X-Hazlo y ya.

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Aiden debía pasar la noche allí, o al menos esa fue la indicación de los médicos que lo atendieron. No supo cómo la chica los convenció, lo que sí sabía es que en un abrir y cerrar de ojos, estaba siendo guiado por las calles de la ciudad por Maggie.

La chica había tomado su mano, y tiraba de ella de un pasillo a otro, de una avenida a la siguiente. Agradeció la iluminación tenue de la ciudad, ésta hacía que su repentino enrojecimiento sea menos noorio.

De camino, la Sede de Aventureros con sus imponentes paredes blancas era de las únicas concurridas. También pasó por los bares a los que asistían de vez en cuando en grupo a pasar el tiempo; también por la plaza central de la ciudad, donde imponentes estatuas adornaban las fuentes, cuya agua cristalina se ramificaba cual rotura de vidrio. Aiden se descolocó cuando la caminata concluyó en un lugar que ellos conocían muy bien.

—¿Tu lugar especial es aquí? —preguntó mientras veía las murallas de la academia.

—Por Urahvé Aiden, no. Ahora haz silencio y ven —respondió ella.

De un tirón lo apartó de la vista de uno de los guardias de la academia. De por sí eso era extraño, ¿no podían entrar y ya? Al fin y al cabo eran alumnos.

No le dió más vueltas al asunto y renqueante por su adolorido cuerpo, se dejó guiar por la chica, con su corazón bombeando asustado por la tensión. No entraron a la academia, si no que rodearon la fachada de la misma para dar con el patio trasero. Donde las clases prácticas se llevaban a cabo.

Una vez que estuvieron en el medio del que estaba tras la academia, Aiden respiró aliviado nuevamente. Su pierna derecha dolía de vez en cuando, pero por nada en el mundo se permitiría manifestarlo en voz alta.

—¿Qué tal eso? —preguntó Maggie dándose la vuelta para mirarlo.

Nunca había soltado su mano.

A la luz de la luna, sus ojos azules brillaban de manera que era imposible para Aiden perderse un segundo de ellos. "Ojalá no parpadeara nunca". Luego de que ese pensamiento pasara por su cabeza, se dió cuenta de que sería raro verla sin parpadear. Un poco turbio de hecho, por lo que descartó la idea.

Pasó un largo rato mirándola, y luego recordó que nunca respondió a su pregunta.

—Hmm... las —empezó torpemente a formular una respuesta— ¿clases de sigilo gratis? —atinó a preguntar.

Ella sólo se río un poco y siguió tirando de él.

"Tonto, tonto.

Luego de reprocharse mentalmente, recayó en que Maggie lo guiaba directo al bosque que había detrás de la academia. Éste se extendía por un par de kilómetros hasta dar con la muralla de fuera. Era una pequeña reserva natural que la ciudad tenía, y era utilizada para entrenamientos más intensos con los estudiantes de años superiores.

—¿Dónde vamos? —preguntó él.

—Ya te dije, hay un lugar que quiero mostrarte —respondió ella entornando los ojos con un sonrisa juguetona.

Si se dió cuenta de su inseguridad o sus dudas, no lo demostró. En cambio siguió guiándolo y se internaron a la oscuridad del bosque.

Con la mano que no sostenía la de Aiden, manifestó una pequeña bola de fuego que les brindaría luz y calor durante aquella noche.

Estuvieron caminando durante un largo rato en silencio dentro del bosque. No es que pudiera haber bestias peligrosas allí dentro, pero la poca visión y el ambiente tenebroso era más que suficiente para ponerlo en guardia.

Maggie en cambio, caminaba a paso firme y seguro. Aiden la siguió por unos cuantos minutos hasta que ella se detuvo por completo.

—Llegamos.

—¿Aquí? —preguntó Aiden desconcertado.

Estaba viendo literalmente lo mismo que hace veinte minutos, bosque y más bosque.

Maggie soltó una risita y dijo:

—No aquí exactamente tonto. Detrás de estos arbustos.

Al decir aquello, Maggie apagó el fuego de su mano y se colocó detrás de él. Puso sus manos la espalda de Aiden y lo empujó lentamente para que ambos atravesaran los arbustos. Al pasar, la vista lo dejó sorprendido. Un pequeño claro en el bosque que parecía ser un mundo aparte, lo recibía calidamente.

Un lago de brillante azul iluminaba tenuemente el lugar. Un árbol el cuál desconocía su nombre se exhibía en el centro del lago, con hojas de color verde levemente fosforescentes.
Alrededor del lago había algunos montículos de tierra que hacían símiles a pequeños asientos. Probablemente obra de Maggie.

Luego de unos segundos admirando el lugar, sintió una fuerte corriente de aire. No era el viento frío punzante que los acompañó toda la noche, era una brisa cálida y reconfortante para el cuerpo.

—Este lugar es...

—¿Es hermoso no? —preguntó Maggie.

Se había despegado de su espalda y caminaba por el borde del lago.

El lugar era casi divino a su vista, y Maggie caminando descuidadamente en él, era un elemento más. No desentonaba ni un poco en el claro.

—Es increíble —dijo Aiden despegando nuevamente la mirada de Maggie para mirar al árbol que se posaba en el centro del lago.

No era muy alto, quizás llegaba tres metros. Lo imponente de él eran sus hojas que resplandecían iluminando con una luz verde azulada los alrededores. Gracias a esto, no era necesario que Maggie siga iluminando con fuego para que ellos pudieran ver.

—Eso no es todo —habló Maggie estirándolo del brazo—. Siéntante ahí —dijo empujándolo suavemente a uno tronco caído que se encontraba encima de dos montículos de tierra.

Aiden nervioso, veía como la rubia se posicionaba frente a él, pero a un par de metros de distancia.

—Este lugar no solo es hermoso —dijo Maggie nuevamente—, si no que también tiene grandes cantidades de dyn puro. Intenta manipular algo de agua.

Aiden pensó en decirle que estaba seco de dyn, o que colapsaría de intentar hacerlo. Luego de eso se percató de que la chica tenía razón en sus palabras. El dyn parecía fluir libre alrededor del claro, buscando un dueño.
Levantó la mano y luego de conjurar el hechizo correspondiente, una esfera de agua apareció en su mano.

A demás de que el esfuerzo fue nulo, la esfera era de un tamaño muy superior al que controlaba normalmente. Ésto dejó al chico fascinado.

—¿Cómo es posible?

—No tengo idea —respondió Maggie— Cada un mes o algo así, el dyn que fluye por este claro se incrementa hasta llegar a este punto.

—¿Ésto no es así todas las noches? —preguntó Aiden.

—No, hay días en los que parece un lugar normal, y otros que el dyn fluye moderadamente. Pero sólo cada —hizo un ruido mientras se llevaba la mano al mentón— veintiocho días, sólo cada veintiocho días es que hay tanto dyn.

—¿Como encontraste este lugar? —preguntó.

—Lo encontré de casualidad durante uno de mis entrenamientos —dijo ella con una sonrisa—. Ahora déjame mostrarte algo.

Dicho esto, Maggie se acercó unos pasos a Aiden, y lentamente fue deslizando su abrigo entre ambos brazos. Dejándolo así caer cerca de él, y quedando vestida con una remera de tirantes que dejaba al descubierto sus blancos brazos.

Aiden desvió la mirada abochornado por la situación y Maggie rió audiblemente.

—Mírame —exclamó ella.

Lo hizo. Maggie alzó ambos brazos, y una gran esfera de agua se desprendió del lago para ser manejada completamente por la muchacha.

—Dominium Aqua: Controlar.

Ella separó los brazos en un movimiento veloz, y la esfera de agua se dividió en dos partes perfectamente iguales. Movió sus brazos rítmicamente, en una danza que embotaba los sentidos de Aiden.

Lentamente, ambas esferas de agua iban tomando diferentes formas. Primero, una especie de lobo gigante con el pelaje ondeando, se batía en combate con un ser humanoide. Tenía los brazos alargados llegando a sus pies, además del cuerpo compacto y achatado.

Ambos se enzarzaban en un combate feroz en el cual era imposible destinar un ganador. Aiden no sabía dónde prestar atención. Si a la historia expuesta en marionetas de agua, o a la titiritera que danzaba con parsimonia exhibiendo un control impoluto.

Maggie manejaba el combate con su danza, lo cual hacía un espectáculo visualmente inolvidable para Aiden. Luego de unos momentos, las tornas cambiaron. El lobo y el monstruo desaparecieron para convertirse en pequeñas gotas en el aire. Divisándolo mejor, Aiden comprendió que eran representaciones de humanos. No sólo eso, si no también de ejércitos.

Presenciaba en primera fila el relato de la gran guerra de los inicios, la Guerra de la Unión. Donde la coalición de humanos, elfos y enanos se enfrentaban a los temibles Al-tinhoa. Los ejércitos chocaban entre sí, dando diferentes resultados cada vez, en un conflicto que parecía interminable.

Hasta que de nuevo, el escenario cambió. El gran lobo era comandado por una persona en solitario. Y frente a él, cinco magos se proponían a hacerle frente a aquella raza destructora.

Eran los cinco héroes de Throan, portadores todos de un scripta legendario. Dispuestos a hacerles frente al mago más temible de los Al-tinhoa.

Los cinco héroes vencieron al lobo y al mago luego de una gran escaramuza, y el conflicto por fin acabó. En el continente de Throan volvió a reinar la paz.

Maggie dió por terminada su hipnótica danza y devolvió el agua brillante al lago. Aiden en cambio aplaudió con ganas y esmero ante el espectáculo que le brindaron.

—Eso fue fantástico —comenzó Aiden con un genuino asombro—, la dificultad de controlar el agua de esa forma es... debiste practicar eso por meses o incluso años —corrigió al final.

—Éste lugar —dijo Maggie jadeando por el cansancio— Hace que puedas controlar, absorber y utilizar el dyn de maneras impensables cuando llega su auge. Sí, llevo un tiempo practicando lo que acabas de ver, sin embargo, no podría hacer ni la mitad de esto en otro lugar que no sea este.

—¿Porqué elegiste esa historia entre tantas?

Maggie se sentó en el tronco, muy cerca de él antes de comenzar a hablar.

—Todo el mundo los recuerda.

—¿A los cinco héroes?

—Si, los dos enanos, Daian Carmicov y Eleazar Perthen —comenzó Maggie—, los humanos Gael Yusus Blem y Feckia Wang.

—Y quién se decía que era la más poderosa de los cinco: la elfa Leah Einderf —concluyó Aiden.

—Si, todos los recuerdan —repitió la chica en un susurro—. No eran sólo guerreros o magos capaces. Era gente tan poderosa que incluso pudieron absorber un scripta legendario cada uno y no volverse locos. La historia de esos cinco, me inspira a no querer ser olvidada nunca.

Aiden no sabía como responder a esta declaración de la muchacha, por lo que guardó silencio y esperó que continuara.

—Mi temor más grande sería —continuó Maggie luego de unos segundos— morir sin haber llegado a ser alguien que valga la pena recordar.

Aiden entendió a lo que se refería. Los nombres de los héroes no sólo son recordados hasta hoy, si no que incluso en ocasiones como con los elfos y los humanos, los descendientes de aquellas familias siguen teniendo importancia en la actualidad. La familia Blem es quien hoy por hoy asume el mandato de uno de los reinos más importantes del continente. De la misma manera lo hacen los descendientes de la familia Einderf.

—Eres joven, talentosa, y muy capaz —dijo Aiden sin pensarlo mucho—. Estoy seguro que ya hay gente que no podría olvidarte.

"Yo, por ejemplo" Pensó Aiden. Aunque claramente no se atrevió a decirlo en voz alta.

La chica solo sonrió desganada. Quizás le habían dicho lo mismo muchas veces.

—Sabía que dirías eso.

Aiden se revolvió un poco incómodo ante las palabras de la chica.

—¿Soy muy predecible? —preguntó sonriendo con algo de tristeza.

—Quizás —dijo ella simplemente.

Incómodo por la conversación, no pudo contener sus pensamientos y soltó:

—Ellos tampoco eran nadie antes de ser alguien —dijo pensando en lo estúpido que acababa de sonar—, quiero decir, también fueron gente normal alguna vez. Trabajaron duro, e hicieron lo que tenían que hacer.

—¿Crees que es tan simple? —preguntó Maggie.

A pesar de que la pregunta pareciera hostil, no contenía más que duda.

—Simple sí, fácil no. No soy muy bueno dando consejos, de hecho estoy hablando casi sin pensar —Hizo una pausa para ahora sí razonar un poco—. Pero supongo que sólo debes hacer lo que creas necesario para lograr tus objetivos.

—¿Tú harías lo que fuera por cumplir tus metas?
La pregunta llegó a él como una flecha imbuida en dyn, y se clavó directo su pecho. "Hubiera hecho lo que sea para salvar a mamá". Pensó.

—Yo... bueno, siempre he querido saber que fue lo que acabó con la vida de mi madre —empezó sincerándose—, de hecho es la razón principal por la que llegué a la academia, y por la que me estoy esforzando tanto. Y creo que podré lograrlo, con tiempo y esfuerzo.

—¿Y si es algo que no sólo requiera tiempo y esfuerzo, si no que algo más?

—Tú puedes permitirte hacer lo que sea necesario, Maggie —respondió convencido.

Aiden no tenía idea del impacto de sus palabras en aquella chica. De hecho, él ni siquiera creía poder decir algo que la ayudara.

El rostro de Maggie normalmente impasible y tranquilo, estaba cargado de sentimientos. No solo su rostro, todo su ser cargaba con un peso del que necesitaba deshacerse. Aiden Fletcher, desatento como él sólo, no pudo identificar a que se debía aquello.

—Gracias Aiden. Lo haré —dijo dando por terminada la conversación.

Aiden sólo veía su espalda, e ingenuo, esperaba presenciar otra historia de aquellas clásicas.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó.

Maggie se acercó nuevamente a él. Ésta vez sentándose tan cerca que sus cuerpos se rozaban.

—Eres un buen chico Aiden —dijo acariciando su rostro.

—¿Q-que yo-yo?

La sangre se había ido a su cabeza, y sus pensamientos racionales fueron rápidamente sustituidos por su líbido adolescente.

Su rostro se acercó cada vez más al suyo, e inconscientemente desvió la vista a sus sonrosados labios. Parecían tener un brillo hipnótico y cautivador. La situación había escalado muy rápido.

"Es ahora o nunca". Pensó y cerró los ojos con fuerza. En su cabeza parecía imposible que se concrete un beso con aquella chica que tanto le atraía, pero ahí estaban, con los labios a escasos centímetros.

Seguido a eso, un piquete en su cuello.

Desconcertado abrió los ojos. Cuándo hizo hacia atrás la cabeza sintió un potente mareo, y al parpadear su vista se hizo borrosa.

Escuchó el crujir de las hojas secas detrás de él y sintió un golpe en la nuca que le hizo caer al piso.

—Lo siento mucho Aiden. En serio eres un buen chico.

Al decirlo se puso en cuclillas sobre su estómago. El paralizante que nublaba sus sentidos le hizo pensar que estaban siendo atacados, pero no había nadie en el claro además de ellos. Era increíble cómo perdía su capacidad de raciocinio cuando estaba cerca de la chica. Tanto así, que no pudo repetirse su lema de autoayuda en ningún momento.

—¿Ma...ggie?

—Estoy haciendo lo necesario —dijo pasando los finos dedos por su rostro.

Cayó inconsciente sin sentir la caricia, y la chica emitió un silbido agudo. Minutos después, los árboles a la distancia se sacudieron con fuerza.

Llegó al claro un lagarto de escamas oscuras. Tenía seis patas, y en cada omóplato de éstos unos ojos amarillentos. Su larga cola de reptil estaba coronada con un ojo en la punta. En la parte de su rostro, justo en la mitad de este, se exhibía una boca con afilados dientes amarillentos.

El reptil era un Qego, y sobre la bestia estaba élla. Una mujer de baja estatura y cabello marrón. Al llegar a penas miró a Maggie, pero pronunció:

—Buen trabajo, seguro tu padre te dará algún caramelo por traicionar a tu gente —su voz era profunda, cargada de sarcasmo. El Qego abrió la boca de en medio de su rostro y tomó a Aiden por la espalda.

—¡Cuidado con lastimarlo!

—Cuidado con como me hablas, Maggie Cisub —respondió. Lainarí Ternoven, que a pesar de tener un aspecto delicado, exhibía un poder desorbitante, demostró el porqué era tan respetada;

Maggie sintió aquella presión abrumadora que expulsaba. Se estaba burlando de ella, viendo como su rostro se distorsionaba, como presionaba sus oídos que se comprimían por el aura de poder que emanaba. Su rodilla tocó la tierra y su cabeza crujía de dolor.

—Me refiero a que es... importante para nuestra cruzada —atinó a decir.

—Lo es, lo es —rió Lainarí—. Repórtate con tu padre, y luego haz lo que quieras, no me importa.

De un salto, la bestia, la domadora y el secuestrado salieron del claro. Con unos cuantos saltos más, del bosque. Dirigiéndose a la zona Sios de la ciudad, donde la podredumbre y las ansias de revolución eran cada vez mayores.

Donde pondrían al sobrino del mago más fuerte en una celda mohosa y maloliente. Donde los barrotes apesar de su segura oxidación se mantenían firmes y seguros.

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