XI-Roto.

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Estaba tan oscuro que cuando Aiden despertó, tuvo que tallar sus ojos varias veces, por si no los había abierto del todo bien. Luego de repetir esta acción un par de veces, se dió cuenta que el problema no eran sus ojos, si no la escasa iluminación del lugar en el que se encontraba.

Además de un fuerte dolor de cabeza y músculos adoloridos, sentía una ligera opresión en las muñecas y tobillos. Intentó palpar su cuerpo en aquellas zonas afectadas, y el tintineo del metal me devolvió a la realidad que ignoraba hasta hace pocos momentos.

Recordé la situación en el claro, cuándo él fue atacado por... ¿Maggie?

Era tan poco creíble que lo primero en que pensó, fue que se había equivocado. Después de todo, era imposible que su tutora haga algo como éso.

Pero sus recuerdos, a pesar de ser borrosos, no mentían. Intentó alejar de su cabeza los pensamientos tan intrusivos y dañinos. Quería negarlo todo, pero ningún bien le haría negar la verdad.

Los grilletes que presionaban fuerte sus extremidades, no limitaban completamente su movilidad. Cuando se levantó, el mareo descolocó su norte, tanto que tuvo que tocar la pared de al lado para sostenerse. Ladrillo áspero y cemento filoso. Rápidamente dirigió su mano al bolsillo trasero, dónde siempre tenía la carta de su papá. No había nada.

—Mierda —farfulló, y su voz salió precedida de un tos seca.

Sus ojos se adaptaron a la luz mientras observaba en dirección contraria a las paredes donde acababan sus grilletes. Unos barrotes de metal refulgían tenuemente por una antorcha que probablemente estaba ubicada en el pasillo tras las rejas.

Caminó esperando que los grilletes le impidieran llegar hasta los tubos de metal que me lo privaban de ser libre, y para su sorpresa no fue así.

Había dado seis pasos, y ahora estaba pegando la cabeza a los barrotes de metal. Buscaba el ángulo necesario para ver mejor el pasillo de fuera, la fuente de luz, o incuso una salida posible para él. Como era de esperarse, no pudo ver mucho.

—¿Hola? ¿Hay alguien ahí? —habló para cerciorarse de que no había nadie cerca.

Luego, el rechinido de una puerta, seguido de los pasos de alguien que por el sonido, parecía descender de una escalera.

Instintivamente se alejó tres pasos de los barrotes, y la tenue iluminación del fuego dió un aire tétrico a la sonrisa del recién llegado. La barba rubia que cubría su rostro y unos ojos azules redondos y llamativos fueron su carta de presentación. Su torso estaba cubierto de una armadura plateada y opaca, y en su cintura cargaba una espada larga.

—¿Cómo te sientes chico? Dormiste un largo rato —habló en un tono amigable.

Esperó gritos, amenazas, insultos, hostigamiento, e incluso que entrara alguien a torturarlo buscando información que no conocía, por eso lo descolocó tanto que se refiriera a él como lo haría algún conocido o vecino del pueblo.

—¿Dónde estoy? —habló, en du tono de voz se palpaba la desconfianza.

Él juntó los labios en una raya en señal de negatividad, y luego respondió:

—Esperaba una pregunta más sustanciosa, no algo obvio. Estás en una celda —dijo con un suspiro.

"¿Está jugando conmigo o qué?". Enfureció Aiden, para luego imponerse otro pensamiento, uno más racional: "Necesito información".

—¿A caso responderías si pregunto la razón por la que estoy aquí? —preguntó siguiendo el juego.

—Si no apuestas, no puedes ganar —dijo inflando el pecho, como si hubiera dado con la frase del siglo.

—¿Por qué me secuestraron? —pregunto conteniendo un suspiro de hastío.

—Sólo por si te necesitamos —habló, y al ver que no parecía satisfecho con su respuesta, siguió—. Este reino está a punto de cambiar, Aiden Fletcher. Pero hay gente que busca resistirse al cambio, y como éste dilema es serio, los que no están a favor nuestro, están en contra.

—¿Personas cómo quiénes?

—Toda la casta Blem, todos los soldados del ejército, y principalmente, Angus Fletcher —respondió—. Y antes que preguntes, sí, eres un rehén para ser utilizado en su contra.

"Eso fue bastante obvio cuando lo mencionaste". Pensó.

—¿Quién eres?

—El líder de la rebelión de la zona Sios, Gunnar Cisub. Si quieres alguna referencia, puedo decirte que soy el padre de Maggie Cisub —respondió sonriente.

—¿El padre de Maggie...? —preguntó intentando convencer a su cabeza de lo contrario.

Eso lo confirmaría todo. No habría ápice de duda o esperanza, de ser así, no habría forma de justificar nada.

—No lo creerás a menos que lo veas por tus propios ojos, así que vayamos arriba —dijo sacando unas llaves de su bolsillo.

Cuando abrió la celda, Aiden pensó seriamente en lanzarse para atacarlo. Quizás si lo aturdía con un ataque podría salir corriendo...

—Ni lo pienses —dijo Gunnar prediciendo sus movimientos—, cómo soldado, era de Rango Élite. Vi tu batalla con Parzo Coruto, y por muy bueno que seas, sigues siendo un mero Intermedio en el mejor de los casos. Ahora voy a sacarte, que cuando tu tío venga a buscarte va a destruir media ciudad.

Aiden sólo aceptó y subió las escaleras empujado por Gunnar, luego que el lo liberara. Después de de pasar por la cocina de la casa en la que estaba cautivo, llegaron al recibidor.

El sol que entraba por las ventanas de hoja doble, hicieron que su cabeza doliera por montones. Pero lo que más lastimó, fue ver a Maggie, sentada sobre un sofá con cubierta de cuero, bebiendo agua de un vaso de cristal.

Cuando sus ojos se cruzaron, Aiden buscó por todos los medios un atisbo de arrepentimiento, dolor, tristeza o vacilación. Pero en el rostro de Maggie no había más que seriedad.

—Siéntate —dijo Gunnar empujándolo al otro sofá de la sala, que estaba a la izquierda de Maggie.

Aiden quedó estático. Incluso su respiración se detuvo. Siguió las indicaciones de Gunnar como si fuera una mera Invocación.

—¿Por qué? —susurró.

Buscó los ojos de su tutora, pero los azules oceánicos estaban dirigidos a otra parte.

—Mi padre ya te lo habrá dicho, te necesitamos como rehén para...

—Eso no —negó con cabeza y la voz rota—, estoy preguntando por qué tuviste que acercarte tanto antes de hacerme ésto —reformuló.

Silencio.

Pasaron los segundos, pero quedó el silencio.

Pasó un minuto, pero quedó el silencio.

Su respiración se desacompasó. Se sentía tan burlado, tan estúpido, tan triste.

—¡Responde! —No se dió cuenta de lo enojado que estaba hasta que el grito abandonó su garganta— ¿No crees que al menos eso merezco?

Tan pequeño, tan inmaduro. Se despreció a sí mismo, por que aún estando en esa situación, esperó que ella le diera alguna señal de que no todo era lo que parecía.

Pero cuando ella volteó a verlo por fin, supo que nada de lo que esperaba iba a llegar.

Sus ojos tan desbordantes de vida, ahora cargaban sombras debajo. Un rostro tan angelical y alegre, desprendía indiferencia y desinterés.

"¿Cómo podia alguien cambiar tanto en tan poco tiempo?"

—Nada fue una coincidencia, Aiden —respondió la chica—. Desde que escuché por boca de Gad que había llegado un pariente de Angus, comencé a preguntar a todos por ti. Si no hubieras estado envuelto en la riña de la biblioteca, no habría interferido, si lo hice fue por algo. También acepté por algo el pedido del director de enseñarte, aunque no pensaba hacerlo, hasta que tú mismo descubriste como aprender, y no me quedó otra opción.

"Desde el principio me acerqué a ti con una intención, y cuando me ordenaron mantenerme cerca tuyo para luego capturarte, solo sentí una inmensa pena hacia ti. ¿Por qué tuve que acercarme tanto dices? Hay muchos motivos, pero un espía no funciona si no confías en él.

Aiden hizo todo lo posible por no quebrarse, pero sus ojos aguados hacían tambalear su fachada resistente. Quería volver a la oscuridad de su celda, hasta que decidan que hacer con él.

No iba a permitirles verlo llorar como un niño. No iba a darles la satisfacción de sentir su desespero.

Cerró los ojos con fuerza ante sus atentas miradas, Gunnar con su media sonrisa y Maggie con la seriedad de una piedra.

—¿A caso creen que él priorizará la seguridad de su sobrino, antes que al mismo reino? —atinó a preguntar.

—Eso está por verse, Aiden —respondió Gunnar—, de hecho, mientras tu dormías plácidamente, nos preguntábamos lo mismo. Pero, ¿qué pasaría si el reino ya está hecho trizas para cuando vuelva?

—Eso no...

—En dos noches comenzará el fin del mandato actual, así que no te preocupes, no habrá nadie a quien salvar cuando el regrese, si a caso a ti —rió.

—Púdrete —escupió con rabia.

—Si, quizás me lo merezco, pero no voy a pudrirme hasta que todos ustedes, nobles asquerosos estén muertos y enterrados con el oro que tanto ansían.

Aiden se levantó, con la furia que contenía desde que despertó. Ya había oído suficiente.

—Siéntate Aiden, aún hay mucho de que hablar —dijo Maggie.

Pero Aiden ya estaba pensando como escapar.

Reunió dyn, esperando que la muchacha no esté tan concentrada como para sentirlo, y al momento que quiso Dominar para luego Expulsar, su núcleo pareció crujir.

Volvió a intentarlo, pero el dolor le arrebató un grito de la garganta.

"¿Por qué no puedo utilizar mi dyn?"

—¿Que me hicieron? —preguntó asustado— ¿Por qué no puedo?

—Te dije que no lo intentaras, es gastar energía en vano —respondió Gunnar.

—Detente Aiden, no te hicimos nada —respondió Maggie.

La sensación era la misma que antes, sólo que ésta vez podía comprenderlo mejor. No es que su núcleo esté siendo comprimido, no, de hecho se sentía como si tuviese mucha energía para liberar, pero no podía hacerlo debido a que su núcleo no podría resistirlo.

Incluso su cuerpo parecía demasiado débil, y su propio sentido común le decía que no dejáse salir esa energía. Pero no podía contenerlo.

—¿Qué me está pasando? Siento que pierdo el control... se escapa... de mi núcleo... —sollozó. Dolía tanto que no podía resistir.

Pero había una voz lejana en su cabeza, una voz que lo reconfortaba, por lo que se concentró en ella.

—¡Aléjate de él Mags, hay algo raro con él! —gritó Gunnar.

"No lo resistas" cantó una voz extrañamente familiar, pero que no pudo reconocer.

"¿Que no resista qué?". Preguntó a la nada.

"Sé uno con la Sombra, Aiden, es por tu bien". Era una voz cantada, angelical, confortable.

Miró a Maggie, había desenfundado su espada al igual que Gunnar. ¿Por qué estaban tan asustados?

Miró sus brazos y lo comprendió mejor. Sus venas negruzcas resaltaban en su piel, lo mismo en sus manos, en todo su cuerpo.

Pero el no estaba asustado, decidió hacer caso a esa voz que le decía que hacer.

No pudo ni quiso contener su energía por ningún segundo más, y la dejó salir.

Todo se volvió negro.

De nuevo, se vió en el mismo lugar en el que estaba cuando intentó imbuir su dyn en la carta de su padre.

Sólo que ésta vez, sentía más movilidad de su cuerpo. Podía nadar entre la oscuridad, sondeando la nada, apreciando el todo. Se sentía totalmente diferente a cuando estuvo por primera vez. Se sentía cómodo, como si perteneciera a la oscuridad.

"Por que lo haces, Aiden" escuchó en su cabeza, pero igual volteó a todos lados para buscar al emisor del mensaje. De nuevo aquella voz angelical.

—¿Quién eres? ¿Escuchas mis pensamientos? —dijo esta vez en voz alta.

A lo lejos, el vacío oscuro parecia cambiar de forma, moverse, y luego de unos segundos, el cuerpo de una mujer comenzó a formarse ante él.

Cuando más se acercó, mejor la vió. Su cabello era plateado y brillante, sus ojos dorados hacían juego con un vestido que nada tenía que ver con el abismo en el que estaban.

—Soy un resquicio de lo que una vez fui, aunque espero algún día volver a ser —respondió, y su rostro se tornó pensativo—, pero por este corto tiempo, puedes llamarme como tu padre lo hacía, Brumi.

—¿Conocías a mi padre?

—Ohh, por desgracia pasé demasiado tiempo con ese...—Brumi rodó los ojos—. No, ahora no hablemos de eso, que no tengo mucho tiempo. Mostrarme a ti de ésta forma solo es posible por que eres su hijo. Sólo vengo a decirte una cosa, que quizás necesitas saber.

—¿Qué ocurre?

—Ya estás listo, Aiden.

Dijo la mujer, y seguido a eso, comenzó a desvanecerse nuevamente, así como había llevado. No sin antes susurrar "Estaré esperando a que me liberes".

Volvió a la realidad con sensación de ahogo. Inhaló desesperadamente buscando llenar sus pulmones, y cerró los ojos ante el agua que escurría de su cabello a su rostro.

Una vez más, la sensación de ahogo, su cuello era cabeza manipulada por un fuerte agarre, y lo sometía a su gusto.

Cuando abrió los ojos, vio una bañera blanca, cargada de agua hasta al tope. De nuevo el agarre en su cuello se intensificó, y zambulleron su rostro. No aguantaba más, pataleo con fuerzas queriendo salir, y tragó el agua de la bañera antes de que lo sacaran.

Aiden fue empujado al piso, y debido a que sus manos estaban cautivas tras su espalda, cayó de cara mientras tosía repetidas veces, escupiendo el exceso de agua en su tráquea y pulmones.

Antes de que pudiera ver quien lo estaba despertando de manera tan amigable, un fuerte golpe sacudió su estómago, provocándole otra profusa tos.

—¿Ya estás despierto hijo de puta? ¿Eh?

Un pisotón en su espalda le arrebató todo el aire que había conseguido acumular. Cuando el hombre se puso en cuclillas le vio mejor el rostro. Gunnar Cisub lo tomó del cabello y le levantó la cabeza del piso mojado del baño en el que estaban.

—Intenté ser amable contigo mocoso, pero parece que nos vamos a divertir mientras esperamos a tu tío —dijo sonriendo.

Le estampó la cara contra el piso repetidas veces, hasta que Aiden comenzó a sentir un líquido caliente escurriendo de su propia frente y nariz. El sabor metálico de la sangre se coló en su boca, y Aiden se revolvió con fuerza para intentar escapar.

Intentó acceder al dyn de su núcleo para hacer magia y sacarse de encima a Gunnar, pero nada ocurrió.

—Luego de lo que hiciste, te pusimos esposas con anulación de dyn, maldito loco asqueroso —explicó Gunnar volviéndolo a golpear.

Sintió perderse nuevamente en la inconsciencia, pero un baldazo se agua lo despertó nuevamente.

—¿Qu-que se supone que hice? —respondió Aiden. Sus dientes castañeaban por el frío.

Ahí se dio cuenta que sólo tenía puesta su ropa interior.

—¿Intentas hacerte el inocente ahora?

Otra patada en su estómago y varias seguidillas de golpes incluso a su rostro. "¿Qué mierda hice?".

Escupió en el piso frente a él. La sangre regó las baldosas blancas.

Aiden repasó sus incisivos inferiores con la lengua, y no estaban completos.

—Voy a hacerte preguntas ahora, Fletcher, y tú vas a responderlas todas, ¿entendido?

Tenía miedo. Pero más que eso, sentía su sangre hervir de rabia.

Sus labios goteaban de sangre, y su abdomen dolía como los mil horrores.

Como no respondió, Gunnar lo tomó de su cabellera castaña y lo levantó con brusquedad. Lo empujó fuera del baño forzándolo a caminar por un estrecho pasillo.

Abrió una puerta, lo empujó dentro, y el chico cayó destartalado como un saco de papas.

Cuando alzó la vista, un hombre con el pelo gris enmarañado, y unas gafas de tubo gruesas que más que gafas parecían visores, le devolvió la vista.

En sus manos, había algo preciado para él. Algo muy preciado como para estar en manos de un desconocido.

El hombre, con todas las pintas de un científico fracasado tenía en sus manos la carta de su padre.

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