerte ahora mismo.

Aplicó su desbordante dyn en la carta, y el mecanismo que lo defendía anteriormente, que parecía insorteable, se desmoronó en segundos, accediendo a la información que había dentro.

Tenía los ojos cerrados, y sentía como el dyn revoloteaba a su alrededor, poniendo una cúpula para evitar que alguien lo molestara.

Abrió los ojos, y la escritura de la misma carta comenzó a deshacerse, mezclándose.

El mismo papel cambió, volviéndose aún más viejo, pero más formal.

Aparecieron letras en un idioma que no podía comprender, pero cuando le prestó más atención, toda la información contenida se vertió en su cerebro.

Había palabras sueltas que se separaban del pergamino y flotaban en el aire frente a él.

Herencia. Magia. Oscuridad. Movimiento. Sangre. Renacimiento. Venganza.

Palabras similares y sinónimos se metían en su campo de visión, y el sentimiento de ser efímero se apoderó de su cuerpo, provocándole terror. Como si un mísero soplo de viento bastara para hacerlo trizas.

Pero su padre era sabio. El hombre que dejó su legado, predijo lo difícil que sería para el comprenderlo. Así que dejó una palabra clave para él.

"Scripta".

Cuando ésta retumbó en su cabeza, las demás palabras parecieron cobrar mucho más sentido para él. Ya que las mismas, estaban formadas a su vez por extraños símbolos intrincados.

No supo cómo, pero cada vez que echaba un vistazo a los símbolos, éstos parecían cobrar más y más sentido.

"La carta que papá me dejó...¿Un scripta?¿Porqué? Pudiendo dejárselo al tío Angus, por qué a mí, que aún soy un niño?". Pensó, alejado de la realidad, sin importarle las miradas de Gunnar y Zuntien.

Cada vez comprendía mejor el contenido de la carta, no, del Srcipta. Era un hechizo, claro estaba, y se instauró en su mente como si lo hubiera perfeccionado por años.

Pero bien era sabido por los magos, que un Scripta no solo contiene unos cuantos hechizos. Los de mayor calibre, Scripta's que pasaron siglos y siglos cambiando de dueño, contenían las memorias más importantes que tenían.

Y fueron las memorias de alguien desconocido las que poblaron su cabeza. Vio a dos humanos, dos enanos, y un elfo.

Estaban sentados alrededor de una fogata, hablando y riendo de algo que no comprendía. Miró luego sus propias manos, y las vio pálidas, no, mejor adjetivo era decir grises. Su piel era de color gris, con miles de lunares pequeños llenando su brazo.

Luego el lugar cambió.

Pasó a ser una cadena de montañas rocosas. Sus tonalidades naranjas eran sutilmente salpicadas por árboles amontonados en hojas amarillas.

Se vio a sí mismo como el hombre de piel gris, que caminaba bajo el chocante sol, buscando alguna tenue sombra para cubrirse. Buscaba algo allí. No sabía qué ni por qué, pero sí sabía que era importante.

Otro cambio brusco, y se vió a si mismo en un pantano hostil. Divisó bestias que no podría nombrar, con pelajes pardos y moteados. La sensación de querer encontrar algo y no poder hacerlo era indescriptible. Se sentía tan genuina.

En un parpadeo, estaba en otro lugar. Distintos paisajes, biomas, lugares, finalidades. No sabía ni quién era el mismo, pero su búsqueda no se detuvo.

Hasta que llegó a un pasillo antorchado, con piedra caliza que emitía los destellos del fuego. Desde el techo, piso y las paredes.

Llegó a la puerta del final, y con sus dedos extrañamente toscos y frágiles, impropios de un humano, abrió la puerta dorada que impedía su paso.

Luego de eso, las visiones desaparecieron.

Éste cúmulo de información quedó dentro de su cabeza, en una región de su cerebro donde tenía que escarbar para acceder, pero estaba allí.

No supo cuanto tiempo pasó, pero cuando salió de su ensoñación, nada había cambiado. Observó su mano extendida, y donde antes estaba la carta de su padre, solo quedaban cenizas.

Había legado algo increíblemente importante. Lo comprendió rápido, a pesar de aún estar en la ignorancia. ¿Qué eran esos lugares? ¿Qué estaba buscando? No, en éste momento eso no importaba.

Nada de lo que había visto y aprendido podría salir de su boca, esa era la unica certeza ahora.

Suspiró con ganas. La habitación estaba en silencio, y sentía los ojos de cazador de Gunnar clavándose en su espalda.

Se concentró en su núcleo. Estaba comprimido como un fruto seco. No sólo eso, si no que habia sufrido las claras consecuencias de absorber un scripta.

Su núcleo se había achicado, su dyn había disminuido.

"Tenía energía comprimida en mi núcleo, que luego de liberar me dio suficiente poder como para lanzar una cascada por mis manos. Ésa extraña energía sirvió para activar el scripta, y luego de eso mi núcleo volvió a la normalidad".

Todo esto era demasiada coincidencia, que quedaba claro que no ocurrió al azar.

"¿Quién era papá realmente?"

Miles de imágenes pasaron volando por su memoria en respuesta a ese pensamiento. No todo lo comprendió. Si te pusieras un libro de ilustraciones frente los ojos, y lo ojearas rápidamente sin detenerte, no comprenderías nada de su contenido. Lo mismo pasó con él. Además de eso, su cabeza parecía ser martillada constantemente por un Zonde(*) y su garrote.

Con su núcleo tal y como estaba, Aiden comprendió que era incapaz de hacerle frente a Gunnar.

—¿Qué fue eso, mocoso? —preguntó.

—No tengo la más mínima idea —respondió esquivo.

Se sentía cansado. Su cabeza dolía tanto que podría estallar en cualquier momento.

Había aprendido una serie de hechizos nuevos, que por más que suponía lo que eran, no podía realizarlos allí.

"Sería revelar demasiada información".

Y le costaba creerlo. De ser ciertas sus suposiciones, todo lo que había creído ser, estaría puesto en duda.

Tenía miedo. ¿Por qué sentía tener tanto control sobre cada sombra de la habitación?

¿Siendo que la oscuridad, era un elemento único de los Al-tinhoa?

La espada de Gunnar estaba ansiosa por rebanarlo, y frente a todo pronóstico, Aiden ofreció nuevamente sus muñecas a los grilletes de dyn.

Intentar escapar en su condición sería en vano, y podría terminar revelando la información que su padre le dejó.

Los grilletes lo aprisionaron. No había más que hacer que confiar en el regreso del Mago Más Fuerte. Y mientras tanto, aguantar.

Aiden fue devuelto al confinamiento. Ésta vez, los grilletes que sujetaban sus extremidades eran anuladores de dyn, por lo que cualquier intento de hacer magia sería prácticamente imposible. Aún así, igual que antes, permitían su movilidad dentro de la celda.

Recibió un plato de una sustancia pastosa y pestilente como supuesto alimento. Era más que obvio que no lo tocó.

Es más, su cuerpo no parecía pedir alimentos.

Habían pasado dos horas desde que fue encarcelado otra vez, y desde ese momento, estuvo dedicándose enteramente a pensar y experimentar con su cuerpo.

Los golpes que le había propinado Gunnar, habían sanado a un ritmo alarmante. Sus oídos parecían más abiertos, y cada pequeño detalle era captado por ellos. Su visión parecía ser el doble de mejor que antes, y el dolor de su cuerpo en general había mermado.

Pensando en todo esto, raspó ligeramente sus nudillos con el piso, con el fin de analizar su herida. Ésta sanó muy poco luego de una hora.

Pero había comenzado a sanar. "¿Entonces ésta sanación no se debe al dyn, si no a algo en mi cuerpo?" Pensó.

Consultarse a sí mismo qué ocurría, provocaba una descarga de información tan fuerte que lo hacía retorcerse en su celda, por lo que de momento intentó enfocarse en pensar otras cosas.

Pensar en la serie de hechizos que había recibido del Scripta era igual de abrumador, pero al menos sentía que lo ayudaba directamente en cuanto a su supervivencia.

No tenía como comprobarlo debido a que su dyn estaba siendo reprimido por los grilletes. Pero los comprendía.

Ésto lo asustaba y emocionaba de igual manera. "¿Podré hacerlo?". Se preguntaba con alto grado de ansiedad.

Sus desvaríos se detuvieron cuando una persona que no esperaba ver llegó frente a su celda.

Su cabello rubio era distinguible aún en la oscuridad, y sus brillantes ojos azules presentaban... ¿preocupación?

Casi rió por por la interpretación. ¿Por qué la mujer que lo traicionó y jugó con él, venía a verlo en esta posición?

Claro, para burlarse.

—No hables —Su voz podría romperse en cualquier momento. Soportar el dolor físico acompañado del emocional estaba por volverlo loco.

—Aiden...

—¡TE DIJE QUE NO HABLES! —gritó levantándose— Por Urahvé Maggie, ¿no crees... no crees que ya tuve suficiente?

—Escúchame Aiden, sólo escúchame, por favor —dijo ella sujetando los barrotes de la prisión.

—¿Crees que soy idiota? Te mandaron para ver si conseguías sacarme información por las buenas. ¿Qué ocurrirá si no, a caso piensas que no lo sé? —dijo acercándose más a ella.

La chica no retrocedió. Esperó ver arrepentimiento en su rostro, pero nada.

—Así fue —confesó—. Van a torturarte Aiden, van a hacerte hablar de algún modo u otro.

Caminó veloz para acercarse a ella. Que Maggie no retrocediese aún con su cercanía le provocó ira. Incluso en ésta situación, no lo tomaba en serio en absoluto.

—¿A caso importa, Maggie? —respondió, escupiendo su nombre con todo el desdén posible— ¿A caso te importa a ti, lo que fuera a ocurrime? —soltó una carcajada, sin sentir una pizca de gracia.

Sus pulsaciones se aceleraron.

—Claro que me importa, Aiden —respondió.

De nuevo ese rostro angelical que provocaba estragos en su corazón, buscaba tenerlo en sus manos.

Pero ya no sería así.

—¿Te importo eh? —dijo dándole la espalda.

—Sí, Aiden, te lo juro por lo que más quieras. Yo... tuve que hacerlo —habló Maggie.

Aiden se sorprendía de como podía sonar tan dolida. Casi podría aplaudirle, otro de sus dotes.

—Que hagan lo que quieran con mi cuerpo, Maggie —respondió—. Así como tu lo hiciste con mi cabeza.

—Si cooperas con nosotros, podemos ayudarte —intentó la chica—. Estarás vivo y sano para investigar la enfermedad de tu madre una vez que ésto acabe.

Volteó como una bestia enfurecida, de dos pasos cubrió la distancia faltante entre él y Maggie, para aprisionar su cuello entre sus manos.

—¡No te atrevas a hablar de ella! —dijo apretando lo más fuerte que podía— ¡No te atrevas! Una persona como tú... no tiene ningún derecho de hacerlo —escupió.

Maggie llevó sus manos a las de Aiden para aligerar la presión.

Caricias suaves, una mirada de dolor. Si quisiera podría utilizar magia para repelerlo, pero no lo hizo.

Dejó que Aiden la ahorcara, y siguió trazando círculos en la piel de su brazo y sus manos.

—Tienes... razón —le dijo.

Lágrimas poblaban los ojos de la chica. Escurrian lentamente por sus sonrosadas mejillas hasta chocar con sus labios y perderse en su mentón.

"¿Por qué? ¿Por qué estás llorando? ¿Con qué cara vienes a mostrarte arrepentida después de todo?"

La soltó. La chica tosió repetidas veces tapando su boca. Y Aiden no vió como secaba sus lágrimas con la manga de su ropa.

Se sentó, esta vez dándole la espalda a los barrotes.

—Se fuerte, Aiden —dijo Maggie antes de irse.

Escuchó sus pasos, y se odió profundamente por imaginar su silueta mientras se iba. Escuchó varias puertas abrirse, y más personas entrar al pasillo de celdas.

Ésta vez, no había intenciones de debate en ningún momento. Varios hombres corpulentos entraron a la celda.

Uno de ellos traía una especie de silla, a la cual comenzarían a encadenarlo. Por más que luchó, terminó siendo sometido.

Gunnar Cisub llegó después, seguido de un hombre de cabello rulo y largo.

Observó con cierta tristeza al chico, pero luego dirigió sus ojos negros hacia Gunnar.

Aiden los escuchó hablar en susurros, a veces alzando la voz.

Hasta que Gunnar sentenció:

—Haz tu trabajo.

Los demás hombres se retiraron, quedando sólo ellos tres.

El hombre de rulos sacó de su morral varios utensilios metálicos, algunos se notaban grabados en runas a simple vista.

—Empecemos —dijo Gunnar.

El hombre de rulos simplemente asintió.

Y cualquiera de los dioses que estuviera observando a Aiden, apartó la vista.

Hizo oídos sordos a sus gritos.

Y simplemente... lo abandonó a su suerte.

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